capítulo 14

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Un año antes hasta la actualidad.

Cage Wallace despertó debilitado. Tenía todos los músculos atrofiados y terriblemente sentía como si hubiera estado durmiendo una eternidad. Bueno, en parte así era. Que sorpresa la de los médicos cuando éste despertó de su largo coma. Cuando hablaban de su caso, lo hacían refiriéndose a un milagro. ¿Milagro? Preguntaba él con rabia. Había perdido casi veinte años de su vida, una año más, un año menos, lo mismo daba, y todo por una puta contusión en la cabeza.

Los tiempos habían cambiado. Los móviles eran táctiles, los televisores eran de pantalla plana, las torres gemelas fueron derribadas, una de sus cantantes favoritas murió en un accidente de avión, por Aliiyah sí que lloró como un loco. Sé perdió el beso de Britney Spears y Madona, en los premios MTV music awards. El punto a su favor es que la privacidad de la gente estaba más expuesta gracias a las redes sociales. Con eso se entretuvo el tiempo que le tocó estar en rehabilitación. Meses de sufrimiento hasta que pudo volver a andar. Lo estresante, es que en internet encontraba de todo y sabia de todos, menos la persona de la cual estaba interesado. Le importaba un bledo. Porque si, pudo saber de los Griffin y de la famosa escritora Clarke.

Nunca tuvo el placer de conocerla. Tan solo era un crio por entonces, aun así, tenía su nombre grabado a fuego en su mente. Clarke, Clarke... ella pagaría.

Durante los primeros meses prefirió dejarse la barba y el pelo largo, un poco al estilo hipster, pero llegado el punto de ser dado de alta, se afeitó y se cortó el pelo. Se podía contemplar la cicatriz en su cabeza. En un principio se miraba en el espejo extrañado. Un adolescente, eso era cuando quedó en coma. Ahora tenía que habituarse a ese hombre.

Sus conocimientos no eran los mismos que alguien de su edad. Ni que decir tener que buscarse la vida. Por suerte de pequeño le enseñaron a podar y a cuidar de las plantas. Tenía que intentarlo. No iba muy elegante, la ropa que llevaba puesto lo había conseguido en un albergue. Se hallaba en una enorme casa, solo los jardines delanteros cubrían casi un kilómetro de distancia. Suspiró y llamó al timbre. Tardaron un rato hasta que abrieron la puerta. Una, sirvienta de mediana edad, al parecer le agradó enseguida porque le sonrió coqueta:

– ¿si? ¿En qué puedo ayudarle?

–Hola

Comenzó dibujando una sonrisa de lo más inocente:

–Soy...– quedó pensativo, no podía decir su verdadero nombre– Johnny, jardinero. Buscaba a los señores Griffin. ¿Se encuentra alguno por aquí?

–El señor Griffin no se encuentra en estos momentos– se disculpó la criada– pero, la señora Griffin sí que está.

– ¿Puedo hablar con ella?

La criada pareció meditarlo, hasta que al final le pidió que esperase en la puerta mientras iba a buscarla. Tardó un buen rato, hasta que una mujer de mediana edad y joder que mujer, se conservaba muy bien, la verdad:

– ¿En qué puedo ayudarle?

–Hola– dijo esbozando una dulce sonrisa, que no pasó desapercibida para la señora Griffin, pues reaccionó de la misma forma que la criada. Al menos el atractivo nunca lo perdió– soy un humilde jardinero que anda buscando trabajo. Pasando por su casa vi este magnífico jardín y no pude resistirme a acercarme para pedir empleo.

La señora Griffin comenzó a meditarlo desconfiada. Aunque su jardinero estaba mayor y apunto de jubilarse. Pero de contratar el servicio se encargaba Jake no ella y así lo hizo saber. Pero no se iba a dar por vencido. Tenía que entrar en esa casa, si o si:

–Puedo hablar con el señor Griffin– puso cara apenado– pero lo cierto, es que me vendría bien el trabajo.

La señora Griffin, movida por la compasión. Y porque engañarse. Ese hombre era alto, castaño, quitando la cicatriz era atractivo. Soltó una risita:

–Hablaré con mi marido. Regrese mañana y el jardinero le pondrá al día.

–Muchísimas gracias señora Griffin– le guiñó un ojo– es usted un ángel.

Clarke despertó con el cuerpo totalmente dolorido. ¡Señor! Si no se había movido ¿cómo era posible? Estaba acostada de lado, de espaldas a la ventana, que empezaba a infiltrarse los rayos de sol. Sobresaltada se levantó y se giró. Ya Lexa quiso irse a la fuga sin ni si quiera despedirse, no le gustaría que Heda hiciera lo mismo. Sin embargo, ahí estaba, sentada a su lado:

– ¿Has dormido bien?

Tenía el semblante serio. Seguía con la peluca y la mascara puesta. Pero se había cambiado ya de ropa. Había dormido tan profundamente, que no se había dado cuenta de que todo estaba totalmente recogido. Clarke esbozó una sonrisa. Al menos, su ama había sido considerada:

– De un tirón

Respondió estirándose. Sentía como si hubiera corrido kilómetros:

– Aún queda un par de horas para que acabe el alquiler– seguía sin moverse– puedes quedarte hasta entonces.

– ¿Te vas?

Preguntó Clarke algo apenada. Heda curvó la comisura de sus labios:

– Tengo cosas que hacer. Pero no podía irme sin encargarme de una cosa.

– ¿De qué?

Heda contempló el cuerpo desnudo de Clarke lujuriosamente. Muy lentamente se colocó a horcajadas sobre la rubia. Estaba claro que no iba a poner pegas. Después de los orgasmos que la regaló en la noche, estaba más que dispuesta a tener más. La agarró de las muñecas tal como hizo el día que firmaron el contrato y se las colocó por encima de la cabeza:

–Manos vetadas, no las muevas.

