Capítulo 16

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A ti, te quiero a ti Lexa Woods pensó en su fuero interno. Clarke, que estaba mordiendo el labio inferior, reaccionando ante las placenteras caricias de Lexa. De repente quedo seria y le agarró de la mano, deteniéndola, desconcertándola con ese cambio repentino por parte de la rubia. Estaba claro que no le iba a pedir que le dejara tocarla o saborearla, como llevaba queriendo hacer desde el primer día. En eso decidió tener paciencia:

– ¿Confías en mí?

Lexa se tensó al escuchar aquella pregunta. Temía lo que pudiera decirla después de aquella cuestión. Ceñuda, se atrevió a contestarla:

– Pudiste haberte aprovechado de mí– le respondía seria– te mereces mi boto de confianza. ¿Por qué esa pregunta?

– Siempre llevas tú el ritmo, que me encanta, pero, ¿puedo ponerlo yo hoy?

Lexa la miró pensativa. No solía dejar que otra llevara el ritmo por desconfianza. Necesitaba llevarlo ella y ser consciente de cada movimiento que se daba. Se quitó de encima y se sentó con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. Clarke maldijo, pensado que la había asustado pidiéndola eso:

– Ven– le pidió– Colócate a horcajadas sobre mí.

Clarke hizo lo que le pidió. Al menos sería la primera vez que la dejaría ponerse encima. Volvieron a besarse, la rubia le atrapó el labio inferior y tiró fuertemente, haciendo que Lexa emitiera un gemido. Las manos de la ojiverde apretaron los glúteos de la rubia. Poco a poco, dirigió su mano dominante hasta la entre pierna de Clarke. Estaba caliente y muy lubricada, haciendo que suspirara cuando Lexa comenzó a acariciarla el clítoris. La rubia tenía las manos apoyadas en sus hombros, acompañando los estímulos con movimientos de cadera. Jadeando con más fuerza cuando los dedos de Lexa se deslizaron a su interior:

– Vamos, Clarke– dijo Lexa con voz ronca– muévete, follate mi mano

– Sí

Dijo Clarke con respiración entrecortada mientras comenzaba a moverse. En un principio de forma lenta, sintiendo los dedos en su interior, los cuales se movían rozando su punto g.

Lexa se maravilló con aquella imagen tan sexy. La rubia sabía moverse de una forma muy sensual, gimiendo tan eróticamente. Conforme sus movimientos pélvicos aumentaban, la ojiverde no perdía detalle de como aquellas dos majestuosidades que tenía como pechos rebotaban sin cesar.

Clarke sin dejar de moverse y entre jadeos, se le escapó una risita:

– Ya veo– decía casi sin aire– que parte...– gemido– de mi anatomía...– jadeo– te gusta– gruñido– más.

Lexa se controlaba todo lo que podía, pero de vez en cuando se le escapaba algún espasmo y terminaba por penetrarla fuertemente. Con la mano que tenía libre volvió apretar su glúteo y empezó a lamer el cuello de Clarke:

– No es la única rubia– decía con los labios pegados en su cuello– todo tu cuerpo me enloquece.

Clarke echó la cabeza atrás y jadeo fuertemente cuando el dedo gordo se unió, comenzando a masajearle el clítoris:

– Lexa

Gritaba su nombre alguna que otra vez. Excitándola muchísimo más. Las paredes vaginales de Clarke empezaban a comprimirse. Lexa gimió porque sabía que el orgasmo de la rubia estaba cerca y eso la encendía:

– Sí, Clarke. Vamos quiero sentir como te corres.

Los dedos de Lexa bombearon con fuerza. Haciendo que Clarke terminara por tensarse y convulsionar. Echando la cabeza hacía atrás mientras pegaba un grito gutural. Se dejó caer, apoyando su cabeza sobre los hombros, haciéndola notar todo el sudor que recorría por su frente. Lexa, entre risas sacó sus dedos de su interior. Alzó su mano para recoger todos los flujos con su lengua cuando Clarke le agarró de la muñeca:

– Espera– Lexa la miró sin comprender, Clarke puso expresión de viciosilla– juntas.

