Capítulo 1: Medusa

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Éramos solo niños —digo.

—El amor más puro es el de un niño.

Axel:

De todas los lugares en los que me gustaría estar en el país, no, de todos los lugares del continente... espera, no, de todo el jodido planeta, no podía haber ido a parar al lugar más enrevesado del universo. 

La escuela

Y como el nuevo a media ciclo. 

Va, calma, no somos niños de primaria, pienso.

Aferro mejor la correa de mi mochila al hombro y comienzo mi camino a la entrada más concurrida que puede haber. Son las 7:40, tomo nota mental de llegar más temprano y evitar ser golpeado y empujado de nuevo.

Una vez que logro pasar y encontrar un lugar alejado del gentío rebusco en mis bolsillos el papel que me dio mi madre temprano antes de salir de casa. 

Director Frank River
Cardona Western High
Tercera oficina, piso 3 

Hago una mueca pequeña. Ese nombre me suena... El sonido de la campana me distrae y veo a toda una muchedumbre abalanzarse corriendo por entrar y llegar a su salón. Una chica pasa al lado mio ordenando algo en su mochila.

—Hola, disculpa, ¿dónde quedan la oficina de la secretaria? —pregunto, parándome delante de ella llamando su atención.

Ella me frunce el ceño, desconfiada, me da una barrida completa antes de convertir su ceño en una pequeña mueca que trata de quitar de inmediato. Yo sonrió débilmente, incómodo. 

—No lo sé, con permiso —. Me empuja sin más poniendo su mano en mi hombro y volviendo a su camino.

Me quedo inmovil un rato, sólo viendo por donde la chica se ha marchado. Trato de quitar la sensación de malestar que comienza a aparecer en la boca de mi estómago. Tomo aire y comienzo a caminar siguiendo el rumbo de todos. 

Voy ojeando cada puerta, vuelta, y cara que se me aparece en mi campo de visión. Veo a una chica sacando sus cosas de su casillero, me detengo y dudo si preguntarle o no. Se ve más amigable que la que me empujó hace un rato. 

Me acerco al final. 

—Hola —me paro a su lado— ¿Dónde quedan las oficinas de la escuela?

La chica hace a un lado su cabello rubio y recibo la segunda barrida del día. A diferencia de la chica anterior, ella no muestra ninguna expresión luego de registrarme de pies a cabeza.

—Chico nuevo... —la oigo murmurar, sin acabar de escuchar por completo su oración. Algo parece llegar a su cabeza y me da un pequeño escalofrío cuando muestra una sonrisa gigante de la nada—. Vaya, si, si, si. Las oficinas estan por aquí, yo te llevo.

No tengo tiempo de discutir cuando ella me toma del brazo con ambas manos y comienza a tirar de mi por los pasillos. Me quedo viendo sus uñas rojas, sintiendo que se me clavan en el brazo a través de la tela de mi playera. 

—Soy Jessica, ¿cuál es tu nombre?

Miro a mis espaldas, sintiendo miradas clavarse en mi nuca, pero cuando volteo todos los estudiantes se meten veloces a las aulas. Me fijo en que la chica dejó su casillero abierto.

—Eh... tu casillero se quedó abierto —digo.

—No te preocupes por ello, aquí nadie se atrevería a meter su nariz entre mis cosas —suelta una pequeña risa— Estan bien educados todos por aquí. ¿Cómo te llamas? 

Clava su mirada café en mi. Trago saliva antes de responder.

—Soy Axel. 

—Axel... — deja la frase al aire, volviendo la vista al frente cuando comenzamos a subir unas escaleras.

—Es todo lo que cualquier extraño necesita saber —respondo, frunciendo el ceño sin dejar de observar su gran sonrisa blanquecina. Nadie puede tener una sonrisa tan perfecta, ni una mirada tan cautivadora, no es normal, sólo un ser raro podría parecer tan lindo y angelical sonriendo de oreja a oreja y parecer raro y a la vez... atrayente.

