eleven » never let me go

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng







capítulo once
( nunca me dejes ir )












BETTY SE DESPERTÓ CUANDO ALGUIEN GOLPEÓ LA PUERTA. La rubia soltó un gruñido y dio media vuelta en la cama... chocando contra alguien.

Betty abrió los ojos de golpe y nada más hacerlo vio la nuca de Kate Bishop. Se echó hacía atrás rápidamente.

Había olvidado que le había pedido a Kate que se quedara con ella. Pensó que la chica se iría después de que Betty se quedara dormida, pero seguía ahí. Se había cambiado de ropa para ponerse un pijama, pero no se había ido.

Alguien volvió a golpear la puerta.

—Betts, ¿estás despierta? Tenemos que empezar a prepararnos.

Era su padre. Betty rezó para que no abriera la puerta.

—¡Sí! Sí, estoy despierta. Me estoy cambiando, ni se te ocurra entrar.

—No pensaba hacerlo —se apresuró a decir Clint—. Ven a desayunar cuando estés lista, Tine está aquí. Voy a despertar a Kate.

—¡No te preocupes, estoy terminando, puedo ir a despertarla yo! —dijo rápidamente Betty, echando un vistazo a la chica, que seguía durmiendo a su lado.

Clint guardó silencio unos segundos.

—¿Betts?

—¿Sí?

—No estará Kate ahí dentro, ¿verdad?

Betty cerró los ojos con pesar. Atrapada.

—¿No?

—¿Y por qué suena como una pregunta? —respondió Clint, y por su tono de voz Betty supo que aquella situación le divertía muchísimo—. Sea lo que sea, vestíos si os hace falta y venid a desayunar. Tine y yo tenemos café y ella ha traído donuts.

—Vale —aceptó Betty.

Ocultó el rostro entre las manos. Hacía años que no mentía tan mal. Probablemente, su padre y Tine creerían que Kate y ella no solo habían dormido.

Le echó un vistazo a la joven, que descansaba pacíficamente incluso a pesar de la conversación entre su padre y ella.

El pelo le tapaba parcialmente la cara y Betty, sonriendo, se lo apartó cuidadosamente. El roce de su dedo contra la mejilla de Kate hizo que la chica abriera los ojos.

—¿Betty? —preguntó, medio dormida. La rubia se apresuró a retirar la mano. Kate bostezó—. ¿Qué hora es?

—No lo sé, pero mi padre acaba de venir a despertarnos para que vayamos a desayunar. Tienen café y donuts.

—¿Tu pa...? —Kate abrió mucho los ojos y se incorporó bruscamente—. ¿Él sabe que he dormido aquí?

El silencio de Betty fue bastante elocuente. Kate tuvo la misma reacción que ella poco antes.

—¿Crees que nos dirá algo?

Betty negó.

—Pero probablemente haga bromas o preguntas en referencia a esto para reírse de nosotras —aclaró, avergonzada solo de pensarlo—. Y no creo que me crea si le digo que no ha sido lo que parece.

—Genial, mi Vengador favorito cree que me he acostado con su hija —bufó Kate, tan dramáticamente que hizo reír a Betty.

—¿Tan malo sería? —preguntó, burlona.

Kate le tiró la almohada como respuesta.

—¡Oye! —protestó Betty, riendo.

—Nada de oyes —rio Kate. Sin embargo, su rostro se volvió más serio segundos después—. Pero, escucha, ¿estás mejor?

Betty sonrió suavemente y asintió.

—Sí —aseguró—. Gracias a ti, bonita.

Kate se sonrojó levemente.

—No fue nada, lo juro —prometió.

Betty le tomó la mano y la miró fijamente a los ojos.

—Para mí fue mucho.

La deslumbrante sonrisa de Kate le sirvió como respuesta.

Minutos después, Betty ya estaba en la cocina, sirviéndose café, escuchando la radio e ignorando las sonrisas burlonas de su padre y Tine. Las dos chicas habían acordado que Betty iría primero a la cocina, incluso a pesar de que los dos adultos ya sabían de lo sucedido, para que aquello no quedara tan descarado.

—Podríais dejar de mirarme así —bufó, sin girarse—. No ha pasado nada.

—Sí, eso decía yo antes —rio Tine—. ¿Recuerdas, Clint? Él y Pete no me creían una palabra.

—Parece que hubiera sido ayer —asintió el hombre, sonriendo levemente.

—Hace bastante que no sabemos nada de él —comentó Betty, distraídamente. Trataba de cambiar el tema de conversación—. ¿Qué creéis que le pasó cuando regresó del Lapso?

—No lo sé, pero espero que nada malo —se limitó a decir Clint.

—Buenos días —saludó Kate, llegando entonces.

Seguía algo adormilada.

—Buenos días —respondieron todos a coro.

Betty quiso gritar al ver la camiseta que Kate llevaba puesta, la misma que había usado de pijama. Nat se la había regalado años atrás. Su padre iba a reconocerla.

¿Cómo no se había dado cuenta de eso antes de salir del dormitorio?

—¿Quieres café? —preguntó Clint.

—Oh, sí, gracias —respondió la chica.

Que no diga nada, que no diga nada, que no diga nada.

Sus súplicas no tuvieron resultado.

—Bonita camiseta —comentó Clint, burlón—. Creo recordar que Betts tiene una igual.

—No me digas —dijo Tine, fingiendo sorpresa.

—Dejadlo ya, chicos —protestó Betty.

Kate se había sonrojado.

—Muy bien, como digas —respondió Clint, burlón—. Esta mañana voy a charlar con nuestro amigo Kazi. Tine viene conmigo. Mientras tanto, vosotras podríais recuperar nuestras flechas. Las tienen los roleros.

—Espera, ¿qué? —dijo Kate, expresando en palabras lo que Betty pensaba.

—¿Por qué los roleros? —preguntó Betty.

—Mi flecha rastreadora sigue sin moverse —explicó Clint—. Está en un almacén de la policía, junto al puente. Ese grupo de roleros eran casi todo bomberos y algún poli. Averiguad si alguno tiene acceso al almacén.

—Así que roleros —dijo Kate, aún asimilando aquella información.

—Sí, son... peculiares —respondió Clint.

—Por decirlo suavemente —añadió Tine—. Aunque bastante agradables.

—Os caerán bien —decidió Clint.

Kate y Betty intercambiaron una mirada. La rubia se encogió de hombros.

—Por cierto, ¿cuándo dices nuestras flechas, te refieres a tuyas, de Betty y de Tine? —preguntó Kate, volviéndose hacia Clint—. Porque prefiero considerarlas nuestras flechas, como de equipo. Ya sabes.

—Vale —aceptó Clint—. Trae nuestras flechas. Mías, de Betty, de Tine y tuyas.

Kate sonrió.

¡ATACAD! ¡ARRIBA!

Betty les echó una mirada al grupo de personas que practicaba movimientos de lucha con palos de escoba o similares en mitad de Central Park.

—Creo que hemos encontrado a nuestros roleros —opinó, girándose hacia Kate.

—¡Muro de hielo! —gritó otro.

—Sí, yo diría que sí —opinó su compañera. Ambas llevaban colgados a la espalda los carcaj y cada una sujetaba su arco con la mano. Kate había insistido en que fueran así, que les daba un aspecto más serio.

También había insistido en que Betty no fuera de camuflaje. Ir acompañada por una Vengadora impondría más, incluso aunque eso significara parar una decena de veces para tomarse fotos.

—¡Súper destructor! —gritó una tercera de los roleros, saltando y golpeando desde arriba con fuerza algo invisible frente a ella. Todos la imitaron.

—Parecen amables —comentó Betty. Ambas estaban ya frente a ellos—. Hey, ¿qué tal? Bonitos movimientos.

—¡Es Artemis! —gritó una de las roleras.

—¡Le gustan nuestros movimientos! —apoyó a otra—. Impresionémosla.

—¡Hola! —saludó Kate, dirigiéndole una mirada a Betty de te dije que saldría bien—. No queríamos interrumpiros.

Los roleros apuntaron con los palos hacia delante y empezaron a repetir ataque, ataque, ataque. Betty aplaudió, dándose cuenta de que aquello lo hacían para impresionarla.

—Vaya, sí que estáis motivados —comentó Kate.

—¿Tú quién eres? —preguntó una de las chicas, rubia y con dos trenzas.

—Ah, Ojo de Halcón me ha pedido que venga en nombre de los Vengadores, soy su... compañera y amiga, Kate. Artemis me acompaña, ya la habéis visto.

—Todo lo que ella ha dicho es verdad —apoyó Betty, cuando varios se giraron a ver si lo que decía era cierto.

—Me ha dicho que podéis ayudarnos, ¿hay algún poli? —continuó Kate.

—Sí, yo —respondió una mujer, acercándose a ambas—. Agente Wendy Conrad, conocida como Els-Bath de Deepdale.

—Bonito nombre —opinó Betty.

—Agente —asintió Kate—. Nos vale con una simple sustracción de pruebas, nada del otro mundo. Sus flechas están en un almacén de la policía, junto al puente.

—El otro día estuvimos envueltos en una persecución, supongo que se habrá enterado —continuó Betty—. Necesitamos las flechas de vuelta, no tenemos tiempo para fabricar nuevas y estamos en medio de algo importante.

—Supongo que podría ayudaros —dijo la agente—, siempre que me recompenséis.

Las dos roleras intercambiaron una mirada. Un tercero y un cuarto se habíam acercado al lugar donde mantenían la conversación.

—Que nos recompenséis, a todos —corrigió uno de éstos.

Kate y Betty se miraron. La rubia asintió.

—Sí, sí, claro, por supuesto, lo que... lo que queráis —aceptó Kate. El que aún no había hablado se adelanto y chocó el puño con Kate—. Sí, genial.

—Primero, las flechas, luego, la recompensa —apuntó Betty, antes de chocar el puño con los roleros—. ¿De acuerdo?

—Entendido —asintió uno de ellos.

—¿Hay trato? —preguntó Kate—. Perfecto, será muy guay. Sois la caña, los trajes son... una chulada.

Betty sonrió para sí.

—La verdad es que todo esto está muy bien —comentó, echando un vistazo al grupo—. Gracias por vuestra ayuda.

—¡Vamos a ayudar a Artemis! —exclamó la rubia de las trenzas, levantando el puño, triunfal.

Los roleros corearon su nombre de superheroína. Betty sonrió.

Aquello prometía ser divertido.

BETTY ESTABA DESEANDO VER LA CARA DE SU PADRE. Habían llevado a los cuatro roleros al apartamento de la tía de Kate. Grills estaba haciendo galletas, Missy les mostraba trajes de rol a petición de Kate, Wendy había ido a buscar las flechas y Orville... Bueno, no sabía exactamente qué hacía Orville.

Clint y Tine debían haber tardado un poco más que ellas hablando/amenazando a Kazi, así que no iban a llegar especialmente pronto, pero no creía que tardaran mucho más.

—Ya estáis aquí! —escuchó decir a Grills.

—Hola —se limitó a decir Clint.

—¿Qué hay, Grills? —saludó Tine.

—¿Una galleta? —ofreció el bombero—. Están recién hechas. ¡Betty, ya están listas!

—Vale —dijo Clint.

Su hija apareció al segundo, con una sonrisa burlona en el rostro.

—Hey, papá, ¿qué tal? Hola, Tine. ¿Puedo coger una, Grills?

—Las que quieras —asintió el hombre, tendiéndole la bandeja.

Betty tomó una al instante y le dio un mordisco.

—Buenísima —aseguró—. Me encantan las galletas caseras.

—Gracias, Betty —respondió el bombero, sonriendo—. Venga, pasad.

—¡Hola, Clint, hola, Tine! —saludó Kate cuando entraron en el salón—. ¿Qué tal el día?

Kate vestía una túnica en ese momento.

—¡Hola! —saludó Missy.

—Eh, pues nos-nos ha ido bien —asintió Clint—. ¿Y a vosotras qué tal?

—Genial, sí. Mejor que a vosotros, creo.

—Basta con ver el piso para notarlo —añadió Betty, tirándose sobre el sofá.

—Eso está a la vista —comentó Tine.

—Entonces, ¿ya tenéis nuestro equipo? —preguntó Clint.

—Sí —asintió Kate—. Sí, está al caer. Llegará en seguida. Sí, tranquilo.

Clint balbuceó algo.

—¿Que qué? —preguntó.

Pero Kate estaba ocupada probándose una armadura vikinga.

—A ver... —Soltó una exclamación de sorpresa.

—Sí —asintió Missy, complacida.

—La verdad es que estoy guapísima de vikinga —opinó Kate.

—Siempre estás guapísima —comentó Betty, desde el sofá—. Pero eso te queda genial.

Se dio cuenta tarde de que había dicho aquello en voz alta. Tanto ella como Kate se sonrojaron. Un súbito silencio surgió en la sala.

Tine, que se había sentado a su lado, le dio un codazo, riendo.

—Contrólate un poco, Barton. Aunque es cierto que el traje es muy bueno.

—Pues, lo he hecho yo —dijo Missy, complacida—. Yo solita.

—¡Anda ya! —exclamó Kate, con voz aguda, tratando de dejar a un lado el comentario de Betty.

—A mano —añadió Missy.

—Pues igual te encargo que me hagas un traje —propuso Kate.

—¡Claro! —asintió la mujer—. Me encantaría. ¿Quieres probarte alguno, Betty?

—Yo quiero —se apresuró a decir Tine, poniéndose de pie.

—Eh, un momento —las interrumpió Grills—. ¿Hacemos ya ese trato?

—¿Qué trato? —preguntó Clint, que también había tomado asiento.

—Os conseguimos flechas y trajes e información, y vosotros material para trajes nuevos —dijo Grills, sonriendo.

—Es un buen trato —se defendió Betty, al notar la mirada que su padre le dirigía.

—Vale, ¿qué tal si os conseguimos material para vuestros trajes y para cuatro más? —propuso Kate—. Sé de alguien que necesita una manita con el suyo —añadió, echándole una mirada significante a Clint—. Y también de otras dos a las que les han encantado estos trajes, de modo que...

Missy soltó una exclamación, emocionada.

—¡Por mí sí! —dijo al instante.

—¡Guay! —Kate sonrió.

—Me gusta cómo suena eso —opinó Tine, observando los trajes que Missy había dejado en el sillón—. Estos trajes son buenos de verdad.

—¡Eh, Orville! —llamó Grills—. ¿Has oído? Tendremos trajes nuevos.

—¿Trajes nuevos? —repitió el hombre, yendo hacia el salón.

—Eh, Betty, Kate —empezó Clint, levantándose—. Solo teníais que recuperar nuestras flechas. No montar una obra.

—Esto es rol en vivo —corrigió Missy.

—No seas cascarrabias, Clint —protestó Tine—. No viene mal esto.

El hombre no respondió: leía un mensaje que acababa de recibir.

—Vale —dijo, levantando la vista del teléfono—, tengo que irme.

—Dirás tenemos que irnos —corrigió Kate—, somos un equipo, ¿no?

—Ya, pues tendrás que cambiarte —replicó Clint, dirigiéndose hacia la salida del salón—. Betty, Tine, vamos.

—Ojo de Halcón —dijo Wendy, recién llegada.

—Ah, hola —saludó Clint.

—Misión flechas cumplida —anunció la agente, sonriendo. Llevaba una bolsa en la mano, dónde debía llevar el equipo.

—Sí, muchas gracias, de verdad —dijo Clint, haciendo ademán de tomar la bolsa.

La mujer la apartó de su mano.

—Eh, la bolsa es mía —explicó.

—Ah, vale.

—No cojas bolsas si no te han dado permiso para ello —comentó Tine, dándole un codazo a Clint—. Discúlpalo, puede llegar a ser un poco grosero. ¿Podrías prestarnos la bolsa, por favor? Te la devolveremos.

—¿No habéis traído una bolsa? —preguntó la agente.

—No, es que... —dijo Clint, mirando a Betty.

—Esta me la regaló mi mujer, está bordada, pone pibón —insistió la mujer.

—Sí, sí, ya veo que le tienes mucho cariño —respondió el hombre, mirando a Betty y Kate en busca de ayuda.

—Te la devolverá, como ha dicho Tine, ya me hago cargo yo de eso —aseguró Kate.

—No dejaremos que le pase nada a la bolsa —añadió Betty—. Lo juro por mi honor, o lo que sea que digáis en el rol en vivo.

—Prometido —asintió Kate.

—Sí, vale —terminó asintiendo Wendy, dándole la bolsa a Tine.

—La cuidaré bien —prometió Tine.

—¡Gracias! —dijo Clint—. Venga, hasta luego.

—Sí, gracias —asintió Kate.

—Por cierto, una bolsa muy bonita —añadió Clint.

—Nos vemos, chicos —se despidió Betty.

Los roleros les despidieron. Una vez abandonaron el piso, Clint suspiró.

—Nunca le regales una bolsa que diga pibón a nadie, Betts —pidió su padre—. Por favor te lo pido.

—Yo le regalé una a alguien una vez —comentó Tine, sonriendo—. No es mal regalo. Podrías darle una a Kate, Betty.

—Cerrad la boca —protestó la rubia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro