🌩 Extra 1: Carol y Jhony 🌩

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Antes de que empecéis a leer, os pido colaboración en comentarios y en una dinámica que estaré haciendo en mi Facebook.

Solo debéis hacerle una pregunta al personaje que queráis. Hagan tantas como quieran, especificando a qué personaje es, y las respuestas de ellos las recibirán.

En el próximo capítulo os comentaré el fin de la dinámica y dónde podrán leer las respuestas.

No he tenido momentos fáciles y por eso he subido el capítulo ahora, así que me disculpo, pero me encantaría leer el apoyo de mis lectores.

Disfruten este extra❤️‍🩹

Y recuerden que ESTO ES UN BORRADOR.

💗

Muchas veces las almas más destinadas a estar juntas se pierden. No
por quererlo, sino por creer estar destinados a perderse y no a quererse.

En realidad, él lo pasaba fatal en su hogar.

Cada ocasión donde se encontraba solo con su padre, solía ser un momento de tensión que a la larga se transformaría en una discusión por cualquier tontería. Sucedió aquello en la mañana, y en al rato parecía que todavía seguían enfadados con el otro.

Jhonatan no soportaba a su padre adoptivo.

Su padre tampoco lo soportaba a él.

¿Lo único increíble de vivir en aquella casa? Oh, una pregunta sencilla de responder: ahí Jhonatan tenía a dos de sus mujeres favoritas. La niña de sus ojos, y su madre adoptiva, la única mamá que tuvo. Si alguna vez alguien se atrevía a decir que Bárbara era la madre de Jhonatan, él se quejaría, se sentiría ofendido y defendería a capa y espada que lo era Elena. Ella lo amó desde que él llegó a sus brazos con solo siete años —como Bárbara jamás hizo—, y aún en la actualidad, justo como en ese instante, seguía demostrándole afecto.

La mujer se dirigió a la cocina entre risas al ver a sus hijos jugando y regresó con un biberón lleno de leche. Jhonatan se encontraba en el sofá, riéndose y jalándole de forma suave los pelos a Janny.

—¡Y-ya, tata! —chilló la niña—. ¡Ya!

—¿Ya..?

—¡Ya, ya!

Jhonatan solo siguió riéndose, ya que al dejar de molestarla ella puso mala cara. Irónicamente agarró la mano de su hermano mayor y se la puso en la cabeza.

—¿Querías que me detuviera y ahora quieres que siga jodiéndote? —acusó, entretenido. Ahora le hacía cosquillas mientras ella se retorcía entre risas escandalosas por todo el sofá—. ¡Es que tenías que ser complicada, mujer! A ver... dejo de hacerte cosquillas si pronuncias mi nombre.

Elena admiró la escena, recostándose en el umbral de la puerta. Sabía que, por mucho que Jhonatan pareciera un chico vago y descuidado, cuando molestaba a su hermanita se esforzaba por no hacerla llorar o descuidarla.

—Pronuncia mi nombre para que mamá te escuche —insistió él, con una divina sonrisa—. Venga, Janny, inténtalo.

—¡Jonata!

—¿Eh? ¿Cómo? No te escuché...

—¡Jonataaaa!

El chico se echó a reír. Adoraba preguntarle su nombre a la niña. Aunque deseaba que alguna vez lo pronunciara bien, le parecía tierno su intento. Al final la soltó, no sin antes restregarle el cabello con la mano de forma cariñosa. Contraria a él, la niña tenía hermosas hebras muy cortas y oscuras, así como los ojos ámbar, justo como la mujer que le entregaba el biberón a Jhonatan.

—Jhony, ¿podrías darle el biberón tú hoy?

—Mamá, si me lo das y luego me lo preguntas, es un mandato cortés, no una petición.

—Agh, qué más da, cariño. Si te mantengo, te gobierno.

Ella tomó asiento en el sofá de enfrente, sacudiendo su delantal. Como ama de casa y profesora en un preuniversitario, en realidad casi nunca tenía tiempo libre, y el que de casualidad conciliaba le pertenecía a sus minutos de disfrutar la relación de sus hijos. Cuando Jhonatan no estaba en el campus, por supuesto.

—Ven acá, enana.

—¡No! ¡Tú no!

—Tata, el alimento no se rechaza.

—¡Tú me lo da mal!

—¿Cómo voy a darte mal un biberón? —Jhonatan frunció el ceño, observó a su madre y, al notar que ella solo aguantaba una risa, volvió la vista a donde mismo—. Janny, quiéreme, que soy tu hermano. Ven aquí, pequeña.

—¡No!

La niña bajó del sofá solo para acercarse a su madre y subírsele encima. De alguna forma, siempre se las arreglaba para guindarse de alguien. Con solo tres años, ya era una fiera de mucho cuidado, y esto lo sabía Jhonatan desde la primera y milésima vez donde lo mordió por pura gracia. Elena acarició a su hija y al final le arrebató el biberón a él de las manos.

Logró darle de beber a la niña con solo acomodarla en su regazo, permitir que ella jugase con sus aretes y estar acariciándole el cabello mientras tomaba. Era el combo perfecto para que Janny se quedara tranquila por lo menos durante un minuto.

—Aprende de tu madre, Jhony, que no soy eterna.

—No me digas Jhony, que suena muy cursi.

—Agh, extraño esos momentos donde no te quejabas por mis apodos —un escenario fugaz se le paseó por la mente, específicamente uno que sucedía muchas veces—. ¿Te acuerdas de cuánto te molestaba que te dijese pequeñín?

—¡Como para olvidarlo! Tenía diez años, coño, y tú decías eso frente a mis amigas para referirte no específicamente a mí.

—No digas palabrotas delante de Janny —le regañó, suspirando y al final expandiendo sus comisuras de nuevo—. En fin... hablando de amigas... ¿Qué tal está ella?

Enseguida Jhonatan se erizó. Se acomodó unas cuantas veces en el sofá antes de responder:

—¿Ella? ¿Quién ella?

—Jhony, me refiero a ella. La vecina. Tu enamorada. La chica que desde hace años viene a verte. Esa que...

—Mamá, detén la biografía o siento que vas a decir hasta cómo nació. Ya sé que... te refieres a Carolina.

—Por supuesto que sabes, pillín.

Elena acomodó mejor a Janny, quien tenía los ojos cerrados mientras disfrutaba las caricias y poder mordisquear el chupete del biberón. Puso su expresión de vieja chismosa, pues aunque contaba con solo treinta y nueve años podía considerarse de esa forma. Jhonatan solo quería que la tierra se lo tragara.

—No pienso hablar contigo de ella —enfatizó, decidido—. Eh, no me mires así. No me pongas ojitos. ¡No es cómodo hablar de esto con una madre!

—Ni que te fuese a preguntar la posición en la que...

—¡Los oídos y próximos traumas de Janny, mamá!

—Ups, perdón.

—No creo que sea bueno seguir hablando de esto, de verdad.

—Solo... cuéntame ya por qué no has dejado de hablar de ella con Luciana.

—¿Qué tiene que hable de ella con Luci?

—Que estabas cotilleando sobre la que te gusta, con la que se suponía que era tu... ¿cómo le dicen ahora los jóvenes?

—Casi-algo.

—Ajá, esa mier... —Janny contempló a su madre, quien se mordió la lengua—. Miércoles, quise decir. Jhonatan, ¿sí sabes que Luciana estaba ilusionada contigo, verdad?

Él sintió una punzada en el pecho, y no precisamente la que sentía estando junto a Carolina. La situación... era difícil para él.

Durante mucho tiempo decidió tener una vida activa donde conquistaba a muchas, por supuesto sin hacerles daño, pero a cada ocasión se daba cuenta de lo vacías que eran sus conquistas solo por tener sexo.

Con Luciana... sucedió algo diferente. Comenzó a sentirla como a una amiga, y en un momento de debilidad no pudo evitar empezar a hablar sobre Carolina. Quería una amistad en Luci, no besos, no sexo, no despedidas hasta nuevo aviso; quería sus consejos, que lo hiciera abrir los ojos si eso necesitaba, que... fuera su consejera sentimental.

Saber que le hizo daño fue lo que le hizo arrepentirse de cada situación que se dio con ella. Jamás se besaron o tuvieron algo carnal, pero sí fue testigo de que era lo único que deseaba de él mientras él... deseaba, añoraba y necesitaba a otra persona. A su mejor amiga, Carolina.

Lo cierto es que comprender a Jhonatan solía ser sencillo, puesto que él era un chico sencillo. Irradiaba alegría, comentarios chistosos, una personalidad extraña y a la vez divertida, y mucha más alegría. Aprendió de su madre lo imprescindible de hacer sonreír y reír a las personas, así que su personalidad extrovertida y ese aprendizaje le jugaban una buena pasada. Era aceptado entre ambos sexos, no solo por su personalidad, sino también por ser atractivo. Había probado tantas locuras como pudo, con chicos, chicas, y hasta juguetes sexuales, pero ninguna experiencia o persona parecía llenarlo.

Jhonatan buscaba afecto físico porque pensaba no merecer afecto sentimental.

—Sé lo que quería ella. Pero yo... no la quería a ella. No en ese sentido. Es decir, era una buena amiga, pero hasta ahí.

—Mhm... sospecho que Carolina tiene mucho que ver en esto.

—Puede ser.

En cuanto Janny se terminó la leche, su madre la acurrucó entre sus brazos y apartó el biberón. Era una niña delgada por herencia; no pesaba demasiado, por lo que podía dejarla dormida durante horas encima, y eso empezó a hacer en lo que buscaba las palabras exactas para dedicarle a su hijo.

Tal vez su esposo no lo tenía muy claro porque no solía tener conversaciones profundas con Jhonatan, pero ella sabía que este no se abría tan fácilmente a alguien. Durante toda su adolescencia lo vio andar con mil grupos de personas distintas, integrarse a todos, tener aventuras en solitario y acompañado, sin embargo jamás le había presentado a una novia o sintió la necesidad de desahogarse con ella o con esos tantos amigos que tenía.

—Parece que tengo un lobo solitario en casa... —se escuchó decir—. Cariño, sé que por ser tu madre no quieres hablar de ciertas cosas conmigo, pero creo que es hora de que dejes de abrirte de piernas y te abras de corazón.

Jhonatan puso una mueca.

—¿De qué hablas, mamá?

—Ese es un consejo que tu abuela me dio hace años, cuando cumplí dieciocho. Ahora tú tienes diecinueve, estás lejos la mayoría del tiempo, casi nunca hablamos más de ocho oraciones, y estás pasando por mucho. Pero creo que todo te sucede porque no le brindas el corazón a nadie, hijo. A nadie que se llame Carolina.

—Eso no es cierto, por Dios.

—Te reto a que le preguntes a todos tus amigos y amigas cualquier cosa que no te guste. Nadie podría adivinar. Carolina puede hacer una biografía sobre ti porque te conoce desde que llegaste aquí, y porque al ser tu mejor amiga has estado de poco en poco compartiendo cosas sobre ti con ella.
¿Nunca has pensado que deberías entregarte a ella de una vez, o a otra persona, y dejar ese vacío al que llamas casi-algo?

—Sabes que... no puedo. Soy su mejor amigo, por Dios. Y además, no puedo. Yo y Carolina... no, no sucederá.

—A mí me gustaría como nuera, y creo que te lo he hecho saber. Es una chica increíble, y Janny la ama.

Él observó de soslayo a su hermanita, escuchando el nombre de Barbie rebotar en su mente. ¿Barbie también apreciaría a Carolina si la conociera, o a él mismo si lo conociera? Omitió este detalle.

—Janny adora a todas las muchachas.

—Pero tú, Jhony, no adoras a todas. Dime, ¿por qué te rehusas tanto a ella? La conoces desde... ¡hace como diez años o una salvajada así! Sois el uno para el otro.

—Creo que a veces olvidas a su familia.

Aquel detalle pronto su madre lo recordó, así como recordó otro más pequeño.

Desde que notó a ese niño de siete años en el orfanato, supo que su corazón le pertenecería. Le ofreció un hogar, una familia que lo atesoraría, y una vencidad increíble donde el niño conoció a su primer amiga y vecina: Carolina, por supuesto.

Jhonatan desde pequeño tenía la manía de llorar cada vez que se quedaba solo, a la espera de que sus nuevos padres lo abandonaran. Lloraba por todo, en realidad. Tenía defectos y virtudes a millón, como si fuese un niño adulto, y con todo y eso Elena, luego de tantos embarazos fallidos y mucho amor para dar, lo adoró incluso cuando logró tener a Janny.

Otra preocupación del niño, que se convirtió en un problema en su adolescencia, fue el compromiso.

Jhonatan odiaba los compromisos de cualquier tipo. No le gustaba prometer nada. Detestaba decir palabras melosas o lindas a las personas que podrían ilusionarse. No quería tener relaciones sentimentales fuera de su círculo familiar, ni tampoco sentir algo fuerte por alguien.

Por el contrario, su mejor amiga, la única niña, adolescente y mujer que pudo adentrarse en su acorazado corazón y quedarse por mucho tiempo, amaba y estaba obligada a mantener compromisos. Juraba cada noche, pedía al cielo una relación perfecta con el chico que se casara con ella, y anhelaba un compromiso especial.

