Capitulo IX: Infamia (II/IV)

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II

Aren

Apenas cruzamos la entrada pude sentir una vibración en el aire.

—¡Magia! —exclamó Soriana en voz baja. Ella también la percibía.

Nos pusimos en alerta mirando a nuestro alrededor por si nuevos atacantes aparecían, sin embargo, el paso de Geirgs parecía desolado. Ni siquiera se escuchaba el murmullo de los animales.

Atardecía. Antes de adentrarnos al paso, el sol todavía brillaba con fuerza, sin embargo, una vez dentro del cruce, los rayos se amortiguaron, solo fría luz nos cubría, algo inexplicable tomando en cuenta la poca vegetación que nos rodeaba. A nuestro alrededor, los escasos árboles del paisaje lucían ramas desnudas de hojas y algunos parecían a punto de caerse de lo seco que estaban. La atmosfera era tensa, el aire frío, el silencio absoluto hacía zumbar los oídos.

—Algo está mal aquí —advertí tomando la delantera y desenvainando mi espada—. Tal vez el sitio sí está poblado de fantasmas.

Y como si yo hubiese conjurado los draugres, frente a nosotros se materializaron infinitas siluetas hechas de bruma, blanca y densa, que poco a poco tomaron forma humana. Sus ojos de cuencas vacías parecían mirarnos. Levantaron las manos y de inmediato la temperatura del aire descendió aún más. No pude evitar castañetear. A mi lado, Keysa emitió un grito agudo. Varios de esos fantasmas la envolvieron, me asusté al ver que ella, en su intento desesperado de quitárselos de encima, se aproximaba a la orilla del precipicio.

Rápidamente, dibujé algunas runas para repeler fantasmas, las cuales no surtieron efecto, las sombras permanecieron a nuestro alrededor, erizándonos la piel. Soriana, sin embargo, se mantuvo impávida. Levantó su mano y de esta brotó luz rojiza, tan poderosa que en un instante hizo desaparecer todos los fantasmas; se disolvieron en el aire como si jamás hubiesen estado allí.

Keysa se dobló sobre su abdomen con las manos cubriendo su rostro, pero al verse libre corrió hacia Soriana, quien la estrechó en sus brazos.

—¡No eran fantasmas! —aclaró Soriana, mientras apartaba con suavidad a Keysa.

—¿Por qué lo dices? —pregunté extrañado, pues para mí no había dudas, eran fantasmas.

—Assa aldregui —explicó ella con los ojos fijos en la espada en su mano—. Ella responde a la energía fantasmal y esta vez no lo hizo. Solo era un hechizo de imitación.

La miré fijamente antes de comprender las implicaciones de lo que decía.

—¿Por qué? El paso está custodiado. ¿Quién pudo hechizarlo para hacer creer que está habitado por fantasmas? ¿El ejército? ¿La corte de Doromir para clausurar este camino?

—No lo sé —contestó ella—, pero tenemos que salir de aquí y estar alertas. De seguro no será el único hechizo de esa clase por aquí.

Nos pusimos en marcha de nuevo, tensos, no dejábamos de mirar a nuestros lados. Desde que Soriana se fue de Augsvert, yo me marchaba a menudo del reino para buscarla. Había recorrido gran parte del continente y conocido diferentes culturas. En cada una de las regiones a donde fui, casi siempre había algún lugar que involucraba fantasmas o leyendas de maldiciones que caerían en los profanadores de los sitios embrujados. La mayoría de las veces eran falsas, en contadas ocasiones si existían lugares con una alta carga de energía resentida proveniente de fantasmas violentos, o incluso draugres, que asolaban villas enteras, como fue el caso de Novgarg, al norte de Skógarfors, que hasta ese día permanecía desolado y según decían, embrujado. No era lo común, aunque me había topado con algunos de esos casos, nunca escuché de ningún sitio que estuviese hechizado para simular estar lleno de fantasmas.

No dejaba de parecerme muy extraño, porque Doromir no era un sitio donde abundaran los sorceres que pudieran realizar ese tipo de encantamientos. En el norte de Olhoinnalia la magia en humanos no era usual, incluso en la familia real estaba casi extinta, excepto por la rama de Gerald, que era la única con habilidades mágicas en toda la corte. Sin embargo, traficantes y morkenes sí había en la región, aunque desde que se promulgó la ley en el reino, operaban en secreto ¿Serían ellos los que conjuraron el hechizo para simular fantasmas? ¿Y con qué propósito? Si ese era el caso, ¿quería decir que el ejército de Doromir no se había percatado?

Continuamos por el camino pedregoso que, inexplicablemente, comenzó a cubrirse de una neblina espesa. Pronto no pude distinguir nada a mi alrededor. Encendí una luminaria de Lys que se elevó unos cuantos palmos, pero su luz azul no era suficiente, continuaba sin ver hacia donde me dirigía.

