11. El bosque. Parte II

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Vincent viró con cuidado hacia la recóndita carretera que llevaba hasta la propiedad de los Aryon. Aunque, por lo que sabía, el maldito pueblo era suyo. Avanzó lento, pero seguro, todo lo contrario a su habitual carrera desenfrenada. Sus dedos golpearon una y otra vez el volante mientras trataba de convencerse de que era la nieve y el hielo lo que le atrasaba, no el enfrentarse a criaturas salidas de los más oscuros cuentos.

Su hermana le había asegurado en cada oportunidad que no le harían ningún daño, que eran de los buenos. Habría sido más convincente si no recordara con claridad la impotencia de verla en una cama de hospital con solo siete años, si no la hubiera visto tan mal el día en que anunció su embarazo.

—Mente abierta, mente abierta —se dijo para cuando aparcó frente a la casa. Seguía sintiendo aquel remolino en la boca del estómago que lo impulsaba a saltar hacia el abismo pese al miedo. Un hambre tan profunda de conocimiento que amenazaba con devorarlo. Además, si huía de aquel mundo tendría que despedirse de Nina—. Siguen siendo las mismas personas de siempre.

Se apeó del coche lanzando miradas cautelosas a los alrededores. No vio a nadie, al menos no en dos piernas. Había sombras moviéndose en la linde del bosque nevado, difuminándose en silencio entre la niebla y atentas a él... algunas más grandes que otras.

«Lobos salvajes y dhemaryons», se dijo tras repasar lo poco que sabía. Subió inquieto las escaleras del porche que le separaban de la puerta abierta, sin apenas prestar atención a la escarcha que cubría los peldaños, ni a las corrientes de aire frío envolviéndolo. Se detuvo en el umbral, mirando con recelo a los ajetreados lobos —suponía— que pululaban de un lado a otro sin prestarle atención. James era uno de ellos y se dirigió a Vincent con una sonrisa al notar su presencia.

—Hola, Vince, entra. —El lobo se detuvo a cierta distancia al oler su miedo—. Creo que Nina pasará por aquí en cualquier momento.

Vincent lo miró durante unos segundos antes de adentrarse. No sabía bien qué pensar de su cuñado y padre de sus sobrinos (aun no podía creer que tendrían tres niños ¡tres!).

—Debería darte un puñetazo —dijo de repente, mientras se acostumbraba al calor.

James le devolvió una mirada llena de simpatía.

—No te detendré si lo haces, supongo que me lo he ganado. Aunque te romperás la mano —advirtió—. ¿Cómo lo llevas?

—Sigo alucinando. —Miró a los demás, reconociendo a varios de los chicos con los que su hermana solía relacionarse. La incredulidad que se negaba a abandonar sus ojos titiló con más fuerza.

—Nina me ha pedido que me transforme para ti. Me parece bien, me alegra que ya no tenga que ocultarte nada —añadió James al ver su confusión—. Voy a buscarla, ¿vale? Siéntate por ahí, nadie va a molestarte, ni a comerte.

Vince tragó saliva. En un momento James estaba allí frente a él y al segundo siguiente había desaparecido, levantando una brisa que le alborotó el pelo. Sacudió la cabeza y después se dirigió a uno de los sofás, encontrando una víctima en el camino. Antes de sentarse, se agachó para recoger a Scooby en brazos, interrumpiendo su tarea de olfatear todo el salón. Lo apretó contra sí, tal y como lo haría su hermana en busca de estabilidad, y observó a los lobos.

No le prestaban atención. No de forma deliberada. Al pasar le dedicaban miradas de soslayo llenas de curiosidad, a veces alguna sonrisa. Eran las mismas personas de siempre... Más o menos. Podía notar el aire animal en sus movimientos, la elegancia salvaje y peligrosa, y los ojos de colores demasiado vívidos eran imposibles de ignorar. ¿Cómo pudo tomarlos nunca por humanos?

No se le apetecía ver a su cuñado desnudo, ni estaba seguro de querer adentrarse tanto en su mundo, pero la curiosidad era más fuerte.

Se levantó aliviado cuando Nina irrumpió en el salón, sin soltar al cachorro. Tenía el pelo en un moño y la expresión de alguien que está muy ocupada. Su sonrisa, sin embargo, aunque dulce y acogedora, tenía un toque de cautela que le hizo mirar a su alrededor con ansiedad.

