Capítulo 17

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Lily gimoteaba en su hombro y Luke se abrazaba a su brazo. Gavriel les acarició la cabeza para después estrecharlos con fuerza, recostado en el colchón suspiró al borde del colapso y se esforzó en resistir las lágrimas que le cosquilleaban los ojos. Hacía una hora que habían llegado a la segunda casa de Maleon, la que en definitiva perdía en comparación a la anterior, ya que por muy grande que fuera carecía de la impresionante y detallada decoración de la que la otra gozaba.

Daraan había dicho que su arquitectura fue basada en la de la Villa Capra o Villa la Rotonda, dado que la construcción de la gigantesca sala tenía forma circular y ascendía varios pisos hacia una cúpula que a diferencia de la original era de cristal. En el exterior había cuatro fachadas con galerías enfatizadas por frontones con seres mitológicos por las que accedías mediante escalinatas externas desde una extensa colina. En el interior las paredes eran de un rosado crema y no había demasiados muebles, tal vez algunos sofás y creía haber visto una mesa de pino oscuro en un rincón. Después de eso, lo demás era equipamiento esencial y básico. Las estufas, los gabinetes, una mesa redonda y sillas apiladas; resumía lo que había en la cocina. Por otro lado, las habitaciones se reducían a grandes espacios con una cama matrimonial y un armario.

Si a eso le sumabas que las ninfas seguían limpiando telas de araña y polvo, obviamente resultaba claro que nadie vivía allí hace mucho.

Al principio de su llegada, sus sobrinos ni siquiera habían reparado en la presencia de su padre y Z se forzó a apartarse para que ellos lo recibieran; el vampiro comprendía que sus hijos estaban agotados y preocupados al extremo.

—Yo también los extrañé —dijo besando la coronilla de ambos. Ellos no contestaron—¿Niños?

Gavriel se movió un poco y se dio cuenta de que se habían quedado dormidos en sus brazos, Luke hasta le estaba babeando la camiseta.

Apretó los labios. Diablos, sus sobrinos eran muy tiernos con sus caritas de pequeños inocentes que no rompían ni un plato; a pesar de que sabía que eso era una mentira y en realidad eran unos diablillos disfrazados.

"Algo" pesado aplastó su pierna izquierda y luego otro "algo" mucho más pesado también cayó sobre su pierna derecha, no podía enderezarse con los niños reteniéndolo en su lugar así que levantó la cabeza lo más que pudo. Descubrió a un perro Beagle blanco y negro durmiendo, y a su lado un bulldog francés mirándolo cansado.

—Déjenme adivinar ¿Snoopy y Jake, el perro?

Entonces otro canino se subió a la cama y usó su estómago de almohada, así empezaron a aparecer una tras otra mascota que muy cómodamente se acostaban en torno y sobre él. En algún momento, también apareció un gato de pelaje similar a un leopardo que se acurrucó en su cabeza al tiempo que le hacía cosquillas en la cara con la esponjada cola.

—¡Hey, fuera de aquí! ¡Abajo! —Lo miraron como si fuera un idiota. Trató de zafar su brazo de debajo de Luke y este lloró de nuevo porque trataban de despertarlo. Dejó caer su cabeza rendido—. Bueno, creo que este es el fin... me gustaría haber superado mi déficit de hablar solo.

—No estás solo.

La cola del gato le cubría un ojo así que intentar ver quién le hablaba fue difícil y se sorprendió cuando un par de serpientes entraron en su campo de visión, el modo en que sacaban sus lenguas le dio escalofríos. Lo siguiente que vio fue el morado rostro de Tanith sonriéndole y alzando las cejas, las ranuras en sus ojos eran tan llamativas como para verla por horas.

—¿Necesitas ayuda?

—No es necesario. Nos estamos conociendo, estableciendo límites y haciendo un poco de política. Pronto me postulare para líder de la manada —contestó él sarcásticamente y ella rió.

—Por supuesto, se ve que claramente te respetan y obedecen.

