u whispered sweet words in my ears

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El bullicio es molesto e incómodo, pero no puede negarse, no tiene ese derecho. Es su deber por su nación; una nación que no ha hecho nada por él y; sin embargo, aquí está, sacrificando su todo por ello.

Al menos las estilistas eran tan amables de arreglarlo con la suavidad de una caricia. Su cabello era lo último que faltaba; después de todo, su atuendo era ornamentado y ceñido al cuerpo, por lo que ponerlo tras peinarlo no era una opción. Miró el traje a través del espejo, odiándolo con cada minuto que pasaba. Era petulante, ridículo y demasiado elegante. Le dolían los ojos ante la cantidad de adornos dorados y el fuerte color rojo con dorado por doquier. Era espantoso, pero había sido hecho por el diseñador más aclamado de la nación, así que no podía pensar en siquiera mencionarlo.

―Listo ―mencionó la mujer que le arreglaba el cabello. Ella sonrió ante su obra maestra, pareciendo incluso más feliz por su casamiento que el propio Renjun.

Renjun reaccionó en ese momento, aturdido, y dirigió su mirada hacia el enorme espejo frente a él. Bueno, al menos podía decir que su peinado salvaba completamente lo horrible de su vestuario y le hacía resaltar sus facciones. No obstante, aún se sentía incómodo consigo mismo, pero no quiso hacerla sentir mal, así que le sonrió en agradecimiento.

―Ahora iremos con el maquillaje ―continuó diciendo ella. Se dio la vuelta justo a tiempo para no ver la mueca de Renjun. Él suspiró sin responder, y en ese momento la otra estilista entró para ayudarle con el maquillaje y terminar más rápido. Renjun no tuvo más remedio que tener paciencia, sabiendo que su futuro ya estaba escrito.

[•••]

Fue arrastrado de aquí allá hasta la hora exacta, en dónde fue dejado tras unas largas puertas a la espera de que sean abiertas. Tragó saliva con fuerza, algo acalorado por el traje y su propio nerviosismo. Pronto, un hombre apareció y se encaminó hasta su lado, tomando una postura recta y una expresión pétrea.

El hombre no saludó y Renjun tampoco esperaba que lo hiciera. Hace mucho ninguno deseaba estar en la misma habitación que el otro. ―Te ves ridículo ―masculló el hombre.

Renjun tomó una profunda respiración de la forma más discreta posible y respondió. ―Tú diste a luz esta cara ―fue todo lo que dijo.

El hombre, siendo este su padre, soltó un sonido exasperado. ―Tu madre dio a luz una desgracia ―exclamó, preparándose cuando las puertas retumbaron como la señal de apertura.

Renjun apretó sus labios, ignorando sus palabras para comenzar la ceremonia. Las personas dentro se levantaron de sus asientos en cuanto los vieron entrar, la mayoría sonriendo o con miradas de alegría, desinteresados por el sufrimiento de Renjun. Él en cuestión se sentía como un espécimen exótico, como si todos hubieran pagado para verlo en primera fila.

Asqueroso.

Renjun se aferró al brazo de su padre, más ansioso por las miradas a su alrededor que por el hombre a su lado. Su padre no lo rechazó, sabiendo que no era prudente amenazar al chico de oro de la nación (o la incubadora predilecta, cómo se llamaba Renjun). Renjun miró al padre de la iglesia, esperándolo con una sonrisa serena, ajeno a sus pensamientos, y clavó su mirada en él, ignorando la ceremonia lo más que podía.

Maldice a sus ancestros por las guerras que devastaron todo, maldice a los hombres que decidieron su estúpida jerarquía de natalidad, maldice a sus padres por darlo a luz y se maldice a sí mismo por ser el chico más fértil que haya habido en más de 50 años. Todo había comenzado allí.

Hacía muchos años atrás, los hombres se habían enfrascado en guerras tontas con repercusiones catastróficas, sumiendo al mundo en devastación, pobreza, hambre y enfermedad. Gracias a las nuevas enfermedades que se crearon a partir de los gases y toxinas en las bombas que fueron lanzadas entre países, muchas personas fallecieron y, al mismo tiempo, se volvieron infértiles, ocasionando una escasez de niños y, por ende, una baja natalidad en todo el mundo.

Los poderes de cada nación buscaron desesperadamente una manera de encontrar la supervivencia, tratando todo tipos de medicamentos y experimentos, terminando en una variante para los seres humanos: los doncel, hombres con la capacidad de gestar. Tras la aparición de estas variantes, los gobiernos decidieron analizar a cada joven en sus respectivas naciones y buscar a los más fértiles, siendo éstos el futuro del país.

Renjun había sido el más alto en más de 50 años, pues la mayoría tenía un porcentaje entre 30% y 68%, teniendo él un porcentaje de 98%. Sus padres habrían estado felices si ese porcentaje fuera de un "criador", palabra dada a los hombre que no podían gestar pero con un esperma muy fértil. Su padre había estado irremediablemente decepcionado y su madre fingía estar de su lado cuando le convenía, secretamente incómoda con los resultados.

A Renjun no le importaba el amor de sus padres, sabiendo desde el momento en que supo su resultado que nada en el mundo para él volvería a ser justo.

Lo que más odiaba de toda esa situación era que los chicos (o chicas, sí había una pobre desafortunada que llegaba al 30% mínimo que se requería) no tenían decisiones o derechos. Ellos estaban a merced de su nación y la cantidad de bebés que pedían sin cuestionamientos. Eran tratados como incubadoras humanas o bancos de esperma sin razón de vivir más allá de dar a luz y crear vida.

Renjun envidiaba a la gente que no era muy fértil o directamente no lo era, pues tenían más libertad de vivir o incluso decidir si tener hijos (algunos pagaban una cantidad exorbitante de dinero para obtener algún bebé nacido de los chicos de oro, como les llamaban a los jóvenes elegidos por ser más fértiles).

Si no fuera fértil, podría irse del país; buscar alojamiento en alguna de las pocas naciones que eran más libres respecto al tema de natalidad. Viviría feliz siendo libre, incluso solo o con una mascota que le hiciera compañía. Tal vez encontraría algún amigo o pareja, pero no era necesario, él no era codicioso. Ser libre era suficiente para sentirse completo.

Finalmente, Renjun llegó a su inevitable destino y tuvo que salir de su ensoñación, mirando a su prometido. Lo primero que notó fue su traje azul en contraparte con el suyo, tenía ornamentos plateados y blancos. Una capa blanca impecable que abrazaba sus anchos hombros y guantes igual de blancos en sus manos, las cuales soltó a sus espaldas para tomar las de Renjun. Ambos trajes eran muy diferentes y no sólo por el color sino por lo que expresaban: El de Renjun exigía atención mientras que el de Jeno exudaba majestuosidad. Era claro el país de dónde provenía.

La nación de Jeno, su prometido, era conocida por ser lo más cercano a una realeza sin serlo. Ya no utilizaban títulos arcaicos como príncipes o reyes, pero eran recatados, diplomáticos y adoraban su política por sobre todas las cosas. Se les veía como personas de actitud frívola, con una elegancia desinteresada. Renjun hubiera preferido vivir ahí, pues esa nación también era muy conocida por su diferencia al momento de elegir a los chicos de oro. Al menos allí, les dejaban ofrecerse a gestar.

