Capítulo 21

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  La mirada de la morena no era la típica mirada lasciva, ni esa en la que le decía a Clarke que la estaba desnudando mentalmente. La miraba, la adoraba con ternura. La misma Lexa que conoció en la fiesta de máscaras. Antes de atreverse a inclinarse para besarla, la acarició pasando su dedo gordo por su lunar.

Su beso, nada que ver como los que le había dado en el parque ni en el bar cuando discutió con Roan. Era de esos que transportaban más allá del cielo, de los que con solo una caricia de su lengua en su labio superior hacía revolotear millones de mariposas en su estómago, embriagándola de una felicidad de la cual no estaba habituada, sin poder remediarlo acabó dibujando una sonrisa, así de feliz era que ni controlar los músculos de su cara podía. Lexa tampoco se quedaba atrás, con aquella media sonrisa, hacía latir tan fuerte su corazón que moriría infartada en ese instante:

— Clarke— dijo separando sus labios durante unos segundos, aferrándola más a su cuerpo— ¿te apetece...?

Por favor que no diga follar, por favor que no diga follar suplicó mentalmente:

— ¿venir a mi habitación?

— ¿me estas a pidiéndome permiso de nuevo?

Lexa asintió con la cabeza. El ascensor por fin paró en el piso donde se encontraban sus habitaciones. La ojiverde le dio la mano y le acompañó hasta la suite. Esperando alguna respuesta:

— ¿Y si te digo que no?

Alzó su mano hasta sus labios y besar su palma antes de contestar:

— te besaría y te daría las buenas noches.

— ¿así sin más? — preguntó anonadada— ¿No insistirías?

— Tenemos Chicago y Ontario ¿Por qué tener prisas? Me basta con haber pasado casi todo el día juntas.

Desde el momento del beso era obvio que en ningún momento le iba a dar la negativa. Pero Clarke quería saber cómo reaccionaría Lexa en el caso de que si existiera ese no. Para sorpresa de ésta, había sido respetuosa, considerada y de nuevo consiguió encandilarla aún mucho más. Sin necesidad de que pusiera una voz sensual, ni erótica, no hizo falta que le comiera el oído con guarradas, solo con aquel gesto y la forma con la que le miraba en esos instantes.

Clarke dio un paso hasta la morena, se puso de puntillas y la besó. Se dispuso a responderle con un beso más profundo cuando la rubia le agarró de la mano y tiró de ella hasta quedar enfrente la habitación de Lexa:

— Esto lo debo de tomar como un sí.

Lexa amplió su sonrisa, pegó su cuerpo hasta oprimir sus pechos. Sintiendo sus corazones latir fuertemente y la beso igual o más dulce si cabía. La morena abrió la puerta, momento en el que Clarke se puso nerviosa. Algo que no llegaba a entender. No era la primera vez que se acostaba con ella, sin embargo, le temblaban hasta los pelillos del cogote. Lexa cerró la puerta tras de sí, por la espalda, le apartó el pelo a un lado y comenzó a besarla, desde el hombro, hasta el cuello. Clarke ladeo la cabeza para que la ojiverde tuviera más acceso:

— ¿Estas nerviosa?

Preguntó en un susurro al notar el temblor en la respiración de Clarke:

— ¿pensarías que soy una estúpida si te digo que sí?

— No— se puso delante, curvando la comisura de sus labios— me parecería encantador. Ven

Lexa le tendió la mano, en parte sintió un deja vu. La última vez que vio a Heda se sintió igual. Le dio la mano y se dejó guiar. Reparó en que los espejos estaban colocados a los pies de la cama. La habitación era lujosa, aunque menos espaciosa que la suite:

— ¿Te atreverías con juguetes sexuales?