—Obvio ¿No ves que aún tengo mi mano libre? —Movió su mano para saludar, pero uno de los perros giró y la aplastó—. Esto ya es a propósito.

—¡Vamos, abajo de una vez! —Tanith aplaudió tres veces.

Los canes bajaron de la cama a pares y quejándose con ladridos, Gavriel celebró su libertad y quedó mudo cuando la medusa apartó al gato con sus serpientes mientras que a la vez cogía en sus brazos a Luke para dejar que él acomodara cómodamente a Lily para poder levantarse.

El humano lo agradeció, pero no pudo evitar sentir cierta inquietud cuando vio a su sobrino durmiendo contra el pecho de la mujer reptil rodeado de largas serpientes que sacaban la lengua para probar el aire. Sin embargo, todo sus miedos se disiparon en cuanto vio la mirada extremadamente agridulce en los ojos de Tanith y le recordaron a los de su propia madre cuando está estaba con él. Salvo que, en esta mujer, el dolor tan bien camuflado en sus iris adquiría un brillo menos vivo que era resultado de haber vivido tantísimos años.

—¿Por qué nadie quería que te acercaras a ellos? —preguntó confundido.

Ella apretó los labios molesta y dolida, pero no incómoda. Sus serpientes descendieron como si ya no encontraran la fuerza para mantenerse en alto.

—No me permiten estar cerca de niños en general, pero es por mi bien. Cuando paso mucho tiempo con ellos... me es imposible no deprimirme y enloquecer un poco al verlos irse. No hay madres más sobreprotectoras que las de nuestras especies, somos más animales que humanas y con lo difícil que es tenerlos... imaginaras lo locas que podemos ser si los hieren. —Los dos colocaron a los dos niños en la cama y los cobijaron, Luke abrazó a su hermana por el cuello—. Una vez tuve los míos, pero se fueron.

Él la observó y se ahogó en esa tristeza que desprendía, no podía imaginarse perdiendo a sus sobrinos de ninguna forma. Tampoco se visualizaba viviendo miles de años con ese pesar clamando aún más cabida en su alma. Rodeó la cama y se acercó a Tanith, su movimiento la sorprendió tanto que las hijas en su cabeza se irguieron para mirarlo con desconfianza.

—Gracias por cuidar de ellos tan bien y contarme esto. También por salvarme de la manada de perros de la reina —dijo él extendiendo la mano—. Espero puedas seguir ayudándome, no soy bueno en esto de la materia sobre la paternidad.

La medusa se mostró impresionada por sus palabras y la emoción le produjo un hipo de golpe, se rió con los párpados cerrados a la par que lagrimas se asomaban bajos sus pestañas.

—El 99% de los machos que conozco tienen ese mismo problema —contestó ella tratando de bromear, no obstante, el llanto la venció.

—Oye, soy feo. Pero no tanto como para llorar.

Volvieron a reír.

—Oh, estoy tan sensible estos días —susurró la mujer reptil limpiándose la cara. Sus propias serpientes la abrazaron y ella estrechó su mano—. No tienes idea cuánto significa para mí lo que dijiste. Imagino que esa aventura fuera te ha quitado todas las ganas de ir por tu cuenta.

—Y que lo digas. Hasta he perdido cabello del estrés y fueron solo dos días.

—Si quieres algunos consejos sinceros para sobrevivir a nosotros en lo que resta de tu corta estadía...

—No te preocupes, me las arreglaré. Soy bueno asiendo amigos, el último que tuve me saludo antes de robarse mi billetera —relató el humano con ironía. Ella alzó las cejas y negó con la cabeza. Entonces habló en serio—. Después de lo que pasó con Aislinn, me iría bien una pizca de ayuda. Lo último que quiero es cometer una idiotez con quien no debo.

La medusa arrugó la frente mientras pensaba.

