XCII

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"Al dormir se entra en un mundo que es completamente nuestro".

Me acerco a la oficina de la directora tratando de dejar a un lado la voz que me dice que no lo haga porque puedo meterme en graves problemas, pues el hecho de que la puerta de su oficina esté entreabierta no quiere decir que no haya nadie dentro, así que primero debo comprobarlo, pero eso me da la oportunidad de entrar con facilidad. Aprieto mis puños con fuerza para armarme de valor. Luego, procedo a tocar la puerta de la dirección.

—¿Hay... alguien ahí? —musito, deseando que nadie me conteste.

Sigo tocando la puerta, ya que nadie responde, pero no obtengo muestra o indicios de la presencia del alguien entre dichas cuatro paredes. Pienso en irme, porque también puede ser un trampa, pero rápidamente descarto ese pensamiento. Si ya estoy aquí, no puedo rendirme. Me armo de valor y abro la puerta de la oficina de Teressa Mörder, arriesgándome a ser descubierto si es que ella sí se encontraba dentro y no quiso darme respuesta.

Para mi fortuna, el lugar parece estar exento de personas. El silencio y la tranquilidad son reinantes. Cierro la puerta suavemente, pero antes observo si hay alguien cerca que me haya visto ingresar, y parece que no. Una vez introducido de lleno en la sala, camino por el lugar, viendo todo detalladamente. El profundo olor del desagradable perfume de la directora es abundante y dominante, y es de esperarse. Ella pasa aquí la mayor parte del día.

Me acerco a su escritorio, sobre el cual hay una gran cantidad de papeles y demás objetos, y también una barra que parece estar hecha de oro sobre la cual está plasmado: "Directora Teressa Mörder". Junto a ella, hay una fotografía en un portarretrato de madera cubierta por un vidrio. La tomo y la miro fijamente por un momento. Se ve el rostro de la directora Teressa muy sonriente. Sus ojos azules reflejan una paz y seguridad que a día de hoy yo no se la veo. Parece una mujer muy correcta y honrada, pero eso es sólo en la foto.

Vuelvo a colocar la imagen donde estaba y tomo asiento en su silla acolchonada, que parece un trono, mientras hecho una ojeada a los papeles que abundan sobre la mesa, aunque no es nada del otro mundo. Son sólo documentos relacionados al pago de los trabajadores de la institución, saldos de cuentas bancarias, descuentos en tarjetas de crédito y demás cosas no importantes para mí. Me recuesto sobre la silla y lanzo una profunda exhalación. Parece que no me ha servido de nada venir hasta acá, pero no puedo darme por vencido. Aún no he buscado nada.

Mientras me quedo mirando el escritorio tratando de pensar en algo, observo una gaveta que se ubica abajo. Está algo escondida y es muy pequeña, por eso no la había logrado ver, y me parece muy misteriosa, así que la abro, rogando por encontrar algo que me sirva. Al abrir el cajón, un agudo ruido sale de él. Inmediatamente, me entero de lo que hay ahí dentro, y son más papeles, pero estos no tienen nada que ver con los que estaban sobre el escritorio.

Los tomo y los saco con cuidado para evitar botar alguno y los examino con mucho detenimiento. Las primeras hojas contienen información acerca de una cancelación de contrato con una empresa carnicera, lo cual me resulta extraño pero sin mucha importancia. Más después, hay algunos documentos procedentes del Hospital Psiquiátrico de Núremberg, con la información detallada de una paciente de nombre Teressa Marie Mörder; la directora de la universidad.

Leo rápidamente las hojas y veo que en ellas se explica el tratamiento que recibió la mujer en dicho hospital hace no muchos años y los apuntes realizados por los psiquiatras.

"La paciente presenta un odio profundo hacia una mujer que sospechamos que no existe por cómo es descrita (temas relacionados a lo paranormal). Ella dice que le arruinó la vida y le quitó todo lo que le pertenecía".

"Habla de tomar venganza y se fantasea mientras imagina cómo la asesina"

"La identidad de la mujer sobre la cual habla es incierta".

Paso la hoja, confundido, y me topo con una fotografía que me resulta impactante. Es bastante antigua, ya que tiene poca calidad y está algo sucia y arrugada. Con un fondo blanco, observo el rostro de la directora Teressa bastante golpeado y con una mirada muy oscura e intrigante, llena de malicia. Bajo sus ojos que miran a la cámara de manera penetrante, hay unas prominentes ojeras. Posee algunas cortadas sobre su cutis y también algunos moretones. Bajo la imagen hay un pequeño informe que dice: "Lesiones causadas por la paciente a sí misma en una crisis existencial".