Poco a poco recorrió su torso, rozándola con la punta de la nariz, y acariciándola con su cálido aliento sobre su piel. Clarke, suspiró sonoramente, solo eso le faltó para sentir como toda ella comenzaba a sentir calor. Tenía los ojos cerrados, disfrutando de aquello, hasta que notó como Heda comenzaba a succionar una zona de su cadera. Para ser exactos, justo el lado contrario donde le había marcado la otra vez. Aquello hizo emitiera un leve jadeo.

Después de haberla marcado, pasó su mano por la zona, mientras curvaba la comisura de sus labios. Le llenaba de satisfacción la cara de placer que ponía la rubia. Era tan jodidamente sexy y cuando se mordía el labio inferior, tímida a gemir más de la cuenta:

– Me tengo que ir.

Clarke levantó la cabeza sorprendida:

– Pero ¿vas a dejarme así?

Heda se levantó de la cama esbozando una risita picarona:

–No es mi culpa que te enciendas tan rápido– agarró sus pertenencias y se dispuso a salir– salvo el tanga que usaste– como no, haciendo honor a su fetiche– te he dejado todos los demás, te los regalo. Ya me dirás cuando quieres la siguiente sesión, y cuanto quieres que dure.

Dicho aquello, salió de la habitación. Dejándola con un calentón horrible.

Lexa se quitó la peluca, el antifaz y las lentillas en el ascensor. Estaba cansada, apenas había pegado ojo en toda la noche. Primero, se veía incapaz dejar de mirar a Clarke dormir, y segundo, no podía arriesgarse a que la curiosidad de la rubia acabara por quitarle la máscara. Lo cierto es que aquella noche había sufrido mucho, siendo tentada a besarla en más de una ocasión. Una de las dos debe desaparecer en la vida de Clarke. Lexa o Heda, pero no podía encararla de ambas formas y quería que desapareciera Heda. Estaba debilitándola.

La ojiverde cuando llegó a su casa, se encontró con que el piso no se encontraba vacío. Pues como pasaba en ocasiones, Anya había acabado durmiendo en el sofá y tan grande fue su melopea, que aun la estaba padeciendo:

– Anya– dijo Lexa cruzándose de brazos– ¿harías el favor de no dormir semidesnuda en mi sofá?

Anya la miró con los ojos entreabiertos y emitió un quejido:

– ¿Qué pasa? ¿Te tienta mi cuerpo escandalo?

– Oh, sí– dijo poniendo los ojos en blanco y voz burlona– si no fuera por tu apestoso aliento a tequila, ya te habría puesto a cuatro patas y te follaría como una perra.

– Calla que me pones cachonda– dijo bromeando mientras reía– déjame dormir un rato más antes de irme.

Lexa entró en su habitación, guardó la mochila debajo de la cama y volvió a asomar la cabeza:

– Me voy a duchar y a dormir un poco, estoy reventada. Cierra la puerta cuando te vayas.

– ¿la rubia remilgada te dejó seca?

– Se llama Clarke

Dijo entrando a la habitación, a la que escuchó a Anya mofarse:

– Uy ahora se llama Clarke– soltó una risita– ¿Un calentón momentáneo?

– Duerme la mona

Contestó molesta a la vez que se dirigía al cuarto de baño para ducharse. Que bien le sentó la ducha. Relajó por completo los músculos que se le agarrotaron al estar mal posicionada en la cama. Y eso que Clarke, de una forma muy ágil consiguió de ella, lo que muchas otras, incluso la mismísima Costia no pudo. A pesar de que fue por encima de la ropa. Eso la dio algo de tranquilidad y perderse en aquellos ojos azules. La dejó tan hipnotizada.

Ni si quiera se vistió, cayó rendida sobre la cama. Aquella noche había quedado con Wells en un club. Y quería estar despejada. Se estaba haciendo mayor para tanta fiesta, eso debía de reconocerlo. Estaba quedándose dormida cuando el móvil comenzó a vibrar. Estiró el brazo y ¡sorpresa!

Clarke: estoy caliente, ¿te apetece uno rápido?

Lexa escondió la cara en la almohada y rompió a reír.

Esto me pasa por mostrarla el lado oscuro

Lexa: me encantaría pero trabajé hasta tarde.

Clarke: ¿Sexo telefónico?

De nuevo rio por lo bajo mientras negaba con la cabeza:

Lexa: ¿Quién eres y que hiciste con la remilgada de Clarke?

Clarke: soy el monstruo que has creado.

Lexa: ya ahora es culpa mía.

Clarke había llegado hacía rato a casa y lo cierto es que el calentón no se le había quitado ni con una ducha de agua fría. Últimamente no racionalizaba bien. Lo único que quería era sexo, orgasmos, a Lexa y a Heda. Parecía una dichosa adolescente salidorra. Puesto que Heda, le había dejado así, se le ocurrió llamar un mensaje a Lexa. Quizás ella le hacia el favor.

El palo se lo llevó cuando Lexa, dijo que no podía. Sentía que sus ovarios la iban a estallar, dichosa Heda y su manía de marcarla. Sabía que no era su estilo y de hecho, sintió mucho pudor. Pero al menos tenía que atacar con todas sus fuerzas y convencer a la ojiverde. Así pues, se quitó la camiseta, el sujetador y le mandó una foto algo explicita, de sus pechos.

Cuando Lexa miró el móvil, abrió los ojos como platos mientras quedaba sin aliento. Bueno, eso y consiguió que otra parte de su anatomía despertara de forma, húmeda y latente. Joder con la remilgada de Clarke. Una semana y había conseguido convertirla en una diablesa ninfómana.

Lexa: te preguntaría si en tu casa o en la mía. Pero estoy cansada, si quieres sexo tendrás que buscarlo.

Clarke: en un rato estoy ahí. ¿Te he puesto cachonda?

Lexa reía sin parar. Clarke desinhibida era entre excitante y cómica. Le estaba sorprendiendo conocer esa faceta suya. Bueno, lo cierto es que desde que le llueven los orgasmos se la veía menos ceñuda:

Lexa: He caído a tus encantos de adolescente hormonada. ¿No?

Clarke: voy de camino, pero solo por si acaso.

