🎀 Capítulo 13 🎀

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La vida es muy simple, pero insistimos en hacerla complicada

Confucio.

🎀⚡️🎀⚡️🎀⚡️🎀

Barbie Robbie

—Babi, estoy enganchado.

—Era de esperarse. Tienes cara de yonqui.

—Enganchado a una chica, boba, no a las drogas.

—Ah.

Seguí sacando los vestidos y prendas del armario. ¿Por qué toda mi ropa variaba de rosado claro, morado, y a rosa oscuro? Cualquiera diría que vestía como una chica coquette. El plan era continuar buscando qué rayos ponerme para visitar a Nils, que no fuese muy sexy, pero tampoco poco, y que fuese sencillo, aunque sin rozar la línea de lo soso, sino en el punto medio, sin embargo...

—Espera. ¿Qué dijiste, Oliver?

Dejé de contestar en automático para girarme por completo. Lo observé, pegado al espaldar de mi cama, enfurruñado.

A mi querido mejor amigo no le gustaba ser ignorado.

En esa ocasión iba en una camiseta que dejaba a la vista su tatuaje de Zero Two versión sexualizada en el antebrazo, y una lata de cerveza en la mano.

Dejé de repasarlo para repasarme a mí.

Mierda.

Enseguida coloqué las manos en mis pechos, recordando por qué carajos le estuve dando la espalda. Me había quitado el brasier hacía tres segundos y en ese tiempo récord lo llegué a olvidar.

No es despiste, es ser tonta perdida.

Oliv vaciló con la mirada y noté que iba a burlarse.

—No tienes nada que no haya visto ya, tarada.

—No tengo el mismo cuerpo de hace tres años, ¿sabes?

—Y a mí me sigue dando igual, como hace tres años atrás.

—Sigues siendo un chico y yo una chica semidesnuda —puntualicé, entrando en debate.

—Soy tu mejor amigo, casi hermano —rectificó con obviedad—. Además, tú no eres Messi: cuando te veo, no se me para.

—Sé que es una broma, pero... a veces dudo de tu sexualidad. ¿Seguro que eres heterosexual, amiguito?

—Yo también dudaba, solo que lo tuve claro cuando ese gay en aquel rincón...

Se erizó de pronto y puso una mueca.

—No quiero hablar de cómo conocí el significado de pasivo —finalizó.

—Oliver.

—¿Qué?

—Linda anécdota, pero llevo dos minutos aquí parada esperando a que me des la blusa para vestirme.

—Felicidades.

Pese a mi indirecta más directa que indirecta, se quedó quieto como si nada. Hasta que tomó de su lata, claro. Le fruncí el ceño.

—¡Dame la blusa que traía!

—Oye, querida, tampoco hace falta gritar.

—¡Oliver!

—Ya voy, maldita sea.

Se iba carcajeando mientras me lanzaba la blusa a la cara. Me volví a voltear, rodando los ojos y ocultando la sonrisa. Procedí a vestirme a la velocidad de la Luz.

—¿Qué estabas diciendo antes?

—¿Lo de la ocasión donde intentaron entrarme sin vaselina?

—No, antes de eso. Explícame qué chica logró lo imposible: engancharte.

—Mhm... Digamos que Silvana...

No necesitó pronunciar otra cosa. Ya me tenía emocionada.

—¡Lo sabía! —exclamé, lanzándome a la cama cuando ya estaba completamente vestida—. ¡Sabía que ella entraría en este corazón de pollo!

—No es eso. Déjame explicarte, ¿vale? Es que... he estado varios días sin verla. Tampoco me escribe. Y me...

—Te duele.

—No.

—¿Entristece?

—Me molesta —terminó, suspirando y jalándome para abrazarlo—. Me molesta pensar en que tal vez ya no le gusto, o, peor aún, le haya sucedido algo. He ido a su salón, le he mandado mensajes, la he llamado, y nada. Es como si hubiese desaparecido. ¿Crees que... tenga a alguien más? Yo... la última vez que la vi, estaba con un chico.

Debido a que estábamos lado a lado, seguro notó que apreté los labios en una línea. Nos encontrábamos en mi habitación compartida con Brittany. Porque, por increíble que pareciese, Silvana no volvió a hacer aparición, así que su relación, o lo que tuviese con Oliver, corría cierto peligro. En una ocasión le pregunté cuál fue la causa por la cual no le contó sobre su doble personalidad a Oliver, y su respuesta fue que aún no confiaba en él.

Decía que algo en él no cuadraba.

