2do día - Fetiches

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Pareja: ShigaDabiDeku, leve mención del KiriTodoBakuDeku.

Número de palabras: 8223

Advertencias: +18Nantaimori/sploshing/sitofilia, odaxelgania, bondage.

Nota: No soy experta en estos temas de los fetiches y tampoco soy buena escribiendo lemon, espero les guste y una disculpa si ven un error.

"Tienes un trabajo para hoy en la noche, ya sabes las reglas del trabajo, si rompen las reglas debes llamar de inmediato y nosotros lo arreglaremos, te pasaré la dirección por mensaje. Buena suerte Deku-kun."

Izuku suspiró al escuchar las palabras de la castaña por la corta llamada informativa mientras comía, llevaba un año y medio trabajando para la empresa Sugar, la misma que se encargaba de dar servicio a domicilio chico que se encontraban en un catálogo y el cliente escogía si quería uno o dos chicos, su servicio contaba de solo servir comida para los clientes con el cuerpo desnudo, no tenían que hablar ni moverse a menos que los clientes le hicieran una pregunta. Tenían la explícita regla de no acostarse con ningún cliente ya que no eran putas, eran bandejas de comida humanas y todo cliente que rompiera aquella regla y obligara al chico a que tuvieran relaciones sexuales debía pagar una cantidad de dinero que era dividida y una mitad iba a parar a la cuenta bancaria del chico abusado, también estaba la regla de no golpear, lastimar, rasguñar o hacer cualquier acto hiriente hacia el chico ya que esa sería otra falta por la cual debían pagar una cantidad más alta para reparar los daños hechos hacia el chico.

Los chicos solían llevar solo ropa interior de encaje de manera que les diera acceso a los clientes de comer en las zonas permitidas sin tener que incomodar al chico que servía la comida con su cuerpo, los chicos tenían permiso de golpear al cliente en caso de que este no hiciera caso a los tres primeros avisos, sería una protección hacia su persona y la empresa cobraría sin importar si el golpe hacia el cliente llevaba consecuencias graves.

Izuku recibió la dirección en un mensaje como se le fue dicho y suspiró por segunda vez, su madre hacía salido a cubrir un turno en la cafetería por lo que podía prepararse sin necesidad de que la mujer le cuestionara por su trabajo como siempre hacía, estaba en sus veinte años, estudiaba una carrera de arte dramático y trabajaba como bandeja viviente cuando solicitaban sus servicios, solo sus amigos Katsuki, Shouto y Eijiro sabían de su trabajo ya que los mismos solicitaron sus servicios en cuanto lo vieron en el catálogo de la página web, Izuku se llevó una enorme sorpresa cuando los vio y estuvo por rechazar el trabajo de no ser porque terminó siendo atrapado por el cenizo que había notado sus intenciones, esa noche fue bastante interesante luego de que se cerrara la puerta, fue la primera vez que rompió una de las reglas y no dijo nada.

Se metió a bañar con agua fría y jabón sin aroma, mismo que les proporcionaba la empresa por cajas; a su madre no le gustaba porque si no tenía aroma no le servía y así era mejor para él ya que tenía hasta para el mes, siempre llevaba un jabón en el bolso para ducharse en el apartamento o casa del cliente y evitar llegar a su hogar con los restos de comida. Su cuerpo solía estar completamente depilado ya que era una de las normas de higiene que la empresa les pedía, así que cada dos días solía ir a que le depilaran todo vello corporal. Los primeros dos meses se le había hecho bastante incómodo pero ahora ya estaba completamente acostumbrado.

Una vez estuvo listo solo tuvo que vestirse con su ropa interior y encima una gabardina beige, dejó una nota para su madre y tomó su mochila ya preparada para salir de casa y comenzar a dirigirse hacia el apartamento del cliente que lo había solicitado.

El hombre que abrió la puerta llevaba la camisa desabrochada y el pelo despeinado, tenía un rostro atractivo, de expresión madura pero conservando una mirada pícara mientras observaba al recién llegado con una sonrisa un poco misteriosa sobre sus labios.

Buenas noches, soy Deku y vengo de parte de la empresa Sugar. Solicitó mi presencia, si no me equivoco Habló el peliverde con tono bajo sin llegar a ser un murmullo.

Pasa lindura, te estábamos esperando.

Cuando el hombre se hizo a un lado Izuku pudo ver al otro hombre presente esa noche, un peliceleste recostado en uno de los sofás bebiendo un vaso de whisky que estaba seguro que no era para nada barato. Él no llevaba el pecho al descubierto como el pelinegro, pero llevaba las mangas enrolladas por encima de los codos y la corbata del traje descansaba en el brazo del sofá donde se encontraba. Se levantó a recibirlo con una sonrisa secreta, besando el dorso de su mano con levedad, el hombre desprendía un aroma a jabón bastante agradable para Izuku.

El apartamento era un loft en el ático de un edificio de fachada moderna, cuyas ventanas tenían unas amplias vistas hacia la ciudad; cientos de luces se veían desde el ventanal más grande y era un sitio acogedor. A pesar de ser moderno no llevaba un ambiente de muebles rectos y colores planos, el mobiliario era de un estilo clásico, repleto de curvas y relieves sin llegar a ser muy obsesivo. En pocas palabras, era un lugar muy elegante.

¿En dónde puedo dejar mis cosas? Cuestionó luego de dar un vistazo rápido al lugar para asegurarse de que no hubiera nadie más aparte de esos dos hombres.

En donde más gustes acomodarte Respondió el pelinegro sin dejar de observar con atención el cuerpo del recién llegado que aún llevaba un gabardina puesta.

Izuku asintió y caminó hacia una de las sillas ubicadas en la sala para dejar su mochila y comenzar a desabotonar los botones de su gabardina, y antes de quitársela miró hacia los clientes.

¿Dónde quieren que sea la sesión? Cuestionó el peliverde con curiosidad.

Izuku sólo seguía órdenes, tenía en claro las reglas al igual que los clientes y siempre cumplía los pedidos de los mismo mientras no se rompa ninguna regla, habían incluso personas que lo habían amarrado en una cama para la sesión, aquello les costó dinero ya que habían puesto en peligro su vida.