—¿Cómo lo llevas? —preguntó ella, tentativa, mirándolo de arriba abajo con ojo crítico. Vince se relajó. Lo único que le preocupaba era él.

—No voy a decir que lo entiendo todo —respondió con sinceridad—, pero no me estoy volviendo loco. No mucho, lo prometo. ¿Tú estás bien? Estás más pálida de lo normal.

Lucía unas ojeras grandes y las pecas resaltaban con más fuerza en su piel, aunque parecía mucho más animada que en días anteriores. Nina le sonrió avergonzada.

—Me siento mejor desde que hablamos. Sigo sin estar feliz por todo esto, pero supongo que es algo que no puedo evitar. —Hizo una pausa larga y reflexiva, con parpadeos lentos en los que las largas pestañas cobrizas arrojaron sombras a su piel—. No dormí mucho y estoy lidiando con esa cosa llamada náuseas matutinas precoces que tendré durante todo el embarazo. Mi cuerpo no es tan fuerte para ellos.

—Nina...

—Estaré bien. Estaremos bien —le aseguró ella al reconocer la misma mirada inquieta que notaba en sus ojos cuando se miraba al espejo. Enganchó su brazo al de él y lo instó a andar—. El doctor Harrison es el mejor. Y hay maneras de fortalecerme. Ser una pésima madre sí que me asusta.

—¿Harrison el hombre lobo? Tienen nombres tan... humanos. —Frunció el ceño cuando su hermana le sonrió.

—Es parte de vivir en secreto. Es más sencillo si no eres de la familia Alpha. «Aryon» significa lobo en el idioma de los dioses, un regalo a los mortales. Así que aunque también puedes usarla para referirte a la raza, solo la familia Alpha la usa como apellido porque es sagrada. Es lo mismo para los vyre o los dragones. Los demás pueden hacer lo que quieran. Harrison es menos llamativo que un ''Aurora Fugaz'' o ''Luna de Medianoche''.

—¿James Lobo? —preguntó Vince entonces tras darle vueltas.

Nina se echó a reír por lo bajo, después asintió con ojos chispeantes.

—James Lobo.

Lo llevó al segundo piso, a la biblioteca, tras un pequeño tour por la mansión que dejó a Vincent embobado con cada cosa que veía. Él soltó un silbido.

—Esto es enorme —murmuró.

—Normalmente no entran seres humanos aquí. Salvo yo, claro. —Nina le dio una sonrisa compungida. Se detuvo junto a la mesa del centro—. Es donde están los libros interesantes. Ayer separé estos para ti —palmeó los libros apilados sobre la mesa—, para que no tengas que esperar hasta que vuelva de Nueva York. Sé lo curioso que eres.

—Lo dices como si tú no lo fueras. Me refiero a lo de curiosa. —Agarró uno de los libros y lo hojeó por encima para evitar mirarla. Que ella fuera una de ellos se le hacía más difícil de creer. Y si Nina no era humana, ¿qué significaba eso para él?—. ¿Está bien que me los lleve?

—Sí. Karen lo permitió. También puedes venir aquí y conseguir más: pide y te darán los adecuados. Si ocurre un accidente y alguien los ve solo tienes que llamar. Katya es experta en manipular mentes, puede borrar los recuerdos. Le iba a pedir que borrara los tuyos.

Vincent no tuvo tiempo para molestarse por su confesión: se limitó a mirarla confuso.

—¿Illar qué?

—Illarghir... Mira, sé que estarás lleno de preguntas por nuestra charla, pero tengo que hacer algunas cosas, como la maleta. Si puedes esperar....

—Tengo que encontrarme con Ashley dentro de dos horas —le interrumpió, y cuando su hermana le dio una mirada fulminante, le dedicó su mejor sonrisa. Ashley nunca le había gustado cuando era su novia, ahora como una ex le gustaba incluso menos—. Ya te lo he dicho: no pienso volver con ella. Pero está amenazando con cortarse si no voy a verla.

Y como si los estuviera oyendo, su teléfono empezó a sonar. Incluso antes de mirar ya sabía que era ella. Nina también lo sabía, por eso le arrebató el teléfono y se alejó de él. Entonces atendió la llamada.

