Capítulo 15

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A Darcy le punzaba el estómago de tanto reír, estaba prácticamente empapada de pies a cabeza y de la misma manera el baño entero. Bañar a Maleon había sido igual que bañar un gato gigante, corría del agua como si fuera acido y le encantaba hacerla caer en la bañera cada vez que trataba de meterla dentro. Tras casi una hora y media por fin había acabado de eliminar cada centímetro de suciedad del cuerpo de la reina de los híbridos, ahora su enfurruñada majestad se hallaba sentada y desnuda en el suelo de cerámica investigando un jabón de tocador. Era inaudito ver a alguien tan... perdido. La discrepancia entre la violenta mujer de hacia un par de horas y el juguetón gatito que tenía enfrente sinceramente resultaba abrumador.

La humana se sentó en el retrete y puso a Simba en su regazo, ese animalillo era muy afectuoso. Esas cicatrices eran aterradoras. Observó detenidamente las marcas en todo el cuerpo de su compañera de cuarto, no había logrado no pensar en ellas mientras la duchaba. Realmente su piel estaba marcada por completo por azotes y hacían parecer su propia vida como una canción de Barney en comparación a la suya.

Entonces de golpe, la reina se quedó quieta y empezó a enderezarse, mucho antes de que Darcy pudiera preguntar cómo se encontraba, la felina dama habló:

—¿Dónde estamos?

Ella se alivió de oír su voz y de que regresara a la normalidad.

—Zachary nos trajo al Motel 6.

—¿Dónde están Gavriel y Daraan?

—En la habitación de al lado.

—Me bañaste.

No fue una pregunta y sonaba más como un reproche.

—Sí ¿Algún problema?

Sutiles maldiciones salían de la mujer león, los oía claramente y le parecieron de lo más desconsideradas. Ella se había pasado más de una hora tratando de bañarla y no le echó en cara que fue muy frustrante.

—¿Preferirías que lo hubiera hecho alguno de los chicos? —cuestionó Darcy un poco molesta.

En ese momento, la brutal fémina se puso de pie sin pudor de que viera su desnudez y cogió una toalla que a su desdicha era demasiado pequeña para cubrirla, de modo que solo la anudó a su cintura para dejar la parte superior de su torso al descubierto. No conllevo un problema, su largo cabello mojado se pegaba a la curva de sus senos y a su espalda, era tan largo que le llegaba por debajo del trasero.

—No lo malinterpretes, odiaría que cualquiera lo hubiera hecho —respondió la leona. Se miró las manos e inspeccionó la longitud de sus uñas—. Hay pocas cosas que aun puedo hacer por mí misma y me es muy difícil depender tanto de otros, nunca tuve que hacerlo y, al contrario, siempre fueron los demás quienes me necesitaban. Estoy enfadada, pero no contigo... sino conmigo. No soy una persona hecha para estar enferma.

—Nadie lo es —aseguró ella pensando en la leucemia—. Se ve que no tienes problemas para expresar lo que sientes, dicen que eso es bueno. Ojalá yo pudiera hacerlo.

La otra mujer subió los hombros y sonrió.

—No te hagas falsas ilusiones, no suelo ir por ahí comentando mis crisis a todo mundo. Soy mala expresando lo que siento. Jamás le daría voluntariamente a alguien en quien no confío las armas para herirme.

—¿Y por qué me lo dices a mí?

—Tú te arriesgaras por nuestra causa al dar tu testimonio ante el Consejo de Antiguos, por lo que a mí respecta eres de los míos y te estaré agradecida hasta mi muerte. Eres valiente y tenaz, podría nombrarte Vigilante si así lo quisieras. Ellos no son sólo fuerza bruta, también deben demostrar inteligencia y corazón para ganarse mi respeto.

Darcy se sintió halagada por sus palabras por más de que no se creyera valiente o tenaz en absoluto, el ofrecimiento de ser una Vigilante le dio gracia y un amague de felicidad. Sin embargo, en su condición probablemente no sería lo más conveniente a realizar.

