seventeen.

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"Algunos días, siento de todo a la vez.

Otros días no siento nada.

No sé que es peor;

Ahogarme bajo las olas

O morirme de sed."

Un todoterreno azul se desliza por el camino oscuro hacia el bosque de Nueva Jersey. Tres personas tranquilas se sientan en su interior: una rubia y dos pelirrojas. Svetlana bosteza cansadamente, tirando de sus pequeñas y delgadas rodillas hacia su pecho plano. Sus ojos azules están muy abiertos de asombro, mirando el interior del auto y el bosque afuera. Solo ha estado en la parte trasera de un vehículo antes, donde entrenaron armas y se vio obligada a sentarse en un banco de metal. Ahora, está en un asiento cómodo y acolchado que le calienta la espalda y la hace sentir cómoda. El bosque ya no se siente intimidante. No es algo por lo que tenga que correr, saltar o esconderse cuando las balas comienzan a volar. No es algo que deba analizar en caso de que haya atacantes invisibles escondiéndose detrás de cada árbol.

Ahora, todo es simplemente seguro.

Ella se siente segura.

Es extraño.

—Svet, el cinturón —le dice Steve de repente, mirándola a través del espejo retrovisor.

La chica, confusamente, se abrocha el cinturón en el torso. Cuando Steve ve que ella obedeció, asiente levemente y se concentra en el camino que se extiende ante ellos. Svet ha decidido que le cae bien el Capitán. Puede ser un poco mandón, pero es agradable. Está claro que todavía no confía completamente en ella, pero le quitó las esposas, por lo que es algo bueno. No está muy segura de por qué, pero sabe que lucharía contra los que van detrás de sus nuevos amigos. Bueno, si así es como los puede llamar: amigos.

Tiene de esos en su historia. No muchos. No quiere ser egoísta al pedir demasiados; está perfectamente agradecida con solo uno o dos. Sus amigos luchan con ella, no contra ella. La defienden y la protegen, así como ella hace lo mismo por ellos. Permanecen juntos cuando suceden las cosas aterradoras. No la golpean ni la hacen sangrar. La hacen reír como si hubiera hecho reír a su soldado. Sin embargo, el soldado nunca ha hecho eso; ella no lo culpa. Pero los amigos lo hacen. Y Natasha y Steve lo han conseguido.

Svetlana se lame los labios y se encoge un poco, aún mirando a su alrededor con interés. Natasha sigue observando a la chica acurrucada en el asiento trasero. Es casi como si esperara que desapareciera repentinamente. Así es como parece funcionar con su pequeña familia. Están y luego desaparecen. Ya no está segura de si está necesariamente enojada con ese hecho. Así es como funciona. Es extraño que tanto la madre como la hija tengan esa mentalidad. Aceptan la miseria, la pérdida, el sufrimiento y las mentiras porque así es como funciona. Es difícil enfadarse por la forma de las cosas; hace que sea difícil hacer el trabajo.

Sin embargo, aquí está su bebé de nuevo. Todavía es pequeña, probablemente mucho más pequeña que la mayoría de las chicas de su edad. Tiene los ojos de su padre y el cabello de su madre; dos características muy distintivas. Natasha se pregunta qué habría pasado si hubiera estado allí para Svet; si hubiera escapado esa noche de la Habitación Roja cuando todo salió mal. Natasha no tendría a S.H.I.E.L.D., pero tendría a la pequeña Svet.

Habrían encontrado un pequeño pueblo agradable en Rusia o en América para vivir. Después de todo, parecía funcionar bastante bien para Clint y Laura. Natasha habría estado allí para la primera risa de Svet, sus primeros pasos, sus primeras palabras, todas las primeras cosas que hace un niño. Se las perdió. Se perdió poder hacerle cosquillas en los costados y mecerla suavemente para dormir. Habría estado allí para escalar árboles, para las noches de cine y los peinados. Besaría su la frente todas las noches para dormir y antes de ir a la escuela. Tal vez, Svet hubiera podido escuchar si no hubiera arruinado la fuga. Es culpa de Natasha que Svet no pueda oír; es su culpa suya que su hija sea una asesina.

La mujer traga con dificultad, pasando la lengua por los dientes mientras lucha contra las lágrimas. Cuando Svetlana la mira, le sonríe, y ella le devuelve la sonrisa. La mujer se recuesta en su asiento con los pies levantados. Es la imagen de la facilidad; es casi difícil imaginar que están huyendo del gobierno, o cualquiera que Svet no sepa. Alejando todos sus pensamientos y sentimientos anteriores, Natasha vuelve la cabeza hacia Steve y lo mira con una expresión seria.

—¿Dónde aprendió el Capitán América a robar coches?

—En la Alemania nazi —él se ajusta en su asiento, manteniendo la vista en la carretera.

—Hm —le responde Natasha.

—Y lo hemos tomado prestado —la mira antes de asentir a sus pies levantados—. Quita los pies de ahí.