—¿Hola?

—¿Nina? Eres tú, ¿verdad? ¿Puedes pasarme con Vince?

A Vince le sorprendió un poco ver la expresión de odio en su rostro —ni siquiera él guardaba tanto resentimiento contra Ashley—, pero se esperaba aun menos su respuesta.

—No soy Nina, soy Chanel, su novia.

Vince la miró incrédulo, tan incrédulo como la bola de sombras que Nina notaba en un rincón oculto de la biblioteca. La muchacha se encogió de hombros, y volvió a abrir la boca, modulando la voz para que su habitual tono suave sonara rudo.

—Y me ha contado que lo estás chantajeando como la sabandija que eres. ¿Cortarse las venas si no te ve? ¿De verdad? Te amas demasiado como para hacerte eso a ti misma, solo sabes que él es demasiado bueno como para ignorar algo así. Haznos un favor a los tres, déjalo en paz y busca un jodido loquero.

Y acto seguido colgó. Mientras la mandíbula de su hermano colgaba abierta, Nina miró el aparato maravillada.

—Ahora ya sé porqué siempre es tan desagradable con todo el mundo —murmuró, pensando en su amiga—. Es liberador.

—Pero, ¿por qué?

Nina lo miró y se encogió de hombros.

—Es la persona con más mala leche que conozco.

—Pues has elegido a una chica que siempre me ignora.

Aunque más que ignorarle parecía huir de él. Terminó por dejar de prestar atención con los años: ver la espalda de alguien al alejarse no era interesante.

Para él Chanel era solo una de las amigas de su hermana. Su único recuerdo claro de ella era una niñita de seis años abrazándolo con fuerza el día en que se conocieron. Había llorado desconsolada y él no había podido hacer nada, salvo acariciarle el pelo lleno de impotencia. Puede que pasaran horas abrazados hasta que ella se levantó, lo miró con furia y le propinó una patada en la pierna que le astilló el hueso. Después de eso apenas habían vuelto a hablarse.

Vincent parpadeó. ¿Le había roto la pierna?

—¿Ella también es como ellos? —preguntó a su hermana, receloso.

—Más o menos. No es una loba común. Viene de una familia de betas, que además suelen ser todos cazadores. Sus padres se encargan de los de James. —Nina se encogió de hombros—. Si es ella Ashley no se atreverá a molestar. No hay una chica en todo Saint Clair que esté lo bastante loca como para molestar a Chanel. Excepto Avril, por supuesto.

—Ya me han manipulado la mente alguna vez, ¿verdad? Empiezo a estar seguro de que me ha roto la pierna.

Su hermana se removió con un brillo culpable en la mirada.

—Fue cuando llegó de Azzhack. No son mis secretos para contarlos, pero ella no estaba bien. Tuvieron que borrarte la memoria. Bueno... Supongo que ella te debe una ¿verdad? —Los ojos de Nina relampaguearon—. Nel, ¿vienes aquí? Necesito terminar de prepararme y Vince necesita que alguien le responda algunas cosas. No te lo estoy pidiendo —añadió un momento después en un tono más duro al darse cuenta de que pensaba ignorarla.

Vince se ruborizó al ver a la rubia emerger de uno de los pasillos de la biblioteca con las manos en los bolsillos y una expresión furiosa.

—Deberías haber aprendido esto hace unos días. Sterling nunca habría podido hacerte nada —espetó Chanel con acidez—. Ya veo que te gusta practicar en amigos.

Vince frunció el ceño.

—¿Qué pasó con Sterling?

—Nada —le espetaron las dos. Acto seguido, Nina se volvió hacia él.

—Dámelo —pidió, extendiendo las manos para que le entregara el cachorro—. Ella responderá a todas tus preguntas hasta que yo vuelva.

—Deja a Scooby conmigo, por favor. —Si debía enfrentarse a una mujer loba cabreada, al menos quería algo de apoyo.

Nina alzó una ceja y después le sonrió.

—Ese no es Scooby, es Jules, el hermano pequeño. Cree que transformándose se librará de cualquier cosa y adora ser cargado por todos. Me tuvo buscándolo por más de hora, pero vamos a ducharnos y luego se va a quedar quietecito hasta que partamos hacia el aeropuerto. —Las últimas palabras las pronunció mirando a los ojitos plateados y lobunos.

