LXXXVI

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Maratón 1/3

¡Hola a todos! Como pudieron leer, habrá una maratón especial de Halloween. En total serán tres capítulos. El primero lo subiré hoy (obvis), el otro mañana y el último el 31 de octubre. Que los disfruten (:

PD: la imagen es reutilizada del año pasado que no sé por qué no la usé. Creo que lo olvidé xD.

Siente que es absurda la idea de haber asistido a la Fiesta de Bienvenida de la Universidad Medical Mörder. Es totalmente aburrida y una pérdida de tiempo, pues de momento no ha visto nada que le interese, pero ese pensamiento sobre el evento da un giro y se torna alegre al ver a su querido Blood ingresar al salón del gran comedor. Verlo le provoca un sinfín de emociones en su interior y desata una ansiedad tremenda casi imposible de resistir, e incluso está a punto de ponerse de pie e ir hacia él, pero se frena. Tiene que disimular un poco, pero el muchacho le complica su tarea al ver que lleva puesto un disfraz de vampiro. Piensa que quiere darse a conocer, lucir su verdadera identidad ante todos, pero le da miedo. Aún así, eso le genera una gran sonrisa. Sabe que todo será poco a poco. Su lado malicioso sobresaldrá en algún momento. Sólo es cuestión de tiempo.

Durante el transcurso de la fiesta, el único motivo que le mantiene ahí presente es Blood, porque no le interesa la compañía de nadie más, aunque sabe disimularlo muy bien conversando con sus compañeros humanos que realmente no le importan en lo absoluto, pero que tiene que fingir que sí. Ha estado constantemente cerca de él, demasiado. Ha podido oler su aroma, fantasearse con su corazón estando tan cercano, sentir su frío aliento, pero le es muy difícil controlar su ansiedad. Es tremendamente irresistible.

Hay un momento en el que ya no puede aguantar más y tiene que alejarse de él y sus supuestos amigos. Su sed de sangre está al borde y siente la necesidad de asesinar a quien sea cuanto antes, por eso no puede permanecer aquí. Aún no debe mostrarse ante todos. Quiere hacerlo, pero debe esperar. Lo bueno es que ya falta poco tiempo.

Se dirige al bosque para ver si puede calmarse. Se introduce en las profundidades de la zona, divisando desde lejos a sus presas. Piensa que únicamente encontrará animales y tendrá que conformarse con ellos, pero sus ansias se desbordan cuando ve que hay humanos en lo alrededores del bosque de la universidad. Primeramente, en una zona alejada y oscurecida por la sombra de un árbol, dos jovenes permanecen fundidos en un caluroso abrazo y en un apasionado beso. El hombre no tiene puesta su camisa, dejando así ver su musculoso cuerpo, mientras que la mujer se quita lentamente también su disfraz, quedándose en ropa interior.

—Edward... —La chica rubia se frena—. Para.

La mujer muerde su labio inferior, gimiendo, separando sus labios de los del hombre.

—¿Qué pasa, nena? —El chico se pasa una mano por su boca, que ha sido teñida por el labial de la fémina.

—No, es que... Aún no estoy lista —musita, nerviosa y un poco avergonzada, dándole la espalda.

—¿Entonces no me amas? —Edward vuelve a ponerse frente a ella, mostrándola una mirada seductora.

—No es eso. —Rueda los ojos—. Claro que te...

—Entonces demuéstramelo. —El chico le habla con dureza y le dedica una sonrisa ladina, guiñándole un ojo; cosa que le resulta irresistible a la muchacha, pues vuelve a entregarse al joven por completo, dejando que pase lo que tenga que pasar. O más bien lo que su novio quiera que pase.

Arruga la cara y rueda los ojos al ver la romántica escena; muy cursi para su gusto. Bien puede ir donde ambos y asesinarlos de una buena vez, succionándoles la sangre hasta secarlos por completo, pero se frena. No es que no quiera arruinar la pasión entre ellos, porque más bien le daría gracia, pero no tiene tiempo para perderlo en tonterías. Necesita a alguien cuanto antes para alimentarse; alguien que esté libre y sea fácil de capturar. Ya no quiere esperar más. Sale corriendo de allí, haciendo bastante ruido que, gracias al momento erótico que vive el par de adolescentes, no le escuchan.

