10. Me ofrezco a ti

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Observó su espalda desde lejos. Sus hombros caídos, la cabeza gacha oculta por una maraña rojiza; el temblor evidente de su cuerpo. No lloraba: no notaba la salina humedad en el aire, ni la runa le transmitía tal cosa, pero estaba sufriendo. Y eso significaba que él también sufría. James, que había tenido que correr hacia la cafetería del hospital, se apresuró en volver junto a ella.

Posó una mano en la parte baja de su espalda y agitó la que sostenía la lata de refresco. Nina lo miró al fin. Dio la espalda a la ventana contra la que se había estado ocultando y se apoyó en el marco, después se apresuró en tomar la lata que le ofrecía.

—La próxima vez haremos que el doctor Harrison vaya a casa, no te preocupes —le prometió.

Nadie había tenido en cuenta a las extrañas sombras que solo ella podía ver cuando se dirigieron al hospital. Un hospital lleno de muerte y desesperanza era un cúmulo de ellas. Cuando empezó a toser a mitad del camino en el ascensor y ponerse pálida ya era demasiado tarde.

Se situó a su lado y le pasó un brazo por los hombros, tal y como había estado haciendo desde ese momento. Nina había dicho que de alguna forma él parecía actuar como una barrera contra las sombras. Y no tenía problemas con ser su escudo. Aunque los últimos acontecimientos dejaban claro que era un escudo horrible.

—¿Hay algo mal con ellos y no nos lo quiso decir? Llevan ahí un rato —murmuró ella tras dar unos tragos.

James miró a la puerta que tenían al lado y la que ella contemplaba con fijeza. Unos minutos atrás el doctor Harrison había confirmado lo que ya sabían: que tendrían una camada, como la mayoría de los lobos. Habían ido a que les dijera de cuantos. Serían tres. A James le gustaba el número tres. Tres eran los poderes que componían el universo: Caos, Orden y Creación. El tres era un buen número.

—No creo que se trate de ellos. Serán temas de la manada. —Por desgracia, la consulta de Garrick estaba bien protegida contra oídos como los suyos—. Estás muy tranquila con todo esto.

—No es que esté tranquila... Es decir, no me hace feliz ser un almacén de bebés con patas. —Arrugó la nariz—. Podríais ser normales y tener un hijo cada pocos años en lugar de varios a la vez cada millón de años.

James se encogió de hombros. Estaba bien con ello, era su naturaleza.

—Es solo que el embarazo adolescente va bajando en la lista de prioridades —continuó Nina—. Casi parece no tener importancia cuando pienso en que quieren matarnos.

—Odio cuando hablas así —murmuró.

Pero ella tenía razón. El santuario se negaba a salir de su mente.

Los minutos en que permanecieron aplastados contra el suelo en medio del calor infernal que se gestaba en las alturas habían sido los más largos de su vida. En el momento en que aquel ser empezó a hablar, el mundo en tornó a ellos amenazó con deshacerse.

James recordaba el mareo, el dolor punzante, la absoluta pérdida de control sobre su propio cuerpo cuando sus rodillas amenazaron con ceder, y el miedo al ver a su compañera sola e indefensa frente al desconocido.

La advertencia de Nina casi había llegado demasiado tarde. Su grito había quebrado durante un instante el peso invisible... entonces se echaron al suelo. La guadaña de piedra había pasado tan cerca de sus cuerpos, arrastrando una estela de llamas que les chamuscó el pelo y la ropa, que pensó que se llevaría también su alma. Tuvo que darse tres duchas para que el olor desapareciera. Eso después de ayudarla a ella.

Se había desmayado mucho antes de que aquella nube de fuego se desvaneciera, devolviendo la oscuridad al cielo nocturno e invernal. Había tomado todo de él no entrar en pánico mientras llevaba su cuerpo laxo de vuelta a la casa. Aun así, cuando despertó un par de horas después, fue como si cada gramo de fuerza le hubiera abandonado el cuerpo. Sus párpados resistieron abiertos apenas lo suficiente para preguntar si todos estaban bien y comer.

Por eso habían retrasado el viaje a Greenstone un día más, aunque eso había ocasionado que se cruzaran con dos dhemvyre que estaban de paso por la ciudad, y a los que Gary había tenido que espantar usando su esencia de Alpha.

Nina solo había palidecido más al verlos, para terminar de ser rematada cuando a la hora de pagar se encontró con que todas sus tarjetas habían sido canceladas. James no iba a entender a Roland Sparks en lo que le quedaba de eternidad.

—Anímate. No se supone que hoy trate de muerte. Nuestros hijos están bien y hoy vas a convertirte en reina.

