Capítulo V: Bräel (I/III)

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Mediados de la quinta lunación del año 304 de la Era de Lys. Skógarari.

I

Soriana

El sol me deslumbró cuando salimos afuera, tuve que entrecerrar los ojos para poder acostumbrarme a la claridad. De día el bosque era mucho más bonito de lo que me pareció en la noche, pero seguía siendo, inusualmente, silencioso. Ni siquiera se escuchaba el trinar de las aves.

Aren caminaba a mi lado. Me hacía la indiferente, pero notaba cómo cada cierto tiempo me miraba de soslayo, tal vez esperaba que en cualquier momento me desmayara o me transformara en un monstruo. No estaba muy segura si él sentía por mí, temor o conmiseración, quizás las dos. Suspiré apartando esos pensamientos de mi cabeza, yo era lo que era y tenía que dejar de lamentarme por ello, era hora de mirar hacia el futuro y dejar ir el pasado.

A escasos pasos nuestros caminaba Nayla, taciturna y poco dada a compartir sus pensamientos. No confiaba del todo en ella y menos luego de lo que encontré entre sus prendas en la cueva. De corazón esperaba que no fuera una trampa, iba a odiar tener que deshacerme de ella.

La caminata se prolongó algo más de un cuarto de vela de Ormondú. Cuando el sol comenzaba a descender, Nayla se dio vuelta hacia nosotros:

—Estamos cerca.

—¿A cuánto tiempo? —Avancé hasta colocarme a su lado.

—Tal vez una sexta —contestó ella volviendo la vista al frente.

Aren me agarró del antebrazo y se acercó a mi oído. Su aliento me hizo cosquillas, un estremecimiento me recorrió cuando él susurró:

—Pienso que lo mejor será aguardar hasta la noche para descender al cañón.

Me aparté. Nerviosa por su repentina cercanía, asentí. Estaba de acuerdo, aunque deseaba explorar antes el terreno al cual nos enfrentaríamos. Nayla ya conocía el sitio, pero nosotros no, así que decidimos aproximarnos y echar un vistazo.

El bosque no había variado su paisaje y la vegetación continuaba estando compuesta por altos abedules de frondosas ramas. Aren y yo nos acercamos manteniéndonos alerta, prestando atención al terreno dado lo que nos advirtió Nayla, pues de manera abrupta el suelo se veía interrumpido por una gran abertura que conformaba el inicio del cañón. Un caminante distraído, sin conocimiento de la disrupción en la tierra, caería por el precipicio sin más.

Mi amigo y yo nos tendimos en la orilla y miramos hacia abajo. Había un camino estrecho que descendía hasta el fondo del precipicio. No había guardias, lo cual era un verdadero alivio. Más abajo si pudimos notar movimiento de personas, probablemente los hechiceros oscuros que resguardaban el sitio.

Aren y yo permanecimos vigilando un buen rato en el que pudimos observar cinco vigías en total, que montaban guardia alrededor de un lugar específico: una cabaña enteramente de madera, ni muy grande ni muy chica. Desde donde estábamos no era posible distinguir si las ventanas estaban abiertas o si adentro había más personas.

Volvimos con Nayla a esperar el anochecer para descender el cañón.

Cuando la oscuridad de la noche tornó el bosque en sombras, nos pusimos en marcha. Observar el resplandor que emanaba de Nayla me llevó a recordar a Keysa y la angustia me azotó, inclemente. ¿Y si no teníamos éxito? ¿Y si ella ya no se encontraba allí? ¿O si estaba...? Sacudí la cabeza como si así pudiera deshacerme de los pensamientos negativos. Más que nunca debía confiar. Me acerqué a Nayla y la cubrí con mi capa, de esa forma su luminosidad no nos delataría.

Antes de que hubiéramos avanzado mucho, Aren volvió a sujetarme del brazo.

—Soriana.

—¿Qué sucede? —pregunté volviendo ligeramente el rostro hacia él. A pesar de la oscuridad podía ver el brillo de sus ojos verdes mirándome, aprehensivo. Bajé los ojos a sus labios, húmedos y entreabiertos.

—Por favor, no te arriesgues, ¿sí? E intenta no usar magia oscura.

Parpadeé y fijé mis ojos en los suyos.

—Aren, no puedo prometerte eso, lo sabes. Haré todo lo necesario por traer a Keysa de vuelta.

—Keysa no querría que arriesgaras tu vida.

Su mirada suplicaba, podía notar el miedo que sentía. Él me temía. Hubiera dado hasta lo que no tengo por tornar esa mirada de temor en otra confiada y apacible, como aquella que me obsequiaba en nuestra juventud. ¿Me había convertido en alguien terrible a sus ojos? Me dolió pensar que así era.

