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Robin Le Normand siempre había sentido una... ¿Inseguridad? Con suu identidad.

Nacido en Francia, creció con una profunda conexión hacia la tierra que lo vio nacer, eso era inevitable claro, pero España le había ofrecido algo más que solo un lugar para jugar al fútbol; le había dado un hogar.

A pesar de las críticas y los constantes cuestionamientos sobre su lealtad, Robin nunca dudó de su elección. España lo había acogido y le había dado la oportunidad de brillar, de cumplir sus sueños, y por eso, jugar para la selección española era su mayor orgullo.

A lo largo de su carrera, Robin había aprendido a ignorar los comentarios malintencionados. Sabía que en el vestuario había una mezcla de opiniones sobre él. La mayoría de sus compañeros lo respetaban, y lo querían, pero siempre había excepciones.

Dani Ceballos era una de ellas. Por algún motivo, Ceballos parecía tener una antipatía particular hacia él..

—No entiendo por qué siempre tiene que estar tan antipático conmigo.—Murmuró Robin mientras se ponía las botas antes de un entrenamiento, Rodri lo escuchó y le dio una palmada en la espalda.

—No te preocupes por él, Robin. Ceballos es así con todos. Tiene su carácter, pero eso no te tiene que afectar, nosotros te queremos, eres nuestro compañero sin importar si naciste aquí o en marte.

Robin asintió, tratando de no dejar que las pequeñas cosas lo afectaran. De todas formas su mente estaba en otro lado, en alguien que últimamente había ocupado gran parte de sus pensamientos; Gavi.

Desde que Gavi se lesionó, todo el equipo había sentido su ausencia. El joven omega había sido un rayo de energía en el campo, un jugador con un espíritu indomable... Era el pan dulce de todos. La lesión fue un golpe duro, no solo para él, sino para todo el equipo.

—Gavi les manda saludos... Dijo que si perdemos, sabe dónde vivimos... Chihuahua loco, lo extraño aquí.—Comentó Ferran mientras caminaban hacia el campo de entrenamiento.

—Yo también.—Respondió Robin, su voz reflejando más emoción de la que pretendía. Ferran lo miró de reojo, captando el tono en su voz.

—¿Todo bien, tío? Te noto... No sé, raro.

Robin sonrió, tratando de quitarle importancia.

—Todo bien, solo estoy concentrado. Quiero marcar un gol por él, ¿Sabes? Dedicarle algo especial.

Ferran asintió, comprendiendo el sentimiento. Gavi era un omega especial para todos, pero Robin sabía que lo era aún más para él.

Sin embargo, también sabía que sus sentimientos eran inútiles. Él era un beta, y Gavi, un omega rodeado de alfas que serían una pareja perfecta para él. Alfas que, a diferencia de él, tenían más posibilidades de conquistar su corazón.

Pero a pesar de saber que no tenía ninguna oportunidad, no podía evitar que su corazón lo traicionara cada vez que veía a Gavi sonreír, cada vez que lo veía luchar en el campo, cada vez que se preocupaba por él durante su recuperación.



Días después, tras un intenso entrenamiento, Robin se quedó practicando tiros a puerta mientras el resto del equipo se dirigía al vestuario. Quería mejorar, quería ser más preciso, más letal, para cuando llegara el momento de marcar ese gol que soñaba dedicar a Gavi.

Perdido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que alguien se había quedado atrás. Fue solo cuando escuchó una voz familiar que se dio cuenta de que no estaba solo.

—¿Robin?

Robin se giró y vio a Gavi, quien había venido a ver el entrenamiento. Cojeaba ligeramente, parecía un pinguino bebé.

—Gavi, ¿Qué haces aquí? —Preguntó, sorprendido.

—No podía quedarme en casa. Extraño estar en el campo, aunque sea solo para ver.—Respondió el omega con una sonrisa. Robin sintió un nudo en el estómago al ver esa sonrisa. Era tan simplemente... Hermosa.

—Todos te extrañamos.—Dijo Robin, sin poder contenerse. Gavi lo miró con curiosidad, acercándose lentamente.

—¿Y tú? ¿Me extrañas?—Preguntó Gavi con un toque de diversión en su voz, pero también con algo más, algo que hizo que Robin se quedara sin palabras por un segundo.

—Más de lo que crees.—Admitió Robin finalmente, su voz baja y honesta.

Gavi lo miró en silencio por un momento antes de asentir suavemente.

—Me alegra saberlo. Y sobre ese gol que quieres marcar... Sé que lo harás. Estaré esperando verlo, Robin.

Robin asintió, sabiendo que haría todo lo posible para cumplir esa promesa, aunque su corazón le doliera con la certeza de que, al final, lo único que podría ofrecerle a Gavi sería un gol, un simple... Gesto.

La final de la Eurocopa había llegado, y el ambiente en el estadio era electrizante. Las banderas ondeaban con fuerza, los cánticos de los aficionados resonaban en cada rincón, y el aire estaba cargado de tensión, todo una puta locura.

España se enfrentaba a Inglaterra en un duelo que prometía ser bueno, duro y delicioso, un enfrentamiento entre dos equipos que habían demostrado ser los mejores de Europa.