—Pues, algunas cositas que no pueden olvidar ni tú ni tu amigo chupasangre... —comenzó pensativa y se sostuvo el mentón—¡Ya sé! ¡Primero y principal, Aislinn es muy directa como habrás notado, pero a todo lo que diga debes quitarle diez niveles de intensidad! ¡Si te dice que prepares un bote para surcar las calles, lleva unas botas de lluvia porque seguro que el agua te llega a los tobillos! Es una buena hembra, pero se parece mucho a los elfos y ellos son seres... insoportablemente rígidos.

—Créeme que lo pensaré dos veces antes de oírla.

—Ella tiene sus buenos momentos. Pocos, pero los tiene. —Subió los hombros—¡Segundo! ¡Nunca coqueteen vulgarmente con Saraf delante de Try o les concebirá una castración sin anestesia! ¡Y si quieren llevarse bien con ella, ni siquiera piensen negativamente de su Bardo o los tomara por imbéciles!

—No pensaba coquetear con ella y no quisiera que supiera que soy un imbécil tan pronto, así que seguiré tu consejo. Además, no sé que es un bardo.

—Bien, nos entendemos. ¡Tercero, dentro de esta casa está prohibida la palabra "cabra", a no ser que quieras que Try hable durante horas sobre como reproducen, alimentan, bañan y viven prácticamente!

—Se me hace que será difícil llevarme con Try, dijo que no le caían bien los humanos.

Ella movió las manos restándole importancia.

—No te alarmes, es muy conversador y un poco intenso en ocasiones. Salvo que es testarudo hasta el infierno. Para él no hay diferencia entre un humano, una criatura mitología o un alíen, los repudia por igual. Además, no te ofendas, pero si eres un idiota le caerás bien.

—Perfecto, me amará entonces. —Luego Gavriel trató de hacer memoria—¿Qué hay de... se me olvidó su nombre... eh, el tipo de barba que se convierte en un león con cabeza de pájaro? Oí que era peligroso.

—¿Pájaro? Agradece que fui yo quien oyó eso, Ragnar te odiaría para siempre si se entera de que llamaste así a su águila. —Un sutil morado intenso ruborizó las mejillas de Tanith y sus serpientes parecieron alegrarse de repente porque todas se levantaron en múltiples direcciones —. Ragnar, es un macho de valía. Él es silencioso, pero se lleva bien con todos. Le gusta el mar y los barcos porque fue criado allí, también ama pescar como pasatiempo y siempre libera al pez después. Nunca lo he visto enojado u asustado de absolutamente nada en los siglos que llevamos siendo Vigilantes. Te admirara como a todos los demás.

—¿Quieres que te deje sola mientras piensas en él? De repente, me sentí un mal terció y solo estamos nosotros dos aquí.

—Idiota. No es lo que piensas —se quejó sonriendo—. En definitiva, le caerás bien a Try.

—¿Y a ti te caigo bien? —cuestionó y luego se paralizó cuando una de las serpientes se pegó a su cara para mirarlo a los ojos. De golpe se sintió intimidado.

—¡Ja! Tú sigue así y nos llevaremos bien.

Se distanciaron para luego meter las manos en los bolsillos del pantalón al mismo tiempo, el acto sincronizado los hizo reír. Tanith se dio la vuelta y retrocedió de espaldas a la puerta de la habitación mientras hablaba.

—Bueno, venía a ver como estaban antes de largarme a hibernar una semana. —Al ver que él tomaba en serio el chiste, se corrigió—¡No hiberno de verdad! ¡Voy a dormir! No te mentiré, estoy hecha polvo, ustedes no fueron los únicos jodidos estas últimas horas.

—Okey, perdón. No tengo idea de qué rayos es una broma y qué no. Ustedes son un misterio.

—Mañana ve a la biblioteca y encontrarás información interesante, te recomiendo que empieces con felinos y serpientes. Son mayoría aquí. Además, te dará puntos con tu reina —comentó guiñando un ojo. Gavriel se mordió el labio, estaba seguro de que algunas de las hijas de la mujer también le habían guiñado.

Raro, pero genial.

—¡Ah, gracias por todo!