Tal vez aquel fue un error, porque había estado desenterrando de a poco los sentimientos amorosos que alguna vez pudo tener Oliv. Él realmente parecía ilusionado, e incluso confuso por la desaparición de la chica que ¿le gustaba?

Me comenzaba a doler no contarle que la razón por la cual ella desaparecía y lo olvidaba, es por su situación. Y tener que fingir no vivir con ella e intentar que él no entrase cuando estaba Silv, para que no notase que todo este tiempo estuve ocultándole el secreto de que conocía a su conquista.

—Seguro solo tiene algún problema, o está enferma —sugerí, intentando no alarmarlo—. Estoy segura de que volverá a llamarte. No deberías preocuparte tanto, Oliv. Después de todo, solo te interesa.

—No siento algo tan efímero por ella como el interés, querida. Ya te lo he dicho, estoy enganchadísimo, y ni siquiera he llegado a tocarla.

—Eso es increíble, mejor que quererla para una sola noche.

—Es frustrante.

—Aw, pero si mi niño en realidad sí puede enamorarse...

—Jamás me he enamorado, no sueñes con eso.

Comencé a apretar sus cachetes, causando su sonrisa de vergüenza.

A él no le gustaba mostrarse vulnerable.

Sin previo aviso o razón alguna, el rostro de Nils interrumpió en mis pensamientos, ayudándome a comprender a Oliver. Sí, es maravilloso tener a alguien con quien se comparta una conexión sin necesidad de que sea cosa de una noche, pero a la vez frustrante, digno de miedo, porque en algún momento puede escalar el sentimiento.

Y yo, que era tan sensible y sentimental, cerca de Nils Sheldon, seguro que no iba a querer solo una noche con él.

Luego de la ocasión donde patinamos juntos, mi corazón no se ha detenido a su lado. Cada vez más, se tomaba libertades como poner una mano en mi muslo y acariciar, besarme en la comisura de la boca "accidentalmente" para "molestarme" y permitir que yo lo abrazara en cualquier momento. Sabía lo que causaba en mí. Que me calentaba, y que existía un deseo que debíamos matar en algún momento. Porque sé que me miraba con deseo, ansias de tocarme y desnudarme, y no solo con sentimientos.

Ambos sabíamos que existía todo.

Y aún no comprendíamos por qué nos limitábamos.

Aunque... puede que yo sí supiese la razón.

Oliver.

Él me mostraba un rechazo constante en cuanto a Nils, y aquello no me dejaba tranquila. También comenzaba a ser incómodo que los demás me preguntasen qué hacía yo con alguien como él, pero sin darme contexto de por qué el comentario parecía ofensivo. La enemistad entre ellos estaba latiente.

De todas formas, tampoco podría tener oportunidad alguna con Nils. Él no parecía interesado en dar algún paso conmigo, de lo contrario lo hubiese hecho. Seguro prefería que nos quedásemos como amigos.

Y ese pensamiento, por alguna razón, me dolió.

Porque luego de las únicas dos parejas que tuve, después de que me dejasen y agregaran comentarios que me hicieron prometer jamás desear una relación seria para no terminar dañada o tener más inseguridades de las que ya tenía por mi intelecto casi nulo, mis momentos ñoños, mi fatal humor cuando algo me salía mal y mi inmadurez e impulsividad...

Yo deseé ser querida con todo y eso, por otro chico.

Por un nerd.

—Te brillan los ojos —observó Oliv, devolviéndome a la realidad donde continuaba abrazándome. Hundió el entrecejo de repente y yo me limité a sonreír sin mover mucho los labios—. Por cierto, no me has dicho por qué tanto empeño en verte fabulosa hoy.

Oh.

Pillada.

Maldición, sabía que todavía me faltaba algo por hacer: recapacitar en cómo le diría a Oliver, mi mejor amigo, el segundo hombre más imprescindible en mi vida, el pilar principal de mis alegrías, que mis ojos se habían iluminado por los de un chico, y mis latidos se aceleraban al ritmo de los suyos cuando intentábamos subir el tono de las caricias, pero que ese chico era su enemigo principal.

—Tengo un... tema que contarte.

—Estoy dispuesto a recibir chismes, querida.

Por su semblante gracioso, supuse que no se veía venir la bomba que se acercaba. Me mordí el labio inferior.

Venga, no podía seguir ocultándole lo que pronto sería obvio.

—Eh, antes de que digas nada —me interrumpió, y fue cuando noté que tenía su celular en manos—. ¿Podrías vestirte rápido para irnos a mi piso? Tengo un asunto pendiente con Jhonatan.