Lexa esbozó media sonrisa. Eso superaba un nivel máximo de excitación. Sin dejar de mirarse comenzaron a pasar sus lenguas de forma brutalmente erótica por los dedos. Saboreando aquel lubricante natural de Clarke. Lexa adoraba el sabor de la rubia, nunca había probado un manjar tan sabroso como aquel, incluso se haría adicta con mucho gusto. La rubia disfrutó lamiendo aquellos dedos que se había follado hasta quedar exhausta, no solo eso. La cara de Lexa que puso al verla lamiendo sus dedos. Tan llena de excitación, no había precio. Sus lenguas terminaron encontrándose y acabando en un sensual beso:

– Me está mal acostumbrando con tanto orgasmo, señorita Woods

Lexa rio por lo bajo mientras se entretenía en recorrer su cuello con la lengua y dar pequeños mordisquitos:

– Cuando nos vayamos de viaje– dijo apretándola más a su cuerpo– ni pienses que vas a estar mucho tiempo fuera de la cama.

Clarke dibujo una sonrisa en su rostro:

– ¿Aun quieres que vaya contigo de viaje?

– Una semana sin poder olerte– comenzó a embriagarse con el aroma de Clarke– Sin tocarte– acarició sus piernas con ambas manos– sin besarte– chocó con furia sus labios– No. Eres un complemento más en mi maleta, señorita Griffin.

Clarke se separó y le dio un fuerte manotazo a lo que la ojiverde reaccionó con un quejido:

– ¡Ay!

– Eres una retrógrada

Lexa emitió un gruñido salvaje, se lanzó sobre Clarke, quedando ahora sus cabezas en la parte de los pies de la cama y con Lexa encima de la rubia:

– Mi querer devorar a Clarke– dijo gruñendo y dándole pequeños besos desde la mandíbula hasta la clavícula, provocando que ésta riera– en el fondo te gusta.

Tenía razón hasta eso comenzaba a amar de Lexa Woods:

– Comienzo a tolerarlo

Lexa comenzó a recorrer el cuerpo de Clarke beso a beso. Hasta que se fijó en la marca que le hizo Heda. Instintivamente sus ojos fueron a fijarse en la muñeca de Clarke. Llevaba puesta la pulsera que le dio Heda. No debía de sentirse celosa de sí misma. Para Clarke tanto Lexa como Heda eran dos personas distintas. ¿Pero quién era ella para sentir celos? Hace un momento le había dicho que ni se quería enamorar:

– ¿Y si ponemos normas?

– ¿Cómo?

– Marcar unos límites– dijo Lexa regresando a su posición inicial– para que no haya malentendidos

– ¿Cómo cuáles?

– Me gusta la privacidad, así que nada de preguntas personales. No tiene por qué haber exclusividad– después de pensar, esbozó media sonrisa y miró a Clarke– no se me ocurre ninguna más ¿quieres añadir tu alguna?

– No se me ocurre ninguna.

Lo cierto es que, Clarke se moría por saber muchas cosas de Lexa, y eso de no tener exclusividad. No podía soportar la idea de que otra "Chloe macizorra" le hiciera ojitos a Lexa. Pero si quería seguir viéndola. Tenía que aceptar, al menos la tendría una semana para ella sola:

– ¿Y si me apetece quedar contigo para tener una sesión de sexo desenfrenado?

Lexa esbozó una carcajada:

– Si me lo propones así– se encogió de hombros– si tengo tiempo y el día libre ¿por qué no? Pero debe ser quid pro quo. No me vale que solo quedemos cuando a ti te apetezca, rubia.

– Me parece justo– se acercó a Lexa y le susurró en el oído– y ahora, ¿Qué tal si repetimos antes de que me vaya?

Clarke nada más llegar a su casa y después de darse una ducha, ya que cada centímetro de su cuerpo, olía a sexo y del bueno, todo había que reconocerlo. Se puso a escribir. No sin antes hablar por teléfono con su amiga Raven. Ya que con la inquieta Lexa de la noche anterior, no tuvo tiempo en preguntarla. Puesto que era la segunda vez, tercera contando con la noche de la fiesta que la pillaba con Octavia:

– No te hagas historias en la cabeza, Clarke– dijo riendo Raven– Octavia y yo solo somos dos buenas amigas que se lo pasan bien de vez en cuando.