Si te parece bien, este es un buen lugar Respondió el pelinegro señalando una mesa rectangular de té que se encontraba frente al sofá. Esta no tenía más que metro y medio desde el suelo, estaba tallada en madera negra y bajo las patas se encontraba una alfombra aterciopelada de color rojizo.

Sí, supongo allí estará bien.

Izuku deslizó la gabardina por sus hombros primero y luego por sus brazos de manera suave, agradecía que la noche fría no se notara en aquel loft ya que solo vestía su ropa interior de lencería de color negra. Pudo escuchar como uno de ellos carraspeaba ligeramente y el otro llenaba un vaso con Whisky. Dobló el abrigo y lo depositó en el respaldo de la silla donde se encontraba su mochila. Se dio la vuelta hacia los clientes y se deshizo de sus zapatos, caminó descalzo hacia la alfombra y se sentó en la orilla de la mesa de té mientras cruzaba sus piernas con elegancia y miró hacia el pelinegro.

Supongo que conocen las reglas ¿no? Cuestionó como siempre solía hacer.

Por supuesto, lindura Respondió el pelinegro bebiendo de un trago el contenido de su vaso.

Bien, en ese caso, ¿qué se servirá hoy?

Los dos hombres se miraron al mismo tiempo y el pelinegro dejó el vaso sobre la esquina de la mesa de té y observó hacia Izuku esbozando una sonrisa.

¿Te gusta el chocolate y la miel? Cuestionó el pelinegro recorriendo el cuerpo del chico sin perderse ni un solo detalle de aquel cuerpo lleno de pecas.

Izuku frunció el ceño al escuchar tan dulce mezcla y se lo pensó bien antes de responder.

Es una mezcla excesivamente dulce, ¿no creen?

¿Y con merengue? Añadió el peliceleste sin borrar aquella sonrisa oculta.

Más empalagoso Respondió Izuku achinando los ojos hacia ambos hombres.

¿Qué tal la tres juntas? Cuestionó el pelinegro.

Izuku sonrió ladino por la pregunta, eran unos clientes un poco extraños pero él no era nadie para dejar al aire sus pensamientos y se recostó sobre la mesa sin responder la pregunta. Desde su posición en las alturas, el pelinegro contempló el cuerpo del chico mientras bordeaba el mueble, desabrochando lentamente su impecable camisa blanca. Izuku se acomodó sobre la mesa y miró al pelinegro a través de sus pestañas y se estiró con todo su tamaño, levantando los brazos por encima de la cabeza. El peliceleste entonces apareció en su campo de visión con un cuenco entre las manos y se arrodilló a un lado, el pelinegro se detuvo en el extremo donde se encontraban sus piernas.

Si está demasiado caliente, dímelo Susurró el peliceleste volcando el contenido del cuenco. Un hilo de chocolate se derramó sobre el vientre de Izuku y éste se estremeció. ¿Te he quemado?

No, solo es la impresión Respondió Izuku en un bajo murmullo.

Cuidadosamente, el peliceleste cubrió la piel descubierta del chico con el chocolate tibio, subiendo por su vientre para finalmente derramarlo sobre su pecho. Vertió las últimas gotas en su garganta y dejó el cuenco en el suelo. El pelinegro depositó las manos sobre la cintura de Izuku y las deslizó por sus caderas, manchándolas con el chocolate y pintando sus muslos. El peliceleste llevó el chocolate del pecho hacia los hombros y cuello arriba, hasta sus mejillas mientras sentía la boca y la lengua del pelinegro deslizarse sobre su pierna derecha, saboreando el chocolate; el peliceleste se inclinó para lamer el chocolate de su cuello.

Izuku dejó la mente en blanco luego de aquellas sensaciones, dispuesto a hacer su trabajo, ser solo una bandeja de comida viviente.

¿Todo bien Deku? Cuestionó el peliceleste al cabo de unos minutos, mirando al peliverde fijamente y buscando que no se sintiera incómodo.

Todo perfecto Respondió Izuku sin abrir los ojos.

En el fondo empezaba a sentir demasiado calor. El pelinegro deslizó sus labios por los pies de Izuku y mordió sus dedos provocándole una risita, el peliceleste sonrió por aquella reacción y tomó otro cuenco y lo volcó sobre el pecho ajeno, acariciando suavemente para extender el chocolate por toda su piel. Los dedos recorrieron sus costados y cintura, siempre rozando el límite de la prenda que cubría su entrepierna. Izuku no podía evitar estremecerse cada vez que rozaba su sus caderas y vientre, le resultaba difícil pensar otra cosa cuando el pelinegro no hacía más que besar sus piernas y sus pies.

Izuku sentía miedo ya que comenzaba a sentirse excitado y la prenda que cubría su entrepierna no cubría suficiente como para que los hombres no fueran a darse cuenta cuando se pusiera duro. Las manos del peliceleste se encaminaron hacia arriba, pasaron por su pecho siempre evitando rozar sus pezones y lo agradecía enormemente, cubrió sus hombros, cuello y mejillas,

¿Gustas un poco? Cuestionó el peliceleste llevando los dedos a sus labios.

Izuku negó, si pronunciaba palabra alguna su voz lo delataría. Debía pensar en las normas, no podía volver a tirarlas por el caño como hizo con sus amigos; el calor comenzaba a recorrerle el cuerpo y a nublarle la mente.

El otro hombre se movió hacia arriba y se acomodó en sus piernas de forma que los muslos de Izuku quedaron en contacto con sus costados, notaba las costillas ajenas, pero también el calor que emanaba su cuerpo. Un escalofrío recorrió lentamente su espalda, el pelinegro no se había acercado lo suficiente como para hacer notar su hombría, pero si seguía apretando su torso en su entrepierna acabaría por descubrir que su miembro estaba por terminar de endurecer e Izuku no quería pasar por esa vergüenza. Aquel acercamiento entraba entre las reglas ya que el hombre solo quería lamer el chocolate se su ombligo, pero no dejaba de ser una situación bochornosa para él y no podría seguir ignorando la proximidad del otro cuerpo masculino.

Izuku abrió los ojos y observó hacia el peliceleste que se encontraba situado sobre su cabeza, tenía la ventaja de observar su rostro a la perfección y esperaba que el chocolate ocultara su sofoco. El peliceleste acarició sus mejillas, manchando sus pómulos con el chocolate, su nariz y rozó deliberadamente sus labios con el dedo corazón para luego inclinarse a saborear el dulce directamente de sus labios e Izuku colocó las manos en sus hombros para detenerlo mientras notaba la lengua del otro hombre deslizarse por su viente hacia abajo. Ya era totalmente inútil, su miembro estaba duro.

