#1: SNARK

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"Yo lo vi, yo lo vi cuando esas criaturas pusieron sobre mi cara aquel parásito como un molusco, que inyectándome una especie de somnífero, me hizo viajar por las lejanías del espacio, más rápido que el sonido, que la luz incluso; más rápido de lo que cualquiera de nuestras patéticas naves pudieran tan siquiera soñar. Viaje más allá que la existencia de la pobre vida tan sobrevalorada, que no es más que un manchón insignificante sobre una bella pintura. Y ahí, en el centro de una existencia tan indescriptible, lo vi. Un ser primigenio, que se abría como dos pétalos de una flor, aguardando dentro de sí, una especie de tubo carnoso y viscoso que al salir liberaba de en medio un ojo, qué observante me mostró planos de existencia tan complejos que hacían quedar a la tan cacareada "fuerza" como un ebook al lado de un rancor. Fui testigo de la insignificancia de nuestros avances tecnológicos, de nuestra magia, de lo infantil de la palabra "Imperio". L-ajuri es su nombre, y su llegada es inevitable. Sus esbirros ya están en nuestra galaxia cercana, y yo..., yo soy su humilde ciervo, que aguarda con deseo la muerte de la insignificancia, en busca de recibir como recompensa el olvido de aquellos conocimientos que han enloquecido mi pobre y patética mente humana

En el planeta maldecido con dos soles: Tatooine, avanza entre sus hirvientes arenas y vientos calurosos, un ser increíblemente patético; emocional, aprisionado a una maquinaria pobre y obsoleta por la cual debe respirar, aferrándose a un concepto tan absurdo como una profecía, y a un poder tan inútil en comparación con las fuerzas que rigen las ramas de la existencia. El ser más temido por los ignorantes: Darth Vader. 

No muy lejos de su posición, se encuentra el palacio del líder criminal conocido como Jabba el Hutt, una forma de vida vomitiva, un gusano gigante y gordo, que apenas y puede moverse por sí mismo. Dentro, la compuerta a su palacio asciende hacia arriba acompañada de crujidos de metal oxidado, dándole paso al lord de los Sith, cuya sombra invade aquella catacumba, cuya respiración alerta a los guardias Gamorreanos, seres similares a cerdos, humanoides y gordos, de piel verde, que armados con hachas arg'garok, corren entre chillidos patéticos al encuentro del intruso. Lord Vader, usando la fuerza, atrae a su mano derecha el mango que segundos después liberaría una hoja láser de un bello rojo carmesí, el cual usaría para cortar los estómagos y extremidades de tan insignificantes criaturas, cuyos gritos de dolor terminarían perdiéndose entre los ecos del palacio. La hoja entonces retornaría para que su mango pudiera ser guardado en la cintura del maestro, el cual continuó su camino hasta el centro del palacio, en donde de manera primitiva seres extraterrestres y humanos dormían amontonados unos con otros, y al frente, dormido encima de una plataforma, el jefe criminal, que apenas y percatándose de la situación, comenzaría a abrir los ojos. Era una forma de vida repugnante, su piel era viciosa, de su nariz caía una mucosidad blanca que al llegar a sus labios el mismo Hutt saboreaba con la lengua. Y a su lado, un concejero de raza Twi'lek, de piel pálida, ojos rojos y una protuberancia sobresaliente a su cabeza que rodeaba su cuello, simulando cabellera, tal vez.   

Cuando Darth Vader se paró sin respeto al frente del Hutt, este no pareció tomarlo con calma, gritando y reclamando en su idioma, uno que el señor oscuro podía entender a la perfección. 

—¿Cómo te atreves a invadir mis aposentos, Jedi? 

—Hasta el momento, El Imperio y el clan de Los Hutt, han mantenido negociaciones estables. Recuerda que depende de tu lengua, Jabba, que esa paz entre ambos se mantenga estable.  

Aquel comentario en idioma humano, no hizo más que enfurecer más a la viscosa criatura, que alzando sus puños golpeó por accidente a su consejero, el cual cayó de espaldas, respondiendo así: 

—¡El Imperio no tiene ningún derecho a invadir mi hogar cada que ellos quieran! ¡No le temo a las fuerzas imperiales, Jedi! ¡Los Hutt poseemos las herramientas necesarias para enfrentarlos si así es requerido! 