—Oh, por supuesto que no. No es momento.

—Oh, por supuesto que sí —espetó Karen, que justo había abierto la puerta. Tras ella, Garrick y su marido seguían cuchicheando en voz baja—. Vamos a salir de aquí y vamos a tener una tarde de chicas. Entonces volveremos a casa y te enseñaré ese precioso vestido que hice para ti.

James desconectó cuando ambas empezaron a pelearse. No le hacía feliz la idea de dejar a Nina fuera de su vista, pero no le pasaría nada estando con su madre, y si se atrevía a quejarse era lobo muerto. Nunca podría ganar una batalla contra Kare'nel Aryon.

—Aquí tienes. —Garrick le entregó una bolsa llena de pequeños tarros—. Asegúrate de que tome las vitaminas a la misma hora. Y sobre todo el ácido fólico. Su cuerpo necesita toda la ayuda posible.

—Puedo recordarlo por mi misma —protestó Nina, interrumpiendo la retahíla de Karen para mirar al illarghir de sonrisa encantadora.

Los ojos verdes del hombre la contemplaron con la misma alegría de siempre.

—Mi dulce flunmigger, creo que te conozco mejor que tú misma. A la misma hora —añadió Garrick mirando a James antes de despedirse y regresar dentro.

—Esto me ofende en muchas formas —murmuró la chica; se levantó para dirigirse al ascensor sin despegarse de James, indignándose más cuando los Aryon en conjunto se rieron de ella. Su humor decayó cuando las puertas metálicas se abrieron y vio un rostro familiar.

Era Hanna Jefferson. Una chica rubia de ojos dulces como la miel. Corriente en todos los aspectos... Hasta que unos meses atrás se convirtió en el centro de los cotilleos al quedarse embarazada de uno de los chicos problemáticos del instituto.

Nina se apretujó contra James, desviando la mirada de sus ojos sorprendidos. Había estado pensando mucho en esa chica durante los últimos días, porque temía convertirse en ella. Una sombra triste que vagaba por el instituto con la esperanza de que nadie se fijara en ella o en su vientre.

—No es lo mismo, ya lo sabes —murmuró James cuando entraron y Hanna, que venía sola, salió. Ella siguió mirándolos hasta que las puertas se cerraron.

—No. Yo tengo la estupidez lobuna de mi parte —replicó con voz plana. Era cierto. Allí estaría él para su familia. Hanna no tenía esa suerte—. Hablará en el instituto. Esto va a ser un infierno.

—Nos iremos a Nueva York mañana. Y también irás a Azzhack en algún momento —señaló Gary. Apoyado en la pared del fondo, el Alpha parecía estar en otra parte, pero en aquel momento clavó los ojos plateados en los más jóvenes—. No os echéis más problemas encima. Disfrutad del tiempo que queda para no lamentarlo después.

—Ojalá no le hubieras dicho eso —se quejó James a su padre cuando las dos mujeres se despidieron de ellos en el aparcamiento de hospital, llevándose su coche.

—Es la verdad —replicó Gary—. Anda, vendrás conmigo a Burlington, quiero ver si consigo un avión mayor para mañana.

James se adentró en lado del copiloto del coche de su padre, sumido en el mismo silencio que se había adueñado de Nina en el ascensor y con una pizca de ansiedad en el pecho.

Lo cierto fue que mientras el cielo se oscurecía más y más a lo largo de las horas tras regresar a casa, James se sintió cada vez menos tentado a ir. ¿Un baile de instituto con todo lo que estaba pasando? Nina tenía razón. No era el momento. Y, a su vez, no podía evitar sentir que estaba despidiéndose de algo.

Aun así, en cuanto llegaron y su madre le envió una fuerte advertencia mental acerca de lo que le ocurriría si asomaba el hocico en su habitación, se reafirmó en que era necesario. Que al menos debían intentar divertirse.

Así que esperó hasta el último momento mientras perdía el tiempo con sus hermanos; entonces subió hasta su propia habitación con la esperanza de conseguir el aspecto más presentable de sí mismo. Cuando regresó abajo, lo hizo con un ramillete de orquídeas negras en una mano; su broche de la misma flor ya estaba en su lugar, sin apenas destacar contra su traje oscuro.

A él le habría gustado usar las flores de idrien del santuario: eran sus favoritas, así como las de Nina. En Azzhack eran de lo más populares. Una lástima que sus pétalos luminiscentes llamaran tanto la atención.

—No pensarás ir con nosotros, ¿verdad? —le preguntó a su hermano en un determinado momento. Darren llevaba un buen tiempo acechando cerca de la escalera donde él se había sentado. Tenía la cámara en manos—. Va a enfadarse contigo. Y ya tiene pocas ganas de ir. Si me pide que rompa esa cosa, lo haré.