—No piensas salvarte ¿Verdad? Incluso si le digo al Consejo lo que vi, aunque Hera sea castigada por sus actos y Hailey vuelva.

La reina sonrió y abrió la puerta del baño, Simba saltó del regazo de la mujer humana y corrió junto a los pies de la leona que consideraba madre.

—No llegué a donde estoy siendo una ilusa. Me envenenaron con uno de los venenos más letales que existen entre nuestra especie, la cura está lejos de seguir viva.

—¿Viva? ¿Qué quieres decir? —cuestionó confundida la muchacha mientras entraba a la habitación.

Maleon se sentó en la cama con el cachorro tratando de mordisquear los dedos de sus pies.

—¿Conoces lo tóxica que es la piel del dragón de Komodo? —Ella asintió—. Bien, entre los dragones de nuestra especie hay uno en especial que es extremadamente raro de encontrar y lo llamamos dragón de Komodo porque al igual que la criatura animal que ustedes conocen, posee un veneno que es letal, salvo que lo posee en su sangre. Si alguien es envenenado por estos seres, la única alternativa que queda es consumir las lágrimas del mismo espécimen. No otro. Debe ser del mismo reptil con el que fuiste contaminado o de lo contrario no sirve de nada. —Levantó las piernas para que Simba saltara para atraparla—. Hera es muchas cosas, pero no estúpida. Si quieres matar a tu enemigo, eliminas el antídoto de la faz de la tierra.

Lo dijo tan serena que Darcy tuvo envidia, ella ni siquiera podía decir en voz alta que podía morir. ¿Dónde estaba la chica valiente y tenaz? No existía, era una fachada que mostraba cuando no lograba lidiar con el apabullante recelo de dejar el mundo.

—¿Cómo puedes estar tan calmada al decirlo? ¿No tienes miedo?

Maleon sonrió de nuevo.

—He muerto tantas veces que he dejado de temerle a la muerte. En esta ocasión me encargué de eliminar todas mis preocupaciones, ya no hay problema si desaparezco más que el acostumbrado pesar que trae un funeral.

—Yo no soy tan valiente.

—No tienes que serlo, debes vivir con miedo a la vida mientras te quede aliento, pero nunca dejar que te retenga. Necesitamos tener de que sonreír cuando en el acto final llegue.

—Tal vez tienes razón. —Le sonrió—. Enloqueceré en la próxima fiesta siguiendo tu consejo de vida.

—Yo siempre tengo razón, aun cuando no quiero tenerla. —Rió divertida la leona—. Gracias por ayudarme, sé que soy difícil de tratar en mis desvanecimientos.

Darcy hizo un ademán restándole importancia.

—Eres como un lindo gatito quisquilloso a quien no le gusta el agua, Simba se comporta mejor.

Las dos rieron.

La puerta se abrió de golpe y Daraan entró con una bolsa gigante al hombro. Darcy pegó un vergonzoso grito por la sorpresa, pero Maleon en su sitio apenas alzó una ceja disgustada por la intrusión en la habitación de manera tan brusca.

—¿Por qué no cierran la puerta? Sé que son vaqueras muy despiadadas, pero es una ley fundamental para que no te maten... ¿Estás desnuda, reina loca?

—No, es solo una ilusión óptica.

El dragón suspiró y se tapó los ojos con la enorme palma. Entonces tembló, como si hubiera sufrido un escalofrío por todo el cuerpo. La leona continuó sentada tranquilamente, al parecer los años le habían quitado el pudor hace bastante.

—¡¿No puedes tocar la puerta?! —exclamó Darcy irritada.

—Es una demostración de lo que ocurre cuando no la bloquean, listillas. A todo esto ¿Qué es ese olor tan increíble? Me... me encanta.