—De acuerdo —concedí—. Trataré de manejar esto sin magia oscura.

—¡Apresuraos! —nos apremió Nayla a varios pies delante de nosotros—. ¡No es el momento para ese tipo de charlas! Jamás entenderé por qué los humanos dedican tanto tiempo a seducirse. —Ella se volteó y continuó caminando. A pesar de la distancia podía escucharla rezongar—: Si quieren aparearse, podrían esperar.

Casi me ahogo cuando dijo la última frase, sentí cómo se calentaban mis mejillas. Miré de soslayo a Aren, por fortuna él no dijo nada. Si la había escuchado, no lo dio a entender.

Continuamos el descenso, ya abajo pudimos ver mejor. Cinco hombres en total se sentaban en distintos sitios alrededor de la casa de madera. Los tres nos separamos para encargarnos de los guardias.

No esperaban ataque alguno, el vigía que escogí dormía sobre una roca, a unos pies de distancia de la casa. Resoplé casi enojada por la negligencia del hombre; por otro lado, dejarlo fuera de combate iba a ser muy fácil. Con el pomo de Assa aldregui le asesté un fuerte golpe en la cabeza, me apresuré a sostenerlo para que no hiciera ruido al caer cuando se desmayó. Dibujé la runa de erghion y lo dejé atado.

La luna, enorme, resplandecía en el cielo y proporcionaba algo de luz al paraje, bastante desértico allí abajo. Avancé, manteniendo el sigilo, alrededor de la casa, siempre empuñando con fuerza la espada. Una fuerte energía oscura provenía del interior de ella, tan poderosa que Assa aldreguí la sentí vibrar en mi mano, su hoja comenzó a destellar. Recordé aquella casucha en el paso de Geirgs, la energía que transmitía era exactamente la misma, pero amplificada.

Me acerqué hasta una de las ventanas entreabierta. Adentro, la oscuridad era total, no distinguía nada, tampoco se escuchaba ningún sonido. A menos que existiera una habitación subterránea, allí no podían estar las hadas raptadas.

Me alejé de la casucha, decepcionada. ¿Y si era una trampa de Nayla? A fin de cuentas hubo cosas de su historia que tergiversó, ella no era del todo sincera. Decidida, me alejé de la cabaña para buscar a Aren y decirle que no confiaba en el hada, cuando un dolor agudo, similar a miles de alfileres clavándose en mis ojos, me hizo estremecer. Los oídos empezaron a zumbarme, Assa aldregui se agitaba en mi mano como si deseara salir volando lejos de mí.

Apreté los dientes y giré a ambos lados. A la derecha de la cabaña había un árbol de proporciones extraordinarias, tenía el enorme tronco negro y multitud de venas lo recorrían. Era hacia allá a donde la espada se sentía atraída.

Caminé temblorosa debido al malestar, apoyé mi mano en el tronco rugoso y el dolor se intensificó de tal forma que caí de rodillas. Infinidad de gritos penetraron mi mente, visiones de sangre, de cuerpos mutilados y torturados me cortaron la respiración. Dejé caer la espada y me sostuve la cabeza con ambas manos, mientras las lágrimas salían en tropel. Quería que pararan los gritos, las imágenes y el dolor. Jamás en toda mi vida había sentido algo semejante, había demasiada energía de muertos allí, Assa aldregui y yo reaccionábamos a ella.

Creí que no podría soportar más, que me desmayaría, entonces el dolor amainó; sin embargo, me dejó con la respiración entrecortada, me faltaba el aliento. Poco a poco las formas y los colores de cuanto me rodeaba, regresaron. Delante tenía una visión que no lograba entender: Assa aldregui se hallaba incrustada en el tronco, refulgía como si toda ella se hubiese convertido en un rayo capaz de absorber las densas sombras que brotaban del árbol. Tardé un tiempo en darme cuenta de que se había formado una abertura en el tronco, justo debajo de donde la espada se había clavado.

Aun la cabeza me latía y en los oídos me quedaba un tenue pitido, pero no lo pensé mucho, me levanté, tomé la espada y atravesé la abertura al momento que escuchaba el grito lejano de Aren que trataba de impedir que cruzara.

Me sentía extraña, como si la que caminaba a través de esa oscuridad no fuera yo, sino alguien ajeno. No sentía miedo o ansiedad, nada, ni siquiera curiosidad, todo eso había quedado del otro lado del tronco. A la yo que observaba no le importaba lo que pudiera suceder con aquella que caminaba.