—Oh, no te preocupes. Le hablé de que puede ganar dinero si me deja sacarle fotos sin protestar y ahora está de mi parte. —Darren le dio una mirada malévola—. Puedo hacerle lo que quiera, Jamsie.

James ya tenía un insulto en la punta de la lengua, pero no llegó a pronunciarlo. Sus ojos se vieron atraídos hacia lo alto de las escaleras, hacia la chica que descendía. Se levantó y alisó su traje, con una sonrisa curvando sus labios.

—No te voy a felicitar porque no tienes que hacer mucho —le dijo a su madre, que se había parado frente a la vidriera que se alzaba tras el descansillo de las escaleras. Había una mirada petulante en los ojos azules—. Pero gracias, aunque lo hayas hecho por tu propia diversión. —Extendió una mano hacia su compañera—. ¿Te ha maltratado demasiado?

—Sí, pero no puedo quejarme.

—Claro que no puedes —resopló Karen—. Estás preciosa. Ahora fuera de aquí. Divertíos. Espera, ¿dónde están los demás? ¡Bajad aquí a ver mi obra maestra!

—Tiene razón. Estás preciosa —corroboró James, deslizando con suavidad el ramillete alrededor de su mano. Después hizo que se girara, ignorando el barullo a su alrededor. Recuperó la caja que había dejado sobre un escalón y sacó un collar de ella—. Y no me responsabilizo si te arruino el maquillaje.

—Si no vamos no tienes que preocuparte. —Llevó una mano al delicado collar de esmeraldas alrededor de su cuello, ignorando por completo el irritante sonido de la cámara—. Y con esto me llevo la corona de ostentación.

Riéndose, James hizo que se volteara una vez más para estampar un beso caliente en sus labios.

—Nils, hoy nos llevaremos todas las coronas. Eso te lo puedo asegurar.

Y tuvo razón. Horas después la chica se vio bailando con un hombre lobo de sonrisa engreída y una corona de plástico sobre el pelo, en un gimnasio maloliente atiborrado de estudiantes que los miraban boquiabiertos. Al fondo, el horrible grupo que habían contratado entonaba una canción lenta.

—Absurdo —murmuró, con las mejillas tan rojas como el resto de ella.

—Si quieres podemos volver a lo de antes. Esto resultó ser muy útil —respondió James. Rozó la piel del muslo que la abertura lateral del vestido exponía entre movimiento y movimiento—. Casi tanto como ese de ahí.

Sus ojos bajaron hasta el pronunciado escote superior. Sospechaba que su madre habría tenido que recurrir a sucias artimañas para convencerla de meterse en el entallado vestido. Cuando se lo había comentado en el coche, Nina murmuró algo acerca de planetas convirtiendo vestidos en carpas.

—No puedo. Tengo que... antes me pareció ver a Vince.

—¿Vas a decírselo hoy?

—Tengo que descubrir si me odia. Si lo hace le pediré a los illarghir que le borren la memoria. Si está dispuesto aun a escucharme, se lo diré. No puedo irme a Nueva York sin hablar con él. Se lo debo.

—¿Has traído el móvil nuevo? —Ella asintió—. Entonces podrás llamarme si os marcháis a otro lugar, iré a buscarte. Nada desolado, ¿vale? El tema es delicado, pero con todo lo que ha pasado...

James apretó los labios. Odiaba no poder confiar en los suyos. Nina sonrió con desgana.

—¿Y si dejamos de actuar durante unos segundos como dos adolescentes superados por la vida y disfrutamos de lo que queda de canción?

—Yo lo tengo todo controlado —replicó muy resuelto. Y ella se echó a reír.

Se mecieron de un lado a otro, con la facilidad de lo familiar, mezclándose con las parejas que se unían a ellos, olvidándose de lo demás por unos instantes. Hablaron sobre los lugares que querían visitar en la Gran Manzana y también sobre los amigos que vivían allí como si no tuvieran nada más de lo que preocuparse. James no tenía idea de cuantas canciones habían pasado para el momento en que los ojos femeninos empezaron a vagar más allá de él. La guió hasta el borde de la pista y dio un paso atrás para tomarla de la mano y llevarla junto a Chanel.

—Voy a por un poco de ponche para ambos —le dijo. Depositó un beso en su mejilla y se alejó con rapidez.

—Ni una palabra —espetó Nina a ambas chicas al ver su sonrisa lobuna: Avril no había tardado ni un segundo en deshacerse de su novio, alentándolo a ir con James, para reunirse con ellas.