Eso no está permitido Habló en un jadeo. Había intentado sonar profesional y el peliceleste observó hacia su compañero y éste separó los labios de la piel de Izuku.

Haz lo que él te diga Comentó el pelinegro, hundiendo a continuación el rostro en el vientre ajeno y a Izuku se le escapó un pequeño gritito de la sorpresa mientras el pelinegro apretaba las manos en sus piernas y sintió luego un pequeño mordisco por debajo de su ombligo y otro doloroso estrecimiento le hizo sacudirse.

Sólo quería lamer el chocolate de sus labios. Sólo eso Pidió el peliceleste viéndolo a los ojos y sostuvo la cabeza ajena con las manos, tapando sus oídos con las palmas y se inclinó para besarlo.

sus labios se apretaron contra los de Izuku, pero su lengua se limitó a limpiar el chocolate de los labios del peliverde. tan apretado estaba que Izuku comenzó a sentir la falta de aire y la razón, los del peliceleste se deslizaron por su cuello hacia su pezón izquierdo e Izuku volvió a empujarlo teniendo la mesa como apoyo y el cuerpo del pelinegro entre sus piernas se apretó aún más cuando vio que se movía.

—Eso si está prohibido Susurró cuando logró quitárselo de encima con la voz temblorosa por el deseo. Y eso también Murmuró de vuelta mirando hacia el pelinegro que había enganchado sus dedos en la cintura de la ropa interior de lencería que llevaba puesta. El peliceleste rodeó sus muñecas con las manos y las aprisionó contra la mesa mientras Izuku se removía, lo que no hizo más que provocar un ardiente roce contra el torso desnudo del pelinegro. No puedo Murmuró nervioso, tratando de justificar su situación al tiempo que intentaba separarse del cuerpo del pelinegro. Pero éste lo tenía agarrado por las piernas. Son las reglas.

Y las reglas fueron hechas para romperse, Deku Habló el pelinegro que llevaba un par de minutos pendiente de la erección que llevaba el chico. Nosotros solo hemos pagado por el postre, si eso es lo que te preocupa Comentó, depositando un corto beso sobre la erección del chico, tirando un poco de la goma de la única prenda que llevaba e Izuku se estremeció.

Si alguno de mis jefes se entera me puedo meter en un lío Respondió Izuku, sabía que nada pasaría pero eso ellos no lo sabían.

Esto quedará entre nosotros, lo prometo Habló el pelinegro observándolo directamente a los ojos.

El peliceleste soltó una de sus muñecas y dirigió la mano de vuelta hacia el pezón ajeno para rozar este con sus dedos. A Izuku se le escapó un gemido y apoyó la mano libre sobre el pecho desnudo del peliceleste, pero nada podía hacer contra la mano experta que aprisionaba su pezón entre el pulgar y el índice, comenzando a acariciarlo lascivamente. El pelinegro siguió besando la entrepierna de Izuku por encima de la tela; Izuku podía sentir la lengua ajena presionando mientras los labios del hombre mordían la dureza de su miembro. Izuku arqueó la espalda, sacudiéndose del placer y sintiendo un sentimiento de culpa que no hubo la primera vez que rompió las reglas.

Esa era una de las reglas que no debía saltarse y era la que justamente estaba violando, pero las manos, los labios y esos hombres no le colocaban las cosas demasiado fáciles, sus suspiros no hacían más que crecer , el peliceleste se inclinó sobre su pecho y besó la erizada punta rozada, atrapándola entre sus dientes, aliviando después el dolor con su lengua mientras el pelinegro rodeaba su cintura con un brazo y con la otra tironeó de su prenda.

Espero no le tengas aprecio a esta ropa Murmuró el hombre arrancándole la tela y dejando por fin su erección libre. Izuku se sintió avergonzado ya que no había podido reprimir el deseo y su miembro se encontraba alzada queriendo atención.

Con delicadeza, el pelinegro apoyó el índice sobre la hendidura del glande ajeno y eso fue suficiente para que Izuku volviera a suspirar de placer. El peliceleste, entretanto, se había saciado de su pezón izquierdo y ahora lamía el derecho sin dejar de acariciar el izquierdo con los dedos. Izuku se llevó las manos al rostro para ocultar sus vergüenza y luego se tapó la boca con una mano para evitar oír sus propios jadeos.

El pelinegro se limitó a acariciar el miembro del peliverde despacio, después se inclino y dejó caer un hilo de tibio chocolate de entre sus labios e Izuku convulsionó por la honda impresión recibida; el peliceleste, mientras él temblaba, le apartó las manos del rostro y lo besó, distrayéndolo del verdadero objetivo. Esta vez sus lenguas se rozaron e Izuku no pudo seguir reprimiéndose, se besaron lascivamente mientras el pelinegro comenzaba a masajear el miembro ajeno con suavidad para esparcir el chocolate y una vez cumplió lo que quería, llevó la uña de su dedo índice por toda la extensión del chico, pasando por sus testículos, hasta llegar a aquel anillo de músculos que presionó levemente, usando el chocolate como lubricante para meter el primer dígito en su interior.

Izuku ahogó su quejido en la boca del peliceleste que siguió acariciando sus pezones para distraerlo del dolor, pellizcaba primero uno por unos segundo y luego apretaba el otro, volviendo de nuevo al primero. El pelinegro una vez que vio al chico mover la cadera, comenzó a penetrarlo con rudeza, varias veces, haciéndolo estremecerse. Izuku únicamente se dejaba hacer, pero movió la cadera al ritmo que el pelinegro imponía con su dedo, prontamente el hombre colocó los pies del peliverde sobre la mesita de té, dejándole las piernas abiertas y de pronto, a ese dedo se le unió su boca y su lengua degustó el chocolate fundido que había sido usado como lubricante sin que su dedo detuviera los lúbricos movimientos. Sus jadeos pronto quedaron ahogados en los labios del peliceleste y el pelinegro continuó aún después de que no quedara chocolate de por medio.