Preguntó Lexa sacando la maleta más pequeña de debajo de la cama. La miró picara y con tranquilidad la abrió, dejando a la rubia boquiabierta. Estaba llena de objetos sexuales, había hasta condones. Eso era el maletín del pecado y sentía que había entrado en la guarida de un demonio sexual y la mataría, a polvos y los mejores orgasmos de su vida. Clarke tragó saliva, había cosas que ni sabía para que se empleaban:

— Parece la maleta del señor Grey.

Lexa alzó una ceja:

— No llevo látigos ni esposas— acortó distancias e inclinándose le robó un beso, más pasional que el del elevador— desnúdate y ve a la cama.

Sonó más una orden que una petición. Como si la esencia de Heda estuviera en el ambiente. Y aunque la rubia intentaba no sospechar. A cada vez estaba convencida de esa posibilidad. Por cómo se desenvolvía Lexa. Como ordenaba, como la trataba en ocasiones, igual que su ama y como preparaba todo, como si de una sesión se tratase, claro que esa noche iba a ser puro sexo, sin juegos previos bdsm. Clarke acató su orden y se desnudó, observando cada movimiento y gesto por parte de Lexa. Estaba pensativa, escogiendo el juguete adecuado para esa noche. Al final sacó dos objetos de color rosados. No eran grandes y tenían una forma de lo más extraña. También sacó dos pequeños mandos y ¿lubricante? Lexa esbozó una pequeña carcajada al ver la expresión de la rubia, entre desconcierto y pavor. La morena agarró el bote de lubricante:

— No pienses que te voy a sondar por sitios extraños, como si fuera una extraterrestre— le enseñó el bote— es un lubricante estimulador y con sabor a fresa— aferró las mejillas Clarke y la besó. Apoyó su pierna izquierda en la cama, al lado de su cadera— túmbate.

Lentamente Clarke se dejó caer, hasta que su espalda dio con el colchón. Los labios de Lexa seguían rozando, acariciando y chocando. Cuando se separó la miró con adoración primero se perdió en mirada azulada, siguiendo las líneas que marchaban su mentón, su hermoso cuerpo. Clarke no era una súper modelo, para nada tonificada y músculos definidos, sus curvas eran perfectas. Solo aquello le bastó a Lexa para terminar de oscurecer su mirada. Agarró el bote y se echó un poquito en los dedos:

— En un principio notarás algo de frescor

Clarke asintió. Lexa se puso a horcajadas sobre ella, a través de su tela vaquera notó cuan húmeda y caliente estaba. Incitando a que la rubia suspirase. La morena empezó a besarla sensualmente por el cuello, a la vez extendía el lubricante por sus zonas más erógenas y calientes. Sus senos, su abdomen la zona de su ombligo hasta su clítoris, ahí se entretuvo unos segundos más:

— Clarke, siempre tan caliente— dijo con voz ronca, a la vez que pasaba la lengua por su cuello después de haberla mordido suavemente, haciendo que la rubia suspirase fuertemente y se retorciese ante los estímulos— me encanta.

Cuando terminó de masajearla y estimularla con el lubricante se levantó, fue en busca de los juguetes y tal como hizo Clarke minutos antes, comenzó a quitarse prendas del cuerpo. La rubia tragó saliva, no es que lo notara rápido. Tuvo que pasar un tiempo para sentir los calores en su cuerpo:

— ponte de rodillas cara a los espejos

Pidió Lexa. Órdenes y más ordenes por parte de la ojiverde, es que ¿acaso ese día no le preguntaría que era lo que quería? O ¿Apetecía? Parece que esa noche solo mandaba Lexa. Clarke era sumisa y aunque inconscientemente estaba siendo "infiel a su ama" al someterse a Lexa, acataba sus órdenes y le encantaba. Clarke suspiró ante los calores y la excitación que aumentaba por momentos. Anhelando que Lexa hiciera algo para aliviar su calentón. La morena se puso enfrente y le enseñó el juguete:

— Esto es un vibrador— comenzó a explicarle— esta parte la introduces en la vagina mientras que esta está en la zona del clítoris. Estimulando ambas zonas y va a mando a distancia. ¿Estás de acuerdo?

