Capítulo 4

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La tarea de acomodar algunos libros en las estanterías de la biblioteca justo después de clases no era precisamente la actividad favorita de Jennie, quien con una sonrisa fingida tuvo que aceptar el favor que una de sus maestras le había encomendado cuando tuvo la mala suerte de encontrársela en el pasillo.

«Trate de acomodarlos por orden alfabético en su sección correspondiente» fueron las palabras de la profesora Manobal antes de dejarle cuatro cajas repletas de libros nuevos, como si fuera sencillo o si no tuviera otros deberes que atender.

Jennie estaba consciente de que pudo haberse negado, pero le fue imposible resistirse a la mirada suplicante de la docente y aunado a ello en su vocabulario no existía la palabra "no"; algo en su personalidad le impedía dejar de ser servicial por más que los otros se aprovecharan de eso, a menudo metiéndose en situaciones en las que claramente no quería estar.

Por eso también le fue imposible negarse en cuanto uno de sus profesores se ofreció a ayudarla, obligándose a ignorar la pequeña sensación de incomodidad creciente en su pecho.

¿Puedes pasarme ese libro? —la voz agradable del profesor Min la trajo de nuevo al presente—. Lo acomodaré aquí arriba.

—Aquí tiene —respondió Jennie mientras le entregaba el libro que antes el mayor había señalado.

Kim miró hacia las cajas, dejando salir un suspiro al percatarse que aún quedaba una cantidad considerable de libros.

—Oh, este es interesante —exclamó el profesor, analizando el libro por ambos lados—. "Ausencia de Belleza" por un autor desconocido.

Jennie frunció el entrecejo mientras se acercaba con curiosidad hacia Min, quien le permitió admirar la portada del libro.

—Jamás había escuchado de ese.

—Por supuesto que no, quizás seamos la única institución con una copia de esta obra —sonrió, un poco nostálgico.

—¿De qué trata, de todas formas? —la chica pareció genuinamente interesada en saber más del tema.

El profesor Min tarareó un poco.

—Digamos que habla sobre la importancia de establecer límites, bajar nuestras expectativas sobre la gente que nos rodea y, sobre todo, de admirar la belleza en aquello que no es bello.

La menor fingió entender cada palabra que su profesor recitó, asintiendo vagamente con una sonrisa que más bien pareció ser una mueca.

Ambos continuaron acomodando los libros restantes en silencio, la pelirroja de cuando en cuando observaba por el rabillo del ojo a su profesor, quien parecía estar feliz con la "actividad" que estaban realizando.

Mientras tanto la mente de Jennie no dejaba de repetir el título de la obra que su profesor le mostró, así como la manera un tanto extraña en la que el mayor analizaba la portada y ella siendo una persona que se caracterizaba por ser curiosa optó por simplemente leerlo, supo que esa sería la mejor manera de resolver sus dudas respecto a el.

—¿Quieres llevártelo? —preguntó sorpresivamente el azabache, mostrando de nueva cuenta el libro.

—¿Y-yo? Oh, bueno... —sonrojándose levemente sin razón aparente, Jennie asintió tímidamente—. Por favor.

—Aquí tienes —le entregó el libro, rozando superficialmente sus manos con las de la menor—. Creo que puede ayudarte, mucho.

¿Ayudarla?

—Gracias... —dijo, sonando más bien como un balbuceo.

Min sonrió, mirando por encima de la cabeza de su estudiante las cajas vacías en el fondo.

—Al parecer hemos terminado, buen trabajo —le felicitó.

—No... yo... gracias a usted, por ayudarme —quizo abofetearse por lo tonta que se estaba comportando, no era una chiquilla a la que jamás le habían felicitado por hacer algo bien—. Nos vemos mañana, profesor, gracias nuevamente por su ayuda y el libro.

El profesor no agregó nada más, despidiéndose con un simple ademán, siguiendo con la mirada y en silencio a la pelirroja mientras recogía sus cosas para posteriormente salir de la biblioteca. Min suspiró, debía limpiar lo que quedó antes de irse o de lo contrario sabía que su alumna podría meterse en problemas.

El ruido de unos pasos detrás de él no parecieron sorprenderle en lo absoluto, sonando completamente familiares para él. Curiosamente tenía una buena memoria para descifrar a quien le correspondían las pisadas. No era raro, simplemente se trataba de ser un buen oyente.