Izuku apenas había comenzado a disfrutar, cuando el pelinegro se separó y él se sintió morir. El peliceleste se separó también, abandonó las caricias en sus pezones e Izuku levantó la cabeza para averiguar a donde se dirigía. Toda la habitación estaba al revés.

Sabes mejor que el chocolate, Deku Dijo entonces el pelinegro, deslizándose por encima de él. Izuku sintió las caricias de su pecho en su sensible y mur necesitada erección hasta que tuvo al hombre cara a cara. Olvidó toda vergüenza y lo tomó por el pelo para besarlo con desesperación, apretándose a su cuerpo. Podía notar la cercanía, aquello que él deseaba estaba cerca; no tenía idea de en qué momento el hombre se terminó de desnudar pero eso no le importó, no dudó en buscar aquello que necesitaba.

El pelinegro comprendió que el chico no podría aguantar más y lo ayudó a saciar esa fogosa necesidad hundiéndose en su interior de manera brusca. Un grito ahogado llenó la habitación e Izuku apretó los labios para no espantarse por sus propios gemidos. Pensó en el hombre peliceleste y se preguntó a dónde estaría. ¿Quizá esperaba para cuando fuera su turno? ¿Se había quedado solo a observar? ¿Quizá...?. El hombre pelinegro se empujó contra él, aplastándolo sobre la mesa e Izuku se sentía a punto explotar, podía sentir la dureza y la pasión de su amante de esa noche, la forma en la que encajaba dentro suyo para alcanzar aquel lugar donde todo se volvía brillante.

Se movió despacio en un principio mientras se acomodaba sobre el cuerpo de Izuku, sosteniéndose de la mesa a cada lado de su cadera. Izuku lo rodeó con brazos y con las piernas y se rindió jadeando extasiado al ritmo de aquel completo extraño del cual ni siquiera sabía su nombre, para él siempre sería el hombre pelinegro del chocolate. El clímax llegó sin necesidad de ser tocado y fue demasiado para él, fue como perder el conocimiento y recuperarlo unos minutos después, desconectándose por completo de la realidad. Para Izuku sólo existió aquel hombre y su ardiente corrida derramándose en su interior. Sus temblores no habían cesado cuando él empezó a marcharse. Le dio un beso en la mejilla y habló.

Mira a nuestro amigo Le susurró al oído. Izuku volteó el rostro sobre la mesa y se encontró con el hombre peliverde, acomodado en el sofá que había junto a la mesa en la que ellos estaban, rodeando su erección con su mano. Mirándolos con curiosidad. Creo que quiere que vayas.

Cuando el pelinegro se puso de pie, tiró de la mano de Izuku levantándolo con él. Lo miró de forma intensa, acariciando su mejilla y besándola después. Izuku le dio la espalda y , llevado por el deseo un febril, se acercó al hombre peliceleste sin poder apartar la mirada de lo que tenía entre las manos. Se pasó la lengua por los labios mientras el hombre esperaba paciente. Movía despacio la mano de arriba hacia abajo, por encima de los calzoncillos, acariciando su miembro sin apartar la mirada de Izuku.

Izuku, con las piernas temblorosas por el esfuerzo, sintiendo la mirada del hombre pelinegro en su espalda, se aproximó a él. Su mente era un hervidero de sensaciones; entre sus piernas, el recuerdo del hombre pelinegro que lo había llenado con su pasión y sus dimensiones aún perduraba. Y la humedad por la reciente corrida se deslizaba por sus muslos, provocándole unas deliciosas cosquillas. El peliceleste no hizo nada en cuanto tuvo a Izuku frente suyo, cruzaron miradas, él había comenzado todo eso; él había sido quien se saltó las reglas, quien inmovilizó al chico para darle ventaja a sus compañero, quien besó sus labios, mordió sus pezones y fue quien lo cubrió de chocolate.

Izuku bajó los ojos por el pecho desnudo del hombre hasta el imponente pene que se insinuaba bajo sus palma, la ferviente ansiedad de sus pensamientos lo impulsó a continuar; ya no era él quien controlaba sus acciones o sus movimientos, no era su cerebro quien movía sus piernas ni sus manos, si no sus propios deseos y anhelos más profundos. Despacio se arrodilló frente a él y con mano nerviosa, fruto de la ansiedad, apoyó la palma derecha sobre la erección del hombre peliceleste escondida todavía bajo unos bóxer de color negro. Su reacción fue intensa, lo miró fijamente resoplando por la nariz con la mandíbula tensa y el puño crispado. Izuku humedeció sus labios, con la zurda tiró cuidadosamente de la prenda desenvolviendo lo que había debajo y ansiaba descubrir.

En su mente ya no quedó lugar para el hombre pelinegro, sólo para las terribles sensaciones que le provocaron la visión de un espléndido miembro frente a sus ojos, no era la primera vez que veía uno de cerca, anteriormente había visto tres, pero en esos momentos se sentía como si fuera la primera vez. Lo sostuvo entre sus dedos, sintiéndose incapaz de abarcarlo completo con una sola mano; su propio miembro volvía a la vida como si no se hubiese corrido hacía solo unos minutos atrás mientras el chocolate aún adherido en su piel podría volver a derretirse debido al calor que su cuerpo sentía en esos momentos. El peliverde se encontraba tenso, en sus ojos había un fondo de frustración, parecía querer lanzarse contra Izuku, su mirada reflejaba cuanto deseaba poseerlo con la misma fuerza con que lo había hecho sus compañero. Sin embargo, seguía quieto, dispuesto a dejarse hacer.

Izuku sostuvo la erección del hombre con sus manos y acercó los labios a la punta roja, depositando un beso, el hombre se sacudió por el placer que le había recorrido al sentir los labios ajenos, sintiéndose un poco Bastante ansioso por lo que venía. Izuku lo fue lentamente devorando, presionando con la lengua y los labios, saboreándolo. El hombre emitió un jadeo, le temblaban las manos de la ansiedad y el pecho de Izuku bulló de pasión. Los latidos de su corazón eran tan intensos que lo ensordecían, no podía escuchar sus propias succiones en el miembro ajeno ni los gemidos del hombre y sin dejar de sostener la erección ajena con su diestra, deslizó la zurda por su propio cuello hasta sus pezones, dejando caricias como las que solía darse cuando tenía sus necesidades en la cama de su habitación cuando su madre no se encontraba en casa.