– ¿Enserio?– preguntó Clarke extrañada– Nunca te he visto repetir con nadie y mucho menos con una mujer.

Se la escuchó suspirar:

– Para serte sincera, nunca he conocido a una mujer tan fiera como Octavia. Es capaz de hacer la tres catorce, el pino puente, toda locura que se la pueda ocurrir.

Clarke se mordió el labio:

– Eso porque no has probado a Lexa. Consigue volverme loca de una manera.

Raven carcajeo:

– No, no la he probado. ¿Eso quiere decir que me das permiso?

Los términos que la puso aquella mañana era que nada de exclusividad, pero estaba clara la respuesta que le daría a su amiga:

– Ni de coña, Lexa es mía.

– Cuidado Clarke– Dijo con tono burlón Raven– te vas acabar enamorando.

Clarke frunció el ceño y quedó en silencio. Es que, se moría por Lexa. Ya no podía negarlo. Habían pasado unas cuantas horas desde la última vez que la vio y ya la echaba de menos:

– NO– reaccionó Raven ante aquel silencio– dime que no te has enamorado Clarke.

– Bueno... – Comenzó a explicar– no soporto la idea de que se lie con otras, cuando no estoy con ella la echo de menos, incluso echo de menos discutir.

– ¿Y Heda?

Clarke suspiró. Esa era otra. No había pasado dos días y ya estaba pensando en cómo enviarle un mensaje para quedar. ¿Pero cómo le iba a decir a Lexa? Quiero que me domines y me azotes. Bueno eso ya lo hacía, pero todo aquel rollo del BDSM era tan tentador. Y la excitaba tanto. La hacía sentir bien y no sabía porque. De aquello sacaba un complemento que no encontraba en una relación vainilla. Lexa y Heda, le ofrecía dos tipos de placeres muy distintos:

– ¿Qué pasa con Heda? Soy suya

– ¿pero vas a seguir viéndola?

– Pues claro– suspiró– lo que tengo con Heda no tiene que ver con el sexo. Que puede derivar al sexo, pero es otro tipo de relación que tengo con ella.

– ¿Te estas volviendo muy viciosa? O ¿son imaginaciones mías?

Clarke carcajeo:

– Tenías razón, cuando una prueba el lado oscuro ya no hay quien regrese. De todo esto llegue a la conclusión de que no quiero a Bellamy y que nunca lo quise.

– ¿Entonces? ¿Qué vas hacer?

– En cuanto llegue de su viaje de Japón lo dejo– se vio sonriendo como una bobalicona, porque Bell se iba en dos días y ella también. Pero con Lexa– Que por cierto, yo también me voy de viaje. Con Lexa.

– Para ser una relación solo sexual– seguía Raven picajosa– Hacéis muchas cosas juntas en plan parejita. Comer perritos calientes, montar en norias, ir de viaje, pasar media vida en la cama.

– Tú sales a cenar con Octavia– intentó devolvérsela– salís de fiesta y eso de pasar media vida en la cama, seguro que también.

– Bueno, tengo que dejarte– dijo Raven– quedé con un amigo. Mañana te veo en la fiesta de máscaras.

– ¿Fiesta de máscaras?

– Sí, una temática que piensan hacer los Woods. Antes que digas nada, solo vamos en plan amigas, pero me pidió Octavia que fuera con ella.

– Lexa no me dijo nada.

– Porque seguramente se le haya olvidado. Como se te ha olvidado a ti– dijo con mofa Raven– ya me lo comentaste hace un par de semanas. Pero claro, ahora solo piensas con la pepitilla pues claro.

– Nos vemos Raven

Contestó Clarke irritada. Cuando colgó el teléfono siguió escribiendo. Parece ser que después de aquella mañana tan placentera, le había llenado de inspiración. O podía ser los ojos verdosos de Lexa, su forma de besar, su forma de esbozar esa media sonrisa que adoraba, sus manos. Dichosas manos que las puso en su camino para hacerla vibrar como nunca, su voz erótica. Su cabezonería, su comportamiento tan primitivo. Toda ella. Y no entendía, que en un principio no soportara la mayoría de su comportamiento.