Él avanzó un par de pasos, pero con sus largas piernas fue lo que necesitó para casi atravesar la mitad del cuarto. Darcy se encogió porque el dragón estaba a centímetros de ella, él se inclinó hacia adelante y olisqueó el aire buscando su origen con una sonrisa que cada vez se ensanchaba más; los colmillos en su boca se veían atractivos en conjunto a sus labios rosados. Alguien le había arrancado el piercing en la ceja y tenía una pequeña herida en su lugar. La humana se sintió intimidada por su enorme cuerpo, comía no solo su espacio, sino que también el oxígeno del mundo.

Si ahora le venían con que era su persona la que olía bien, se volvería loca porque hacía tan sólo unas cuantas horas un tipo desagradable le dijo que apestaba a enferma.

—Es Darcy sin que su olor cambie por la ira o el miedo —contestó la reina—, pero pronto dejará de oler así porque la estas espantando.

Daraan apretó los dientes y retrocedió tan rápido como un rayo.

—Lo lamento... yo... eh, no ¿A qué venía?

Darcy vio a Maleon sonreír de forma macabra.

—Un segundo antes de embobarte, ruborizarte y babear por el lindo olor de mi querida amiga humana. Creo que nos traías algo en esa bolsa de recolector de basura, señor dragón más macho de este motel —respondió con burla.

—A veces te odio con toda mi alma ¿Sabías? —preguntó sarcásticamente el hombre con los ojos tapados.

En su lugar, Darcy se sonrojó automáticamente porque todo lo que la leona había descrito se reflejaba claramente en el rostro masculino. Los marcados pómulos del dragón se coloreaban de un tono rojo oscuro, respiraba agitado con los labios entreabiertos y parecía hacérsele agua la boca. No podía ver sus ojos, pero prefería no hacerlo a tener que ser consciente de la hambruna que se reflejaría en ellos. Dios, asemejaba que deseaba comerla. Y ella no podía apartar la mirada de él.

Tragó saliva y el hombre pareció escucharlo porque la imitó, la nuez de Adán en su garganta subió y bajó para después lamerse los labios.

Maleon se mostró impresionada por la reacción de su "esposo" y Darcy se estremeció en su lugar.

¡Un segundo! ¿Qué clase de extraña tensión sexual era está? ¿Acaso estaban los dos locos? ¿Por qué él se veía tan salvaje? ¿Y por qué ella sentía el corazón en modo turbo?

La puerta se abrió por segunda vez.

—Daraan, la ropa que nos diste es de mujer. Te confundiste de bolsa. —Gavriel apenas alzó la vista y se paralizó ante la escena.

Maleon, aún con la parte superior del torso desnudo, lo saludó con la mano y Simba le rugió contento.

—Hola ¿Cómo estás? —dijo la mujer.

—¡Mierda! —farfulló sorprendido dándose la vuela y mirando a la pared. Había perdido el aliento—¿Por qué rayos no tienes nada puesto?

La leona rodó los ojos.

—La toalla era muy pequeña y el fétido hedor de mi antigua ropa me asqueaba como para ponérmela. No es algo tan impresionante, es solamente anatomía femenina. —Chasqueó la lengua—. Maldición, tengo jaqueca.

—¡Bien, ya está! ¡Fuera todos y gracias por la ropa! —gritó Darcy. Mientras los hombres salían la soberana de los híbridos también se puso de pie y caminó en dirección a la salida—¡Tú no!

La mujer rió divertida por la molestia de la humana.

—Ya sé, no estoy tan mal de la cabeza. Pero necesitaba reírme un poco y estropeaste mi oportunidad de avergonzar a Daraan y Gavriel.

Darcy sentía que se le derretía la cara y estaba segura de que tenía rojo todo el rostro, vaya descontrol había en el océano emocional que la sujetaba del cuello asfixiándola. Abrió la bolsa negra a la par que refunfuñaba entre dientes, arrojó todas las prendas sobre la cama y Maleon se sentó en ella para tomar algo que ponerse; las dos se miraron fijamente al ver el estilo de ropa que el dragón había elegido traerles.