—No debes temerle al Imperio, me debes de temer a mí. Tu arrogancia te lleva a llamarme bajo el título de un Jedi, lo cual me ofende de sobremanera, Hutt. Continúa con tus insolencias, y te demostraré la diferencia entre un Jedi y un Lord Sith. 

Mientras la discusión continuaba en aquel juego de poder, hombres y seres extraterrestres armados bajaban por escaleras a los lados de aquel salón: cazarrecompensas. Estaban ansiosos, Darth Vader lo podía sentir; todos estaban ansiosos, con excepción de uno, que con sus emociones en control, sólo se mantenía expectante y alerta. Mas de regreso con el jefe criminal, este reía burlona y profundamente. 

—No intentes amenazarme, Jedi —exclamaba el Hutt mientras el lord de los Sith se percataba de que de los cazarrecompensas estaban rodeándolo por detrás—. Y mucho menos, cuando vienes ante mí, solo. 

—Vas a ordenarle a estos hombres que se retiren, Jabba, y después, me otorgarás al mejor de tus cazarrecompensas para una misión que no te incumbe. 

La orden del señor oscuro provocó el regreso de las carcajadas del Hutt, confiado y seducido por una falsa sensación de poder superior, se redujo a decir "tus trucos mentales Jedi no funcionan conmigo", alzando entonces la mano para con esto dar la orden de ejecución. Pero la pobre criatura no sabía que Darth Vader ya había sentido sus intenciones, y antes de que él alzara su mano, la hoja del sable láser ya emergía hambrienta por la batalla. El Sith se giró a tiempo para desviar los disparos de bláster que iban en su contra, y alzando su mano libre poco después, le arrebató su arma a cada insolente que se atrevió a dispararle. Entonces sintió un leve temor creciente en el Hutt, que ahora buscaba apretar un botón a su lado, el cual provocaría que una plataforma bajo sus pies se abriera, arrastrándolo hasta la guarida del temido rancor. Pero la mano del gusano no pudo tocar aquel botón, debido a que tuvo que atender su cuello. 

—Los Sith, no necesitamos pobres manipulaciones mentales para obtener lo que deseamos, Jabba —afirmaba Vader nuevamente al frente del Hutt, con su mano libre alzada y estrujada como si estuviera ahorcando a alguien—. Nosotros sometemos a nuestros enemigos, hasta que cedan, o mueran. —El capo criminal comenzó a levitar a la vista de todos, sin despegar las manos de su cuello, luchando por dar pobres bocanadas de aire; tragándose de manera involuntaria su propia mucosidad que por primera vez le causaba asco. —Espero que con esto, quede clara la diferencia entre el poder de dar órdenes, y el poder del lado oscuro. 

Vader aflojó en consecuente su agarre y de manera estrepitosa Jabba cayó de nuevo en sus aposentos, sobándose del cuello antes de gritar de manera desesperada: 

—¡Greedo! 

Atendiendo al llamado, de piel azul y fisiología similar a un ser acuático, emergió de entre los cazarrecompensas un rodiano, que ya suponiendo la orden venidera de Jabba paró al frente de Darth Vader, el cual lo inspeccionó con cierta intriga. 

—No juegues con mi paciencia, Hutt —expresó el Sith a la vez que una fuerza invisible golpeaba a Greedo, mandándolo a volar metros antes de caer de manera violenta. 

Ante la impaciencia y brutalidad del Sith, Jabba de manera involuntaria fijó su mirada en una persona del grupo, mirada de la que se percató el señor oscuro, y usando los sentimientos del mismo a su favor, logró encontrar a aquel que buscaba; aquel único cazarrecompensas que pudo mantener sus emociones en calma ante su presencia. 

—¿Eres mandaloriano? —preguntó Vader retrayendo la hoja de su sable en busca de guardar nuevamente el mango en su cintura. 

Sin muestra de miedo visible o interiormente, el cazarrecompensas prosiguió a sostener su rifle EE-3 con ambas manos antes de encaminarse hacia el lord de los Sith, respondiendo en una voz grave como aguda al mismo tiempo: 

—¿Acaso importa? 

—Siento... algo familiar en ti... —expresó Vader observando un poco por debajo al hombre en armadura cuyo color predominante era el verde—. Eres un clo... Claro, cómo pude no darme cuenta; eres Boba Fett. Tu reputación te precede, mercenario. 