Pateó uno de los globos que revoloteaba por el suelo lleno de serpentinas; después cruzó los brazos con fuerza.

—No quería decir que te lo dije, pero te lo dije. Y nos debes dinero —le recordó Avril.

—Estoy arruinada. Mi dignidad rota tendrá que ser suficiente. No puedo creer que me hayan votado. ¿Habéis visto a Vince?

—Está dando vueltas por ahí como si hubiera visto un fantasma. —Chanel agitó el contenido del vaso que sostenía sin mirarla—. Parece... bastante deprimido.

—Hablaré con él. Le contaré de este mundo... y de los otros —prometió Nina. Ellas estaban al corriente de todo—. Si me deja, claro.

—¿Tú qué? —Nina se estremeció de los pies a la cabeza al oír la voz de Sterling.

Se volteó a mirarlo. Volvía a ser como antes, sin rastro del resplandor que había intentado consumirlo, y el traje abrazaba su cuerpo musculo de una forma que habría apreciado si no le tuviera tanto miedo.

—Piérdete, idiota. No puedes acercarte a ella. No me hagas tumbarte de un puñetazo frente a toda esta gente —espetó Avril.

—Yo tengo la fuerza de una cazadora —le recordó Chanel al chico, cuando resopló hacia Avril. Lució aterradora hasta en el delicado vestido azul que llevaba—. Y ya que tanto te importan esas cosas, de un linaje superior al tuyo.

—¿No tienes suficiente con malograr sola a los Aryon que vas en busca de refuerzos? —le preguntó Sterling iracundo a Nina, decidiendo ignorar a las otras dos.

—No es asunto tuyo —respondió Nina en voz baja. Él chistó y dio un paso hacia ella. Los ojos azules chispearon cuando no pudo avanzar más por la orden que los Alphas le habían dado.

—Lo único que me consuela de todo esto es que si Meriv no mentía a ti te devorarán de todas formas —escupió él antes de irse de forma airada.

—¿Recordáis si le robé la piruleta o me negué a bajarme del columpio cuando éramos niños? No sé porque me odia tanto.

—Su familia es muy influenciable por esa clase de ideas. Un antepasado suyo hizo lo que no debía y durante un tiempo todos ellos vivieron exiliados y perseguidos por nuestro clan... y por tanto por todos los demás. Solo los aceptaron de vuelta porque entregaron al culpable —explicó Chanel, incluyendo a todas con un movimiento de cabeza. Se encogió de hombros—. Lo malo de vivir tanto es que tenemos mucho tiempo para aburrirnos y no olvidar. Harán lo que sea con tal de tener la aprobación de los demás. Y creo que él y sus hermanos son la primera generación en este mundo.

Chanel frunció el ceño al ver como Nina buscaba a Sterling con la mirada.

—No se te ocurra apiadarte de él, pelirroja. Es lo bastante mayor para saber que eso está mal.

—No lo hago. Al menos sé de donde sale esa ira. De todas formas, ahora que no puede acercarse a mí ya no me preocupa.

—Si yo te arrojara una piedra a la cabeza desde unos quinientos metros de distancia, te puedo asegurar que morirías igual —señaló Chanel. Nina dio un respingo, pero antes de que pudiera quejarse su amiga avistó algo más allá de ella y frunció el ceño—. Me voy a buscar a Sarah.

—¿Quién es Sarah? —preguntó Nina mientras veía la espalda de su amiga alejarse con rapidez.

—Su cita. Esa es. —Avril señaló a una chica menuda que sonrió a Chanel con adoración al verla acercarse.

—¿No estaba saliendo con...? ¿Cómo se llamaba este? ¿Eric?

—Evan —le corrigió—. Parece que le pidió salir en serio.

—Ah. —Nina hizo una mueca que contagió el rostro de su amiga mientras miraban a la tercera de ellas—. ¿Crees que lo superará algún día?

Como un reflejo de la otra, ocultaron la runa que decoraba sus cuellos con una mano. Chanel había tenido una mucho tiempo atrás, salvo que, a diferencia de la de ellas, la suya había sido una simple marca de posesión.

Hecha por alguien que se aprovechó de su juventud para engañarla y herirla.

—Lo superará si deja de huir de su compañero de vida —murmuró Avril, enfadada.

—De momento agradezcamos que no pueda pillar una enfermedad venérea. Solo podemos... —Nina se quedó en silencio, asombrada—. ¿Te he oído bien? ¿Si deja de huir?

—De él. —Señaló con la barbilla y cuando Nina se volteó, solo vio a su hermano caminando con vacilación hacia ellas—. Suerte con esa charla, cielo.