Le mandó otra foto explicita, dejando a una Lexa si cabe más caliente. Recordando que Anya estaba a medio vestir en el salón. Saltó de la cama y despertó a su amiga:

– Anya, no te prohíbo que duermas pero– Anya miró por encima del hombro molesta– ¿puedes taparte un poco?

Anya recorrió con la mirada a Lexa. Ella estaba en ropa interior, pero la ojiverde estaba como dios la trajo al mismísimo mundo:

– Al menos yo tengo más tela en el cuerpo que tú, tía buena.

Lexa puso los ojos en blanco. No era la primera vez que Anya la veía en esa guisa. Y tampoco sentía pudor en que su amiga la viera desnuda:

– Por favor– juntó ambas manos suplicante– Clarke viene de camino y no quiero que piense cosas que no son

Anya dándose por vencida, se sentó en el sofá:

– Primero, ¿otra vez Clarke? Y segundo ¿desde cuándo te importa lo que piensan tus rollos o lo que dejan de pensar?

Lexa ya comenzaba a molestarse:

– Primero, reconozco que Heda fue un poco perra y dejó a Clarke un poco encendida. Segundo, a mí me da igual que te vea, solo que no quiero que te vea desnuda.

Anya comenzó a recoger prendas de ropa y a vestirse. Mientras rompía reír:

– ¿ha caso temes que se vuelva loca con este cuerpazo?

– Al contrario temo que la espantes

Esto último lo dijo mientras que le sacaba la lengua e iba a por una bebida energética. Si de algo estaba aprendiendo de Clarke, es que con una ronda no iba a ser suficiente. Anya terminó de vestirse y recogió todo el desastre que montó en el salón. A Lexa le encantaba ir desnuda por el piso, era el único lugar donde se sentía segura y cómoda. Aunque después de meditarlo unos minutos, decidió ponerse unas braguitas y una camiseta ancha. Absurdo porque tardaría en estar desnuda en cero coma.

Anya estaba abriendo la puerta para irse, ya que no quería escuchar a la ojiverde como follaba, tuvo la suerte de toparse con una rubia de ojos azules apunto de llamar a la puerta. Ésta quedó sorprendida, pensaba que Lexa estaba sola. Con todo el descaro del mundo giró para gritar a lo verdulera:

– Lexa, la rubia remilga...– puso tono de broma– ups, que diga Clarke está aquí.

Lexa salió de la habitación con los ojos en blanco, la echó a empujones del piso:

– En ocasiones eres irritante.

Agarró de la mano de Clarke y tiró de ella para cerrar la puerta del piso. Anya se mofó antes de irse:

– Cuidado no te atragantes con alguna espinita de pescado.

– ¿Interrumpí algo?

Preguntó algo anonadada Clarke. Pero la única respuesta que obtuvo de Lexa fue, un beso. Se lanzó a los labios de Clarke casi de forma animal. Incluso se la escuchó gruñir antes de que sus labios chocaran. En un primer instante quedó paralizada, sorprendida por aquel beso tan lleno de necesidad. No tardó mucho en reaccionar y devolverle el beso. La lengua de la ojiverde, penetraba en su boca de forma efusiva, buscando la de Clarke, para poder comenzar una batalla excitante. Y tan excitante, que no tardo en jadear. Acabó empotrada contra la pared, mientras que le quitaba la camiseta por encima de su cabeza. Durante unos momentos se quedó fija, observando aquellos pechos voluptuosos. Sus ojos verdosos fueron de un seno a otro, antes de que sus manos comenzaran a apretujarlos y masajearlos por encima de su sujetador, a la vez que daba pequeños mordisquitos por todo su escote:

– Dios Clarke, me vas a matar– recorrió con su lengua desde su escote hasta su cuello, acabando en su mentón. Fijó su mirada en la de Clarke. Ambas tenían los ojos oscurecidos y dilatados– vamos a la habitación

– Si

Dijo Clarke entre jadeos, mientras se colgaba al torso de Lexa como si de un coala se tratase. Bendita era la fuerza de la ojiverde, que era capaz de llevarla a la habitación así mientras que apenas separaban los labios. Solo cuando urgentemente necesitaban coger algo de aire. Lexa cayó encima de Clarke y comenzó a acariciarla por todo el cuerpo:

– Lexa

Dijo la rubia mientras daba acceso a Lexa para que le besara en el cuello. Tenía la respiración entrecortada:

– ¿Qué?

Preguntó Lexa aun concentrada en el cuello de Clarke, entre besos y pequeños lametones:

– Hoy no soy paciente– dijo mientras alzaba el rostro de Lexa para que prestara atención– necesito que me desnudes y me folles ya.

Lexa emitió un gruñido mientras que desabrochaba el botón de su pantalón. Iba a bajar para quitárselos cuando quedó fija en sus senos. Se relamió sus carnosos labios, eso excitó aún más a la rubia que movía la cadera impaciente. La ojiverde con la respiración acelerada y con taquicardia, debido a la estimulación y en parte por la bebida energética:

– Lo siento Clarke– dijo mientras de forma sorprendente rompía su sujetador– pero dame el gusto de comértelas un ratillo

Dijo mientras estimulaba sus pezones con sus dedos. Después de tenerlo erectos, los acarició y los pellizcó, a la vez que observaba las expresiones de placer que ponía la rubia. Eso era incluso más excitante. Curvando una comisura de sus labios se introdujo un pezón en su boca. Succionó con cuidado, jugó pasando su lengua para arriba y abajo, lo aprisionó con sus labios y tiró. Clarke, ya no podía más y no cesaba de gemir. Su entrepierna estaba mojada cuando entró en aquel piso, pero en esos momentos había pasado a nivel mayor:

– Lexa por favor– dijo entre jadeos– fóllame ya.

– no voy a ser desconsiderada con el otro

Dijo antes de cambiar de seno y comenzar a saborear el otro pezón. Clarke alzaba una y otra vez la cadera, buscando algún tipo de contacto, fricción, algo que acabase ya con ese sufrimiento, desesperante y placentero:

– Joder, como me pone la Clarke cachonda y guarrona.