Mientras el cachorro soltaba aullidos lastimeros que recordaban de forma espeluznante a un llanto humano, Vince lo miró incrédulo, incapaz de entender que no era un animal lo que sostenía en sus brazos, sino una persona transformada. Entonces el cachorro, Jules, se removió en sus brazos y saltó de ellos a la mesa.

En lo que dura un parpadeo, el pelaje sedoso y oscuro empezó a menguar. La piel que se iba clareando se llenó de bultos mientras los huesos se transformaban y el aire vibraba a su alrededor. Y al final, lo que había sido un simple cachorro de lobo se convirtió en un niño alto de mirada desafiante, del todo desnudo.

—¡No si no puedes atraparme! —le gritó a Nina un segundo antes de saltar al suelo y correr fuera de la biblioteca.

—¡Jules, vuelve aquí!

Mientras su hermana salía corriendo, Vince se tambaleó. Y lo único que le impidió caerse fueron las manos femeninas que se instalaron con firmeza sobre sus brazos. Chanel lo soltó tan pronto como él pudo incorporarse.

—¿Estás bien? —le preguntó de mala gana.

—Define bien —pidió Vince, que notaba la piel muy caliente allá donde ella lo había tocado, incluso a través de la ropa. Se encontró echando el contacto de menos.

Miró a la puerta por la que su hermana había salido tras el niño, luego al lugar donde Chanel estaba antes, al otro extremo de la larga mesa y el actual. ¿Cuánto había tardado en llegar hasta él? ¿Un segundo? ¿Menos?

Menos, pensó. Mucho menos. La verdad le golpeó en la cara con toda su fuerza.

—Deberías sentarte —murmuró la chica, tirando de una silla, sin dejar de observarlo.

Estaba tan pálido como la nieve silenciosa que caía al otro lado de la ventana, con los ojos verdes apagados y perdidos. Tuvo que contener el impulso de confortarlo, de pasar una mano por los mechones de aquel pelo que parecía esbozado con trozos de un atardecer: tan pronto era del más cálido amarillo como del rojo más irresistible. Se alejó al darse cuenta de que había hecho justo eso cuando él la miró alerta. Chanel retrocedió con rapidez: por eso nunca se acercaba a Vincent. Era fácil olvidar la promesa que se había hecho.

«Me las vas a pagar, pelirroja», pensó furiosa, porque sabía lo que tramaba. Nina no se habría entrometido en sus asuntos si se tratara de otro chico: estaría de su parte, aconsejando sin intervenir. Pero se trataba del hermano mayor al que adoraba y al que había estado dispuesto a renunciar.

Chanel abrió y cerró los puños intranquila. Ahora que se había hecho tan consciente de que al ser pareja de James podía ordenarles a todos, no estaba segura de si respetaría su voluntad o si la obligaría a acercarse a Vincent.

Nina era la persona más amable que conocía, pero en su inconsciencia también podía ser muy cruel. «Y va a elegir su bienestar antes que el mío. Yo también lo haría en su situación», pensó mientras miraba al humano pálido. Lo que no significaba en absoluto que fuera a perdonarla.

—Solo tienes que pedirles que te borren la memoria. Nadie te juzgara. —Se obligó a decirle—. Es normal que te asuste.

Y si era él quien lo pedía, Nina no sabría oponerse. Ni ella sería obligada a tener una runa que no deseaba. Sin importar cuán atraídos llegaran a sentirse por el otro, sin la runa nada era definitivo. Mientras no le mordiera -o él a ella- y la annyel no los enlazara, estarían bien. Cada uno seguiría su camino.

Él crecería, tendría una aburrida vida humana, con una mujer humana y niños humanos, y sería feliz en la forma en que los humanos pueden serlo. Y ella lo vería marchar sabiendo que se llevaba parte de su alma consigo, que solo ella sentiría la pérdida.

«Pero a cambio seré libre. Seguiré siendo libre», se dijo. Porque la sola idea de que alguien intentara doblegarla otra vez era suficiente para que su estómago se revolviera. Le daba igual lo que otros pensaran: no quería volver a ser marcada. Aunque se tratara de la marca de los dioses.