—¡Soriana, Keysa! —elevé la voz, quería ubicarlas pues no las sentía cerca —¿Dónde están? ¡No se alejen!

Nadie me contestó. El miedo comenzó a enfriar mi pecho y no porque temiera por mi vida, sino por no poder encontrarlas a ellas. De pronto, mis oídos captaron un zumbido metálico que se dirigía directo hacia mí. Me moví justo a tiempo para evitar la filosa hoja de una espada que pasó tan cerca de mi cabeza, que un mechón de cabello voló gracias a su corte.

Me puse en guardia con la espada en alto; embebida en mi poder espiritual, brillaba de color violeta. De nuevo dibujé las runas de Errolh para accionar a Reisa vel a distancia.

Sorprendentemente, la espada que me atacaba hacía lo mismo, se movía grácil, pero con gran violencia. Giraba y en su movimiento cortaba la espesa niebla dirigiéndose directo hacía su objetivo: yo. Mis sentidos se pusieron al máximo, la espada que me atacaba era muy rápida y en la espesura de la neblina se me hacía imposible verla. Por fortuna, Reisa vel lograba bloquear sus arremetidas. En aquel pasaje solo se escuchaba el "clank, clank" del enfrentamiento y el chisporroteo de la energía que generaban los choques de las hojas aceradas.

Volví a gritar llamando a Soriana y a Keysa, temiendo que mi oponente hubiera podido hacerles algo, pero como antes, no recibí respuesta.

La espada que me atacaba utilizaba movimientos semejantes a los míos, usaba el Tek brandr. También se manejaba desde la distancia con el mismo hechizo de Errolh, por lo tanto, concluí que era un sorcere augsveriano al que me enfrentaba. ¿Podía ser tal vez un morkenes, el mismo que mantenía hechizado el sitio? ¿O el fantasma violento de algún sorcere? En ese momento recordé al draugr de sombra que enfrentó Soriana cuando el ejército de Doromir me capturó, su técnica de espada era similar. ¿Sería posible que de nuevo fuera él?

Apreté los dientes y aumenté el poder de mi energía, haciendo más eficientes mis ataques. Los de la misteriosa espada también se incrementaron. Lo raro era que continuaba sin escuchar absolutamente nada, excepto el repiquetear del metal contra el metal.

Dibuje otra runa, Reisa vel la atravesó y se cubrió de resplandor azulado. Lamenté estar bajo un hechizo de camuflaje el cual disminuía mi poder, si no fuese por eso, tal vez ya habría acabado con mi adversario. Aun así, el hechizo fue lo suficientemente fuerte, mi arma, blandió la contraria y la esquivó dirigiéndose hacia adelante, al hechicero que la controlaba.

En un instante, un poderoso resplandor rojo iluminó el camino, la niebla delante de mí se separó en dos paredes, una a cada lado, despejando mi visión y entonces la vi, Soriana estaba a unos cuantos palmos de mí. De pie, sus dedos índice y medio de la diestra permanecían delante de su rostro, dominando la espada que me enfrentaba, la cual no era ninguna otra, sino Assa aldregui. De inmediato interrumpí mi hechizo, mi espada cayó al suelo antes de que pudiera herir a la hechicera.

—¡Soriana! —grité corriendo hacia ella.

Mi amiga me miró, sus labios se movieron, pero no podía escucharla. Entonces levantó su diestra y Assa aldreguí voló hacia ella. Bruma negra cubrió el cuerpo de Soriana, tal como sucedía cuando usaba magia oscura, cintas del poder de morkenes la rodearon y luego fueron absorbidas por la espada. Un retumbar se escuchó por todo el lugar al mismo tiempo que la espesa niebla se disolvía. Entonces los sonidos del bosque y el mar regresaron.

—¿Estás bien? —me preguntó ella mientras sus ojos pasaban del negro a su gris claro habitual —No podía escucharte, ni verte. De pronto una espada me atacó, no reconocí a Reisa vel. Lo siento mucho Aren.

—No te preocupes. Me sucedió igual, la niebla no me permitió distinguir tu espada. Parece que tienes razón y realmente este lugar está hechizado.

—Así es, pero por magia oscura ¿Dónde está Keysa? Supuse que estaría contigo.

Negué mirando a mi alrededor, tratando en vano de encontrar a la joven hada.

—¡Keysa! —comenzó a gritar Soriana— ¡Tenemos que encontrarla, Aren! —suplicó mirándome a los ojos. Su actitud serena se quebró en un instante—. ¡Este sitio está lleno de magia negra!

Ambos nos pusimos en marcha sin dejar de explorar un solo recoveco del lugar. No había mucho en donde alguien pudiera esconderse, la vegetación era escasa, sin embargo, pronto comenzamos a vislumbrar una casucha casi derrumbada, parecía algún sitio de paso, quizás en algún tiempo anterior habría sido una posada o alguna tienda de víveres.