Oh sí, es mandón.

Svet levanta las cejas a la asesina que solo sonríe y obedece.

—Muy bien, tengo una pregunta para ti —Steve mira a la mujer mientras continúa—. Si no quieres, no la contestes. Aunque creo que si no respondes, eso sería una respuesta.

—¿Cuál? —cuestiona Steve un poco exasperado, asintiendo para que ella solo lo escupa.

Ella pregunta con una sonrisa traviesa:

—¿Ha sido el primer beso que has dado desde el año 45?

Svet suspira, doblando sus brazos alrededor de sus rodillas.

Están hablando de besos otra vez.

—¿Tan mal lo he hecho?

Yo no he dicho eso —la voz de Natasha se eleva, tratando de no ser grosera.

—Por el tono, es como si lo hubieras dicho —él sonríe un poco.

—No, no es así —la mujer lucha divertida para explicarse—. Tenía curiosidad por saber cuánta práctica tenías.

—No se necesita práctica.

—¡Todo el mundo tiene que practicar!

Svet suspira de nuevo, sacudiendo la cabeza mientras mira a los dos adultos.

—No ha sido mi primer beso desde el año 45 —Steve interrumpe rápidamente—. Tengo noventa y cinco y estoy vivo.

¿Noventa y cinco? ¿Steve tiene noventa y cinco? ¿No se supone que la gente está, bueno, muerta en ese momento? Svetlana se desabrocha el cinturón y cae de lado sobre el asiento, estudiando atentamente el rostro de Steve. Está buscando arrugas. El Superior tiene. Eso significa que es viejo; o, al menos, es lo que su padre le dijo cuando ella preguntó.

—¿Y no hay nadie especial? —Natasha no deja de mirarlo.

Steve suelta una carcajada sarcástica, haciendo que Svet vuelva a concentrarse en la conversación.

Hay una pequeña pausa antes de que Steve continúe, pero hay una tristeza que baja su tono y Natasha se da cuenta.

—Aunque no lo creas, es difícil dar con alguien que comparta tus vivencias.

—Bah, da igual —la mujer mira a su alrededor casualmente—. Te lo inventas y ya está.

—¿Igual que tú? —Steve la mira, levantando las cejas.

—La verdad depende de las circunstancias. No todo es igual para todo el mundo, en todo momento —los ojos de Natasha se dirigen hacia la ventana trasera, viendo a la pequeña pelirroja mirar a Steve de nuevo—. Ni yo tampoco.

—No es fácil vivir así —él la mira, hablando en serio.

Ella parpadea, el recuerdo cae en su voz.

—Es una buena forma de no morir.

—Resulta difícil confiar en alguien, cuando no sabes quién es ese alguien.

¿Quién es realmente Natasha Romanoff? Es difícil saberlo con certeza. Ha sido tanta gente por mucho tiempo. Supone que Natasha Romanoff es lo más cerca que ha estado de ser quien quiere ser.

—Sí —habla pensativa, incluso mientras los recuerdos aún persisten—. ¿Quién te apetece que sea?

Su voz es amable cuando se da vuelta para mirarla.

—¿Qué tal una amiga?

Ella da una risa amarga y sin aliento.

Una amiga. Es un concepto del que no escucha con frecuencia. No está segura de haber tenido muchos amigos. Están Clint y Fury. James no era un amigo. Era más, pero sostuvo un arma en su cabeza y lo iba a dejar atrás al final. Todas las cosas llegan a su fin en algún momento. El final de la línea siempre llega.

Su sonrisa se desvanece mientras dice en voz baja:

—No lo sé, pero es posible que te hayas equivocado de trabajo, Rogers.

Él solo le da una sonrisa antes de mirar hacia la carretera. El sol se está poniendo para cuando llegan a Wheaton, NJ, como lo llamó Svet. Natasha sostiene el móvil de alta tecnología en su mano, observando las coordenadas y otra información sonando mientras se detienen en la puerta de la base. La niña vuelve a bostezar, rascando su cabello esponjoso y rebelde.

—Es aquí —dice Natasha mientras salen del vehículo—. El archivo salió de estas coordenadas.

—Yo también —el mundo es oscuro al tiempo que los tres caminan a través de la base, tratando de encontrar la ubicación de la señal mientras Steve continúa—. En este campamento fue donde me entrenaron.

Svet mira a su alrededor, preguntándose qué tipo de hombres atravesaron bases como esta.

—¿Lo notas cambiado?

—Un poco —Steve mira a lo lejos, el recuerdo llena sus ojos.

—Estamos en un punto muerto. No hay señales térmicas ni ondas, ni siquiera de radio. Quién escribió el archivo debió de utilizar un router para despistar —Natasha se da cuenta de que Steve mira extrañamente un edificio a cierta distancia—. ¿Qué pasa?

—El reglamento militar prohíbe almacenar munición a menos de 500 metros de los barracones. Este edificio no debería estar aquí.

