6. Tigre guardián

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La chica de la chaqueta de tigre comenzó a caminar, Jonathan se quedó estupefacto durante unos segundos, después la siguió.

—Ey, ey, ¿qué fue eso de allá? —Llamó su atención pero la chica hizo caso omiso.

—Creo que se le conoce como salvarle el trasero a alguien, de nada, por cierto —expulsó, de forma un tanto seca y hostil.

Jonathan la siguió a través de las calles, exactamente no sabía por qué, tal vez porque lo ayudó o porque sabía su nombre, o simplemente porque le parecía muy atractiva.

—¿A dónde vamos?

—No hables —siguió avanzando hasta que se toparon con una motocicleta purpura recargada sobre un poste.

—Muy lindo —reconoció, después sostuvo su brazo y la giró para verla fijamente—. Me dirás quién eres y que está pasando a no ser de lo siguiente que ocurra no sea nada bonito.

Ella se soltó de él con molestia.

—Escucha, niño rudo, tu nombre se está esparciendo por la ciudad como una maldita plaga, todos te buscan, te pretenden entregar al Oni. Así que o vienes conmigo o te las arreglas tú solo.

—¿Conoces a Oni? —Dudó sorprendido, cuando el grito de alerta de un sujeto les llamó la atención al instante, y no solo a ellos, un grupo de motociclistas emergieron de un callejón y se encarreraron hacia ellos.

—¡Sube ya! —No dijo nada más, se sentó atrás de ella—. ¡Y sujétate bien!

La chica hizo rugir el motor un par de veces y después aceleró a fondo, así emprendiendo la carrera de sus vidas.

Aquella chica manejaba con una destreza y precisión admirables, incluso en el tráfico, cada espacio entre los automóviles y vehículos le era suficiente para maniobrar sin problema, aunque Jonathan estaba aterrado, se aferró a ella con tanta fuerza que parecía un gato asustado.

Los motociclistas aparecieron en su campo de visión, dos por la derecha, y también a la izquierda también uno cubriendo la retaguardia.

—¡Tenemos compañía! —Alertó él. Uno de los motociclistas de la derecha desenfundó un subfusil y disparó.

—¡Mierda! —Exclamó aquella habilidosa mujer apenas logrando eludir las balas.

A la velocidad a la que iban, las balas solamente lograban impactar contra los automóviles, pero ellos no parecían rendirse. Giró de golpe hacia la derecha y tomaron una vía diferente, casi todos los motociclistas reaccionaron a tiempo, excepto por el último, quien cayó de su vehículo al no poder completar la vuelta con éxito. Aceleró mientras sus atacantes seguían disparando, entonces llegaron a un túnel, donde el tráfico estaba mucho más concurrido.

—¡No te sueltes! —Le dijo ella, giró hacia la derecha y se perdió entre los autos, después a la izquierda, otro de los motociclistas impactó de lleno contra una camioneta.

—¡Ay carajo! ¡Estás loca! —Gritó el aterrado Jonathan Mayers. Uno de los motociclistas les impactó de lleno, sacó una Magnum de su bolsillo y trató de disparar, pero Jonathan atrapó el arma y de un tirón se la arrebató, el motociclista comenzó a perder el equilibrio, así que aprovechó el momento y lo pateó con fuerza. El sujeto cayó de la moto.

—¡Bien, solo nos faltan dos! —Habló ella y volvió a girar la motocicleta hacia la izquierda, ellos siguieron. Entonces comenzó a conducir de manera errática, casi queriendo hacerlo en zigzag.

Los motociclistas se separaron y fueron hacia la derecha e izquierda respectivamente, comenzaron a acercarse, entonces frenó súbitamente, la motocicleta rechinó su neumático delantero y casi se caen, pero logró estabilizarla, justo a tiempo para ver como sus perseguidores impactaban contundentemente contra los autos que tenían en frente.

—Cielos... eso... eso fue demasiado intenso... ¿quién demonios eres? —Dudó agitado, y con su corazón a punto de estallar. La chica se retiró el casco y suspiró.

—Me llamo Nahia.

—¿Nahia? Eres la nieta de Kazumi-san —aseguró sorprendido, ella no dijo nada más, volvió a acelerar y se perdió entre las calles.

Nahia condujo durante casi una hora, hasta que llegaron a una zona de moteles no muy agradable a la vista, a leguas se notaba que no eran los mejores vecindarios de la ciudad, ni los más seguros. Se adentró en el deplorable y pequeño estacionamiento de uno, entonces apagó la motocicleta.

—¿Qué hacemos aquí? —Preguntó Jonathan una vez que bajó de la motocicleta y finalmente pudo sentir la seguridad del suelo.

