LXXIV

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Llegamos hasta el aula sin que nadie pronuncie una sola palabra más, para mi suerte, y además lo hacemos a tiempo, ya que una lluvia torrencial empieza a caer del cielo encapotado, y los truenos no se hacen esperar. Ya nuestros demás compañeros están en sus respectivos lugares. Los tres tomamos asiento en los últimos campos que quedan. La profesora está sentada en su escritorio, sosteniendo una taza blanca a la altura de su pecho.

—¡Buenos días, queridos chicos! —saluda la profesora Marie Potter mientras bebe un último sorbo de café y se pone de pie, dejando la taza sobre su escritorio—. Es una lástima que el día haya amanecido así, tan triste. —Se acerca a las ventanas y cierra las cortinas—. Esperemos que para la tarde ya haya cambiado el clima para que pueda realizarse la fiesta a como debe.

—¿Usted irá a la fiesta, profesora? —le pregunta una estudiante.

—¡Claro! Estoy ansiosa por que llegue. Será algo inolvidable —pronuncia sonriente, pero pronunciando esto último seriamente, y por muy extraño que parezca, me hace sentir un poco raro, ya que percibo una mala vibra. No sé por qué, pero la he estado sintiendo mucho en lo poco que va de este día.

Observo a mi izquierda y veo que allí se encuentra Ámbar. Ella se mira diferente, como avergonzada por algo, ya que apenas la vuelvo a ver me aparta la mirada, ocultándose el rostro con el cabello y tragando saliva profundamente; todo lo contrario a Lily, quien me sonríe mientras me saluda desde lejos, debido a que está sentada al fondo, como de costumbre.

—¿Ya nos podemos ir, profesora? —pregunta Keren con impaciencia.

—¿Qué? —La señora Potter se mira confundida y sorprendida—. Pero si la clase aún no empieza.

—Lo sé, profesora, sólo que necesitamos tiempo para alistarnos para la Fiesta de Bienvenida. —Keren se mira muy ansiosa—. Sólo tome asistencia y déjenos ir. —Rueda los ojos.

La profesora ríe por un momento.

—No se preocupen, muchachos. La señora directora nos avisó que las clases serán suspendidas al mediodía, así que tendrán varias horas para prepararse para la fiesta. —Sonríe—. Por ahora, debemos avanzar con la materia. Saquen el libro que les pedí que trajeran de la biblioteca —comenta mientras se acerca a la pizarra y borra lo que estaba escrito sobre ella.

Abro mi bolso y saco de él el libro que conseguí con Grace. Lo miro por un momento, recordando todo lo que tuve que pasar para poder obtenerlo.

—Muy bien. Hoy hablaremos de un tema que a mí me fascina —manifiesta la profesora con entusiasmo mientras escribe con un marcador rojo sobre la pizarra—. ¡La reproducción sexual! —exclama—. Primeramente, creo que ya todos deben saber la importancia de ésta para preservar la vida en el planeta, y que la gran mayoría de seres son capaces de realizarla.

—¿Hasta los fantasmas? —pregunta Dressler luego de alzar la mano.

—No sé si los fantasmas, señor Gärtner, pero según los investigadores, seres como las hadas, los hombres lobo, e inclusive los vampiros, son capaces de reproducirse —explica la profesora con emoción. Parece que es un tema que disfruta mucho—. Aunque aún no se ha comprobado del todo. —Tuerce los labios.

En ese instante, siento la mirada penetrante de Ámbar, y después la rubia se la dirige a Lily, y la de cabello marrón luego me observa a mí. Yo les aparto la vista con incomodad. ¿Acaso es un juego de miradas?

—Pero eso es hipotéticamente hablando, ya que dichos seres no existen —pronuncia Keren con sorna.

—Ah, claro, claro... —contesta la profesora, asintiendo con la cabeza.

