prologo

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Sospechas de una madre

_ Buenos días, hijo, como te ha ido en la escuela _ una bella mujer; rubia de ojos oscuros, piel ligeramente bronceada y con unas caderas amplias. Pregunto muy feliz de ver a su hijo, entrando por la puerta de la casa.

Siendo ella, que estaba recostado en el sofá, observando unas cuantas películas. Levantándose de su lugar, fue a saludar a su hijo. Ella claramente tenía una razón o más bien, una corazonada.

En los años siendo madre, Rita Loud, siempre sentía un pequeño presentimiento cuando algo no andaba bien con sus hijos. El sentimiento fortaleció más cuando su hija, Leni, era fastidiada en su escuela.

Algo que ella había arreglado, con sus manos puestas al caso.

Y si en respectivas, aleatorias situaciones que sus hijas, tenían. Ella lo llamaba, sentido materno.

_muy bien, mamá, hoy me la pase grandioso en la escuela _ el hijo de la mujer, dijo con una sonrisa sincera.

Haciendo que su madre, tomase su palabra, enserio. Pero aun así, esa intuición que tenía, no dejaba de provocar, una pequeña invasión a la vida cotidiana de su hijo.

_ eso es muy bueno, hijo, quieres contarme como paso tu día _ insistiendo, Rita se acomodó a un lado, para que su hijo aceptara sentarse con ella.

_ puede ser mañana, madre, es que tengo que ayudar a las gemelas, luego a Lucy, con sus poemas y así sucesivamente con las demás, ya sabes como el buen hermano que soy _ el albino dijo, levantando e infando su pecho ligeramente. Levantando su rostro para ver a su madre con esa determinación que siempre demostraba.

Rita, al ver, como su hijo se esforzaba con sus hermanas, para ser un buen hermano, provoco que su sentimiento materno, sean opacados por el orgullo que tenía hacia su hijo. A sí que su negación, paso de largo.

_ está bien hijo, luego puedes contarme_ Rita hablo con una felicidad enorme.

El albino siguió su rumbo, hacia su habitación. Dejando sus cosas, se apresuró a ir con sus hermanas menores.

Lola y lana, se encontraban, esperando a su hermano, para que juego con ellas, al dragón y la princesa. Con sus disfraces ya puesto. Y con el escenario ya establecido, solo estaban a la espera de su hermano.

La espera termino, cuando su hermano favorito, entraba por su puerta y saludado cada una. Sin perder el tiempo, porque sabían que el tiempo con su hermano era valioso, ya que sus demás hermanas mayores, pronto reclamarían su turno.

Rápidamente vistieron a su hermano, en un caballero, siendo que su armadura estaba hecho de 100% de cartón. Y con todo listos, empezaron a jugar. Siendo el obvio caballero su hermano, Lincoln.

Con la pequeña lana, como un traje de un dragón de la edad media y su gemela, lola, como una princesa, amante del rosa.

El juego era simple; el príncipe como único objetivo principal era cuidar y salvar a la princesa, que era atacada por un dragón. Nada fuera de lo normal, en un juego para niños.

Y como las pequeñas niñas, habían dicho, su tiempo se había acabado y su hermano, se retiraba a ayudar sus demás hermanas. Claramente ellas se negaron a esto e intentaron que su hermano se quedara un rato más con ellas, con suplicas. Él se negó muy cortésmente y prometió que jugaría con ellas mañana a la misma hora. Siendo un trato justo, solo para ellas, aceptaron.

Lincoln, otra vez caminaba hacia la habitación que compartían sus hermanas, emo y deportista. Para dedicarle su tiempo a su hermana. Como había prometido hace algunos días atrás.

Entrando sin tocar, observo a su hermana Lucy sentada en su cama, leyendo un libro negro, que seguramente era de poesía.

Ella detectando su presencia. Le sonrió un poco.

_ justo a tiempo, hermano, necesitaba tu ayuda prometida, para que examines mis poemas _ Lucy se apartó aun lado. Para que su hermano se sentase al costado suyo.