—Tu rostro es el más conocido en estos momentos, necesitamos alejarnos de las calles, así no llamaremos la atención, además, debemos descansar —comenzó a avanzar hacia la calle nuevamente.

—¿Y lo mejor que se te ocurrió como escondite fue un... —miró hacia el letrero color neón—... motel temático?

—¿Tú buscarías al Guerrero Legendario en uno? —Entró en el lugar.

—Entonces sí sabes quién soy yo en realidad.

—¿No escuchaste? Todos lo saben —llegó hasta el mostrador, donde una anciana mujer dormía, babeando y roncando como un motor de barco. Nahia golpeó el cristal, entonces la mujer despertó.

—¿Que quieren? —Preguntó no muy contenta.

—Dame una habitación, ¿quieres? —Respondió igual de malhumorada, aunque Jonathan no supo interpretar si era por la mujer o simplemente ella era así, a mujer refunfuñó, buscó entre las llaves y le entregó una.

—Habitación doce, la televisión no tiene señal y el aire acondicionado no funciona muy bien —mencionó despreocupada.

—Qué alegría —comentó ella. Le arrebató la llave y comenzó a caminar, Jonathan la siguió a través de los pasillos, mirando el estado deplorable del lugar. Finalmente llegaron a la habitación. Y tal como él sospechó, no era muy diferente al resto del hotel.

—Al menos tiene dos camas —declaró—. Pero yo no quiero la que tiene esa mancha rara.

—Tú duerme si quieres, yo montaré guardia —mencionó Nahia, se acercó a la ventana y miró cuidadosamente hacia la calle, las luces neón la envolvieron, haciéndola ver como una pintura.

—Oye, aún no me dices por qué me ayudas —cruzó los brazos y la miró directamente. Ella volteó, reluciendo su rostro de facciones finas.

—La labor del Loto Blanco y todos sus miembros es responder al llamado de auxilio de cualquiera que lo necesite, y más, tratándose del Blazer.

—¿Lee te mandó? —Lanzó la pregunta con mucha más seriedad, ella se notó confundida.

—No conozco a ningún Lee, y nadie me mandó, estoy aquí porque es mi deber ayudar a todo el que lo necesite.

—Así que me ayudarás así nomás, no sabía que en el Loto Blanco todos eran tan altruistas, aunque ahora que lo pienso ni siquiera sabía de la existencia de ellos hasta hace unas horas.

—Estoy aquí por mi cuenta, así que te ayudaré en lo que necesites. Considérame... una especie de guardaespaldas.

—Bueno —se sentó en una esquina del colchón—. No quiero sonar aguafiestas pero... el clan ya no existe más, Oni lo destruyó, así que lo único que buscas proteger es a un chico completamente normal.

—Sé bien lo que ocurrió en el monasterio, pero aun así ¿ya no eres el Blazer acaso? —Jonathan se rascó la nuca.

—Ahora ya no sé si en realidad lo fui alguna vez —admitió con resignación y tristeza, lo que Damon le había dicho era verdad, y simplemente desgarrador, su único propósito en la vida estaba cimentado en mentiras.

—¿De qué hablas? —Se acercó un poco más a él, Jonathan apartó la mirada por el miedo que su presencia le provocaba.

—Larga historia.

—Hasta donde escuché, aquella mujer dijo que la televisión no funciona, así que... dudo que haya otra cosa mejor para pasar el rato —se sentó junto a él en la cama.

—Bueno... ¿por dónde comenzar?

Jonathan acabó contándole todo lo sucedido, desde lo ocurrido en el torneo para obtener el manto de Blazer, pasando por la invasión, hasta llegar a los eventos de hacía días, sin omitir detalle alguno.

Nahia se notó sorprendida, e incrédula por toda su historia, en especial con respecto al Clan y a quién era Damon y toda su organización, pero él le contó la verdad, o al menos la poca que él conocía, y ella al igual debía saberla, para así no pasar algo tan desagradable como lo que vivió con Lee.

Nahia se levantó, se acercó nuevamente a la ventana, ya debían ser altas horas de la madrugada por la profunda oscuridad en el cielo.

—¿Entonces... el responsable de todo esto dice ser... tu hermano? —Atinó a decir, aun tratando de asimilar todo.

—Sí. —Aquello aun lo acomplejaba.

—Pues, ¿y qué es lo que planea? No tiene sentido.

—Sí lo tiene, está acabando con todos los clanes y sub-clanes aquí en Tokio, sin nadie que lo proteja, pretende adueñarse de la ciudad.

—No podemos permitirlo.

—Suenas bastante convencida a detenerlo a pesar de que tiene a toda una organización de asesinos bajo su mando.

—Es solo un hombre, y todos los hombres pueden caer.

—También quiero detenerlo —se levantó—. Pero no tenemos mucho para hacerle frente. —Cruzó los brazos y se encogió en hombros.

—No se necesitan números cuando juegas bien tus cartas.

—Quieres dejar de lanzar frases así, me confundes.

—Hablo sobre que necesitamos planificar qué es lo qué vamos a hacer. Para derrotarlo, primero necesitamos conocer a nuestro enemigo.

—Me parece bien —dejó las manos en sus bolsillos y levantó los hombros—. ¿Tienes algún plan?

—Salgamos a las calles, preguntemos por aquí y por allá, veamos qué planea y hagámoslo arrepentirse.

Sonrió, la fortaleza y decisión en aquella chica era admirable, aun cuando la acababa de conocer hacía horas, había logrado depositar su confianza en ella, la necesitaba, si su plan era hacerle frente a Oni, necesitaba alguien que le cubriera la espalda.

Aquella noche no pudo conciliar el sueño, no solo porque la fachada del motel lo mantenía bastante incómodo, sino por todo lo que había vivido en cuestión de días, había visto a sus amigos morir frente a sus ojos, tuvo que afrontar la pérdida de sus seres amados y además, enterarse de la verdad sobre Damon y como Lee se lo ocultó, solamente lo mantenía taciturno, como un búho.

Giró hacia su derecha y miró con disimulo a Nahia, había dicho que iba a montar guardia, pero parecía que estaba igual o más cansada que él, así que no dijo nada cuando la encontró dormida sobre la cama de al lado. Respiró profundamente y clavó su mirada en el techo manchado de suciedad, y siguió pensando, en especial en su antiguo mentor, preguntándose internamente en ¿qué es lo que estaría haciendo ese viejo en esos momentos? Bufó y trató de dormir, cerró sus ojos y al cabo de un rato logró hacerlo.

A la mañana siguiente, ambos salieron del motel y nuevamente comenzaron a recorrer las calles, claro que en esta ocasión se cuidaban de cada persona que veían pasar, Oni estaba por todos lados, así que debían estar preparados para lo que fuera.

—¿Bien, por dónde comenzar? —Inquirió Jonathan Mayers, llevaba puesta una chaqueta marrón que lo mantenía mayormente en el anonimato, además de eso, se hizo de un cubre bocas, era suerte para él que llevar puesto alguno fuera moda en aquel entonces, así no llamaba en lo absoluto la atención.

—Iremos al Distrito Inyusha, es conocido por los comerciantes de la ciudad, ya que ahí consiguen cosas a menor precio, al ser obtenidos de forma diferente al resto de productos comerciales —respondió Nahia, mordiendo una pequeña empanada de camarón, ese era su ‟desayuno".

—¿Son cosas robadas?

—Robadas, contrabandeadas, hechas aquí de forma ilegal, es un sitio mayormente oculto del ojo público.

—¿Y por qué piensas que ellos sabrán algo de Oni?

—Porque también es uno de los lugares en el cual la ley no está tan presente, la protección ahí está a cargo de las mafias y células criminales, creo que no sería tan raro preguntar.

—Sabes mucho de este bajo mundo, ¿alguna razón en especial?

—No realmente, supongo que me gusta conocer el terreno a la hora de salir a... patrullar.

Atravesaron gran parte de las zonas más conglomeradas de la ciudad, al menos por la gente normal, pero Nahia lo guió bien hasta que llegaron al epicentro de lo que parecía era una zona tal y como ella lo describió.

Cantidades abismales de locales, puestos y edificios dedicados a un comercio un tanto más ilícito, era como entrar en una especie de mercado, un ambiente caótico y bastante ajeno a la organización casi increíble de lo que acostumbraba la ciudad.

Cada paso que daban era seguido de los gritos de los vendedores y comerciantes, al igual que de los trabajadores que pasaban a toda prisa junto a ellos, llevando paquetes llenos de mercancías inimaginables, mientras que la humedad y los olores diversos los envolvían por completo en una fragancia callejera y de cierta forma, conocida.

—Esto será mucho más complicado de lo que imaginé —reconoció mirando hacia todas partes—. Nos tomará una eternidad encontrar información sobre Oni.

—Recuerda tus lecciones, Blazer, uno tiene que tener los ojos bien abiertos todo el tiempo —alzó la cabeza y él miró en la misma dirección que apuntaba, entonces se percató de la presencia de hombres armados, bajaban enormes cajas y las guardaban en un almacén.

—¿Por qué alguien llevaría armas a plena luz del día sino es para proteger algo valioso? —Sonrió perspicaz.

—Chico listo —le dedicó una sonrisa que lo hizo temblar, regresó su vista hacia los hombres armados y se colocó su capucha—. ¿Qué me dices si les damos una visita?

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