El único detalle que Jhonatan no sabía, es que ella soñaba todo aquello con él a su lado. Deseaba casarse con él, por lo menos desde sus siete años. Quería dejar de lado las palabras crush o mejores amigos para convertirlas en un vínculo más poderoso, afectuoso y, sin dudas, merecedor de la tensión palpable y el amor que entre esos dos surgía día a día.

¿El dilema? Carolina estaba obligada, por norma familiar, a mantener matrimonio con el chico con el que perdiese la virginidad o, sin más, fuese su novio. Una regla anticuada y que odiaba, pero debía seguir por temor a los prejuicios que romperla traería.

Esto a un alma libre como Jhonatan... le aterraba. Le asustaba en serio, tanto como confesarse alguna vez, en voz alta, observando con fijeza esos hermosos ojos suyos, y recibir una respuesta negativa como respuesta.

No solo le temía al compromiso, sino también al rechazo de Carol.

—Prefiero seguir siendo su mejor amigo que estar con ella una noche y luego escapar por miedo a seguir enamorándome —murmuró, derrotado—. Eso sucede.

—¿Tu plan es... dejarla ir?

—Es lo mejor.

Pero Elena había criado a ese muchacho resabioso durante años. A ella no le podría mentir, oh no.

—No quieres hacer eso. Solo tienes miedo.

—¿Y qué con eso? No puedo hacer nada al respecto.

—Poder, puedes. Sabes que le gustas —él iba a refutar hasta que ella lo mandó a callar—. A Carolina le gustas un montón desde hace años. Siempre pone una mueca cuando te ve cerca de una casi-algo, y tú lo notas. Te haces el ciego, pero lo sabes.

—¿Cómo le voy a gustar yo? ¿Estás loca?

—No fui yo quien se golpeó la cabeza al nacer —intentó bromear ella, causando su pequeña sonrisa que luego borró adrede.

—¡Como sea! No sé a qué viene toda esta charla. Sé que necesito otros aires, ajá, pero dudo poder tener algo con Carol.

—Agh, qué cabezota me saliste, muchacho. ¿Sabes qué? Tu madre jamás se equivoca. Sé que si en algún momento te atreves a confesarte y dejas tus tonterías, serás su pareja, suceda lo que suceda con tus miedos o su familia. ¿Y lo mejor? Yo podré cocinar para otra boca.

Jhonatan se limitó a negar con la cabeza.

—Déjame a mí con mis líos.

—No prometo nada, hijo.

—¿Qué habláis?

De repente, esa voz pesada y dominante de toda situación hizo eco en el salón. El padre de Jhonatan bajaba las escaleras, acomodándose la camiseta que solía utilizar para sus reuniones empresariales que le surgían de repente. En cuanto ambos se clavaron la mirada, recordando que minutos atrás habían vuelto a discutir. A su vez, intentaron fingir normalidad frente a Elena.

—He de suponer que hablabais del hecho de que Jhonatan haya reprobado el curso —masculló el hombre, indiferente—, ¿no es así?

—Amor, no hace falta que nos centremos en eso —suspiró Elena, sabiendo que solo intentaba ignorar ese dichoso tema—. Él hizo lo que pudo y se esforzará luego.

—Empezó tan bien que pensé que sería más que un inútil —pese a su murmullo, su hijo logró captar cada cruda palabra. No pudo aguantarse las agudas palabras:

—Eres tú el único que se frustra con mis tropiezos y no aprecia el noventa y nueve por ciento de cosas buenas que hago.

Debido a la réplica, su padre enarcó una ceja y le dedicó una mirada frívola. El hombre solo pretendía que su hijo fuese un prodigio, no un mamarracho o un inútil, como lo percibía. Quería que se independizara —cosa difícil, teniendo en cuenta el instinto maternal de su esposa, ese que sufría cada que tenía lejos a Jhonatan. Deseaba verlo con un título del que presumir con sus compañeros de trabajo, poder salir con él a jugar béisbol, también con sus compañeros, y presumir de sus logros frente a sus hijos.

Cada discusión que surgía entre ellos, era precisamente por su complejo de perfeccionamiento, y otro tema que, en verdad, Jhonatan no debió mencionar.

—¿Acaso nunca piensas en que ahora podré estar cerca de Barbie con más facilidad? —reclamó—. Estaré en el bloque de su curso y... eso me hará cercano a ella en cuanto entremos a la universidad.

—Jhonatan... —advirtió su madre, pero este no quería quedarse callado. No podía más.

—Padre, sé que te he decepcionado, pero en parte esto lo he hecho por ella —masculló—. No me importa repetir el curso. ¿Qué más da? Es solo otro año.

Su padre no podría comprenderlo. En su mente, aquello sonaba absurdo, por lo que su expresión soltó todo. Necio a seguir discutiendo, más encima estando apurado, decidió ignorar a su hijo y marcharse de una buena vez. Jhonatan sabía que a él le sofocaba esa casa, esa familia, todo lo que tenía, incluyéndolo a él. Todavía rabiando por todo lo que retenía, le pidió disculpas a su madre con la mirada y corrió tras él.

—No quiero tener que volver a repetirte la misma mierda de siempre —vociferó el hombre al verlo llegar, abriendo el garaje de la casa con cierto apuro—. Jhonatan, no tengo tiempo para estupideces. ¿Has arruinado tu asquerosa vida? Afronta las consecuencias, pero no intentes convencerme.

Estas palabras le afectaron.

Volverían a discutir.

Volverían a gritarse.

Él lo sabía, no obstante no podía quedarse de brazos cruzados, no ahora que tendría una oportunidad con su hermana.

—¡Lo único que te he pedido es apoyo! —afirmó con cierta rabia—. No te he pedido más nada en esta vida.

—No mereces nada, ni siquiera lo más mínimo —masculló su padre, con la mandíbula apretada—. Quítate de mi camino antes de que me arruines el día. Jhonatan, quítate.

—No iré a ningún maldito lugar hasta que no podamos hablar como dos personas civilizadas. ¡Si tan solo entendieras lo que me impulsa a...!

—¡El maldito problema es que nunca sabes cuándo callarte! —se extasió, cortándolo a mitad de oración y haciendo sentir incomprendido al muchacho que, de corazón, estaba sufriendo toda esa situación—. ¡Piensas solo en ti y en esa tipeja a la que llamas hermana, pero no piensas en tu futuro! ¿Quieres confesarle todo de una jodida vez? ¡Adelante! ¡Hazte cargo luego de su sufrimiento, sé tan egoísta como siempre!

—¡No quiero confesarle nada, solo estar ahí para ella! ¿Es que no lo notas? ¡No eres capaz de comprenderme porque jamás me dejas refutar! Tú lo entenderías si alguna puta vez estuvieras ahí para alguien.

Ante estas palabras, el hombre intuyó enseguida por dónde iban los tiros. No se contuvo al tomar a Jhonatan del brazo con una fuerza superior y adentrarse con él hasta el garaje, evitando así ser escuchados.