No se esmeró mucho en cocinar, con una ensalada tuvo más que suficiente. Mirando la pantalla de su móvil, no pudo contenerse:

Clarke: Sé que no ha pasado mucho desde la última vez que nos vimos. ¿Pero para cuando la siguiente sesión?

Lexa, estaba molida. Por primera vez en su puta vida, había conseguido hallar a una mujer que conseguía dejarla completamente exhausta. Tanto, que se pasó la mayoría del día tirada en la cama y durmiendo.

Estaba tumbada boca abajo, medio adormilada y con un brazo colgando por el borde de la cama. Cuando escuchó vibrar su otro móvil en el cajón. Abatida estiró el brazo, abrió el cajón y vio los mensajes. La mayoría reenviados a Indra para que les ubicase en dos semanas. Cuando observó el mensaje que le acababa de llegar quedó alucinada. Rompió a reír y enterró el rostro en la almohada:

– no puede ser. Vas a matarme Clarke.

Heda: tengo esta semana la agenda completa. ¿Qué tal para la siguiente?

Clarke: ¿día?

Heda: el que tú digas.

Clarke: ¿puede ser entre semana? O ¿tiene que caer en fin de semana?

Heda: Cuando te venga mejor.

Por lo general, nunca bajo ningún concepto, iba a trabajar a la empresa y luego se convertía en Heda, para luego ir a la empresa. Pero, por Clarke, haría la excepción.

Clarke: miércoles

Heda: cuando se vaya acercando el día te digo donde y hora.

Clarke: gracias ama.

Lexa guardó el teléfono sin dejar de reír:

– Enserio Clarke, me matas.

Clarke estaba más que contenta. Hacía mucho que no se sentía así de feliz. Lo que no se esperaba. Es que la duraría poco. Puesto que entrada en la noche, tuvo que enfrentarse a un Bellamy, totalmente enfadado. Cuya paciencia parecía llegar al límite.

Ambos estaban cenando, en un silencio incómodo. Clarke preparó algo rápido. Como ya comenté, no era una buena chef. Bell, de un momento a otro dio un fuerte manotazo encima de la mesa. Sobresaltando a la rubia:

– ¿Pero a ti qué coño te pasa?

Preguntó molesta Clarke, Bellamy esbozó una risita nerviosa:

– ¿Qué me pasa?– comenzó a alzar la voz– que estoy hasta las narices de tu indiferencia, eso es lo que me pasa.

– No chilles

Respondió Clarke chillando más alto:

– Esta es mi casa y hablo como a mí me da la gana.

– Esta también es mi casa

Bellamy se echó el pelo hacía atrás, gesto que hacía cuando se ponía muy nervioso:

– Clarke, será mejor que empecemos arreglar esto– no paraba de gesticular violentamente con las manos– porque si no se va a la mierda.

Que se vaya a la mierda. Pensó Clarke:

– Bellamy, no estoy de ánimos para discutir– podría cortar ya, dejarle para siempre, pero Bellamy estaba muy ido– será mejor hablar cuando los dos estemos menos nerviosos.

– Llevo queriendo hablar días, Clarke.

Bellamy tiró el trapo con el que se limpió la comisura de sus labios, encima de la mesa:

– Me voy a dormir– dijo amargado– mañana me levanto temprano, te recojo nada más salir. Mierda de fiestas, joder.

Se fue a la habitación murmurando y maldiciendo. Clarke recogió la mesa y estaba claro, no dormiría esa noche en la misma habitación. Bellamy no era mal hombre, ni mal partido. Pero ni en la misma habitación podía estar.

Luna antes de quedar embarazada:

Luna estaba en un restaurante hablando con Marcus. Últimamente él y su mujer estaban teniendo problemas, al igual que ella los estaba teniendo con Gustus. Estaba tan concentrado en su trabajo que le había dejado de lado. En un principio, Marcus y Luna quedaban una vez a la semana. Para hablar y desahogarse. Luego, empezaron a descubrir que tenían mucho en común, no solo sus problemas conyugales. Comenzando a quedar más asiduamente. Ambos resultaron ser un gran apoyo. Sobre todo, porque aquel día tanto Luna como Gustus tuvieron una pelea espectacular.

