13.1

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En las plazas de Turán, se mantienen firmes un número contable de personas que custodian lo que queda del sitio. Es decir, mientras la gran mayoría de los soldados partieron por órdenes de su gobernador, personas con un nivel de rango superior se encuentran custodiando a una médico novata en el asunto de la cura para quiénes lo necesitan.

El anciano sabio de la aldea estaba con un ojo pegado a las afueras, desde la punta del edificio, podía notarse con mayor efectividad si alguno par de diablillos deseaba acercarse a la zona. Dante curvó una pequeña sonrisa al identificar el brillo proveniente de las murallas; Magnolia envió una señal directa, y él debía atacar sus órdenes como buen sabio.

—Ivette...—habló el anciano teniendo a una joven de aspecto glamuroso a su costado con binoculares cristalizados, observando a la distancia a quienes caminaban en su dirección— sea lo que sea que ocurra ahora, no dejes que te quiten ese tesoro.

La chica asintió con nerviosismo mientras tomaba la mochila con una pila de dosis que podrían acabar con el sufrimiento de los soldados que se mantienen ocultos por debajo de la ciudad.

—Mantente a salvo, chica. —Pidió en un susurro, ella antes de cerrar la puerta mencionó:

—Tu igual, Dante.

El sonido del silencio se esparció de una vez por todas en la habitación. Dante sonrió tomando al hombre que se encontraba en una esquina de esta; sus manos sujetas a sogas, y su boca cubierta para que no expresará barbaridades. Anduvo con él hasta toparse con la punta de aquel edificio, ambos miraron hacia abajo, pero Will fue el primero en sorprenderse, si el viejo tenía ganas de saltar, pues él era todo lo contrario.

Tragó en seco sintiendo como su sangre comenzaba a subirle a la cabeza, si no muere por un infarto, quizás lo haría de la presión alta; negaba indicándole al sabio que dejará sus planes locos para otra ocasión. Sin embargo, sus huesos pedían a grito una sensación diferente a la de estar sentado dando directrices a los gobernantes de Turán. Él buscaba una esencia distinta. Junto a Will bajaron desde lo alto sin medir la distancia, los ojos de aquel hombre se cerraron al momento en que estaban por impactar contra el suelo.

—Eso fue divertido...—tras haber caducado unos segundos, escuchó la voz del sabio, hablaba como si nada hubiese pasado, sin medir las consecuencias de que estaba por morir en sus malditas manos—. Espero podamos repetirlo en otra ocasión, señor Will...

Negó sudando frío; empezando su caminata en dirección a Magnolia, quien se mantenía con la guarda a mil por los inquilinos. El proceso para llegar era un poco largo, por lo que la soldado tuvo que sacar paciencia de dónde no la tenía.

—¿Por qué caminas tan lento? —preguntó Allya sin apartar su mirada de los inquilinos de segundos atrás; escuchar los pasos de Dante es lo más sencillo de la vida, son distintos a los de un anciano común— ¿tienes la presa? —cuestionó, él esbozó una sonrisa. Magnolia quita la venda de su boca.

—¡Como que presa!, ¿de qué demonios están hablando? —ella abofeteó a Will para que tuviese su cabeza en tierra— no me vuelvas a tocar inmunda —golpeó esta vez su rostro sin medir fuerza alguna.

—Magnolia, no seas tan descabellada, luego no los devuelven por estar en mal estado. —mencionó Allya guardando los binoculares.

—Todo su rostro es una mierda, de seguro lo ven de lejos y ni desean comerlo. —aseguró entre dientes dejando de lado al inservible de Will. Allya miró el punto del sol, era terrible como han pasado pocas horas, y se siente como si ya estuviese a casi nada de oscurecer—. ¿Cuántos son? —cuestionó lo Magnolia mientras se acercaba a Allya.

—Dos. —afirmó estirando su espada, ambas comenzaron con el calentamiento.

—Acaban de salir de una batalla para ingresar a otra, ¿no es malo a ustedes? —se aproximan dos personas más. Gora e Ima llegan hasta la cima y así dar notificaciones de las áreas aledañas de Turán.

—Señor Dante. —habló Ima—. Ivette ha partido sin interrupción, ¿procedemos a acabar con los inquilinos? —Dante alzó su mano pidiendo que guardaran silencio—. Carina y Adán deben estar con los civiles y los demás soldados. —asintió el sabio ante su respuesta, suspiró para así decir lo siguiente:

—Me temo que es mi turno. —dejó atónitas a las jóvenes presentes, Will abrió sus ojos de golpe sintiendo como Magnolia colocó un pie en su pecho para que no se moviera, o intentará lanzarse de la muralla—. Podría ser de ayuda para ustedes.

—Señor Dante...—Ima se interpuso— no creo que el gobernador nos perdone si algo le llega a pasar. —siseó entre dientes con preocupación.

—Ya sabe cómo se pone, luego quién lo soporta. —aportó Gora, Dante rio.

