EPÍLOGO: GÉNESIS

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Un cubículo blanco, sin diseño, todo en completo silencio; así se sentía después de haber terminado su labor en la tierra. Sus ojos de tono café divisaron el lugar con cautela, sintiendo un sinfín de emociones, llena de satisfacción, intentó moverse, sin embargo, por primera vez quiso sentirse así, tranquila, observando a la nada, que a la vez le decía todo.

El breve recuerdo que llegó a su memoria no le causó ningún tipo de dolor, tampoco tristeza, puesto que conocía a la perfección lo que sucedería después de que su guadaña atravesará su cuerpo.

Se hallaba tan entretenida en la hermosa corriente que reposaba en ese lugar tan peculiar. No había nada a su alrededor, solo breves aguas que chocaban con su cuerpo, en su pensar opinó verse sumergida en una especie de piscina, pero cuando buscaba la respuesta de ello, solo venían más dudas de lo habitual.

—Es un buen tiempo. —escuchó una melodiosa voz a su diestra, no giró porque la reconocía en esta, y en cualquier vida—. Lamento mucho como ha terminado para ti.

Gemma no dijo nada, estaba embelesada por la paz que se difundía en aquel espacio. Recuerda de manera escasa haberlo visitado, en el periodo dónde permaneció en estado de coma gracias a su querido hermano.

—En un tiempo comprenderán que fue mejor así. —continuaba hablando en un tono pausado, no le causaba molestia, pero sabe que el sermón duraría una eternidad—. En ese sentido, me da a entender que tienes muchísimas preguntas.

Gemma sumergida en duda, movió su cabeza en señal de afirmación. Inhalo, de tal forma que su madre pensó que comenzaría a llorar, sin embargo, era imposible, el lugar donde estuvo ha limpiado todo, otorgándole una felicidad infinita a aquel que ha sido agradable delante de los ojos del Creador del Universo.

—Gracias. —soltó Gemma de pronto— porque a pesar de no haber sido prudente en la tierra, sé que abogaste por mí en los cielos, no fue justo, pero lo hiciste. —su madre curvó una sonrisa, y la dama morena pudo sentir aquello—. Dime, ¿ellos también están aquí?

Génova asintió, aunque su hija no la estuviese viendo. La morena menor cerró sus ojos y como si fuese una película de treinta segundos, logró divisar a los muertos que amo en la tierra, en lugares diferentes, siendo felices, sin complicaciones. Cada uno de ellos observando un solo lugar, algo que muchos llaman el universo.

—¿Galder? —cuestionó Gemma, y su madre amplió muchísimo más su sonrisa. La imagen de su hermano mayor apareció junto a su padre, ambos en una cabaña de hermoso estándar, dónde cortaban leña para la fogata de la noche.

Gényus lucía más guapo de lo habitual, en un estado físico que Gemma había olvidado.

—¿Papá te enamoró con esas cosas de jornalero? —La mujer parecía estar sumergida en una alegría que para Gemma era imposible explicar—. Así fue cuando estuve con Yaám.

Gemma por una milésima de segundos miró a la mujer morena a su lado, ella no estaba tan cerca, ya que quería darle su espacio. Su madre le dio el permiso de continuar.

—Cuando lo conocí, supuse que habría algo más grande que un lazo de recipientes. Él no me asimilaba en nada, pero Tania, su madre, me dijo todo de él. Tanto era mi afán de saber, que caí en la típica molestia de lamentarme atraída por alguien. Después de que las cosas no funcionaran con Jaden, no quise entender de este sentir, puesto que sabía que estaríamos con frecuencia en guerra, y que en algún momento me separaría de él.

La voz, tan meticulosa y llena de dulzura por parte de la morena, provoca en su mamá cierto interés de saber algo que ella ya conocía desde tiempos remotos. Aunque no haya frecuentado en persona a Yaám, en su memoria puede recopilar los dulces momentos que vivió junto a su hija y el tiempo en que él la cuidó como si fuese la piedra más delicada del mundo, aun manteniendo en cuenta lo fuerte y poderosa que era.

—Jamás pensé que llegaría a tener el impulso de ser alguien común, sin nada de estas cosas extrañas que nos heredaron los dioses, conocerlo en una fiesta, o en algún tipo de cena para personas de la elite, no lo sé. —Gemma parecía tan nostálgica, pero de ella no brotaba lágrima alguna. Por más que quisiera llorar de la impotencia, no podía, aquel sitio no se lo permitía.

» No he reconocido a un desprendido tan fuerte como lo es él, ¿quién persiste tanto en salvar a la humanidad luego de haber sido destruido por ellos mismos? En mi memoria no cabía la idea de que hubiese alguien que quisiera hacer el bien a quienes le hicieron mal. Cuando obtuve el privilegio de ser la mujer más poderosa en la tierra, en mi mente solo cabía destrozarlos a todos, sin excepciones, cortar de raíz con la bendita creación. Sin embargo, mis ideales finalizaron al conocerlo, me dije que sería hermoso contemplar lo bueno de la vida con alguien que quiere caminar a tu lado.