—¡¿Te das cuenta?! ¡No sabes callarte! ¿Qué coño quieres, Jhonatan? ¡¿Destrozar todavía más esta familia?!

—¡Tal vez no debo callarme si sé que me llamas egoísta cuando eres tú quien tiene una amante! ¡Eres el único que no piensa en el futuro de esta familia, no me intentes culpar a mí de esto!

El rostro de ambos ya se teñía de un rojo intenso, producto de todo el rencor que uno al otro se guardaban. Cariño paternal alguno existía, sin embargo era tan escaso que podían culparse el uno al otro todo el tiempo. Jhonatan, odiando saber que su padre engañaba a su madre y teniendo que quedarse callado por el futuro de Janny; su padre, por otro lado, detestando el día en el que escogió al niño más complicado y rebelde de aquel orfanato, uno incomprendido y al que intentó amar sin resultados.

—Cierra la boca antes de que me arrepienta en demasía por haberte sacado de esa pocilga en la que vivías —soltó con repudio, viendo con fijeza a un problema, no a su hijo. Lo tomó por el mentón con fuerza y este ni siquiera se inmutó, acostumbrado a sus tratos violentos—. ¡Lo que yo haga con mi vida sexual no te incumbe! Si has venido solo a fastidiarme, lárgate de una buena vez, de aquí o de esta puta casa. Me tienes cansado... —apretó su agarre, sin darse cuenta de que Jhonatan no reaccionaba por estar aguantando sus deseos de quitárselo de encima de alguna forma agresiva—. ¡Desde que supiste de esa puta no has dejado de buscarla, sin importarte que tu madre te necesita! ¡No sé qué cojones entonces haces aquí y no con Barbie!¡Arruínale la paciencia a ella, maldito bueno para nada, no a esta familia!

Luego de aquellas palabras que no meditó antes de soltar, fue consciente de que su mano comenzaba a provocar el enrojecimiento del brazo de su hijo. Se apartó y, orgulloso, pese a entender que se había excedido, sólo se marchó en su auto para, probablemente, aparecerse al día siguiente para fingir que estuvo toda la noche trabajando en su oficina y allí se durmió.

Jhonatan se quedó perplejo en el lugar. Quieto, intentando procesar las palabras. No le dolían tanto como las primeras veces donde le gritó o maltrató por "moldearlo", pero seguía siéndole fastidioso saber los pensamientos de su padre hacia él.

Él... no quería arruinar a nadie.

En realidad tenía deseos cero egoístas.

Desde que supo de la existencia de su hermana, Barbie, supo que quería conocerla, presentarse ante ella y tener ese vínculo de sangre del que carecía por culpa de Bárbara. Justo aquí radicaban todos los problemas del chico: en la persona que alguna vez fue su madre biológica. No podía confesarle a Barbie quien era, sabiendo que su existencia la haría sufrir al saber de qué fue producto.

Esto no era sencillo de procesar.

El hecho de saber que no fue deseado en casi ningún lugar, el rechazo constante de su padre y el leve pensamiento de no poder tener algún apoyo por parte de Luciana, Carolina o Barbie, sabiendo que de su madre no podría obtenerlo aunque quisiera, le estaba causando mucha lástima de sí mismo.

A veces pensaba que solo existía por gusto.

Porque sí, sin más.

Nacido en un hospital, producto de un doloroso recuerdo por el que Bárbara sufrió durante toda su vida, siendo el arrepentimiento de su madre, esa mujer que solo deseaba una niña que no le causara rechazo al ser proveniente de una situación desagradable con un hombre desconocido para ella. Eso era Jhonatan. Alguien que causó asco y rechazo desde su nacimiento. Que solo no fue abortado por las normas anticuadas y familiares de Bárbara, que la obligaron a dar en adopción en secreto y jamás mostrar la identidad de su hijo. Sabía que si aquellas normas no existiesen, él tampoco existiera.

Jhonatan sufría en silencio.

Prometió no llorar frente a nadie. No romperse por nadie. No ser vulnerable.

¿Alguna vez podría romper la promesa?

Se martirizaba cada noche pensando en si tenía abuelos, y si ellos sabían que su hija nunca vio fallecer a su niño recién nacido en sus brazos. Se preguntaba cuánto le dolería a Barbie manchar la imagen de su madre, o comprender una mínima parte de todo lo que Jhonatan vivió por sus decisiones. Temía comprometerla a quererlo, a comprenderlo o, sin ir más lejos, que se alejara de su propia familia por ella. Tenía tanto miedo que terminó cegándose a sí mismo entre negatividades.

En cuanto se cansó de sobre pensar tantas cosas desagradables a la misma vez, entró a su casa para volver a fingir la naturalidad, tranquilidad y buen humor que debía portar para no preocupar a su madre. Podía estar muriendo por dentro; daba igual, él resistía si eso conllevaba que su madre no sufriera por esto.

Porque ella sí lo amaba.

Y él no quería ser una molestia o decepción.

Estando acostado en su cama un rato después, ya un tanto recompuesto por la carga de estrés anterior, por lo menos se le dibujó una pequeña sonrisa al recibir una llamada de Carolina. No lo admitiría en voz alta, pero se tensó y tardó en contestar solo por nervios.

—¿Jhony? —la escuchó hablar, con aquella dulce voz que tanto disfrutaba, entonces pudo sentirse en paz—. Mhm... ¿estás ocupado?

—Nunca estoy ocupado —para ti, quiso añadir. Como de costumbre, esas palabras melosas no salían de sus cuerdas vocales a pesar de él quererlo—. ¿Qué sucede, dulzura? ¿Todo está bien?

—Yo... debo salir esta noche con Jazmín. Pensaba en si podrías acompañarme.

—¿De nuevo a una fiesta?

—Es a donde único voy junto a ella, por lo que sí. No debes ir si no quieres, pero pensé que podría ser divertido si estabas conmigo.

—Aaaww, qué dulce.

—¡No te burles!

—Pensándolo bien, ¿puedo ir a buscarte? Supongo que a esta hora tienes casa sola y estás más sola que la casa.

—¿En serio... irás?

—No voy a perderme la oportunidad de ver a Jazmín borracha. Eso sería tan grave como perderme un capítulo de La Rosa de Guadalupe.

—¡Jhony!

—Es que... entiéndeme. Verla en ese estado, sin ser tan pesada, me hace más el día que la rotación de la Tierra.

—Agh... ¿qué voy a hacer contigo?

Carolina comenzó a caminar por toda la habitación, repasando sus opciones, sin poder borrarse el esbozo de sonrisa de su rostro. La graciosa y grave voz de Jhonatan sí que le hacía el día. Tenía tantas ganas de verlo, que no se lo pensó dos veces cuando decidió arriesgarse a invitarlo a casa.

