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Elizabeth Thompson. 19 de septiembre del 2017, el Bosque Oscuro.

Elizabeth respiró profundamente, una, dos veces, calmando el agitado latir de su corazón, temerosa por lo que estaba por ocurrir.

—Quiero que te lleves a Arsen de aquí, no me importa lo que hagas, pero sácalo de aquí —le susurró Elizabeth a Evan, lo suficientemente bajo cómo para no ser escuchada.

Evan asintió, indeciso en advertirle de que él tampoco estaba en buenas condiciones.

La albina caminó sus primeros pasos hacia la entrada del Bosque Oscuro, pero Rosé la detuvo con una mano.

—¿No planeas dejar eso? —preguntó viéndola a los ojos, sonriente—, sería una gran desventaja para mí.

Elizabeth supo a qué se refería, así que se arrancó el collar del cuello y lo lanzó al pasto, sin fijarse que había caído justo junto a Arsen. Al igual que su espada de acero que Evan le había dado.

Maldijo para sus adentros, porque su único método de escape por si se perdía había sido descartado. No tendría oportunidad de sobrevivir a este punto, tendría que fijarse muy bien.

—Tenemos una hora para caminar, pequeña Eli —habló la castaña—, y apenas se oculte el sol, el juego empieza.

No esperó más y la dejó atrás, perdiéndose en la oscuridad del bosque, cubierto de árboles que casi cubrían el cielo por completo.

Y Elizabeth la siguió, sin más alternativa y rezando porque todo saliera bien.

Evan. 19 de septiembre del 2017, el Bosque Oscuro.

El rubio contaba cada segundo, imaginando la distancia que cada una de ellas caminaba por minuto, dispuesto a cumplir con la petición de Elizabeth.

Y cuando sintió que nada se escucharía en el bosque a su lado, se preparó.

Atacó con su espada de forma veloz, intentando cortar el brazo del guerrero pelinegro que miraba hacia el bosque, pero este bloqueó el ataque de forma veloz. Tan veloz que era imposible que no supiera lo que trataba de hacer desde antes.

—Al parecer Eli y la señorita Rosé tienen las mismas ideas, ya que me había pedido asesinarte apenas tuviera oportunidad —le dijo Sam con un resoplido burlón.

Evan le respondió con una sonrisa ladeada.

—No te preocupes, no podrá castigarte por inclumplir sus órdenes ya que estarás muerto para cuando vuelva —habló con confianza.

Dejó de lado el dolor en su hombro, uno que empezaba a causarle mareos, y sostuvo la espada con ambas manos, dispuesto a luchar por la vida de su amigo.

Empezó a embestir a cada segundo, pero su contrario resistía, devolviendo los golpes e intentando hacer que Evan retrocediera. Pero el rubio, por más dolor que sintiera, no iba a dejarse vencer en la única petición que Elizabeth le había dicho.

No cuando Elizabeth estaba a punto de pelear a muerte con la Sombra, y ni él, ni nadie, podría hacer algo para ayudar.

Estaba tan centrado en su pelea con Sam, que no se dió cuenta de que Arsen despertó, tomó el collar que había caído tan cerca de él, y se levantó lo más rápido que pudo.

Arsen Makri. 19 de septiembre del 2017, el Bosque Oscuro.

Sintiendo el dolor en su espalda, su rostro inchado y su cuerpo dejando escapar una cantidad de sangre que podría dejarlo en la inconsciencia una vez más.

Le dio la espalda a Evan una vez que el rubio lo vio, y espero pacientemente y confiando en él, hasta que una espada veloz rozó sus muñecas a una distancia en la que casi corta su piel.

Las cuerdas se rompieron y sus brazos se liberaron, dejando a la vista sus muñecas con marcas entre rojas y moradas, con hematomas por la presión tan fuerte con la que lo habían atado.

Apenas podía moverse, pero tomó la espada que estaba junto al trono de Rosé y caminó hacia la batalla. Atacó por la espalda a Sam, pero su puntería le falló por un mareo y lo único que logró fue apuñalar un costado de su torso, justo cómo la herida que él mismo tenía.

Con un furioso quejido de dolor, Sam golpeó el rostro descubierto de Evan, atontándolo unos segundos y atacando al causante de su herida con toda la violencia que pudo.

Arsen no pudo hacer más que evitar los ataques de la hoja mientras retrocedía. Y mientras más lo hacía, más cerca del bosque estaban.

Evan se recuperó y corrió para volver a atacar, Arsen empezaba a ver puntos otra vez, y Evan no estaba muy lejos de estar igual.

Aún siendo dos, no podrían contra ese guerrero de ojos de plata, estaban más cerca de la muerte que de la vida, sería imposible que sobrevivieran, ya que si no los mataba aquel hombre, la pérdida de sangre lo iba a hacer.

Sam no tenía límites, seguía atacando sin siquiera parecer sentir la apuñalada en su abdomen, y no parecía que iba a parar hasta ver los cadáveres sin vida de ambos.

En un ataque hacia Arsen, Evan aprovechó para perforar su pierna, el único lugar del que parecía no estar pendiente.

Los tres ye estaban internados en el bosque, los árboles se expandían hacia su alrededor y el campo de batalla ya no era audible para ellos. No podrían saber si la guerra se había detenido en algún momento.

Sam soltó un grito cuando un nervio de su muslo fue roto, pero no se detuvo pese al dolor que mostró, siguió atacando una y otra vez, sin parar y sin temblar, sin un ápice de piedad en sus intenciones.

Su espada rozó el hombro herido de Evan, haciéndolo jadear ya que por la falta de aire no pudo gritar.

Arsen cayó de espaldas, y cuando Sam estaba por matarlo Evan se interpuso, recibiendo el ataque con su propia espada y sus brazos temblorosos.

—Vete de aquí —gruñó Evan por el esfuerzo.

Una fuerte carcajada se escuchó de Sam cuando puso más fuerza e hizo a Evan retroceder.

—Eres un idiota si piensas que haré eso —jadeó Arsen levantándose y poniéndose en posición de ataque.

—Elizabeth está con la Sombra, sola. Necesita ayuda. Encuéntrala —no era una órden, supo Arsen, era una petición, un favor que Evan sentía sería el último de su vida.

—Ella ya debe estar muerta —se burló Sam, en algo que pareció ser un resoplido, tomándose un segundo para respirar—. Elizabeth no tiene oportunidad contra Rose, ni uno de ustedes la tiene.

—Ve —dijo Evan, ignorándolo.

Arsen apretó los dientes, sintiendo que sería un grave error dejarlo ahí a su suerte, cómo había hecho con Astrid.

Pero en esos momentos lo único en lo que pudo pensar fue en Elizabeth, y en las dificultades que podría estar teniendo.

—Resiste —fue lo último que dijo antes de salir corriendo hacia el centro del bosque.

Y lo único que escuchó, fue el choque de unas espadas al encontrarse.

[ EDITADO ☑️ ]

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