—Pensé que sólo eras un mito; una historia de terror que los imperiales narraban a los rebeldes. 

—¿Por qué no me atacaste junto a los demás? 

—Nadie me pagó para intentarlo. Mi vida no vale un trabajo gratis para Jabba. 

Ante la respuesta de Fett, Darth Vader tomó su capa para, como un emperador, darse media vuelta en busca de salir de aquel rancio lugar que Jabba neceaba en llamar palacio, pero no sin antes decir: 

—Estás contratado, cazarrecompensas. 

...

Fuera del desperdicio de planeta, como simbolismo de los pobres conocimientos ganados por seres tan insignificantes, se encontraba flotando cerca de su órbita una colosal nave espacial, la cual recibía de nombre: Crucero Imperial. 

Y saliendo del planeta, emergía otra nave pero a escala mucho más pequeña. En forma de "T", volaba de frente hacia lo que, para su piloto, era el pináculo de los conocimientos en ingeniería. Su nave, de nombre Slave One, surcó hasta cruzar por un campo de energía azulado, que impedía la salida del aire, recostándose así en uno de los tantos hangares. Una vez el mercenario salió a pie y con las manos libres de la rampa en la parte delantera de su nave, fue recibido por dos soldados de asalto en armaduras blancas y diseños toscos; más conocidos como stormtroopers, los cuales lo escoltaron hasta los aposentos del señor oscuro Vader, que dándole la espalda, admiraba detrás de un ventanal, el infinito espacio que tan poco comprendía.  

—Me complace que hayas aceptado la misión, cazarrecompensas. Ten por seguro que el Imperio te pagará bien, siempre y cuando aceptes todas las instrucciones al pie de la letra. 

—No te adelantes, Vader —habló Boba Fett sin aún recibir la mirada de su cliente—. Todavía tenemos que hablar de cuánto se me va a pagar por este encargo, y qué exactamente quieres que haga.  

El hombre aprisionado en su armadura, se dio media vuelta en busca de por fin darle la cara al famoso mercenario, percatándose de que las emociones de este seguían controladas, de hecho, estaba muy seguro. Casi podría pensar que bajo su perspectiva era él quién estaba en peligro en aquel cuarto. Toques de soberbia ignorante, sin duda. 

—Pide la suma que desees, cazarrecompensas. Los créditos no son un problema. 

—¿Y la misión? 

—Permítame explicarle por mí mismo la situación, Lord Vader. 

En una coincidencia cósmica, entró a los aposentos del Sith un hombre de caminar engreído, al igual que el tono de su voz. De uniforme elegante y una vejez que, más que provocar lástima a sus semejantes, provocaba respeto. 

—Boba Fett —expresó Vader apenas el hombre mayor paro a su lado—, permítame presentarle a quién liderará la misión por la cual se le ha contratado: el almirante Moff Tarkin.  

—Dejando a un lado los modales innecesarios en estas circunstancias, le informaré sobre la misión encomendada. Pero antes, es necesario decirle que deberá guardar el mayor de los secretos antes y después de cumplida la empresa. 

—Como desee —respondió Boba Fett con un leve toque de ironía. 

—Hace cuestión de seis meses, una nave pirata, bautizada como SNARK, interceptó a una flota rebelde, adquiriendo entre muchas insignificancias, planos previamente robados al Imperio. Nombre clave del archivo: Estrella de la muerte. Estuvimos rastreando desde entonces a la nave bandida, encontrándola hace semanas en las coordenadas 20-08-18-90. Usted, junto a un escuadrón de soldados stormtroopers, viajaremos hasta las coordenadas previamente dichas, infiltrándonos en la SNARK en busca de saquearla para recuperar los planos que nos pertenecen. Si acepta la empresa, responderá sólo a mí, y actuará sólo cuando yo lo ordene.   

—Las coordenadas 20-08-18-90 están fuera del control imperial. Por otro lado, la nave SNARK podría darle serios problemas a cualquier crucero imperial, ¿qué le hace pensar que podrá infiltrar a un puñado de soldados sin ser detectados? 