—Puedes entrar por atrás; la puerta está abierta. Te espero en tres minutos.

—Baff, justo por donde me gusta meterme.

—Ah, y, ¿Jhony?

—¿Sí?

—Si vienes, tendrás que ayudarme a elegir mi outfit.

Y después de soltar eso, colgó a una velocidad típica de corredor de Fórmula uno. La chica no solía controlar sus impulsos de soltarle comentarios tiernos o amorosos al chico que había sido su crush desde que supo que aquel niño que la defendió en la cafetería al conocerla sería su vecino y se llamaba Jhonatan. Como consecuencia, ahora tenía las mejillas rojas y rezaba porque sus padres no llegasen temprano. No les agradaba Jhonatan, ni como vecino ni conocido, por lo que no podía invitarlo a casa como hizo.

Se arregló el cabello de forma casual, acomodó su vestido de andar por casa y se echó un poco de gloss y mucho perfume. No hizo tanto empeño, aún así quería que su mejor amigo no la viese tan desarreglada en comparación a las chicas que frecuentaba.

En cuanto escuchó ruidos en el patio, supo que Jhonatan había llegado y corrió a recibirlo. Tomó una bocanada de aire y en cuestión de segundos lo tuvo frente a ella, con esa altura que la intimidaba y, cuando la abrazaba como en ese instante, la hacía sentir protegida.

—¡Buenos días! —la apretó más entre sus brazos para luego besar su coronilla—. Hace un día, nueve horas y nueve minutos que no nos vemos.

Sin hacer más, se apartó de ella, dejándola totalmente anonadada y fantaseando con volver a sus brazos.

—No me digas que has contado todo eso —se cruzó de brazos, imitando su sonrisa.

—¿Cómo no voy a hacerlo? Tengo que estar informado de cuánto tiempo te hago sufrir por no tener mi sexy presencia.

—Venga... mejor deja de decir tonterías y sígueme.

Lo tomó de la mano en un gesto impulsivo, y sin darse cuenta él aprovechó la ocasión para acariciar sus nudillos. Sabía que su mejor amiga detestaba el contacto físico con la mayoría de personas, pero de vez en cuando solían arruinar el espacio personal del otro y ninguno parecía incómodo ante esto.

—Dulzura, antes de hacer un mañanero debemos tomar un cafecito mañanero, ¿sabías?

—¿Y qué te crees? ¿Que haré un mañanero contigo en vez de con Henry Cavill?

—¿Tienes cerca a Henry? No. Entonces no te queda de otra.

—Si lo dentro de mi mente, puedo tenerlo debajo también. No quiero perder la fe.

—Dios mío, ¿Carolina Gutiérrez sabe bromear sobre tener sexo? Cuidado, porque el Diosito de ese cuadro te puede juzgar.

Ella le echó una mala mirada por su bromita. Quiso ser irónica al comentarle que era gracioso.

—No envidies mi esperanza, amor.

—Ni tú mi gran sentido del humor.

Llegaron a la habitación y Jhonatan se apresuró a lanzarse en la cama y destenderla. Ella soltó una risa baja, abriendo su closet.

—Antes de que me ayudes... debo advertirte algo.

—Espera, ¿de verdad verdad quieres que elija la ropa por ti?

Él enarcó una ceja. En su mente se proyectaban muchas imágenes de ella con diferentes atuendos, imágenes que deseó eliminar por respeto y no lo consiguió. De repente ya quería elegir, teniendo muchas ideas.

—Sí —suspiró ella, un poco avergonzada—. Quiero que Jazmín deje de llamarme niña pija, así que tú me vas a ayudar.

—Soy un maniaco bien vestido, pero no tengo idea sobre moda de chicas. ¿Qué quieres? ¿Salir a esa fiesta con una falda amarilla fosforescente y una sudadera rosada?

—Confío en que no vas a arruinar mi poca reputación tan fácilmente.

—Repito: no sé de moda.

—Solo... busca lo que te guste. Has salido con muchas chicas, seguro le prestaste atención a sus prendas.

Con otra persona, habría soltado algún chistecito como "solo pensaba en quitárselas, no en vérselas", pero con Carolina no podía. De vez en cuando sentía que le debía callarse sus relaciones, aunque en realidad no le debiese explicaciones o cualquier cosa.

—Haré lo que pueda —terminó por decir, encogiéndose de hombros.

La chica dio unos cuantos brincos en la zona, emocionada. Lo cierto es que, siendo él su único amigo, y teniendo una hermana tan alejada sentimentalmente como lo era Jazmín, no podría contar con nadie más para estos temas. En lo que Jhonatan rebuscaba en el armario algo que le llamara la atención, ella lo repasaba de pies a cabeza.

Le gustaba todo de él, y eso se lo recalcaba a sí misma en cada ocasión. Amaba ese sentido de humor tan rarito que tenía, o su forma de moverse con gestos deliberados, así como su rostro. Vaya, sin dudas era lo que más adoraba. La forma de su cara, cada una de sus facciones rudas y esos ojos que parecían escanearla con fijeza en ese instante. Porque desde que él se volteó tras notar su mirada clavada, tampoco fue capaz de dejar de mirar a su mejor amiga.

En realidad, estas situaciones eran pan de cada día. Se conocían desde hace años, por lo que disimular ya no era costumbre. Se quedaban viendo a los ojos, o bajaban la mirada a los labios del otro mientras hablaba, y solo disfrutaban las vistas sin hacer algo al respecto, solo fingiendo que estos actos eran comunes entre ellos.

Él se entretuvo con sus labios; ella con los suyos. Ambos estaban hechizados, preguntándose el sabor que tendría la persona que en frente tenían, y lo cierto es que sus corazones apresurados les pedían que comprobaran la respuesta. Ante esto, simplemente les entraba cierto nerviosismo y desviaban los ojos a la misma vez.

Carolina no podía estar sintiendo cosas por él.

Eran muchos años repitiéndose eso, pero su corazón era rebelde.

A veces se sentía atrapada en una doctrina que no la favorecía. Una que podría perjudicarla sin necesidad de excusas. Una que, en realidad, jamás quiso. Lo único que esa chica quería de corazón, era ser aceptada alguna vez por Jhonatan, pertenecer a su corazón con una etiqueta que la reclamara como suya, y tener el placer de explorar sus propios deseos sin que la tacharan de horrores por ello antes de casarse.

No le gustaba la idea de perder la virginidad en la luna de miel con alguien a quien conociera poco. Sentía que esa primera vez y ese papel firmado la atarían para siempre a una única persona, que sería incapaz de prevenir los problemas si apenas se casaba con su primera relación, y que viviría en un infierno desde tan joven que la obligaría a tener dependencias emocionales muy fuertes.

Sus padres pensaban todo lo contrario.