La puerta se cerró y él se dispuso a ir al baño antes de meterse a la cama con los niños. Dormir en una cama sonaba tentador como el diablo luego de haber dormitado menos de dos horas en el piso de una celda perdida en alguna parte. Más aún cuando la cama media unos sorprendentes dos metros. La habitación le hacía pensar en una antigua casa victoriana por las paredes tapizadas y los muebles de época, pero ya estaba lo suficientemente exhausto como para seguir impresionándose.

Había dado un par de pasos para cuando oyó un silbido en el balcón, se aproximó para cerrar las ventanas y quitarse las malas vibras de encima. Sin embargo, no alcanzó ni a jadear que Maleon descendió como una caricia de seda roja en la baranda de mármol sin hacer ruido alguno. Gavriel aguantó la respiración, en primer lugar, por la impresión que casi le dio un infarto y, en segundo lugar, por la impactante imagen de la reina delante suyo. Traía una bata rojo sangre de seda brillante que tenía una cola muy larga, debajo de esta era muy claro que se hallaba desnuda o por lo menos tuvo esa impresión. El escote descendía hasta debajo de sus senos sin revelar sus secretos, pero brindado una seductora invitación. Desgraciadamente, el collar de metal que le impedía transformarse seguía en su cuello.

Aunque lo más hermoso en ella nunca había sido su cuerpo, si no su penetrante mirada de fuego y aquel cabello largo de todos colores que estaba siempre enredado a merced de las circunstancias.

Al humano se le secó la boca y se humedeció los labios para hablar, salvo que Maleon se le adelantó.

—¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! —exclamó ella y después empezó a reír cuando él frunció el ceño.

Romeo y Julieta estaban lejos de compararse a ellos.

—Ay, mi madre. Casi me da un infarto ¿Es costumbre tuya caer de quién sabe dónde delante de gente inocente? ¿De dónde vienes?

La leona cerró los ojos y lo pensó.

—Sí, de hecho. El ataque sorpresa es muy útil cuando te infiltras a un palacio. —Sonrió ladina—. Mi cuarto está en el punto más alto de la casa y me resulta aburrido usar las escaleras así que bajé por las columnas, las enredaderas y las cornisas.

—¿Un palacio? ¿Para qué te infiltraste a un palacio?

—En el ajedrez, me fascina que sea la reina quien haga caer al rey.

En ocasiones, por contados segundos olvidaba que ella había peleado en guerras y que seguramente debía tomarse eso muy literal. Una idea le pasó por la mente ¿Cómo se vería Maleon con armadura y espada?

—Bueno, que yo sepa Daraan no está por aquí —contestó haciéndose el ingenuo—. Espera, no revisé debajo de la cama.

Ella hizo aquella mueca habitual de cuando no comprendía sus palabras, después lo entendió y le gruñó inmediatamente.

—No me gruñas, Jefa. Me pones los pelos de punta.

—A veces te odio —dijo la reina cruzándose de brazos—. Vine a hablar de cosas importantes.

—Yo sé que me amas así que no puedes engañarme.

La cruda expresión femenina lo bombardeó, reflejaba la serena intención de querer comérselo vivo y frente a ese avistamiento de deseo el hombre sintió que le flaqueaban las piernas. Se aproximó lentamente a su dirección, preso voluntario de su fuerte presencia. Casi podía tocar esa energía. El Poder que desprendía cada centímetro de su piel.

—No puedes estar seguro de eso —murmuró ella.

—Tú me lo dijiste —recordó Gavriel.

La reina abrió sus piernas y él se hizo espacio entre ellas, estás le rodearon la cintura en un agarre que no quiso desatar. Estaban pegándose a cada tramo que podían. Eliminando el espacio. Muriendo en el calor de su ser. Colocó una mano en su espalda por deseo a que se mantuviera rozando su alma y por miedo a que cayera inminentemente hacia atrás.

—Tal vez te mentí.

—Yo también podría haber mentido.

Maleon frunció el ceño.

—Dime la verdad ahora entonces —ordenó la soberana suspirando en sus labios.