—Oh, sí, enseguida.

Terminé decidiéndome por un vestido negro corto y de tirantes. Le había prometido a Nils que usaría ese color, y por dentro estaba ansiosa de saber su opinión. Casi podía sonreír físicamente imaginando su cara y cómo, con la mirada endiablada, me repasaba y colocaba esa muralla entre nosotros que se llamaba mirar pero no tocar.

Lamentablemente.

Estando vestida y dándome igual que Oliver hubiese estado detrás, porque sabía que él ni siquiera alzó la vista porque no le interesaba en lo más mínimo mi trasero, me puse las botas y lo saqué a quejas de la cama.

—Vestida completamente de negro, pareces parte de la decoración.

—Me hice una idea de eso.

—Oye, jamás he conocido a tu compañera de piso. ¿Es una gótica o algo así? Porque para tener la habitación así...

—No le llames gótica, porque se pone de malas y te amenaza con dejarte calvo. Dile emo.

—Tú te juntas con cada gente rara...

—Pues vaya que tú con gays que te acorralan...

—No seas homofóbica.

—Ni tú juzgón.

El bloque de Oliver siempre se rellenaba por muchachos pasando de aquí a allá como si no tuviesen una Xbox en la cual jugar hasta quedarse ciegos. Cada uno de ellos me saludó y les correspondí algunas preguntas casuales de ¿qué tal?. En cuanto nos introdujimos en su piso, el olor a cigarrillo nos dejó mal. O tal vez solo a mí, porque Oliver habría de estar acostumbrado ya.

—¿Me trajiste pizza, idiota?

La interrogante de un Jhonatan con el torso desnudo en el sofá, hizo enarcar una ceja a Oliver. Ya lo había puesto de malas en menos de ocho palabras.

—Búscatela tú, que no soy tu puto...

—Mi puto sí eres.

—... Sirviente —finalizó Oliv, negando con la cabeza—. ¿Para qué me pediste que, urgentemente, viniese?

—Una chica te está esperando en tu habitación.

¿Una chica?

Observé de reojo a Oliver, que también se confundió. Dio pasos hasta llegar a estar tras la espalda de su compañero.

—¿Qué chica?

—Tenemos una pésima relación, así que no me dan ganas ni de mencionar su asqueroso nombre.

—Espero que no sea una de tus bromas.

—Ésta vez no —pronunció suavemente el castaño, con aires cómicos. Oh, disfrutaba cabrear a Oliv—. Creo.

—Jhonatan...

—Coño, acaba de ir a comprobar y listo.

—Querida, dame un rato y vuelvo.

Dicho esto, se alejó de mí para adentrarse en su cuarto. Escuché que cerró la puerta con llave, acto que solía hacer por costumbre. Decía que vivir con Jhony no le daba confianza de ningún tipo. En cambio, a mí me parecía un tipo agradable, por tanto tomé asiento a su lado para matar el silencio.

Sus ojos se clavaron en los míos, poniéndome nerviosa por la fijeza.

—Hola.

—Holi.

—¿Qué quieres?

—Nada, solo decirte que también me gustan los conciertos de Taylor —señalé con el índice al televisor. Tras darse cuenta de que lo pillé, cambió de canal y sus orejas se tiñeron de rojo—. Me sé muchas de sus canciones, aunque soy pésima cantándolas porque al hacerlo parece que grito.

—Espero que ni se te ocurra contarle a alguien lo que viste.

—¿Para mantener intacta tu fama de tipo peligroso?

—No soy peligroso, niña.

—Pero sí un tierno fan de Taylor Swift.

Si bien él fastidiaba a Oliver, yo lo fastidiaba a él. Era un contrato de amistad que los tres manteníamos desde que empezamos la universidad.

Finalmente, se rindió y quitó la cara de pocos amigos para esbozar una sonrisa microscópica. ¿Se le habría olvidado cómo sonreír, y por eso jamás lo vi haciéndolo completamente?

—Es muy bonita tu carcasa.

Se fijó en lo dicho. La carcasa de su celular mostraba una fotografía de los miembros de su familia, que eran cuatro. Una hermosa mujer de cabello castaño que lo abrazaba, siendo más baja que él; un hombre canoso con apariencia de un padre típico, que cargaba a un bebé de aproximadamente tres años. Se veían tan tiernos.

—Este... sí, es muy bonito. Fue un regalo.

—¿De tu madre?

—Por supuesto.