Se topa que en una esquina, bajo la negrura de un árbol que aún conserva sus hojas, hay una chica pelirroja, cabizbaja. Su rostro pálido está teñido de colores varios debido a que su maquillaje se ha corrido por las abundantes lágrimas que expulsa.

—¡Ay, Sarah! No sabes cuánta falta me haces. Desearía que estuvieras conmigo, que habláramos, riéramos juntas, nos contáramos secretos... —susurra, dando una profunda exhalación y rompiendo a llorar de nuevo.

Ríe levemente, asegurándose de que la chica no le oiga. Al parecer la pelirroja está así de afligida porque extraña a la maldita rubia caprichosa a la cual no pudo asesinar. Ella se salió con la suya, pero esta vez no será así. No permitirá que nadie le vuelva a ver la cara. Su amiga se siente triste y sola, así que más bien le hará un gran favor.

Camina a las espaldas de Mónica Hart y le tapa la boca con su mano derecha de manera brusca para ahogar el grito que prevé que va a lanzar cuando le clave sus colmillos en el cuello para succionarle su sangre. Y así pasa, lo que demuestra que ya tiene suma experiencia en actos como éste. La sangre de la pelirroja es muy dulce y tiene una aroma delicioso que le hace llenarse de excitación hasta más no poder cuando chupa su cuello.

Se asegura de que la chica no pruebe su sangre; esto porque ella le muerde su dedo índice para tratar de quitarle la mano que le ha puesto sobre su boca y así poder suplicar por ayuda para que le salven la vida, según ella, por lo que decide darle un fuerte golpe a su cabeza contra el tronco del árbol más cercano, noqueándola y ahorrándose problemas. Visualiza su dedo y ve que tiene un poco de sangre y una herida que enseguida se cura, pero cree que no es nada de qué preocuparse. Piensa que ha quitado su mano a tiempo y que la chica no ha logrado ingerir dicho líquido, pero lo cierto es que sí lo hizo. Una pequeña, pero suficiente gota, se introdujo en su boca y en su organismo antes de su fallecimiento.

Se pasa el dorso de su mano sobre los labios y ve la preciosa sangre humana color escarlata sobre ella. El aperitivo ha estado delicioso, pero no ha quedado con la satisfacción suficiente. Necesita más; mucho más. Sigue avanzando a una gran velocidad, atravesando todo el bosque en busca de otra presa a la cual desangrar para calmar su sed descontrolada. Visualiza algunos animales, pero los ignora. Hoy no quiere sangre animal, quiere humana. Y ¿por qué no, si puede conseguirla?

Cuando siente la presencia cercana de uno de esos seres gracias a su inocultable olor, baja la velocidad y se mantiene de forma cautelosa. Hay un chico obeso, recostado a un árbol, con ropa casual, lo cual le sorprende porque quiere decir que no ha asistido a la fiesta. El muchacho también está llorando como la otra chica, ahora fallecida. Parece que es el bosque de los lamentos.

Eso le causa gracia. Todo lo que venga de sí será perfecto, hasta sus ocurrencias e ideas. Inclusive sus chistes.

—Ya no quiero vivir... —musita Josh Williams para sí mismo, quebrando su voz—. No sé por qué todos me molestan. Yo lo he hago nada a nadie. ¡Que yo sea obeso no le afecta a nadie! —añade, desesperado, sin comprender lo compleja que es la vida.

Ríe a lo bajo, colocándose su mano sobre la boca para impedir que le escuchen. Parece que su próximo alimento está listo: sangre caliente y fresca de un gordo depresivo.

Colocándose detrás del árbol, al lado contrario de Josh, con sus manos toma al chico del cuello y se lo aprieta con fuerza, haciéndolo perder el aire poco a poco y quejarse, expulsando balbuceos. Asegurándose de no asesinarlo aún, lo suelta cuando ya está algo mareado, débil, preparándose ahora sí para tocar con suavidad las venas y arterias de su cuello, buscando la ideal para succionar y ensartando sus afilados dientes en la seleccionada. Lanza algunos ruidos como producto de su ansiedad que va siendo controlada a medida que bebe toda la sangre que puede, dejando al chico muerto, lívido en el suelo.

Se levanta y visualiza al muchacho, sintiendo orgullo de su obra maestra concluida, pero aún no acaba. Todavía le falta la cereza en el pastel. Aún no calma su sed de sangre. Quiere tomar más. Se aleja a una gran rapidez, enfocándose en su destino ya decidido. Le faltan dos personas a las cuales asesinar. No quería interrumpirles todavía su tarde romántica de sexo a plena luz del día en medio de una fiesta y en el bosque de la universidad, pero bueno. Es lo que hay.

Mantiene la calma cuando ya está cerca de sus próximas dos víctimas, apreciando la escena desde cierta distancia. Edward Müller se encuentra de pie, colocándose de nuevo su disfraz luego de haber acabado con la tarea, o eso le parece. Por su parte, Emily Faiter permanece temblorosa en el suelo, con algunas lágrimas saliendo de sus ojos, pero con una sonrisa curveada sobre sus labios. Ella aún no se termina de vestir.

—¿Qué haces? Vístete. Debemos volver a la fiesta —le indica el joven Müller a la rubia, frunciendo su ceño al enterarse de su estado—. ¿Por qué lloras? No seas ridícula. No me digas ahora que no querías.

—No es eso. Es que... te amo —contesta enseguida—. Sólo que... me siento rara.

El chico rueda los ojos y ríe de forma disimulada, terminando de vestirse.

—¿Vienes? —inquiere él, aproximándose a avanzar en el camino.

—Ve tú. Ya casi te alcanzo.

Edward se encoge de hombros y se retira hacia la fiesta con una sonrisa ladina en sus labios. Ha conseguido lo que quería y ya Emily no le interesa en lo absoluto, así que la invitación a marcharse en compañía de él fue más que todo por compromiso. Le sorprende lo fácil que ha sido la chica para entregársele. Es un récord.

Emily lo divisa mientras se aleja a través del sendero, sonriendo de gran manera, emocionada, creyendo que su relación se ha fortalecido y que Edward Müller la ama profundamente.

—¡Ahora soy toda una mujer! —comenta Emily con emoción, recostándose al suelo y dando patadas de regocijo.

Ver aquello le hace reír. Parece que es una muchacha muy ingenua. La creía más sabia, pero las apariencias engañan. Eso está más que claro.

Con decisión a acabarle el momento dulce a la mujer, se acerca hacia ella, tapando su rostro, y mostrándosele de frente sin atacarla. Primero, quiere jugar un poco.

Cuando la adolescente se da cuenta de su presencia, deja la gozadera a un lado y se paraliza por completo.

—¿Quién... quién es usted? —tartamudea Emily, intentando taparse su cuerpo semidesnudo.

Ríe por todo lo alto. Avanza hacia ella dando pasos intimidantes, acorralándola.

—¡Aléjese! —brama Emily, retrocediendo—. ¿Qué quiere?

Continúa caminando hasta llegar lo más cerca que puede de la rubia. La mira a los ojos fijamente, sonriendo, ante el semblante temeroso de la adolescente, que está llena de dudas. Se agacha y ahora sí queda frente a frente con ella, corriendo su capucha para dejar ver su rostro, provocando en Emily Faiter una gran impresión que la deja estupefacta.

—¿T-tú? —balbucea—. ¡Tú! —agrega, ahora con más firmeza.

Pero, antes de darle oportunidad alguna de huir o pedir ayuda, la toma con brusquedad de la cabeza para poner rígido su cuello y ensartar sus colmillos en él, llevándose toda la sangre a su interior, derramando algunos chorros por la manera tan brusca y apresurada de su alimentación.

Deja a la chica en el suelo, ya sin vida, y se decide en utilizar toda la energía que ha ganado al darle a su cuerpo lo que ocupa. No es un capricho; pues es obligatorio. Necesita sangre para sobrevivir y eso cualquier vampiro lo tiene muy claro. Y sino, en algún momento se dará cuenta. Y espera que así sea con su querido Blood.

Se aleja del bosque sin importarle haber dejado los cuerpos de humanos fallecidos y masacrados a libre vista. Y no es que realmente no lo interese, sino que lo ha olvidado con tanta energía que desea expulsar cuanto antes.

Va en busca de su amado y preciado; el que hace que tenga un motivo por sobrevivir en esta universidad cada día. Blood hace que su estadía aquí sea más amena, y no es para menos, pues el delicioso aroma que emanaba su dulce corazón es aún mejor al que expulsaban sus padres en vida, y sabe que valdrá la pena todo lo que está pasando para cuando ese día llegue. Ya tiene todo planeado a la perfección. Falta muy poco tiempo para acabar con sus días en este mundo.

Se introduce en la Fiesta de Bienvenida, tratando de seguir el aroma que le lleva hasta su destino. Ahí está él, alejado del bullicio, como de costumbre. Lo pondrá a jugar un poco. Corre por distintos sectores del campus emitiendo algunas risas y burlas hacia su querido Blood para motivarlo a avanzar y aumentar su velocidad, pues sabe que jamás le alcanzará. Él no consume sangre humana, por lo que es muy débil y casi inservible sino fuera por ese delicioso corazón que tanto desea devorarse.

Cuando aún permanece en ese jugueteo con el vampiro, a su mente viene un recuerdo; algo inaceptable para alguien que hace todo a la perfección, y más aún un asesinato. Ha olvidado ocultar los cuerpos con los que sació su sed de sangre y los ha dejado con evidentes mordidas de vampiro en el cuello.

Sale corriendo hasta el interior del bosque ya sin importarle si Blood le sigue, sólo enfocándose en llegar a tiempo antes de que sea demasiado tarde. Una vez que está allí, se percata que su querido Blood también le ha acompañado durante el recorrido y se encuentra cercano a su presencia. Siente que es el fin, que su teatro ha terminado, pero se acaba al ver a la multitud de personas acercarse. Eso no le desespera, pues sabe cuál es el motivo. Agradece haber inscrito a su futura víctima en el concurso de disfraces. Ahora eso le ha salvado de que él le descubriera. Y no es que le temiera a ello, pues sabe que en algún momento pasará, pero aún no es el momento. Todavía falta un poco más.

Se decide en deshacerse de los humanos a los cuales mató hace unos momentos una vez que se llevan a Blood a la enfermería después de su supuesto desmayo para comprobar su estado de salud; algo que le resulta gracioso al saber que los vampiros son cuerpos muertos, imposibles de enfermarse, pero que sabe que su querido Blood sabrá cómo enfrentarlo porque es muy astuto.

Primero piensa en devorarse los cadáveres hasta dejarlos únicamente como esqueletos, pero se declina. Desde hace mucho tiempo tiene una idea en su retorcida mente que quiere emplear cuanto antes, y que mejor que hacerlo ahora. Toma a los tres chicos y los lleva hacia una zona específica del bosque que ya ha adaptado para su plan amarrando algunas cuerdas a una rama. Posteriormente, lo hace al cuello de los chicos. A las mujeres les coloca dos botones en donde anteriormente estaban sus ojos, los cuales ya se ha devorado, y luego les cose los labios; disfrutando así de algo que ama hacer, la costura. Luego, al muchacho gordo decide clavarle dos tenedores sobre sus ojos, llenándose de fervor al ver lo macabra y tétrica que le ha quedado la escena. Guinda a los chicos al árbol y escribe unas palabras sobre la barriga del joven Josh Williams, con ayuda de sus garras, que le resultan perfectas para culminar su obra maestra.

Ahora sólo le falta marcharse y unirse en compañía de los estudiantes de la universidad, especialmente de Blood, simulando temor, ocultando su verdadera apariencia tras una falsa máscara que ha llevado desde un largo tiempo y que no ve que nadie esté cerca de descubrirle.

Quiere hacer notar, intimidar a todos, ser sobresaliente. Indicarle a los estudiantes de la Medical Mörder quién manda aquí.

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