—No si me lo ordenas, Jefa. No soy tu sirviente.

Refunfuñó entre dientes y él rió.

—Dímelo, por favor.

—A cambio quiero algo. —Antes de que pudiera preguntar, le tocó la mejilla y acarició la piel de su cuello—. Dímelo tú también y se sincera conmigo. Yo lamento lo que pasó en el invernadero, lo que te dije fue cruel desde cualquier punto de vista, pero estaba asustado hasta la médula y me enfurecía pensar que justamente tú quisieras herir a los niños. Que me utilizaras para hacerlo... perdóname, por favor. Necesito saber la verdad tanto como necesito tu perdón.

—Tus palabras me hirieron mucho, en cierto modo fue una realidad dura que me duele aceptar... pero es mi situación. Yo estoy enferma y no puedo protegerte. —La vio gruñir—. Me llena de impotencia saber que no soy suficientemente fuerte para mantenerte a salvo.

—No asumas toda la responsabilidad, déjame hacerlo contigo y podremos cuidarnos el uno al otro. Nada está bien ni va a estarlo como dice la condenada canción de Marley, pero quiero quedarme para verlo y enfrentarlo juntos.

La peligrosa dama sonrió ampliamente, hundió los dedos en su pelo y junto sus frentes. Se miraron a los ojos. Arcanas vivencias se reflejaban en la mirada de la bestia, la mano de Gavriel descendió de su cuello hacía su corazón y acarició las cicatrices de latigazos suscritas en su carne. La admiró desde lo lejano, lo abstracto y lo real; ya era tarde para ser libre de las sensaciones impensables que encendían su corazón.

—Dímelo —susurró ella a centímetros.

—Te amo, Maleon.

—Te amo más de lo que crees, Cor Meum.

Ella rió divertida y hasta un poco enamorada.

—¿Te dije que existen las brujas? —cuestionó sin soltarlo. Gavriel se conformó con acariciar su espalda.

—No, pero a este punto si me dices que existe el conejo de Pascua te creeré.

—Bueno, pues hay brujas muy poderosas que son híbridas entre humanos y seres más "mágicos" como las hadas o los elfos. Tienen capacidades de sanación extraordinarias, pueden maldecirte o bendecirte de modo que tengas lo que más deseas a cambio de cosas que no son precisamente físicas.

—Disculpa, me he perdido. Más lento, por favor.

Maleon se acurrucó más en su hombro.

—Si les vendes tu felicidad, ellas podrían hacerte el hombre más rico del mundo.

—Lo capto ahora.

—Bien, en mi caso no necesité ningún trato. Busqué a la mejor que pude hallar. Sin embargo, cuando la conocí, la bruja dijo que ofrecería su trabajo gratis ya que nada de lo que yo pudiera darle le interesaba porque moriría pronto; entonces consulté sobre el futuro. Le pregunté quién podría tomar mi sitio y guiar a mi gente tan bien como yo, ella me reveló que veía números que me guiarían al macho que sería mi eterno amante y que con él llegaría la respuesta que necesitaba... en aquel momento casi mató a la anciana por jugar conmigo. Pensé que me engañaba. En ese entonces, las cosas empezaron a ponerse muy mal con mi mente y me vi obligada a apartar a todos los sirvientes de mi casa, fue muy duro para mí. Luchar contra un ejército es más sencillo que esto. Por eso, aun pensando que era un fiasco, investigué de qué se trataban los números que me dio y resultó ser tu teléfono celular.

—Recuerdo la primera vez que me llamaste para pedir mis "servicios" con esa áspera personalidad tuya. No iba a aceptar reunirme contigo, pero necesitaba el dinero —confesó él.

Ella se alejó lo suficiente como para verlo los ojos y le acarició el rostro tranquila.