Iba a ciegas en medio de la negrura fantasmal. Ahí donde estaba no había tampoco frío o calor, no soplaba el viento y no se percibía ningún olor, pero sí podía escuchar el acompasado latido en mi pecho y sentir el peso de la espada en mi mano, como si solo esas dos cosas fuesen reales en aquel paraje onírico y espectral.

Continué avanzando, ¿quién podía saber por cuánto tiempo anduve?, ¿a dónde iba?, o ¿cuándo podría regresar? Pero conocer esas respuestas no me inquietaba en absoluto, yo estaba en el lugar que debía.

En un instante todo cambió. Assa aldregui volvió a brillar de una manera tan intensa que asemejaba un sol en pleno medio día. Su luz me cegó y luego, poco a poco, la claridad a mi alrededor fue tolerable y pude distinguir formas y colores, estos últimos alterados por la luz que parecía ser parte de cada objeto en ese sitio, resplandeciente en plata, en ópalos de fuego y brillante obsidiana. Porque en medio de la claridad había algo negro.

Me acerqué y entrecerré los ojos para enfocar mejor. Adelante, ante una mesa de brillante heindrsand se sentaba una persona. Al mirarla tuve la extraña impresión de que ya la conocía. Su atuendo negro de orillos rematados por hilos dorados, evocaba épocas antiguas. Era ligero, con mangas amplias y cuello alto que ocultaba la piel morena, lustrosa y perfecta.

La persona que se inclinaba sobre la mesa leía. Algunos mechones de su pelo, que alternaban entre blancos y negros, se deslizaban hacia adelante y le ocultaban parcialmente el rostro.

Entonces levantó la cabeza y me miró. Su rostro era andrógino, joven y atractivo: los ojos cristalinos, las facciones delicadas. En el momento en el que los ojos de cristal se fijaron en mí, en ese instante yo recobré la consciencia de quien era. La angustia me invadió; recorrió mi cuerpo. A través de cada vena se extendió hasta colmarme por completo. Veía a esa persona, los ojos iguales a los míos.

Solo una vez contemplé iris similares y ella ya no existía, yo le había cegado la vida.

La persona me observaba con ansiedad. Su mirada esperaba algo, anhelaba algo de mí. Los labios delgados se movieron. A pesar de que hablaba en lísico antiguo, no podía entender lo que decía. Tampoco podía definir si la persona frente a mí era un hombre o una mujer. Los rasgos parecían femeninos; sin embargo, la manzana de Adán se movía cada vez que ella hablaba.

Se levantó y se me acercó, colocó las manos morenas en los costados de mi rostro, estaba tan cerca que me vi reflejada en los ojos de agua clara. Continuaba diciendo cosas ininteligibles a pesar de que yo conocía el idioma. Luego me soltó. Agitada, se giró y me dio la espalda. El cabello bicolor tembló por la fuerza del movimiento. Cuando se volteó de nuevo, un "clank" me hizo bajar la mirada hasta su cinto, donde llevaba atada una espada con la empuñadura hecha de hueso. Lapislázulis y ópalos cristalinos brillaban en ella. La sensación de que un secreto se desvelaba me cundió, pero así como llegó, así se fue. De improviso lo perdí.

Parpadeé con el dolor martillando en la sien, yacía tendida en el suelo cubierto de raíces y tierra. Tenía náuseas. Inspiré profundo para calmar el deseo de vomitar y aspiré el olor de la tierra mojada. Más adelante se escuchaban lamentos, sollozos y susurros.

Me puse de pie y al hacerlo me di cuenta de que aferraba fuertemente el pomo de mi espada. Encendí una luminaria de Lys que alumbró mi alrededor con un resplandor rojizo. Estaba en una caverna no muy grande, tal vez tendría dos varas de diámetro, las paredes estaban hechas de algo orgánico, cubierto de musgos y ramas. Al mirar mejor comprendí que me hallaba dentro del árbol.

¿Qué fue todo lo anterior? ¿La extraña persona que tenía en su cinto una espada igual a Assa aldregui y que parecía angustiada porque entendiera lo que intentaba decirme? ¿Un sueño? ¿Una alucinación producto de los miasmas fantasmales que rezumaba ese árbol y que me partía en dos la cabeza debido al dolor?

No había tiempo de averiguarlo. Decidí seguir las voces y los lamentos.

La luminaria flotaba delante de mí, arrojando mi sombra rojiza en las paredes hechas de madera, de hojas y de musgo. Los lamentos se hacían más cercanos, hasta que llegué a un sitio en el cual se abría un agujero en el suelo, del interior del orificio provenían las voces y también la energía oscura que me hacía doler la cabeza.

Temblé por lo que podría encontrar allí dentro.

Me arrodillé en la orilla, y dirigí al interior, la luminaria.