—¿Qué no estamos en una guerra? —preguntó, sintiéndose ansioso por bajar— lo que más se necesita son soldados, y yo, aunque sea un costal de arrugas, he batallado al igual que ustedes antes. —Allya alzó su mano pidiendo la atención del sabio, al tenerla no dudo en responder.

—¿Quieres morir? —expresó con una sonrisa fugaz.

—Hagamos lo siguiente: el que es herido primero, paga la cena de esta noche. —aludió el anciano haciendo que Magnolia se interesara en la propuesta, la chica nueva tomó a Will de sus prendas, alzándolo, para así añadir.

—Nos vemos abajo, perdedores. —expresó lanzándose con la presa en sus manos; este tipo de aterrizajes matarían a Will antes de enviarlo como carnada para los diablos.

Esto era sencillo, no hacer que pisen la ciudad en sí, y darle el tiempo necesario a Ivette para qué llegará al punto de encuentro, dónde se encontraría con aliadas enviadas por parte de su gobernador Yaám.

—¿Ah? —Magnolia quedó perpleja al notar lo vacío que estaba la zona; las siluetas de segundos atrás se han dispersado ocasionando incertidumbre en el ambiente—. Allya...—su voz ronca se esparció hasta que la joven miró de reojo a quien ha musitado con ansias su nombre— ¿no dijiste que eran dos?

Un error de cálculo, o más bien, de atención hizo que ambas retrocedieran.

—Un paso más, y tendrán que pagar la cena. —dijo Gora incorporándose al grupo; aunque su cuerpo estaba dispuesto a enfrentarse a lo que sea, sentía cierta tenacidad que no es fácil de tratar, por parte de la silueta ante ellos—. ¿Es una niña? —preguntó en un tono audible para quiénes los rodeaban.

—No me gusta tratar con niños...—confesó Ima sintiendo su garganta secar— son más temibles que los adultos...—a comparación de otros diablos, esta poseía una espada. En su cabeza colgaba un pequeño gato con cuernos, mientras que su mano derecha elevaba un ojo, proveniente de ella— esto sí que es aterrador...

—¿Alguno de ustedes conoce a mi padre? —preguntó cortando el silencio en medio de un pueblo nevado, dónde el sonido de la gran ventisca les impedía analizar sus palabras con claridad— dijo que buscará una medicina para Vindan...—decía moviendo el ojo que sostenía en su mano de un lado a otro, para así colar una sonrisa por medio— no sé dónde pueda encontrarlo, ¿alguno de ustedes lo sabe?

Lo irreal era que los niños, no mienten, pero ella, es una cosa a otro nivel. Sus cabellos llegaban a la altura de su pecho, su piel de tez morena resaltaba por encima de la nieve. Cubría su cuerpo con una capa de aspecto verdoso, mientras que el gato mostraba una corona de cuernos.

—Confirmo, no quiero pelear contra una niña. —expresó Allya. Magnolia sacó su espada sin pensarlo dos veces.

—Esas son armas peligrosas.

Su mirada estaba perdida, un ojo daba en dirección a ellos, mientras que el otro se movía en busca de algo interesante, esto puede hacer que los sentidos del sabio se activen a mil; por lo tanto, se colocó a la cabeza de aquellas mujeres.

—¿Conoces tú el potencial de mi espada? —cuestionaba con una sutil sonrisa que podía hacer perder el conocimiento de cualquiera, cegarlos por medio de un gesto hermoso podría ser la perdición de quienes estaban delante de ella— no les recomiendo acercarse...

Ella, al retomar su posición, alzó la mano dónde se mantenía su ojo. El mismo que movía su iris de un lado a otro, asegurándose de estar en el lugar indicado. Ellos han quedado en silencio, perplejos de lo que una niña pueda hacer, si mueven un músculo antes que ella, podrían estar perdidos; estos diablos no se andan con cuentos, ninguno es de un rango inferior.

Su punto estaba correcto; en medio de ellos no se encontraba la mujer que Bélkaska dijo. La señorita debió escapar mucho antes de que bajaran un par de mujeres con un anciano, y un posible reo que no sirve para nada.

Ellos piensan que los humanos se burlan de su condición, y no estaba lejos de la realidad, se han tomado la tierra como si fueran de ellos, no mostrando respeto por su humilde creador: Bélkaska.

La niña colocó el ojo en su punto, ambos de un factor distinto, uno pintaba de verde, mientras tanto que el otro mantenía su aspecto natural. Uno se movía con parsimonia, entretanto que el común se quedaba fijando a su objetivo. Esto ocasionada confusión en los presentes. En conclusión, la persona que estaba gastándoles el tiempo, no era más que una segunda ilusión.

A comparación de Ivette, ella se topó con Steve por el lado trasero de la salida de Turán, quiénes tomaron caballos para huir cuanto antes de la zona; a pesar de que los minutos pasaban, la angustia de ambos no podía esparcirse como si nada.