Clarke sudorosa maldecía. Parecía que era su ama la que estaba delante y no Lexa:

— Si— dijo con voz ronca— pero por favor Lexa comienza a hacer algo.

Lexa curvó la comisura de sus labios divertida:

— ¿Demasiado cachonda?

Clarke gruñó pasó su mano por la nuca de Lexa y la atrajo para darla un beso lascivo:

— Lo suficiente para pedir que me folles ya.

— Joder— aquellas palabras hicieron que Lexa perdiera toda clase de ternura, llevó el juguete a la entrepierna de Clarke— ábrete un poco más de piernas.

Clarke apoyó sus manos en los hombros de Lexa, mientras esta colocaba tato el vibrador de Clarke como el suyo propio. Intercambiando los mandos. Lexa mandaba en el de la rubia y viceversa:

— Toma tú mandas y pones la intensidad— Clarke agarró el mando y tan chula ella lo puso a máxima velocidad— JODER CLARKE— dijo Lexa llevándose la mano a su entre pierna, la rubia entre risas aflojo— despacio si no quieres que me corra antes de tiempo

Clarke rompió a reír sonoramente, la morena ceñuda. Cogió su mando e hizo lo mismo. Provocando que esta reaccionara igual que Lexa:

— ¿Te reías?

— DIOS LEXA VALE, VALE

Era el turno de que la ojiverde carcajeara. Clarke le acompañó en las risas y se acercó hasta Lexa para besarla, sin permiso alguno introdujo su lengua dentro de aquellos carnosos labios. No hacía un mes en pensaba que el sexo era algo que debía practicarse en la alcoba conyugal. Que era un acto de lo más aburrido. Sin embargo, Lexa le estaba demostrando todo lo contrario. No solo era el placer, si no que se podía jugar y reír. Dibujando media sonrisa Lexa puso en marcha el vibrador de Clarke, en esta ocasión más suave. La rubia gimió en la boca de Lexa, que sintió como el suyo también se ponía en funcionamiento. Lexa se puso detrás de Clarke, para que ambas quedaran mirando al espejo.

La rubia no encontraba el punto a eso de los espejos, hasta que vio la cara de anhelo, hambre y placer que ponía Lexa al acariciar sus senos. La gemía en su oído mientras recorría con su lengua el cuello, movían las caderas, ante el cosquilleo que daba el vibrador, tanto en su clítoris como internamente:

— Inclínate— dijo entre gruñidos— a cuatro patas.

Clarke no se hizo de rogar e hizo lo que la ordenó. Las manos de la morena recorrieron su espalda. Tenerla tan dispuesta, con su culo a escasos centímetros. Siguió acariciando hasta llegar a los glúteos y los apretujó fuertemente:

— Quiero que me agradezcas por cada azote que te doy

Dijo con voz autoritaria, Clarke la miró ceñuda:

— ¿Qué?

No la dio tiempo a decir nada más cuando se escuchó en la habitación un fuerte ZAS. Clarke gritó, Lexa jadeo excitada, seguida de un gemido de la rubia al sentir una acaricia después de haber recibido aquel sonoro azote. Lexa esperaba el agradecimiento, sin embargo, Clarke sonrió viciosa y miró desafiante a Lexa, meneándola el culo. La ojiverde se excitó aún más ante su rebeldía:

— ¿Quieres que te castigue más fuerte? — Lexa repitió el mismo movimiento que antes, solo que un poco más fuerte— Agradece niña maleducada

Clarke gritó, jadeo y siguió desafiando a Lexa. Que con una sonrisa subió un poco más la intensidad del vibrador y repitió de nuevo, en la otra nalga. Llegando al límite de Clarke que respondió con un elevado:

— GRACIAS

Señal para que la morena la penetrase con dos dedos. Todo su sexo estaba increíblemente chorreante y rosado de la excitación. Y es que un sumiso, por mucho que disfrutase con el sexo vainilla, no se sentían del todo satisfechos. De ese dato era muy consciente Lexa. A la rubia le excitaba ser sometida, se sentía completa y aquellos azotes la llenaron de vida. Como a Lexa dominarla:

— Que húmeda y dilatada

Le introdujo un tercer dedo, pero sin ser considerada como la noche que le practicó el fisting. La embistió una, otra y otra vez. Clarke se agarró fuertemente a las sabanas de la cama y subió el ritmo del vibrador, incitando a Lexa que echara la cabeza hacia atrás mientras jadeaba fuerte. Y si Clarke estaba viendo las estrellas siendo estimulado el clítoris a la vez que vaginalmente, cuando Lexa comenzó a usar su dedo gordo y a acariciar la entrada de su ano, hizo que viajara a tres galaxias del placer. Ambas chorreaban, Clarke sentía que ese orgasmo, mierda esos tres orgasmos no iban a ser como los comunes, ya había sentido esa maldita sensación, esa placentera que la dejaría sin fuerzas. Igual que la fiesta, cuando sintió la presión de sus cinco dedos en su interior, explotó expulsando una gran cantidad de flujo:

— Joder Clarke, me encanta cuando te corres así.

Clarke ni escuchaba lo que le decía, terminó de disfrutar aquellos magníficos orgasmos se quitó el vibrador y se desplomó sobre la cama boca abajo. Lexa rio entre dientes. Clarke se vengó subiendo aún más la velocidad del vibrador. Lexa gimió fuerte. La rubia sacó fuerzas y tiró de Lexa, quedando encima de ella mientras se retorcía ante los estímulos del vibrador:

— Me voy a...

No la dio tiempo a terminar la frase ni si quiera a culminar. Cuando el vibrador paró. Miró quejumbrosa a Clarke:

— Pero ¿qué haces estaba a punto?

Clarke no dijo nada, simplemente se limitó a besarla, en un principio Lexa quedó paralizada por la sorpresa, pero enseguida respondió a sus labios. Siendo igual de suave que en el ascensor:

— ¿te puedo pedir algo?

Preguntó la rubia apenas separándose unos centímetros de sus labios:

— Lo que quieras

Dijo Lexa antes de tirar de su labio inferior suavemente. Clarke quería algo de Lexa esa noche y no sabía cómo pedírselo. Así pues, entre suplicas comenzó a la acción:

— Por favor— fue bajando para besar su cuello— Por favor Lexa— había llegado hasta su escote, besando entre medias de sus senos, la respiración de la morena estaba agitada y con los ojos cerrados esperaba la petición de la rubia— ¿te puedo pedir?

Ya había llegado hasta el abdomen, bajando, bajando hasta la pelvis. Hasta que la ojiverde supo lo que pretendía Clarke, que rápidamente la detuvo:

— Clarke— Se incorporó un poco ceñuda— ¿Qué tratas de hacer?

La respiración de Lexa, esta vez de puro nervio. La rubia regresó hasta la altura de su rostro:

— ¿Confías en mí?

La morena la acarició con suavidad:

— no se trata de desconfianza, Clarke— agachó la cabeza— quizás será mejor dormir

— Lexa mírame

Le costó hacerlo, no hay que mentir en ese detalle. Pero cuando se topó con aquellos ojos azules y claros. Libres de maldad y llenos de ternura:

— Por favor— volvió a sonar suplicante— al menos intentarlo

Lexa terminó de incorporarse, para sentarse hecha un ovillo:

— ¿Por qué? ¿qué necesidad hay? — Preguntó a la rubia con ojos vidriosos— ¿Es qué no te dejo lo suficientemente satisfecha? ¿Por qué quieres eso de mí?