—No es miedo —dijo Vince al fin, respondiendo a sus palabras anteriores. Chanel dio un respingo tras darse cuenta de que se lo había quedado mirando fijamente.

No podía evitarlo. Era raro que lo tuviera tan cerca, que pudiera contemplar cada minúsculo detalle de su rostro o que pudiera embriagarse con su olor, una mezcla de sol con las notas suaves y saladas del mar al inicio de la mañana, cuando el aire apenas empieza a calentarse. Y cuando él alzó los ojos verdes hacia ella, el corazón le latió en protesta.

«Me las vas a pagar, pelirroja», se juró.

—No me da miedo. Es como si algo estuviera encajando en su sitio —continuó él tras unos instantes—. Bueno, sí siento algo de miedo, pero no me disgusta. ¿Tú estás bien? Luces... pálida.

Y Chanel tenía una bonita piel dorada que hacía pensar en lugares cálidos y soleados.

La muchacha tragó saliva. ¿Estaba sintiendo el tirón? ¿El empuje de sus almas suplicando por el enlace? ¿Había sentido el vínculo con solo unos minutos a su lado? No estaba segura de que los humanos fueran capaces. Por norma general, era la parte sobrenatural quien reaccionaba. Se alejó más.

—Oye, lo de antes... —Vince la miró bastante incómodo—. No sé porque Nina ha hecho eso, el usar tu nombre, pero lo siento.

—No te preocupes —respondió entre dientes. Por eso en específico no podía molestarse: había querido matar a Ashley más de una vez. Carraspeó—Antes preguntaste qué son los illarghir. Se dividen entre sacerdotes e intelectuales de todo tipo. Son nuestros guías junto a los alphas.

—Ah. Gracias. Se me había olvidado. —Vince miró a los libros que su hermana había dejado sobre la mesa—. ¿Me puedes hablar de Ambryse?

—¿Ambryse? No. Ese es el mundo de Aëll. El de nuestra diosa es Azzhack. Puedo enseñártelo.

Se alejó con rapidez hacia los pasillos, demorándose en escoger un libro. Nina le había dado una orden, así que no podía desobedecer, pero no había dado más instrucciones: nada le impedía remolonear lejos de él.

Le daba miedo hablar con Vince. Le daba miedo que su voz le afectara tanto como la de él —profunda y atrayente— le afectaba a ella. Le temblaban hasta las rodillas.

«Malditos sean también los dioses», pensó furiosa. Todo habría estado bien si solo se hubiera encontrado con su compañero al viajar al mundo santuario, tal y como Ikra había dispuesto Pero no había sido así. Un hombre mayor decidió que quería a la hija de dos betas para sí mismo.

Sacudió la cabeza: ni quería, ni era momento para pensar en el innombrable.

Regresó con un libro de paisajes, arrancó la hoja y la pegó a uno de los cristales mágicos que poblaba la habitación, frotando de forma innecesaria el papel sobre la superficie para que se hundiera.

—Deberían cambiarlo —murmuró para sí misma al ver que el papel no quería hundirse y ningún rayo de luz salía de él para zigzaguear entre todos los demás y transformar la vieja biblioteca en un pequeño rincón de Aryntia, el continente lobuno.

—¿Qué es esto?

Chanel dio un respingo al notar de pronto una llamarada contra el cuerpo. Estaba tan ensimismada que ni siquiera lo había sentido acercarse hasta que él la flanqueó y el dorso de los dedos masculinos le rozó la cintura.

—Espejos —respondió con voz temblorosa—. Los hay de más tipos, como para viajar o comunicarse, pero estos son de estudio. Mi raza es experta en hacerlos.

Tragó saliva al alzar los ojos y ver la forma en que la miraba, como si de pronto fuera muy consciente de ella. Lo vio inclinarse, pero antes de que pudiera temer, la hoja se hundió en el cristal y él dio un respingo cuando el mundo a su alrededor empezó a cambiar.

Chanel aprovechó la distracción para alejarse, frotándose la piel erizada de los brazos. ¿Había estado a punto de besarla? Ya no tenía dudas: Vince estaba sintiendo el tirón de sus almas.

La mujer dhem observó al hombre que era su compañero y que nunca sabría que lo era. Asintió para sí misma. Solo tenía que mantener las distancias, luego todo volvería a ser como siempre.