Tenía en sus manos una fuente que podría traer consigo a la antigua Gemma, y si gobernador puso las manos en el fuego por ella, conociendo de su escasez en la medicina, no debe defraudarlo.

—¡Ivette!

La chica ha estado tan sumergida en sus pensamientos que no ha descifrado lo que estaba ante ella; una pequeña niña sostenía una linterna en sus manos. El detener al cabello ocasionó que cayera sin previo aviso. Steve le socorrió en un pestañear, colocándola con rapidez de pie.

—Ivette, ¿estás bien? —tocaba con impaciencia su rostro haciendo que reaccionará, ante ella la inmundicia no cesaba, si lo que momentos atrás se quedaron con las demás soldados, esto era un golpe brusco del cual no se podrían escapar con facilidad.

—Tú luces como la portadora, ¿Puedes darme tu mochila? —habló con gentileza, lo que provocó que la piel de Ivette se erizará al instante— prometo que cumpliré con mi parte, te daré la eternidad como recompensa.

Sus ojos se abrieron de par en par, el círculo dónde se encontraban hicieron que los caballos se espanten, quiénes no soportaron la esencia de un diablo murieron al instante; las suaves y pequeñas manos de un infante tocaron su mejilla. Ivette sintió como sus ojos se inundaban de lágrimas.

—Será mucho mejor que estar aquí en la tierra. —Decía aquel diablillo. Su cuerpo se esfumó al instante, Steve clavo la punta de su espada en su mejilla haciendo que la pequeña comenzará a llorar.

—¿Sigues siendo tú? —se aseguró que su rostro no cambiará, ella asintió encontrándose con la mirada de Steve, moviendo su cabeza en afirmación con temor—. Escúchame bien, Ivette, esto es una guerra, ¿de acuerdo? —murmuró Steve haciendo que se colocará sobre sus pies tomando sus cosas; la mujer con medio cuerpo temblando se aseguró de que nada se perdiera— yo me haré de esto, tú solo vete. —musitó, la dama terminó por ajustar la ballesta, observando por última vez al chico, quien asintió una vez más; ella comenzó a correr alejándose de la zona.

—¿Hasta dónde crees que lleguen sus piernas cortas? —decía mientras tocaba su mejilla, lloraba sin tener ánimos de detenerse, lo que ocasionaba un estrés inevitable en Steve, su lloriqueo podía romper sus tímpanos— ¿lo ves? —señaló la linterna— soy la única luz que tiene Bélkaska, no me jodan mis planes! — exclamó la jovencita, sintiendo su cuerpo temblar, la espada de Steve es impotente, el sentimiento que recorría en ella es el mismo al que acudió Gemma cuando sintió la cercanía de dicha espada.

La pequeña mantenía una mirada de tristeza, y sin jugueteos, ella le atacó atravesando su mano en el vientre del chico. La velocidad y tenacidad de los diablos es agobiante, ellos no deben preocuparse por su esencia, sino más bien por la forma tan rápida en la que tienen por atacar; si parpadeas estás jodido.

Sintió su cuerpo chocar con los cabellos que yacían en el suelo, visualizando la herida en su costado. Como bien dijo Dante, no salían de una batalla para entrar en otra, y eso aplicaba tener que recibir más agujeros en su cuerpo. La linterna que colgaba de su mano mostraba a un hermoso gato, aquel que mantenía cuernos, por lo que dedujo que el brillo en sus ojos se ejecutaba gracias al animal que poseía escondido.

—Lo que me faltaba...—murmuró con enojo notando como su vientre empezaba a manchar el suelo de sangre.

Se colocó sobre sus pies fingiendo no haber visto la herida, envainando su espada contra ella, si daba un paso libre para la jovencita, estaría a nada de ir a visitar al poderosísimo Dios.

—Échales cuentos a otros, a mí ya me tienen harto...—La fluctuante esencia de la espada oxidada asustó a la niña delante de él; Steve debe entender algo, estaban hablando de diablos con cuernos en especie de coronas.

—Muere, muere, muere...—decía con una sonrisa tras otra, apuntando a su vientre.

Steve no percibió nada, solo un par de uñas largas tocarle como si le estuviesen apuñalando. Su cuerpo cayó delante de ella, por más que haya querido rozarle, sabía que ello traería consigo consecuencias; el infante tomó su cabeza, analizando su cuello por segunda vez.

—Que gran estorbo eres para la humanidad...—expresó con asco la niña, su mano estaba por cortar aquel extremo que lo unía con las demás partes de sus cuerpos.

Sin embargo, el frío de pronto invadió su punto central; ella desvió su mirada hacia la flecha helada en su frente, comenzando a llorar.

—Aléjate de él...sucia niña —balbuceó con ira la joven de cabellos naranjas al retomar su mazo— o me veré en la obligación de juzgarte. —Tova y Kan aparecen en el campo de batalla, ambos decididos a que ningún diablo de mierda vuelva a colocar un pie en Turán.

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