—Tan servicial como siempre, ¿no, Min?

Se atrevió a reír.

—Jeon, gusto de verte —respondió, con una sonrisa amigable pintada en el rostro—. Ya sabes, es imposible para mí no tratar de ofrecer ayuda.

El aludido asintió.

—Diría que me sorprende que sigas por aquí, pero usualmente sueles irte un poco más tarde que todos, ¿eh?

—A veces —estuvo de acuerdo—. Hoy particularmente decidí quedarme para ayudar a una estudiante.

—Kim Jennie —dijo, nada sorprendido—. La vi salir de aquí roja como un tomate, casi temblando.

—¿Lo estaba? Oh Dios —su rostro denotaba preocupación—. Espero que no se haya enfermado durante su estadía aquí.

Jeon hizo un ruidito, dando a entender que estaba de acuerdo. De pronto el ambiente por alguna razón comenzaba a sentirse pesado, casi tenso.

—Interesante charla, supongo, pero me temo que debo terminarla —exclamó Jeon con un tono que pareció ser irónico, aunque si era honesto realmente no era su intención—. ¿Te veo mañana en la reunión?

—Hasta mañana, Jeon —confirmó el azabache con una sonrisa encantadora.

Min observó al más joven caminar a un costado suyo, lo siguió hasta que este finalmente salió de su vista. Exhaló con pesar, al parecer no solo Jeon notó la extraña tensión entre ambos.

Mientras caminaba por los pasillos del instituto rumbo hacia la salida, Min saludó al poco personal que quedaba, así como a una cantidad considerable de alumnos, algunos conocidos y otras caras nuevas quienes seguramente seguirían hasta más tarde dentro de la escuela, ya sea estudiando o haciendo cualquier otra actividad correspondiente a sus clases.

Fue entonces que, bajando las escaleras, pudo vislumbrar a lo lejos cierta cabellera pelirroja. Mentiría al decir que no estaba sorprendido pues supuso que la joven Kim ya se habría ido hace tiempo, sin embargo parecía hablar con otro estudiante igualmente conocido para él.

Park Jimin.

Sí, claro que lo recordaba, fue a ese chico al que ayudó a principios del semestre (o siendo específicos justo el primer día). Park, a decir verdad, no destacaba precisamente por ser un alumno brillante en su materia, de hecho, podría decir sin temor a equivocarse que iba tan mal como se podía, pero lo intentaba y eso era válido. Al menos para él.

Sin embargo Park destacaba por algo, aunque no sabía exactamente el qué o por qué, pero existía una... cosa que obligaba a sus ojos a desviarse justo al asiento del pequeño rubio mientras este luchaba por resolver los ejercicios matemáticos. Aunque si era honesto, tampoco era una incógnita que le quitara el sueño.

Ninguno de sus alumnos pareció haberlo visto pues siguieron con su camino sin siquiera voltear hacia atrás. Min esperó un tiempo prudente antes de continuar pues no quería que los menores se sintieran de cierta forma abrumados con su presciencia, ya era suficiente compartir espacio durante una hora junto a él cada día de la semana.

Detuvo sus pasos en cuanto notó un brazalete tirado en el suelo, enarcó una ceja, decidido a recogerlo. Lo analizó, era un poco pequeño para su muñeca, claramente. De el objeto colgaban dos dijes que mostraban las letras "K" y "J" respectivamente. Sonrió, probablemente el brazalete le pertenecía a Jennie, mañana después de clase podría entregárselo.

Y ese plan era perfecto.


[...]


(Unas semanas después)

Había algo extraño últimamente.

El hecho de no ser molestado por Choi desde el incidente en la cafetería tenía a Jimin en una especie de "paz artificial".

Cuando pasó la semana de suspensión, Jimin pensó que lo primero que haría Jae al regresar sería ir a buscarlo para darle una paliza o algo parecido; sin embargo, eso no ocurrió. De hecho, ahora ni siquiera parecía mirarlo cuando tenía la mala suerte de encontrárselo por los pasillos y pese a ello, no podía decir que se sentía precisamente aliviado. Es más, ahora sus niveles de paranoia estaban más elevados que antes.

Taehyung constantemente le repetía que debía relajarse, que probablemente gracias a la suspensión el idiota de Choi fue amenazado en casa por sus padres y, por ende, decidió comportarse como una persona civilizada por una vez en su vida.