—¿Eso de ahí son mallas con corazones? —cuestionó incrédula la humana.

Todo lo que estaba allí era ridículo para ellas. Cosas muy por lejos de su estilo habitual entre las que se encontraban un vestido de látex, chamarras y un pantalón de cuero, mallas con estampados ridículos, zapatos con mariposas, botas con tacón, muchos pañuelos de colores y una diadema de brillantina con orejeras de gato para niñas pequeñas. También había pulseras de esas que brillaban en la oscuridad.

—Ese maldito hijo de perra —masculló la reina. Tras eso, arrugó la nariz—. Se está vengando de una vez que lo obligué a usar unos shorts extra cortos en un trabajito que salió mal. Aunque sus lindas piernas nos salvaron en aquella ocasión.

Darcy levantó la diadema infantil y parpadeó varías veces.

—¿Nos vamos a poner esto?

Daraan se destornillaba de risa, su carcajada era tan alta que todos los residentes de las demás habitaciones probablemente lo oían.

Gavriel había sido el último de ellos tres en tomar un baño y apenas acababa de salir que se le cayó el alma al piso, se le subió el azúcar y le entró un mareo de la impresión.

No solo habían llegado las pizzas, si no que las mujeres del grupo estaban alucinantes. Por su lado, Darcy traía puesto un vestido de látex rojo corto hasta los muslos y debajo unas mallas con corazones que terminaban en unos zapatos con mariposas. Unas bonitas orejitas gatunas de brillantina descansaban sobre su oscuro cabello, lo único que le faltaba eran los lentes con forma de corazón. Después de casi cuatro años viéndola en su camisón de abuela del siglo XVII, el cambio era demoledor.

Por su parte, Maleon parecía una motoquera de mala muerte con un collar de metal. Un antagonismo al aspecto infantil y alegre de su amiga. Traía puesto puro cuero: pantalones ajustados, una chamarra arremangada hasta los codos y botas con tacón alto. Su despampanante cabello de atardeceres e infiernos refulgía dándole honor a los colores del fuego mientras que su rostro sereno advertía que corrías peligro de perder una mano si le hablabas. Los puntiagudos colmillos se entreveían detrás de sus labios naturalmente rojizos y llenos, tal vez se estaba deteniendo de más en la visión de su boca. No obstante, jamás había visto a la mujer tan fuera de su habitual estilo cotidiano y salvaje.

Simba en los brazos de su "madre" tenía un pañuelo verde con estampado floreado en el cuello.

—¿Estás contento? —preguntó la reina con una vena palpitando en su frente.

El rey se limpió una lágrima.

—Creo que no te veía con pantalones desde los 70 cuando perdiste una apuesta.

—¿Desde los 70? —exclamó Gavriel aproximándose para mirarla de cerca mientras se secaba el cabello con una toalla.

—A su majestad nunca le ha gustado la ropa ajustada... o la ropa en general, ya que en su opinión no le permiten moverse libremente. Por eso usa sus espantosos caftanes o esos horrendos muumuus.

Ella gruñó sonoramente y Z saltó desde la cama donde se encontraba, el vampiro había empezado a comer despreocupadamente una rebanada de pizza que ahora por el susto se hallaba en el piso. Una completa tragedia.

—Yo pienso que te ves increíble con todo lo que te pongas, aunque no negaré que este estilo de chica mala te hace ver... fantástica —comentó el humano y le sacó una sonrisa demoníaca a la temperamental leona, después miró a Darcy—. Las dos se ven bien, claro.

—Oye, estoy tratando de vengarme por aquí —se quejó el dragón—. No la halagues es mi cara porque se le va a inflar el ego.

—Es demasiado tarde —contestó ella.