Génova se deleitaba ante sus palabras, puesto que ella más que nadie conocía la sensación que embargaba a su hija desde que fue su conciencia en la tierra. Cuando murió, dejó toda carga en ella, conociendo a la perfección que nadie ejecutaría un gran trabajo como el que ella ha hecho.

—¿Quieres regresar a él?

—No. —Inquieta por haber dado otra respuesta, sollozó, pero ninguna gota salía de sus ojos—. No puedo permitir que esto vuelva a suceder, estaba escrito de este modo y no se podía cambiar. Ni siquiera pasa por mi mente verlos en esta misma situación, el ciclo termino ahí, dónde la bruja roja murió, Bélkaska no vendrá nunca más y estoy agradecida del resultado.

—Lo sé, puedo sentirlo aun estando lejos de ti. —Gemma le miró por primera vez luego de mucho tiempo—, confié en la persona adecuada, Galder era muchísimo más temperamental que tú para resolverlo solo. —Génova soltó una breve risita— y aunque te jodió en la tierra, sé que fue de gran ayuda en tu proceso de crecer. —La mujer se colocó sobre sus pies, andando en dirección a su hija, quien no se movió en absoluto—, no obstante, hay una forma de que puedas vivir lo que no viviste en la tierra.

Gemma insistió en no querer regresar, con su alma anhelaba volver a verlo, pero sabe que lo pondría en aprietos. Aaron podría morir y con ellos todos los que una vez fueron de apoyo en aquella gran comisión.

—Antes de que vuelvas a negarte, déjame explicarte lo que sucederá. —Génova se inclinó ante su hija—, cuando Ávar me mostró lo que ha de acontecer, le dije que haría todo lo que él me pedía con el favor de que tu vida fuese renovada.

—¿A qué te refieres?

—Existe un lugar en el que puedes estar con él. Una época dónde el Creador del Universo dará a su único hijo para salvación del mundo.

—¿Alguien que tendrá superpoderes también? —Génova soltó una carcajada.

—No como tal, pero se dice que es enviado para redimir al mundo, traer salvación y libertar a los oprimidos.

—Eso suena muy sencillo. —Génova negó.

—Pensé lo mismo cuando Ávar me lo comentó, sin embargo, tiene una tarea muy complicada. Me gustaría ver como terminaría, puesto que hasta el día de hoy aún no ha llegado a la tierra.

—Suena peligroso el trabajo que hará. —su madre asintió—, entonces, Ávar me dio otra vida.

—Puesto que era un sacrificio dado a alguien que no lo merece, sí. No te lo hice saber a tiempo, porque estarías muy confiada en morir, sin embargo, ahora que has experimentado lo que es amar a tu prójimo sin importar qué, tienes acceso a una oportunidad. Sin nada de estas manifestaciones tediosas, porque Bélkaska no volverá.

—¿Cuánto tiempo debo esperar? —Génova se encogió de hombros, ya que aquella información no la conocía nadie, solo el mismo Creador del Universo.

Gemma sonrió, divisando a la mujer de cabellos rojizos, quien se acostó a su lado, en la misma posición que su hija.

—Por ahora, enviaremos consuelo a los que trabajaron contigo en esta vida llena de intérpretes malvados. —En su campo de visión fueron mostradas dos animales, un conejo y un hermoso gorrión—. Puedes escoger cualquiera, ante ellos, esa será tu representación.

—¿No se asustarán?

—Tranquila, ya saben que serás tú.

—Quiero el gorrión.

—Excelente elección, ya es hora, debemos irnos.

Al cerrar sus ojos, el lugar se disipó de su mente.

El clima dentro de Turán opaca el cielo, las calles y algunas casas. La nieve y su intensidad no cesaron desde la última vez que la tormenta ahondó en las zonas frías de aquella nación. El problema no fue abastecer a los residentes, ya que contaban con la ayuda de los países hermanos, Denzka y Kamphra.

Cuando la agitación cesó, el pueblo permaneció en casa durante tres días hábiles, luego de aquello la vida de los habitantes retornó con éxito.

Yaám se ubicaba en lo alto de su torre, el edificio donde vivía desde que nación, con su pupitre llena de papeles y con un par de pies asomados por debajo de su escritorio. Géya jugada con alusión con los juguetes que sus tíos adoptivos le habían conseguido en las mejores tiendas que hay dentro de la ciudad; Yaám mencionó que eran muchos para un infante que no pasa de los dos años, sin embargo, sus hermanos nunca le hacían caso en cosas como estas.

Un picoteo en el cristal de su ventana provocó que la concentración en los papeles se esfumará, divisó por encima del hombro de quien se trataba, dándose cuenta de que no alcanzó a distinguir la esencia de su ave, Nyam estaba ahí con una breve nota en su pata. Mena brindaba su reporte semanal, hace tres días Aitara se dio por anunciada insistiéndole en que no se preocupase por darle algo de regreso gracias a la ayuda por las tormentas que azotaban Turán.