Sin poder alargar más la situación, Renjun alzó la mirada y se encontró cara a cara con Jeno. A diferencia de Renjun, él no estaba tan maquillado, sólo tenía unos retoques en ciertas partes del rostro y un pintalabios que se veía natural. Su cabello estaba pulcramente peinado y su expresión se veía estoica y fría, como el resto de la gente de su nación. Era muy guapo, eso Renjun no podía negarlo, pero no lo conocía, y no le causaba mucha emoción casarse con un extraño de cualquier modo.

Renjun tomó las manos que Jeno le tendía cuando el padre de la iglesia alzó ambos brazos para darle comienzo a la ceremonia. Los invitados, que se trataba de los padres de ambos prometidos y muchas personas de gran poder que habían pagado por estar allí (de sus respectivos países), se sentaron y entonces todo comenzó. Renjun apenas prestó atención a las palabras del padre, más ocupado en ocultar su nerviosismo y molestia, captando la decoración del enorme edificio y la inmensa cantidad de cámaras que grababan cada uno de sus movimientos.

Cerró los ojos al tomar una profunda respiración, abriéndolos de nuevo y chocando miradas con Jeno. El contrario no dijo nada, mirándolo en silencio antes de dirigir su vista hacia el padre. Renjun hizo lo mismo segundos después. ―Renjun del clan Huang, de la nación roja: Zenopolis, ¿Aceptas al príncipe de la nación azul? ―preguntó el padre. Jeno hizo una mueca discreta ante la palabra príncipe.

―Acepto ―murmuró Renjun, tragando saliva y reteniendo las lágrimas.

―Y tú ―prosiguió el padre, ignorante a sus sentimientos―, Jeno del clan Lee, de la nación azul: Neotopia, ¿Aceptas al representante de la nación roja? ―cuestionó. Renjun no se perdió la palabra, sabiendo que allí solían desprestigiar a su nación por considerarlos algo bárbaros. No es que se quejara, él pensaba lo mismo.

¿Había olvidado mencionarlo? El casamiento se llevó a cabo en Neotopia, porque así Renjun se podría acostumbrar más a su nueva casa y no porque temieran dejar a Jeno solo en un lugar como Zenopolis, obviamente.

Obviamente.

Renjun casi pudo sentir el descontento en la sala ante la forma de referirse a él, casi tanto como obtuvo una visión en primera fila de los fríos (como les llamaban a la gente de Neotopia en su nación) inflando el pecho como pavos orgullosos por llamar a Jeno príncipe.

Jeno miró a Renjun sin responder por varios segundos, y cuando Renjun realmente pensó que no lo haría, finalmente abrió la boca. ―Acepto ―dijo con firmeza, pero sonando educado. Renjun sintió un escalofrío ante la voz, algo intimidado por el tono grave. Era como si no hubiera usado su voz hacía muchas horas.

«¿Estará tan inconforme como yo?»

―Yo declaro esta unión para la eternidad ―dijo el padre en voz alta, casi como una sentencia. Renjun tragó saliva y agachó la mirada unos segundos, parpadeando para desvanecer las lágrimas―, deseándole a los cónyuges una vida llena de felicidad y abundancia, así como el rendir honor a sus respectivas naciones. Ya pueden sellar la promesa ―dijo el padre con una alegría tranquila, haciendo un gesto con los brazos alzados en su dirección.

Renjun suspiró temblorosamente y miró a Jeno, que se giró para encarar al hombre que traía una tela doblada en una almohada de apariencia cara. La alzó sobre sí para desdoblarla justo cuando el hombre se retiró y Renjun pudo notar que la tela era en realidad una capa similar a la Jeno sólo que de color negra. La colocó sobre los hombros de Renjun, causando los aplausos en la gran iglesia. De pronto, Jeno se acercó sin vacilar y Renjun se alejó un poco por inercia, así que Jeno lo tomó de una mejilla con su mano. El acto fue gentil, pero eso no le quitó el miedo a Renjun.

Cuando estaban a unos pocos centímetros, Jeno habló en voz baja, sólo para que Renjun le escuchara. ―Tengo que besarte ―murmuró, causando que Renjun lo mirara a los ojos. Se veía casi tan indispuesto como el propio Renjun, pero parecía disimularlo mejor―. Déjame hacerlo ―sentenció, antes de cerrar la distancia entre los dos.

Renjun se relajó lo mejor que pudo, dejándose besar por Jeno. Los labios estaban tibios para su sorpresa, suaves y extrañamente carnosos. Jeno no empujó demasiado, buscando más bien una contacto apenas perceptible para el público. Ninguno separó los labios ni hubo lenguas o indecencias de ningún tipo, fue más como dos labios colisionando en una unión temporal. Renjun sintió cosquillas en la boca del estómago, algo extrañado por su propio reaccionar. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de darse cuenta: Había sido su primer beso.

Bueno, al menos su primer beso no había apestado.

Se sintió como una pequeña eternidad, pero rompieron el beso tan sólo unos momentos después. Más aplausos y sonidos de celebración no tardaron en oírse, poniendo a Renjun cada vez más nervioso. Jeno se alejó tras dejar de besarse y deslizó una mano por su cintura, conduciendo a Renjun fuera de la iglesia. Renjun se dejó, sin saber qué hacer a continuación. Todo en lo que podía pensar era en lo que seguía después de la boda.

[•••]

La casa de Jeno era inmensa. Renjun habría pensado que realmente era un príncipe si alguien se lo hubiera dicho.

Tuvo un pequeño recorrido por todo el lugar antes de ser llevado a su habitación, donde fue cambiado y bañado, siendo preparado para su magnífica noche de bodas. Jeno no estaba por ningún lado, probablemente siendo arreglado en otra habitación. A Renjun no le importaba, abrazándose a sí mismo en la cama y esperando a que su esposo llegara para terminar de una vez por todas lo que todo el mundo esperaba de ellos.

La decisión de que Renjun tenía que vivir en Neotopia fue una pelea. Ninguna nación quería ceder en dejar a sus respectivos chicos de oro en una nación extraña; además, ambos querían tener en sus manos a los chicos más fértiles que se hayan visto.

Jeno había incluso sobrepasado a Renjun, teniendo un 100% de fertilidad y siendo, por supuesto que sí, un criador. Un maldito criador. De no ser por la opinión pública, Renjun estaba seguro de que le habrían dado a Jeno diez esposas o donceles para criar niños. A nadie le importaba de cualquier modo, todo lo que el mundo quería eran bebés.

En parte se consolaba pensando que a la primera podrían hacer un bebé y no tendrían que hacerlo de nuevo. A menos que se pusieran codiciosos con ellos, aunque Renjun esperaba que no. Esperó en silencio, mordiéndose los labios y casi arrancando la fina capa que los protegía del exterior. Acurrucó las piernas contra su pecho y miró con temor la gruesa puerta de madera que separaba la habitación del resto de la casa. No ayudaba en su incomodidad la ropa que traía puesta. Le habían hecho ponerse un boxer pequeño de encaje con un traje de tela delgada y traslúcida encima que se ceñía a su cuerpo y dejaba nada a la imaginación. Si no fuera por el boxer, se vería todo. Todo.