—Porque sospechamos fuertemente que la tripulación está muerta. Logramos rastrear a los piratas por una señal de auxilio enviada desde la propia SNARK. Una vez localizada su ubicación, deducimos que recibimos el pedido de auxilio un mes tarde, debido a que, como acaba de decir, se encuentran ahora en una galaxia muy, muy lejana, apartados de cualquier planeta con condiciones aptas para la vida. Por otro lado, la SNARK no se está desplazando, se mantiene flotando en el espacio, por lo cual suponemos que se encuentra varada. 

—Entonces, la nave viajó por razones desconocidas a una galaxia inhabitada y allí se dañó de alguna forma, quedando varada, y sin ningún planeta o bases cercanas, sus tripulantes para este momento, al menos en su mayoría, deben de estar muertos. Pero no me estarían contratando para una misión que parece segura en un primer momento. Hay una segunda teoría, ¿no es verdad?

El almirante Tarkin dio un breve suspiro, y con el mentón alzado respondió en un tono desafiante: 

—La segunda teoría, es que alguna fuerza externa, desconocida hasta el momento, asesinó a los bandidos. Y sin registros de otra nave en aquel sector galáctico, esa fuerza podría estar aún dentro de la SNARK.   

—La información se te ha dado, cazarrecompensas —retomó la palabra Vader—. ¿Tomarás el encargo? 

Boba Fett bajó un poco la mirada, pensante; era el primer trabajo tan extraño. Observó a Tarkin, el cual parecía mirarlo con un toque de desprecio oculto. Sabía muy bien que a los altos mandos del Imperio no les gustaba nada la presencia de mercenarios en sus asuntos. 

—¿Se me pagará lo que pida, sin el más mínimo intento de regateo? —le cuestionó a Vader. 

—Como dije con anterioridad, los créditos no serán ningún problema. 

—Estoy dentro. 

...

La velocidad de la luz, usada por las insignificantes criaturas pensantes como una herramienta, que en su mente es la velocidad máxima a la que uno puede aspirar a viajar. Si tan sólo supieran que la velocidad de la luz es tan sólo un suspiro de aquellos entes primigenios del universo, cuya "velocidad " es lo que para un humano sería la del caracol. Y es dentro de esta pobre fuerza, que viaja una nave similar a un Crucero Imperial, sólo que a escala más pequeña. Dentro de ella, en una habitación especial, se encuentran diez y seis cámaras de sueño criogénico puestas en fila, que al son de una pequeña alarma, abren sus tapas en busca de despertar a sus portadores, hombres todos, cubiertos sólo por un bóxer negro de un material similar al látex. Sus ocupantes se ven altamente agotados al intentar despertar, debido a que las coordenadas 20-08-18-90 estaban tan lejos, que tuvieron que viajar en aquel estado durante semanas, aún con la velocidad luz, por lo tanto, sus cuerpos estarían aún un poco entumidos. Todos con excepción de un hombre de tes negra y barba ajustada, que sin señal de agotamiento se levantó al instante para caminar de ida y de regreso al frente de sus soldados. 

—Buenos días, princesas. Como sé que ya han terminado de contar estrellas y están tan despiertos y activos como un rancor salvaje, déjenme recordarles la importancia de esta misión. Una banda de asquerosos, cochinos, sinvergüenzas, degenerados, rufianes sin madre, y además piratas, interceptaron una flotilla rebelde. Las buenas noticias: acabaron con esa basura rebelde y nos ahorraron cargas de bláster, la mala, la flota que atracaron tenía en su poder los planos para el proyecto de La estrella de la muerte. Ahora, los muy gungans, se quedaron varados en medio de un espacio vacío, sin vida a los alrededores. ¿Se quedaron varados allí por su ineptitud o una fuerza externa?, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que esos planos deben ser recuperados a toda costa, ¿quedó claro? Ahora, la alarma que nos despertó es sólo un aviso de que en dos horas vamos a llegar a nuestro destino, por ende, los quiero con las armaduras puestas en cinco minutos, y desayunando en el comedor en tres. Quién se tarde sólo un minuto extra, ejecutará la misión con el estómago vacío. 

—Al menos déjenos espabilar, sargento —expresó entonces un soldado rubio, sentado al lado de su cápsula. 

—Oh, perdóname, Jerry, pensé que en mi pelotón había soldados, no bailarinas twi'leks.