Me mostró el reloj de su muñeca. Oh. Se lo había regalado su padre, lo pillé enseguida puesto que en la fotografía él lo tenía en su muñeca. Sonreí por haberle sacado plática.

—Es un acto admirablemente lindo que los uses. A otro chico, le daría vergüenza presumir de un obsequio tan tierno.

—A mí solo me hace sentir afortunado. No todos tienen la suerte de ser recibidos en un hogar como el mío.

Abrí la boca para comentar algo, acción que fue interrumpida por una puerta de madera abriéndose. Oliver salió de la habitación, riendo por lo bajo con su típico humor contagioso, dándole la mano a una chica que...

—Siento la tardanza, es que Layla me entretuvo mucho.

Mi vista se fijó en ella.

¿Qué rayos estaba pasando aquí?

Lay, luciendo todavía el uniforme rojo, estaba riéndose por la cara de mi mejor amigo, viéndolo de tal forma que parecía adorarlo a él y a sus chistecitos. Finalmente le soltó la mano y, caminando a la par de sus caderas moviéndose con sensualidad, llegó a estar frente a mí, abriendo los brazos.

Espera, ¿qué...?

—¡Muñeca! ¡No sabía que estarías por aquí!

Acepté el abrazo que me dio y esbocé una sonrisa, todavía anonadada. La última vez que la había visto fue cuando me llevó al campus, cuyo viaje en moto resultó corto y entretenido. La chica no sabía cuándo callarse, y esto no resultaba pesado, así que congeniamos nuevamente en dicho viaje.

E igual que en aquella ocasión, en ésta no dejó de insinuarse con la expresión.

Madre mía.

—Vaya, Lay... no tenía idea de que conocías a Oliver.

—No me digas que estás celosita —rió, y me sonsacó otra sonrisa.

—Jamás me he puesto celosa de él. Esta no será la excepción.

Y era cierto: de los dos, no era yo la dramática en cuanto a eso. A él, en cambio, varias veces lo había pillado poniéndose realmente celoso con mis ex parejas o amigos. Aquello resultaba cómico porque no lo hacía con malas intenciones; solo no estaba tan acostumbrado a que estuviese cerca de otros que no lo incluían, o con otros que, contrarios a él, podían ser propensos a utilizarme.

—Oh, pues mejor, porque me verás junto a él en varias ocasiones —alardeó, y casi pareció querer provocarme—. Nos hemos vuelto muy buenos amigos.

Oliver, con aires más calmados y contentos, asintió con la cabeza.

—Lay es una increíble chica. No sé cómo no la conocí antes. ¡Debiste habérmela presentado!

—No tuve mucha idea de que os llevarais bien.

O no quería tenerla tan pegada a mí en tu presencia.

Esta dulzura —y tomó la cintura de la chica, causando su sonrojo poco evidente— se me acercó en una fiesta, compartimos algunas copas y desde entonces nos juntamos de vez en cuando para jugar.

Jugar.

Interesante palabra la que escogió.

—Y supongo que no le dijiste que esta tarde estarías ocupado —comenté, viéndolo.

—¿Ocupado?

—Te pedí ayer que me acompañases al motel, ¿ya lo has olvidado?

Por su miradita, era obvia la respuesta.

—¿Motel? —inquirió Jhony desde allá atrás, porque el chismoso no podía ser sordo—. ¿Vais al motel de la ciudad, o a otro?

—Al de la ciudad, Jhony.

Me atravesó cuchillos con la mirada cuando le llamé así.

—No me llames Jhony.

—Jhony, cállate —espetó Oliv, pretendiendo enojarlo, pero terminó siendo ignorado—. Babi, ¿no podemos dejar ese plan para otro momento?

—Podemos, claro, pero... es importante para mí.

—Sigo sin saber qué haremos allí.

—Buscar a alguien.

Por mi tono, comprendió que se trataba de Hemperdi. Que, por cierto, me seguía pareciendo absurdo el nombre para una misión tan imprescindible. Observé cómo se planteaba marcharse a quién sabe dónde con Lay o llevarme al mencionado lugar.

—Podríamos ir los tres al motel —propuso al final, buscando nuestra aprobación.

—Los cuatro.

Jhonatan agarró la camisa tirada en el sofá y se la colocó sin abrochar todos los botones. Luego se puso una chaqueta. Tenía el pelo desaliñado y, como ironía de la vida, aquello lo hacía ver bien.

—Tú no vas —lo detuvo Oliver, poniéndole una mano en el pecho.

—¿Podrías dejar de toquetearme, gilipollas? Gracias.

—Hablo en serio: no vas.