Cuando Steve rompe la cerradura, el trío entra lentamente en la oscuridad del edificio. Natasha mantiene una mano sobre el brazo de Svet mientras se arrastran por la escalera. Cuando aparecen las luces, Svetlana se encuentra de pie en una sala gris con el emblema de un águila en la pared.

—Esto es S.H.I.E.L.D.

Es una oficina llena de escritorios y sillas derribadas donde casi puede ver a la gente decidida y orgullosa. ¿Esto es S.H.I.E.L.D.? Tal vez S.H.I.E.L.D. en otra época. Esto no es tan malo. Svetlana camina lentamente, sin decir nada mientras mira todo con una mirada interesada.

—Tal vez donde empezó.

Cuando llegan a un grupo de marcos que recubren la pared gris, Natasha asiente con la cabeza a un hombre con bigote.

—Y ahí está el padre de Stark.

¿Stark? ¿Ha escuchado ese nombre antes? Piensa que sí. ¿Dónde ha sido?

—Howard —afirma Steve, con nostalgia todavía en su rostro.

Natasha mantiene sus ojos en Steve, hablando de la mujer castaña en la foto.

—¿Quién es la chica?

Él no responde y se aleja lentamente. Svet mira a su nuevo amigo confundida antes de ver a Natasha para obtener una respuesta. ¿Por qué luce triste? Natasha simplemente le da un encogimiento antes de guiarla tras Steve, que está mirando a un grupo de grandes estanterías en confusión.

—Si estás trabajando en una oficina secreta —empuja las estanterías a un lado para revelar un elevador delante de ellas—, ¿por qué escondes el ascensor?

La cara de Svet sigue confundida cuando entran en una sala extraña llena de computadoras y bancos de datos viejos. No sabe mucho sobre tecnología, pero ha visto algo de ella dentro del Frente. Esto se ve diferente, se ve... bueno, viejo.

—Los datos no pudieron salir de aquí. Esta tecnología es antigua.

Natasha nota un puerto de memoria USB y se acerca, deslizando la suya en ella. La computadora grande y vieja arranca y Svet se mueve detrás de Natasha, observando toda la tecnología extraña con ojos intrigados. Nunca se le permitió acercarse a las máquinas en el Frente o en las instalaciones de Siberia. Es extraña verlo funcionar.

—S-I. Sí —Natasha chasquea los dedos contra el teclado antes de decir con una voz extraña—: ¿Jugamos a un juego?

Steve y Svet miran a la mujer con expresiones en blanco.

—Es de una película que fue muy po...

—Ya lo sé —interrumpe Steve—. La he visto con Lisa.

De imprevisto, la pantalla emerge con vida; extraños píxeles verdes parpadean aquí y allá. Los discos redondeados en los gabinetes de atrás giran y la pequeña cámara rectangular se mueve para mirar a los que están frente a ella. Lo que se asemeja a una cara aparece ante ellos. Tiene el contorno de anteojos redondos y el lugar donde la boca debe estar se ilumina, emitiendo sonido desde el dispositivo. Steve observa cómo una repentina mirada de reminiscencia se apodera de sus rasgos.

Tirando del brazo de Natasha, Svet la mira confundida.

—¿Qué está pasando? ¿Es algo malo, Natasha?

El súper soldado y la asesina la miran y recuerdan que la niña no puede oír. Los dos adultos ponen expresiones tristes en sus rostros.

—Está hablando —Natasha mueve sus labios, repitiendo las palabras para que Svet pueda ver y entender—. Dice: Rogers, Steven. Nacido en 1918.

La cámara se mueve lentamente, posándose en la cara de Natasha.

La mujer comienza a repetir:

—Romanoff, Natalia Alianovna. Nacida en 1984.

La cámara se inclina hacia el centro y a la chica la mira con miedo.

—Activo Plan B. Nacida en 2001.

La niña se estremece con el nombre y Natasha se frota el brazo con comodidad, mirando a su alrededor confundida.

—Es... como una grabación.

Ambos adultos parecen perder interés en tratar de explicarle a la niña lo que dice el hombre verde en la pantalla. Svet frunce el ceño y su frente se arruga mientras mira la máquina, tratando de entender. La segunda pantalla más pequeña a la derecha, revela un hombre de aspecto infeliz en blanco y negro que luce extrañamente similar al hombre verde en la primera. Los rostros de los adultos se vuelven algo extraños al darse cuenta.

Natasha asiente con la cabeza hacia la computadora.

—¿Conoces a esta cosa?

Steve camina alrededor del escritorio, Svetlana rodea a Natasha para seguir sus palabras.

—Arnim Zola era un científico alemán que trabajaba para el Cráneo Rojo. Lleva años muerto.

La máquina parece hablar nuevamente y Svet niega con la cabeza .

—¿Qué? Rasskazhi mne. ¿Qué pasa, Natasha? —dímelo.

—Es el conocimiento de Zola —asiente con la cabeza a los bancos de datos—. Todo lo que estaba dentro de su cerebro.