—¿Cómo están tan seguras? —pregunta Luck en un tono extraño—. Con lo pequeño que es el mundo, uno nunca sabe. ¡Es más!, puede que ahorita mismo estemos compartiendo con uno de esos seres, o tal vez con más... —añade, mirándome con malicia.

Aprieto mi puño con fuerza para tratar de contenerme, ya que si reacciono dejaré mucho que pensar, pero Lily parece no poder hacerlo.

—¿Y si así fuera qué? —Se pone de pie bruscamente—. ¿A ti qué te interesa?

Luck comienza a reírse mientras Lily se acerca para tirársele encima, pero la profesora la detiene.

—¡Tranquilos, tranquilos! —Se interpone, haciendo que el asunto se calme—. No nos enfocaremos en eso por ahora, muchachos. —Sonríe, haciendo que Lily vuelva a tomar asiento—. Lo que quiero es que me hablen sobre la reproducción. Que me escriban todo lo que sepan acerca de ella, lo que piensan... Absolutamente todo.

—¿Para qué? —pregunta Keren, fastidiada.

—Porque ese será el trabajo de hoy, señorita.

—¿Y qué pasa si... no conocemos mucho sobre el tema? —le consulta Dressler con timidez, levantando la mano, mirando de soslayo a Mónica.

Algunos ríen disimuladamente.

—Eh, bueno, yo podría explicarle un poco sobre... —comienza a decir la profesora, pero unos golpes en la puerta la frenan y hacen a todos dar un brinco del susto.

La profesora Marie Potter se acerca a la puerta. Yo la noto con algo de temor e incertidumbre, y la abre, dejando ante nosotros la imagen de la persona que estaba tocando y que realmente no desearía ver.

—Buenos días —pronuncia con su tono de voz grave el señor Richard Gärtner, que se mira muy serio y con los ojos hinchados.

—¡Ah, es usted! —La profesora respira aliviada mientras ríe, colocándose una mano sobre el pecho para sentir sus acelerados latidos cardiacos—. ¿Qué lo trae por acá? —consulta con una sonrisa.

—Busco a mi hijo —musita. Su rostro se mira triste. Nunca lo había visto así.

—Ah, claro —dice la señora Potter con seriedad, luego de ver su estado—. Dressler, cariño, es tu padre —le dice al de corte de hongo dirigiéndole la mirada.

—¿Papá? —Dressler reacciona confundido.

—¿Hay algún problema con que me lo lleve, señora Marie? —le pregunta el conserje a la profesora.

—Eh... No —contesta con confusión.

—Yo luego le explico —le dice—. Vámonos, hijo.

Dressler toma sus cosas y se retira con su padre en medio de un silencio expectante. Pasan algunos segundos hasta que se escucha un repentino grito de tristeza, acompañado de llanto, que se va alejando cada vez más.

—¿Qué? —La profesora se pone frente a nosotros—. Aquí no ha pasado nada. Comiencen.

Me quedo pensando en lo que acaba de suceder. No quiero imaginarme algo malo, pero mi mente ya se está acostumbrando a ello.

Las horas pasan rápidamente hasta llegar al mediodía, que se hace presente con un potente sol que deja atrás el día oscuro y la lluvia que abundaba. El timbre de salida nos anuncia que la clase ha terminado y muchos lo festejan.

—¡Al fin! —exclama Keren, emocionada.

—Dejen todos sus trabajos sobre mi escritorio —anuncia la profesora—. ¡Los veo en la fiesta!

Me retiro del salón de clases para dirigirme de inmediato a mi habitación y evitar que los demás chicos me insistan para que vaya a la fiesta. Veo que ellos se reúnen y empiezan a planear acerca de lo que van a hacer, así que salgo y empiezo a caminar con velocidad para alejarme de ellos, pero me topo en las afueras del salón de clases a Lily, para mi mala fortuna.

—¡Hey, Keyland! —dice sonriente mientras se me acerca—. Al fin qué, ¿vas a ir a la fiesta?

—No lo creo.

—Deberías. Es una buena manera de distraerse por un momento y olvidar el estudio. ¡Anda, diviértete un rato! —dice mientras me empieza a sacudir, pero yo la aparto de mí—. Piénsalo. —Me guiña el ojo—. Te dejo. Iré a buscar a mi compañera de habitación para que nos vayamos a preparar. ¡Espero verte allá, así tal vez la conozcas! —grita mientras se aleja de mí, introduciéndose en los pasillos del fondo.

Ruedo los ojos. ¿Qué me interesa a mí conocer a su compañera de cuarto? No entiendo por qué es tan insistente con el tema. Tomo un suspiro mientras comienzo a tomar rumbo hacia mi habitación. Puedo toparme en el camino con varios trabajadores que llevan cajas en las que se puede observar que hay varios adornos para la fiesta, así como máscaras o antifaces que me generan un poco de intriga, aunque no sé por qué.

Atravieso el bosque tratando de no mirarlo, pero la sensación que me transmite es imposible de evitarla. Llego hasta el edificio de habitaciones y subo por el ascensor al piso seis. El lugar se mira vacío y lleno de silencio. Todos están reunidos planeando lo que harán para la fiesta, pero creo que luego todos vendrán a sus habitaciones para prepararse, así que el bullicio vendrá pronto y la paz será momentánea.

Cuando las puertas del elevador se abren, salgo de él y camino hacia mi habitación, pero antes de ingresar escucho unos pasos provenientes de la escalera que cada vez se oyen más cercanos.

—Apúrate, hijo, debemos tomar el tren antes de que nos deje —grita el conserje Richard Gärtner mientras baja las escaleras—. ¡Ah, joven Keyland! —dice tras mirarme y se acerca hacia mí—. ¿Ya se irá a preparar para la Fiesta de Bienvenida de la universidad?

—No, señor Gärtner. Yo no suelo asistir a ese tipo de eventos —le digo mientras lo miro fijamente, mostrándome fuerte ante él.

—Es una pena. Esos actos son muy especiales, no debería perdérselo. Es algo que será inolvidable, se lo aseguro. Quedará en su memoria para siempre —pronuncia fríamente mientras en sus labios se esboza una sonrisa llena de malicia—. Yo aún recuerdo todas las fiestas y actividades a las que asistí en mi época de estudiante. ¡Qué tiempos! Fue hace mucho ya. —Ríe levemente—. Es una lástima que Dressler y yo no podamos estar, ya que tenemos que hacer un viaje urgente. Es con respecto a mi hermana, sabe... —Hace una pausa— Ella ha fallecido.

—Lo lamento mucho. —Trato de fingir asombro y compasión, aunque era algo que ya esperaba.

—Estoy listo, padre —comenta Dressler sin ganas mientras baja las escaleras y se incorpora—. Ah, hola, Keyland —dice con la voz triste.

—Ya me contó tu padre lo de tu tía Carmela. Lo siento mucho —expreso, intentando simular pena realmente.

Dressler me observa y abre los ojos enormemente con un poco de susto y de temor, ya que sabe que él es el causante de la muerte de su tía, aunque no lo quiera, y luego traga saliva.

—Joven, retome su idea sobre asistir a la fiesta. Le vendrá bien, se lo seguro —me sugiere el conserje—. Dressler, debemos irnos porque nos va a dejar el transporte —dice mientras comienza a caminar hacia el ascensor y se introduce en él.

—Ve tú, padre, yo ya te alcanzo. Necesito hablar con Keyland sobre... ya sabes, cosas de amigos. —Finge una sonrisa y yo frunzo el ceño. Espera a que la puerta del elevador se cierre para articular unas palabras—. Dime qué tenían esas pastillas, Keyland. ¡¿Qué enfermedad tan grave tienes para tomar una pastilla que puede causarle la muerte a alguien?! —me reprocha, alterado.

—No es nada —miento enseguida, negando con la cabeza—. De seguro tu tía era alérgica a algún ingrediente que traía, no sé...

—¿No estabas pensando en suicidarte con esas pastillas? —pregunta con impaciencia, colocando sus manos sobre mis hombros.

—¡Claro que no! —Le quito sus manos de mí con brusquedad

—Espero que lo digas en serio, Keyland —manifiesta mientras me examina con la mirada—. A mí me harías mucha falta si te murieras.

Trago saliva y sonrío por dentro.

—Sí, lo que digas, ahora vete que tu padre te está esperando —digo mientras abro la puerta de la habitación.

—¡Espera! —Me frena—. Hay algo más que quería pedirte. Es sobre Mónica —pronuncia avergonzado.

—¿Qué? —Ruedo los ojos.

—Quiero que no la dejen sola, ya que yo no podré estar para acompañarla, y después se deprime, ya sabes, por la muerte de su mejor amiga.

—Está bien. —Trato de sonar crédulo, ya que en realidad no lo haré.

—¿De verdad? —Sonríe—. ¡Gracias, Keyland! —Me da un repentino abrazo.

—¡Quítate! —Lo aparto—. Recuerda que vas para un funeral y que tu padre te está esperando.

—Ah, cierto. —Su aspecto vuelve a tornarse triste—. Despídete de Mónica por mí, ya que ya no me da tiempo de buscarla. Dile que nos veremos mañana, cuando regrese.

Comienza a bajar las escaleras mientras yo ingreso a mi habitación y cierro la puerta. El sol está muy potente y caliente, ya que así lo indican los rayos que ingresan por la ventana del dormitorio, por lo que cierro la cortina para impedirlo y dejar el lugar en una oscuridad envolvente. Tomo la libreta donde había apuntado todos la datos de los sospechosos y me recuesto en la cama para continuar analizándola. Mientras leo las líneas en las que hablo de Megan van Hutten, recuerdo cómo era su rostro, perfilado, en el que destacaban sus ojos azules de mirada penetrante. Su voz, dulce y misteriosa casi parecía un susurro. Aún no la olvido, pero ya va tiempo de que no la he vuelto a ver, y creo que debo resignarme a que fue sólo producto de mi imaginación y que ella en realidad no existió ni va a existir. Continúo leyendo lo demás, pero, sin darme cuenta, mi mente comienza a sumirse lentamente en el misterioso mundo de los sueños.

Mi alrededor es completamente oscuro. Trato de ponerme de pie y lo logro, aunque mi entorno continúa siendo el mismo. Avanzo para tratar de encontrar otro panorama distinto, pero parece inútil, no hasta que empiezo a escuchar una leve y dulce melodía de piano que se introduce en mis oídos y me hace recordar a las que tocaba mi padre. De pronto, observo que al fondo del lugar hay una puerta abierta, iluminada, de la cual proviene la música, por lo que empiezo a correr hacia ella.

Cuando estoy por llegar, sonrío aliviado, pero unas criaturas misteriosas me impiden el paso, haciéndome dar un salto hacia atrás debido a sus escandalosas máscaras. Puedo mirar hacia el interior de esa puerta un poco, ya que ellos no tapan la vista por completo, y logro observar que hay una gran cantidad de personas allí dentro, todas con antifaces. La melodía cada vez se acelera más y más hasta un punto en el que alcanza el límite y los seres con máscara que estaban frente a mí sacan una pistola y luego se voltean para dispararle a las personas allí presentes mientras ríen a carcajadas malévolas.

Yo trato de huir de ahí de inmediato, pero de igual manera una bala logra darme en la espalda, atravesándome hasta llegar a mi corazón. Es ahí donde me despierto bruscamente. Coloco mi mano sobre mi pecho y veo que está intacto, por lo que sólo se ha tratado de otra pesadilla. Me levanto y observo por la ventana que el atardecer está empezando a llegar. Reviso mi reloj y veo que son las cuatro con cuarenta y cinco minutos, por lo que la fiesta ya debe de estar por comenzar. Salgo de mi habitación y camino un poco por el solitario pasillo. Me recuesto en la baranda que me separa del abismo para mirar el cielo y su atardecer por un momento y relajarme luego del mal sueño, dejando que la brisa de otoño golpee mi rostro. No sé cómo interpretarlo, ni qué quiera decirme.

Observo a lo lejos que los estudiantes se acercan al Gran Comedor de la universidad, que desde aquí se mira muy decorado, y en ese momento logro comprender todo cuando veo que los chicos llevan disfraces variados, pero, además de eso, sobre sus rostros tienen colocados unos coloridos y llamativos antifaces. ¿Y si el sueño se trata de una premonición de que algo malo puede suceder en la fiesta? No sé si sea la manera correcta de interpretarlo, pero prefiero no arrepentirme después de no haberlo hecho.

Voy rápidamente a mi habitación y busco algo que me pueda servir de disfraz, pero no encuentro nada. Pienso en ir a la exhibición de trajes con la esperanza de que aún quede alguno, pues es lo único que se me ocurre, así que salgo y cierro mi dormitorio con seguro. Bajo por las escaleras para llegar lo más rápido posible y atravieso el camino rodeado por el bosque corriendo. Observo a lo lejos que el hombre encargado de exhibir los disfraces ya está guardando en una bodega todas las cajas y percheros que había en exhibición con los trajes, así que me apresuro para impedirlo.

—¡Espere! —exclamo mientras me acerco—. ¿No queda algún disfraz por ahí?

—Lo siento, chico, ya todos se agotaron —dice con su voz ronca, mordiendo un cigarrillo—. Debiste haber venido antes.

Tuerzo los labios y él continúa guardando las últimas cajas. Me marcho de ahí, cabizbajo, ya que no podré asistir a la fiesta sin un disfraz, pero la voz del hombre me hace devolverme.

—¡Hey, espera! Creo que queda uno —me grita—. No sé si lo quieras, pero es la única opción.

El hombre saca un traje del interior de la caja y me lo muestra. No podía ser otro más que el disfraz de vampiro que Luck me dijo que usara cuando estuve viendo los disfraces con los chicos.

—¿No habrá quedado otro por ahí? —pregunto, aunque sé que es poco probable.

—No, este es el único, aunque no está nada mal, déjame decirte. Es un disfraz de vampiro y combina con tus características físicas, así que creo que te quedaría perfecto. Piel blanca, pelo negro...

—No me diga eso —hablo enojado, callándolo.

—¿Lo vas a querer o no? —me consulta el hombre.

Lo pienso por un momento, e incluso estoy a punto de rechazarlo e irme, pero no puedo dejar pasar esta oportunidad que tengo. Si tuve ese sueño fue por algo, y no lo voy ignorar.

—Me lo quedo.

Él me lo entrega y posteriormente cierra la bodega.

—¡Que te vaya bien! —exclama.

Me dirijo nuevamente hacia mi habitación para vestirme rápidamente. Pronto serán las cinco y la fiesta comenzará, así que tengo que apurarme. Me quito la ropa que anteriormente usaba y me coloco el traje de color negro en el pantalón y camisa roja y blanca. Me observo en el espejo para ajustar los últimos detalles, doblando de manera correcta las solapas del cuello y acomodándome la capa trasera. Me siento tan idiota usando esto, ya que es algo que los humanos creen que los hará parecer vampiros, y en realidad no les contribuye en nada. Los hace parecer unos ridículos.

Veo mi pálido rostro en el reflejo, el cual está perfecto para el disfraz, aunque me moleste, y mi oscuro cabello negro, que lo envío hacia atrás con ayuda de un peine. Doy un último suspiro y me encamino a la salida, pero recuerdo que pronto serán las siete de la noche y no creo que la fiesta haya terminado para ese entonces, así que tomo un frasco de sangre artificial y lo introduzco en uno de los bolsillos del pantalón. Siento que esta noche será especial, y espero que en realidad así sea, porque ya me estoy cansando de tanto esperar por mi venganza.

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