Lo odiaba.

Pensó en cubrirse con las sábanas cuando el chasquido de la puerta llamó su atención. Se puso alerta enseguida y tensó los hombros, mirando una cabellera negra entrando a la habitación. Jeno ingresó en silencio, usando una bata negra de seda de aspecto elegante sobre su cuerpo. No llevaba nada más que eso y un par de boxers que se le pegaban como una segunda piel. Al menos él tuvo la suerte de que no fueran tan cortos como los de Renjun.

Jeno cerró la puerta con suave empuje, observando parte del lugar con curiosidad. Parecía evitar la cama a propósito, dirigiendo sus ojos a todos lados menos al lugar en cuestión. Ya no llevaba maquillaje, como Renjun, aunque eso no le quitó el atractivo en lo absoluto. Renjun enroscó los dedos de los pies al ver qué se acercaba y no pudo relajarse ni cuando Jeno prefirió aferrarse al marco de la ventana que dejaba ver hacia afuera. Estaban en un piso alto, probablemente a varios metros del suelo.

Renjun no pudo hacer nada más que ver la espalda de Jeno, tan rígido como él. A diferencia suya, Jeno parecía tener una expresión más cerrada al entrar en la habitación, pero ahora que no lograba ver su rostro, no estaba seguro. Jeno exhaló con pesar, resignado a la tarea, y se dio la vuelta para encaminarse rápidamente y confrontar a Renjun. Dio zancadas largas y firmes, provocando que Renjun se arrastre sobre la cama, asustado. Jeno se inclinó sobre él, pero se detuvo de forma abrupta, con ambas manos en el aire. Sólo entonces, Renjun pudo ver el terror en los ojos de Jeno.

Su expresión no era muy exagerada, pero había miedo en sus ojos, como una presa que estaba siendo orillada a cazar. Se miraron sin decir una sola palabra, nerviosos porque cualquiera moviera un sólo músculo. Entonces, Jeno movió una de sus manos y Renjun soltó un sollozó, sin poder contenerlo. Jeno arrugó el entrecejo, con disgusto y dolor, y dejó caer ambos brazos a sus costados, cerrando los puños con impotencia.

Se irguió en su lugar y se quitó la bata, causando que Renjun dejara caer sus lágrimas. Para sorpresa de Renjun, Jeno le tendía la bata, desviando la mirada. Dudó, pero al ver qué Jeno esperaba de forma paciente, Renjun tomó la bata y se la puso rápidamente. Se abrazó con ella, cubriendo tanto de su cuerpo como podía. Jeno suspiró con cansancio y se sentó en la cama, sin tratar de acercarse a Renjun. Tomó una postura similar a la de Renjun antes de que él entrara, sólo que Jeno descansó sus brazos sobre las rodillas. Por primera vez, Renjun se dio cuenta de que Jeno no había visto su cuerpo una sola vez.

―No puedo ―murmuró Jeno, sonando agotado. Renjun lo miró sin saber qué decir, todavía sintiendo las lágrimas escurrirse por sus mejillas―. Yo... No puedo, lo siento ―se cubrió el rostro con las manos, exhalando. Renjun se limpió las lágrimas con rapidez, bajando la mirada.

«A final de cuentas, ambos estamos siendo usados por nuestros gobiernos.»

Renjun buscó qué decir, sintiéndose tonto por su reacción de hace unos momentos. ¿Qué pensaba que pasaría?, ¿que Jeno lo violaría mientras se reía de él? Estaban ahí para tener bebés, pero nunca se les dio un plazo a cumplir para tener sexo y además ambos eran dos jóvenes de no más de 20 años, obviamente ninguno estaba preparado para ser padres o estar casados. Era claro que no sólo Renjun tendría miedo. Incluso si Jeno se había ofrecido en su nación, qué le aseguraba que estaría cien por ciento listo a su corta edad.

Sólo eran... muchachos. Ninguno estaba listo para tal responsabilidad.

Renjun observó a Jeno, preguntándose si se encontraba llorando también. Tras unos momentos, Jeno emergió de su escondite y tomó una profunda respiración. ―No quiero hacerlo ―admitió finalmente.

Renjun agrandó un poco sus ojos, sorprendido por sus palabras. Meditó unos segundos, dándose cuenta de a qué se refería. ―¿Entonces por qué te ofreciste? ―preguntó, sonando algo tembloroso por su llanto anterior. Se aclaró la garganta tras escucharse.

Jeno se veía pequeño, a pesar de tener buena constitución y ser más alto que Renjun. Pensó su respuesta un largo rato. ―No tuve otra elección ―murmuró.

Renjun frunció el ceño, confundido y algo molesto. ―¿De qué hablas? Creí que en tu país todos se ofrecían ―dijo, tragando saliva.

Jeno sonrió de medio lado, como si Renjun hubiera dicho algo gracioso pero no tuviera ganas de sonreír. ―Es verdad ―aceptó, cruzando las piernas sobre la cama―, pero es casi una obligación no hacerlo ―agregó. Ante la interrogante en la mirada de Renjun, Jeno prosiguió―. En mi nación, ser un "chico de oro" lo es todo. La jerarquía se basa en qué, entre más fértil eres, más es tu estatus. Y si no eres fértil, no eres nadie ―exhaló, esta vez con molestia―. Yo... ―tragó saliva―, provengo de una familia muy pobre. Mi mamá no es muy fértil, pero de milagro pudo tenerme. Sólo somos ella y yo ―aclaró―. Cuando te conviertes en un "chico de oro" tu patrimonio y economía suben de golpe. Parece un puto chiste ―masculló lo último entre dientes, conteniendo su ira―. El gobierno te paga por vivir, sólo por ser fértil ―sonrió con burla y asco―. Hay gente pudriéndose por ser pobre siendo tan trabajadora, pero el gobierno les paga a los más fértiles incluso si no hacen nada. Sólo por tener bebés ―escupió las palabras, exhalando al final con resignación.

Renjun no pudo evitar sentirse sorprendido, ignorante a la información. Era claro que Neotopia no hablaba abiertamente de su cultura tan snob o de la pobreza que abundaba en su país, sí es que eran tan pocas las personas fértiles allí como en el país de Renjun. Había juzgado mal a Jeno, quién probablemente tuvo que ofrecerse para brindarle una mejor vida a él y a su madre. Aparentemente ninguno tenía cosas a su favor sin el prestigio y la riqueza que les brindaban por sus condiciones.

Renjun sonrió y exhaló una risa, llamando la atención de Jeno. ―¿Qué? ―indagó él, confundido con su reacción.

Renjun negó para sí, pero le regresó a Jeno la mirada. ―Nada, es sólo que... Ahora entiendo por qué te llaman príncipe ―respondió. Jeno hizo una mueca, esta vez más notoria.