Precisamente por eso, la química de ambos chicos debía evaporarse.

Jhonatan jamás contraería matrimonio con ella.

Y ella estaba destinada a ser solo su amiga.

Ante esta cruel verdad, se decepcionó.

—Creo que... esto te quedará como anillo en el dedo —pronunció él, distraído, o por lo menos intentando distraerse para dejar de observar la tristeza en la mirada de la chica. Creyó que estaba desanimada por culpa de Jazmín y sus estúpidas fiestas.

Carolina reaccionó con una corta sonrisa, levantándose de la cama para curiosear. Notó el vestido que había escogido y puso una mueca bastante obvia en lo que jugaba con sus mechones ondulados.

—No lo sé... Con ese vestido voy a parecer un tamal envuelto.

—¿Qué tamal ni qué envuelto?

El castaño hizo la prueba visual de imaginársela con aquel atuendo. Sí, definitivamente el azul coral era su color. Combinaba perfecto con su silueta, y le encantó la perspectiva de ella utilizando ese vestido, moviéndose para él y luciéndolo tal cual una modelo. Tuvo que tragar saliva.

—Pruébatelo, venga. Lo elegí solo para ti.

—Es que... ¿tú me has visto? No encajaría ahí ni queriéndolo. Me faltan esponjas para rellenar eso.

Él de verdad se asombró ante esas palabras.

—¿De qué hablas? Te quedará espectacular. Jamás te has visto mal con algún atuendo. Y a ti sí que te he prestado tanta atención como para afirmar eso.

—Jhony...

—No, no, nada de Jhony —amplió su sonrisa y tomó el mentón de ella para centrarla. Ante tanta cercanía, su pulso se aceleró notablemente—. Ahora quiero que vayas con ese vestido en específico. Tal vez acepte a ir por ti y no por Jazmín.

Carol volvió a desviar su vista. Viajó a sus labios; el notar cómo los relamía la mantenía en distracción. Él... era como una droga, sí, una que hacía sentir la felicidad en la adicción. Tanto tiempo viéndolo crecer a su lado, tantos sueños que tuvo con él, y todo ese amor que sentía, podían leerse con solo notar sus mejillas tintadas.

Mierda, no podría seguir manteniéndose cuerda. No cuando él parecía el indicado para hacerle amar la locura.

Por su parte, Jhonatan se encontraba extasiado. Sería la primera vez en su vida que era capaz de dedicarle palabras mínimamente bonitas a quien ocupaba su mente las veinticuatro siete. Temía el rechazo de su parte, pero el que ella no se hubiese apartado y no lo viese a los ojos le restaba un poco de nervios.

Joder... la adoraba.

Sus sonrojos, sus ojos, su relajada voz, su bondad y el hecho de ser la solución al problema que él era. Ella solucionaba todo con una simple palabra, con un te amo susurrado y una pequeña caricia que a otro hombre no le ofrecería. Lo hacía sentir especial. Único en su mente y corazón. Y se preguntaba qué tan ciego estuvo para creer que él podría encontrar a una persona única en ambos sentidos, si buscaba lejos de ella.

No solo anhelaba verla con ese vestido, sino con una radiante sonrisa. Podría quitarle el vestido y arrancarle la sonrisa con un tierno beso.

Podía... podía imaginarse con ella.

Pero, de vez en cuando, podía arriesgarse.

Jugar con la realidad.

Hacer de un sueño un recuerdo.

Sin darse cuenta, estuvo acariciando su cachete y comprendiendo tantas cosas a la vez. Sus yemas pasaron del sonrojo del rostro de la maravilla transformada en mujer hasta sus labios. Mantuvo sus dedos ahí unos instantes, acariciando, deseando. El autocontrol lo estuvo abandonando desde ese día. Nunca tuvieron un acercamiento así, y esto seguro no se hubiese dado si las palabras de su madre no estuvieran atacándolo y haciéndole recapacitar.

Pero tú, Jhony, no adoras a todas. Dime, ¿por qué te rehusas tanto a ella?

¿Por qué se rehusaba tanto a ella?

¿Por su familia? ¿Por sus miedos? ¿Por cobardía disfrazada de carcasa protectora? ¿O porque Carolina era tan perfecta que temía despertarse luego de besarla?

Ella no temía tanto.

Estuvo durante años esperando esa oportunidad, esa tan pequeña de aprovechar su vulnerabilidad para confesarse ante él.

Estaban cansados, esa era la única verdad. No Jhonatan por su compleja situación familiar, o por sus problemas que radicaban al linaje Jun; no Carolina debido a los malos tratos de su hermana hacia ella, o la sobreprotección de sus padres que la asfixiaban; estaban cansados por culpa de ellos mismos, por la manía de resistirse a lo que necesitaban y añoraban.

—N-no podemos hacer esto...

El murmullo que salió de la boca de Jhonatan fue un claro rechazo. Algo que profesó por miedo. Un comentario que jamás quiso hacer, pero terminó por aclarar las ideas de Carolina. Salida de su trance, dejó de sentir esa conexión y tensión carnal que segundos antes se percibía entre ellos.

Lo sabía.

Nunca estuvo equivocada.

Ella... no era quien él quería.

Eso creyó durante todo el día.

Horas después, no soportó el peso de aquellas palabras o el simple hecho de que ese beso no se diera. Desde niña sabía que, de romper las drásticas reglas que le imponían, lo haría por él. Parece que aquello ni siquiera fue necesario de meditar.

Traía el vestido azul coral puesto, pero de verdad no se sentía en paz consigo misma o el atuendo. Quería estar en su cama durmiendo, no en esa fiesta. Quería llorar un poco, desahogarse con la almohada, y mandar al carajo a Jazmín, que la observaba con evidente enojo. Solo no lo hacía porque respetaba a su hermana y sabía que ella no merecía un mal trato suyo por culpa de un corazón roto.

—Esto... está muy lleno.

Lo que soltó fue producto de su nerviosismo. Se sentía incómoda en ese ambiente de luces neón, una masa de personas aplastándose y bailando pegados a desconocidos, música a todo volumen, y el pensamiento que encogía su corazón: Jhonatan tal vez no la acompañaría esa noche. Una parte de ella quería huir de él para deshacerse de ese enamoramiento no correspondido, pero la otra quería llorar en su mismísimo hombro y preguntarle qué le faltaba para gustarle.

—¿Qué esperabas, renacuaja? —masculló Jazmín, vistiendo con una elegancia que contrastaba su expresión nada agradable a la vista—. ¿Un lugar tan vacío como tu cabeza?

Carol hizo una mueca de repulsión, pero se quedó callada. Solía morderse la lengua muy a menudo con los miembros de su familia por no ser grosera.

