Capítulo 10: Un inicio de... algo.

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-Escuché rumores de que Lord Mace Tyrell invitó a los norteños. El mismo rey ordenó que así fuera.

Marinah hizo como que escuchaba todo lo que decía Lady Eileen, pero la verdad es que sus pensamientos estaban muy lejos de los jardines en los que estaban todas las jóvenes damas que estaban en edad de convertiste en casaderas.

Esa misma mañana, había vuelto a despertar en medio del bosque. Era la quinta vez que le sucedía en el último mes. Afortunadamente, los dolores que había sentido en la última luna llena se habían desvanecido. Aunque a veces aún tenía pesadillas por el suceso.

-Así es, Lady Eileen. Padre desea que el rey se sienta en casa -dijo con amargura. No le gustaba la idea de que los Lannister infestaran los pasillos del castillo en tan poco tiempo. Aún recordaba el último encuentro con notable amargura-. Incluso contrató a doscientos bardos, este mes será un auténtico caos.

-Me lo imagino -dijo con emoción en su voz-. Un día ideal para buscar esposo.

Marinah hizo una mueca, pero no dijo nada para corregirla. En muy poco tiempo se había dado cuenta que Lady Eileen no era más que una cabeza un tanto hueca y vacía. Pero igual estaba agradecida de tener a alguien con quien hablar.

Miró sus alrededores, observando como las doncellas reían cuando algún caballero apuesto pasaba muy cerca del grupo.

La enfermaban.

-¿Es cierto qué Lord Stark traerá a su heredero? -preguntó Lady Ensley con los ojos brillando de excitación, contagiando al resto que la rodeaban.

-Dicen que es tan apuesto -suspiró su hermana, Lauris. Una chiquilla un año mayor que Marinah, pero por mucho, más estúpida.

-Mi padre dijo que intentaría conseguirlo para mí, si es que es tan apuesto como dicen -dijo una vocecilla dulce, casi como una campanilla. Era Darlyne de la casa Ashford, y al igual que todas las mujeres anteriores a su casa, su cabello era decorado con una melena rubio dorado, lacio y absolutamente perfecto.

Marinah hizo una mueca mucho más pronunciada cuando la escuchó hablar. Desde que tenía memoria, siempre habían intentado arreglarla como a Darlyne, quien era una de las doncellas más preciosas de todo el Dominio.

Ese día, sin embargo, hacía absoluto honor a su casa con un vestido naranja muy chillón, el cual tenía soles de color plata; como lo marcaba su blasón. Su piel era blanca y pálida (algo que era sumamente novedoso en el sur) y sus ojos eran azul cielo. Era preciosa y lo sabía muy bien. Siempre se lo repetían desde que estaba en su cuna de oro.

-¿Piensa irse al norte, mi señora? -le preguntó Lady Ensley con ojos sorprendido; una cosa era chismosear sobre la belleza de un norteño, y otra muy diferente era contraer nupcias con uno de ellos.

Lady Darlyne se mostró encantada por la atención. Se puso más recta, dispuesta a hablar por horas sin ser interrumpida.

-Los Stark son una casa muy importante en todo Poniente -remarcó con soberbia, aunque solo Marinah lo notó-. Si me casara con el heredero, sería la señora de todo el Norte.

Todas se mostraron sorprendidas.

-Que deducción tan acertada.

Marinah se burló. La niña Ashford la miró con ojos curiosos.

-¿He dicho algo gracioso? -preguntó, hirguiéndose en su sitio y mirándola con ojos acusadores; como si creyera que no diría nada en contra de suya... pero estaba tan equivocada.

Marinah le sonrió con burla, segura de que no podía haber alguien tan hueco como aquella niña mimada.

-No es nada importante, Lady Darlyne -pestañeó con inocencia-. Solo me parece gracioso que crea que algún norteño podría fijarse en una niña del sur.

Unas cuantas doncellas cuchichearon entre sí y otras más incluso se rieron sin hacer caso a la mirada furiosa de la Ashford.