―Odio que me llamen así ―admitió―. Me recuerda lo elitistas que son todos aquí ―dijo después. Renjun no pudo negar eso y ambos quedaron en un cómodo silencio. Jeno fue el primero en romperlo tras unos segundos―. Creo que ninguno de los dos quiere hacerlo ―sentenció.

Renjun negó, estando de acuerdo. ―Pero tenemos qué ―dijo a su pesar.

Jeno no lo negó, aunque respondió algo diferente. ―No es necesario hacerlo en este preciso instante ―refutó, mirando a Renjun. No parecía interesado en ver más allá de su rostro y eso aliviaba a Renjun en secreto.

―¿Y qué hacemos entonces? ―preguntó Renjun, más curioso por su respuesta que por hacer algo con Jeno.

Jeno murmuró para sí. ―Hablar ―dijo, su voz suave―. Ni siquiera conozco a mi esposo o futuro padre de mis hijos ―puntuó, viéndose incómodo ante el hecho.

Era verdad, ninguno se conocía más allá de las apariencias y de la revelación sobre la vida de Jeno antes de debutar como chico de oro. Renjun hizo un puchero, pensando en algo para decir. Recordó entonces que podía devolverle el favor a Jeno sobre contarle algo de su vida. ―Mis papás me desprecian ―dijo de pronto―. Bueno, mi papá es quien realmente me odia, pero mi mamá está decepcionada de mí a final de cuentas.

Parte de él estaba dolido, aunque hacía mucho ya no esperaba nada de ninguno.

Jeno arrugó el entrecejo. ―¿Por qué? ―inquirió, algo desconcertado.

Renjun le sonrió a Jeno, cómo dándole a entender que era obvio. ―Porque soy un doncel ―dijo sin escrúpulos―. Tengo el 98% de fertilidad, pero soy un doncel ―suspiró para sí, cansado del tema. Era desgastante.

Jeno tragó saliva, simpatizando con el tema. ―No sé qué decirte, perdón ―admitió, avergonzado por su falta de palabras.

Renjun se encogió de hombros. ―No lo hagas, la verdad no me importa tanto. Además, no me gusta que se disculpen por cosas tontas ―le dio una mirada expresiva a Jeno―. Mejor cuéntame de ti. Al menos quiero saber con quién voy a tener bebés ―se giró, dándole la cara a Jeno.

Jeno le sonrió, copiando sus movimientos. Miró el dosel de la cama, pensando en algo qué decir. ―Me gusta la comida dulce ―comenzó diciendo―. Me gustan los animales, pero mis favoritos son los gatos. Hago mucho ejercicio, pero a veces me duermo tarde y eso descompensa un poco. Eh, no me gusta la gente muy... ―siguió narrando, perdiéndose en la conversación.

Renjun lo escuchaba, sonriendo o reaccionando de acuerdo a sus palabras. Se recostó en la enorme cama, posando su barbilla sobre sus puños alzados. Le preguntaba cosas que le interesaban y le mencionaba otras que recordaba de sí. Jeno escuchó cuando fue el turno de Renjun de contar, prestando atención a los detalles y puntuando las cosas que Renjun asumía no eran interesantes de sí. Jeno descubrió cuánto Renjun amaba la comida picante, o el tiempo que le invertía al arte, o lo poco que le gustaban los ruidos fuertes y lugares llenos de bullicio.

Renjun se sintió cómodo y libre por primera vez, disfrutando la vida que a los dos les había hecho tanta falta. Se sintió agradecido, disfrutando de la compañía de Jeno.

«Al menos mi esposo fue alguien como Jeno.»

[•••]

Cuando la noche se asomó por la ventana, Renjun se preguntó si realmente no harían nada aquel día. Toda la tarde la pasaron conversando y conociendo aspectos de sí mismos: sus gustos, disgustos, rutinas en la mañana, preferencias en las comidas, sí deseaban espacio a solas, reglas de convivencia para no incomodar al otro, etc. Toda la conversación se sintió fluida, como si fueran amigos de la escuela y no recién casados en su noche de bodas.

Les habían llevado de comer un par de horas atrás, y Renjun tuvo que regresarle la bata a Jeno para no recibir los platillos en calzoncillos. Sin embargo, tan pronto como acomodó la bandeja en el borde de la cama, Jeno se la regresó, notando que Renjun estaba más incómodo con su vestimenta que el propio Jeno (quién sólo tenía una prenda en todo el cuerpo).

Renjun había ido al baño, pensando en si mencionar el tema en cuestión o seguir alargando la conversación. Si era sincero, le estresaba retrasar el evento, pero tampoco tenía mucha confianza en ir directamente a por ello. Y, bueno, no es que se muriera de ganas por hacerlo. Sí, Jeno era guapo, tenía buen físico y parecía cuidadoso en ese aspecto, pero se acababan de conocer y no es que le provocara al punto de saltarle encima.

«¿Debería provocarme algo además del deseo?»

Espera, ¿siquiera lo deseaba?, ¿sentía deseo o al menos esa clase de atracción? Quizá no era necesario que se enamoraran, pero si iban a tener bebés lo menos que podían hacer era sentir deseo sexual por el otro. Renjun se miró en el espejo y se sonrojó al darse cuenta de que había pensado en el sexo tan descaradamente. Todavía era incómodo pensar en desear al sujeto que estaba detrás de la puerta.

«Tu esposo.»

Ah, sí, era su esposo. Su esposo. Estaban legalmente casados. Oh, mierda, no había analizado a profundidad que se había casado con otro sujeto. Estaba unido a otra persona de por vida. Renjun enterró la cara entre sus manos, suspirando ante la línea de sus pensamientos. Se decidió a salir tras unos minutos y dejar que pasara lo que tuviera que pasar.

Para su sorpresa, Jeno le daba la espalda al baño, recostado en la cama en una clara postura para dormir. Al parecer sólo Renjun había pensando en ello. Renjun cerró la puerta tras de sí con cuidado, yendo a la cama para hacer lo mismo que Jeno. Se quitó la bata y la dejó sobre uno de los muebles con cuidado, haciendo una nota mental de pedir ropa para cambiarse al día de siguiente. Nadie sabría que nada había pasado, sólo ellos dos.

Se sintió desnudo nuevamente, algo cohibido por la sugestiva prenda en su cuerpo. Menos mal Jeno no lo había visto o se habría muerto de vergüenza. Le dio una mirada a Jeno, que respiraba acompasadamente, a punto de dormir o ya en el mundo de los sueños. Se sentía nervioso por alguna razón, pero a la vez curioso. Se cuestionó si debería preguntarle a Jeno sobre la noche u olvidarlo.

«Llevas la última media hora pensando al respecto, sólo hazlo.»

Tomó una profunda respiración y se dispuso a hablar, pero Jeno lo interrumpió antes de hacerlo. ―¿Quieres que duerma en otra habitación? ―preguntó, sin dejar su voz tranquila.

Renjun frunció el ceño. ―¿Por qué?, ¿te incomoda? ―si era sincero, no se le había pasado por la mente la idea de dormir separados. Suponía que le había agarrado la suficiente confianza a Jeno para no repeler la idea.