Se limitó a suspirar y preguntarse cuánto tiempo duraría el desprecio de su hermana mayor hacia ella, y cuál era la razón tras esto. Lo que jamás adivinaría la chica es que Jazmín no toleraba su inocencia, su calma y su bondad. Tampoco le agradaba esa necesidad obsesiva suya de complacer a todos para tenerlos en sus manos o, sin ir más lejos, el fanatismo que tenía prendada a la renacuaja de Jhonatan.

Jazmín tenía claras dos únicas cosas: las reglas de su propio hogar, y las reglas que Jhonatan se imponía a sí mismo. Las primeras eran sencillas: las chicas Gutiérrez no podían salir de noche, desprestigiar el apellido familiar, quejarse ante la petición de un hombre trabajador de familia, no hacer sus tareas básicas del hogar como buenas mujeres, atreverse a tener relación física alguna con un chico antes de que el matrimonio estuviese firmado, beber o fumar, alzar la voz o dar opinión alguna sobre un tema relevante.

Por estas razones, ella solía ser tan rebelde y esconderse detrás de su hermana menor para no enfrentar las consecuencias de sus actos.

Las reglas de Jhonatan, por otro lado, solo incluían solo a una Gutiérrrez: Carolina. Precisamente trataban sobre cuánto el chico se debía esforzar por sobre protegerla, hacerla sentir más que una mujer que servía para mantener un hogar, y enseñarle sobre la ideología de la que carecía y alegaba que ella también tenía voz y mando sobre sí misma.

Siendo de esta forma, Jazmín descubrió el afán de Jhonatan por aparecer cada que su hermanita estuviese metida en problemas o... en una discoteca, rodeada de tipejos que arruinarían su inocencia de solo permitirlo él.

Estaba, en verdad, encaprichado con cuidar a Carol, acto que a Jazmín le parecía patético y le causaba cierta envidia.

—Vaya... ¿pero qué tenemos aquí? Qué guapas estáis, muñecas.

La voz de Edward se alzó por encima de la molesta música de reggaetón, fastidiando desde el minuto uno a Carolina. No es que su primo no le agradara, solo no sabía tratar con él y sus halagos tan... incómodos. Al contrario de ella, Jazmín no dudó en batir las pestañas y relamerse los labios, un gesto que se notaba sexy.

—Aw, tan lindo —comentó Jazmín, besándole la mejilla al rubio—. Por supuesto que estoy guapísima. Lo estoy siempre.

Él solo rio por lo bajo hasta que cedió a intentar acercarse a Carolina para besarle la mejilla en señal de saludo. Como de costumbre, ella reaccionó sonriendo y evitando que ese contacto se diera.

—Nunca cambiarás, ¿cierto? —se burló él.

—Lo siento, primo, sigo sin dar besos.

—No te preocupes —se encogió de hombros, sin perder la sonrisa—. Dios... parece que ya no renovarás contrato con la soltería con esa ropa, primita.

—¿Disculpa?

—Te ves muy candente —aclaró.

Lo cierto es que no le gustaba el vestido, pero las palabras de Jhonatan la convencieron de utilizarlo y... por primera vez no se sentía fuera de lugar.

Aún así, no le gustó el comentario de Edward. Él le decía lo mismo a todas.

—G-gracias, supongo.

—Oh, por cierto, chicas, hoy estaremos acompañados por otro hombre.

Jazmín sintió curiosidad. ¿Una nueva conquista además de su querido Edward? Sonaba tentador.

—¿Quién es?

—Quería presentárselo a tu hermana —aclaró él, un poco tenso por el interés de la que le ofrecía el apodo de norteño—. Esta noche, tú serás mía.

Con ese guiño de ojos y seguridad, ella accedió. Bastaría con él por una noche. Carol se cansó de las miradas calientes y los coqueteos, así que se entretuvo en su celular. Se preguntaba dónde estaría Jhonatan, y cómo reaccionaría si la viese de nuevo. ¿Se volvería frío por lo anterior? ¿Le advertiría que solo serán amigos? Oh, no quería eso.

Se frustró tanto con la línea de pensamientos que, un rato después, no se dio cuenta de que no era la única sentada en el sofá de la discoteca de Edward. Estaba en la zona más tranquila, acompañada por un chico rubio que charlaba con ellos.

—Pero nosotros ahora vamos a bailar —ronroneaba Jazmín—, así que ahí te dejo a mi copia barata.

—Agh, mejor lárgate, payasa.

Esto a Carol le sonó como una discusión, hasta que vio al chico darle una nalgada a su hermana y ambos riéndose hasta que se alejó con Edward. Iugh, otro que coqueteaba con ella.

—Ya escuchaste —reclamó ella, un poco cabreada—. Seré la copia barata, pero una más sensata, así que no te recomiendo que te me acerques por el bien de tu carita.

El rubio comenzó a reírse en carcajadas bajas, casi atrayentes al oído de cualquiera. Oh, le gustaba la actitud de la chica. En específico, le gustaba ella, su cuerpo, su frialdad y ese empoderamiento que fingía.

—Relájate un poco, linda, no pensaba acercarme más. Solo... quería conocerte un poco.

—Pregunta sobre mí desde lo más lejos de mi persona. No me agrada conocer gente nueva.

—Oh, guapa, eso creerás hasta que me conozcas.

—¿Qué tienes de interesante? ¿Amabilidad, sensatez, respeto? No lo creo. Mejor lárgate, aprovecha tu noche con otra que sí te haga caso.

—Tú me harás caso.

Lo que sonó como promesa terminó por hacerla bufar. Esto era lo que odiaba de salir con su hermana: siempre la abandonaba, y la dejaba al cuidado de o bien Layla, o Jhonatan. Por descarte, prefería estar sola antes que con Layla, pero ese chico tan pesado le hacía preferir a Layla. Ella por lo menos no le tomaba la cara con las manos y la obligaba a mirarla, lo que él hizo.

Lo primero que Carol notó fueron unos ojos azules tan lindos que no parecían pertenecerle a un chico como él. No sabía si se dejó guiar por los prejuicios, pero no le agradaba.

—Mi nombre es Luis. Luis Guevara. ¿Cuál es el tuyo, preciosa?

—No te interesa. Ese es mi nombre.

En un gesto rápido, se libró de su agarre.

En otra esquina del local, acabado de llegar, Jhonatan se sentía confundido. Sus reproches se juntaron con la inseguridad de que Carolina no quisiera verlo otra vez. Pensaba sus posibilidades de disculparse por su atrevimiento y luego su rechazo repentino. A la vez, la buscaba con la mirada, sin saber siquiera si la encontraría.

Fue entonces que la notó.

Y también observó a Luis coqueteándole.

No hizo nada.