Estaba disfrutando de aquellos manjares. E intuía que se quedaría un poco más en esa zona, así que, para no torturar demasiado a la rubia introdujo su mano por el pantalón y ropa interior. Gimiendo con el pezón en la boca. Realmente Clarke estaba muy excitada y caliente:

– Madre mía– dijo con voz ronca– pero que de mojada estas.

Bajó para quitarle los pantalones y la ropa interior. Clarke ayudó alzando el culo para facilitarle la extracción de aquellas prendas que sobraban en esos momentos. Lexa se concentraba en darle placer a esa rubia hambrienta hasta que reparó en el chupetón que le hizo. No se había dado cuenta de que se había pasado en el tamaño. Le costará un mundo ocultárselo a Bellamy. Clarke volvió a alzar la cabeza desesperada:

– Lexa por Dios.

– Si, si ya voy

La penetró con dos dedos sin perder tiempo. Aunque para sorpresa de la ojiverde, ésta estaba tan empapada y excitada que la dilatación le daba para un dedo más. Después de un par de penetraciones fuertes la introdujo otro. Clarke jadeaba sin parar. Lexa comenzó a besarla en la boca sin dejar de embestirla. Dentro, fuera y en ocasiones intercaladas bombeaba los dedos dentro de ella:

– Quítate la camiseta

Pidió Clarke antes de atrapar el labio inferior de Lexa, que no tardó en quitársela y volver a la labor de deslizarse en su interior. Ambas gemían, en sus bocas, a la vez que el roce de sus pechos las excitaban muchísimo más:

– ¿Te gusta?

Preguntó la ojiverde a la vez que aceleraba sus penetraciones. Aumentando los jadeos, por parte de Clarke, enloqueciendo aún mucho más a Lexa. Que no había escuchado unos gemidos tan sexys en su vida. Conforme se iba acercando el orgasmo, las manos de Clarke se habían convertido en auténticas zarpas felinas que dejaba un rastro de arañazos en su espalda:

– Si Lexa, Sí

Las paredes interiores de Clarke comenzaban a oprimir los dedos de Lexa:

– Córrete, dios como me pone que te corras en mi mano.

Dijo Lexa antes de lanzarse al cuello de Clarke y darle pequeños mordisquitos. El cuerpo de Clarke se tensó con un grito gutural. De esos que eran capaces de escuchar los vecinos tres pisos más abajo:

– Dios– dijo Clarke tapándose la cara con un brazo e intentaba recuperar aire– que bien usas la mano.

Lexa emitió un carcajeó. La rubia sudorosa la miró. La ojiverde, lentamente se llevó los dedos a la boca y comenzó a saborear los flujos de Clarke:

– Pero que bien sabes.

Clarke esbozó una risa tonta antes de agarrarla de la nuca y atraerla para besarla de nuevo. Estuvieron durante un buen rato así, desgastando sus bocas a base de besos, batallando con sus lenguas explorándose mutuamente. Lexa de nuevo bajó de la cama para quitarse la última prenda que le faltaba. La rubia no pudo evitar mirarla con deseo. Ese cuerpo que tanto anhelaba tocar y probar. Uno que estaba a escasos centímetros y a su vez lo veía tan lejos. Se tumbó encima de ella, quedando las piernas de ambas en forma oblicua mientras que ambos sexos se unían, mezclando la humedad de las dos. Clarke suspiro al notarlo tan caliente. Lexa antes de comenzar a friccionar con la cadera volvió a besarla y a recorrer sus labios con su lengua, de forma erótica y sensual:

– Como me pones Clarke– dijo a la vez que comenzaba a mover la cadera, creando fricción entre ambos sexos– nadie me ha puesto así en la vida.

En un principio los movimientos de cadera eran suaves. Ya que Lexa estaba más pendiente del cuello de Clarke, que suspiraba y suspiraba. Emitiendo un leve gemido al notar la lengua de Lexa jugar con el lóbulo de la oreja antes de darle otro pequeño mordisco:

– A mí tampoco Lexa– le susurró con voz ronca en su oreja– tus caricias me queman.

– Joder

Dijo Lexa aumentando más el ritmo pélvico:

– ¿Te gusta cómo te follo?

– Sí, Lexa– decía Clarke aumentando el ritmo de su respiración– follame hasta quedar seca.

Cuando Lexa decía que escuchar a Clarke decir guarrerías le ponía, era algo muy cierto. Le excitaba mucho. Las fricciones aumentaron muchísimo más rozando sus sexos sin parar. Ambas comenzaron a gemir, jadeos que iban en aumento conforme los movimientos pélvicos también:

– Como me sigas hablando así de guarra me voy a correr antes de tiempo

– Córrete Lexa– dijo entre gemidos, ambos cuerpos empezaban a sudar– córrete sobre mí, quiero sentir toda tu humedad.

¿Pero cómo diablos aguantar escuchando aquello? Tampoco quería parecer que no aguantaba nada. La otra vez porque llevaba tiempo sin hacerlo. No, esta vez tenía que aguantar hasta que llegase la rubia. Joder el tirón que tiene Clarke. Lexa intentaba cambiar de ritmo haber así si aguantaba, pero la gemía tan cerca y sus pechos rebotando de aquella manera.

Mesas, pensar en una mesa no tiene nada de sexual comenzó a pensar Lexa mientras friccionaba sin cesar.

En una mesa se come, de todo... oh dios como me podría poner a Clarke abierta de piernas y comerle todo el... Joder Lexa concéntrate... Mandos a distancia, ¿Qué tiene de sexual eso? A no ser que sea el de un vibrador... la cara de viciosilla que pondría Clarke si jugamos con uno... Lexa que te pierdes.... Joder no puedo aguantar mucho más, está ahí todo acumulado y como sube por mis piernas la electricidad...

– Sillas

Estaba tan concentrada en pensar en otras cosas que se le escapó eso en alto. Clarke estaba ya gritando sin parar, hasta que escuchó eso:

– ¿Sillas?

– ¿Qué?– preguntó Lexa casi sin aliento, aquello era misión imposible– a la mierda te termino con la boca.