—Oh —dice Svet en voz baja, aunque todavía muy confundida.

¿Cómo podría su cerebro estar en máquinas?

Steve se detiene al lado de las dos mujeres y mira fijamente la pantalla.

—¿Cómo llegó aquí?

—Es la Operación Paperclip —les explica Natasha—. Después de la Segunda Guerra Mundial, S.H.I.E.L.D. reclutó a científicos alemanes con valor estratégico.

—HYDRA murió con el Cráneo Rojo —dice Steve con firmeza, sin permitirse creer de manera diferente.

¿HYDRA? Las cejas de Svet se fruncen. Es algo que ella ha visto en los labios de los guardias, soldados y doctores desde que tiene memoria. Es solo una palabra. Ella no entiende el significado. No es hasta que la pantalla parpadea con el símbolo aterrador de una cabeza con exactamente seis tentáculos que lo entiende. Deja escapar un jadeo rápido, retrocediendo apresuradamente. Son ellos. El Superior, los que controlan a su padre y los hombres malos que la lastimaron de tal forma que la hacen tener pesadillas. Este...¿este lugar es ellos? Los dos adultos observan a la niña con sorpresa, ella mira hacia atrás con los ojos muy abiertos.

La pantalla parpadea con imágenes que llevan a Svet más y más al mundo en el que nació, al mundo al que pertenece. Un hombre con una cara aterradora aparece primero, una bandera portando una araña negra ondea detrás de él. Un ejército entero de soldados con los puños en alto aparece a continuación, antes de que un grupo de otro tipo de soldados salga corriendo de los barcos. Los carteles parpadean y luego aparece la cara de Steve, de lo que debe ser hace mucho tiempo. Los hombres con trajes elegantes y otros políticos surgen antes de que aparezca el símbolo del águila junto con otras imágenes antiguas de personas, ciudades, el hombre llamado Zola y recortes de periódicos. El símbolo HYDRA emerge cada vez con más frecuencia a través de los destellos.

El trío se acerca lentamente, miradas de negación y conmoción arañan a los adultos. Svet comienza a hiperventilar, jadeando a través de su cánula cuando se siente repentinamente sin aliento. Se apresura a avanzar y presiona sus pequeños dedos contra el cristal cuando aparece un brazo de metal con una estrella roja.

—Papa —susurra con anhelo.

Los ojos de Natasha caen brevemente en sus zapatos, sintiendo un tinte de anhelo también. No, no puede permitirse sentirse así.

Steve mira a la niña fugazmente. Sabía que el soldado y la niña trabajaban juntos, ¿pero que fuera su hija? Su odio por HYDRA solo crece cuando piensa en el hecho de que una niña de trece años se ha visto obligada a vivir una vida así. HYDRA, su padre, ellos la convirtieron en una asesina.

Mientras los destellos continúan, Natasha da un paso adelante, negando lo que sea que el hombre verde esté diciendo.

—Es imposible. S.H.I.E.L.D. los habría detenido.

La imagen de un joven con bigote y barras negras que cubren sus ojos inunda la pantalla, y luego aparecen imágenes de un accidente automovilístico. Dos personas muertas yacen con la cara inclinada hacia adelante y una niña maltratada pero viva se destaca en el camino. Luego viene Nick Fury con la gran palabra 'FALLECIDO' estampada en su rostro. La mano de Svet cae y mira hacia abajo avergonzada, cambiando después a Natasha en disculpa. Sin embargo, Natasha está demasiado atrapada en el horror de lo que está viendo como para darse cuenta. Sus ojos están muy abiertos mientras las cejas de Steve están arrugadas.

Svet no puede soportar ver ningún devastador evento tras evento, algunos de los cuales puede recordar haber echado una mano. Salta cuando, de repente, Steve golpea su puño en la pantalla principal del hombre verde.

El cristal se rompe y se rompe, y la imagen se desvanece solo para que el hombre verde vuelva a aparecer en la siguiente pantalla.

Steve lo mira bruscamente antes de exigir enojado:

—¿Qué hay en el pendrive?

La chica deja de preguntarse qué se dice mientras mira cuidadosamente a su alrededor. Parece que no puede controlar su respiración y sus manos tiemblan más de lo que lo han hecho antes. Está muy asustada. No quiere volver a Rumlow o al Superior. Son malos con ella y con su padre. Y ha estado lejos por mucho tiempo. Si la encuentran, la castigarán por no encontrar el camino de vuelta. Oh, Dios, o incluso podrían enviarla a la Habitación Roja para que la "capacitaran", como amenazaron con hacerlo cuando la sacaron al campo.

Sus ojos azules se ensanchan cuando Steve arroja el escudo más allá de su cuerpo, estrellándolo contra las puertas metálicas que se cierran. El escudo regresa y se encuentra con el brazo de Steve, que mira a su alrededor en busca de un escape.

Svet gira rápidamente sobre un pie para encontrar a Natasha viendo su teléfono.