Sin embargo, para Robin, este partido tenía una carga emocional extra. No solo estaba jugando por la gloria de su país adoptivo, sino también por algo mucho más personal.

En el banquillo, Gavi miraba el campo con una mezcla de emociones. Su pierna aún no estaba al 100%, pero eso no le impedía apoyar a sus compañeros.

El joven omega había insistido en estar presente, apoyando a sus compañeros desde la línea de banda, a pesar de que el dolor físico aún le recordaba la dura realidad de su lesión. Pero su corazón estaba con el equipo, y en especial, con Robin, muy con Robin.

Robin podía sentir la mirada de Gavi desde el banquillo, y aunque trataba de concentrarse en el juego, esa sensación lo acompañaba a cada momento.

La presencia del omega le daba fuerzas, pero también lo llenaba de una presión que solo él entendía. No era solo la final de la Eurocopa; era su oportunidad para demostrar algo más, algo que llevaba guardado en el corazón.

El partido comenzó con una intensidad que dejó claro que ninguno de los dos equipos iba a ceder terreno fácilmente. Inglaterra, tenia a sus mejores jugadores, entre ellos, Jude Bellingham un alfa talentoso, carismático, bombón, sucul... Bueno, Inglaterra fue la primera en atacar.

Jude había sido una espina en el costado de Robin desde el principio. No era solo por su habilidad en el campo, sino porque también había mostrado un interés evidente en Gavi, algo que Robin no podía evitar resentir.

A los veinte minutos, Jude tomó el balón en el mediocampo y comenzó una carrera hacia la portería española, en palabras de Carvajal, parecía que se le metió algo al culo, porque no fue posible alcanzarlo.

Con una serie de movimientos rápidos, superó a varios defensores y, antes de que Robin pudiera interceptarlo, disparó un tiro potente que se coló en la esquina superior derecha de la portería. El estadio rugió con el grito de los aficionados ingleses.

—¡Gol de Inglaterra! Jude Bellingham marca el primero de la noche con una jugada individual impresionante.—Anunció el comentarista, y Robin apretó los dientes con frustración.

Mientras volvía a su posición, Jude se acercó a Robin, con una sonrisa arrogante en el rostro.

—Un beta que sueña mucho.—Murmuró Jude, con un tono que solo Robin podía escuchar.

—¿Crees que un beta podría ganarme?

Robin sabía exactamente a qué se refería. No estaba hablando solo del partido, sino de Gavi. La provocación hizo que la sangre de Robin hirviera, pero se obligó a mantener la calma.

—En el campo, no importa si eres alfa, beta u omega. Lo que cuenta es lo que puedes hacer con el balón.—Respondió Robin, mirando a Jude con un toque de enojo. Jude solo sonrió, sabiendo que había logrado incomodarlo.

Pero Robin no estaba dispuesto a dejarse vencer tan fácilmente, ni en el campo ni fuera de él, ni muerto haría eso.

El equipo español respondió y respondió bien,  unos minutos después, una rápida combinación entre  Carvajal y Tamalito culminó en un gol que igualó el marcador.

El pase de Carvajal fue perfecto, y Lamine, con la habilidad que lo caracterizaba, mandó el balón al fondo de la red.

—¡Gol de España! Lamine Yamal empata el partido con una definición exquisita.—Gritó el comentarista mientras el estadio explotaba en júbilo.

—¡Arriba España mierdas!—Gritó Carvajal sacudiendo a Yamal.

Robin levantó los brazos en señal de celebración, pero su mirada fue directamente hacia el banquillo, donde Gavi lo observaba con una sonrisa de orgullo.

Por un momento, sus ojos se encontraron, y Robin sintió una chispa de esperanza.

El partido siguió, ambos equipos luchaban por cada balón como si sus vidas dependieran de ello.

Cada pase, cada entrada, cada decisión en el campo era crucial. Inglaterra volvió a tomar la delantera cuando Palmer, tras un centro preciso de Jude, cabeceó el balón con fuerza, superando al portero español. Inglaterra se ponía 2-1, y Robin sintió una presión aún mayor.

—No está mal para un alfa, ¿Eh?—Se burló Jude al pasar junto a Robin de nuevo. (Si no lo mato acá, es porque con lo de ayer fue suficiente)

Robin no respondió esta vez, concentrándose en lo que venía a continuación. Sabía que no podía dejar que las palabras de Jude lo afectaran. Debía mantenerse firme.

Con el tiempo corriendo en su contra, España no tuvo más remedio que intensificar su ataque. Y fue entonces cuando Carvajal, maldito omega sexy, en una jugada de pura locura, aprovechó un rebote en el área y empujó el balón al fondo de la red.

El empate a 2-2 devolvió la esperanza a los jugadores y a los aficionados españoles.

—¡Gol de Carvajal! ¡España lo empata de nuevo!—La emoción en la voz del comentarista era palpable, y el estadio se llenó de un estruendo de apoyo y alegría.

En el banquillo, Gavi se levantó con una expresión de euforia, estaba a nada de entrar al campo de lo emocionado que estaba.