Continúo viendo los demás papeles y me topo con otra fotografía, aunque ésta ya la había visto antes. Es en blanco y negro y hay una gran cantidad de estudiantes posando para ella al aire libre; específicamente en el bosque de la universidad. Puedo reconocerlo, pero se ve algo diferente, con menos árboles. A una esquina, puedo divisar nuevamente a mi madre, tal como aquella vez que la directora me la enseñó cuando vine a su oficina por motivo de castigo. Me quedo concentrando admirando su rostro, llenándome un poco de nostalgia de nuevo al ver a mi madre hasta que escucho unos pasos de tacón acercase a la oficina, acompañados de unas voces. Es la directora Teressa junto a alguien más.

Inmediatamente, vuelvo a cerrar el cajón de forma fugaz, pero me dejo la fotografía de mi madre y me pongo de pie con desesperación. Observo a mi alrededor para ver dónde esconderme. Veo un armario y por un momento pienso en usarlo como escondite, pero opto por intentar abrir una puerta al fondo de la oficina que para mi dicha no está con seguro a como sospechaba, e ingreso. Enseguida también entran a la oficina la directora Teressa junto a Grace, la bibliotecaria. Me acerco a la rendija de la puerta para vislumbrar un poco en medio de la oscuridad en la que me encuentro.

—Todo es cuestión de organizarse, Grace —comenta la directora mientras busca un papel en las cajas del armario. Por suerte no me he escondido allí.

—Tiene razón, señora Teressa —le contesta la bibliotecaria, siguiéndola, mirando constantemente a su entorno.

—¿Qué te ha parecido el sabor de la carne últimamente, mi querida Grace? —le pregunta la directora bastante alegre, para mi sorpresa.

—Deliciosa, mi señora, como siempre. —La mujer asiente, nerviosa—. ¿Por qué la pregunta? ¿Alguien le ha dicho lo contrario?

—Por nada, Grace. Olvídalo —responde Teressa, rodando los ojos.

—Aunque ahora que lo menciona... Sí tenía un sabor diferente. No es de un animal que haya comido antes. —Grace frota su barbilla.

—¡Correcto, señora van der Vaal! —La directora da un fuerte puñetazo sobre la madera; lo cual hace que la bibliotecaria dé un brinco—. Porque no es de animal, idiota. Es carne humana —dice finalmente con mucha normalidad mientras continúa buscando entre los cajones del armario, pero esbozando una gran sonrisa en sus labios.

—¿Qué? —Grace se queda perpleja y su rostro se torna pálido, sosteniéndose de un estante para poder mantenerse en pie—. ¿No estará hablando en serio?

La directora se da la vuelta y mira a Grace a los ojos, acercándosele lentamente, a lo que la bibliotecaria retrocede, pero no demasiado.

—¡Bu! —exclama la señora Mörder para asustarla, y lo logra, por ello ríe a carcajadas— . ¿No me digas que te la creíste? ¡De verdad que es usted muy ingenua, señora van der Vaal! Y estúpida, además.

La directora cierra el armario y se retira del lugar entre risas con un sobre en la mano. La señora Grace la sigue luego de controlar su respiración y latido cardiaco.

—Ya me había asustado, señora directora. —Grace respira aliviada, colocándose una mano sobre el pecho—. ¡Pero claro que sabía que era una broma! —añade, no muy convencida, siguiéndola y cerrando la puerta para dejarme en soledad de nuevo.

Ambas se alejan lo suficiente del lugar, puesto que no sigo escuchando ningún ruido. Me quedo tratando de procesar en mi mente toda la información que ha ingresado a ella recientemente. Sabía que la directora ocultaba algo. Sólo era cuestión de descubrirlo, aunque aún no he comprobado lo que realmente me importa: saber si ella fue la que mató a mis padres.

Enciendo la luz del espacio donde me encuentro al recordar que estoy embargado por una negrura, dándome cuenta que me ubico en el servicio sanitario de la directora. Es muy lujoso, como es de esperarse, y está perfectamente limpio y tiene un implacable color blanco en sus paredes, pero hay algo en él que me llama la atención, y es una palanca roja que sobresale de uno de los costados de un pequeño mueble de madera que está apoyado a la pared del fondo.

La titubeante luz amarillenta del bombillo que me ilumina provoca que mi sombra se vea reflejada en el suelo con cada paso que doy hasta llegar a la palanca. Sale de un hundimiento que hay a un lado del mueble, por lo que parece que allí es escondida, sospechosamente, y esta vez han olvidado ocultarla. La toco y siento una mala vibra muy potente recorrer todo mi brazo, así que alejo mi mano por un momento, pero luego vuelvo a colocarla, ahora sí bajando la palanca y empleando mucha fuerza porque está algo atorada.