—Chicos, se acerca un misíl. De corto alcance. Treinta segundos máximo.

—¿Quién lo ha lanzado? —Steve pregunta con horror.

Al mismo tiempo que Natasha responde con "S.H.I.E.L.D.", Svetlana dice humildemente, "HYDRA".

Steve y Natasha miran a la chica con la cara caída. Está en lo correcto. S.H.I.E.L.D. disparó el misil, seguramente, pero HYDRA también. Son uno y lo mismo. Todo lo que estos dos adultos han creído es falso. Es una red de mentiras horriblemente retorcida y la hija de la Viuda Negra se encuentra en el centro.

Todavía mirando a su alrededor, Steve levanta apresuradamente a Svetlana y comienza a correr hacia la reja que ve en el suelo. Él arranca las barras de metal y las arroja a un lado. Se acerca a Natasha, que corre mientras el misil se zambulle por el cielo, llegando directamente al edificio. Svet mira por encima del hombro justo cuando los adultos se dejan caer por el agujero.

No tienen tiempo.

La sala estalla en llamas y escombros cuando aterrizan con fuerza en lo que parece un túnel. Con un grito de pánico, Svetlana pasa un brazo por el cuello de Steve y el otro por el de Natasha. Steve levanta el escudo y Natasha envuelve sus brazos alrededor de Svet, todos tratando de sobrevivir al dosel de llamas. La base en el centro de Nueva Jersey se hace pedazos. La oscuridad llena la visión de la niña y chilla cuando su carne comienza a arder y chisporrotear. Los brazos de Natasha, que estaban envueltos alrededor de Svetlana, caen flácidos y la mujer desaparece detrás de ella. La niña grita una vez más, alcanzando la tierra que cae para encontrarla.

Y luego todo se acaba.

Nadie se mueve.

Svetlana puede sentir su corazón latir tan rápido que duele. Su cánula se siente llena de polvo y humo y parece que no puede respirar. Jadea apresuradamente, tratando de salir de debajo del cemento que la rodea.

Tiene que hacerlo.

Tiene que encontrar a Steve y Natasha.

Tiene que ayudar a sus amigos.

El cielo oscuro se vuelve rojo ardiente cuando se le quita el cemento y Steve se queda allí, con los ojos muy abiertos y preocupados. Ella estira los brazos rápidamente hacia él y él la levanta hasta ponerse de pie.

—Steve —la niña lucha por respirar, mucho más hablar—. N-Nat-asha, ¿dónde está? —vuelve al ruso por el pánico—. Gde ona? Ona mertva?! —¿dónde está? ¡¿Está muerta?!

Steve empuja a la niña hiperventilando contra su pecho, sin responder sus preguntas mientras recorre el área en busca de la asesina. El cabello rojo que se ve cenizo entre las llamas y el cemento caído llama su atención. Aparta la chica para doblarse y tirar de la mujer inconsciente. Svet levanta la mano de Natasha, aferrándose fuertemente a sus dedos.

Los pulmones y los ojos de Svetlana arden tan viciosamente que tiene miedo de que pueda matarla. Una extraña mirada de sorpresa aparece en su rostro al tiempo que levanta suavemente su mano libre para tocar las lágrimas. No está segura de cuánto tiempo ha pasado desde que lloró. Ha querido hacerlo, sin duda, ¿pero para que las lágrimas realmente caigan? Años. Eso es lo que ha pasado. Y ahora llora por Natasha Romanoff, la mujer que creía que era una traidora.

Steve mira a Svet y le da un asentimiento desigual pero tranquilizador. Sin molestarse en limpiar las brillantes lágrimas de sus mejillas, Svetlana asiente en respuesta. Los dos miran a su alrededor en shock por la devastación que su propia especie les provocó: S.H.I.E.L.D. e HYDRA. El fuego brilla en rojo y naranja, iluminando los rostros sucios del hombre, la mujer y la niña.

—Ningún lugar es seguro —Svetlana jadea, sosteniendo una mano donde se encuentran sus pulmones.

Steve no la mira, dando un paso entre los escombros.

—Podría haber uno más.

♛♛♛

La oscuridad cubre el rostro del Soldado mientras mira fijamente al Superior.

—Me marcho ya, señor Pierce —dice el ama de llaves del Superior desde la esquina—. ¿Necesita algo antes de que me vaya?

—No —el Superior mantiene su mirada en el Soldado que no se mueve, apenas parece respirar—. Nada, Renata, puedes irte.

—Vale —dice la amable señora—. Buenas noches.

—Adiós —el Superior cierra la puerta del frigorífico, hablando casualmente con el Soldado—. ¿Quieres leche?

El Soldado solo lo mira,un rayo de luz enciende sus ojos oceánicos.

—El programa ha cambiado —la voz de Alexander Pierce se pone seria—. Tenemos poco margen. Dos objetivos de Nivel Seis. Ya me han costado la mente de Zola. El Plan B está con ellos.