Soriana giró hacia mí, su mirada significativa me decía que quería entrar a explorar. Asentí y tomé la delantera.

La puerta de la casucha de madera estaba cerrada, cuando intenté abrirla no pude hacerlo, así que dibujé las runas de Aohr, un sencillo hechizo con capacidad explosiva. Con mis dedos lo deslicé hacia la puerta y para mi gran sorpresa, nada ocurrió. Volteé a ver a Soriana quien mantenía su ceño fruncido.

Intenté otro hechizo algo más poderoso con igual resultado, la puerta continuaba inamovible, probablemente también estaba revestida de ethel. Soriana me adelantó unos pasos, comenzaba a encender su poder, me alarmé al ver la energía negruzca brotar de ella, le tomé la mano y negué con la cabeza indicándole que no deseaba que usara magia oscura para tratar de abrir la puerta.

En mis muchas salidas fuera de Augsvert aprendí algunas cosas de comunes. En una ocasión me hice amigo de unos muchachos con aficiones no muy bien vistas. Me enseñaron un truco útil para abrir cerraduras imposibles como esta. Decidido, me acerqué a la puerta, detrás de mí sentía la mirada expectante de ella. Tomé mi espada y con el pomo de metal comencé a darle pequeños golpecitos a los goznes que sostenían la puerta. Poco a poco cedió hasta que finalmente los clavos que mantenían las bisagras en su lugar salieron.

Me giré indicándole a Soriana que la puerta ya estaba abierta. Ella me miró sorprendida, lo cual me llenó de satisfacción.

Ambos entramos. Dentro el aspecto de la casucha no era mejor que afuera. Tenía pocos muebles: sillas y algunas mesas pequeñas. Cuando quise encender una luminaria de Lys, Soriana me detuvo y negó con la cabeza. Ambos encendimos una pequeña llama en nuestras manos, al parecer el ethel solo estaba en la entrada. Me acerqué a una de las mesas y al pasar la mano por su superficie noté una muy ligera capa de polvo, las sillas tampoco estaban del todo limpias. En el centro de la habitación había otra mesa un poco más grande, con algunas sillas a su alrededor. Soriana se acercó a esa y me señaló los restos de alimentos en su superficie, los cuales empezaban a descomponerse. Yo asentí comprendiendo que en esa casucha vivían personas o al menos alguien había estado recientemente ahí.

Soriana, con paso sigiloso, continuó explorando la estancia, yo la seguía con mi espada desenvainada y el corazón latiéndome en la garganta. Ella señaló dos puertas pertenecientes a habitaciones adyacentes. Me adelanté y conteniendo el aliento, abrí la primera.

Tuve que retroceder cuando un olor nauseabundo me invadió. El aire enrarecido de inmediato se esparció por todo el lugar. Soriana, detrás de mí, contuvo una arcada. Cuando me repuse del mal olor y todavía conteniendo las náuseas, entré en la habitación. Dentro había otra mesa, una larga cuya superficie estaba manchada con sangre, en algunos sitios seca y en otros,  más fresca; debajo de la mesa había un gran charco también.

Soriana me adelantó tambaleándose. Un resplandor azulado provenía de ella, al fijarme mejor vi que se trataba de Assa aldregui, la espada era quien emitía la luz parpadeante. Gracias a ella pudimos ver con mayor nitidez los restos que se esparcían en el suelo. Además de sangre, había cabello, algunos mechones de pelo blanco. Me agaché y al tomarlo en mis manos pude notar que era grueso, no era humano. También había trozos de un material duro, como cuernos y algunas plumas de un blanco inmaculado. Apoyado en una pared, estaba un librero. En los tramos de madera reposaban algunos frascos con sustancias viscosas en su interior.

Quería ver mejor lo que allí había. De todas formas, si alguien se encontraba en esa casucha ya el resplandor de Assa aldregui lo habría alertado, así que cambié la llama por una luminaria azul, su mayor intensidad permitía evaluar mejor qué era exactamente el contenido de esos frascos. Ahogué un grito al ver ojos y otros órganos flotando en el interior de algunos, en otros había manos y en un recipiente más grande flotaba un gran trozo de algo con forma humanoide, parecía un feto. Al lado del estante, en la pared, se encontraban herramientas: ganchos, cuchillos, cadenas, sogas, todas con restos de sangre y otros fluidos, ya secos. No pude aguantar más, me giré a un rincón y vacié mi estómago, aquella era una sala para experimentar con criaturas mágicas.