Clarke se sentó en frente de Lexa:

— No quiero solo eso de ti— la acarició con ternura, Lexa cerró los ojos y apoyo su rostro en la palma de su mano, dejándose mimar— quiero que nos sintamos, que sea algo entre tú y yo. Quiero que sientas lo mismo que me haces sentir a mí. ¿A caso te cuesta creer que también te quiero cuidar?

— Mírame, Clarke— agarró sus manos y se las puso en la cara— ¿ves esto?

Clarke asintió:

— Y eres preciosa

— A eso me refiero, puro engaño— llevó sus manos a su pecho, justo donde notaba más el latido de su corazón— pero aquí, solo existe fealdad. Siempre estaré podrida, siempre seré una niña mala. Te mereces algo mejor que esto.

Clarke se acercó para intensificar su mirada, a la vez que agarraba su rostro:

— Pero ¿qué te han hecho?

Lexa se deshizo de su agarre y miró a otro lado:

— Esa es una pregunta demasiado personal.

La rubia volvió a tirar de su mentón y volvió a colocar su mano en el pecho:

— La belleza y la fealdad son solo un espejismo porque los demás terminan viendo nuestro interior— juntó su frente con la de la ojiverde— Yo veo a alguien que ha construido sus muros y se esconde detrás de una imagen, ruda y cavernícola. Te has creado el disfraz perfecto para apartar a todos y hacer que te odien— la miró autoritaria— pues yo soy cabezota, gruñe y grita unga todo lo que quieras, porque no pienso apartarme de tu lado.

Lexa se tumbó y apoyó la cabeza en el regazo de Clarke:

— Entonces acabaras sufriendo, porque para desgracia de todo el mundo sí que soy así de cavernícola.

— Correré el riesgo.

La morena se incorporó hasta quedar sentada sobre sus piernas. Y sin decir nada más besó a Clarke. La rubia fue pegándose a ella hasta quedar sentada sobre los muslos de la ojiverde:

— está bien— dijo Lexa abrazando a Clarke— lo intentaré, pero esta noche no.

Clarke besó el pelo de la ojiverde. Que seguía abrazada, con su oreja escuchando los latidos de la rubia. Durante unos segundos quedó mirando el reflejo del espejo:

— Mira Clarke— dijo sin apartar la mirada de su reflejo, ambas desnudas y abrazadas— tú eres luz y yo la oscuridad, somos el yin yang.

Flashback

Los secuestradores se turnaban. Y Lexa ya estaba comenzando a distinguirlos. Dante, el padre de Cage, era frio, menos agresivo, solo castigaba cuando se le llevaba la contraria o se desobedecía. Pike simplemente era agresivo, gritaba, daba patadas y porque mayormente estaban las rejillas de la jaula de por medio, si no los golpes irían directos a su cuerpo. El peor resultó ser Emerson.

La pequeña ya no se encontraba tan bien, llevaba un buen rato sudando y se notaba caliente. Comenzó a llorar y a llamar a su mamá. Tal y como solía hacer cuando estaba malita. Sin embargo, lo único que consiguió fue que Emerson la arrastrase hasta el cuarto de baño le tirase ropa limpia y la encerrase para que se diera una ducha:

— Dúchate mugrosa— dijo con una voz que helaba hasta la sangre— apestas. Estoy detrás de esa puerta, si eres lista no harías nada que pueda enfadarme.

Cerró la puerta y dejó a la pequeña, medio sollozando. Estaban pasando los días y no había noticias de su papá. Con las lágrimas recorriendo sus mejillas, entró en la ducha. ¿El agua estaba fría? No lo sabía la temperatura de su cuerpo era más alta de lo normal. Muy despacio, se apoyó en la pared y se acurrucó en la ducha. El agua que se iba por el desagüe estaba entre negra por la suciedad acumulada en los días pasados y roja por su herida, que empezaba a supurar:

— Mamá— dijo entre susurros— papá, socorro

Como si en aquellas suplicas susurradas encontrase las esperanzas, de que, en algún lugar de ese mundo, sus padres la estarían escuchando. Y que irían a socorrerla.