Sintió el pegajoso chocolate en la yema de sus dedos cuando se acarició el pezón izquierdo, recogió un poco y se lo llevó a los labios, sacando de su boca el pene del hombre un momento, saboreando este antes de recoger un poco más y llevarlo hacia el miembro del hombre, metiéndoselo de vuelta a la boca para saborear mejor el chocolate. Su zurda volvió a bajar por su pecho, siguiendo de largo hacia su erección, acariciándola; se estremeció por el contacto, ahogándose con lo que le llenaba la boca. Prontamente se separó para acomodarse sobre las piernas del hombre para besarlo mientras se acariciaba a sí mismo, deteniéndose entre tanto para coger aire, acariciándolo con su aliento desesperado y su saliva mientras él se complacía a sí mismo. ¿Y dónde estaba el hombre pelinegro?

Aquel pensamiento lo llevó hacia atrás. Liberó al hombre de la prisión de sus labios y llevó la mirada hacia sus rostro, con la diestra sostuvo el pene ajeno mientras se ponía de pie hasta que la altura lo obligó a soltarlo, su zurda seguía en la labor de acariciarse a sí mismo. El hombre lo miró apasionadamente y se aferró con ambas manos a la cintura de Izuku, pasándolas a su trasero para acariciar la firmeza de este. Izuku le devolvió la mirada, relamiéndose los labios con gusto sin dejar de acariciarse a sí mismo. El peliceleste besó sus manos, mordió sus nudillos y lamió la mano que Izuku le ofreció, antes de que se la volviera a llevar a su entrepierna. Izuku subió al sofá con ayuda del hombre y con movimientos inquietos, abriendo las piernas mientras el recuerdo del otro hombre entre sus piernas se desvanecía para sustituirse por el pene ajeno hundiéndose en su interior, Izuku lo sintió más duro y más grande, y si era posible, más ardiente. Quizá solo se debía a la enorme necesidad que sentía al querer la dureza de un hombre profundamente enterrado en su ser y la sensación de estar completamente lleno de él.

Los labios del hombre peliceleste se lanzaron contra su pecho, mordiendo sus pezones. Izuku se apretó a él y el hombre crispó los dedos, clavándolos en la carne de sus muslos y su espalda. Lo atrajo hacia él e Izuku se empujó contra el hombre, sus cuerpos buscándose, encontrándose y moviéndose juntos en un ritmo frenético y apasionado. El interior de Izuku ardía en pasión y necesidad, quería sentirlo en toda su plenitud, en todo su esplendor; deseaba continuar y que aquellas sensaciones no terminaran nunca. De forma imprevisible, su interior apretó el miembro ajeno y su miembro convulsionó, corriéndose con fuerza por segunda vez esa noche. El hombre lo abrazó con tanta fuerza que le hizo un poco de daño, se clavó profundo en su interior cuando se corrió con la misma fuerza, entregándose ambos a la pasión desbordada, desenfrenada e inesperada del momento.

El entorno comenzó a dibujarse ante los ojos de Izuku, sus sentidos se volvieron más perceptivos, su cuerpo notaba la tensión y el calor del hombre que se mantenía aún encima suyo, la dureza de su sexo, sus propios muslos apretados, el aroma de la piel ajena y el movimiento del hombre pelinegro tras él no pasó desapercibido. Izuku se giró con el rostro encendido, separándose ligeramente del hombre peliceleste y miró al otro hombre, éste último le acarició la mejilla mientras le agarraba fuertemente la muñeca con la otra mano. El peliceleste agarró la otra y la juntó a su otra muñeca a su espalda, algo duro y tibio las envolvió y las aprisionó, el sonido del cuero deslizarse por una hebilla metálica le hizo pensar que se trataba del cinturón de alguno de ellos y entre los dos, lo ayudaron a ponerse de pie.

Ven Llamó el pelinegro mientras retrocedía.

Izuku, guiado también por el hombre peliceleste, le siguió hasta la habitación torpemente con los brazos atados en su espalda. Todo parecía ser demasiado surrealista como para que fuera cierto, preguntar qué iban a hacer o por qué le habían atado las muñecas estaba fuera de lugar. Emitió un gemido lastimero, entre asustado y confuso; casi a la vez, los dos hombres lo complacieron con ternura. Uno de ellos, no supo cual, lamió los restos de chocolate de su vientre antes de empujarlo contra el colchón y aterrizó de bruces y no pudo darse vuelta.

La mente de Izuku era un continuo torbellino de ideas y sensaciones. Todo iba demasiado de prisa, pero a la vez, las diferentes escenas de su libertino encuentro con aquellos desconocidos clientes, las recordaba con pausada lentitud. Tuvo un momento de libertad mientras estaba tirado en la cama con la boca pegada al edredón. Unas manos recorrieron sus piernas y sus caderas, despacio y sin prisas. En esos segundos en los que bien podría definir como lucidez, se preguntó qué estaba haciendo y cómo había permitido que aquellos dos hombres llegaran tan lejos.

No tuvo tiempo para pensar en muchas más cosas, en las consecuencias de haberse saltado las reglas por segunda vez; una mano se apoyó en sus omóplatos para presionarlo contra la cama. Se estremeció cuando sintió algo tibio gotear sobre el final de su espalda, por el aroma pudo intuir de que se trataba de más chocolate. Un pensamiento divertido lo hizo sonreír, a partir de ese momento se acordaría de ese momento cada vez que probase chocolate de cualquier tipo. El líquido denso se derramó por su cintura, una mano No tenía idea de cual de los dos hombres se tratabaㅡ extendió el dulce por su espalda y separó sus nalgas para que el chocolate caliente se deslizara por su entrada. Izuku emitió un gemido involuntario y levantó la cabeza, pero la mano lo retuvo de nuevo contra la cama. Despacio, el denso chocolate se derramó por sus muslos, provocándole un ardiente y delicioso estremecimiento. Cada vez había más chocolate entre sus piernas, interminable; podía sentirse pegajoso y caliente Por el chocolate por entre sus nalgas; el simple hecho de notar como se deslizaba, el roce y el calor, le arrancaron unos quedos gemidos.