Le acarició el pelo rojizo y antes de que la chica pudiera preguntar nada, se alejó buscando a su novio, con la falda de su vestido amarillo siseando contra el suelo. Perpleja, Nina esperó que su hermano llegara hasta ella con la mente zumbando llena de conjeturas.

—¿Estás bien? —le preguntó, dejando las sospechas para después.

Vince la miró de arriba abajo con cautela. Aunque vestía un traje, su aspecto era descuidado, casi enfermizo.

—¿Te refieres a si estoy bien después de que me lanzaras por los aires?

—Sí. Yo... espero que solo haya sido el impacto. No te quemé, ¿verdad? —Se había desquiciado al ver la piel de Sterling ardiendo e imaginarlo en el mismo estado. Pero todos le habían asegurado que estaba bien.

—No, aunque olía a quemado. ¿Vas a contármelo? No me importa lo que sea. Por favor. Siento que voy a volverme loco.

Nina le tendió una mano y cuando él la aceptó, se acercó hasta enganchar aliviada un brazo con el de él.

—Felicidades por la corona, por cierto —le dijo con voz débil—. Y estás muy guapa.

Ella esbozó una sonrisa sin humor. ¿Qué importaba una corona de plástico cuando estaba a punto de arrojar a su hermano a un mundo lleno de dioses y monstruos?

—Vamos. No puedo hablar de esto aquí.  

James ignoró los susurros iracundos a su espalda: Avril, con su gran bocaza, se lo había buscado. Chanel les había hecho prometer a todos que no dirían nada. Si hasta él lo había respetado, ocultándolo a su compañera demasiado implicada en el asunto, ella no era nadie para decírselo.

Miró en cambio la pantalla de su móvil, parpadeante con un mensaje de su novia. Por la runa siempre sabía dónde estaba, y con los siglos ni siquiera las grandes distancias supondrían un problema (podría, como mínimo, señalar la dirección en la que se encontraba). De todas formas, agradeció que se molestara en decirle que irían a Maggie's.

—Bien pensado, Nils —murmuró. A esas horas y con aquel frío no habría mucha gente. Y como el local era de su familia podrían sentarse donde quisieran.

—No sé porqué se enfada tanto. Tarde o temprano iba a tener que enfrentarse a él —comentó Dean en voz baja, observando a su hermana pequeña arrinconar a su compañera sin aparentes ganas de intervenir—. Además, él me cae bien.

—Y a mí —admitió James, que de todas formas era poco objetivo. No podría odiar a alguien que siempre había cuidado de su compañera—. No creo que él vaya a alejarse de Nina por las buenas. Si va a estar alrededor de Nel, va a dejar de sentir simple atracción para darse cuenta del vínculo.

Asintieron a la vez. Los dos tenían una annyel. Eran conscientes de lo doloroso que resultaba resistirse a ella.

Ambos dieron un respingo cuando los ojos de Chanel, de un castaño dorado con chispas de verde alrededor de las pupilas, se clavaron en ellos. Dean se echó a reír. Él también compartía aquellos ojos, al igual que su gemelo y su padre. En ellos, sin embargo, solo había risas.

—Por Eelil. Que mal genio tiene. Me compadezco de ese chico.

—¿Estáis de coña?

—Y aquí se va mi buen humor —murmuró James. Se volteó con el rostro endurecido hacia Sterling. Lo miró con fijeza—. Tengo que admitir que hay que tener huevos no solo para venir al baile, sino para acercarte a mí o a ella.

Lo había visto antes, por supuesto, preparado para correr ante el más mínimo asomo de violencia, y con una pequeña parte de sí mismo deseándolo solo para tener una excusa.

—¿No las has oído? ¡La stryr va a hablarle de nosotros al otro stryr!

La bofetada de James fue tan veloz que, incluso de haber estado mirando, nadie que no fuera un lobo la habría visto u oído bajo aquella atronadora música. Sintió el hueso ceder bajo el peso de su mano, fracturado, y como su mejilla, ya sin rastro de resplandor, se hinchaba mientras la herida más grave se reparaba. Un pequeño hilo de sangre manchó sus labios.

—No eres tan estúpido. Deja de referirte a ella de esa forma. ¿Intentas provocarme? O a ella. —Señaló a Chanel, que pese a pasarse todo el tiempo renegando de su compañero soltó un gruñido de advertencia por el insulto—. A mí me han prohibido matarte antes del juicio, ella no tiene el mismo impedimento. Desde luego, no la voy a detener.

