Capítulo 7: Ojo por ojo.

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¡Capítulo dedicado a PaolaLara866, por ser la primera en comentar en el capítulo anterior!

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Con el tiempo, Marinah pareció acostumbrarse a ser tomada en cuenta más de lo que lo era antes.

Ahora podía entrar a la bóveda de las doncellas, donde todas las jóvenes casaderas habitaban en busca de maridos ricos y respetables. Las risas surcaban todos los pasillos y cada una de ellas practicaba todo lo que debía de saber una buena dama.

-Bien, señoritas -Las llamó su abuela, con gesto imponente. Marinah estaba cerca de ella, recostada en el sofá más cómodo que había tocado en toda su vida-. Con mi hijo, hemos acordado que habrá un baile por el inicio de la primavera.

Las doncellas más jóvenes chillaron, felices por la noticia, pero las mayores, conociendo como era su abuela, guardaron silencio; solo con una sonrisa tímida y recatada.

Olenna les mandó una reprimiendo silenciosa y todo quedó en el más absoluto silencio.

Algo picó en la muñeca de Marinah, así que se rascó tratando de darle alivio.

-Será dentro de un mes. Ya todas saben que hacer en estos casos. Nada de ropas llamativas, eso dejénselo a mis nietas -Marinah hizo una mueca-. Pueden usar colores que no usen las Ladys del Dominio. Les llegará una lista con los tonos que serán aptos para cada una de ustedes, y por lo que más quieran, nada de dejar en ridículo al castillo. Saben como es esto -Olenna fue pasando al lado de cada una de ellas, quienes habían formado un pasillo entre sí. Arthur, su mayordomo, la seguía con un gran altero de pergaminos que le cubrían hasta el puente de la nariz-. No deseo nada parecido a la última vez.

Marinah frunció el ceño. ¿De qué hablaba?

Eileen, una joven doncella que parecía estar siempre pegada a Marinah, pareció notar su confusión.

-Alis de la casa Norcross -contó-. Cayó a los pies de Lord Leygood y el hombre pensó que estaba pidiendo una propuesta indecorosa de parte de Alis. Naturalmente, tuvieron que casarse -Eileen pareció triste-. La pobre se casó con un hombre veinticinco años mayor, y hace unos meses dió a luz su primer hijo.

Marinah se estremeció.

No se esperaba que cosas así pasaran. Sinceramente, tampoco sabía como es que no se había enterado. En un lugar como el Dominio, cualquier cosa se sabía casi de inmediato.

-¿Sus padres dejaron que sucediera? -preguntó Marinah, cuidando que su abuela no la descubriera.

Eileen negó.

-No tenían opción. Si querían que se casara, debían aceptar la propuesta de matrimonio de Lord Leygood. Si no se hubiera casado, igual hubiera quedado arruinada. Nadie hubiera querido casarse con una mujer deshonrosa -dijo con pena-. Fue algo horroroso, su boda fue tan brillante... Pero se veía tan triste. Todo fue acordado con extremo cuidado. Nadie más que en ésta habitación se enteró, pero Lady Olenna las hizo jurar que no dirían nada.

Recordaba haber asistido a la boda. Había estado en uno de los palcos principales, por lo que no le fue difícil notar como un viejo gordo de cincuenta y tantos, tomaba la mano de una chiquilla de diecisiete.

Fue algo sumamente desagradable de ver. Más porque no dejaba de manosearla en casi toda la boda.

No quería saber como es que había sufrido por su desafortunada suerte.

Marinah pensó, que si le llegaba a sucederle algo similar, escaparía. Se iría muy lejos de su hogar, donde nadie la reconociera. Tal vez a las ciudades libres. Pero mientras más pensaba en Alis, una sensación incómoda parecía crecer en su pecho. Era como si el nudo en su garganta se hubiera deslizado a su estómago, dejando una sensación asida en su boca.

Quería golpear a Lord Leygood, pero no sabía el porque. Estaba furiosa, tan furiosa como si Alis Norcross hubiera sido parte fundamental de su vida y deseara que fuera feliz lejos de su actual esposo.

Odió a Leygood. Pero odió más la sensación de inquietud que llevaba persiguiéndola desde hace una semana, cuando todo había cambiado.

-Parece una vida tormentosa -Se limitó a decir, con el ceño fruncido.

Eileen le sonrió un poco.

-Puede ser el destino de cualquier dama de esta sala, mi Lady -le dijo, y en cierta parte tenía razón-. No porque no seamos como Alis, signifique que no recibiremos el mismo final.

-En eso tiene razón, Lady Eileen -concordó-. La cosa es que no estoy dispuesta a dejar que eso suceda.

Eileen estaba por decir algo, pero Olenna, que pasó al lado de ellas, se los impidió.

Su abuela les alzó la ceja, sabiendo de que estaban hablando.