La esfera brilló y ante mis ojos aparecieron decenas de cabezas cubiertas de pelo sucio. Muchos ojos aterrados me enfocaron. Todos aquellos seres cuando fueron conscientes de mi presencia parecieron encogerse, pegarse unos a otros con miedo.

—No tengáis miedo —dije con voz temblorosa—. Voy a sacaros de ahí.

Pero las criaturas comenzaron a chillar desesperadas en el instante en el que encendí mi savje.

—¡No, por favor! ¡No os haré daño!

Dibujé la runa de berkanh y la dirigí a uno de aquellos infelices. El hada levitó y salió del agujero para posarse a mi lado. Me miró con ojos enloquecidos y se arrojó sobre mí. Me mordió, me arañó. Tuve que sobreponerme a la sorpresa para quitármela de encima, lo cual no fue difícil, pues el hada parecía un esqueleto cubierto de piel y cabello de tan enflaquecida y débil que se hallaba. Sentí pena cuando cayó al suelo y tornó a llorar. Con voz lastimera me suplicó:

—¡No me hagáis daño!

—No voy a dañaros, deseo liberaros. —Entonces dirigí mi atención, otra vez al interior del agujero—. ¡Keysa! ¡Keysa estás ahí!

Aguardé escuchar su voz, pero cuanto oía eran sollozos. Volví a llamarla, entonces la esperanza infundió calor a mi espíritu.

—¡Soriana!, ¡¿eres tú?!

—¡Keysa, Keysa! —grité abrumada por lágrimas de felicidad—. ¡He venido, cariño! ¡Ya estoy aquí!

Pude ver cómo las cabezas abajo se movían y entonces los cabellos dorados de mi adorada Keysa aparecieron ante mí. Sus ojos lucían más grandes debido a su rostro demacrado. Las manos me temblaron cuando dibujé la runa que la hizo levitar y la posó luego junto a mí. No podía creerlo, lo había conseguido, tenía a Keysa a mi lado, viva.

—¡Soriana! —Ella se arrojó a mis brazos, la sentí estremecerse mientras liberaba su llanto—. ¡Pensé que nunca volvería a verte, que moriría aquí!

La estreché con fuerza y pude sentir su cuerpo tan delgado, tan frágil. Besé su cabecita, separé su rostro de mi hombro y por primera vez en mi vida, le besé las mejillas.

—¡Jamás lo habría permitido!, ¡¿me escuchas?! ¡Jamás! Ahora todo va a estar bien, saldremos juntas de aquí.

Ella asintió sin dejar de llorar. Le quité el collar de ethel que rodeaba su cuello y empecé a subir a todas las criaturas que estaba dentro del agujero.

Cada una exhibía grados alarmantes de delgadez, tal parecía que hacía mucho no comían. Sus labios estaban cuarteados, las ropas desgarradas y sucias. Con pesar, luego de subir a la última, vi que abajo quedaban algunos cuerpos tendidos en el suelo, de los cuales emergia aquella energia fantasmal.

En total logré rescatar una veintena de hadas. Keysa me ayudó a quitarles las ataduras de ethel y juntas emprendimos el camino de regreso.

*** ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Sería un sueño de Soriana o una alucinación la aparición del extraño personaje con el cabello bicolor?

Les dejo abajo algunas palabras del glosario y luego una canción que, aunque no va con el tono de la novela, la letra me recuerda mucho a lo que he querido transmitir. Voy a hacerle una play list, así que si tienen alguna sugerencia, alguna canción que les recuerde a alguno de los personajes, acepto sugerencias. Nos leemos pronto.

*** Assa aldregui: Sin retorno. Espada con la capacidad captar y absorber la energía resentida de fantasmas y draugres. Se le llama sin retorno o mata fantasmas porque una vez absorbe la energía oscura, el fantasma ya no podrá reencarnar.

*** Bräel: Encadenado. Pueden ser sorceres, comunes, fantasmas o draugres que un hechicero oscuro, a través de un hechizo de magia negra, vincula a sí mismo, esclavizándolo.

***Heidrsand: Heidr: claro, limpio, despejado. Sand: arena. Sería como arena limpia o arena clara. Es un tipo de material que se obtiene de las canteras en la costa de Augsvert. Es un material muy resistente para la construcción. Al mezclarlo con agua se obtiene una pasta que cuando se seca da una lámina de color claro arena, blanco o marfil de acabado pulido. Con él están construidos los palacios de Augsvert y las casas de las más ricas familias de sorceres.

***Reisa vel: Construir el bien. La espada está elaborada en acero bramasquino y fue construida en Holmgard. Es un arma de gran agilidad y resistencia.


https://youtu.be/Ly0wPFIDags

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