Cuando Nina volvió a reunirse con ellos hora y media después, Vince estaba a punto de irse. Aunque no parecía tener ganas. No estaba segura de si no quería despedirse de ella, o si deseaba ver a Ashley (a cuya cita acudiría, estaba segura) o si bien no quería apartarse de Chanel, a quien no dejaba de echar miraditas confusas y anhelantes mientras se alejaban hacia un rincón del porche.

—¿De verdad tienes que irte? Aunque estés peleada con nuestros padres podemos pasar la navidad juntos tú y yo —le dijo esperanzado.

—Lo siento, Vince. En alguna otra ocasión —murmuró Nina. Sería su última navidad humana en mucho tiempo, pero ya no tenía miedo. Su hermano atravesaría la eternidad junto a ella. Chanel solo debía convertirlo, como James haría con ella.

—Te invitaría a venir con nosotros, pero este no es un buen momento. —Nina le tomó ambas manos y las apretó—. Todos están algo agitados.

—Aunque tendrás que contarme un día de estos qué se supone que pasó con Sterling, confiaré en que estarás bien. —Los ojos masculinos se trasladaron con rapidez hacia James, que esperaba junto la puerta acompañado por sus amigos, antes de volver a ella. Le parecía incluso más protector que de costumbre—. Lo que me apena es saber que hasta que vuelvas no tendré mi biblioteca portátil del... ¿submundo?

Nina le dio una sonrisa brillante.

—Oh, no te preocupes: Nel se quedará aquí con su madre. Alguien debe quedarse en la mansión. Te enviaré su número. Llévala a tomar un café en Maggie's como agradecimiento. Uno bien negro como su alma —añadió, sintiendo la mirada penetrante en su nuca.

A Vincent se le iluminó el rostro, y cuando se volvió para mirar a Chanel, su sonrisa fue como un destello de luz solar en medio del paraje invernal.

—Te tomo la palabra, entonces. —Asintió entusiasmado y le apretó las manos, pero cuanto más las miraba, más rápido se desvanecía su sonrisa—. No me lo he imaginado. Realmente brillas.

—Tú también brillas, aunque de una forma en que solo yo puedo ver.

Había sombras en torno a él, como las había alrededor de todos, pero los hilos de luz eran tan cegadores que Nina quería abrazarlo durante todo el día. Con una sonrisa, le soltó una mano para poder crear la pequeña esfera dorada con la que jugaba cada vez que tenía una oportunidad. Vince abrió mucho los ojos.

—No lo controlo demasiado, pero cada día... ¡Cuidado! —Tan pronto como lo vio curvar los dedos, como si quisiera agarrar la esfera, Nina la deshizo. Explotó en la mano masculina, desmenuzándose en arabescos etéreos—. ¿Te he quemado?

—No, como tampoco lo hiciste la última vez. —La dejó voltear una y otra vez su mano para asegurarse de que no tenía ninguna quemadura—. Lo siento.

—Pensé que no se había desvanecido lo bastante rápido. —Lo miró aliviada—. No vuelvas a hacerlo. Quemé a Sterling con esto y estuvo días ardiendo. Y él es un hombre lobo.

—Lo siento, de verdad. No quería asustarte. —Atrapó la nariz femenina entre el dedo medio y el índice al ver que empezaba a arrugarla, enfurruñada—. Estoy alucinando, pero es tan bonito que no pude resistirme. Y cálido. Ya casi no siento el frío.

—No me gustaría hacerte daño, a ti no —murmuró en voz muy baja. Vince la miró con ojos tibios.

—¿Recuerdas cuando quisimos enseñarte a nadar? Tenías tanto miedo que entrabas a la piscina, te agarrabas a las escaleras y no volvías a moverte. Tardaste un año en aprender algo que al final te llevó solo un día. No hagas eso con este poder. Lánzate a la piscina y nada. —Miró a los lobos de refilón—. No puedo ayudarte, no en esto, pero ellos estarán ahí para atraparte si te hundes.

Nina le rehuyó la mirada. No sabía cómo decirle que ese poder ya había arrebatado vidas. No sabía cómo decirle que cada vez que cerraba los ojos soñaba con muertes.

—Haré lo que pueda. Lo prometo. Cuando vuelva sabré hacer más que una bolita.