_ Claro, Lucy, como te lo prometí _ el albino dijo, nuevamente sonriendo. Sentándose en donde su hermana le había dado un poco de su espacio.

Sin perder el tiempo, Lucy, le mostro algunas hojas que contenían escritas con tinta negra, sus poemas oscuros.

Ese instante que no se olvida,

Tan vacío devuelto por las sombras,

Tan vacío rechazado por los relojes,

Ese pobre instante adoptado por mi ternura,

Desnudo, desnudo de sangre de alas,

Sin ojos para recordar angustias de antaño,

Sin labios para recoger el zumo de las violencias

perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma,

Ponle tus cabellos escarchados por el fuego;

Abrázalo pequeña estatua de terror.

Señálale el mundo convulsionado a tus pies,

A tus pies donde mueren las golondrinas

Tiritantes de pavor frente al futuro.

Dile que los suspiros del mar

Humedecen las únicas palabras

Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada,

Acurrucado en la cueva del destino

Sin manos para decir nunca,

Sin manos para regalar mariposas

A los niños muertos.

Por un tiempo Lincoln se había mantenido callado. Quedándose mirando el papel con tinta.

Lucy creyendo, que analizaba su poema a fondo, solo le dejo el tiempo que se demore. Algo que le pareció curioso a la pequeña niña emo. Era los ojos de su hermano. Como si miraba la hoja con empatía. Siendo ella misma que decía en su mente en que se exageró un poco en el tema perturbador, por lo que su hermano, se preocupaba de ella.

O eso era lo que su mente y corazón, querían que sean verdad.

Después de unos minutos, la sonrisa característica de Lincoln, volvió a él.

_ es muy profundo, Lucy, de verdad te luciste con este _ Lincoln le sonrió a su hermana.

Esa sonrisa, llego al corazón de Lucy, pero no se dejó llevar por ese instinto básico y agradeció que le haya gustado su poema, que tanto esfuerzo le costó.

Y así Lincoln paso con cada una de sus hermanas. Y para el final del día ya había acabado. Todas sus hermanas agradecieron su atención con ellas. Una más que otras. Pero al menos le agradecieron.

El albino al terminar con todo sus "obligaciones", se retiraba a su habitación.

Cerrando su puerta, la sonrisa que había llevado todo el día. Desapareció en un instante, cuando no había ninguna muestra de vida alrededor.

Sus labios se convirtieron en una línea recta y sus ojos, con ese ardor y caliente determinación, se volvió a una fría. Que ni vida parecía estar en ese cuerpo.

Asegurando la puerta con un seguro, encendió un pequeño reproductor que tenía para que una melodía, fina y antigua. Acercándose a su lámpara de noche, Lincoln abrió una pequeña compuerta de esa misma, sacando de ella, una caja de cigarros, de los caros y más finos del mercado.

Llevando uno a sus labios y al mismo tiempo sacando un encendedor que tenía en uno de sus bolsillos, prendió las llamas en la punta del cigarro, para succionar el humo.

Llenando sus pulmones de nicotina, el albino se acostó en su cama y se relajó. Siendo un día muy exhaustivo para el joven, que tuvo que estar con una sonrisa y fingiendo que le interesaban las estupideces de sus hermanas como padres. Últimamente para peliblanco, se volvía más molesto el estar siendo un estúpido.

Con el don de la actuación, pudo engañar a todos; familia, amigos y conocidos, todos ellos eran parte de su obra. Todo aquel que pensaba que el peliblanco, era un chico, alegre, leal, amigable y sobre todo amoroso con su familia. No estaban más que equivocados de suponer que era alguien de esa categoría.

Siendo todo lo contrario a los ojos.

Expulsando el humo de su boca, el joven Lincoln Loud, pensaba que hacer mañana y el pasado mañana.

_ Esto se está volviendo aburrido _ Lincoln dijo. Mirando a nada en particular; esa pequeña declaración era algo que ya estaba sintiendo desde hace meses.