«Oí a sus padres gritarle detrás de la puerta mientras esperaba a que Namjoon llegara por mí, estaban furiosos» contó Taehyung con una sonrisa repleta de mofa.

Jimin desaprobaba el hecho de que su amigo se riera de la desgracia ajena pues, a pesar de todo lo que el pelirrojo le ha hecho, él nunca podría hacer lo mismo.

Y a veces quisiera cambiar eso.

La campana sonó, Jimin terminó de anotar los datos escritos en el pizarrón para realizar el reporte de la práctica después. Salió del laboratorio y se dirigió a la cafetería en donde se supone se encontraría con Taehyung, quien probablemente ya habría salido de su clase.

Ahogó un grito cuando fue repentinamente tirado hacia atrás, siendo empujado con rudeza hasta estar dentro de uno de los cuartos de limpieza. Quiso gritar, pero le fue imposible al sentir una mano cubrirle los labios.

—¿Me extrañaste? —escuchó aquella voz que le provocaban escalofríos—. No imaginas el infierno que fue estar controlando estas ganas de partirte la cara.

Jimin tembló, Jae sonrió ante eso.

—¿Sabes lo que me hicieron mis padres por nuestra "pequeña" disputa, Jimin? —su mano libre tomó un hombro del menor, azotando como pudo el cuerpo de este contra la pared—. ¡¿Lo sabes?!

Otro azote fue dado, su espalda comenzó a doler. Sin poder hablar, simplemente sollozó.

—Por tu maldita culpa estos últimos días han sido un calvario —bramó repleto de rabia, la mano que acallaba los sollozos del menor se apartó para tomar entre sus dedos las mejillas de Jimin, apresándolas sin delicadeza—. Vas a pagármelas, bastardo, tú y el imbécil de Kim no saben con quien se han metido.

La escasez de luz no le permitía a Choi observar el rostro de su víctima, pero las lágrimas que caían sobre sus dedos no dejaban nada a la imaginación.

—No te dejaré tranquilo, Park, ¿y sabes qué es lo mejor de todo? —sonriendo con autosuficiencia, se acercó al oído del menor—. Que ni siquiera sabrás cuándo vendrá el golpe, puede ser mañana, dentro de un mes... no lo sabes, y eso ya es satisfactorio para mí.

Jae se apartó, Jimin pudo imaginarlo sonriendo de una forma que no le agradó en lo absoluto.

—Hasta entonces, bombón —dijo melosamente para después salir del lugar.

Solo le bastaron unos segundos para poder salir del trance, no sabe en qué momento comenzó a deslizarse contra la pared hasta caer sobre el frío suelo.

Jimin quiso morirse justo en ese momento. No quería, no podía dejar que Choi o alguno de sus amigos le hiciera algo a Taehyung, jamás se perdonaría si algo más grave le sucediese a su mejor amigo...

A la única persona importante para él.

Mordió su labio inferior ante la impotencia de no poder siquiera retener las lágrimas. El tan solo imaginarse a Taehyung sufriendo los abusos que Choi había ejercido en él... no, era demasiado.

Tomó su teléfono y canceló su encuentro con Taehyung, sabía que si el castaño lo encontraba en ese estado le haría mil y un preguntas; obviamente su amigo no tardaría en averiguar la razón del por qué se encontraba tan alterado, lo cual provocaría otra pelea que probablemente terminaría peor que la anterior.

Después de unos minutos finalmente logró tranquilizarse. Salió del cuarto de limpieza, no sin antes asegurarse de que no habían moros en la costa. Caminó un poco hasta que llegó a los baños de hombres, si la vida no lo odiaba tanto estos se encontrarían desocupados para permitirle lavarse la cara y arreglarse el uniforme. Abrió la puerta con cautela y entonces...

—¿Joven Park?

Debía. Ser. Una. Jodida. Broma.

El profesor Min se encontraba justo frente al espejo de los espejos de los lavabos del baño, parecía estar algo sorprendido de encontrársele.

Fue entonces que supo que había dado con los baños exclusivos para los profesores.

Sí, algo, la vida lo odiaba.

—¡Pe-perdón! No me fijé... —sintiendo su rostro arder, lentamente comenzó a cerrar la puerta.