Maleon avanzó hasta Gavriel, pasando de él, estando lo suficientemente cerca como para rozarle el brazo. Pudo verla mirándolo de reojo con aquellos ojos de centellas electrizante, siempre cautelosa y desafiante, imitando el preludio agonizante de un depredador acechando a su presa. De repente, sintió el deseo de estar a solas con ella y poder con absoluta satisfacción estar a su lado de cualquier forma; se encontró extrañando las noches donde hablaban de cosas más simples. El sutil y etéreo contacto entre ambos. Hundir sus dedos en aquel mágico cabello suyo.

La leona dejó a Simba en la cama y tomó un trozo de pizza para dárselo al animal.

En lo que fueron tal vez unas seis horas después, cuando Daraan ordenó por segunda vez casi una docena de pizzas para colmar el pozo sin fondo de su estómago, todos estaban comiendo juntos y platicando como cualquier par de buenos conocidos que se encaminaban a una amistad cómplice. Estos seres de leyendas y mitos antiguos ilustraban haber pasado demasiado tiempo con el agua hasta al cuello, y este corto receso para descansar era una maravillosa experiencia para ellos. Mientras que, por su lado, tanto Darcy como Gavriel habían vivido sus últimos años de vida con la presión de una encarnizada realidad en sus hombros y el éxtasis de este nuevo mundo les invitaba a tomar un camino diferente durante algunos días.

Pronto caería la noche y llegaría la hora de marchar al aeropuerto.

—¿Le tiraste estiércol de caballo a alguien del Consejo? —cuestionó el humano a la reina ahogándose con el refresco—¿Cómo quieres que no te odien luego?

Daraan se partió de risa y Zachary se quedó en shock.

—No lo recuerdo, pero seguro se lo merecía —respondió Maleon sonriendo.

—El elfo amargado le dijo "zorra de cuarta" durante su primera cena con el Consejo para proponerle convertirse en parte de la realeza —se mofó el dragón—. Fue glorioso porque el idiota tenía la boca abierta. Después de eso no volvieron a invitarnos durante unos cincuenta años y cuándo lo volvió a ver lo hizo de nuevo.

—¿Ven? Sabía que se lo merecía.

—¡Qué asqueroso! —exclamó Darcy arrugando la nariz—¿Por qué fue la segunda vez?

—Por mirarla feo.

—¡Vestal mía, estoy por volverme loco de solo imaginarlo! —bramó Z consternado—¡Le tiraste mierda en la cara al Consejo! ¡Dos veces! Pensé que solo era un rumor, pero en serio estas loca de remate o eres muy temeraria o una imbécil sin miedo a nada. ¿Cómo diablos sigues siendo reina?

—Porque soy una calamidad necesaria, la fortuna que he acumulado a lo largo de los años es debido a todas las veces que me dieron "agradecimientos" por salvarles el culo a esos aristocráticos y sus familias. Amantes perseguidos por esposos celosos, hijos que se meten en graves problemas por creerse adultos y peligra su cuello o un idiota que le pide un préstamo a gente del infierno creyendo que todo se acabará cuando pague. Mi gente y yo nos encargamos de custodiarlos a todos ellos. Híbridos o no. Nosotros los mantenemos a salvo de toda esa basura —explicó Maleon arrugando la nariz—. Además, mi gente suele darme regalos por mucho que me niegue a aceptar.

Gavriel le dio una mordida tan grande a su comida que le quedó menos de la mitad de la pizza en la mano.

—Son como una agencia de guardaespaldas con un toque de polvo de hadas —habló con la boca llena.

La leona lo vio comer despreocupadamente y rió para sus adentros por lo poco atractivo que resultaba de esa forma.

—Algo así —opinó Daraan—. Piensa esto, nosotros somos como el ejército romano y mitos sobrenaturales envueltos en una caja con una bomba nuclear que es la reina aquí presente.

—¿Es la mejor explicación que se te ocurrió?

