Y de un momento a otro, todo dejó de doler. La pantalla negra que era todo lo que el cerebro del rubio percibía se aclaró poco a poco, llenando su vista de un círculo luminoso de color grisáceo que después se fue tornando de un color azul verdoso. El color característico del otro lado del mar. El lado donde los rayos de luz se pierden mediante más profundo te hundes.

En ese momento todo lo que podía sentir era la tranquilidad del simple hecho de existir, era una sensación de paz y extrañeza, pero por más que intentaba sacudirse o moverse su cuerpo no respondía las ordenes de su cerebro, como su hubieran sedado su sistema nervioso. Lo único que sentía en ese momento era como se hundía en el fondo de un cuerpo exuberante de agua. La falta de oxígeno que hacia un momento lo enloquecía no lo alteró de ninguna forma, porque sin razón alguna ya no lo necesitaba, ya estaba muerto.

Todo ese saco de órganos, huesos y músculos caía más y más hondo al pasar cada segundo. Se sentía cansado y pesado. Su torso era el principal causante de su hundimiento, mientras que sus extremidades eran alzadas por su liviandad. La abundante obscuridad que residía en el fondo del mar lo atrapaba con más lentitud y a la vez con tanta brutalidad.

Muchos decían que los ojos son la ventana del alma, no sabía muy bien que pensar de esa frase en ese momento, ya que se sentía diferente, con cierto vacío en sus cuencas y cuerpo.

Sintiéndose una nave pirata desgastada en el fondo del mar con la muerte inundando cada parte de sus ruinas, pudo percibir el peor sentimiento, y era nada más que aceptar a la muerte en él... no, no era aceptarla, era adaptarse a ella. Él ya no tenía opción, nunca la tuvo, no fue su decisión si quería pasar al otro mundo. Y extrañamente no estaba enojado, simplemente se sentía vacío, sin vida.

Ojalá hubiera tenido tiempo para decirle a su mejor amigo un "Perdón, no nos podremos ver esta tarde para pasar el rato, no pierdas tu tiempo y empieza a jugar nuestro videojuego favorito tu solo", a sus hermanos les hubiera dicho algo como "Lo siento, no estaré con ustedes cuando se sientan mal, por favor perdónenme por estar ausente en lo que queda de sus vidas", y a su madre un "Perdón por no volver a casa para la cena, me has dicho que vea el lado bueno a las cosas, así que date por segura que saludaré a papá de tu parte, adiós". Pero no, no pudo nunca decirles esas ultimas palabras, simplemente se comenzó a desvanecer entre las aguas.

"Rayos, morir apesta" pensó Ben.

Había muerto muchas veces dentro de los videojuegos, siempre terminaba frustrado ya que tenía que volver a reiniciar la partida, en ese momento no le importaría volver a reiniciar la partida, siempre y cuando regresara y tuviera otra oportunidad.

Quizás eso era lo que más le dolía, era que se encontraba en el final de la propia historia de su juego, y estaba completamente solo. Ni siquiera puedo vencer al jefe final.

Y pasado el tiempo, dejó de doler, dejando así un alma vacía sin el poder de querer sentir algo de nuevo.