—Lily será mi sucesora, lo sentí desde el momento en que la conocí... y no quiero que lo sea. —Tragó saliva y apretó la mandíbula—. Yo tuve la oportunidad que pocos tienen, me proclamaron reina sin tener nada que me coronara como una, pero fue muy diferente... yo ya era una bestia y estaba arruinada desde que llegué al mundo. Ella es un niña con una familia, es feliz independientemente de la situación que le ha tocado vivir con su madre y nunca me interpondría en eso. No le robaré la posibilidad de ser una niña por mucho que deban sufrir los demás, estoy harta después de siglos de encargarme de todo y seré egoísta si quiero serlo. Mi gente tendrá que aceptar a Daraan aun con sus prejuicios, él es su rey por más que no lo parezca.

Gavriel se sintió desbordado, hundió el rostro en su pecho y la estrechó tan fuerte como le dieron los brazos. Ignoró la profecía de la bruja que leía el futuro, resultaba lo más normal que había oído desde el comienzo de la historia. Lo que lo aturdía era la decisión de Maleon sobre dejar ir a su sobrina, incluso siendo consciente de las consecuencias que podrían llegar, él se lo agradecía porque este mundo que querían arrojar sobre los hombros de Lily era demasiado desconcertante y aterrador. Si un ser tan glorioso como la mujer que tenía a su lado iba a morir víctima de él. ¿Qué le esperaba a una niña indefensa? ¿Tenía que obligarla a dejar de jugar con osos de peluche para convertirla en una reina? No podía permitir eso.

Además, no podía soportar oírla hablar de su muerte como un futuro próximo e insondable.

—Gracias por esto, Maleon. Por dejar vivir a Lily.

—Soy una mala persona, pero no me gusta el sufrimiento y ese habría sido su destino.

—Sí, eres muy mala y estás loca de remate.

—Creí que me dirías que era un ángel a tus ojos o algo parecido.

Él ladeó la cabeza.

—¿Por qué iba a mentirte ahora?

Rieron y volvieron a abrazarse, quedándose en silencio mientras disfrutaban de la cercanía del otro.

—¿Vendrías a mi habitación esta noche o yo podría quedarme aquí? —preguntó sorpresivamente avergonzada. Gavriel se apartó para contemplar el rojo oscuro ganando espacio en las mejillas de la dama milenaria—. No me importa dormir en el suelo, solo quiero sentir tu olor... necesito saber que estas bien para dormir tranquila.

Miró sobre su hombro a la cama donde sus sobrinos dormían, se sentía culpable dejándolos solos nuevamente después de todo el calvario que habían pasado separados. A su parecer la cama era bastante grande y si dormían abrazados mucho mejor.

—Estas más demente de lo que pensé si crees que te voy a dejar dormir en el piso, si a su majestad no le importa se meterá conmigo a la cama.

Maleon resplandeció y se inclinó hacia adelante para bajar del balcón, pero se apagó de golpe. Su semblante cambió a uno apesadumbrado por una idea que le había atravesado la mente.

—No, es mejor que no. Olvídalo.

—¿Por qué?

—Tengo miedo de lastimar a alguien, estoy teniendo muchas pesadillas y me hacen reaccionar instintivamente al despertar. —Suspiró—. Tendré que aguantar las ganas de verte hasta mañana.

Mezclar frases románticas con una situación antinatural alarmante. Perfecto.

—Yo también quería que te quedaras, quiero que lo sepas.

Le dio un beso corto y luego la mujer se puso de pie para saltar a la enredadera que subía metros hacia arriba rumbo a un oscuro cielo nocturno. A él solo asomarse le dio vértigo, no podría ser tan temerario como ella y en su lugar prefería las escaleras.

—Te veo mañana —prometió la leona, despidiéndose con el ceño fruncido.

—Yo también te amo, Jefa.

La hizo sonreír a regañadientes.

—Dile al vampiro que la única que puede subir por el techo soy yo. Podrían llenarle el trasero de plomo si mis Vigilantes lo confunden con un intruso.

Ella ya subía para cuando el humano pudo pensar en sus palabras, escuchó un grito masculino y se dio vuelta en el momento exacto para ver a Zachary trepar el balcón y tropezar inútilmente para luego irse de cara al piso. El vampiro respiraba agitado y sudaba como un animal, levantó la cabeza mientras lo miraba y le hizo un saludo con la mano que después dejó sobre su estómago.