Desde hace años el joven, tomaba su papel de hermano, Como un juego, mientras en las sombras, tenía algunas cuantas acciones que mejoraban su yo.

Sus ingresos diarios, era de aproximadamente 50.000 dólares, por las inversiones que hacía en países extranjeros. Teniendo altas cantidades de dinero, en diferentes bancos del país, con un nombre anónimo que el había inventado. Y siendo que las sorpresas no acabasen, tenía varias propiedades afuera como adentro del país.

Y eso era una pequeña parte de lo que el joven escondía de su familia.

Planeando entres las sombras, para en el momento que menos se lo esperan, pudiese irse de este lugar. No odiaba a su familia, no, él no era tan idiota para solo odiar, pero si hubiera una elección de entre salvar a un perro y su familia. Salvaría al perro sin dudar de su decisión.

¿Por qué, el único hijo varón de los Loud, tomaría esa decisión, que algunos pensarían, que sería descabelladas?

No habría una respuesta entre la boca del autor, esa respuesta solo rondaba en la mente del peliblanco. Que no estaba dispuesto a compartir con nadie. Por ahora.


Terminando su cigarrillo, Lincoln, dejo reposar su mente, para que este sea llevado a los brazos de Morfeo. 


____________________________________________________

A la mañana siguiente, como era costumbre en la casa Loud, todos estaban preparando sus cosas para ir a sus respectivas escuelas.

_ Chicas, llegaran tarde, apresúrense _ la madre de los hijos Loud, llamo desde la mesa, donde estaban preparado el desayuno, que ella había hecho, en ausencia de su esposo, debido al trabajo.

Miro a su único hijo varón, sentado en los muebles de la sala, viendo un programa animado, esperando a sus demás hermanas. No era de sorprenderse el comportamiento que tenía al despertarse temprano; para la señora Loud, era normal o común, verlo temprano en la sala de la casa esperando a todos, para ir a la escuela con la van, de la familia.

Una Rita del pasado, tenía curiosidad del porque se despertaba a tal hora. Se lo pregunto a su hijo y le entrego una respuesta factible. Su hijo solo quería usar el baño primero, ya que sus hermanas se tardaban mucho y a veces no lo dejaban entrar.

Aun teniendo ese sentimiento de ayer, como de hace algunos meses. De que algo andaba mal. La señora Loud, intento acercarse a su hijo, para entablar una conversación.

Pero su intento fue frenado por una de sus hijas.

_ mama, que hay para desayunar _ Lynn. Jr. Dijo, contándose en la mesa.

_ Huevos con tocino, hija _ Rita, dijo para voltear a ver como sus demás hijas, bajaban del segundo piso, ya arregladas y preparadas para el día en la escuela. Siendo ella que se fue ayudar a las gemelas con sus cosas, dejando de lado, el objetivo de hablar con su hijo.

Para suerte del albino, quien observo cada movimiento que su madre estaba haciendo. Él sabía qué hace unos meses su madre sospechaba de algo. Y eso no era algo bueno, para nada. Pero tenía que alabar los sentidos maternos de su madre.

Con todo esto, pensó en maneras de acabar con esas sospechas, de ponerles un fin, antes que averigüe cosas que no debe. Le faltaba unos dos años más para terminar con el plan, pero si comenzaba a sospechar, ese plan se extendería.

Su mente brillo, con varias idead, tenía 28 planes para acabar con todo, pero solo 6 le daba un aproximado del 70 % de éxitos y 2 del 93 % de éxito.

Y esos dos se tenían que hacer hoy o mañana a más tardar.

Los pensamientos del joven fueron frenados, por una sensación en su mano izquierda. Sus ojos bajaron a ver a la pequeña Lily Loud, sonriente, levantando sus manos para que este le cargue. El albino sonrió por ella.