Sacudo la cabeza cuando las palabras, brujas, monstruo, mutante, medusa, comienzan a llover e inundar mi imaginación. Medusa era conocida en la antigüedad por su cautivante y atrapante belleza... 

—Vaya, bueno, será interesante sacarte más información más adelante —dice y creo que es mi imaginación cuando aprieta sus uñas al rededor de mi brazo.

Intento zafarme de su agarre cuando llegamos al final de las escaleras, pero ahora sí puedo sentir sus garras apretar mi brazo con claridad y ella se agacha cuando parece que tropieza con la última grada.

—Uy, casi me caigo —comienza a pasar una mano a lo largo de mi brazo—. Disculpa si te lastimé —hace un mogín que me parece más una burla que un acto de timidez o resentimiento.

Quito sus manos de un pequeño empujón con la mía, siguiendo el pequeño masaje arriba y abajo por mi antebrazo en lugar de ella. 

—No hay problema, no es nada —miento, puedo sentir el ardor que dejaron sus garras al clavarse en mi piel.

—Nada, que bueno —parece desconcertada un segundo, en el que sus manos se quedan suspendidas en el aire, luego lleva su mano a su cabello y comienza a peinarlo detrás de sus orejas—. Sígueme, ya casi llegamos con Frank —. Se voltea y sigue caminando.

Me debato si seguirla o no, ya no se escucha revuelo por ningún lado, sólo somos ella y yo en los pasillos.

Cálmate, pienso, sólo es la paranoia del primer día como chico nuevo. Ella no muerde. 

No, pero si tiene unas filosas garras. 

Hago a un lado mi desconfianza con la chica medusa, ¿qué es lo peor que podría pasar? Que me clave de nuevo sus uñas si se tropieza de nuevo.

La alcanzo cuando llega al final del pasillo, al comienzo de otras escaleras. 

—Bueno, yo tengo clase niño bonito. Hasta aquí llegó mi hospitalidad para ti, sube y verás dos puertas, la primera es de secretaría y la segunda de dirección —Acomoda de nuevo sus rizos amarillos y me da una sonrisa pequeña—. Me pareces lindo, Axel, pero debiste ser menos desconfiado— otra vez hace ese mogín—. Suerte, trataré que no pierdas tu bello rostro.

Me despide con la mano y hecha a andar hacia un lado, donde la veo perderse por los pasillos.

Trataré que no pierdas tu bello rostro.

Vale, soy humano, y aunque la frase hace eco en mi cabeza, también soy un chico que se queda embobado por su figura alejarse incluso luego de que ya no la veo.

Si, en definitiva, Medusa o su hija.

[...]

Cuando llego a la secretaría y pido mi horario, casillero y demás, la secretaria me mira confundida hasta que le explico:

—Soy el chico de intercambio.

Su rostro pasa a la claridad y comienza a imprimir papeles y a rebuscar en su ordenador. 

—Tu casillero es el... —se ajusta sus anteojos y se acerca y aleja de la pantalla unas cuentas veces antes de terminar su oración—. Bueno, que suerte supongo, tu casillero es el número 37.

—¿Suerte?

—Si, el 3 y el 7 son considerados números de la suerte —ella carraspea y me extiende una hoja con mi horario y la contraseña del casillero de la lotería—. Y los vecinos no son aburridos.

Dejo de ojear la hoja y me quedo viendo a la señora sin entender sus palabras.

—¿Qué tienen que ver mis compañeros de casillero?

—Nada, nada. Solo digo cosas disparatadas, una se aburre con facilidad en este empleo —me da una sonrisa que supongo ella espera que sea tranquilizadora—. No me escuches, estarás bien. Feliz día y bienvenido a Cardona Western High.

No me da tiempo a responder cuando oigo la segunda campana del día y la secretaria ya volteo su silla para trabajar en otro ordenador.

No me escuches, estarás bien.