Posterior a ello, una parte del piso se abre, donde anteriormente estaba el mueble, y me muestra una pequeña luz lejana en medio de una gran opacidad a través de un hueco que parece ser profundo. Me asomo y veo que posee una escalera, pero no es muy resistente. Aún así, sin pensarlo dos veces, bajo a través de ella, intentado ser precavido, pero no lo suficiente porque doy un mal paso y caigo al suelo de piedra desde una gran altura.

Cuando me pongo de pie y me reincorporo, sacudiendo mis manos que se han llenado de polvo, escudriño el lugar, enterándome que es totalmente de piedra; incluso sus paredes. Está muy oscuro y únicamente es alumbrado por unas antorchas con fuego que se encuentran en los muros. Inspecciono el túnel caminando con mucha cautela. Oigo algunos ruidos misteriosos provenientes de animales, como cuervos, que pasan volando repentinamente en compañía de murciélagos y me tengo que agachar para que no choquen con mi cabeza, además de arreglármelas para no majar a las grandes ratas peludas y sucias que atraviesan el camino rápidamente frente a mí con su larga cola rosada.

El lugar es como una especie de escondite subterráneo muy extenso. Más al fondo, puedo observar una luz blanca parpadeante, lo cual me llama la atención porque ésta no parece provenir de llamas, así que empiezo a trotar para llegar más rápido al escenario de donde proviene, pero en mi afán de apresurarme no veo un gran tubo que hay en el techo y choco mi cabeza contra él, cayendo al suelo, inconsciente.

Separo mis párpados a duras penas. Se me dificulta visualizar debido a la negrura que aún me embarga, pero de pronto, una potente luz blanca me ilumina el rostro y hace que parpadee un par de veces para poder ver bien. Vislumbro a mi alrededor, topándome con paredes hechas de piedra que parecen ser muy antiguas y que luego recuerdo. Estoy en el túnel que está bajo el sanitario de la oficina de la directora Teressa.

Trato de moverme para ver qué sucede, pero me percato de que estoy sujeto a algo. Y, además, estoy de cabeza. Intento agitar mi cuerpo para ver si me puedo zafar, pero, en lugar de contribuir eso en algo, me hace dar vueltas y girar. Al parecer estoy en una ruleta. Cada una de mis extremidades está extendida y prensada con un seguro de metal que se me hace imposible de romper.

Trato de ver si hay alguien cerca que me ayude a escaparme, pero sólo miro a una mujer rubia que está cabizbaja, también amarrada, sentada frene a mí en una silla. Su cabello ondulado tapa su rostro. Pretendo llamar su atención lanzándole algunos silbidos, pero ella parece no escucharme. Además, en ese instante, unos pasos de tacón que resuenan en toda la cueva se acercan. Y sé muy bien a quién pertenecen.

—¡Despertaste!

Es la directora Teressa la que se aproxima con un disfraz de una diabla, pues así me lo indican los prominentes cachos rojos que lleva sobre su cabeza y el filoso tridente que sujeta en su mano. Detrás de ella, como siempre, viene la señora Grace.

—Es un placer tenerlo aquí, estudiante. Bienvenido —habla Teressa con sorna, riendo malvadamente—. Está invitado a un juego en el que usted será el encargado de decidir qué pasará con la vida de la persona que tiene enfrente. ¿No es maravilloso? —Sus problemas mentales pueden reflejarse en las pocas palabras que dice.

—¿Está usted loca? —bramo.

—¡¿Qué?! ¿Quién te dijo eso? —La directora reacciona alterada—. ¡Claro que no! Yo no estoy loca. No, para nada — repite con su respiración agitada y mirando hacia su alrededor mientras se da leves golpes en su cabeza—. ¿Quién te dijo esa infame mentira? —me pregunta entre gritos, pero yo la ignoro—. ¡Habla, estúpido!

—¡Más estúpida es usted! —espeto en su cara, que la ha acercando a la mía—. Y demente, además de eso.

—¡Basta! —grita la directora, conteniéndose por darme un golpe en el rostro. Se queda en silencio por unos segundos, pero luego le dirige una mirada asesina a Grace, la bibliotecaria—. ¿Fuiste tú, verdad? ¡Maldita desgraciada! ¡Traidora! ¡Embustera!

—¡Yo no he dicho nada! Se lo juro, mi señora. Por lo más sagrado que tengo. —Grace se defiende enseguida. Se mira asustada.