-¿Perdóneme, mi Lady? -Se mostró sorprendida, aunque falsamente. No empezaría una disputa, sabía perfectamente lo que le había sucedido a Lady Claere y no deseaba ser la siguiente en ser aplastada por sus palabras sin filtro- ¿Por qué cree eso?

-Porque lo sé, mi señora -le dijo mientras seguía pintando en su cuadro, el caballete de madera la cubría un tanto de las miradas de las doncellas, pero era bastante claro que sus ojos brillaban con cierta malicia.

Eileen se preguntó como es que había cambiado tanto en los últimos meses. Ya no quedaba nada de la aburrida y melancólica Marinah, quien ahora era una doncella completamente agria y filosa en cada palabra que soltaba.

Era como una serpiente lista para saltar sobre los desafortunados que se cruzaban en su camino.

-¿Y qué con eso? -preguntó Lady Ensley con aire insolente, saliendo a defenderla. Los ojos de la Tyrell brillaron con malicia, se veían casi negros a pesar de que el jardín estaba muy bien iluminado y estaban cubiertas por la sombra de frondosos árboles-. Cualquier Lord desearía casarse con Lady Darlyne. Sin lugar a dudas, su futuro esposo será muy afortunado.

-Sí... yo creo que no -Soltó sin importarle las miradas de sorpresa del resto-. Lady Darlyne es una belleza exótica por aquí en el sur con su piel pálida y ojos como el cielo, ¿pero quién nos confirma que ella es el tipo de un norteño? ¿Quién nos dice que los norteños están interesados en niñas besadas por el sol? Recuerden los rumores, mis señoras -les dijo con voz siseante y un puñado de doncellas se estremecieron con aires temerosos. Parecía como si las estuviera regañando por considerar la idea de casarse con un norteño-: Los norteños son fríos al igual que el clima en donde viven. ¿Quién nos asegura qué doncellas cómo nosotras somos capaces de sobrevivir en un lugar como el norte?

»Usted Lady Darlyne, no ha conocido nada más que el sol, bailes y flores. ¿Qué la hace pensar que sois digna de ser llamada Lady Stark de Invernalia? ¿Quién le asegura, que será capas de vivir en un clima tan áspero y poco festivo? ¿Casarse por los dioses antiguos y renunciar a la fé de los siete?

Nadie dijo nada por unos cuantos segundos. Eran palabras duras, pero después de semejante declaración, muchas parecían estar seguras de que no querían casarse con un norteño. No deseaban pasar el resto de su vida entre nieve y pieles. Ningún hombre valdría la pena de semejante sacrificio. Marinah lo sabía muy bien.

Lady Darlyne no volvió a contradecirla en todo el día, permaneció encogida entre su caballete y su banco de madera pulida. Cada cierto tiempo, observaba a Marinah con ojos extraños, como si nunca la hubiera observado con la atención necesaria.

-¿No fue muy dura, mi Lady Tyrell? -preguntó Eileen con voz tímida, temerosa de que le dijera algo desagradable.

Suspiró mientras terminaba de pintar el atardecer. Era una obra digna de admirar. El campo de trigo se veía hermoso y el río Mander era precioso en cada pincelada. Sin duda, tenía un gran talento con la pintura.

Marinah limpió sus manos en un trapo y sus ojos brillaron con algo extraño mientras contemplaba el horizonte. Ya no parecía molesta o llena de burla. Ahora estaba en absoluta calma.

-Tenía que ser así -la miró de reojo-. Ellas jamás sobrevivirían en un clima tan duro como lo es el norte. Son demasiado blandas y dulces... Hice lo que tenía que hacer. Un poco de miedo las hará pensar a profundidad para la próxima vez.

Eileen pareció sorprendida por su declaración.

-Se preocupa por ellas -le dijo con una sonrisa suave-. En verdad lo hace.

-No necesariamente -suspiró agotada de tantas preguntas y cuestionamientos-. Solo no deseo que sean infelices. No ha tan temprana edad.

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Veinte votos y actualizo ;)

Atte.

Nix Snow.

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