Fin del flashback

Clarke ya había preparado todo, debían de irse a la madrugada, para que Lexa llegase a lo que tuviera que hacer con los proveedores. De eso ella no era muy entendida, como el día anterior viajaron en el avión privado de los Woods. En el trayecto del hotel al aeropuerto, la rubia llegó a la conclusión de que se pagaría todos sus gastos. El cual Lexa no se opuso para nada. Decidió ir escribiendo con su portátil y avanzar su libro. Pues la morena había vuelto con su silencio. Ya había caído en la cuenta de que no tenía muy buen despertar. Llevaban media hora en silencio, Lexa con su Tablet y Clarke con su ordenador. La rubia estaba en plena inspiración. Lo que en un principio unos libros como La historia de O. o La venus de las pieles le parecía de lo más escandaloso. Ahora se estaba convirtiendo en una escritora más, cuyas fantasías llenas de placer las plasmaba en su historia.

La morena dejó a un lado su Tablet, se llevó la mano hasta la cara y con el dedo gordo e índice se masajeó el tabique nasal. Lexa quedó fija en la rubia. Con su expresión de concentrada y aporreando el teclado.

Luego me llama cavernícola a mí se dijo riendo mentalmente Lexa:

— ¿Cómo se llamaba la protagonista de tu otro libro?

Clarke miró por encima del ordenador. Extrañada por su comentario:

— Elizabeth

—Ya, claro Elizabeth— comenzó a poner voz burlona— después de su viaje a Venecia Elizabeth se dio cuenta de que su amado italiano, Bob, era un auténtico coñazo— Clarke puso los ojos en blanco— en un principio todo era muy bonito, rosas, bombones, hermosos atardeceres en el horizonte del mar. Elizabeth se dio cuenta que anhelaba muchísimo más que cuatro poemas susurrados en el oído.

— ¿qué quería?

Preguntó Clarke con fingido interés. Lexa se levantó, le arrebató el ordenador de las manos y lo puso en su asiento. Apoyó las manos en sus muslos y quedó sus rostros a escasos centímetros:

Elizabeth quiere aventura, sentirse amada y deseada de verdad. Las rosas se marchitan, los bombones engordan, atardeceres en el horizonte los hay todos los días. Eso cansa, quizás para una pareja que está casada desde hace 40 años y en su plena vejez queda bonito. Pero cuando hay juventud existe el hambre, la pasión. Elizabeth esta hambrienta y famélica, algo que hasta el momento ese tal Bob no se ha dado cuenta, ergo no la ve como se merece.

Clarke se mordió el labio inferior. Observando cada movimiento que hacía la boca de Lexa. Cada palabra que decía. Su corazón se trasladó desde su pecho, hasta su garganta:

— Llegará un momento en que la pasión alcanza a su fin.

— El amor y la pasión puede ir agarrados de la mano— hizo el amago de besarla y Clarke se moría porque la besase, ya podría morir sentada porque ese beso nunca llegó, más bien optó por pedirla otra cosa, bueno en realidad lo ordenó— levántate

Lexa quitó sus manos de los muslos y se irguió para permitir, a una rubia desconcertada, levantarse. La morena se sentó en el asiento de Clarke e hizo que se sentara encima suya dándola la espalda:

— Una pareja sin pasión— siguió diciendo conforme sus manos vagaban por el cuerpo de la rubia. Acariciando sus piernas, su abdomen, sus senos— no es nada, pura rutina, dos personas que han decidido seguir con su vida cotidiana— las respiraciones de ambas comenzaban a acelerándose— la pasión no tiene límites. Te deseo, Clarke. Te deseo ahora, porque me puede el hambre de ti— Clarke gimió cuando Lexa le dio un mordisquito en el hombro, bajó sus manos hasta el botón de sus pantalones— ¿Qué sientes cuando te acaricio?