Si, Cardona High es raro. Y algo desconcertante.

Haciendo caso omiso de la espinita de un mal presentimiento, me encamino a mi primera clase.

Solo es la paranoia del primer día y ser el chico nuevo, me repito el resto de la mañana.

[...]

Adara:

—¡Addy!

Termino de salir del aula de química cuando una melena rubia casi me atropella en su carrera hasta mi.

—Hey, Jessy —sonrío comenzando a caminar a mi casillero por los cuadernos de mi siguiente clase—. ¿Que quieres?

—¿Como que qué quiero? —ella rueda sus ojos avellana— Soy tu amiga tarada, no alguien más de la escuela.

—Ya, a veces se me olvida —fingo que no me importa y me encojo de hombros.

Me ganó un empujón de su parte y un bufido cuando me río.

—¿Qué sucede? —pregunto luego de un rato y de haber llegado a mi casillero. Veo el casillero que está alejado del mío por otros dos, abierto—. No dejes tu casillero abierto. Es una invitación a...

—¿A qué? —me interrumpe llendo a sacar un cuaderno y meter otro. Voltea hacía mi y lo cierra—. Ya lo dije hoy, todos los estudiantes de Cardona están bien educados por nosotros.

Una sonrisa divertida aparece en su rostro.

—Es una invitación a la rebelión —digo, pero su sonrisa se me contagia y ni yo me creo lo que digo.

—Bah. Por favor —ella se burla y me fijo que por detrás de ella se acercan dos chicos que van riéndose a todo pulmón mientras llevan a una chica atrapada entre ellos con sus brazos sobre sus hombros.

Jess sigue mi mirada y voltea.  Su mirada y sonrisa divertida adquiere un tono malvado.

—Hola dulzuras. Adivinen, ¿qué creen que tenemos hoy para su disfrute? —el chico a la izquierda, pelinegro, nos sonríe disfrutando de la clara incomodidad que la chica refleja cuando el aprieta su hombro acercándola.

—Lo siento Matt, Ada y yo no estamos interesadas en hacer un trío con esta —Jess se ríe de su propio mal chiste.

—Cállate Jess —le empujo sin fuerza en realidad.

—Diablos, Jess. Gracias por el resto de mañana con dolor de hue...

—Como termines esa oración Thiago —dejo la amenaza al aire. El chico a la derecha de la pelinegra se aclara la garganta—. Vale, ¿quién es ella y que tiene que ver con nosotros?

Thiago, soltando a la chica, da un aplauso y me señala.

—Ella, linda, son buenas noticias.

—Thiago y yo la vimos huyendo sospechosamente cuando entró.

—Huyendo sospechosamente. ¿Y eso es razón para que sean buenas noticias para nosotros? —Jess alza la ceja en dirección de Matt—. Yo sí traigo buenas noticias —anuncia poniéndose la mano en el pecho y luego voltea y clava sus ojos de nuevo en mi.

Antes de que la rubia pueda decir algo, Thiago y Matt la interrumpen.

—Alto, tiempo. Nosotros primero—dicen en sincronía. Luego, Matt es quien continúa—. Ella estaba hablando con un chico nuevo Ada.

Eso capta toda mi atención. Ignoro el quejido de Jess a mi lado. Me fijo en mis amigos y luego en la chica. Ella me mira y puedo ver claramente su nerviosismo.

—¿Cómo se llama?

—¡Esa yo me la sé! —Jess se lanza y se para junto a Thiago alzando la mano—. Se llama Axel.

—¿Y tú cómo lo sabes? —pregunta Thiago.

—Resulta que el niño bonito se me acercó para preguntar por las oficinas de secretaría —responde la rubia como si no fuera la gran cosa.

—¿Niño bonito? —pregunto a la vez que los chicos.

—Es lindo. ¿A qué sí? —le pregunta a la chica que duda si responderle o no. Cuando Jess alza una ceja en su dirección, asiente rápidamente.