Forcejeó un poco intentando liberar sus manos, pero el cinturón estaba bien apretado. Unos dedos se adentraron por sus piernas y comenzaron a llenarlo de chocolate, la primera caricia le provocó un suspiro profundo mientras los dedos viajaban de un lado hacia otro. Pulsaron su glande, arrancándole un grito rasgado de placer y regresando luego a su trasero justo entre sus nalgas, esa misma mano le ofreció una caricia deliciosa y un poco violenta, introduciéndose manchados de chocolate en su agujero aún sensible. Izuku protestó ahogadamente pero aunque el hombre suavizó las caricias, no se detuvo su cada vez eran más intensas e Izuku se sentía cada vez más lleno de chocolate.

Con movimiento firme, uno de los dedos ajenos le obligó a alzar la cadera y sin quererlo, Izuku dejó escapar de sus labios un gemido de placer. Viendo que aquello le había gustado, el dueño de dicho dedo travieso abandonó el orificio y volvió a entrar, provocándole un nuevo suspiro; aquella operación se repitió una y otra vez, encontrando aquella bonita que arrancaba lamentos que eran cada vez más profundos. Al primer dedo se le unió un segundo e Izuku ahogó sus gemidos entre las arrugas del edredón, aquellos dos dedos se encargaron de acariciarlo con el chocolate caliente, obligándolo a levantar cada vez más su trasero para que pudiera exponerlo a la vista de ambos hombres, dos completos desconocidos. Mientras lo penetraban por detrás, otra mano acarició su muslo y se metió por debajo para acariciar su miembro; Izuku supo que esa mano era del otro hombre, levantó la cadera con más ahínco y de pronto, se encontró balanceándose al ritmo que ambos hombres le impusieron mientras gemía incoherencias y suplicando por una atención más profunda.

Entonces, una tercera mano La cuarta, se dio cuenta, lo sujetaba por la nuca contra la cama, bordeó sus labios chocolateados mientras la mano sobre su miembro lo acariciaba sin premura. Izuku se agitó, avergonzado y excitado al mismo tiempo. Ellos no se detuvieron, no le dieron ni un respiro, solo fueron lo suficiente pacientes como para esperar a que Izuku fuese incapaz de aguantarse y entonces, cuando el inicio del orgasmo lo hizo palpitar todos sus músculos con una violencia desmedida, se retiraron. Lo que siguió a continuación, Izuku lo supo incluso antes de que los dedos traseros ¿Habían más de dos? fuesen sustituidos por algo más grande.

Sintió el cuerpo de uno de los hombres encima suyo, sobre su espalda, sus brazos quedaron atrapados entre los dos cuando se empujó despacio, dejando que sintiera el chocolate en su interior y el firme grosor de su deseo por el pecoso. Izuku jadeó con la respiración entrecortada, demasiado impresionado, pero reflexionó acerca de cuál de los dos hombres era el que tenía encima. Cuál era el hombre que volvía a penetrar su agujero dilatado y sensible; lo reconoció cuando éste le susurró algo al oído. Izuku no pudo procesar bien la pregunta del hombre, solo movió la cabeza afirmativamente y el hombre pelinegro lo colmó de placer, embistiendo contra él un poco más, entrando y dejando que sintiera su longitud. Se detuvo, Izuku respiró y cuando creía que ya había terminado, el hombre se introdujo un poco más.

Izuku gritó mientras el hombre lo seguía penetrando un poco más y luego decidió que no podía seguir retrasando el momento y decidió penetrarlo de una sola estocada. Izuku se retorció de placer bajo el cuerpo del pelinegro, sintiendo como el chocolate se fundía entre los dos cuerpos y resbalaba por su sexo y su cintura. La peor parte fue cuando el hombre abandonó su cavidad despacio para después regresar y entrar de golpe. Y entonces ya no hubo forma de parar y fue penetrado de forma continua.

Los lamentos de Izuku se perdieron en la habitación, el cuerpo del hombre pelinegro se estrechaba a él cada vez con más decisión, hasta que, tan fuerte como había comenzado todo, se detuvo. Rodeando su cintura con un brazo, el hombre lo arrastró con él, haciéndolo girar para tumbarlo de costado. Izuku se sintió un poco más liberado, podía respirar con mayor comodidad, no tardó en volver a suspirar cuando el hombre acarició su vientre y alcanzó su miembro empapado de chocolate, presionando su glande. Una nueva oleada de placer lo hizo enloquecer, las manos del hombre peliceleste le sostuvo las piernas con firmeza para dejarlas bien abiertas y con su lengua comenzó a limpiar el chocolate que se encontraba a en sus muslos. Mismo chocolate que se encontraba mezclado con la corrida de los tres.

El pelinegro continuó con su juego, continuó penetrándolo mientras su compañero lamía los testículos del pecoso. Un torrente de calor se estalló en el cuerpo de Izuku cuando el peliceleste tomó con la boca su miembro, usando su lengua para despejar todo el chocolate que tuviera encima. Ahora todo iba más deprisa. Izuku no podía soportar el placer, resultaba incluso doloroso seguir aguantando, seguir aguantando la ansiedad de dejarse llevar. No quería terminar, quería seguir, quería permanecer así durante horas, pero no pudo aguantar y el tercer orgasmo lo elevó al cielo. La traviesa lengua del hombre peliceleste degustó aquella dulce esencia que salía del pecoso mientras el pelinegro jugueteaba con la piel de sus testículos, alargando su delirio.

Solo cuando Izuku se calmó, la lengua del hombre peliceleste desconocido se alejó de su sexo para limpiar la corrida ajena que había salido de entre sus labios para volver a inclinarse esta vez por su vientre para subir hasta su pecho y morder uno de sus pezones, succionó estos para arrancar el chocolate que aún quedaban allí a lamidas. Se aproximó a él desde el frente e Izuku suspiró cuando el miembro del hombre rozaba parte de su agujero ya lleno y no tuvo que ser muy inteligente para saber lo que venía. El hombre se encontraba rígido, pareciese que con su toque lo quemara y se sentía tan grande que Izuku podía darse el lujo de exagerar y decir que el tamaño del hombre lo mataría.