Pero en su corazón, sus ánimos estaban especialmente dirigidos a Robin. No le pasó desapercibido cómo Jude se comportaba en el campo, cómo sus miradas y comentarios estaban claramente destinados a provocar al beta, el primero en su lista de "Accidentes en el campo " era Jude, solo hace falta que su rodilla se recupere.

Mientras el partido se acercaba a los minutos finales del tiempo reglamentario, Robin sintió que el peso del mundo estaba sobre sus hombros.

Este no era solo un partido de fútbol; para él no era solo eso. Sabía que Jude intentaba demostrarle que un alfa siempre tendría ventaja, tanto en el campo como fuera de él, pero Robin no estaba dispuesto a rendirse sin luchar hasta el final.

El reloj marcaba el minuto 89, y el marcador seguía igualado a dos goles. La tensión en el estadio era palpable; cada segundo contaba, cada pase, cada movimiento en el campo podía ser decisivo, carajo hasta un pedo podía definir esto.

Los jugadores estaban exhaustos, pero el deseo de ganar superaba cualquier agotamiento físico.

Robin lo sabía. Sabía que este era el momento de hacer algo extraordinario, algo que no solo cambiara el destino del partido, sino también su vida.

La pelota llegó a sus pies después de un rebote desafortunado para Inglaterra. No había tiempo para pensar, solo para actuar.

Con una agilidad impresionante, Robin se deshizo de Walker y avanzó hacia el área. Vio a Bellitonto acercándose rápidamente, pero en lugar de sentirse intimidado, eso lo motivó aún más.

Con una destreza que sorprendió a todos, recortó hacia el interior y disparó con la pierna izquierda. El balón voló hacia la esquina superior del arco inglés, inalcanzable para el portero.

El estadio se quedó en silencio por un milisegundo antes de que estallara en un rugido ensordecedor.

Robin había marcado. El gol que ponía a España en ventaja y, posiblemente, les daba la victoria en la Eurocopa. Pero para Robin, ese gol significaba mucho más. Era la culminación de todo lo que había sentido, de todos los momentos de duda y deseo.

Mientras sus compañeros corrían hacia él, celebrando y gritando su nombre, Robin solo tenía un objetivo en mente. No se preocupó por Jude, que estaba de pie, incrédulo, sin poder procesar lo que acababa de suceder. No se preocupó por las cámaras ni por las decenas de miles de personas que lo observaban. Lo único que importaba en ese momento era llegar hasta Gavi.

Con el corazón latiendo como nunca antes, Robin corrió hacia el banquillo. Subió de un salto la pequeña barrera que separaba el campo de los suplentes, su mirada fija en el omega que había sido la fuente de su fuerza durante todo el torneo.

Gavi estaba de pie, esperándolo, con esa sonrisa que tanto había llegado a significar para Robin. Esa sonrisa que lo había mantenido enfocado, que lo había hecho creer que, tal vez, solo tal vez, podría merecer el amor de alguien tan especial.

Cuando Robin llegó hasta Gavi, no pensó en las consecuencias, no pensó en nada más que en lo que sentía. Sin detenerse a reflexionar, se acercó a él, tomando su rostro entre sus manos y, antes de que el omega pudiera reaccionar, lo besó.

Fue un beso cargado de emociones, de todo lo que Robin había estado reprimiendo durante tanto tiempo. Fue un beso que habló más fuerte que cualquier palabra.

Gavi respondió con la misma intensidad, como si hubiera estado esperando ese momento tanto como Robin.

Alrededor de ellos, el mundo se desvaneció. Los gritos de celebración de sus compañeros, las cámaras que capturaban cada segundo, el público enardecido… Nada de eso importaba. En ese instante, solo existían Robin y Gavi.

Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero con una sonrisa que reflejaba una felicidad incontenible. Gavi lo miró con esos ojos brillantes que Robin había aprendido a amar.

—Te habías tardado... —Dijo Gavi, con una voz suave pero llena de alegría.

Robin sonrió, aún sin poder creer lo que acababa de suceder. Había tantas cosas que quería decir, tantas dudas que aún lo atormentaban, pero en ese momento, todo parecía simple.

—Lo sé, lo siento.—Respondió Robin, su voz temblando ligeramente por la emoción.

—Pero pensaba que merecías algo mejor que yo, que un beta.

Gavi lo miró fijamente, negando suavemente con la cabeza antes de responder.

—¿Y ahora qué piensas?

Robin se tomó un segundo para responder, su corazón latiendo con fuerza. Aún sentía que Gavi merecía lo mejor del mundo, pero al mismo tiempo, sabía que no podía seguir ocultando lo que sentía.

—Sigo pensando que mereces lo mejor...–Dijo Robin con sinceridad, sus ojos buscando los de Gavi.

—Pero soy egoísta. No puedo dejarte ir, no quiero.

Gavi sonrió, y esa sonrisa fue la respuesta que Robin necesitaba. El omega se acercó aún más, susurrando las palabras que Robin había soñado escuchar.

—Yo te quiero a ti, Robin. Solo a ti.

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