Ante el comentario que comparaba al hombre con una de las razas favoritas de Jabba, una pequeña risa de compañerismo emergió del resto de soldados. 

—Se vería bien con el vestido, ¿no le cree sargento? 

—Sí, podría incluso darnos un pequeño baile de demostración. 

—Quizás Jabba nos daría buen dinero por él. 

—Muy bien, ya basta, y ¡arriba de una vez! —ordenó por último el sargento antes de darse media vuelta en busca de ir a los vestidores—. Por cierto, llevan gastados ya dos minutos —expresó con una leve sonrisa, pues segundos después de decirlo los soldados se levantaron de golpe, más de uno tropezándose. 

Una mezcla sinceramente desagradable, similar a la avena, emergía de un cucharón sujeto por Jerry, el cual procedía a depositarlo en un plato hondo sobre una charola, con cierto asco y resignación. Una vez terminado, tomó su comida y caminó hasta la mesa rectangular en donde se encontraba desayunando todo su pelotón. 

—Nuevamente, eres el último, Jerry —aseguró el sargento antes de que este último se sentara justo al frente de él. 

—Tranquilo, jefe —expresó un soldado al lado de Jerry, tomándolo del cuello con compañerismo—, sólo debe seguir un poco traumado por el wookie bebé que atropello en Kashyyyk.

—Por favor, no quiero, no quiero recordar eso —dijo entonces Jerry cubriéndose los ojos mientras sus compañeros se reían. 

—Por el propio Darth Vader, Jerry —habló el sargento—, no tienes piedad con el enemigo. Eso me gusta, soldado. Cuando yo era un simple trooper común, me enfrenté a toda una banda de jawas, teniendo como arma únicamente mi casco. 

—Yo no quería, yo no quería —expresó en desespero Jerry—. Estaba aprendiendo a usar el speeder y simplemente se me atravesó. 

—¿Pero era realmente necesario rematarlo con una piedra? —preguntó otro soldado al frente de la mesa. 

—Intente dispararle a la cabeza, pero esa maldita mira desviada... 

—En eso tiene razón —habló el soldado al lado de Jerry, que antes lo abrazaba—. La maldita mira desviada de nuestros blásters E-11 son un fastidio. Mas de una vez he tenido que apuntar a la izquierda para dar a la derecha. Son armas defectuosas, ¡vamos!, se supone que somos el ejército post clones, y ellos tenían rifles DC-15A, esos bebes apuntaban solos. ¿Por qué el Imperio no puede gastar un poco para darnos uno de esos? Tampoco me molestaría recibir una mejora en nuestras armaduras, realmente siento a esta cosa como si estuviera hecha de plástico. 

—Son verdaderamente unas princesas, soldados —expresó entonces el sargento. 

—Aquí va de nuevo...

—Cuando me uní a las fuerzas Imperiales, no teníamos blásters E-no sé qué, ni armaduras bonitas que nos protegieran. Teníamos palos, dos palos y una piedra por sección, y teníamos que compartir la piedra. 

—Oigan —habló un trooper al lado del sargento, señalando hacia adelante, en donde paseaba solitario el mercenario contratado—, hablando de clones. 

Entonces y de improvisto, uno de los troopers se levantó en un lenguaje corporal no muy amigable, en busca de encarar al hombre que atendía al nombre de Boba Fett. 

—Oh, esto será bueno —expresó el sargento. 

El soldado trooper, sin saber bien con quién se estaba metiendo, se posicionó al frente de Fett, retador y en busca de una confrontación. 

—Dime algo, ¿los rumores son ciertos?, ¿que eres un clon? —preguntó sin recibir respuesta del contrario—.  ¿Por qué el Imperio necesitaría a un vejestorio como tú, cuando tiene a su disposición a los soldados que vinieron a remplazar a los de tu tipo?

—Sigue hablando y sabrás por qué. 

Ante la amenaza en tono frío y despreocupado, el soldado se llenó de ira, arrojando..., no, intentando arrojar un golpe. E ignorando lo estúpido que era intentar golpear a un hombre recubierto por una armadura de beskar, Boba Fett no le dio el gusto de concretar el ataque, golpeándolo en la nariz con el mango de su rifle. El soldado trastabilló hacia atrás con ambas manos sujetando su nariz, notando al quitarlas que sus palmas estaban manchadas de mucha sangre. 