—¿Ninguno de ustedes conoce las escaleras?

—Había un barbudo con aspecto de asesino a sueldo en ellas y me miraba como si quisiera disecarme, tuve que improvisar... diablos... estoy cansado. Me percibió una jauría antes de subir los malditos treinta metros entre el suelo y tu balcón de principito. ¿Tu novia no conoce los ascensores?

Gavriel se reclinó sobre su viejo amigo inmortal.

—Eh, no. Ella prefiere saltar de una cornisa a otra como Spider-Man. Entonces...

—¿Entonces qué?

—¿Por qué estás acosándome? ¿Te intereso, chupasangre? —preguntó sonriendo.

Z le enseñó el dedo de en medio.

—Ya quisieras, maldito.

El hombre con colmillos se paró de un salto y se masajeó el hombro entumecido, vacilante entró en la habitación sin hacer ruido. El humano lo siguió cruzado de brazos, se detuvieron delante de la cama donde los niños dormían y solo los miraron descansar despreocupadamente. Lily descansaba con el entrecejo fruncido al máximo mientras que Luke yacía en el mundo de los sueños con sus manitas dándole un asfixiante abrazo a su hermana, si los observabas con atención podías ver rasgos de Zachary en sus rostros infantiles.

—Son la imagen de Hailey —habló el vampiro con voz ahogada—. Lily no quiso ni mirarme y Luke es demasiado pequeño como para recordarme, me fui mucho tiempo... es un daño que no puedo reparar. ¿Me dejas quedarme? Tan solo quiero verlos lo más que pueda.

Gavriel lo pensó un poco, quería ayudar a Z con sus hijos. Después de todo, estos años separados no habían sido por gozo si no porque había estado prisionero de su propia familia. También se quedaría tranquilo si se quedaban con él, podría ver a Maleon de nuevo y hablar con ella mucho más; sentía que no le quedaba tiempo para aprovechar su presencia.

—Quédate con ellos, yo regreso en un rato.

La emoción desbordó al vampiro.

—Gracias, yo... gracias por confiar en mí. —Se aclaró la garganta para disimular las lágrimas que se le asomaban por los ojos.

Gavriel le palmeó la espalda antes de salir de la habitación.

El pasillo fuera estaba en silencio, era muy oscuro y había muchas ventanas abiertas con largas telas blancas ondeando como cortinas en una danza mítica, caminó hacia la derecha buscado la escalera que subía en espiral al último piso —él estaba en el segundo y había cuatro así que sus piernas no lo agradecerían demasiado—, al llegar al tercero sintió el cansancio tentarlo a arrojar todo al infierno para regresar a su habitación a dormir.

—Vamos, subir quinientas escaleras no te matará. Es ejercicio. Tu vida gira en torno a ello así que deja de quejarte —se dijo así mismo.

Un felino sonido animal le llamó la atención y se viró hacía atrás, el único librero que había en toda la mega mansión de seres antinaturales (que además también residía vacío) estaba ligeramente abierto como una puerta secreta con Simba llamándolo para jugar.

Gavriel se mordió los labios, tenía un pasadizo secreto en plena cara y el impulso de idiotez tentándolo a lo grande; obviamente como adulto responsable e idiota graduado de la universidad... siguió al cachorro de león dentro de ese sitio desconocido.

Perfecto, había más escaleras.

Maleon peinó su cabello delante del tocador dorado y levemente oxidado, no sabía que extrañaba su antigua habitación hasta verla de nuevo. No se parecía a la que tenía en su casa anterior, esta era mejor porque la remontaba a un pasado más sencillo que la sujetaba al sentimiento de nostalgia y batallas ganadas. Dejó el cepillo en el tocador para dirigirse a su querida cama de dosel, se metió bajo las sábanas color agua marina a la par que sus músculos se relajaban conforme el colchón absorbía su peso. Sí, amaba su linda cama. Había sido regalo de unos elfos por haber rescatado a un par de hembras secuestradas por cazadores de criaturas mitológicas en eras arcanas.