El dragón subió los hombros.

—Me secuestraron, me golpearon, me pusieron este collar raro que impide que me transforme y para colmo tengo comezón justo debajo de él. Además de que se me antoja un café especial de los que Ivy prepara. Disculpe si no soy muy claro, Señor Koch.

Gavriel robó el trozo de pizza que el rubio iba a tomar.

—Te odio —murmuró el hombre y el chico rió.

—Extraño a Ivy —admitió la reina.

—¿Quién es la famosa Ivy? —cuestionó Z.

—Es una Vigilante muy linda y agradable que hace unos cafés como para morirte —dijo Gavriel.

—Ella no es una Vigilante, es simplemente Ivy —refutó Maleon.

El chico frunció el ceño confundido, pero no por mucho tiempo porque Daraan le dio un manotazo en la nuca que casi le voló la cabeza. Se llevó las manos al lugar y el dolor lo aguijoneó duro, el gruñido de la reina no se hizo esperar.

—No me gruñas y tú amigo mío, será mejor que no mires con otros ojos a mi hermana. Tu relación extraña es con su majestad de sangre azul
—amenazó el dragón en forma de broma.

—Creo que si me dabas más fuerte mi cabeza hubiera explotado.

Darcy se asomó un poco más cerca, extrañada por el comentario y curiosa por información sobre ellos.

—¿Cómo es eso posible? ¿Ivy no es un unicornio? Tú eres un dragón... ¿Cómo...

El rubio evitó mirarla y adoptó una expresión aburrida. De repente, se le adivinaba incómodo.

—Somos híbridos. En mi caso soy hijo del amor entre una dragona y un humano. —Apretó la mandíbula—. Existen lugares llamados Criaderos, son centros clandestinos donde obligan a especies diferentes a reproducirse para que las hembras den a luz híbridos que serán vendidos o servirán de atracción de circo a quien pague para verlo. Tener descendencia es casi imposible para nosotros, una en un millón... imagínate los padres que tienen gemelos, que bendición y que suerte. Así que para acelerar el proceso usan humanos, hasta donde sé mi padre fue secuestrado y de allí nació Ivy.

Z bajó la cabeza y miró el suelo con la creciente urgencia de maldecir, él había oído mucho de estos terribles lugares. Nunca había vivido guerras o torturas ni sufrido necesidades porque había nacido en una cuna de oro, escuchar esto le revolvía el estómago y lo hacía sentir culpable porque él... no conocía el sufrimiento. No como estas personas.

Darcy tragó saliva y Gavriel meditó sus palabras.

—¿Lo rescataron? A tu padre —preguntó el chico.

El dragón centró su atención en el techo.

—No hasta donde sé, aquel día hace cientos de años solo rescatamos una bebé y mi reina dictó justicia con sus propios dientes sobre todos esos malnacidos. Eso es todo lo que me importó y me importa hasta hoy.

Todo quedó en completo silencio. El buen ambiente por poco se había arruinado.

Gavriel observó a Maleon, algo en ella había marchado lejos y no por un desvanecimiento, la ira le brotaba por la piel para calcinar el aire. Eclipsaba al sol. Exhalaba odio puro y agonía con cada segundo transcurrido.

Entonces se puso de pie y en un exabrupto tomó a Simba que comía tranquilamente.

—¿Maleon? —La llamó él, preocupado.

—Simba tiene que ir al baño.

—Nos marcharemos en veinte minutos, sea lo que sea que hagas no te alejes —aconsejó Daraan, pero la leona no respondió.

Ella se fue sin mediaciones ni comentarios.

Maleon se dirigió a las escaleras que descendían al aparcamiento, el sol se despedía lentamente en el límite de la tierra que sus ojos contemplaban y el cielo nocturno se encarnaba dolorosamente en la bóveda de luz. Una enfermiza sensación se hacía espacio en su pecho, expandiendo y rasgando su carne con un agónico aturdimiento que le impedía respirar. Simba se removía molesto en sus manos y de un momento a otro logró saltar de su agarre al piso, ella lo miró enfadada.