Jeno hizo un gesto de ligera sorpresa que Renjun no vio al darle la espalda. ―¿A ti no? Pensé que... ―guardó silencio, cómo pensando en si decir lo que quería decir―, te incomodaría por lo que llevas puesto ―no agregó nada más, pero eso lo avergonzó lo suficiente para sonar tímido.

Renjun se sonrojó de golpe, hiper consciente de la provocativa lencería que usaba. Se relamió los labios, poniéndose tímido también. ―Yo no, hum, no había pensando en... No lo tuve en cuenta ―confesó, estirando la tela para cubrir más allá de su entrepierna, sin éxito. Al parecer Jeno sí le había prestado atención a ese detalle―. Pensé que no lo viste ―dijo después.

Jeno se puso rígido, y se acurrucó en la almohada como única señal de su creciente vergüenza. ―No lo había visto ―admitió―. Pero cuando fuiste al baño y pasaste cerca de la lámpara se transparentó la tela. Fue imposible no notar la forma ―sonaba culpable e incómodo de explicarlo.

Renjun murmuró con una voz temblorosa, sin saber cómo proseguir del tema. ¿Y si fingía que no tuvieron esa conversación y se dormía? Parecía una opción aceptable. Dirigió su mirada a la bata sobre el mueble, pensando en si ponérsela y dormir con ella puesta. ―Bueno, hum... ―nop, no sabía qué decir.

―¿Entonces quieres que me vaya? ―inquirió Jeno nuevamente. Su voz estaba más en calma, cómo tratando de no cargar más el ambiente.

Renjun se mordió el labio, tomando una rápida decisión. ―No ―Jeno se giró al escuchar su respuesta, sorprendido―. Estamos casados, vamos a dormir juntos lo que nos quede de vida. Qué importancia hay en hacerlo ahora o más tarde ―frunció los labios, jugueteando las manos. Tenían que actuar con madurez.

Jeno relajó el cuerpo. ―Tenemos mucho tiempo para dormir juntos ―aceptó, diciéndolo en ambos sentidos―. No es necesario hacerlo ahora ―ofreció.

Renjun lo pensó unos segundos, y arrugó el entrecejo al darse cuenta de algo. ―Tú no quieres ―no era una pregunta.

Jeno alzó ambas cejas, sin esperar esa respuesta. ―¿Tú sí? ―espetó, conmocionado.

Renjun seguía mirando el dosel de la cama, negándose a mirar a Jeno. ―Sinceramente no me importa ―dijo tras varios segundos―. No pensé en que dormir contigo fuera un problema. No veo nada de malo en simplemente dormir ―sonrió un poco―. Pero si te hace sentir incómodo, podemos dormir en cuartos separados. Me gusta la relación que entablamos hoy, no quiero arruinarla por una tontería como ésta ―terminó. Renjun se caracterizaba por la honestidad en sus palabras.

―No es eso ―Jeno se apresuró a decir. Renjun entonces lo miró―. No quiero que te sientas incómodo o disgustado. Siendo honesto, de los dos tú llevas la ropa más... ―guardó silencio, sin el valor para continuar esa frase―. No me incomoda ―siguió diciendo―, pero admito que dormir en la misma cama con alguien vestido así me resulta... ―su mirada se dirigió a las piernas de Renjun antes de desviarla, avergonzado por su propia reacción―. Creo que sabes a dónde voy ―murmuró. Renjun abrió mucho los ojos, respirando pesadamente.

«Espera, ¿él está diciendo lo que creo que es?»

Renjun se alzó con sus codos, sentándose en la cama para mirar mejor a Jeno. Paseó su mirada por todo su rostro, registrando la expresión de Jeno. ―¿Me... Me deseas? ―cuestionó, tan impresionado que no sintió pena al hacer la pregunta.

Jeno se rió sutilmente y agachó la mirada unos segundos, antes de volver a mirar a Renjun como si hubiera dicho la cosa más tonta del mundo. ―Difícilmente no podría ―Renjun se sonrojó y sus ojos se abrieron todavía más―. Eres muy hermoso y tienes la clase de personalidad que me gusta, además ―tragó saliva y se relamió los labios de forma inconsciente―, estás vestido para provocar ―desvió la mirada, alejándose de Renjun como si él fuera un jugoso trozo de carne y Jeno un lobo hambriento―. No quiero tratarte así ―dijo después.

Renjun arrugó el entrecejo sutilmente, sin comprender. ―¿Así cómo? ―preguntó, inclinando la cabeza.

Jeno respiraba con cierta tensión acumulada, y le dirigió a Renjun una mirada llena de sentimiento. ―Como sí... ―arrastró los ojos por el cuerpo de Renjun.

Renjun tragó saliva en anticipación. ―¿Como si qué? ―instó, inclinándose hacia él. Jeno le dedicó una rápida mirada, en advertencia―. ¿Como si qué, Jeno? ―murmuró, susurrando su nombre.

Un músculo saltó en la mandíbula de Jeno, como única demostración de su frustración. Renjun no parecía ceder, así que Jeno decidió que le daría lo que quería. Se inclinó con la misma expresión cargada. ―Como sí fueras un pedazo de carne que puedo comer cuando se me dé la gana ―masculló, su voz dos octavas más grave.

Renjun exhaló temblorosamente, sin poder ocultar su propio deseo. Miró los labios de Jeno con hambre, tentando su suerte al pronunciar. ―¿Y lo vas a hacer o tengo que esperar? ―se relamió los labios―, porque al parecer soy el único que se preparó para hoy... ―Jeno le cerró la boca de un beso, arrastrando a Renjun en un beso áspero y lleno de deseo. Le sostuvo la nuca con firmeza y se aferró a su cintura con la otra mano, causándole un jadeo de sorpresa.

Renjun apenas tuvo tiempo de equilibrar su peso en la cama con sus manos, siendo maniobrado por Jeno para sentarse en su regazo. Renjun se dejó, pasando un brazo por la espalda de Jeno y su otra mano hacia su cabellera. Renjun soltó un gemido conforme, a gusto con la actitud activa de Jeno. Se drenaron en el beso, derramando pasiones acumuladas y necesidades ocultas desde lo más profundo de su ser. Renjun se abrazó al cuello de Jeno, alzándose para besarlo mejor. Jeno, por su parte, le acarició la espalda por sobre la delgada tela mientras que deslizaba la otra mano por su trasero, apretando éste con hambre al sentir a Renjun mordiendo uno de sus labios.

Jeno lo sostuvo de los muslos y lo arrinconó en la cama, continuando con los voraces besos sobre la cómoda superficie. Renjun aprisionó a Jeno con sus piernas, buscando la cercanía de sus miembros. Se removió en busca de frotarse contra él y jadeó entre el beso cuando Jeno siguió sus movimientos, presionando ambas pelvis. Jeno continuó los besos en el cuello, dejando marcas de amor allí donde mordía su piel. Renjun se sostuvo de sus brazos, apretando éstos cuando Jeno encontró un buen vaivén para los dos. Renjun jadeó y se abrazó a Jeno con fuerza, sintiendo más que escuchando los jadeos pesados que Jeno soltaba sobre su cuello.