—O te acompaño, o me quedo en casita provocando una fuga de gas. Tú eliges.

—¿Por qué quieres acompañarnos? —interrogué, viendo al Jhony bromista, alzando y bajando las cejas—. ¿Tienes asuntos pendientes ahí con alguna chica?

—Le has atinado, niña.

—Ojalá te busques una novia oficial para que te vayas con ella...

—Chicos... ¿entonces me acompañaréis?

—Yo adonde sea, muñeca.

—Eh... gracias, Layla.

—¡Ven aquí!

Y juntó nuestros brazos, por lo tanto salimos de esa forma del piso. Omití que comenzaba a serme incómodo su empegoste a mi cuerpo, puesto que solo me recordaba sus intenciones no mutuas. Detrás, Jhony y Oliv iban discutiendo sobre por qué el primero no conseguía novia y por qué el segundo solo conseguía desgracias.

El camino sería agotador, lo tuve presente.

🎀⚡️🎀⚡️🎀⚡️🎀

El 99% de las veces que el cabeza de fuego reía por algún chiste de una chica y lo seguía, era para ganar su confianza, comenzar a coquetearle y, como resultado, terminarse una caja de condones de las que me pedía porque sabía que mi racha de relaciones sexuales era idéntica a la de un cadáver. En esa situación, sin embargo, se pasó todo el viaje riéndose y haciendo reír a Layla con burlas a Dios sabía quién.

Porque claro, un detalle que jamás comprendí de Oliver fue que le divirtiese hablar patrañas de los demás. Acto que, en sincera opinión, me parecía absurdo. Quien tenía tiempo para difamar a los demás a costa de, la mayoría, falsedades, no debería tener tiempo para respirar el mismo aire que todos.

Aquello me intrigó tanto.

Jamás habría juntado a esas dos personitas, porque de forma simple no creí que supieran de la existencia del otro. Oliver era un donjuán interesado, y Layla una diva perdida en un mundo indecente. Un pensamiento similar seguro lo tuvo Lay en cuanto se dio cuenta de que empecé a frecuentar tanto con Nils, siendo ambos tan distintos que no creímos complementar tan perfectamente.

Ah, Nils...

¿Eso fue un suspiro?

Me podía quedar pensando en cuánto deseaba visitarlo sin antes avisar. Como si la invocación hubiese surtido efecto, justo pensando en él ocurrió lo que rara vez pasaba: me escribió. Y, por supuesto, la sonrisa se evocó solita.

Nerd🤓

¿Recuerdas a Harry Potter? Seguro que no. No conocías la saga, tampoco quién era. Te haré una propuesta: ¿y si me acompañas esta noche de maratón de películas?

Sucia muggle.

La sonrisa se me borró al sentir el peso de unos ojos atravesándome e incomodándome. Alcé la vista al espejo retrovisor y noté que, detrás de mí, Jhonatan estuvo ocupado viéndome por el reflejo sin disimular. Hasta que lo pillé en esas, claro. Giró luego el rostro para prestarle atención a lo que Layla le decía, que seguro era una burla a su existencia porque la chica no parecía aceptar a Jhony como a un buen chico, sino que, por el contrario, pretendía cansarlo a comentarios ofensivos e indirectos.

Él le tuvo paciencia.

Menos mal, porque como yo, tan entrometida e impulsiva como siempre, me lanzara a su defensa, la tipa lo lamentaría.

Decidí que era mejor escribirle a mi chico para relajarme.

¿Mi chico?

Bueno...

Antes que nada, ¡me has arruinado la sorpresa! Quería visitarte en la noche sin avisarte.

Vaya, vaya, ¿es que pretendías pillarme dormido y entrar por la ventana o algo así?

Ya te gustaría, maldito. Aunque por si acaso, ¿duermes desnudo?

No, pero a partir de ahora lo haré.

Qué pervertido, nerd.

Joder, cámbiame el apodo. Ya te he dicho que no soy un nerd; no me difames de esa forma. En todo caso, sería profe para ti.

No te cambiaré nada, a no ser que me digas qué significa Muggle.

Tendrás que ver las películas conmigo, bonita.

Entonces te quedas con el irónico apodo, bonito.

¿Vendrás o no?

Depende. ¿Podré ayudarte a preparar la cena?

Puedes, con la condición de que no toques nada relacionado al fogón y horno. No quiero que quemes el edificio🤡

Lo prometo, cariño.

—¿Con quién hablas?

—Con una personita, tóxico.

—No soy de Chernóbil como para ser tóxico.