Bebiendo más de la cuenta. Hizo que perdiera la cordura por una noche y dejarse llevar por el despecho. Un encuentro, que nunca debió de pasar, pero ocurrió. Lo complicado vino después. Luna no amaba a Marcus, quería a Gustus y Marcus seguía enamorado de su mujer. Que confesó haber quedado embarazada. Por aquel bebé decidió no decir nada y dejar de ver a Luna. La cuestión es que al mes, Luna descubrió que también había quedado embarazada. Con la incógnita de que no sabía quién era el verdadero padre. ¿Gustus o Marcus?

Tres semanas antes de que naciera Lexa:

– Gustus por favor

Suplicaba Luna entre llantos. Gustus iba de un lado para el otro, nervioso, airado, dolido. Un cumulo de sentimientos de los cuales podría hacerle estallar para mal. No se consideraba mal hombre. Había trabajado, siempre por cumplir los caprichos de su amada esposa. Cuando le dijo que estaba embarazada. Más feliz y orgulloso no podría estar. Cuando le dijeron que era una niña. Era como estar en el cielo. El negocio iba bien. Creaba su familia.

Pero Luna, ella no le fue sincera del todo. Era normal que en todos los matrimonios existieran rachas buenas y malas. Nadie era perfecto. Lo que no esperaba, es que su mujer, le hubiera sido infiel. Y enterarse como se enteró, de que aquella niña no era suya. ¿Por Luna? No, que va. Si no por unas pruebas médicas en el que le decían que era estéril:

– ¿Quién es el padre?

– Nadie– contestó Luna temerosa– solo fue una noche que salí y me emborraché. No le volveré a ver.

Gustus miró la barriga de su mujer. Aquella niña. A la que iba a darle el mundo porque era una Woods. Era de su sangre. Resultó ser una bastarda engendrada en una noche de borrachera. Ante los ojos de Gustus, esa niña ya no era nadie para él. Solo esperaba que creciera rápido, que se casara con un rico y se alejara de su vista.

Cinco meses antes del secuestro:

Gustus había recibido la mala noticia de que se había quedado arruinado. Todo su trabajo a la mierda. Su sudor, sus esfuerzos porque su negocio familiar. El de los Woods siguiera hacia delante prosperase, pero no. Habría defraudado a su padre. Intentaba aparentar que no pasaba nada. Incluso para su mujer. Solo intentaba pensar en cómo recuperarse:

– SUELTEME SEÑOR PIKE Y SUELTE A CLARKE

Aquella tarde de nuevo la reunión social de alta sociedad. Desde hacía tiempo Gustus llevaba sospechando algo. Y es que. Luna no le fue sincera sobre el verdadero padre de Lexa. La miraba y buscaba parecidos. Tanto Marcus como Jake tenían los ojos claros. Bueno los de Lexa encajaba más con Jake, pero en cuanto altura era Marcus, la forma de ser y lo parecidas que eran las dos niñas, cabezotas y discutiendo a todas horas. Se asomó al patio y se encontró con el jardinero separando a las niñas. Bellamy estaban con ellas. Mirando al niño, tenía el mismo moreno que Lexa:

– ¿Ocurre algo?

Preguntó Gustus. Claro que ocurría algo. Uno de esos dos niños era medio hermano de su supuesta hija. En cuanto supiera cual de esos hombres había osado tocar a su mujer, recibiría venganza.

Tres meses antes del secuestro:

– Deja de mentirme ya Luna– rugía Gustus– ¿Quién es el padre? ¿Marcus o Jake?

Luna sollozaba sin parar. No podía decir quién era el verdadero padre. Acabaría por matarlo, y tampoco se lo merecía. Después de aquella noche, se esforzó por mantener a su familia unida. No podía arruinar su matrimonio. Lo sentía mucho por Abby y por Jake. Ya que siempre había sido encantador. Pero no era lo mismo. La presión pudo con Luna. E incluso el arrepentimiento le hacía mella antes de pronunciar su nombre:

– Jake

Gustus gruñó y echo una fiera salvaje comenzó a tirar todo lo que pillaba a mano. Maldecía sin cesar a Jake Griffin. Y lo iba a pagar. Ya ves si lo pagaría.