Cuando me repuse vi a Soriana agachada en un rincón. Me limpié los labios con un pañuelo que guardaba en uno de los bolsillos de mi chaqueta, temblando caminé hasta ella. Lo que miraba era una jaula. No estaba hecha de hierro sino de un tejido vegetal. Cuando la toqué, sentí mis fuerzas drenar, entonces lo comprendí, era ethel.

Varios seres dentro de la jaula, algunos de un palmo de altura, otros más pequeños, permanecían tumbados; por su color grisáceo supe que estaban muertos.

Soriana se giró hacia mí con el rostro desencajado por la angustia. Su mano aferró mi brazo con fuerza.

—¡Keysa, tenemos que encontrar a Keysa! —susurró.

Asentí sintiendo dentro de mí el mismo miedo que veía en sus ojos.

Nos levantamos y cuando estábamos por salir de aquel espeluznante cuarto de tortura, Soriana se agachó y recogió algo del suelo, cuando me lo mostró vi que se trataba de un broche. Tenía grabado el emblema de la liga de Heirr: una espada dorada. Ella me miró sin expresión mientras yo fruncía el ceño. ¿Qué significaba aquello? Tal vez la liga de cazadores de morkenes sabía de la existencia del sitio y lo allanó recientemente, eso explicaría porqué no había nadie allí.

Assa aldregui vibró y brilló con más fuerza cuando entramos en la habitación contigua. Cauto, abrí la puerta con una mano mientras la otra sostenía fuertemente la empuñadura de mi espada. Dentro estaba igual de oscuro que la habitación anterior. Soriana arrojó una luminaria de Lys al interior de la pieza, la luz roja le dio una apariencia sangrienta y todavía más espeluznante al cuarto.

Pero dentro no había mucho mobiliario. Un jergón manchado de suciedad en un rincón, allí también había sogas de ethel. De pronto, un grito desgarrador llenó el lugar. A mi lado, Soriana desenvainó su espada, la cual no dejaba de brillar. En el jergón sucio se materializó una sombra pálida y plateada, casi transparente, de ella provenían los gritos. La sombra permanecía tumbada en el jergón, se movía como si quisiera zafarse de algo. Las formas curvilíneas dejaban en claro que era femenina, la expresión de su rostro mostraba el profundo sufrimiento que padecía hasta que, después de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, los movimientos cesaron. El fantasma quedó inmóvil y poco a poco desapareció.

Luego de eso, decenas de sombras plateadas se materializaron de todas partes y envolvieron a Soriana.

La hechicera cerró los ojos, temblaba. Assa aldregui en su mano, no dejaba de parpadear y moverse como si quisiera librarse de su agarre. Me angustié por lo que veía, los fantasmas la rodeaban, la atravesaban una y otra vez mientras los ojos de ella permanecían cerrados con sus globos oculares moviéndose rápidamente. No sabía qué hacer.

Entonces dibujé la runa del hechizo para repeler fantasmas: Drauk. La energía fantasmal se disolvió a nuestro alrededor y la habitación de nuevo quedó en silencio, libre de sus murmullos aterradores e iluminada solo por la luz rojiza de la luminaria de Soriana.

Tomé a la hechicera en mis brazos. Estaba fría, temblaba.

—¡Sálgamos de aquí! ¡No puedo estar más aquí!

Asentí. Sosteniéndola en mis brazos, salí con ella de esa casucha cargada de malignidad.

Una vez afuera agradecí el aire frío y salitroso. Aún tenía la sensación pegajosa de los fantasmas y adherido a mi piel, el olor nauseabundo a sangre y muerte.

Soriana no dejaba de temblar, pero a pesar de eso se soltó de mi agarre, se volteó y dibujó las runas de Aohr. Assa aldreguí la atravesó y volando se dirigió a la choza, un instante después esta estallaba en llamas. La sorcerina se desplomó, cayó de rodillas con las manos cubriendo su rostro. La abracé de nuevo, arrodillándome también a su lado.

—¿Qué pasó? ¿Qué te hicieron esos fantasmas? —le pregunté mientras la sostenía.

—Eran criaturas mágicas, Aren —sollozó ella—, las almas de todos los que fueron torturados en esa casa por morkenes. Les pregunté por Keysa, no sabían de ella, nunca la han visto.

Volví a abrazarla mientras veía como se consumía la casa. Rogué a Lys que las almas de todos esos seres hallaran el camino al Geirgs, que no quedaran vagando en este mundo, atadas al resentimiento de lo que padecieron. Lo que me traía consuelo era saber que probablemente los hechiceros oscuros que operaban en esa casa habían sido descubiertos y apresados por la liga de Heirr. 

***Finalmente hemos entrado al paso fantasma de Geirgs. 

¿Qué les ha parecido el capítulo? 

¿Tienen alguna teoría de lo que en realidad allí ocurre?

¿Qué creen que pasó con Keysa?

Nos acercamos al final de este primer libro. 


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