—Vincent es el compañero de Chanel. Tarde o temprano ella no va a tener fuerzas para alejarse de él. Estaba destinado a enterarse —intervino Dean—. Será mejor que te mantengas alejados de todos ellos, Lin. Al menos hasta que ese asunto se aclare. Está... demasiado reciente para que todos podamos actuar como de costumbre. La has cagado.

James arrugó el ceño. Incluso si el peor escenario ocurría —Sterling librándose—, él no se lo perdonaría en la vida.

—Lo hice por ti —le aseguró Sterling a James con los puños apretados. Su voz sonó extraña. Su mandíbula aun se estaba curando—. Estás enfadado porque la herí y por los mestizos, y ni siquiera así pudiste hacer nada. Cualquier otro habría matado. Ni siquiera es la primera vez que esto pasa, y en lugar de alentarte para que te superes no hace más que dejar que te hundas en la complacencia diciendo que no importa. Ella ha hecho de ti un cobarde cuando estás destinado a ser un gran guerrero. ¡Esto no es propio de un Aryon!

Sin poder evitarlo, James bajó la mirada, huyendo de aquella mirada azul que lo taladraba exigente, buscando algo. Siempre parecían estar buscando algo. Luego venía la desilusión.

Apretó los puños.

—Eso es asunto mío, no tuyo. Y ella no tiene nada que ver con esto. No soy nadie para que estés tan obsesionado conmigo. Vete de aquí, Sterling. No te acerques a mí, ni a mi compañera, ni a nadie que ella ame.

Pese a que su voz había sonado plana, contenida, la orden era evidente. Sterling se puso rígido y se alejó sin mediar palabra, con una mirada decepcionada en los ojos.

—Si fueras a ser el Alpha, tendría que temer a este tipo rondando mi puesto de beta —le dijo Dean a su amigo en tono ligero.

James no respondió a la broma. Les dio la espalda y volvió a acercarse a la mesa de bebidas, pero terminó pasando más allá de ella. De todas formas ya no tenía nada que hacer allí. Escapó con sigilo del gimnasio, esquivando a sus compañeros de clase, y salió al frío exterior, con su coche como objetivo pero sin la más mínima prisa de llegar hasta él.

—¿Y qué se supone que esperas de mí? No estaría mal saberlo —murmuró, con el rostro vuelto hacia la luna vigilante y cercada de nubes que lo seguía a través del cielo.

Había esperado soñar con ella después de lo ocurrido en el santuario, con la esperanza de que le diera alguna pista, pero Eelil no había vuelto a invitarlo al palacio de la noche.

—Haré lo que sea, solo dímelo. Sin acertijos —suplicó.

Su única respuesta fue la caricia gélida del viento. James suspiró, bajó el rostro y siguió caminando hacia el aparcamiento con los pies arrastrándose pesados en cada movimiento.

—No tengo tiempo para esto —se dijo al entrar en el coche, así que arrojó la corona de plástico a los asientos traseros, para después encender el motor y dirigirse a Maggie's.

Aparcó al otro lado de la calle, decidido a esperar. Solo con verla más allá del cristal bastó para que se calmara. No sonreía mientras hablaba con las manos rodeando una taza que sin duda sería de chocolate caliente. Vince tampoco y ninguno tocaba la pequeña montaña de churros en el centro de la mesa, que serían cortesía de Lauren, la adorable mujer mayor que llevaba décadas trabajando en el lugar; todo parecía marchar bien.

«Me alegro por ella. Y gracias a Avril ya no tendré que preguntarme si romper o no mi promesa por su bien —pensó al arrellanarse contra el asiento mientras la voz suave de su compañera, ahogada por el cristal, lo acunaba. Reprimió las ganas que tenía de transformarse y correr por el bosque—. Ahora sabe que podrá conservar a Vince».

Se rindió al sueño antes de darse cuenta, agotado y no volvió a sí hasta que Nina entró. Desorientado, buscó la hora en el salpicadero del coche.

—¿Tan pronto? —preguntó con voz ronca, ladeando el rostro cuando se inclinó hacia él para darle un pequeño beso con sabor a chocolate.

—Es imposible contarle todo en unas pocas horas. Me limité a decirle de nosotros, de vosotros y de que hay mucho más. Le daré algunos libros. Y estaría bien que te transformaras para él. —Nina dudó un instante—. Parece aliviado, aunque tiene mucho por digerir.

—Tú también.

Ella se lo quedó mirando en silencio, con el rostro luciendo más pálido que de costumbre en la penumbra.

—No voy a enfadarme, porque si es verdad y no me lo has dicho, seguro que es cosa de Nel, así que solo responde sí o no. ¿Chanel es la compañera de mi hermano?

Cuando él asintió, ella hizo una mueca, sin saber cómo sentirse.

—No pareces muy feliz.

No lo estaba. De hecho, se sentía un poco molesta, aunque no se preguntó la razón. Miró a James con remordimientos.

—No quiero que lo convierta en dhem —admitió ante la mirada plateada inquisidora—. Temo por él. No quiero que se involucre incluso más de lo que ahora está. Aunque tampoco quiero que Nel siga así.

—Bueno, cariño, no has tenido elección en esto desde el principio. Es Ikra quien decide.

—Cómo no. La víbora del mal metiendo la nariz donde no debe...

—¡Nina! —James miró alrededor, casi como si fuera a ver el abanico de la diosa del amor por alguna parte, listo para fulminarlos—. Sé que estás preocupada por tu hermano, pero sé más respetuosa.

—Es la verdad. —Suspiró—. Llévame a la mansión, por favor. Necesito hacer uso de esa maravillosa bañera tuya, y luego quiero terminar mi novela. Además, ¿no estás deseando salir a correr?

—Sí, pero no lo haré. Y se dice nuestra. —Encendió el motor—. Las palabras de mi reina son órdenes.

Sin embargo, no era tan fácil engañar a un compañero. Tan pronto como llegaron a casa, Nina posó ambas manos en su espalda y lo empujó en dirección al bosque.

—Ve a correr antes de que te vuelvas loco.

—No quiero dejarte sola —murmuró.

—Estoy perfectamente.

—Yo me quedo con ella —se ofreció Darren, saliendo al porche junto a su gemelo—. Tengo un montón de fotos que enseñarte, pecas brillantes. Avril me dijo a qué hora sería la coronación y fui solo para eso.

—Así que tu eres la cosa desagradable que sentí —replicó Nina, subiendo las escaleras con cuidado por la escarcha. Aun así no rechazó el brazo que Darren le ofreció—. Le quemaré el pelo a Avril con esta cosa del resplandor.

—Ah, si pudiera capturar ese poder dorado con mi cámara...

James se desató la corbata mientras ella desaparecía en el interior de la casa del brazo de Darren. Se fue quitando la ropa, sin apenas fijarse en que su hermano hacía lo mismo. No le molestaba. Donde su gemelo no sabría cerrar la boca, el mayor abrazaba el silencio; y Nate, a su taciturna manera, cuidaba de todos. No quería preocuparle al irse solo.

Pronto ambos estuvieron en su forma lobuna, corriendo sobre la nieve como espíritus nocturnos y silenciosos. Aunque James era más rápido, volvía a buscarlo cada vez que se perdían de vista. Dieron vueltas y más vueltas en el bosque sin alejarse demasiado de la casa, sin acercarse al santuario. Incluso tras la rápida magia de los illarghir, el aire seguía apestando a fuego y la nieve de los alrededores era grisácea, mezclada con hollín.

No estaban cansados al regresar, pero al menos tenía la mente mucho más tranquila. Y un plan. Así que se dirigió a su habitación, sin preocuparse al verla vacía, se tomó una ducha y luego volvió a abandonarla con la biblioteca del segundo piso en mente.

Ya sabía que iba a encontrar a Nina y a Darren allí al entrar. Ambos estaban acostados en el suelo cerca del ventanal. Su hermano dormía en forma lobuna mientras ella apoyaba la espalda en su cuerpo, hundiéndose en el mullido cojín negro en el que él se había convertido.

Le lanzó un beso cuando alzó la mirada, después se perdió entre las estanterías, yendo y viniendo.

—¿Quieres ayuda? —le preguntó ella en cierto momento al ver la cantidad de libros que iba acumulando sobre la mesa de estudio. Las cejas rojizas se fruncieron en sorpresa antes de dar paso a la curiosidad.

Como un momento antes había estado moviendo con energía las piernas largas y desnudas que la sudadera no llegaba a cubrir, James supuso que se había detenido en una parte importante de la lectura.

—No. Descansa. Solo es un poco de investigación aburrida.

Se vio como si quisiera protestar —aunque no mucho—; terminó regresando a su novela. Durante las siguientes horas, James se sumió en el trabajo; apenas alzó la mirada cuando Darren se transformó de vuelta para tomar a una dormida Nina en brazos y llevarla hasta su habitación. Se olvidó de todo mientras se hundía en las páginas. La biblioteca dejó de existir. Era solo una pequeña hormiga recorriendo entusiasmada las montañas de palabras. La historia en general le agradaba, pero estaba enamorado de Azzhack y aunque no lo pregonaba demasiado, también de los soleados reinos de Ambryse.

A su alrededor se fueron formando columnas de libros. Algunos los desechaba del todo. Otros eran solo un pequeño montón de posibilidades. Al final solo cuatro pesados ejemplares le parecieron lo bastante prometedores y fueron esos los que se llevó.

Se dirigió al santuario de la casa con tanta rapidez que su entrada provocó un pequeño vendaval; las flores aun se agitaban con violencia cuando llegó al centro y posó los libros sobre el altar. Su padre apenas le echó un vistazo.

—¿Qué es todo eso? —preguntó Gary, devolviendo la mirada a la estatua frente a la cual había estado meditando, acunado por el sonido del agua que corría en los rincones oscuros y la fragancia suave de las flores.

—Lo que sea que es ella tiene que estar aquí. —James dio dos golpes sobre el libro que estaba en la cima—. Todo lo que ha mostrado hasta ahora: la luz, el calor, la sanación y las tormentas... Todo lo que encontré referente a eso está aquí.

—¿Todo?¿En una biblioteca con miles de libros y en la que ni siquiera están los más interesantes?

James hizo una mueca.

—Todo entre los libros que ya había leído —aclaró—. Estos son los únicos que parecían prometedores... aunque hay uno de mitología. —James los abrió en las primeras marcas—. Creo que puede ser de los dhemfhoggo. Todos los dragones tienen esa luz. Como su poder es cálido y... bueno, es pelirroja, pensé que podría ser del clan del fuego, pero está el clan de la tormenta, y aquí dice que además de atraerlas también pueden generar relámpagos, eso es luz. O puede que sea dhemaell. ¿Lo que hace no parece de ellos?

—¿Y si asumes de una vez que ella no tiene una pizca de dhem? —El Alpha frunció los labios—. Sabes lo que dijo Garrick acerca de su análisis de sangre. Que las trazas que tiene ahora mismo seguramente se deban a los bebés, no a ella. Sea lo que sea, no es de Eelil.

»¿Recuerdas lo que Meriv dijo? Vino de Azzhack, quizá no había olido a alguien de la gente de Aëll en toda su vida hasta que llegó aquí. Su nariz es más fiable que la nuestra en esto. Estamos acostumbrados a cruzarnos con ellos.

James agachó la cabeza, sin dejar de contemplar el libro sobre Azzhack. Si la manada quería encontrar motivos para estar contra ella, ese era uno. Suspiró y lo cerró, yendo a por el siguiente.

—Más allá de descender de los svhaell'flerys por ser humana... están los Lhure y los Soleyk. Son bastante luminosos ¿no crees? —Su mirada se centró en el dibujo que ocupaba una página. Recorrió con la punta de los dedos el contorno de la figura dorada hasta las caprichosas alas de luz—. Y en Ambryse tienen esos híbridos extraños... ¿Svraglas?

—No uses esa palabra —le espetó Gary—. Es tan ofensiva como cuando los nuestros llaman a los humanos de stryr.

—Las eriseias —continuó James rápidamente, abriendo el libro de mitología sobre el retrato de la mujer más hermosa que había visto en su vida. Todo ella gritaba sol, desde la cremosa piel de chocolate a las pestañas doradas—. Hay relatos de ellas en campos de batallas. Doncellas de luz que abrían brechas en el suelo. Aunque aquí pone que todas viven en el palacio de Aëll y como es una cárcel...

James suspiró apesadumbrado, cerró el libro y atrajo hacia si el que hablaba sobre los elementales.

—Flunmigger. El doctor Harrison llama a Nina así desde que era una niña. Y en las leyendas siempre hay algunos que son enormes... Puede que alguien haya estado divirtiéndose. —Sonrió un poco—. Y los flunmigger no tienen enemigos. Bueno... tal vez los dragones bebé hambrientos. Lo importante es que no pertenecen a ningún dios.

Gary se echó a reír.

—Sin duda es tan cálida como uno. —Se acercó al altar para mirar los libros. Alzó una ceja—. Tienes más cosas marcadas. 

  —Nada tan interesante, solo criaturas débiles. Lo poco que ha hecho no me parece débil. Sé que los illarghir refutarían cada uno de mis argumentos, pero... Necesitaba hacer algo. Si descubre lo que es, si lo entrena... Nadie podrá decir que nuestros hijos serán débiles o que no es una compañera adecuada. En todo caso, puede que yo no esté a su altura. Ni siquiera pude defender su honor. Sterling tiene razón. En el fondo soy un cobarde.   


______________________

  Capítulo doble. Y esta vez no os dejo ninguna frase, sino este increíble dibujo que hizo Scaryze  como un regalo de cumpleaños.    

 ¿No es hermoso? Vayan a visitar su instagram, tiene más cosas así. <3 




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro