LXXII

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La directora Teressa Mörder viste completamente de negro. Lleva un saco muy elegante, además de un pantalón al estilo campana, también de color negro. De seguro para simular luto ante la muerte de Sarah Tinkerbell. El resonar de sus tacones se hace destacable entre el silencio expectante que mantenemos la bibliotecaria y yo. Grace se limpia rápidamente sus ojos con el abrigo morado oscuro que lleva puesto para eliminar los rastros de lágrimas que estaba comenzando a expulsar para luego hablarle de frente a la directora.

—Buenas tardes, señora Mörder —musita—. El joven ya se iba. Sólo vino por un libro que necesita para la clase de Biología —añade con indiferencia fingida

—Ah, pues qué bueno. Así me gusta, estudiante, que se esfuerce por sus estudios —me dice la directora con una sonrisa, simulando interés.

—Nunca está de más esforzarse más de la cuenta —comento mientras le observo el cuello. No puedo dejar de recordar lo que sucedió en la cafetería. Muero de ganas por preguntarle al respecto, pero sé que no puedo, o al menos no directamente—. Sí que se ve mal su cuello. ¿Tuvo alguna caída?

—Eh... No es nada importante. Sólo es un pequeño rasguño que ya pronto se pasará —habla apresuradamente, sonriendo de manera nerviosa.

En eso, observo su mano y veo que contiene algunos rasguños y moretones que trata de ocultar bajando sus mangas al enterarse que yo estoy mirándola fijamente.

—¿Qué le pareció la decoración del comedor de aquel día? —pregunta apresuradamente, casi que sólo por decir algo en el momento—. Fue muy llamativa, ¿no le parece?

—Sí, claro que sí, pero yo diría que demasiado. Con lo del fallecimiento de su asistente creí que sería algo más discreto —me atrevo a decir—. Si hubiera utilizado los maniquíes de seguro sí que hubiera resaltado más —manifiesto.

Digo esto último por los maniquíes que el padre de Dressler me dijo eran para decorar el comedor, los que confundí con cuerpos humanos en su bodega, pero luego él me dijo que la directora no los quiso utilizar.

—No entiendo de qué me habla. ¿Maniquíes dijo? —La directora se mira extrañada.

—Al menos eso me dijo el conserje Richard Gärtner.

Veo que la directora abre sus ojos grandemente y traga saliva de manera profunda.

—Seguro hubo un malentendido. —Grace se entromete, fingiendo una sonrisa.

—Malentendido o no, creo que ya puede retirarse, estudiante. Necesito hablar a solas con la señora Grace —me dice con seriedad.

—No se preocupe. Ya estaba por irme —me limito a decir. Observo que Grace, que está a las espaldas de la directora, escribe algo sobre un trozo de papel, apresuradamente, y luego lo esconde en la palma de su mano. Teressa no se percata de ello.

Me encamino a la salida cuando siento la cálida mano de Grace rozarse con la mía, dándome el trozo de papel sobre el cual escribió hace un momento. Me volteo y veo que ella no me mira ni me dice nada, sino que trata de interrumpir a la directora, que espera no haya visto lo que me ha dado. Me animo por un momento y pienso que tal vez ella no se haya atrevido a decirme nada directamente, pero puede que lo haya confesado en el trozo de papel que me ha entregado.

—¿Qué me decía, señora directora? —Escucho decir a Grace.

Salgo de la biblioteca y observo que el cielo está más oscuro. El clima ha bajado su temperatura y el viento es abundante, dando un giro total al ambiente que dominaba anteriormente; algo que se ha vuelto característico en estos días.

La curiosidad por leer la nota que me ha entregado la señora van der Vaal me invade, pero me resisto. Ya estuve cerca de que Dressler me descubriera leyendo el papel que apareció junto a la rosa negra en la entrada de mi habitación, y no quiero arriesgarme a que vuelva a suceder, así que lo mejor será leerla en mi dormitorio, con la tranquilidad y soledad adecuada.

Me encamino al edificio de habitaciones. A lo lejos puedo ver la capilla, lugar donde supuestamente Sarah Tinkerbell acabó con su vida. Veo como unos trabajadores colocan un lazo negro como símbolo de luto arriba de la entrada principal. Por lo menos la directora está mostrando algo de respeto luego de haber mantenido la decisión de realizar la fiesta.

Subo hasta mi habitación rápidamente y cierro la puerta, agitado. Desdoblo desesperadamente el trozo de papel que me dio la bibliotecaria y me siento en mi escritorio, el que está junto a la ventana, y leo cuidadosamente lo que está plasmado en él.

"Mire, joven, le pido por favor que no me siga molestando con este asunto porque no va a llegar a ningún lado. La directora no es partícipe de ningún acto de maldad, y mucho menos yo soy su cómplice. Sólo le digo que, si realmente cree que hay alguien detrás de todo esto, está tomando el rumbo equivocado".

Lanzo una profunda exhalación mientras tiro el papel a la basura y me recuesto en la silla. Doy un golpe sobre el escritorio con mi puño para tratar de calmarme. Pensé que de este escrito obtendría la guía que me llevaría a cumplir mi venganza, pero he terminado con más dudas acerca de si estoy siguiendo el camino correcto, ya que puede ser que Grace tenga razón, pero hay algo que me resulta curioso. Me ha llamado mucho la atención la letra temblorosa que la bibliotecaria ha empleado para escribir la nota. No sé si ella escriba así siempre, pero eso es señal de que estaba nerviosa.

Son tantos sospechosos que ya no sé en quién desconfiar.

Un cuervo que hace un intento por ingresar a mi habitación a través de la ventana, pero que termina chocando con el vidrio, me hace reaccionar y recordarme de que no debo confiarme al mantener la ventana libre de toda vista, por lo que busco algo que pueda servirme de cortina y así estar en un privacidad completa. Encuentro una cortina de color rojo carmesí en el armario y la coloco en la ventana.

—Así está mejor —digo una vez que la he puesto.

Observo los libro de Medicina que tengo sobre el estante. Decido tomarlos y estudiar un poco, ya que aún es temprano para ir al laboratorio a preparar la sangre artificial y no debo dejar mis estudios de lado. Me siento en el escritorio nuevamente y me hundo en la lectura de los libros, reteniendo rápidamente su contenido, cosa que agradezco de tener una mente que memoriza muy rápido las cosas.

La noche comienza a imponerse. El día está llegando a su fin y la oscuridad empieza a hacerse dominante. Me entero de ello ya que los escasos rayos de claridad que se miraban en los alrededores de la cortina ya no están. Observo mi reloj de mano y veo que son las seis y media. Después de todo, el tiempo se me ha pasado muy rápido. Falta media hora para que mi transformación se haga presente, y creo que ya no me da tiempo de ir al laboratorio a crear la sangre artificial, por ahora.

Lo mejor será esperar aquí a que pase, aunque no sé si funcione, pero prefiero eso a estar al aire libre con el peligro de que alguien me vea o que lo asesine. Le pongo cerrojo a la puerta y me tumbo en la cama por un momento para esperar a que llegue mi transformación, aunque suene estúpido. Miro a mi derecha y veo que mi computadora portátil está sobre la mesita de noche, y es ahí cuando recuerdo algo.

He sido un tremendo idiota en arriesgarme a ser visto buscando la receta de la sangre en la sala de computación, teniendo una computadora en mi habitación. La tomo y la enciendo para buscar otra cosa en la que no he podido dejar de pensar: los maniquíes de Richard Gärtner. ¿Por qué me dijo que la directora los iba a utilizar en la decoración, cuando en realidad no era así?

Busco en internet la palabra "maniquíes chinos" para ver qué información encuentro al respecto, y creo que los resultados me responden todas mis dudas, ya que aparecen enlaces que llevan a compañías que venden muñecas de compañía para hombres solteros, muy similares a las que el conserje guardaba en su bodega, y precisamente en ese momento el reloj marca las siete de la noche. Dejo mi computadora a un lado y me pongo de pie.

Empiezo a sentirme desesperado, con mucha ansiedad. Mi cuerpo empieza a temblar. Mis venas sobresalen de mi piel y mis garras crecen. Rompo el abrigo que llevo puesto con mis propias manos y comienzo a lanzar leves quejidos mientras me muevo por toda la habitación, abrumado, desordenando todo el lugar, y así me mantengo por unos segundos hasta que unos golpes en la puerta me hacen reaccionar y comenzar a recuperar mi estado de tranquilidad.

—¿Keyland? —Escucho decir a Ámbar—. ¿Estás bien? Oí algunos ruidos extraños provenientes de tu habitación.

—Estoy bien —pronuncio con mi voz grave luego de aclararme la garganta.

—¿Seguro? —consulta nuevamente al notar otro ruido.

—Sólo vete. No está pasando nada —digo, y dicho esto, choco contra mi escritorio y boto los libros que tenía sobre él.

—Keyland, ¿necesitas ayuda en algo? —habla nuevamente, pero la ignoro—. Si no me abres, entraré a como dé lugar —vuelve a comentar la de cabello rubio, irritándome con tanta insistencia, así que me acerco y abro la puerta de manera brusca e impulsiva.

La figura de Ámbar se posa ante mis ojos. Está vestida elegantemente, como si fuera para algún lugar, o para verse con alguien, además de que se ha maquillado mucho más de lo que es común en ella. Su vestido de color rojo como la sangre moldea su figura, además de que sus rizos dorados caen sobre su espalda. Sus mejillas se miran coloradas y sus labios poseen el mismo tono que el vestido.

—¿Qué quieres? —digo con la puerta medio abierta.

—Eh, yo... —Se queda inmóvil mirándome fijamente, pero no precisamente a mi rostro, y sonrojada. Bajo mi mirada y veo que tengo un sector de mi camisa rota, por lo que parte de mi pálido y cadavérico abdomen queda a la vista, así que busco algo para taparme de inmediato y salir de la incomodidad—. Yo... me preocupé por el ruido. Creí que estabas en peligro, así que quise cerciorarme de que estuvieras bien —añade luego de sacudir su cabeza para poder dejar de mirarme.

—Pues ya ves que no pasa nada —le aclaro—. Ahora largo.

Permanezco en la entrada de mi habitación para esperar a que ella se dé la vuelta e ingrese a la suya. Observo que Ámbar mira hacia el interior de mi dormitorio, específicamente a la cama, sobre la cual está mi computadora con la última información que busqué acerca de los maniquíes.

—Ah... Lamento interrumpirte en lo que estabas haciendo —dice, luego de haber visto la pantalla de la computadora portátil y tragar saliva—. Nos vemos mañana. —Se retira de manera apresurada con algo de vergüenza.

Doy una exhalación y luego cierro la puerta. Observo el desastre que he hecho, por lo que comienzo a acomodar el desorden que hay en la habitación. Apago mi computadora después de haberme salido de los sitios de muñecas de compañía para hombres solteros y busco otra ropa para vestirme para ir, ahora sí, al laboratorio. Me pongo un abrigo negro con capucha y un pantalón del mismo color. Busco la receta de la sangre y la guardo en un pequeño bolso que llevaré para traer ahí los frascos llenos de dicho líquido.

Abro la puerta y salgo de mi habitación. Me aseguro de cerrarla bien, y en eso siento una sensación extraña. Es como si alguien me estuviera observando. Miro a mi lado y no veo a nadie presente en la oscuridad nocturna. Ignoro esa percepción y me encamino hacia el laboratorio en silencio y de manera cautelosa.

La noche es fría y el viento que sopla la hace aún más baja de temperatura. Camino bajo la luz de la luna hasta mi destino atravesando el camino rodeado por el bosque, el cual me transmite su característica mala vibra de siempre, y me freno en la entrada de la puerta del salón. Aún sigo sintiendo la sensación que tuve en la puerta del dormitorio. Es como una mira penetrante y fija que siento que viene de la oscuridad, pero no logro ver a nadie. Sacudo mi cabeza para ver si todo esto es producto de mi mente y así poder concentrarme en lo que voy a hacer.

Me preparo para ingresar al lugar, pero en ese momento recuerdo algo. ¡No sé cómo abrir la puerta sin la llave! No es algo que haya intentado antes, ya que nunca había necesitado ingresar clandestinamente a algún lugar, y debí pensarlo antes de venir aquí, aunque, sabiendo que es el aula del profesor Mark Dössel, hay una gran probabilidad de que haya olvidado cerrar la puerta, y para mi fortuna así es.

Río levemente de pensar en lo tonto que es y miro a mi alrededor para ver si hay alguien rondando por estos sectores, pero compruebo que no, así que me hundo en el interior del Laboratorio de Química de la Universidad Medical Mörder. Cierro la puerta nuevamente para evitar que alguien pase y la vea abierta. Prendo un foco que traigo para que me ilumine y así evito encender la luz del lugar, que sería más destacable y fácil de percibir.

Leo los ingredientes y busco cada uno de ellos en los lugares donde son guardados para realizar experimentos en clase y los voy agregando hasta formar la mezcla. Veo que todo va quedando perfectamente, a excepción de la consistencia. Es muy líquida y le falta un poco de viscosidad, así que voy por más ingredientes para prevenir que haya quedado mal, y justo cuando me doy la vuelta para regresar junto a la sangre artificial me topo con que hay otra persona más en el laboratorio junto a mí, dejándome helado, más de lo que ya soy.

—¿Keyland? —musita—. ¿Qué haces aquí?

Debí prevenir que podría encontrarme con esa persona.

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