Hubo un silencio entre nosotros, en el cual sus ojos miel no se me apartaban. Desprendían un brillo tan hermoso...

Vaya, Oliver seguía teniendo ese efecto hipnótico en mí.

—Solo... me encanta tu sonrisa —murmuró, fingiendo no ser tímido frente a mí—. Sé que te lo he dicho millones de veces, pero no me cansaré de recalcarlo. Y tenía curiosidad por saber quién la causó.

Quizás Oliver... me entenderá, pensé.

Sí. Fue lo único que pensé.

Nils y yo no éramos Romeo y Julieta.

No debía seguir conteniéndome con él por miedo a que nuestra montaña rusa de sentimientos bajara de la cima y nos terminásemos estrellando con lo mismo que creamos. No quería esconderme.

—En realidad, Oliv, he intentado decirte sobre él.

—Es un hombre —recalcó.

—Sí, y... no sale de mi cabeza. He intentado olvidarlo, y es imposible porque él es...

—Eh, tarado, te has pasado el motel por una cuadra —interrumpió Jhony, con la inexpresividad tatuada en su rostro—. Detente aquí, por favor. Niña, ¿podemos ir caminando hacia allí?

¿Pero qué rayos hacía Jhonatan, y por qué me miraba de esa forma?

Maldición, ¿tenía que joderme cuando agarré valor para confesarle todo a Oliv?

Sin esperar respuesta alguna, el mencionado bajó del auto y me abrió la puerta cercana. Con un ademán, me pidió que bajase. Layla expectaba todo como si fuese un jugoso chisme que, en lo personal, no le hacía ni puta gracia. En cuanto a Oliver, frunció el ceño con obvia molestia.

¿Yo?

Me sentí cómoda tomando la mano del chico para bajar. Y caminé a su lado a una distancia acorde, dando algún que otro tropiezo por las piedras de la calle que, aunque era de ciudad, delataba ser tercermundista.

—¿Por qué has... actuado así?

No tuve que especificar. Encendiéndose un cigarrillo, sin dejar de verme con esa intensidad, sonrió microscópicamente como si con una niña tratase.

Ibas a cometer el peor de los errores, Barbie.

—¿Qué sabrás tú?

—Pretendías contarle a Oliver que frecuentas con Nils Sheldon —de sopetón, me quedé quieta en la acera—. Y eso, señorita, no debes hacerlo.

—¿Tú cómo sabes que...?

—Nils se esfuerza porque nadie se dé cuenta de lo vuestro —intervino, cauteloso—. De que son amigos. Solo por esto y porque todavía no os han visto por las calles, nadie sospecha mucho. Pero yo os he visto. Sobretodo, he notado cómo es incapaz de apartarte la mirada. Ese chico parece quererte, niña; lo dicen sus ojos. Si le cuentas lo más mínimo a Oliver, obligarás a Nils a alejarse de ti.

Con todo lo que soltó, mi sonrojo ya era evidente. No solo yo había notado cómo me observa Nils, y eso era digno de mis nervios. Y de ese revoloteo en mi estómago como si no hubiese ahogado las mariposas hacía tanto. Sintiéndome ya en confianza con él, esbocé una sonrisa.

—Debes explicarme cómo sabes tanto.

—A mí ningún detalle se me escapa.

Ladeé la cabeza.

Solo él parecía estar dispuesto a darme las respuestas a todas las preguntas que, una tras otra, me acechaban.

Y recordé la promesa que le hice a Nils: jamás indagar sobre él con otra persona. Entonces me retracté. Podía ser una tonta, pero no romper una promesa que, para él, parecía importante. La intriga y mi personalidad de terca hasta la muerte lo dificultaban, pero le haría caso.

Sin embargo, Jhony, tan listo, leyó mis pensamientos.

Aquello ya no era culpa mía...

—Oliver solía boxear junto a Nils, pero seguro esto no lo sabes —agregó, con aires de ente superior que poseía información del Área 51—. La rivalidad entre ellos fue notoria desde hacía años, pero antes de entrar a la universidad fue peor. Tuvieron una pelea bastante fuerte fuera del ring y jamás volvieron a hablar. Al entrar a la universidad, fingieron no conocerse, pero la competencia continuaba. Hasta que un día, la exnovia de Nils causó otra discusión entre ellos que finalizó muy mal. Nadie habla sobre ese día.

Tanto contexto le faltaba, que seguro por eso me observó con ojos de disculpas. Pero aquello fue más de lo que alguno de ellos dos me dirían alguna vez.

O de lo que yo pudiese preguntar.