El Soldado se pone rígido ante la mención de su hija. No quería dejarla atrás. No tenía otra opción. Además, sabía que hubiera sido peor si la hubiera esperado. HYDRA se habría enterado de que la había esperado y luego la habrían lastimado. Esperaba que ella estuviera más segura donde sea que el rubio del tejado la tuviera. Pensó que tal vez solo la tenían en una celda en algún lugar, con suerte intacta, esperando que él la encontrara. ¿Pero está con los dos objetivos? ¿La están obligando?

—Quiero una extracción para el Plan B y a los objetivos muertos en menos de diez horas.

Los ojos del Soldado se dirigen a la mujer parada en la puerta, mostrando una expresión de sorpresa ante lo que está viendo.

—Perdone, señor Pierce, he... olvidado mi móvil.

—Oh, Renata, haber llamado a la puerta —el Superior se da la vuelta, apuntando con su arma y disparando al ama de llaves directamente en el pecho.

♛♛♛

La puerta trasera de una pequeña casa de D.C. se abre, un hombre de piel oscura vestido con ropas para correr está ahí de pie. Frente al hombre hay un trío de un hombre, una mujer y una niña, todos cubiertos de tierra y ropa desgarrada. Steve está mirando al hombre con una expresión de disculpa y el rostro de Natasha está oscuro mientras mantiene su brazo alrededor de Svetlana.

—Hola, tío —le dice casualmente el de piel oscura a Steve, aunque todavía está mirando al trío con confusión.

—Antes de nada, perdónanos —Steve niega con la cabeza, hablando entre jadeos. Natasha mira a su alrededor con precaución—. Necesitamos escondernos.

Natasha sube un poco el escalón.

—Todo el mundo intenta liquidarnos.

La cara del hombre cae a una de comprensión seria y comprensiva mientras mira a la mujer y a la niña. Svetlana mantiene su mirada en nadie en particular, solo lo suficiente alta para leer lo que dicen. El hombre mira a Svet, a Natasha y finalmente a Steve.

—Todo el mundo no —retrocede, dando al trío suficiente espacio para entrar.

Steve y Natasha hacen que Svetlana entre primero. El hombre mira a su alrededor con precaución, revisando la calle para asegurarse de que el grupo no haya sido seguido. Cuando está seguro de que todo está despejado, cierra la puerta de vidrio, baja las persianas y se voltea para mirar a los fugitivos. Steve se queda frente a las dos mujeres; Svetlana todavía se inclina hacia Natasha.

La niña siguió llorando en silencio cuando la mujer volvió. Svetlana la había abrazado tan pronto como Steve bajó a Natasha. La madre, por supuesto, se sorprendió, pero acogió con entusiasmo el abrazo, callando a la niña en pánico. Svet no se ha calmado realmente desde entonces, especialmente con la cánula obstruida con la ceniza de la explosión. La única vez que parece estar remotamente bien es cuando Natasha la mantiene cerca, así que eso es lo que ha estado haciendo.

—¿Por qué no os limpiáis y hablamos después? —el hombre se mueve por el pasillo—. La habitación y el baño libres están a la derecha.

Natasha asiente severamente, guiando cuidadosamente a Svetlana por el pasillo.

—Gracias, Sam —una vez que Steve ve que sus dos chicas desaparecen en la habitación, se vuelve hacia el hombre—. Aprecio lo que haces.

—Sí, vi las noticias —los ojos de Sam se ensanchan, levantando ligeramente la barbilla a un lado—. Son unos cargos bastante chungos.

—Natasha y yo somos inocentes —Steve se apresura a explicar.

—Te creo.

El súper soldado asiente, dejando escapar un pequeño suspiro de tensión.

Sam inclina la barbilla hacia su amigo.

—¿Quién es la chica?

Steve mira hacia la puerta vacía, pensando en la de trece que empezó a crecer en él durante las horas aparentemente largas.

—Una amiga. Solía ​​estar ligada con la gente mala.

—Pero la sacaste.

Steve asiente cansado, esperando que las chicas terminen de limpiarse.

—Entonces es bueno que os tenga a ti y a tu amiga — Sam se mueve hacia las ventanas para cerrar más persianas.

Steve frunce el ceño y mira por encima del hombro, pensando en la asesina y la niña.

—Sí.

♛♛♛

—¿Quién es Samuel Thomas Wilson? —comenta Svetlana, arqueando una ceja ante el carnet de conducir que sostiene.

Natasha frunce, saliendo del lado de Svet, donde ha estado peinando su cabello. Ahora están frescas y limpias de todo el hollín y la sangre. Era difícil limpiar la cánula de Svetlana sin que la niña sintiera dolor, pero Natasha hizo todo lo posible por ser rápida y eficiente. Ahora respira con facilidad una vez más. También ha reprimido alguna de las lágrimas que estaba derramando con un poco de vergüenza. Sin embargo, se ha mantenido cerca de Natasha, sintiendo la necesidad de protegerla. Si tan solo esa pequeña pudiera entender que ella necesita protección mucho más que Natasha Romanoff.