La directora se queda estática por un momento y sin mostrar reacción alguna, pero eso dura sólo por unos segundos, ya que luego sonríe mientras toma un aire para decir unas palabras en un tono dulce.

—Bueno. No importa. Vamos a comenzar el juego. No dejemos que esto arruine nuestra diversión. —Me mira fijamente, esforzándose por sonreír—. Señor Blood, me complace recordarle que usted está invitado a la Ruleta de la Muerte, donde de su giro dependerá la vida de la persona que tiene enfrente.

—¡Deje la ridiculez y déjeme salir de aquí! Yo no quiero jugar nada con usted ni me interesa salvar o acabar con la vida de esa persona. Me da igual —hablo con enojo, elevando mi voz.

—¿Seguro? —inquiere la directora con burla y con una gran sonrisa.

Teressa Mörder se acerca hacia donde está la mujer, todavía cabizbaja, a pasos lentos.

—¿Sigue dormida? —le consulta a Grace entre susurros. Ella asiente con la cabeza.

La jerarca de la universidad se agacha lentamente, acercándose al rostro de la mujer con cautela hasta que le da una fuerte cachetada y la hace despertar de un suspiro. La agarra fuertemente del cabello y le levanta el rostro, dejando ante mi vista su identidad, lo cual provoca que reaccione sorprendido. No puedo creer lo que estoy viendo. No puedo creer que ella esté viva.

—¿Es en serio que no quieres salvar la vida de tu madre? —me consulta la directora entre risas.

Elizabeth Blood está frente a mí, pero no me está mirando. Sus ojos se ven apagados y tristes, desorbitados. Es como si no estuviera en sí. Además, está muy golpeada y tiene mucha sangre en el rostro.

—¿Ma... má? —tartamudeo, impactado—. ¡¿Estás viva?! —Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas.

La directora expulsa fuertes carcajadas y se sume en un profundo jolgorio y gozo al escuchar mis palabras y ver mi estado emocional.

—Silencio. Basta de cursilerías —Rueda los ojos—. Ya luego tendrán tiempo para hablar todo lo que quieran. Claro, si es que logran salir con vida, porque cabe destacar que nadie lo ha hecho anteriormente. —Ríe—. El juego es muy fácil. Consiste en lo siguiente: mi asistente o esclava, como le quieran llamar, la estúpida señora Grace, girará la ruleta sobre la cual está el participante y el azar decidirá la manera en la que será asesinada nuestra otra participante, la zorra pero bella —Hace un mal gesto— Elizabeth. Hay varios métodos muy emocionantes, como el hacha, la sierra eléctrica, machetes, bombas y muchos más, además de una sola aburrida opción, y poco probable, que es la de mantenerse con vida.

—¿Acaso escucha lo que está diciendo? —le reclamo, desesperado—. Saldremos de aquí con vida, mamá. Te lo aseguro —le informo a mi madre, nervioso, pero ella no responde. Ni siquiera me ve.

—Claro que me escucho, señor Blood. ¿Quién no querría oír mi voz? Es perfecta, como yo. —Teressa sonríe—. Bien, señora Grace. ¡Que comience el juego!

Grace se acerca hacia mí a pasos lentos, completamente en contra de lo que la directora piensa.

—Discúlpeme, joven Keyland, pero sino lo hago la que va a morir soy yo —expulsa Grace, aguantándose las ganas por estallar en llanto.

Dicho esto, ella emplea todas sus fuerzas para girar la ruleta, haciéndome dar vueltas a una gran velocidad que empieza a marearme. Puedo ver todo el escenario que se posa frente a mí de forma distorsionada. La directora ríe de gran manera. Parece estar disfrutándolo. La que se supone es mi madre continúa con su mirada fría y perdida. Su piel adapta un tono azulado y seco. No parece ser la Elizabeth Blood que conocí. No parece ser mi madre. Por su parte, la bibliotecaria Grace se muestra impotente y en desacuerdo por lo que hace, pero claramente no puede impedirlo.

La ruleta continúa girando por varios segundos hasta que por fin va bajando su velocidad. La señora Grace se persigna constantemente, deseando que el aparato pare en el lugar adecuado, pero la directora no cabe de la emoción expectante que tiene, sin pestañear una sola vez para no perder de vista el resultado final, llevándose una cólera tremenda al darse cuenta que el pico de la ruleta deja de girar precisamente en la opción menos deseada para ella: el participante sale con vida del juego.

—¡No! —espeta la señora Mörder.

—¡Bendito seas! —exclama la bibliotecaria, mirando al techo, dejando salir una exhalación de alivio.

—¡Cierra esa maldita boca, Grace! —brama Teressa, tomándola del cuello—. ¡Tú siempre arruinas todo!

—Ahora déjenos salir de aquí. Reglas son reglas —pronuncio desafiante, dirigiendo luego mi mirada a mi madre—. Podremos estar juntos, mamá. Seremos felices de nuevo. Todo será como antes.

Ella me ignora de nuevo.

Teressa Mörder se queda pensativa por un momento, soltando ya a la señora Grace, que cae al suelo de manera dramática con su respirar agitado. La jerarca de la institución camina de un lado a otro, aún sumida en su mente, empezando a desesperarme, pues aún sigo amarrado, temiendo de lo que tiene planeado en su cabeza.

—Un momento... —Se frena—. Es mi juego, son mis reglas, ¿no? —musita para sí misma, sonriendo—. ¡Que se mueran todos! —exclama con emoción, tomando una motosierra e iniciando a utilizarla primero con la señora Grace—. ¡Esto es por traidora, maldita perra!

La directora suelta grandes carcajadas al cortar cada trozo del cuerpo de la que en vida fue bibliotecaria de la universidad, salpicando sangre por doquier que va a dar sobre mi rostro y distintos sectores del túnel de piedra. Luego, dejando a la señora Grace completamente irreconocible, se aproxima hacia donde está mi madre, aún ida, sin mostrar emociones o índices de vida más que tener los ojos abiertos y temblar una que otra vez. Teressa Mörder, ignorando mis gritos de súplica por que tenga piedad y sea justa con el resultado del juego, coloca la filosa cuchilla sobre el cuello de mi madre, expulsando grandes chorros de sangre sobre mi rostro al cortarle esa parte del cuerpo a mi creadora, cerrando mis ojos con fuerza, haciéndome dar un brinco, sobresaltado, y luego abriendo mis párpados de nuevo, topándome con un techo de piedra.

Visualizo mi entorno, desconcertado, sin comprender qué es lo que pasa, descubriendo que, aunque sí estoy en el espacio subterráneo al baño de la directora porque así lo compruebo, lo reciente fue una pesadilla más porque no hay indicios de mi madre ni de la directora. Y mucho menos de sangre. Toco mi rostro y veo que mis manos están libres, sin ningún agarre de metal que me impida moverlas y no tengo rastros de sangre, pero sí de otro líquido, y ya luego descubro por qué.

Al parecer, una tubería se ha dañado y una gran corriente de agua se acerca a mí cada vez más, salpicándome por mientras algunas gotas de agua. Me pongo de pie lo más rápido que puedo para salir huyendo de allí, aunque la curiosidad me gane por seguir descubriendo este lugar, pero es imposible. Acabaría muerto si dejo que toda esa agua me bañe.

Sigo el mismo camino por el que había llegado hasta aquí, topándome con la escalera que me lleva de vuelta al sanitario, subiéndola y colocando el mueble sobre ella una vez que llego, cerrándola con la palanca correspondiente. Recuesto mi cuerpo a una de las paredes una vez que estoy lejos de esa ola de agua, ya más calmado, pero con mi mente ardiendo por las dudas y la impotencia. Ese sueño pareció tan real, tan cercano... Mi madre tenía un aspecto extraño y frío, pero por alguna razón sentía su calor, su buena vibra.

Y ahora que lo analizo con más calma, puede que sea una pista que ella me ha enviado. Tal vez voy por el camino correcto y eso me indica que siga buscando más pruebas para verificar mi teoría y cumplir mi venganza sangrienta lo más rápido que pueda. Y así lo haré.

Tomo la perilla de la puerta y salgo del baño de la oficina, decidido a encontrar algo entre las cosas de la directora. No sé qué, pero lo buscaré. Escudriño cada rincón de la dirección, inspeccionando cada detalle, cada fotografía; mirando lo más insignificante, porque muchas veces eso es a lo que realmente debemos prestarle atención, a lo que menos creemos que deberíamos tomarle importancia.

Cuando me aproximo al armario en el que ella estuvo hace un momento buscando unos papeles en compañía de la señora Grace, la perilla de la puerta de la oficina de la directora Teressa es girada, abriéndose así la puerta y dejando a su encargado descubrirme, enterándose de lo que hago y viendo cómo reviso cada una de las cajas donde la directora guarda sus cosas secretas.



Gracias por leer el capítulo. Les dejo este aviso rápido para contarles que pronto estaré actualizando mas seguido (tal vez a diario o día por medio) porque ya solo me falta escribir el final de la historia. Tengo que editar los capítulos que tengo escritos. ¡Ya quiero que los lean! :D

Un saludo :B

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