Después de amedrentar a su mujer. Airado salió al patio. Tenía que encontrar una buena forma de pagar a ese bastardo traidor. Se quedó mirando al jardinero. Recordando, que éste había estado preso por delitos menores:

– Pike

Llamó Gustus. Se le había ocurrido un fabuloso plan. En el que se vengaría de Jake y recuperaría gran parte del dinero. Pike se acercó hasta su patrón:

– Señor Woods

– ¿Estuviste preso no?

– Señor– comenzó a hablar inocentemente– era joven y...

– me importa una mierda lo que hicieras ¿Te gustaría ganar mucho dinero?

En ese instante la expresión de Pike cambio a una más sombría:

– ¿qué quiere que haga?

– ¿Qué tal se te da los secuestros?

Actualidad

Clarke se miró en el espejo. Llevaba un vestido azul marino con un antifaz con unas plumas negras. Lo cierto es que ese antifaz le resaltaban los ojos. Quería verse hermosa. No quería arreglarse para Bellamy. Si no para Lexa. La cual no veía desde hace casi un día y estaba como loca por tenerla cerca.

Bellamy decidió ponerse un traje negro. Llevar un sombrero y un antifaz negro. Cuando vio a Clarke, por casi se cae de culo. La rubia estaba imponente. Sonrió. Porque esperaba una reacción así por parte de la ojiverde. Decidieron ir a recoger primero a los padres de Clarke. Como era de esperar, ambos fingían que todo iba de maravilla en presencia de los señores Griffin.

La casa ya se estaba llenando de invitados. Luna danzaba por el lugar recibiendo y saludando a la gente. Cuando los Griffin llegaron. Luna fue corriendo a abrazarlos. Desde que Gustus creía que Jake era el verdadero padre de Lexa, intentaba compensarles como medianamente podían. Lo preocupante era. Que si en alguna discusión entre Gustus y Lexa, a su marido se le pudiera escapar que no era su verdadero padre, que su verdadero padre era Jake. Cuando en realidad era mentira. Pensar aquello le daba dolores de cabeza. Lexa no podría saber la verdad y mucho menos pensar que Clarke podría ser su medio hermana. Con lo mal que se llevaban. Eso terminaría por desquiciar a su hija, tampoco le podía decir que su verdadero medio hermano era Bellamy:

– Amigos míos– saludaba luna sonriente– me alegra que halláis venido y la parejita feliz también.

Bueno eso de parejita feliz. Pensaba Clarke sin dejar forzar su sonrisa. Buscó con la mirada, a ver si había llegado ya Lexa. Pero al parecer, ésta aún no había hecho acto de presencia.

La misma mañana de la fiesta.

Gustus estaba tomándose una buena taza de café en su cafetería favorita. Regresó de Europa muy contento. Sus producciones iban de maravilla. Y no se refería a la de Industrial Woods. Si no a su negocio que había detrás, uno menos legal. Por suerte tenía a Lexa como cabeza de turco. Sonrió en su fuero interno. La chica firmaba la mayoría de los papeles donde reflejaban las exportaciones sin mirar siquiera.

Leía el periódico. Cuando fue interrumpido por un hombre. No mayor de 5 años que Lexa. Gustus se movió molesto:

– ¿Quieres algo joven?

El chico sonrió con malicia. Se acercó a Gustus para que nadie pudiera escucharlo:

– Tú eres el hombre que mandó a secuestrar a su propia hija.

Gustus tragó saliva y miró a su alrededor, verificando que nadie le había oído decir aquello:

– No sé de qué me estás hablando.

El hombre se sentó al lado de Gustus y sin cortarse un pelo le quitó el bollo que había en su plato:

– Hubo dos muertos en ese altercado– rio por lo bajo– me parece que al tercero, le mataron por órdenes suyas.

– Y habrá un cuarto si no desapareces de mi vista.