—Espera, Parklo detuvo, siendo escuchado por el rubio—. Puede entrar si le urge, no hay nadie más aquí.

¿Era raro si aceptaba? Bueno, de todas formas lo hizo. Bajo la atenta mirada de su profesor Jimin entró al baño con una rapidez increíblemente ridícula. ¿Era normal sentirse así de ansioso? Supuso que sí, sobre todo cuando sabía que estaba incumpliendo una de las reglas del instituto, esa que hablaba sobre que los alumnos tenían estrictamente prohibido ingresar a los baños de los profesores.

Pero ahí estaba, abriendo el grifo para lavarse su cara a un lado de su profesor de cálculo.

—Yo... Park, ¿se encuentra bien? —preguntó después de unos segundos de silencio absoluto y Jimin quiso reír ante lo estúpido que sonó aquello.

—Quitando el hecho de que me equivoqué de baño, supongo que sí —dijo entre risas nerviosas en un intento por sonar divertido, pero al ver el rostro de su profesor a través del espejo le hizo darse cuenta de que no funcionó.

—No luces bien —aseguró, ladeando la cabeza—. ¿Algo pasó, verdad?

Jimin cerró el grifo del lavabo, su saliva de repente le supo agria.

—N-no ¿qué le dio esa impresión? —se maldijo mentalmente ante lo temblorosa que había salido su voz.

Min se ahorró los motivos que le llevaron a darse cuenta de que su alumno definitivamente no estaba bien. Pensó que, si los decía, haría sentir peor al más joven y esa definitivamente no era su intención. Esperó pacientemente a que el rubio terminara de secar su rostro empapado de agua, también desvió la mirada en cuanto notó que había empezado a acomodar su uniforme desaliñado.

Cuando sus miradas volvieron a encontrarse a través del espejo, una idea cruzó la mente del azabache.

—Ya veo —dijo casi en un susurro.

Con cautela se acercó a su alumno, pasos lentos pero firmes, casi como si temiera asustarlo. Igual que un depredador se acercaba a su pequeña presa. Jimin abrió los ojos en demasía al darse cuenta de lo que pretendía hacer, su rostro probablemente lucía como un pequeño y rechoncho tomate, sintió cómo sus manos comenzaron a sudar así como sus piernas a flaquear.

—¿Me permites? —preguntó el profesor con su característica sonrisa encantadora.

Analizó el panorama: si no habrían testigos de por medio (y por muy surrealista que fuese el lugar) no había nada malo en aceptar, ¿o si? Aquello no... aquello no era nada raro, ¿verdad?

Por favor... —susurró antes de poder siquiera pensarlo un poco más.

Un sincero jadeo de satisfacción salió de sus labios cuando los fuertes brazos de Min envolvieron su pequeño cuerpo en un abrazo reconfortante. Sus anatomías no estaban demasiado cerca (debido a que el mayor decidió dejar un poco de distancia por cortesía o algo así) y sin embargo el olor de su colonia invadió sus fosas nasales de forma agradable, el aroma cítrico jamás le había resultado tan exquisito como ahora, resultando una combinación agradable con lo cálido que era el cuerpo del profesor Min.

¿Cuándo fue la última vez que alguien (a parte de Taehyung) lo abrazó? No estaba seguro y no podía obligarse a que le importara, no cuando el presente se sentía tan...

Usando la visión periférica pudo vislumbrar el rostro estoico del mayor, bendito espejo. Lucía perdido en sus pensamientos, como tratando de encontrar las palabras correctas para no arruinar el momento.

Jimin se estremeció al sentir la mano de su profesor revolverle sus cabellos dorados, mimándolo, siendo un plus a su intento de reconfortarlo.

Entonces, de forma inesperada, dijo suavemente:

—Puedes confiar en mí —acarició nuevamente la cabeza de su alumno de forma amistosa, sin intenciones de indagar más.

—Gracias —respondió con simpleza.

Por alguna razón esas palabras no sonaron falsas en lo absoluto, tampoco forzadas...

Y el haber confiado ciegamente en ellas fue el inicio de todo.

***

Wow, ¿ya somos 600 leídas? Estoy que no me lo creo, muchas gracias por darle una oportunidad a esta historia.

Espero que hayan disfrutado del último capítulo del año jeje.

Cuídense y tomen agua.

– Cherry. 🍒

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