-Dejando este tema de lado, creo que les alegrará saber de que tratará este día -Marinah ignoró el hecho de que no escuchó la mitad de lo que dijo su abuela-. Elegiremos el vestido ideal para cada una de ustedes.

Las voces chillonas volvieron.

-Parad con eso. No querrán que crean que están desesperadas, ¿o sí?

Algunas le regalaron una sonrisa nerviosa.

-Muy bien, entonces es momento de dibujar el modelo que están buscando. Anda, vayan por los materiales.

Marinah no corrió ni gritó como el resto de las damas, solo se limitó a caminar lentamente, con los ojos viajando a todas direcciones. Últimamente había estado notando cosas que antes no le ponía la más mínima atención; como el color brillante y pastel de las paredes, las pequeñas telarañas que decoraban los techos (las cuales no eran muchas) y las pequeñas piezas de vidrio que decoraban los cristales de la fuente.

Todo era muchísimo más brillante y embriagante.

-¿Lady Marinah?

Miró a Eileen, quien la observaba con ojos tímidos.

¿No había ido con el resto?

-¿Sí?

-¿Puedo ir con usted?

Parpadeó varias veces. En todo el tiempo que llevaba allí, Eileen había sido la única doncella que se había atrevido a acercarse, así que no entendía la necesidad de pedir permiso.

Asintió lentamente.

-No es necesario que lo pidas -le dijo Marinah mientras tomaba el pergamino, la pluma y tinta.

Ambas caminaron a dos escritorios que se encontraban disponibles, por otra parte, algunas doncellas ya estaban allí, mientras que otras aún seguían indecisas sobre que pluma o tinta usar.

«Una perdida de tiempo», si le preguntaban a Marinah.

Eileen rápidamente empezó su boceto, pero Marinah no tenía ni la más mínima idea de que dibujar. Era buena haciéndolo, pero igual, nada venía a su cabeza.

¿Qué cosa sería adecuado? Sabía que con el color no habría problema, su abuela lo había dejado en claro. ¿Pero qué diseño sería aceptable?

-Pero si la pequeña cerdita está pensando en usar un vestido -dijo una voz chillona-. No creo que deba. Se vería tan obesa.

Marinah escuchó como Claere se burlaba con otro par de doncellas de no más de once primaveras. En la última semana no había tenido ni un solo encuentro con su prima, pero ahora se daba cuenta que no sería tan fácil deshacerse de semejante molestia.

Frunció el ceño, pero pronto se dió cuenta que la fémina, ya no la intimidaba como antes.

No le tenía miedo.

-¿Ya está por explotar tu pequeño cerebro, cerdita? -preguntó Claere.

-No tanto como las arcas de tu padre.

Claere parpadeó varias veces.

-¿De que hablas, mugrosa?

-¿No les has contado a tus amigas, Claere? -Marinah se recargó en su muñeca, feliz de hacerla sentir mal- Tu familia está en ruina. Vuestra queridísima madre llora todas las noches por su desgracia. De hecho, tengo entendido que si lo hubiera sabido desde un principio, jamás se hubiera casado con un hombre tan patético como tu padre.

Claere enrojeció, pero no de la vergüenza.

-¡Cómo te atreves! ¡Sabes con quién estáis hablando!

-Lo sé -habló con indiferencia, sus palabras sonaban arrastradas, burlonas-. Con la futura doncella que tendrá que casarse con un anciano para salvar a su familia de la ruina.

Vió las lágrimas de impotencia que empezaban a derramarse de los ojos de Claere, pero lo único que pudo sentir fue una gran satisfacción. Quiso reírse cuando el par de amigas de la morena, empezaron a consolarla.

-¿No aguantáis la verdad, Lady Claere?

-¡Eréis una mentirosa!

-Y usted una foca bebé, solo es de mirar vuestros mofletes, ¿quién querrá un rostro tan horrendo cómo el vuestro? Estáis tan acostumbrada a hablar de los demás con tan poco decoro, pero nunca te detenéis en vuestros propios defectos. ¿No es cierto? -la morena la miró con los ojos como platos- ¿Le comió la lengua el ratón, Lady Claere?

Para su gozo, la castaña salió corriendo fuera del salón y nadie la volvió a ver en todo el día.

-¿No cree que fue un poco dura, mi Lady? -preguntó Eileen.

Marinah solo hizo un ademán con las manos, restándole importancia.

-No dije nada que fuera mentira -Era un secreto a voces que la casa Bulwer estaba en ruina-. Se lo merecía.

-Pero fue cruel -susurró la menor.

Los ojos de Marinah reflejaron la más vacía de las expresiones.

-Era lo mismo que me decía a mí misma, cada vez que lloraba en mi habitación hasta dormir -dijo con dureza-. Recuerde bien, Lady Eileen. Ojo por ojo.

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El primero en comentar, le dedico el siguiente capítulo ;)

Atte.

Nix Snow.

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