– Soy Cage el hijo de Dante– Gustus se puso tenso, pensaba que no quedaban testigos de aquella metedura de pata– tranquilícese amigo, digamos que quiero ser un buen aliado suyo, señor Woods.

– No me interesa.

Cage, no aceptaba un no por respuesta. Sería un niño por aquel entonces, su padre le dejaba de lado en todos los chanchullos en que se metía. Pero no era sordo, ni idiota. De aquel secuestro escuchó muchas cosas. Ya que el tercer muerto, Pike, era su tío. De ese secuestro descubrió que Lexa nunca fue el objetivo. Que su padre no sabía que era el mismo Gustus quien mando a secuestrar a Clarke Griffin y por su puesto sabía las razones porque lo hizo, el rescate era una tapadera:

– Verás– dio otro bocado al bollo– cuando Lexa estuvo en cautiverio nos hicimos muy buenos amigos. Salvo que, no sé, me mencionó tanto a Clarke. ¿Por qué? Yo era su amigo y sin embargo siempre me la acababa mencionando. Quiero tomarme mi pequeña venganza y como sé que odias a los Griffin. ¿Por qué no aliarnos?

– Tú– dijo Gustus impasible– Tú fuiste el que intentó.

Cage endureció sus facciones:

– Lexa tenía fiebre, fui yo quien le ayudó a escapar. El plan era escapar ambos– chirrió los dientes– Lexa era mía, teníamos que haber acabado juntos. Y sin embargo la muy zorra me dejó en coma.

Gustus alzó una ceja. Mientras pensó en lo chiflado que estaba. Pero no se lo reprochaba. Con el padre que tuvo:

– ¿Tú objetivo son los Griffin?

Cage asintió de forma perversa. Gustus dibujó una sonrisa. Le puso la cruz a Jake Griffin. Quería venganza y le daba igual si se la tomaba a través de la rubia, o matando a ese hijo de puta. La cosa era que sufriera o desapareciera. Así pues tendió la mano, a ese malévolo ángel negro, que le ayudaría a tomar su venganza.

La fiesta de máscaras

Porque a Octavia se le ocurrió recordarle que tenía que asistir a la dichosa fiesta de máscaras. Que realizaba su familia, en plan reunión social. Dice ser, todo un asco. Pero luego encontró tentador usar la fiesta para desafiar a sus padres. De ella esperaban a una Lexa, arreglada y de lo más femenina. Obvio, querían que fuera así para exponerla y buscarle marido. Pues no. Se recogió el pelo, se puso un sombrero que conjuntaba con su esmoquin negro, y un antifaz blanco que conjuntaba con su camisa.

Fueron de las ultimas en llegar a la fiesta. Todo el mundo se le quedaba mirando. Oh iba vestida igual que un caballero. Salvo a los más jóvenes que sinceramente, hacían la que Lexa, les daba igual. ¿Por qué seguir unos patrones? Porque así lo marcaba la tradición. Pues la ojiverde no era de tradiciones:

– Va vestida igual que un hombre

Escuchó la crítica de una señora mayor. Lexa, para perturbarla un poco más, la miró y le mando un beso en el aire:

– Será la nueva tendencia de los jóvenes hoy en día.

Contestó el que podría ser su marido. Octavia tenía puesto un vestido granate y un antifaz a juego, pero Raven, se apuntó a la idea de ponerse un esmoquin. No pertenecía al gremio de ricachones puros. Ricachones Snobs. A su parecer. También recibía miradas de desaprobación. Ese mundo era de pura estética, elegancia, alardear de pertenencias y quien se va a casar con el más rico o con el que más posesiones tiene:

– Vaya señorita Woods– sonó una voz masculina a su espalda– No se quita el traje ni para reuniones sociales.

– Pantalones y zapatos resultan más cómodos, que una falda ajustada y unos tacones.

Lexa extendió la mano para saludar a su nuevo socio. Finn le estrecho la mano sin dejar de sonreír. Hasta que en ese instante, Raven les abordó poniendo expresión de sorpresa:

– ¿Finn Collins?

Finn puso ojos como orbitas:

– ¿Raven Reyes?

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