No olvidaba las palabras del anciano que la construyó:

Eres una bestia. Una ama de la guerra. Pero también una reina provocadora, hermosa y sensible.

Siguiendo aquella premisa el elfo construyó su obra maestra con cientos de rosas de azurita en los trasversos dorados de la cama, la gasa blanca confeccionada por las damas de los lagos de Escocia que portaban magia de ninfas de las primeras eras. Deseaba morir en esa preciosa construcción propia de un mundo iridiscente de poder y secretos.

La única queja era su tamaño, no bastaba para recibir a todas sus amadas mascotas.

Se acostó boca arriba y pudo contemplar las estrellas, su habitación era una cúpula de cristal que no permitía ver hacía adentro, pero si admirar las bóvedas del amanecer cada día. Además, tenía unas puertas de cristal que daban a un pequeño balcón. Ella estaba enamorada del cielo, nunca podría vivir presa de cuatro claustrofóbicas paredes como en su niñez en el Pozo... así le decían los machos que lo gobernaban.

Oyó un crujido, se enderezó de golpe y contempló como su librero lleno de libros de historia se abría para dejar pasar a Simba, él siempre iba de escurridizo por los pasajes secretos que llenaban las paredes. Su sorpresa fue inmensa al ver a Gavriel saliendo de allí también, cubierto de polvo y telarañas, se miraron un instante para después sonreír.

—No era lo que esperaba, pero no tengo quejas —dijo el chico.

Ella alzó una ceja desafiante.

—Te dije que soy peligrosa.

—Correré el riesgo tan solo unas horas.

La reina se mordió los labios.

—Bien, pero si venías por mí, sacúdete porque no te meterás en mi cama así.

Él hizo caso y limpió lo más que pudo su ropa, se sacudió el cabello del cual salió una nube de tierra. Subió a Simba a la cama y esté se propuso mordisquear una almohada. Él en cambio, se acercó rápidamente hasta ella que ya apartaba las sábanas para recibirlo, se sacó los zapatos haciendo extraños movimientos que la hicieron reír y después la rodeó por la cintura pegándola a su cuerpo. Maleon amó la sensación que se apoderó de su pecho al entrelazar sus piernas con las de él, rieron entre los roces de las sábanas y los toques primerizos del acercamiento; Gavriel tenía las manos muy frías.

—Estas helado —murmuró.

—Lo siento. —Rió él mientras la estrechaba aún más fuerte y robaba su calor egoístamente.

Ella acarició su rostro, deteniéndose lentamente en su boca para proseguir a cortar el espacio entre los dos.

—Hasta tus labios están fríos.

—¿Me ayudarías con eso? —preguntó el hombre con picardía.

—No —contestó seria y él se impactó. Maleon sonrió tan ampliamente que sus colmillos saltaron a la vista—. Estoy muy emocionada y feliz ahora, eso puede desencadenar a la bestia en mi pecho... lo que es malo porque aún tengo esta maldita correa en mi cuello. Si te beso de nuevo me volveré loca por mucho y ten seguro que mi alma querrá reclamarte como mío. Marcarte... eso no está bien.

—Dime lo que significa.

—No me apetece hacerlo esta noche, Gavriel. Algunas veces hay cosas que son mejor no saberlas.

—Me lo dirías si fuera importante ¿Verdad?

—Te lo diría si no fuera peligroso para ti. Descansemos ahora, necesito volver a sentirme yo misma.

Gavriel frunció el ceño. Tocó disconforme el collar metálico que impedía la transformación.

—Mañana nos desharemos de esta maldita cosa que te somete y no me deja besarte.

—Ya veremos eso después, hemos contactado a un hada oscura que vendrá a quitárnoslos en unos días, pero por el momento me conformo con tenerte aquí conmigo.

Callados, se abrazaron y Simba se acurrucó a sus pies.

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