Renjun se quejó con dulces sonidos agudos, respirando con dificultad y apretándose lo más que podía contra Jeno, buscando más fricción. Jeno se aferró a sus nalgas, yendo más rápido, y Renjun estiró el cuello, cada vez más cerca de llegar al clímax. Jeno cerró los ojos con fuerza, sintiendo un estirón en el estómago antes de que una electricidad placentera le atravesara la espalda. Se corrió con un quejido medio cortado, casi viniéndose otra vez al oír el propio grito de Renjun al liberarse. Renjun gimió con agudeza, jadeando entrecortadamente mientras se corría. Sus brazos se pegaron a Jeno cómo dos imanes difíciles de separar, siendo sostenido por Jeno con la misma fiereza.

Ambos jadearon al terminar, tratando de recobrar el aliento. Renjun sentía espasmos por todo el cuerpo y apretaba el hombro de Jeno sin poder evitarlo, disfrutando las repercusiones del post orgasmo. Jeno no estaba mejor, sintiendo que los párpados de sus ojos parpadeaban sin control y las puntas de sus dedos le hormigueaban. Exhaló complacido, arrastrando un beso húmedo por el cuello de Renjun. Éste abrió los ojos, conectando su mirada con la de Jeno, por lo que Jeno se acercó a besarlo de nuevo.

Renjun lo abrazó otra vez, esta vez con más calma y menos urgencia. Acarició los cabellos de Jeno y paseó su mano por su espalda, deslizando con sus dedos la forma de sus músculos. Jeno parecía adherido a sus muslos, maravillado con la suavidad y calidez de éstos. Prontamente, cambió de dirección y trazó la línea de su cintura verticalmente con los dedos, causándole suspiros. Jeno movió sus besos hacia las mejillas sonrosadas de Renjun y terminó susurrando en su oído. ―Me daba miedo mirarte con esa lencería ―arrastró los labios por su oreja y la mordió―, pero ahora no quiero verte en otra cosa ―Renjun se estremeció, cerrando los ojos ante las palabras cargadas de deseo.

«Mierda, quiero que me coja tan duro y me susurre palabras sucias al oído.»

Renjun se lamió el labio inferior y se inclinó para susurrarle de vuelta. ―Fóllame, ahora ―tomó a Jeno de sus mejillas y lo miró directamente a los ojos al decir―. Cógeme cómo a una puta ―manifestó, mirando sus labios húmedos.

Jeno abrió mucho los ojos, asombrado por el vocabulario de Renjun. Al parecer había muchas cosas de Renjun que aún le faltaba por conocer.

Sonrió, acariciando los labios de Renjun con el pulgar. ―¿Qué? ―preguntó Renjun, algo intrigado por la sonrisa inesperada de Jeno.

El chico en cuestión le besó en la boca antes de deslizar besos por su mandíbula que le acariciaron la piel y le provocaron escalofríos. ―Es sólo que... ―se alzó sobre Renjun, mirando de sus labios a sus ojos―, acabo de darme cuenta de que quiero conocer cada parte de ti. Cada centímetro de piel y cada pequeño pensamiento en tu cabeza ―agarró sus caderas con firmeza, pero lo acarició con pulgares dulces.

Renjun se sonrojó, secretamente complacido. ―Acabas de decir la cosa más cursi del planeta después de que te dije todo eso ―se cubrió la cara con el brazo, avergonzado.

Jeno ensanchó su sonrisa, provocando medialunas en las esquinas de sus ojos. Le quitó el brazo con cariño. ―Me gustó lo que dijiste. Di otra cosa ―murmuró.

Renjun se rehusó, girando la cara para evitar encontrarse con la de Jeno. ―No es tan fácil una vez que se te baja la calentura ―se quejó. Uno podía decir cualquier barbaridad en ese estado.

Jeno se recostó sobre Renjun y volvió a susurrar en su oído. ―Yo sigo excitado ―Renjun tragó saliva―, y mi esposo acaba de decir la cosa más caliente del mundo ―Renjun lo miró, sorprendido por sus palabras―, así que voy a complacer sus deseos como mi regalo de bodas ―no dejó a Renjun refutar al tomar su barbilla y besarlo otra vez.

Renjun se derritió en el beso, cada vez más seguro de que Jeno podría gustarle si seguía haciendo latir así a su corazón.

Renjun lo abrazó de nuevo, acostumbrándose a la calidez que emanaba de Jeno. Le gustaba, las manos de Jeno no eran expertas, pero lo acariciaba con una mezcla de ternura y lujuria contenida. Jeno no era tan directo al hablar, pero sus acciones expresaban perfectamente su sentir. Renjun no pudo evitar sentirse como el hombre más deseable del mundo, siendo tocado por Jeno como si fuera a morirse de no ponerle una mano encima.

Jeno se separó de Renjun, pasando las manos por el pecho y abdomen cubierto de la tela de encaje. Exhaló, cómo burlándose de sí mismo. ―Es imposible que un hombre no se vuelva loco con una pieza de tela como ésta ―miró a Renjun a los ojos―. Nadie con la sangre caliente se resistiría a ti, Renjun ―sostuvo su delgada cintura, como si no supiera qué hacer consigo mismo.

Renjun tomó una de sus manos y la deslizó hasta su entrepierna, dónde su pene se abultaba debajo de los pequeños boxer que apenas cubrían su intimidad tras la traslúcida tela de encaje. ―¿Y si yo quiero que pierdas el control? ―Jeno aspiró con fuerza, sintiendo lo caliente que estaba su miembro. Su propio pene se endureció ante las palabras―. ¿Qué harías? ―había hambre detrás de los ojos de Renjun.

Jeno apretó un poco el pene de Renjun y le acarició lo que pareció ser la punta con la yema del dedo. Renjun enroscó los dedos de sus pies. ―Te arrancaría ese vulgar pedazo de tela ―presionó aún más el dedo y cuando miró hacia abajo, notó que los boxers de Renjun estaban húmedos―. Pero no lo voy a hacer ―murmuró, agarrando a Renjun de las piernas y maniobrándolo sobre su regazo.

Renjun se sostuvo de sus hombros. ―¿Por qué no? ―inquirió, siguiéndole el juego. Acercó sus labios a los del contrario, buscando rosarlos pero sin tocarse entre sí.

Jeno se sentía increíblemente duro, pero quería disfrutar de los juegos previos tanto como pudiera. ―Porque quiero volver a verte con él ―admitió, murmurando en su oído y rastrillando su espalda con los dedos.

Renjun dejó caer su cabeza, inmerso en el placer de las palabras. Abrió la boca y soltó un suspiro lleno de deseo. Si Jeno era así en su primera noche juntos, no podía imaginarse cómo sería cuando ya tuvieran conocimiento de sus preferencias en la cama.

Renjun apretó los omóplatos de Jeno y dijo en un murmullo. ―Por favor ―no le importaba rogar a este punto si Jeno se lo follaba en ese preciso instante.