La mirada de Natasha cae sobre las manos de Svet. La mira con los ojos muy abiertos e interrogantes, simplemente esperando la respuesta como si nada pudiera estar mal.

—¿Lo has robado? —Natasha señala al carnet sin despegar la vista de Svet.

Ella asiente con entusiasmo, casi con orgullo.

—Huh —Natasha se encoge de hombros antes de volver a peinar los nudos en el cabello de la chica—. Creo que es alguien en quien podemos confiar. Steve confía en Sam y yo confío en él —es un nuevo desarrollo, sinceramente, pero se siente bueno poder confiar en alguien otra vez—. ¿No confías tú en Steve?

—Ah, sí —dice rápidamente Svet, como si intentara probar algo.

El silencio se prolonga. Svetlana mira hacia el espacio mientras Natasha deja el peine y comienza a trenzar el cabello rojo de su hija. Sonríe un poco por la niña que espera pacientemente, permitiéndole hacer esto. Siempre quiso hacerlo. Es agradable ser algo diferente de lo que el resto ve. Es otra persona, esta vez una madre. Pero es diferente. Es real. Es Natasha Romanoff. Es lo más cercano que puede llegar a quien realmente quiere ser.

—¿Sam es amigo de Steve? —susurra Svetlana, pidiendo una aclaración.

—Mmhm, sí. Diría que Sam es amigo de Steve.

—Yo tengo uno —susurra, frotando el hematoma que aún se extiende alrededor de su barbilla.

—¿Sí? —Natasha pregunta amablemente, todavía trenzando su cabello—. ¿Quién?

—El Superior —musita ella, sujetando con tanta fuerza el moretón hasta que duele—. Dice que es mi amigo.

Los dedos de Natasha siguen dentro del pelo de la chica y su mirada se vuelve dura. El Superior. Recuerda cuando James lo mencionó hace catorce años. Aunque nunca lo conoció, sabía que tenía fama de ser inteligente, intrigante y cruel. Pensar que su pequeña estaba en manos de ese hombre es suficiente para enfermarla. Tomando lo que está destinado a ser una respiración profunda y relajante, agarra la cintura de Svet y la gira para poder mirarla por completo.

—Tu Superior —ella baja la frente—. ¿Sabes su nombre?

—Nunca me lo dicen —Svet niega con la cabeza.

Natasha frunce ante su respuesta, sus ojos lanzándose pensativamente a un lado.

—¿Natasha?

La mujer la mira, esperando.

—El Superior me pega.

Su expresión se endurece una vez más.

—Pero no lo entiendo.

—Vale —elige sus palabras con cuidado, tratando de encontrar la mejor manera de manejar la situación—. ¿Qué no entiendes, Svet?

—Tú eres mi amiga, ¿verdad?

Una amiga. Dios, le dijo a Steve que los amigos no existen en este tipo de mundo. Este mundo es oscuro y frío, y traicionas a la persona a tu lado antes de que ésta tenga la oportunidad. No hay amigos. Hay alianzas, ciertamente, pero las amistades son diferentes. Son más puras. Dependes de ellas no porque no tengas otra opción o porque necesites que alguien te cuide en una pelea. Los amigos están ahí porque son necesarios. Y ella será eso para Svet. Será cualquier cosa y todo para esta niña.

—Claro, Svet —responde Natasha, comenzando una vez más a trenzar su pelo.

—Pero tú y Steve no me pegáis —su tono ni siquiera está cerca de estar triste, es reflexivo y confuso; tal vez esa sea la parte más triste.

Natasha toma suavemente la cara de la niña en sus manos y le da una sonrisa. Es el tipo de sonrisa que muestra algo más profundo, algo sincero. Y Natasha no la ha usado en mucho tiempo.

—Svet, él no es tu amigo. Si lo fuera, sería bueno contigo. No os pegaría ni a ti ni a tu padre. Los amigos se cuidan entre ellos.

—Mentí —susurra la niña de repente, con una expresión de agonía en su rostro.

—¿Mentiste? —Natasha hace una expresión confusa—. ¿Sobre qué?

Sus ojos azules se ven brillantes mientras una extraña culpa tira de su corazón.

—Mi nombre.

—Oh. ¿Tu nombre no es Svet?

La niña sacude la cabeza, hace una pausa y luego asiente.

—Svetlana.

Natasha sonríe de nuevo, hablando con voz suave y reconfortante.

—Bueno, se acerca. Svetlana es un nombre muy bonito.

—Papa lo eligió —dice Svet, hablando con orgullo—, no le gustaba el otro.

—Plan B.

Ella se vuelve solemne y asiente.