—Mi nariz, mi nariz...

Y si la situación no fuera ya lo suficientemente tensa, de manera conveniente, el golpe se dio justo al mismo tiempo que la llegada de Tarkin al comedor, el cual con las manos por detrás de la espalda y su tono de voz sereno, pero engreído, preguntó al acercarse: 

—¿Qué está pasando aquí? 

El soldado terminó por limpiarse la nariz sangrante con una mano, antes de responder que no sucedía nada, retornando en consecuente hacia la mesa junto a sus demás compañeros. En donde su sargento se inclinaría un poco para darle pequeñas palmadas en el hombro. 

—Tranquilo, Cameron, de peores heridas te has recuperado. 

—Cazarrecompensas —habló Tarkin girando hacia Fett—, ¿podríamos hablar en privado? 

Pronto, el mercenario y el almirante salieron del comedor, y justo entre los muros de un pasillo, Tarkin paró en busca de preguntarle a Fett: 

—Me puedes explicar, ¿qué pretendías al estar allí? 

—Comer. 

Una pequeña mueca se dibujó en Tarkin, no estaba acostumbrado a un carácter como el de Fett. Se podría decir que gustaba ser tratado con el mismo respeto y temor, que a Lord Vader. Mas controlando sus emociones y sin perder su propio carácter, prosiguió: 

—A los soldados no les agradas, y personalmente, a mí tampoco. No me gusta que los de tu tipo, que representan lo más salvaje y poco ético que puede llegar a ser un viviente, se involucre en asuntos tan importantes. Pero son órdenes de Lord Vader, así que te recomiendo ir con cuidado, pues de mí depende tu paga, mercenario. ¿Me he explicado bien? 

—Fuerte y claro. 

Pero entonces, la postura desafiante de Tarkin fue remplazada por una encorvada. El almirante se tomaba del estómago y tocía de manera enferma, teniendo que coger un pañuelo oculto en su bolso del pecho, para con este cubrir su boca, dándose cuenta una vez retirado, que su saliva era negra. Preocupado, giró su cabeza hacia el cazarrecompensas. 

—Ya puedes retirarte. 

Sin decir una sola palabra, Boba Fett se dio media vuelta en busca de retornar al comedor. 

—¡Y no le cuentes a nadie de esto! ¡Si lo haces no te pagaré! 

...

Las dos horas advertidas por el sargento terminaron por llegar, saliendo en consecuente de la velocidad luz. Dentro de la nave, sus tripulantes fueron avisados de este hecho al son de una segunda alarma, seguida de una luz parpadeante y roja. 

—Muévanse, ¡rápido, rápido! —gritaba el sargento de los stormtroopers, ya armado y con su casco puesto. 

Por su parte, los soldados de asalto cruzaban por un cuarto en donde adquirían sujetos a los muros, los dichosos cascos, más sus insignificantes blásters E-11, que se encontraban amontonados en una especie de caja. Y una vez cargadas, y guardados en sus cinturas los cartuchos suficientes, se encaminaron hacia el hangar de su pequeño crucero estelar, en donde los esperaba una pequeña nave similar a una cápsula en diseño. Dentro de la misma, Boba Fett y Tarkin se encontraban ya listos y sentados en asientos opuestos, acompañados por un droide astromecánico imperial, de tonos negros y con un tubo sobresaliente de la parte superior de su cabeza, que se contactaba a una vibro cuchilla sujeta en una de sus patas derechas. Pronto los soldados de asalto subieron a la nave en busca de sentarse y abrocharse los cinturones. 

—¡Hopper, ya estamos aquí! —gritó el sargento, recibiendo como respuesta el sonido de las compuertas delanteras abriéndose, lentamente. 

—Preparando despegue —avisaba el piloto mientras la rampa de la nave comenzaba a ascender y el aire del hangar a escapar—. Estén preparados en cinco, cuatro, tres, dos, uno... Vamos allá. 

Las compuertas terminaron de abrirse de lado a lado, y empujado por las turbinas traseras, la nave salió disparada del pequeño crucero hacia la SNARK. 

—Wow, sí que es grande —expresaba el piloto al ser el primero en admirar el tamaño colosal de la nave pirata—. Las puertas del hangar están libres, y creo que el escudo para el oxígeno está activo. Parece ser nuestro día de suerte, escuadrón. 