Su compañero desde atrás esperaba mientras el peliceleste se acomodaba en aquel agujero, hundiéndose con desesperación y arrancándole un gemido a los otros dos. Izuku no soportó el asedio demasiado tiempo, estaba indefenso, rendido incluso antes de comenzar. Uno frente a él que se movía con premura y el otro detrás suyo que no se quedaba quieto y se movía junto a su compañero. La unión de aquella forma que lo moldeaba y retorcía su cuerpo a placer, le provocó un orgasmo tras otro. Había perdido la cuenta, pero se relajó, incapaz de pensar. Simplemente se dejó utilizar y se rindió a los decadentes deseos de esos dos hombre. Sus gemidos se prolongaron segundos que se convirtieron en minutos y transformándose en aullidos, su cuerpo volvió a sucumbir a la tormenta de violento oleaje con largos temblores y profundos latidos.

Los dos hombres lo llenaron de gozo, lo llevaron al éxtasis y lo hicieron regresar, y hasta en dos ocasiones Izuku suplicó una tregua. Pero fue tarde, ardiendo de emoción, sintiendo un calor insoportable abrazándole las entrañas, perdió el sentido y se desmayó del placer. Y aún en sueños, disfrutaba de una inmensa sensación de éxtasis y plenitud, mientras se hundía en espeso chocolate, mezclado con un poco de miel y coronado con pistachos.

Despertó sobresaltado y cuando se incorporó, tal vez fue demasiado deprisa; tuvo la sensación de que la habitación se le echaba encima. Su mente y el dolor en su trasero no tardaron en recordarle que hacía allí Más concretamente le recordó lo que había hecho allí y al mirar a su izquierda encontró un cuerpo masculino tumbado boca abajo durmiendo con total tranquilidad. El hombre peliceleste.

Izuku tragó saliva, de manera inconsciente se le había hecho agua la boca y le había temblado el labio inferior, por no hablar del cosquilleo en su vientre. Con extrema precaución, se deslizó fuera de la cama y se alejó en puntillas del hombre peliceleste, ignorando las punzadas de dolor de su parte trasera; era como si hubiese caído en la jaula del tigre y quisiese alejarse en completo silencio para no perturbar su descanso. De un primer vistazo, los restos de la batalla estaban presentes en casi todos los rincones de la habitación, pero destacaba el juego revuelto de sábanas negras y el perfecto trasero del hombre resaltando blanco sobre ellas; por no hablar de su larga espalda, de sus hombros y de su melena negra. Había un hueco en la curvatura de su cadera y la cama; allí, escondido entre las sombras, estaba aquello que Izuku había tenido en su boca, luego entre sus piernas y luego... Otro cosquilleo recorrió su vientre obligándolo a encogerse y estremecerse, su miembro volvía a la vida como si no hubiera tenido suficiente con lo de la noche anterior. Apretó los labios reprimiendo un gemido y negó con la cabeza, sacudiendo su melena verde de un lado hacia el otro. Emitió un jadeo ahogado mientras se cubría la entrepierna con sus manos, sintiendo sus rodillas temblar. El hombre peliceleste estaba allí pero, ¿Dónde estaba el hombre pelinegro?.

Tomó una camisa arrugada y se cubrió con ella, abandonando allí a la bestia que dormitaba medio desnudo. Era una huida en toda regla, porque su razón empezaba a gritar desde lo más lejano de su mente, que lo que había pasado no podía volver a repetirse y que si alguien descubría lo que había pasado, se iba a meter en un lío. Sumido en su particular paranoia acerca de si algún día podría superar lo sucedido la noche anterior, llegó hacia el lugar donde comenzó todo. su ropa interior de lencería descansaba roto a los pies de la mesita de té; la luz del día entraba por el gran ventanal y allí, tras una encimera a modo de barra frente a la cocina Al tratarse de un loft no había paredes, encontró al hombre pelinegro que lo observaba divertido con una taza de café humeante en la mano y la espalda apoyada en uno de los armarios. Tenía el pelo mojado y una toalla rodeándole la cintura.

Buenos días Saludó. Su voz resonó en el pecho de Izuku y el corazón le palpitó más deprisa, las mejillas se le encendieron y un escalofrío le erizó el vello de la nuca. Si, su entrepierna también se sacudió.

Hola... Murmuró con voz ronca. Sólo entonces se dio cuenta que no podía hablar bien y carraspeó. Tenía la garganta seca.

¿Quieres un café? ¿Té? ¿Un vaso de agua? Preguntó el anfitrión dispuesto a servirle el desayuno. He hecho tostadas. ¿Te gustan con mantequilla y mermelada? Señaló el plato con unas rebanadas de pan con aspecto delicioso y su estómago protestó rabioso. Oh, que descuido por mi parte, imagino que querrás darte un baño. Sigue derecho por ese pasillo, al final, delante de la habitación.

Izuku miró el pasillo en completo silencio y con paso titubeante se dirigió al baño sintiendo la mirada del hombre clavada en su espalda, en la curva trasera que se asomaba bajo el borde de la camisa y sus muslos desnudos. Tuvo especial cuidado cuando pasó por delante de la habitación, el hombre peliceleste seguía durmiendo.

El agua helada limpió el chocolate de zonas que no creía posibles y acrecentó la angustia que le revolvía las entrañas; tuvo que refrenar en una ocasión el deseo de aliviarse a sí mismo. Si acaso, podría hacerlo en su casa, pero no allí. Ahora lo que tenía que hacer era salir de allí, tomar sus cosas y poner tierra de por medio para no regresar jamás. Se cubrió el cuerpo con un albornoz que había guindado detrás de la puerta y regresó a la cocina pensando en la comida. Sí, tenía prisa, pero también hambre. Comería poco y rápido, luego se marcharía. Qué más podían hacer esos hombre que invitarle el desayuno luego de lo sucedido.

El pelinegro seguía en el mismo lugar, mordisqueando una crujiente tostada con mantequilla y mermelada de fresa. El sonido le provocó hambre a Izuku y se mordió el labio inferior. En completo silencio, el hombre deslizó por sobre la barra un plato con dos tostadas iguales a las suyas y un vaso de leche, con un apetito atroz, pero sin mostrar alarma o premura, Izuku se abrazó la garganta con la leche.

¿Hacen esto a menudo? Cuestionó de manera baja.

¿Desayunar?

La broma no le hizo gracia pero le hizo torcer el gesto, el hombre sabía lo que le había preguntado y sinceramente no deseaba hacer la pregunta en voz alta. Aunque la curiosidad se lo estuviera comiendo desde dentro, no había razón para insistir sobre la vida privada de esos dos libertinos clientes.