La gobernadora de Kamphra anunciaba la salida de Aaron y Hillary de la prisión. Según hasta dónde estaba consciente vivirían en el hogar que fue de Gemma, Gus los ayudó en su transporte y también acopló el lugar conforme a los gustos de Hillary, Aaron por su parte dijo que estaría bien con lo que ella deseará.

En el segundo párrafo, no dejó de lado el tema de que la adaptación de los chicos con la sociedad sería complicada, ya que Aaron proviene de un linaje importante y debe tomar riendas en el asunto; Yaám no ve mal en que ocupe su lugar, sin embargo, el pueblo es quien elige.

Una ráfaga de viento lleno de frialdad azotó su rostro cuando Nyam se alejó de la ventana, fue algo tan brusco que lo obligó a cerrar sus ojos y mirar con rapidez hacia la parte de afuera. El clima se ha apaciguado, no hay indició de que habrá una tormenta como la de hace poco, y él tampoco siente algo como tal. Miró por inercia por debajo de su escritorio, Géya no se dio cuenta de la ventisca abrumada porque se ocupaba en demasía con sus juguetes nuevos; Yaám suspiró, pensaba que se estaba volviendo loco.

—Ya estuviste mucho tiempo dentro, debemos salir. —la niña le miró, y no dudo en brindarle una sonrisa llena de felicidad. Extendiendo sus brazos cuando él se lo indicó y cargo con ella luego de cerrar la ventana a su espalda.

Divisó sin importancia los papeles, y se dijo así mismo que por la noche terminaría. Tomó de su asiento la gabardina que solía distinguirlo como gobernante de la nación, y cuando estuvo listo salió. A las afueras de la oficina custodiando la puerta se hallaban Alan junto a Carina, les notificó con paciencia que su galería de trabajo estaba siendo ocupada con un sinfín de juguetes, esperaba pronto que lo desocuparán para la noche cuando llegase de su paseo.

Se despidieron de él como es debido, una reverencia digna de alguien a quien consideran su héroe. Al salir del edificio no se encontró con nada fuera de lo normal, los ciudadanos acostumbran a verlo pasear con la niña a la hora del mediodía, ya que consideraba un buen tiempo para que Géya permaneciese afuera. Cada sector por el cual pasaba se encontraba con soldados que no despegaban su vista del cuidado de los demás, de ellos sobreviene muchos, tanto en el interior, como en el exterior.

Luego de haber caminado un tramo considerable, bajo a Géya de sus brazos para así dejarla tocar la nieve restante que se esparcía cerca de algunos locales.

—¿Por qué andas con ese afán? —la sigilosa voz de Tova acaparó sus sentidos, en los cuales se ha sumergido sin haberse percatado.

—Sucede algo extraño. —contesto sin mucha vuelta— no me gusta para nada la naturaleza ahora.

Su vista se posó en los cielos, y como es digno de él, notó que algo no estaba bien. La bebé delante de él se detuvo con un poco de nieve en sus manos observando la misma dirección que Yaám, y como si hubiese visto algo atroz, ella corrió al pelirrojo que no dudo en socorrerla.

—¿Tinieblas? —susurró Tova al ver cómo el sol de mediodía se oscurece— no es tiempo de eclipse. ¿Yaám? —su hermano estaba perplejo, no concibe la idea de que la naturaleza le haya abandonado por un segundo.

—No, no habrá eclipse. —Nyam apareció junto a él colgándose de su hombro, y el mismo viento que sopló antes de salir de casa estremeció la nación completa.

El ruido era tan tedioso que Géya soltó a llorar y los ciudadanos comenzaron a murmurar. Fue en ocasión de segundos que Yaám se vio rodeado de la guardia militar y junto a ellos sus escoltas, Toca y Kan.

—¡Yaám! —llamó su hermano— ¿Estás bien?

Guardo silencio, desistió a la bebé en brazos de Tova y con cuidado avanzo hasta llegar al punto exacto de su capacidad. No dejo de mirar los cielos, ni tampoco en el cambio drástico de la naturaleza, opinó que podría perder la vista, sin embargo, aquel 'eclipse' no era algo habitual, ni tampoco que lastimase a alguien.

El terror duro tan rápido, que Yaám se cruzó de brazos en espera de algo más, no obstante, las tinieblas se dispersaron, un gorrión llegó hacia donde él. Su esencia provocó que su piel se erizará y cuando recordó de que se trataba, quiso correr.

Sin embargo, Génova lo mencionó, estaba escrito, y las vidas serían canjeadas en un nuevo mundo.

Yaám tocó al gorrión, y aquello fue el fin de la era de las deidades; el destello que inundó la tierra borró toda tristeza, y se llevó con ella la amargura que los oprimía.

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