Esta era la única persona, que podría cambiar todo sus planes. Si dejaba que su corazón eligiese por ella, sabría que todo por lo que se había esforzado, perdería sentido. Él no sabía si, tenía que eliminar con esos últimos sentimientos que tenía en su corazón. O simplemente aumentar una ecuación más a su proyecto a futuro.

El albino solo complació a su hermana, cargándola en sus brazos para luego jugar con ella.

Pero una de las hermanas, entrometidas, miro algo seria a su hermano. Luna Loud, no tenía idea de porque su hermano, estaba últimamente complaciente y feliz. Él no se comportaba así, siempre se enojaba al final del día por algo que ellas habrían hecho en su contra.

Pero verlo tan feliz, todos los días, parecía algo raro. Pensó que sería la pubertad o su pequeño hermano estaba madurando como persona.

No sabía bien, pero tendría un ojo en su hermano. Ella estaba preocupada de que algo este sucediendo y su hermanito por no causarle problemas, actuaba solo.


Pero nada más alejado de la realidad. Luna Loud, no entendía que la única sonrisa real, era lo que estaba viendo actualmente. Que por los dotes de actuación del albino, no diferenciaba entre una sonrisa real o falsa.


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_ Buenos días, clases, que tal su fin de semana_ la maestra Dimartino, pregunto a sus clases. Y como era costumbre para ella, los chicos del salón, contestaban con anécdotas asombrosas pero poco reales. Uno que otra chica del salón le contesto. Pero había uno de los chicos que no contestaba y solo le decía con una sonrisa sincera que estaba bien.

Había algo raro en ese chico, que solo la maestra lo captaba. Era esa sonrisa falsa, que tenía en su cara. Por experiencia propia de la maestra, sabía que el alumno Loud, había cambiado y que no era para bien.

Desde el año pasado, había visto que esa sonrisa era falsa. No sabría cuando sucedió ese cambio, pero tenía la certeza de que cualquier cosa, que habría pasado, tendría que ser algo muy grave para cambiarlo así.

Las clases de la profesora Dimartino, fueron completamente normales. Teniendo algunos encuentro de vista con su alumno peliblanco. Algo que la hacía sentir nerviosa. Pero no sabría decir si era bueno o del malo.

El timbre del recesó, se escuchó y los alumnos de la clase salieron junto a sus amigos, a tener su merienda.

_ Lincoln, hay que apresurarnos o se acabaran con todo _ Clyde hablo a su amigo peliblanco. Quien se encontraba arreglando sus cosas.

_ un momento, Clyde, ya termino _ respondió, Lincoln. Quien guardaba sus cosas.

_ apresúrate, tenemos que hacer fila _ Ronnie Annie, hablo de igual manera apresurada, a su novio.

_ termine, vamos _ Lincoln dijo, caminando junto a su amigos hacia el comedor. Pero antes de salir, fue llamado por su maestra.

_ Lincoln Loud, puedes quedarte un momento _ Dimartino hablo, frenando a los tres jóvenes.

Siendo Lincoln, gruñera por dentro.

_ los alcanzare, guárdenme algo _ Lincoln dijo a su amigo y novia. Ellos asintieron y salieron afuera.

Los dos se quedaron mirando un momento, cada uno de ellos sabían que pensaba el otro. Pero el albino, sabía jugar sus cartas.

_ puedo saber que pasa, profesora Dimartino _ Lincoln dijo serio.

La mirada oscura del joven estudiante, asusto un poco a la profesor, pero no retrocedió.

_ ¿s-sí, puedo que te paso? _ la profesora, pregunto a su alumno.

_ a que se refiere, profesora _ Lincoln, fingió ignorancia. Teniendo como objetivo principal hacer perder la paciencia a la profesora.

_ Tu y yo sabemos, lo quiero decir _ un poco frustrada, la profesora contesto al pre adolecente.

_ sabes, talvez tengas razón y talvez nos, pero si contestara que sí, que le importaría, a usted _ Lincoln dijo, acercándose a la profesora. Aun no era tan alto para hacerle frente. Pero era lo suficiente para obtener miedo y respeto.