La verdad es que no Respondió al fin el pelinegro. Supongo que deberíamos pedirte una disculpa, entiendo que nos saltamos las reglas y si quieres cobrarnos por ello no te lo reprocharemos. Pero yo no lo pude evitar Sonrió adaptando una expresión infantil ante de extender hacia el pecoso un cuenco de fruta. ¿Quieres un dátil?

Izuku miró el cuenco, sin apenas darse cuenta que el hombre estaba rodeando el mueble para ponerse justo a su lado. La repentina cercanía inquietó a Izuku y levantó la mirada lentamente, deleitándose con la forma del pecho ajeno, la curva de sus clavículas, los músculos de su cuello y finalmente el brillo de sus labios. Abrió la boca para poder respirar, cuando le miró a los ojos descubrió en ellos decisión e intensidad. Y el poco juicio que le quedaba intacto se disolvió entre las penumbras de su cabeza.

Yo si quiero Dijo el hombre pelinegro. El cinturón del albornoz fue aflojó despacio e Izuku suspiró profundamente. Tironeando suavemente del cuello de la prensa, el pelinegro descubrió el hombro liso de Izuku, para tomar a continuación el dátil más grande y jugoso de todo el cuenco. Se lo llevó a la boca, pero en lugar de comérselo, se limitó a humedecerlo con sus labios, chupándolo. Izuku se estremeció con solo escucharlo. Dirigió el brillante dátil a la garganta de Izuku y lo deslizó hacia abajo, desviándose hacia el hombro. Luego descendió por su pecho hasta tocar su sensible pezón con la curva del dátil y aprovechó para apretarse en un costado de Izuku y depositar un beso en su oreja. Abre las piernas, Deku Murmuró. Izuku se mordió los labios y obedeció, arrastró un pie por el suelo para separar los muslos, apoyando las dos manos sobre la encimera.

Cuando chupó de nuevo el dátil, Izuku sufrió una convulsión. Húmedo, el dátil bajó por su vientre y el roce casual del brazo ajeno sobre su cintura le provocó un escalofrío. Intentó resistirse, pero no tenía ningún sentido cuando la fruta ya rozaba la punta de su sexo. El pelinegro se apretó contra él y buscó sus labios, para cuando bebieron de sus respectivas bocas y ahogaron sus respectivos gemidos en los labios del otro, el dátil se había ido y sólo quedaban los dedos del hombre alrededor de su miembro, acariciándolo. Las manos de Izuku se aferraron a los brazos del hombre, besó su boca con ardor, apretó el cuerpo a su piel tibia y ahogó un suspiro intenso al notar la dura fogosidad ajena en su cadera. El pelinegro apretó el abrazo alrededor de su cintura y avivó la caricia con su mano, arrancándole al pecoso unos sonoros lamento.

Izuku se tapó la boca al recordar al hombre peliceleste durmiendo a pocos metros de allí, y entonces se dio cuenta de que lo había hecho otra vez; se había rendido demasiado rápido, no había resistido la tentación. Pero no había remedio, ahora ya no podía parar, ahora ya estaba convulsionando y su miembro palpitando, deshaciéndose entre sublimes temblores a causa de las caricias. el pelinegro suavizó entonces las acometidas, dejando que Izuku disfrutara de su pequeño orgasmo hasta que sintió que se relajaba y recuperaba otra vez la respiración. El pelinegro tomó la fruta olvidada y entonces, se la comió.

Yo también quiero desayunar eso...

Izuku levantó la vista hacia el hombre peliceleste que sonreía travieso desde el pasillo. Había estado mirando todo el tiempo. Izuku descubrió que ese era el momento de irse, no podía seguir estando en esa casa o nunca saldría de ella. Al menos, no por su propia voluntad. Se apartó del hombre pelinegro con algo de brusquedad, quitándose el albornoz. Tomó su abrigo, su bolso, sus zapatos y salió apresuradamente de lugar sin mirar atrás.

Una vez que estuvo lo bastante lejos de aquel apartamento, se detuvo en la parada de autobuses para acomodarse de mejor forma la gabardina, agradecía que no hubiera más que unas tres personas cerca, sus rostro debía parecer un tomate por lo rojo; se sentó en la banca a esperar el autobús y a acomodarse sus zapatos, sacando su celular por primera vez desde la noche anterior cuando llegó a ese loft. Tenía un par de mensajes de su madre quien preguntaba dónde estaba, por qué no respondía y si revisaba las llamadas, habían veinte llamadas perdidas, cinco eran de la empresa Sugar, cinco de sus amigos y cinco de su madre, había apagado el celular como siempre lo hacía cuando trabajaba pero siempre lo encendía luego de terminar el trabajo, anoche estuvo ocupado y no pudo encenderlo como debió haberlo hecho, así que supo que iba a recibir un par de regaños.

El autobús llegó e Izuku subió a este para sentarse en uno delos asientos finales, apoyando la cabeza en el vidrio de la ventana, cerró los ojos y largó un suspiro, metiendo las manos en los bolsillos de la gabardina. Sintió un papel en el bolsillo derecho y lo sacó, encontrándose con que era el número de uno de los hombres, "Dabi" rezaba el papel junto a una serie de números que el número de celular y poniéndose nervioso, estuvo por romperlo pero cambió de opinión mientras se mordía los labios y dobló dicho papel para volverlo a guardar con bastantes nervios.

No podía mentirse, había disfrutado enteramente la noche con aquellos dos hombres, había vuelto a romper las reglas y fue entonces que se puso a pensar que tal vez, podía volver a verlos sin tener que fueran clientes, si solo eran amigos no habría reglas que romper, justo como sucedía con Kacchan, Shouchan y Eiji, los cuatros disfrutaban divertirse entre ellos sin necesidad de pedir los servicios de Izuku. Quizá estaba pensando demás, no creía posible que sus pensamientos lo hubieran guiado a esa idea y sacudiendo la cabeza con ojos cerrados, suspiró hondo de manera corta antes de abrir de vuelta los ojos y pasarle un mensaje a su madre de que iba en camino.

Quizá iba siendo hora de decirle y explicarle a su madre de qué trataba su trabajo sin contar los detalles candentes que ha vivido y esperaba que la mujer no se molestara por lo que hacía.

¡Espero les haya gustado! ♥

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