Y me causó diez mil dudas, por supuesto.

—¿La exnovia de Nils... quién es?

—¿No la conoces? Su nombre es Miley Jones. Es quien le destruyó la reputación a tu noviecito.

—No es mi noviecito.

—Entiendo.

Sonaba tan sincero en cuanto a la opinión que pude predecirlo. Jhonatan sabía lo que hacía. Siempre supo qué palabras dedicarme y cuáles no. En mi vida, fue esa persona que le da respuesta a tus interrogantes y te saca del pozo en el que ni tú sabías que caíste por tu imprudencia. Y te tendía la mano sin pedir nada a cambio, a no ser que en ese instante desease abastecerse con tu sonrisa y bienestar.

Por supuesto, en ese instante no lo supe.

—Si quieres proteger tu amistad con los dos, no se te ocurra decirle nada a Oliver. Él te ama de una forma casi retorcida, si me permites comentar. No le hará gracia que tú comenzaras a sentir lo más mínimo por el hombre a quien más odia.

Asentí con la cabeza hecha un matojo de pensamientos, pero dispuesta a hacerle caso. Era sencillo: mantener lo nuestro lejos del ojo público como hasta ahora. Y con miedo, pero con ganas.

—Deberíamos entrar ya.

Él asintió y volvió a su semblante común.

Entramos al motel y visualizamos la silueta del rubio que buscaba en la recepción. Traía su traje típico de recepcionista y un bolígrafo en la oreja. Nuestras miradas se cruzaron y avancé hacia él, no sin antes tropezarme con la alfombra del pasillo y disimularlo para no pasar vergüenza como solo yo sabía hacer.

En cuanto a Jhony, le perdí el rastro.

—Eh... holi —saludé al estar frente al chico—. ¿Luis Guevara?

—Eso dice mi placa de identificación. ¿Barbie Robbie?

—Eso dice mi acta de nacimiento.

—Mucho gusto, linda. Ya te conocía por las redes sociales. Te sigo en Instagram y comento mucho —sonrió, coqueto y servicial a partes iguales—. Buscas una habitación donde quedarte, ¿cierto? Tenemos ocho disponibles.

Lo vi colocarse tras el mostrador, intrigado. Ignoré que le echó una hojeada a mi escote y, por mi estabilidad emocional y su comportamiento, utilicé mi cabello para cubrirlos de la manera más sutil que pude.

Ver a Luis era impresionante.

Su cabello rubio, del mismo tono que el mío. Sus rasgos faciales, increíblemente una copias de los míos. Y verme reflejada en sus ojos... No causaba nada. Pero ahí estaba, un chico que podría ser él, mi hermano, y el físico lo confirmaba, pero yo no lo sentía.

—En realidad, no —contesté. Rebusqué en mi cartera una fotografía y la coloqué en el mostrador para que la contemplara. Con extrañeza, tomó el cuadro—. Vine para hablar contigo, Luis. Dime, ¿conoces a esa mujer?

La foto mostraba a mi madre en sus mejores años, antes de padecer el cancer, justo cuando su melena rubia cubría su nuca y los ojos azules le resaltaban. Un nudo se hacía en mi garganta cada que recordaba eso, porque en el fondo jamás se supera una pérdida, pero me esforcé en hablar normal.

—No sé quién es ella —fue sincero—. Tiene mucho parentesco a ti. ¿Es tu madre?

—Sí, ella misma.

—Muy lindas ambas. ¿Puedo preguntar por qué me enseñaste su foto?

Guardé el cuadro nuevamente.

Observé el tono de sus ojos. Un azul muy claro en comparación a los míos, pero azul al fin y al cabo. Él sacó de alguna esquina un pomo de agua para beber, como si por babear viéndome se hubiese quedado sin humedad en la boca.

Ahora deseaba que no fuese mi Hermperdi.

—¿Nunca has pensado que puedes ser adoptado?

El pobre Luis tiró el agua que retuvo en su boca encima de mí. Abrí los ojos con sorpresa mientras se secaba los labios y luego bajé a ver mi ropa mojada.

Maldición.

¡El vestido era nuevo!

Vale, tal vez debí preguntarlo con sutileza.

Apuntado para el futuro.

—Perdón, perdón, no era mi intención.

Agarró una toallita y rodeó el mostrador para plantarse frente a mí. ¿Pretendía...? Me dije a mí misma que no, que no pretendía pasarme la toalla por la zona mojada del pecho, pero el idiota fue directo a eso.

Retrocedí varios pasos.

—Solo respóndeme la pregunta, no necesito eso.