Dijo antes aumentar frenéticamente sus movimientos pélvicos y fricciones, hasta alzar la cabeza y pegar un grito fuerte. Clarke siempre alucinaba ante los orgasmos de Lexa. Puesto que no parece de las que gritan de esa manera. La rubia aprovechó a besarla el cuello en esos momentos. Sentir como su sexo se mezclaba sus fluidos y escucharla gritar así la excitó aun muchísimo más. En cuanto la ojiverde recuperó la respiración, no tardó en bajar hasta la entrepierna de Clarke. Totalmente empapado, primero pasó lentamente su lengua, recogiendo los flujos de ambas:

– Sí, Lexa– dijo Clarke mientras quedaba fija en aquella mirada verdosa e intensa– como me encanta cuando me lo comes.

Lexa al escuchar aquello comenzó a devorarla fogosamente. Con ansias movía su lengua, tocando todos los puntos que hacía perder la cordura a la rubia. La cual no tardó en sentir como la agarraba y la apretaba más contra ella:

– Joder, Lexa.

Dijo un poco antes de que el segundo orgasmo la hostigase el cuerpo. Tensándose y retorciéndose, volviendo a atrapar la cabeza de Lexa entre sus muslos. La ojiverde tuvo que agarrar sus piernas mientras que su cabeza quedaba ladeada:

– Dios Clarke– dijo entre sus muslos– algún día me rompes el pescuezo

Clarke, dándose cuenta de que había vuelto a retorcer la cabeza de Lexa, aflojó y esbozó una risita:

– Lo siento

Lexa, totalmente reventada se tumbó a su lado mientras que la acompañaba en sus risas. Definitivamente. Clarke podía ser una fiera insaciable cuando se lo proponía:

– Si pensamos hacer esto asiduamente– comenzó a decir jadeante por la falta de aire– tendré que comprar muchas bebidas energéticas.

Clarke alzó una ceja y miró picarona a la ojiverde:

– ¿quieres que nos veamos asiduamente?

Lexa curvó una comisura de sus labios. Lo cual Clarke quedó adorando aquella media sonrisa:

– Mi plan de hoy era dormir y hacer un recado– dijo haciéndose la inocente– has sido tu quien ha venido provocando. ¿Quién dice que Clarke la "modosita"?– dijo haciendo el signo de las comillas con los dedos– ¿No volverá hacer lo mismo?

Clarke se tumbó boca arriba mirando el techo:

– Hoy ha sido una excepción– intento defenderse– una urgencia y tú estabas dispuesta. Solo me he aprovechado de eso.

Lexa se carcajeo:

– Víctima de la señorita Clarke Griffin. No solo eso, que por casi muero por comerte el potorro, eres un peligro tú.

Clarke abrió la boca sorprendida mientras le daba un manotazo en el brazo:

– ¿Y quién te hizo esa marca no estaba disponible? Dudo que lo hiciera Bellamy lo veo demasiado soso para eso.

La rubia hizo un mohín al escuchar esto último:

– ¿Bellamy? Nuestra relación está más que fría– su voz sonó amarga– incluso cuando me besa tengo que esforzarme en no poner cara de asco.

Lexa tragó saliva. No sabía si Clarke era consciente de la expresión de infelicidad que ponía al hablar de Bellamy. Se tumbó de lado y comenzó a acariciarla el brazo, hasta acabar en su mano y agarrársela. La ojiazul la miró sorprendida por aquel gesto afectuoso por parte de Lexa:

– Si no le quieres, ¿por qué sigues con él?

– Supongo que miedo a decepcionar a mis padres.

En ese instante la calidez de Lexa se esfumó. Dejó de agarrarla la mano y se volvió a tumbar boca arriba, totalmente sería:

– ¿te has molestado?

– No– miró de reojo a Clarke– es solo que... te arriesgas mucho al liarte conmigo, Clarke. Y ¿si nos pillan? ¿Alguna vez has pensado en eso?

Se incorporó para mirarla directamente a los ojos:

– Yo ya estoy acostumbrada a los reproches e insultos de mis propios padres. Me la suda lo que piensen en realidad y mucho menos los demás. Pero ¿y tú? ¿Podrás soportarlo? Creo que es mejor dejar esto aquí.

No, Clarke no estaba dispuesta a que Lexa le alejara de nuevo. Siempre con lo mismo. Se acercó a la ojiverde y le acarició. Pero Lexa apartó su mano de su rostro:

– Lexa no voy a permitir que me vuelvas a alejar

– Lo estoy haciendo

Primer intento de entrar en contacto fallido. Se incorporó, le aferró fuerte de las dos mejillas y la beso fuertemente, casi con furia:

– Lexa, por favor– le hablaba suplicante– te necesito, no sé por qué pero te necesito, no me apartes otra vez.

– Clarke– dijo mientras le acariciaba– no eres capaz de dejar a Bellamy por temor a decepcionar a tus padres. Vives en una pompa, alejada de la realidad. En el mundo hay gente muy mala y muy cruel. Que van a hacer daño. Te arriesgarías demasiado. Quizás y encuentras a otro hombre de alta sociedad que te haga sentir lo que Bellamy no.

Clarke se apartó y le dio la espalda:

– ¿Por qué me suena a escusas?

Lexa gruño frustrada:

– ¿Pero por qué eres tan cabezota?– la giró para que la mirase– ¿No ves que intento protegerte?

Clarke se zafó de su agarre, se levantó y comenzó a vestirse:

– No soy una niña Lexa, creo que voy teniendo edad para saber defenderme sola– tiró con rabia el sujetador roto– Sois vosotros, todos los que no entendéis y os da por protegerme ni si quiera yo pedirlo. Quizás eres tú la que quiere protegerse de mí

Lexa se levantó enfurecida de la cama:

– ¿Y si así fuera qué? ¿No estoy en mi derecho?– siguió recogiendo las prendas de la rubia– necesitas a papá y a mamá. Tu mundo de princesitas, quedadas para tomar el tea en tu mundo de snobs homofóbicos de mierda. Si te doy la oportunidad de entrar en mi vida ¿qué pasaría?– le entrego las prendas con ira– ¿me darías la mano en público? ¿Te atreverías a besarme? O ¿viviríamos a escondidas como ahora? Ya he pasado por esto Clarke, por esa razón te dije que nada de sentimientos. Ahora vístete y largo de mi casa.