Clarke tenía la cabeza a un lado permitiendo acceso a los labios de Lexa, o sus mordiscos más bien, jadeando levemente, con una mano en su nuca para atraerla mucho más:

— Electricidad— comenzó a describir sus sensaciones mientras alzaba su pelvis, ante sus caricias, se relamió sus labios que empezaron a quedar secos— calor, fuego— la otra mano la puso en el reposabrazos del asiento clavando sus uñas, a la vez que Lexa acariciaba su sexo y le daba pequeños mordisquitos desde su hombro, cuello, espalda— humedad, deseo, taquicardia

Lexa torturaba sin piedad con sus caricias en la entrepierna de Clarke, mientras su otra mano, indiscretamente se introdujo debajo de su camiseta de tirantes y llagar hasta uno de sus senos. Masajeándolo y estimulándolo. Haciendo que Clarke jadeara más fuerte:

— ¿Te hago sentir deseada?

Clarke se retorcía entre gemidos y jadeos, ya le importaba una mierda si el piloto y el copiloto la escuchase:

— Si, Lexa

— Libérate— apretó su pezón y tiró, incitando a un gemido más fuerte— libera ese orgasmo que está ahí.

— Dios— no pudo más y acabó emitiendo un grito gutural— sí.

Clarke se dejó caer, con la cabeza apoyada en el hombro de Lexa. La morena, sonriente abrochó el pantalón de la rubia y la abrazó fuertemente, pegando la mejilla con la suya:

— La mayoría de las historias llenas de romanticismo, terminan con un juntos para siempre. Eso no existe en la vida real.

Clarke puso las manos junto a las de Lexa y cerró los ojos. Notando los latidos de la morena en su espalda:

— ¿No crees que el amor pueda durar toda una vida?

— Hay amores que sí y amores que no— esbozó media sonrisa— incluso para que llegue ese para siempre hay que pasar por varios, de los cuales la gente estaba segura de que era la indicada. Prefiero vivir el día a día y que dure hasta cuando tenga que durar. Si es toda la vida, bien, si no, al menos he vivido ese amor con pasión.

— ¿Con que personaje literario te identificarías?

Parecía una pregunta absurda. Pero era perfecta para conocer más a fondo a Lexa sin necesidad de preguntarla directamente:

— Dorian Gray

Clarke frunció el ceño:

— ¿Por qué? ¿quieres mantenerte joven siempre?

— No— Lexa besó su mejilla— Dorian en un principio deseó ser joven, seducido por las palabras de Basil Hallward. Y su deseo se cumple, quedando su alma atrapada en el cuadro de Basil. Pero cuando el amor de Dorian muere, se acaba entregando a la perversión y libertinaje, sin importarle si quiera ser odiado. Cada pecado que comete se acaba reflejando en el cuadro, su imagen se envejece, se pudre.

— ¿También se te murió el amor de tu vida?

Preguntó Clarke escéptica, espero algún comentario jocoso por parte de la ojiverde:

— Clarke te estás pasando con las preguntas personales— no sonó molesta— muy astuta con eso del personaje literario. Sí, Clarke.

Eso ultimo dejó sin aire a la rubia:

— No es que fuera el amor de mi vida, porque era muy joven para pensar en esas cosas, pero era alguien importante para mí— llevó su mano hasta el pecho justo donde bombeaba su corazón— al menos estuvo muerta durante un par de semanas, un mes, no sé, el tiempo no existía por entonces, solo sé que estuvo muerta y me culpé por su muerte. ¿tanta culpabilidad por qué? Estaba viva, se había olvidado de mí. Por lo cual solo obtuvo de mí el rencor, preferí pensar que seguía muerta. Levántate.

Clarke sin decir nada se levantó. Lexa hizo lo mismo, le devolvió el portátil y seria, le dio un ultimátum:

— Otra pregunta personal y regresas a casa.

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