La profesora, pensó, en que debería importarle ella, estaba más que obvio que su alumno no abrirá la boca, escaneando sus ideas. Analizo las respuestas que podría ella conjurar con su boca. Hasta que se le ocurrió una muy diplomática.

_ soy tu profesora y el deber de una profesora, es ver de la salud física y mental, e evaluar ayuda de mi persona _ Dimartino, recordó un libro que había leído, donde una profesora imaginativa decía en su misma situación.

El albino, rio, por esa obvia respuesta. Pero no demostró su placer en su rostro. Teniendo planeado de un principio que la profesora hablaría algo así. Había caído en su juego.

_ entonces, puede decirme, porque no me ayudo, cuando Chanderls me golpeaba _ Lincoln dijo, sobriamente. Dañando a la profesora verbalmente.

Dimartino, sintió una bala incrustarse en su corazón de la conciencia. Ella sabía de los abusos que soportaba el albino. Pero siempre lo vio que se libraba de ellos. Por su propia cuenta y por eso no se había metido. O esa era la excusa que tenía en su mente.

Pero la verdad era distinta, la profesora Dimartino, pudo haber ayudado a su estudiante, muchas veces, pero nunca lo hizo, para no causar estragos a su vida profesional como profesora. Con una sola infracción, o que un alumno, hablase con su padres de su reprimendas que ella provocaba al castigar al agresor. Tendría un boleto directo a la oficina de director.

_ Porque, ahora le interesaría saber, lo que me ocurre, profesora _ a unos centímetros de la profesora. Lincoln se acercó a los labios de la misma.

_ O es que acaso, algo ha cambiado _ Lincoln dijo, plantado un placentero beso francés a su profesora.

Dimartino se sorprendió por aquel atrevimiento. Intentando escaparse de los labios y lengua de su alumno, uso fuerza para alejarse. Todo en vano, por la presión que tenía el albino contra ella.

Sus quejas fueron calladas, por el placer que sentía, no recordaba el día que sintiera tan deliciosos labios. Eran calientes y fantástico a su parecer. Poco a poco la profesora se llevaba por el placer. Tanto bajaron sus instintos y moral, que abrazo con fuerza la parte de atrás de su caballera blanca. Así incrementando el placer de ambos, o el de ella sola.

Pero ese placer fue detenido, por un flash de celular. Abriendo los ojos, que anteriormente los había cerrado para saborear con más detenimiento a su alumno. Se percató del celular en las manos de su atacante. Y miro sorprendida como en esa foto, ella era la que abusaba del joven, aunque fuera lo contrario.

Lincoln, ya con su plan hecho, se separó de los labios de su maestra.

_ besas muy bien, lo admito _ Lincoln hablo mientras ocultaba su celular.

_ ¿q-que h-has –h-h-hecho? _ Dimartino aun en shock, pregunto.

_ así va la cosa, no se meta en lo que no le importa y esta foto no será enviada a la oficina del director o aun peor, a un oficial de policía _ Lincoln dijo, mirando a los ojos de su hora, sirvienta.

_ no serias, capaz _ ella dijo frustrada, pero en seria miedo. Sabía que esa foto podría arruinar su carrera de por vida.

_ no acabo de demostrar, de lo que soy capaz _ Lincoln dijo. Para darle un besito en la mejilla su profesora.


_ es mejor que sea aleje, por su bien, profesora _ fue lo último que escuchó, la profesora Dimartino. Antes que el albino se fuera del aula. Aunque tenía miedo, no sabía por qué su corazón estaba tan alterado. Del porque sentía que ahora le pertenecía a alguien. 


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Ahora con 20% de su plan hecho, el albino, se fue a disfrutar su merienda. Aunque los labios de su profesora eran muy apetitoso, no le bastaba para sesear su sed. Tenía que hacer mucho hoy, para acabar con las sospechas en su contra. Solo no tendría que elegir entre el bien o mal, todo estaba en un punto intermedio, por el momento. 

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