Jeno asintió finalmente, cediendo a sus deseos. Lo tomó de las mejillas para besarlo una vez más antes de comenzar a bajar el cierre de su lencería. Renjun temblaba conforme la mano de Jeno descendía, sintiendo por fin la libertad tras unos segundos. Renjun se recostó y ayudó a Jeno a quitarle la lencería al alzar su cadera, deslizando la tela lejos de su cuerpo. Jeno la dejó caer al suelo y se irguió sobre Renjun, apoyándose en un brazo para poder tocar la piel recién descubierta de Renjun con la otra.

Jeno acercó sus labios a las clavículas de Renjun y, sin apartar los ojos de los suyos, fue dejando un rastrojo de besos húmedos por todo su pecho, estómago, abdomen y terminando sobre la mancha en sus boxers, en dónde succionó. Renjun tragó saliva, sin quitarle la mirada. Jeno se bajó de la cama, tomando sus propios boxers para quitárselos. Renjun imitó sus acciones, sacándose los calzoncillos y tirándolos fuera de la cama. Se sonrojó, más tímido de lo esperado ante la desnudez de ambos.

Jeno sonrió cuando lo vio alzar las rodillas como una forma inconsciente de cubrirse la entrepierna. Se subió de nuevo a la cama y gateó hacia Renjun, agarrando sus rodillas. Las separó con cuidado, agachándose un momento para besar el interior de uno de sus muslos. ―Ya estás mojado ―murmuró, dándose cuenta de que la humedad en los boxers de Renjun también provenía de su entrada.

Renjun se sintió enrojecer, avergonzado por las reacciones de su propio cuerpo. Nunca había goteado por atrás, ya que nunca había sentido ese grado de placer. Los doncel podían lubricar, pero sólo ante grandes estados de excitación. Le daba vergüenza estar húmedo, así que desvió la mirada. ―No lo digas ―pidió, arrugando un puño de las sábanas con su mano.

Jeno se dio cuenta de su descontento, así que se apresuró a hacerlo sentir mejor. ―Oye, no tiene nada de malo ―se abrió paso entre sus piernas y lo abrazó con brazos cálidos―. Es halagador ―bromeó―, y significa que lo estás disfrutando. Me alegra que sí lo estés disfrutando ―se sinceró.

Renjun ocultó la cara en el hueco del hombro de Jeno. ―Es mi primera vez ―dijo en un susurro, tímido de confesarlo.

Jeno lo apretó en sus brazos. ―También es la mía ―respondió. En el silencio, lo único que se oían eran las respiraciones de ambos. Jeno pensó que podrían escucharse los fuertes latidos de su corazón―. Me alegro de que sea contigo ―besó un costado del rostro de Renjun.

Renjun sonrió con labios temblorosos, mariposas revoloteando en su interior ante las palabras de Jeno. ―Si no hubieras sido tú creo que lo habría odiado ―dijo Renjun.

―¿Crees? ―indagó Jeno en broma.

Renjun recuperó su confianza, separándose un poco de Jeno para mirarlo a los ojos. ―Demuéstrame por qué contigo y no con otro ―sentenció, retando a Jeno con la mirada.

No obstante, Jeno sólo sonrió y lo besó con dulzura. ―No seas así con nadie más ―pidió y a Renjun se le derritió el corazón. Al separarse, le acomodó sus cabellos―. Vamos a mostrarle a mi esposo por qué está tan mojado para mí ―y tras decir aquello, Jeno le sostuvo una pierna y deslizó un dedo alrededor de su orificio.

Renjun soltó un jadeo entrecortado, sin esperar la caricia. Estiró más la pierna y detalló el rostro de Jeno mientras él jugueteaba con el borde de su entrada. Más líquido se escurrió, por lo que Jeno asumió esa cómo la señal e introdujo el primer dedo. Fue lento y cuidadoso, leyendo en las expresiones de Renjun su negativa o aceptación. Rodó el dedo un par de veces y presionó el cálido interior. Soltó una silenciosa maldición cuando sintió que Renjun estaba caliente por dentro. Sacó y metió el dedo, disfrutando de las reacciones de Renjun.

Renjun abría la boca para nada más que soltar suaves jadeos y quejas; apretaba los hombros de Jeno cuando más profundo iba, y al buscar más contacto con el dedo, Jeno ingresó otro. Renjun se lo agradeció abriendo más las piernas. ―Más, más rápido ―pidió, y Jeno le obedeció, masturbando la entrada de Renjun. Pronto Renjun se deshizo en sollozos de placer, mojando la mano de Jeno y goteando hasta las sábanas.

Jeno se relamió los labios, complacido con sacarle tales reacciones al contrario. Metió otro dedo al ver a Renjun arquear el cuerpo, ido en el placer. Fue tan rápido como pudo, antes de que Renjun rodara los ojos y volviera momentáneamente a la realidad. Tanteó la entrepierna de Jeno con una mano temblorosa. ―Mierda... ―jadeó Jeno a su vez, cerrando los ojos por breves segundos.

Se masturbaron mutuamente por varios minutos; sin embargo, Renjun se sintió cerca, deteniendo sus movimientos torpes para llamar la atención de Jeno. ―¡Ah! No... ―se quejó, arqueándose involuntariamente―. No, no, no. Mételo ―soltó un gemido―. Mételo, Jeno, métemelo ―recostó la cabeza sobre las almohadas, sintiendo choques eléctricos cuando Jeno rozó su próstata.

Jeno se apresuró a obedecer, sacando sus dedos con cuidado y tomando su miembro en cambio. Se alineó con la entrada de Renjun, dándole una vista general a su cuerpo cubierto de sudor. Renjun respiraba con rapidez, sonrojado de arriba abajo. Sus labios estaban hinchados de tanto morderlos y besarlos, y su cabello estaba revuelto en todas direcciones. Parecía que se derretiría con cualquier toque, luciendo tan frágil que le dio otra punzada de anhelo y deseo. Jeno esperó hasta que Renjun abriera los ojos, y cuando ambos conectaron miradas, deslizó su miembro dentro.

Renjun apretó la mano que lo sostenía con fuerza, cerrando los ojos ante el dolor. Jeno se detuvo, acariciando la cara interna de los muslos de Renjun con los pulgares. Renjun sintió el pequeño placer, y su entrada comenzó a ceder poco a poco, necesitando que Jeno lo llenara con su pene. Jeno se agarró de sus caderas, apretando conforme iba ingresando dentro de Renjun. Jadeó con fuerza al ir entrando, casi rodando los ojos ante la estrechez y calor. Abrió los ojos, queriendo mirar las expresiones de Renjun.

Renjun arqueaba el cuello, rastrillando la cabeza sobre las almohadas en una mezcla de placer y dolor. Respiraba con la boca abierta, jadeando en busca de aire. ―Dime cuando pueda moverme ―dijo Jeno entre suspiros. La vista de Renjun deshaciéndose con su polla le causaba mil sensaciones tanto arriba como abajo.

Renjun no pareció escuchar, perdido en su propio placer. De pronto abrió los ojos y se enfocó en Jeno, apretando el miembro en su interior. Jeno tensó la mandíbula, captando la señal y preparándose para moverse como Dios manda. Salió con cuidado, pendiente de cualquier expresión molesta, incómoda o adolorida de Renjun. Cuando volvió a entrar, tuvo que detenerse unos momentos, sobrepasado con la sensación. Nunca había tenido una experiencia así antes.