—Da igual eso. ¿Qué tiene que ver ella? Jess ya nos dijo todo —les digo a los dos chicos que le lanzan una mala mirada a la rubia que solo les devuelve una sonrisa angelical.

—Ella nos vio cuando estaba hablando con el chico —comienza Thiago—. Y de la nada lo empujó y prácticamente hecho a correr hasta esconderse en su clase.

—Ada, somos radares vivientes, sabemos cuándo alguien hace algo sospechoso en nuestra contra —Matt sonríe y voltea a hablarle a la chica—. Diles lo que hiciste.

Ella mira en toda dirección posible, menos nosotros. Matt suelta un sonido burlón y se para detrás de la chica sujetándola con ambas manos de los hombros. Le da un apretón y un ligero empujón.

—Habla, igual no te va a ir mejor si callas. Tenías que avisarnos de algo como eso, todos lo saben pequeña.

Ella traga y luego comienza a hablar. Pero con sus nervios y lloriqueos, no le termino entendiendo nada. A mitad de su palabrería y lloriqueo, la corto o comenzaré a marearme de tratar de traducir lo que dice.

—Largo. Luego tratamos contigo—. Ni lenta ni perezosa, hecha a correr en cuento Matt levanta sus manos de ella.

—Bien. Que Dylan y Lissa se encarguen de ella —ordeno y volteo a continuar con mis cosas en el casillero—. Ustedes dos chicos, ¿no tenían un entrenamiento?

Oigo como ahogan un grito.

—Pero...

—¿Qué hacemos sobre el nuevo?

—¿Jess, la recopilación de datos? —digo, en mi interior me río de lo divertido que suena que pida una recopilación de datos a lo FBI.

Oigo el bufido de Jess y miro de reojo como ella se cruza de brazos.

—Sobre eso, también tengo malas noticias. Solo logré obtener su nombre. No apellidos, no número de teléfono, correo o red social, cero.

Eso me toma por sorpresa. Y por el segundo grito ahogado a mis espaldas, a los chicos igual.

—No es para tanto —digo en apoyo a mi amiga. Tarde o temprano una misma estrategia tendrá sus fallas, pienso, pero sigo desconcertada—. Dile a Juls o Dinha que se encarguen de conseguir más datos.

—Bien —dice de mala gana acomodándose su mochila—. Ustedes dos —chasquea los dedos frente a los chicos, que no dejan de mirarla raro. Reprimo una risa—, su entrenamiento. ¿Qué les pasa? El resto de los chicos ha de estar esperándolos. ¡Corran, corran, corran!

Ellos se sobresaltan de los gritos de Jess y comienzan a caminar, o trotar, en dirección de la salida de la escuela.

Los veo alejarse con Jess siguiéndolos mientras les grita.

Un chico nuevo. Una sonrisa parecida a la de Jess se forma en mi rostro.

Acomodo tres cuadernos y unos lapiceros en mis brazos, cuando cierro mi casillero y me volteo para ir a mi clase, un idiota se las arregla para chocar conmigo.

Lista de objetivos:
Chica pelinegra
Algún idiota.

Si, no es nada específica esa lista. Lástima por los inocentes. Justos pagan por pecadores, ¿no?

No logro atrapar dos de mis cuadernos que caen junto a mis lapiceros. Sin tiempo para amenazas, solo me agachó y comienzo a recoger todo sin fijarme en el chico. Si no llego a tiempo a mi clase, el algún idiota será la prioridad de la semana.

—Lo siento —oigo decir al chico al tiempo que lo noto voltearse y agacharse a recoger mis lapiceros.

Acomodo mis cuadernos y veo una mano que me extiende los dichosos lapiceros. Debí guardarlos en la mochila y ya. Los tomo de su mano y me pongo de pie para comenzar a caminar a clase.

—Gracias —no lo digo tan alto. Así que si me escuchó o no, será cuestión de su suerte.





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