Se quedó quieto, a la lejanía, preguntándose por qué carajos ahora sentía rabia. Por qué quería separarlos, ir y pedirle con desdén a Luis que por las buenas o por las malas dejase de sonreírle de esa forma a Carolina. Su Carolina, quien se encontraba incómoda a las mil leguas. Sin razón aparente, apretó su mandíbula, sus hombros se tensaron y avanzó con paso seguro hasta llegar a ambos. Luis reía, y Carol ponía los ojos en blanco.

—Si es cierto que eres virgen, no me molestaría cambiar eso —soltaba Luis, creyéndose el galán más deseado y no un ser patético. En cambio, al notar la presencia de Jhonatan frente a él, frunció el ceño.

Carolina se fijó en él, y su corazón reaccionó. Ambos estaban prendados de la apariencia del otro, pero no totalmente idos de escena.

—Te prometí que vendría por ti —susurró Jhonatan, aclarando sus dudas. Desvió su mirada hacia Luis luego—. ¿Y tú? ¿Qué carajos decías?

Este volteó a todos lados, como descifrando si le hablaba a él.

—¿Yo? No decía nada de tu interés.

Jhonatan esbozó una sonrisa irónica que intimidó a Luis. Una sonrisita que a Carolina le fascinaba solo porque le añadía un atractivo extra. Extendió una mano que ella tomó, y al estar ambos levantados, éste se acercó a Luis y le susurró:

—Vuelve a abrir la puta boca y te demostraré qué tanto me interesa. No te pases de la raya con mi chica, o tendrás muchos problemas con mis puños.

Finalizada la amenaza, su otra mano llegó al cabello rubio del chico, como acariciándolo en un claro gesto de gracia.

Lo que le encantaba a Jazmín era esa expresión relajada de él al soltar las amenazas; ese reflejo de agresividad y gallardía disfrazada en él. Se mostraba tan divertido que parecía más bien una burla a quien se atreviera a incumplir lo que ordenaba. Eso le sentaba excitante. No tardó en acercarse a él para llamar su atención, abandonando así en algún rincón a su querido Edward.

—Hey, Jhonatan, por fin llegaste...

Logró su cometido: él la observó. Sin embargo, lo hizo con una inexpresividad que antes no tenía, como si ella fuese capaz de cambiarle el humor en segundos.

—Oh, por cierto —siguió—, estaba pensando... ¿Qué te parece si nos sentamos en algún lugar, o bailamos un poco? Hay que disfrutar la noche.

Jhonatan la ignoró categóricamente.

Es decir, hizo algo que nadie, jamás, osó hacerle a una chica tan atractiva como Jazmín. Si su objetivo fue arruinarle el ego, sin dudas lo consiguió.

Su atención estaba solo en Carolina.

En cómo se veía con ese vestido, reafirmando todavía más la inocencia y belleza que la caracterizaba. En la mujer que tenía a su lado y ahora le daba la mano. En la expectativa de haber tenido a un gilipollas que no fuese él a su lado, y haber creído que ambos estaban coqueteando o cualquier cosa como esa que lo podría alarmar.

—¿Podemos irnos de aquí? —le preguntó a la chica, con una seguridad que no parecía suya.

—¿Adónde?

—A donde sea, pero juntos.

Ignorando inclusive a Edward, que se acercaba para volver intentar atrapar el interés de Jazmín, que apretaba los dientes por la rabia, Jhonatan le dio la mano a Carol y se apresuraron a salir de ese maldito infierno. En el fondo ninguno quería estar ahí. No era lo que les gustaba. Preferían estar viendo películas juntos, o disfrutando de un picnic, o cualquier cosa relajante como, por ejemplo, sentarse en la acera a escuchar Careless Whisper como hacían cada vez que podían.

Era su canción.

La que encendió la primera chispa entre ellos al bailarla juntos. Esa que endulzó los oídos de ambos, pero no más que los de Carolina cuando volvió a estar nerviosa por el acercamiento indebido de Jhonatan.

Él había decidido ser valiente por primera vez. Confesar sus sentimientos, quitarse la maldita carcasa protectora que aseguraba que en su corazón nadie entraría lo suficiente, y afrontar las consecuencias de todo lo que conllevara ser sincero con la única mujer que lo hizo sentir diferente al resto. Al cabo de unos minutos en silencio, acompañados por la canción, no se soltaron la mano y fue él quien se arriesgó primero.

—Siento lo que hice —fue lo que confesó, inseguro por la expresión de Carolina, no obstante jamás de sus propias palabras—. He estado siendo un gilipollas todo este tiempo. He... he estado jugando con la piel por miedo a utilizar mi corazón en esto y terminar rompiéndolo. Y no soy bueno expresándolo, pero... en el fondo siempre supe que era tuyo, en corazón y en alma —a este punto, el sonrojo de ella y sus nervios estaban a flor de piel expresándolo todo—. Ninguna persona ha podido cambiar eso. Mis miedos... no lo han logrado. Te pertenezco desde que somos niños porque desde entonces a nadie más que a ti he querido conmigo. Siento mucho lo de hoy. Si quieres tenerme lejos, lo entenderé, pero...

—Jhonatan, no quiero eso —intervino ella, asombrada—. Te quiero a ti.

Iba a murmurar un ¿a qué te refieres?

Creyó que debía darse por vencido y arrepentirse durante toda la vida de esto.

En cambio, los resultados de su sinceridad fueron unos besos que jamás olvidó. Fue el inicio de una conexión que se fortalecería durante toda la eternidad que los atraparía y enamoraría cada día. Sus labios haciendo contacto con los de la chica fueron lo que le anunciaron a Jhonatan que estaba enamorado, que aquello era lo que le faltó durante tanto: aceptar la realidad. El primer beso resultó un vaivén de emociones, primero siendo lento y tortuoso para después descargar todo el deseo y amor que ambos tenían guardados para el otro.

No necesitaron muchas palabras.

No necesitaron más años.

Muchas veces las almas más destinadas a estar juntas se pierden. No por quererlo, sino por creer estar destinados a perderse y no a quererse.

Y Jhonatan no seguiría siendo víctima del miedo. Tal solo anhelaba estar anclado a ella, y ella cumplir su mayor sueño bajo las normas de su familia. Él la ayudaría a cumplir todos sus sueños. Él sería suyo. Pero no solo de forma carnal o sentimental. Ya no. Quería más que eso. Su mano en la cintura de Carolina, los recuerdos, las risas, sus labios, sus pechos pegados y al mismo ritmo, todo aquel cúmulo de sensaciones exquisitas le prometieron a Jhonatan que no se arrepentiría de estar destinado a confesar lo que su mente profesaba.

—Algún día, me gustaría hacerte mi esposa y... no hacerte arrepentir de serlo —acarició sus mejillas, sintiéndose dichoso de no haber sido rechazado—. Quiero prometerte todo lo que debí prometer hace años. Quiero demostrarte que te temo, pero también te amo. Carolina, de verdad te amo.

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