Se preparó de nuevo y luego continuó, entrando y saliendo entre pausas. Renjun hizo algunas muecas, como acostumbrándose al tamaño y sensación. Se vio algo confundido por unos momentos antes de que su rostro se relajara y extendiera las piernas. Su boca se abrió poco a poco y se aferró a las sábanas bajo sus manos. Alzó el cuello de forma inconsciente, queriendo más profundidad. Jeno se desesperó un poco, buscando aumentar la velocidad. ―¿Puedo...?

―Sí, sí, sí, sí ―exclamó Renjun, tan desesperado como él. Jeno exhaló con alivio y aceleró sus movimientos, jadeando y quejándose cada tanto.

Renjun arrugó la tela en sus manos, sin poder evitar que su cuerpo se levantara del colchón. Quería más; más fuerte, más rápido, más cerca. Quería a Jeno tan cerca como pudiera de su cuerpo y al mismo tiempo le quemaban sus toques. Su cuerpo le ardía donde sea que las manos de Jeno lo rozaran y cada empuje nuevo de Jeno le hacían ver destellos detrás de los párpados. Electricidad le recorría la espalda cuando Jeno lograba cepillarle la próstata y hubo un movimiento específico que Jeno hizo que le sacó un alarido digno de perra en celo.

Podría ser la perra de Jeno por la eternidad si siempre se movía así.

Dudaría de la virginidad (ahora inexistente) de Jeno de no ser porque Renjun le seguía el ritmo. No podían culparlos, ambos eran jóvenes con la líbido hasta las nubes sin haber podido sacar la frustración sexual antes de ese encuentro. Sí, que Jeno se lo cogiera hasta el amanecer.

Jeno salió de Renjun un momento antes de darle la vuelta y ponerlo en sus manos y rodillas. No esperó mucho a que Renjun se acomodara cuando lo penetró de golpe. Renjun gritó, arqueando la espalda cuando un destello blanco pasó tras sus párpados. Se agarró como pudo a la cama y sollozó sobre las sábanas, sintiendo que Jeno llegaba más profundo en esa posición. El vaivén que entraba y salía le deshacía los sesos, dejándolo hecho una masa de lloriqueos y quejidos llenos de placer.

Jeno apretó con fuerza las caderas de Renjun, jadeando cada que su estómago se retorcía. Le estrechez de Renjun le causaba hormigueos desde su pene hasta las puntas de sus dedos: Estaba caliente y completamente mojado, y cada vez que lograba encontrarle la próstata, Renjun gritaba palabras inteligibles que sonaban como una afirmación; sus muslos le ardían gracias a la velocidad sin descanso que llevaba, pero no podía detenerse. Sentía que si lo hacía se moriría en ese preciso instante. No podría hacerlo ni aunque el mismísimo diablo se le apareciera en ese momento.

Renjun soltó un coro de "Sí, sí, sí", por lo que Jeno dirigió una mano hacia el pene de Renjun, tratando de seguir los lloriqueos complacidos de Renjun al masturbarlo de la manera correcta. Se sentía llegar, ya casi estaba allí. ―Mierda, mierda, mierda ―se estiró sobre Renjun, mordiendo uno de sus hombros cuando fue demasiado.

Renjun se acurrucó con fuerza entre las sábanas, empuñando la tela contra su pecho. Un latigazo le atravesó la espalda y lo hizo arquearse por causa del placer. Un grito tembloroso salió de sus labios y eyaculó sobre la mano que aún le masturbaba, justo antes de derramarse sobre el pene de Jeno. Jeno en cuestión dio un par de empujes más antes de seguir a Renjun corriéndose, gimiendo sobre el hombro del contrario. Sus párpados temblaron por la fuerza de su orgasmo, aferrándose a la cintura de Renjun de forma involuntaria.

Colapsaron sobre la cama, jadeando con aspereza en busca de tomar aire y recuperarse del reciente orgasmo. Renjun miró sin realmente ver la ventana, con la mirada llorosa por retener las lágrimas en el borde de sus ojos. Cerró los ojos y las gotas descendieron por sus mejillas, haciéndolo suspirar con una media sonrisa cargada de plenitud. Jeno se removió encima de él hasta recostarse a su lado, seguramente sin querer aplastarlo con su peso. Renjun se quejó inconforme, extrañando la calidez que emanaba de su piel.

Jeno se inclinó sobre Renjun, buscando ver cómo se encontraba. ―¿Qué pasa?, ¿te dolió? ―inquirió, algo preocupado de haberlo lastimado al salir.

Renjun negó apenas, cansado por todo el ejercicio anterior. ―No te vayas ―dijo, despreocupado por lucir pegajoso.

Jeno frunció el ceño, antes de comprender y acercarse para atrapar a Renjun entre sus brazos. Le dio la vuelta y lo acurrucó en su pecho, sonriendo con pereza ante su actitud tras el sexo. ―No me voy ―le respondió―. Me quedaré todo lo que quieras ―besó la frente de Renjun, admirando su expresión vulnerable. Renjun parecía incapaz de evitar cualquier cosa en ese estado, por lo que Jeno se sintió orgulloso de ganarse la confianza de Renjun y permitirle verlo así.

Renjun asintió vagamente, conforme con su respuesta. ―Quédate para siempre ―murmuró, acomodándose en el pecho de Jeno. El corazón de Jeno dio un vuelco y se aferró al cuerpo más pequeño, sin ánimos de soltarlo jamás.

«Me alegra que sea contigo y no nadie más.»


⟨♠⟩

Hola, seres de luz, nos leemos de nuevo:D Espero hayan estado bien<3

Aquí les traigo este pequeño OS desde lo más profundo de mi corazón. La inspiración me golpeó después de 2 años, casi tres y debo decir que casi me pongo a llorar cuando terminé esta cosa. Sólo me llevó un par de horas escribirlo :'D

La verdad no sabía si hacerla una historia completa o dejarla como one shot, pero creo que así está perfecta. Si luego decido alargarla, ustedes serán los primeros en saber uwu.

(Aquí dejo una imagen de referencia a la lencería. Me ayudó a tener una idea de cómo se vería.)

No sé si regresaré a retomar mis historias en este momento, pero sí quiero compartirles este pequeño texto inspirado en un sueño mío (que sólo se asemeja por el tema del bebé). Ojalá les haya gustado tanto como a mí escribirlo. Mi noren es mi mayor fuente de inspiración y Renjun es mi musa.

La verdad, la salida de Xuxi me dejó muy apagada, pero gracias a esta historia me siento mejor. De cualquier forma, tratemos de apoyarlo en su decisión, yo voy a seguir amándolo y esperando sus actualizaciones<3

Mis mayores deseos a ustedes, estoy orando para que la inspiración no se me vaya y continúe todas mis historias, las cuales amo con mi vida. (Me disculpo si hay algún error de ortografía y por la nota más larga del mundo, siempre alargo de más las notas ;-;)

Espero sus opiniones y comentarios, recuerden que valen millones de galaxias. Les ama, Jordan.💜💚

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