No pareció contentarse, pero se retractó.

—No, no soy adoptado. Por Dios, ni que fuese un perro.

—También se pueden adoptar a los niños, Luis.

—Pues eso: ni que fuese un perro. ¿Por qué me preguntas?

Decidí fingir que no entendí que le dijo perros a los niños.

—Tengo un hermano perdido, hijo de la mujer que viste, y estoy buscándolo.

—¿Por qué?

—Porque quiero conocerlo, ¿no es obvio?

—¿Por qué?

—¡Porque es mi hermano!

—¿Por qué?

—¿Eres estúpido, o te sale de maravilla fingir serlo?

Se aguantó la carcajada cuanto pudo. Me estaba jodiendo por aburrimiento, y me harté porque, como explicó Nils una vez, mi temperamento daba asco.

—Linda, ya tengo una hermana a la que no soporto; no necesito otra —anunció, alardeando— ni soy a quien necesitas. ¿Pero sabes qué sí necesito yo? Una novia.

Decidido. Este idiota no era mi hermano. Ya ni siquiera le pediría ayuda para investigar, sino que como el anterior lo ignoraría hasta nuevo aviso por payaso.

—¿Tienes Tinder? —interrogué, cruzándome de brazos.

—Sí, cariño.

—Típico de un mal conquistador —resoplé—. Búscate una novia de tu calaña allí.

—¿Mal conquistador? —su voz se volvió pícara—. Pero si yo podría ser el Cristobal Colón de tu corazón, Barbie. Escríbeme por Tinder y te demostraré de qué otras maneras estarás encima de mí.

Y he aquí clases de pésimos piropos para chicos necesitados de mojar el palo.

Síganlo para más frases sacadas de la zona más cringe del internet.

Rodé los ojos.

Teniendo en cuenta el tiempo que perdí con ese tipo, pasé por su lado para marcharme y preguntarme: ¿por qué casi siempre me topaba con chicos desagradables? Me detuve en seco para girar mi rostro y mirarlo una última vez. La última palabra la tendría yo, por supuesto.

—Ah, por cierto, Luis, deberías buscar a César el encantador de perros. Le encantaría educarte como es debido.

Dicho eso, me largué sin llevarme muy buena impresión del chico. Apenas conseguí que me comiera hasta los huesos con la vista. Creo que por aquello me sentí incómoda con la ropa mojada que traía encima, pues se marcaban mis atributos. Estando fuera del motel, suspiré.

—¿Planeabas venir al motel para ofender al recepcionista?

Jhonatan, con sus pintas de fuckboy norteamericano marcadas, se volvió a reencontrar conmigo.

—No, pero me podría acostumbrar. Es más divertido que salir del motel guardando los condones en la cartera.

Se rio por lo bajo y metió por fin los condones y la cartera en el bolsillo de su pantalón. Peinó sus cabellos erizados y acomodó su camisa.

—No tuve tiempo para usarlos.

—Dudo que en cinco minutos pudieses hacer algo, después de todo.

—No me subestimes. ¿Ya no parezco salido de una habitación de motel?

—No. Ahora pareces un drogadicto común y corriente.

Se me quedó viendo, extrañado.

Entonces, lo imposible: rompió a reír.

—Oh, entonces me veo perfecto.

—¿Perfecto?

—A las chicas les gustan los maleantes descarrilados —obvió, como si el cigarrillo no hubiese acabado con las pocas neuronas que tenía.

—A las lectoras de Wattpad sí, pero al resto no.

—Díselo a la monja de la habitación de la que salí. Oye, omitiendo este tema, ¿por qué se te marcan las tetas?

—Ups.

Me coloqué las manos en la blusa mojada, avergonzada.

De inmediato se quitó la chaqueta marrón que traía para colocármela encima. Ni siquiera tuve tiempo de refutar porque el amable chico no me lo permitió. Metí las manos en las mangas y abroché para que no se notara que seguía con la blusa mojada. Hice un puchero y se quedó mirando mis labios.

—¿Por qué pareces triste, preciosa?

—¿Jamás has sentido que... quieres lo que no puedes encontrar?

—No se trata de lo que quieras conseguir, Barbie. Se trata de lo que necesitas, y esto llegará sin necesidad de que lo busques.

—¿Tienes algún ejemplo de eso?

Y luego, viéndome a los ojos con una seguridad y brillo que me hizo temblar en la zona, casi encontrándome con sus sentimientos, murmuró como si fuese una confesión:

—Tú has sido todo lo que necesito, niña.

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