—¿Qué haces? ¡Ven acá! —ordenó y el cachorro lo tomó como un juego, salió corriendo escaleras abajo—¡Simba, ya basta!

Empezaba a maldecir y morder su lengua no la ayudaría mucho tiempo a controlarse. Descendió con paso firme los escalones metálicos y se agachó en el que su leoncito la miraba alegre, si supiera que ella no estaba feliz.

Había un problema. No sabía cuál, pero algo ocurría y no entendía qué. Un recuerdo arrancado que luchaba por recuperar, tan importante que el simple hecho de haberlo olvidado la hacía sentir miserable y cruel.

Un mareo interrumpió su aflicción, tuvo que sujetarse de la baranda con fuerza.

—¡Ya no hagas eso! ¡No te separes de mí porque podría olvidarte y dejarte solo! ¡Yo tengo que protegerte, no puedo hacerlo si te vas y te olvido! ¡Entiéndelo, maldita sea! —Tuvo arcadas y le cedieron las piernas, el impacto contra las escaleras le dolió—¡Diablos! ¿Qué es? ¿Qué se fue?

Jaló su cabello y luchó por acordarse qué memoria se había perdido. Entonces sintió la humedad en sus mejillas, le entró pánico pensar que estaba llorando después de décadas sin oscilar una lágrima. Ni siquiera cuando se enteró de que moriría lloró, pero ahora fuera lo que fuese que su mente había dejado ir... provocaba que su corazón se partiera como si supiera exactamente qué era y clamara destrozado.

Simba la llamaba asustado por su reacción y no pudo calmarlo porque creía que si soltaba la barandilla colapsaría.

—¡¿Maleon?!

Alzó la cabeza, Gavriel venía hacía ella y se apresuró a levantarse, lo que menos quería era seguir mostrándose débil ante todo el mundo. Menos delante de él. Estaba harta de ser vulnerable cada diez minutos de su vida.

Sin embargo, pecó de terquedad porque un movimiento tan habitual como enderezarse fue demasiado para su cuerpo y vaciló hacía atrás. Los golpes que siguieron la hicieron chillar rumbo al final de las escaleras y el impacto que se dio en la parte posterior del cráneo la abandonó en la inconsciencia absoluta.

Los Criaderos, conocía a la perfección que eran y como trabajaban porque su nacimiento había sido orquestado por uno.

Los sueños y las memorias vinieron a apuñalarla en el alma.

—Eres hermosa. Mi hermosa leona de ojos atroces.

Odiaba al rey. Odiaba sus manos callosas. Amaba escupirle la cara cuando trataba de besarla. La visitaban tantos recuerdos que no conseguía reconocerse en ellos, pero eran de ella. La vida antes de ser Maleon. Antes de ser reina. Antes de ser una guerrera.

—¡Otro!

Azote.

—¡Otro!

Azote.

—¡¿Piensas que tienes valor, esclava?! ¡Eres de mi propiedad! ¡Aquí soy yo quien decide cuando mueres!

Más momentos que le congelaban el corazón.

—Hermana, me arrancaste los dedos ¡Mis dedos! ¡Mis dedos!

No, ella no quería hacerlo, pero... era su culpa. Los había matado... porque era una bestia y eso era lo único valioso en su persona.

Visiones del pasado que le llenaban los ojos de lágrimas.

—Si no quieres venir no voy a obligarte, es tu decisión seguir siendo una esclava.

Su mamá era tan hermosa. Había logrado verla una única vez y eso estaba bien. Dolía, pero estaba bien. Ella escogió quedarse en el Pozo e incluso cuando lo destruyó, su alma continuó presa en él y fue comida por la oscuridad.

La noche cayó invasiva.

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