—Bien. —Tiró de ella para caminar hacia las escaleras—. Te llamaré mañana. Llámame tú en nochevieja.

Y tras hacer que se lo prometiera, se abrazaron y Vince se subió al coche, ansiando el momento de llegar a casa para devorar los libros amontonados en el asiento trasero.

Nina no se alejó del borde de las escaleras hasta que su coche desapareció, con las mejillas estiradas por la sonrisa que le partía el rostro, llena de esperanza.

—¿Lo ves? Todo irá bien. —James abrió los brazos para recibir a su compañera—. Vince es fuerte.

—Sí, y cuando pase algo más de tiempo con Chanel eso también se resolverá.

—¡No! —Chanel se despegó de la pared donde se había apoyado, con la rabia atenazando todos sus músculos—. ¿Se puede saber de qué coño vas?

Nina le sostuvo la mirada, igual de fulminante. Se alejó de James para mirarla con las mejillas enrojecidas.

—Es tu compañero. Arregla tus mierdas.

—¿Y me lo dice la tía que se negaba a admitir que tiene un compañero de vida? ¡No me jodas, Nina!

—Nosotros somos otra historia —siseó Nina, tan tensa como su novio—. Vince no te ha hecho nada. Yo no te voy a hacer ninguna promesa: díselo o se lo diré yo. Este es el único camino en que no tengo que renunciar a mi hermano porque lo mejor para él será estar contigo.

—Zorra —murmuró Chanel, furiosa.

Nina la vio descender las escaleras intranquila, pero no quería ceder. En eso no podía. Era lo mejor para ambos.

—Creo que no la había visto tan enfadada desde que os obligué a las dos a lavar coches en bikini para recaudar fondos —dijo Avril impresionada. Nina revoloteó los ojos hacia ella con una chispa de molestia.

—Todavía no te perdono por eso.

—No podía desperdiciar estas tetas y este trasero. —Y se echó a reír cuando Nina pegó un saltito después de que estampara una mano en la mullida retaguardia—. No te preocupes. Se le pasará. Cuando pueda estar con él va a agradecerlo. No puede ser que hayamos tenido la increíble suerte de encontrar a nuestros compañeros a corta edad y yo sea la única disfrutándolo. Bueno, puede que ya no la única.

Cuando Avril le dio un empujoncito, con una sonrisa de animadora malvada creciendo en sus labios, Nina sintió que su rostro se coloreaba con más fuerza.

—Vamos, incluso sin el olor tenéis un gran ''buen polvo'' escrito en la cara. Y estáis taaaan acaramelados. Tenemos una hora y media de vuelo para que me lo cuentes todo.

—Ni loca. —Sí, tendrían esa hora, lo que no tendrían era privacidad para cotillear. Sobre lo otro no podía decir nada: era verdad.

Bajó el rostro, ocultando otro tipo de sonrisa. No le había mentido a su hermano: apenas había dormido aquella noche. Aun así, cuando se levantó por la mañana en el santuario, acostada sobre una sábana en el suelo y con James como única fuente de calor, estaba feliz y tranquila.

Y no necesitaba girarse hacia él para saber que la miraba en aquel momento con esos recuerdos en mente.

—Hasta que tengamos que irnos, no nos busquéis —espetó Avril a todos, justo antes de tirar de Nina hacia la casa.

—Espero que salgas bien parado esta vez —le dijo Dean a su amigo en su tono más burlón.

James se encogió de hombros, poco preocupado.

—¿Me dejas a Chanel? —pidió.

—¿Seguro? —Dean arqueó ambas cejas—. Adoro a mi hermana, pero sabes que puede ser muy difícil.

—Creo que soy experto en lo de fastidiar las cosas con un compañero de vida.

Sonrió con desgana al ver como su mejor amigo se limitaba a inclinar la cabeza, sin molestarse en negarlo. Metió las manos en los bolsillos y se dirigió al bosque, poco preocupado por el dobladillo de sus pantalones empapándose con la nieve.

No tuvo que ir muy lejos para encontrar a Chanel desquitándose con los árboles. Las manos convertidas en garras laceraban una y otra vez la madera, y solo se movía cuando el tronco amenazaba con ceder. Estaba furiosa. Furiosa con su amiga. Furiosa consigo misma. Furiosa con Vincent, que se dirigía a una cita con una mujer que le había hecho daño.