Durante los primeros minutos Clarke quedó en Shock al escuchar todo aquello. En parte tenía razón, daba miedo al pensar en todo aquello. Pero eso no era decisión de Lexa, si no suya. Era ella la que debía decidir si enfrentarse aquello y se veía con la fuerza suficiente para afrontarlo:

– ¿Y si dejo a Bellamy?

Desafió Clarke. Lexa se había sentado al borde de la cama, y había escondido el rostro en sus manos de pura desesperación:

– No digas tonterías Clarke

– Te estoy hablando enserio Lexa. No necesito la aprobación de mis padres para vivir.

– Igual no es lo mismo ser una soltera heterosexual– miró a Clarke– que una invertida enfermiza.

–Lexa– se acercó a la ojiverde y se arrodilló para que sus rostros quedaran a la misma altura– por favor, no me alejes, no de esta manera. Si el día de mañana pasa lo afrontaré. Prefiero eso. Te necesito. Por favor.

– No te das cuenta verdad– dijo mientras la acariciaba y juntaba su frente con la de la rubia– estoy rota, siempre acabaré haciéndote daño. No necesitas eso– Clarke negó con la cabeza y la volvió a besar, por mucho que la ojiverde lo intentase siempre acababa por debilitarla– al menos protégete de mí.

– No quiero– se sentó a su lado y apoyó la cabeza en su hombro– también quiero correr ese riesgo.

Lexa lo había intentado. Había sacado fuerzas y se había mantenido firme durante un buen rato. Pero de nuevo acabó exhausta, debilitada. Porque ella también necesitaba a Clarke. Aunque no mentía cuando decía que estaba rota y que acabaría haciéndola daño. Ambas acabaron tendidas en la cama:

– Lexa

– ¿Qué?

Preguntó cansada la ojiverde:

– ¿puedo abrazarte?

Lexa miró a Clarke, ella también se la veía vulnerable:

– Será mejor que no te acostumbres, rubia

Dijo extendiendo el brazo y dándole permiso para que se apoyara en el hombro. Quedando en silencio hasta que cayeron dormidas.

"Flashback

No la quitaron la capucha hasta que llegaron a un lugar lúgubre, mal oliente, mohoso y llena de mierda, a lo lejos vio pasar una rata gigante. Pero la pequeña Lexa ya se había cansado de llorar, de gritar y patalear. Estaba en shock. Uno de los hombres se fue en busca de unas cuerdas aún más fuertes. No entendía por qué. Las que le habían colocado ya era suficiente. Tanto que de la propia fricción le había quemado la piel. El otro se había puesto a hablar por teléfono:

– El plan se ha torcido– en ningún momento se quitaban los pasamontañas– capturamos a la equivocada– asintió mientras cerraba los ojos y apartó el teléfono– Lexa Woods. Si, lo se jefe, pero debemos intentarlo al menos. No puede estar tan arruinado como dicen, y si no...– La volvió a mirar– es una niña muy mona, un par de añitos más y resultaría perfecta para la trata de blancas.

Lexa lo miraba con odio. Ni si quiera era ella el objetivo. Si no Clarke. ¿Qué hubiera sido mejor? Que muriese o que hubiera acabado tirada como estaba ella. Aun después de todo le hizo el favor de su vida al haber acabado muerta. ¿Trata de blancas? Ni si quiera sabía que era eso. Pero no podía ser nada bueno. Todo en su fuero interno era una tormenta agitada de sentimientos. Pedía perdón a Clarke porque por su culpa había muerto, y por otra, de forma egoísta deseaba que fuera ella la que estuviera ahí tirada, entre la mierda. El otro hombre la ató más fuerte y de un empujón la metió en una pequeña jaula. Como si de un perro se tratase. Lexa, movida por la rabia le escupió en la cara. Éste se retiró la saliva y se dispuso a pegarla cuando el otro le paró:

– En la cara no– se acercó a su lado– el jefe ha dicho que, si no pagan por su rescate, que la preparemos para las mafias europeas– ambos empezaron a reírse– has oído niñita, si no nos hacen ricos... bueno te lo explicaremos cuando llegues a la pubertad.

Lexa se acurrucó en esa jaula. Su padre pagará el rescate, de eso estaba segura. Saldría de ese lugar. Rezaba a Clarke, que seguramente estaría ya en el cielo, en compañía de sus abuelos. Ella sería su ángel, ella le cuidaría:

– ¡Booh!

Salió un niño de la nada. Bueno un chico más bien, ya que era más mayor que ella obviamente. Como cuatro o cinco años más mayor. La pequeña Lexa se pegó aún más a la pared mientras pegaba un pequeño chillido.

Fin de Flashback

Lexa se incorporó casi chillando, sudorosa y temblorosa. Tardó un par de años más en descubrir que era la trata de blancas, y le recorría un escalofrío por la columna de solo pensarlo. Se llevó una mano a la cabeza. Aquello era pasado. Se dijo. Estaba tan sumamente ocupada de controlar su respiración y los latidos de su corazón. Que acabó sobresaltado cuando una mano le tocó la espalda:

– ¿Lexa?

La ojiverde se sobresaltó tanto que acabó cayendo de la cama, por un lado. Lexa tardó en reaccionar, al darse cuenta de que se trataba de Clarke:

– ¿Qué haces que todavía no te has ido?

Sonó más borde de lo que quería aparentar. No le hacía gracia que la vieran en ese estado:

– Estoy empezando a tener paciencia Lexa– dijo cortante– así que hare como que no me has hablado así.

Lexa miró el reloj de su mesilla. Ya era tarde, había quedado con Wells en el Club. Se levantó del suelo corriendo maldiciendo una y otra vez. El día anterior había hecho una larga lista de proveedores:

– Joder– dijo irritada al no encontrar la dichosa lista, bueno la buscaría al salir de la ducha– llego tarde, maldita sea.

Comenzó a sacar ropa del armario. Ya se había duchado cuando llegó del hotel, pero después de la sesión de sexo que tuvo con la rubia, sería mejor otra ducha rápida. Clarke, ceñuda se levantó de la cama y terminó de vestirse de mala gana. Mientras fingía una conversación poniendo vocecitas:

– Perdona, Clarke he sido una cavernícola

– Que considerada Lexa– comenzó hacer gestos– quedas perdonada.

Lexa que correteaba estresada de un lado para el otro en la habitación, estalló. En ese sentido la ojiverde sí que no era para nada paciente:

– Clarke– rugió– no tengo tiempo para que seas el puto ombligo del universo.

– Sabes Lexa– dijo con expresión afligida– tenías razón. Siempre acabas haciendo daño.

Dijo la rubia saliendo de la habitación y del piso pegando portazos. Lexa quiso ir detrás de ella, pero es que iba apurada de tiempo. Ya se le pasaría. Tampoco estaba en condiciones para intentar arreglar nada.

Se dio una ducha rápida y se puso lo primero que pilló. Mandó un mensaje diciéndole a Wells que iba a retrasarse un poco. Puso música para intentar no pensar. ¿Por qué narices tenían que acabar igual? ¿Es qué no existía un puto momento en que no discutiesen? Si, solo cuando follaban. Parecía que era lo único en que coincidían. Clarke nunca la llegaría a entender de eso estaba segura. Lexa tenía que luchar y enfrentarse a la puta realidad, mientras que la rubia vivía en su burbujita, incluso había conseguido reprimir sus malos recuerdos, mientras que para la ojiverde revivía todo cada vez que cerraba los ojos. La parte protectora, la que se desvivía por cumplir su palabra, agradecía que Clarke no sufriera el mismo calvario, pero existía esa mínima parte, en la que odiaba cargar con todo el dolor sola. ¿Por qué no pudo hacer como Clarke y olvidar?

Wells era conocido en aquel club y tenía su propia área privada. En sus noches libres, siempre conseguía estar rodeado de chicas guapas. En más de una ocasión ha acabado saliendo de copas con él y ligando sin parar:

– Señorita Woods– dijo Wells ampliando su sonrisa, a cada lado tenía a una chica, cada cual más tía buena– dígame ¿en qué puedo ayudarte?

– Ahora me llamas de usted– dijo Lexa mientras sacaba la lista de proveedores– porque no estas lo suficiente borracho. Llámame Lexa por favor.

– Prefiero comandante

La mayoría de la gente siempre la acababan poniendo el mismo mote. Y eso es lo que significaba en realidad su apodo de dominatriz. Comandante:

– Estos son los proveedores que tiene mi padre. Necesito que los investigues. Menos los que están subrayados– Lexa se sentó en frente. Una de las chicas que había cerca y que evidentemente parecía conocerla, se sentó en sus piernas– esos los voy a ver yo– miró a la chica que iba a empezar a besarla por el cuello– ahora no estoy de humor Chloe.

– Últimamente no estás de humor– llegó a quejarse la chica– tú te lo pierdes.

Lexa ignoró a la chica y siguió hablando con Wells:

– Sé que para los de Europa vas a tirar de contactos. Asegúrate de que sean de confianza. Ahora vamos a beber hasta caer rendidos, necesito despejarme un poco.

Wells rompió a reír:

– ¿mucho trabajo?

Lexa dibujo media sonrisa y negó con la cabeza:

– Mujeres– le acercaron una copa– a este paso me hago asexual.

– Podrías hacerte heterosexual

Dijo alzando una ceja y ponía cara picaron:

– Antes me lo coso y con doble puntada.

– Nunca te he visto tan rayada por una mujer

Lexa bebió un par de sorbos de su bebida. Era cierto, salvo por Costia nunca se había preocupado por nadie más que de sí misma. Le daba igual follarse a una virgen, a una casada o a una que decía llevar anillo de celibato. Pero Clarke, le llevaba tanto por el camino de la amargura como el de la locura:

– Ya Wells, pero mujeres como esta no se encuentran en ningún lado.

– ¿Eso quiere decir que he perdido a mi compañera de ligues?

– Aún queda Lexa para dar– dijo riendo– sigo estando soltera.

– ¿enserio? – dijo Wells picaron– porque hay dos morenas ahí que no dejan de mirarte.

Lexa miró a la dirección que apuntaba el detective. Eran tanto Octavia, como Raven. Vaya segunda cita, eso sí que era todo un record. Lexa se levantó para ir hasta donde se encontraban sus amigas, aunque sintió un ligero mareo. Joder sí que debía de ser fuerte la bebida. Solo le había dado cinco tragos como mucho. Aun así, ignoró aquello y fue a reencontrarse con su amiga:

– ¿qué hacéis aquí?

Preguntó Lexa comenzando a bailar y casi terminándose su bebida. No sabía porque, pero empezaba a sentirse animada:

– Nos comentaste que venías a este club y nos hemos animado.

Raven no sonreía para nada, es más se acercó y le dio un capón:

– Eso por hacer daño a Clarke de nuevo– Lexa no dejaba de bailar, los calores comenzaban a recorrerle por todo el cuerpo– ¿es qué no podéis follar y salir en plan amigas? Pero joder– dijo ya alucinada– ¿Cuántas has bebido?

Lexa reía y pegaba brincos sin parar:

– Solo esta– soltó una carcajada– creo que es MDMA– se pegó a Raven y se restregó a la morena– me estoy poniendo cachonda ¿crees que O. me dejaría probarte?

– ¿Éxtasis?

Octavia se partía el culo al ver como Raven intentaba despegarse de Lexa. Estaba mal drogarse y hacía muchísimos años que no lo hacían. No era la primera vez que la ojiverde acababa drogada. Y lo cierto es que el MDMA estaba prohibido para ella. Prácticamente, se vuelve una depredadora sexual:

– Lexa estas muy buena– comenzó a decirla mientras le hacia la cobra– pero Clarke me mataría.

– ¡CLARKE! – dijo efusivamente asustando a Raven– sí, sí, quiero follarme a Clarke ahora.

Sacó el teléfono y comenzó a buscar en la agenda el número de Clarke. Raven intentó quitarle el móvil, pero Lexa era más alta:

– Lexa– dijo Raven– Drogada, llamando a estas horas a Clarke, ¿pero tú quieres que la mate Bellamy?

Lexa gruñó:

– Ni que se atreva que me le cargo.

– Lexa– contesto una voz casi susurrando– pero ¿qué haces llamando a estas horas?

La ojiverde seguía peleando con Raven:

– Octavia ayúdame joder.

– ¿esa es Raven?

Lexa al escuchar la voz de Clarke comenzó a hablar rápidamente:

– Clarke, Clarke necesito un beso tuyo con urgencia.

Clarke estaba en la cama acostada. Bellamy no estaba de humor y quedó dormido rápidamente. Al escuchar la voz de Lexa se levantó rápidamente y fue al baño:

– ¿Está s borracha?

– No– comenzó a evadirse de las dos chicas– solo me he bebido una copa. Clarke te necesito. No quiero que discutamos.

Clarke puso los ojos en blanco:

– Y eso ¿no lo puedes decir estando ebria?

Lexa esbozó una risita:

– Pero es que no estoy borracha– estaba sudando y el corazón le iba a mil– dios que subidón.

– ¿Estas drogada?

– Qué conste que no era mi intención. Por favor, Clarke– comenzó a suplicar– vamos a vernos. Estoy muy cachonda– esta vez se pegó al cuerpo de Octavia, que empezó a reírse mientras que intentaba de quitársela de encima– Y es que estas petardas, parece que ninguna quiere conmi...

En ese momento Raven pudo al final quitarle el móvil:

– Clarke– dijo Raven toda agotada– tu vuélvete a dormir ya nos encargamos nosotras.

– Aclárame una cosa Raven– dijo molesta Clarke y algo celosa– Lexa, la sexual, está drogada y cachonda en plan depredadora ¿es así?

– Efectos de la droga del amor. Capaz de tirarte hasta un buzón.

Clarke gruñó:

– ¿Dónde está ese Club?

De fondo se escuchó a Lexa gritar:

– Eh pelirroja, que morbo dais

– Clarke, no creo deberías

– Raven– dijo algo ida Clarke– Lexa no puede acabar liada con otra.

– ¿por qué? – Preguntó Raven picarona– si solo tenéis una relación meramente física ¿no?

– Porque no se puede liar con nadie y punto.

Clarke salió del baño y se puso el primer pantalón que vio, y una camiseta ancha, le daba igual ir con malas pintas. Pero Lexa era suya. No sabía porque, pero imaginarse a la ojiverde liándose con una pelirroja o cualquier tía le ponía de mala ostia:

– Bell, una amiga está mal tengo que ir ayudarla

– por mi como si no vuelves

Dijo medio dormido y mal humorado:

– Raven voy de camino.

Clarke fue lo antes posible al club. Por una parte no le hacía gracia comportarse así. Eso era nuevo, ya que ella no era para nada celosa. Pero Lexa era superior a sus fuerzas, no soportaba esa idea en la que se acabase acostando con otra mujer. ¿Quién era ella? ¿Qué derechos tenía? Después de todo fue en busca de Lexa después de haber estado con Heda. Incluso aun habiendo visto la marca, Lexa no se mostró celosa. ¿Por qué ella sí? Estaba echa un lío porque Heda le excitaba, sabía volverla loca y era dulce con ella. Lexa era osca, ordinaria, en la mayoría de las ocasiones insensible, pero cuando la besaba, le tocaba, lo hacía con tanta pasión y sinceridad. Aunque no quería admitírselo, se desvivía por protegerla. Solo podría describir a Lexa como desconcertante y bipolar.

Cuando Clarke llegó, se encontró a las chicas en un rincón cerca de los baños, Lexa bailaba sin dejar de mirar el pelo de Raven, casi sin pestañear:

– Ya estoy

Dijo Clarke. Raven miró agradecida a su amiga. Puesto que lo único que hacia Octavia, era reírse de una casi indomable Lexa. Que pegaba brincos, boquiabierta, mirando su larga cabellera:

– ¿Te dije que nos encargábamos nosotras por teléfono? Ahora te agradezco que vengas– dijo Raven incomoda ante la mirada intensa de Lexa– Toda tuya

– Mira Clarke– dijo Lexa bobalicona, mientras pasaba la mano por la larga cabellera de Raven– parece una gran cascada de chocolate ¿se podrá comer?

– ¡NO!

Gritó Raven mientras se apartaba con el ceño fruncido. Tanto Octavia como Clarke esbozaron una carcajada. Puede que no le hiciera gracia a Clarke el MDMA, era peligroso. Pero había que reconocer, que nunca había visto a Lexa de esa guisa. Hasta parecía menos tensa de lo habitual. En ese instante se abalanzó a los brazos de Octavia:

– O. te quiero mucho.

Pasó su lengua por su mejilla mientras Octavia ponía un gesto de asco. En ese instante tanto Raven como Clarke reaccionaron separando a las dos amigas:

– Bueno– decía Clarke agarrando a Lexa– creo que es hora de irse.

En un principio Lexa emitió un sonido quejumbroso cuando la separaron de Octavia, pero cuando se percató que era Clarke la que le había agarrado enseguida se enganchó a su cuello. Dificultándole trasladarla a fuera. Raven dio un codazo a la amiga de Lexa:

– No sé si dejar sola a Clarke– esbozó una carcajada– porque la viola o la viola.

La rubia le fulminó con la mirada. Ya que podían ayudar en vez de ir detrás mirando, mientras las manos de la ojiverde se iban a lugares inapropiados. Teniendo que parar para apartarlas de su cuerpo. De verdad es que estaba en modo pulpo. De vez en cuando se le escapaba alguna risita tonta. Cuando estaban llegando a la salida, una chica de lo más sexy se interpuso en su camino:

– No he gastado una de mis pastillas para que ahora te la lleves.

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