Hay otro silencio cuando Natasha termina de trenzar. La chica solo mira fijamente la pared, apenas parpadeando a medida que pasan los minutos. Hay una triste mezcla de emoción en su rostro y parece que no está muy segura de cómo manejarla. Nunca le han enseñado que las emociones eran buenas. La Habitación Roja las venció y su padre luchaba por sentir algo. Luego Natasha se desmayó durante el ataque a la base y algo dentro de su pequeño corazón se rompió. Ahora hay sentimientos de miedo, pérdida, tristeza, alegría e inquietud. Quizás los tenía antes; tal vez simplemente no podía distinguirlos. No está segura. Todo está tan enredado y revuelto que no puede entender nada.

Svetlana se muerde el labio con fuerza y ​​las palabras apenas suenan cuando dice:

—¿Es mi padre un hombre malo?

Natasha respira repentinamente, sus ojos miran a su alrededor con profunda reflexión. ¿Cómo se supone que debe responder una pregunta como esa? Con la verdad. No inventes nada, Natasha, piensa para sí misma, esta no es una circunstancia. Aquí no. Ahora no. No con ella.

—Tu padre hace cosas malas...

La niña lucha por tragar y sus dedos tiemblan con su cánula.

Natasha continúa con cuidado.

—Yo he hecho cosas malas. Tú también. ¿Eso nos hace malas personas? —Svetlana la mira con los ojos muy abiertos, necesitando escuchar la respuesta—. No estoy segura. Espero que no.

Svetlana asiente, frotándose la nariz y bostezando una vez más.

—Muy bien, peque —Natasha le acaricia el brazo—. Ve a descansar un poco —cuando Svetlana la mira con incertidumbre, frunce el ceño—. Duerme, Svetlana. Vas a necesitarlo durante las próximas horas.

Ella bosteza otra vez y obedece, deslizándose en las sábanas de la cama.

Pasan unos momentos antes de que una voz diga desde la puerta:

—¿Por qué no lo has dicho?

Natasha mira a Steve, quien todavía lleva puesta una camiseta blanca sucia, en la puerta.

Ella no habla, secando el agua de su cabello lentamente rizado.

—¿Qué no he dicho?

Steve la mira y asiente hacia Svetlana, que ya está durmiendo con su trenza extendida detrás de ella.

—Todo encaja —hace una pausa—. Es hija tuya...

—Te ha llevado tiempo —Natasha frunce el ceño en el suelo, sacudiendo la cabeza—. Yo era joven.

—Y del Soldado de Invierno —añade Steve, a lo que Natasha asiente y respira en voz baja.

—Pensé que podía jugar contra corriente. Resulta que fue al contrario.

Steve tira lentamente la toalla en sus manos sobre el lavabo del baño y se acerca. Ella lo mira parpadeando mientras él se sienta sin decir nada. Levanta un poco las cejas, esperando que ella continúe. Sus ojos lo miran fijamente y sus labios se separan lo suficiente para que las palabras salgan.

Vacila antes de decir con voz ronca:

—Pensé que estaba muerta. Iba a su tumba cada vez que tenía la oportunidad. Y ha estado... —sus ojos se dirigen a la ventana—. Afuera. Con HYDRA, o , bueno —ella se burla—, con S.H.I.E.L.D.

Steve espera pacientemente, permitiéndole decir lo que necesita.

—Y cuando me uní a S.H.I.E.L.D., creí que cogí el camino correcto —asiente un poco, su mirada cae al suelo—. Pero veo que en realidad cambié el KGB por HYDRA —sus labios se fruncen amargamente antes de susurrar—: Antes sabía de quién eran las mentiras que contaba, ahora no soy capaz de distinguirlo.

Steve la mira y asiente levemente.

—Quizá te haya equivocado de trabajo.

Natasha lo mira con una pequeña carcajada burlona. Él le ofrece una sonrisa triste antes de mirar a la chica acurrucada en las sábanas. Supone que ahí es donde debe haber visto la familiaridad con Natasha siendo su madre. Sacude un poco la cabeza ante sus pensamientos. No, eso no es. Son los ojos de la niña. No está seguro de por qué. Natasha sigue su mirada, viendo a Svet dormir con tranquilidad.

Natasha aparta la mirada de su hija y asiente hacia Steve.

—Te debo una. La mantuviste a salvo.

Steve niega, mirando al suelo antes de volver a mirarla.

—No, da igual.

—Si la situación fuera la contraria —su voz se quiebra—, y dependiera de mí salvar la vida de tu hija —baja la barbilla—, sé sincero conmigo... ¿de verdad confiarías en mí?

—Hoy por hoy, lo haría —le dice suavemente antes de esbozar una pequeña sonrisa—. Y siempre soy sincero.

Natasha vuelve a ser quien es siempre, sonriendo graciosamente.

—Se te ve bastante animado para haber descubierto que moriste para nada.

—Bueno —él gruñe mientras se reclina—. Me gusta saber a quién me enfrento.

—He preparado el desayuno —Sam aparece repentinamente en la puerta, apoyando su brazo contra el marco—. Si es que vosotros... coméis y eso.

Steve y Natasha se sonríen.

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