—Con calma, Nel —le dijo con suavidad, por encima de sus jadeos enardecidos—. En el fondo sabes que esto iba a pasar de una forma u otra.

—Vete de aquí, James. Eres parte del problema. Deberías pararla —le gruñó—. ¡A este paso me obligará a estar con él!

Los ojos castaño-dorados de la chica fueron cercados de negro cuando rozaron su forma animal, y el aire a su alrededor vibraba con tal claridad que supo lo cerca que estaba de cambiar por completo. James suspiró.

—Ten cuidado. Solo hace falta un segundo para destruir. Un solo segundo en el que hasta la verdad más sólida se convierte en cenizas, y sin importar lo mucho que te esfuerces en reconstruirlo ya nada vuelve a ser igual.

—Lo dices por experiencia, ¿eh? —espetó con veneno. Enmudeció al ver como James asentía.

—Le hice daño, mucho daño. Cuando me preguntan porqué toqué a esas chicas, no sé responderlo. No importa cuanto lo intente. ¿Por qué las toqué cuando solo puedo pensar en mi compañera? No lo entiendo, pero el daño ya está hecho, y puede que ella nunca me perdone, no de verdad. Ya sabes lo rencorosa que puede ser —añadió con tanta amargura como cansancio—. Esa es la realidad.

»Hasta hace un par de meses apenas soportaba tenerme alrededor. ¿Sabes lo que es eso? ¿Sentir el rechazo de tu compañero? Seguro que sí, has estado huyendo del tuyo.

Chanel arañó el árbol más cercano con una mano que fue perdiendo la ferocidad animal hasta regresar a su aspecto femenino. Se la quedó mirando sin la más mínima intención de contestar.

Con los años, cuando la mirada de Vincent empezó a pasar sobre ella como si no estuviera allí, tomó todo de sí luchar contra los instintos que le empujaban hacia él, exigiéndole que lo reclamara. Se había sentido furiosa por su atrevimiento, desquiciada por la necesidad de marcar el territorio y, al final, herida. Sin embargo, solo podía culparse a sí misma.

—Lo sé, Nel. —James la miró con simpatía al ver como se encorvaba con la oscuridad velando sus ojos. Los lobos eran dependientes de su manada, pero lo eran aún más de sus compañeros—. Hasta parece que nos volvemos locos. Cuando Vince empezó a salir con otras chicas... Sigo sin entender cómo pudiste controlarte.

—No quiero estar con él. No puedo entrometerme. Tiene que encontrar a una buena mujer, casarse, construir una familia, y todas esas cosas que hacen los buenos chicos como él. No voy a estropear su futuro.

—Puede hacerlas contigo. Tú eres su futuro, eres su compañera.

—Me repugna la idea de tener una marca, James. —Chanel se dejó caer sobre la nieve, sin apenas notar el frío y la humedad que se colaba a través de sus pantalones vaqueros—. Él lo notaría. Deberías saber de lo que hablo.

—Pues no, no lo sé.

—A Nina le asqueaba la runa.

Se arrepintió enseguida de sus palabras al oír el gruñido masculino. Cautelosa, Chanel pegó la espalda al árbol para conseguir aunque fuera unos centímetros más de distancia de él.

—No le daba asco, solo estaba... Está enfadada. Todo lo que nos dijeron de la annyel es cierto, así que siento su enfado, su dolor, pero también sé que bajo todo eso ella me ama. Que me quiere y me necesita tanto como yo a ella. No hay forma de dudar de ello. Si me dieran a elegir mil veces nacer y tenerla como compañera, la elegiría cada vez. Y sé que ella también me elegiría pese a lo dolida que está.

Había llegado a dudar en ocasiones, por supuesto, no era de piedra, pero con la annyel era diferente. James sonrió.

—Los humanos desean cosas por navidad, ¿no? Deseo que estas navidades te des cuenta de que los dioses son más sabios que nosotros, y que si Ikra os unió, debéis estar juntos.

Chanel no respondió, así que él se marchó, dejándola sola en aquel bosque nevado junto a sus miedos.  

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¿Y vosotros cómo llamaríais a la pareja VincentxChanel? ¿Y las demás? ¡Acepto sugerencias! 


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