La nave en consecuente descendió hacia la parte superior de la SNARK, pasando los escudos de tonalidades amarillo limón que mantenían al oxígeno dentro del mismo, logrando aterrizar sin el mayor de los conflictos. Una vez la rampa descendió de golpe, los soldados bajaron a prisa, seguidos por el droide. 

—Manténganse alerta —ordenaba Tarkin al salir detrás de ellos—. No sabemos si estamos solos.  

Detrás del almirante, emergía de igual forma Boba Fett, con su rifle en manos, notando al caminar, extraños jeroglíficos pintados en las paredes, con lo que podría jurar era sangre.  

—Tengo un mal presentimiento sobre esto. 

Al mismo tiempo, los stormtroopers habían llegado hasta una puerta que los guiaría hacia los misterios de la nave, aunque para su mala suerte, o buena suerte si se desea ver desde otro ángulo, la misma se encontraba cerrada. 

—Está sellada —aseguraba uno de los troopers golpeando la misma, inspeccionado en consecuente los controles de acceso a un lado, viendo así que estaban derretidos por lo que parecía algún tipo de ácido—, y los controles están fritos.

 —Denle paso al androide —ordenó el sargento con el bláster apoyado en su hombro. 

El mismo avanzó entre los soldados hasta llegar al lado del trooper que había inspeccionado la puerta, el cual le desencajó la vibro cuchilla de la pierna; al mismo tiempo, un segundo soldado tuvo que sujetar el tubo, buscando que la energía pasara con más facilidad y así activar la energía de la cuchilla, comenzando el proceso de cortar los bordes de la puerta. 

—Preparando maniobra —avisó el sargento, colocándose justo en medio de ambos soldados, con la boca de su bláster dirigida hacia la puerta.

—Ya casi está... —daba informe el soldado encargado en cortar la puerta, con las chispas de energía rebotando y tocando su casco—. ¡Listo! 

La puerta en consecuente descendió de manera estrepitosa hacia adelante, siendo el primero en pasar el sargento, que después de un leve vistazo a los pasillos oscuros exclamó: 

—¡Despejado!

Ante el aviso, el resto de tropas se abrieron paso en busca cubrir cada flanco, al menos hasta que el sargento logró percatarse de un cuerpo masculino y sangrante en el suelo. 

—¿Qué ra...? 

Mientras el hombre encargado de un pelotón se agachaba en busca de inspeccionar el cuerpo, Tarkin entraba en aquel semblante engreído a la par de Boba Fett, notando de igual forma aquel tétrico cuerpo descansante en los fríos suelos metálicos. 

—Tiene un agujero en el pecho, y los huesos... —hablaba el sargento tocando la herida—, están empujados hacia arriba, no hacia adentro. 

—¿Le habrán disparado desde la espalda, sargento? —le preguntó un trooper por detrás, mirando de igual manera el cadáver. 

—Esto no fue provocado por el disparo de un bláster, soldado. Nuestras armas cauterizan, y aquí hay sangre seca por toda su ropa, además —respondió el mencionado antes de tomar el hombro de la víctima, en busca de poder alzarlo un poco, con intenciones de inspeccionar su espalda—, no hay una herida de entrada. 

—Tal parece que nuestra segunda teoría era la correcta —afirmó entonces Tarkin—. Quiero que las tropas se separen y formen un perímetro. Y quiero la energía restablecida en cinco minutos. 

Los soldados asintieron ante las órdenes del temible almirante, pero rápidamente el sargento agregó: 

—¡Sepárense en dos! ¡Vigilen cada entrada, y cuando la energía esté restaurada, quiero las puertas bloqueadas! Y por cierto, almirante —expresó poniéndose en pie en busca de encarar a Tarkin—. ¿Cuánto tiempo se supone que estuvo varada la nave? 

—Diecisiete semanas, sargento. Según los informes.

—Pues los puede ir despidiendo. Ese cuerpo no es de 17 semanas, ni siquiera es de doce. Ese cuerpo murió hace apenas unas horas. Y además se ve bastante nutrido, para ser un tripulante de una nave que agotó sus víveres. La SNARK llegó a este sector, realmente hace poco, y lo que sea que haya asesinado a este hombre, sigue por aquí. 

Mientras tanto, en el hangar, el piloto que había transportado a los hombres, se encontraba aburrido, estando con los pies apoyados sobre los controles en busca de estar más cómodo en su asiento. 

—Siempre me pierdo todo lo interesante.

Pero entonces, en una de las ironías de lo que los tontos llamarían destino, una sombra se desplazó de modo ligero a sus espaldas; una sombra de la cual se percató al verla débilmente reflejada por el ventanal al frente de sí.

—¿Qué? 

El soldado giró en su asiento antes de levantarse con su bláster preparado, invadido por un extraño terror instintivo, como el que siente una presa al ser asechada por un depredador. Pero al pasar los segundos silenciosos, el soldado bajó su arma, y dándole la responsabilidad a un engaño de su cerebro, retornó a su asiento. Craso error, pues al girar hacia el ventanal de nuevo, vio reflejado a su lado algo indescriptible, negro, de apariencia andrógina, que ahora estiraba sus brazos para, con unos dedos largos y huesudos, sujetar ambos lados de su casco, presionando hasta lograr destruirlo, siendo su cráneo el siguiente. Gritos de un dolor indescriptible fueron las últimas palabras del trooper, antes de sentir que algo erecto y con dientes, penetraba en su nuca, transportándolo al hermano bastardo del mundo onírico, lleno de neblinas y oscuridad. 

Boba Fett recorría por su cuenta los pasillos de la nave, no muy lejos del almirante y el sargento. Dentro de sí, tenía una extraña sensación de ser observado, aunque no sabía exactamente bien de dónde. Y contribuyendo a sus instintos, escuchó a "algo" moverse por detrás del marco de una puerta. Curioso bajó la antena de su casco, la cual emanó una luz como de linterna. Una vez adentro se percató de que se trataba de un cuarto de limpieza, y entre todos las cosas, lo que se movía era una caja; muy poco, pero lo hacía. Alerta, apuntó su rifle hacia la misma, y decidido la pateó, revelando al ser que se ocultaba allí...

—¡No, no, por favor!

—¡Magwit! —expresó en sorpresa Boba Fett, retrayendo su bláster y desactivando su antena.

Al mismo tiempo, bajando por unas escaleras metálicas, platicaban dos troopers:

—Odio las escaleras. Podemos viajar a velocidad luz y aún dependemos de algo tan básico.

—Ya relájate, Cameron, por aquí podremos activar las reservas de emergencia. Después podrás usar todos los elevadores que quieras.

Pronto un salón oscuro se reveló ante ellos, con extraños susurros que parecían sólo ser parte del ambiente.

—No veo nada —expresó Cameron mientras avanzaban por el misterioso cuarto—. ¿Qué buscamos exactamente?

—Debe de haber una palanca de emergencia. Todas las naves de esta escala ahorran un porcentaje de energía por si estas quedan varadas. Lo suficiente como para un viaje a velocidad luz.

—Ja, estúpidos piratas. Debieron usarla.

—Quizás sí lo hicieron, lo que provocaría que nada suceda al activarla. Tendríamos que replantear la estrategia y alimentar a la SNARK con nuestra propia nave.

—En serio, no veo nada. ¿Y qué es ese sonido?

—Creo que son los conductos de aire, pero tienes razón, no se ve nada. Activa las linternas.

Ante la propuesta, ambos hombres alzaron por encima de sí sus E-11, presionando un botón a su lado que dejó emerger por debajo de los cañones una luz. Pronto se arrepentirían, pues uno de ellos alumbró hacia los muros, de donde se escuchaba el sonido. Había ahí un hombre pegado a un tipo de excremento. Su cuerpo había sufrido una especie de metamorfosis, pues su abdomen y piernas se habían transformado en huevo carnoso.

—Mátenme... —susurraba.

De regreso en aquel cuarto de limpieza, Magwit: el mago, salía corriendo de la habitación, en busca de encontrar la nave donde, por lógica, Boba Fett habría llegado.

—¡Rápido, Fett, tenemos que salir de aquí!

Mas evitando su huida, Boba Fett logró salir y agacharse para sostenerlo de la ropa de la espalda.

—Si das un paso más, te disparo en las piernas.

Boba Fett volvió a erguirse mientras el pequeño duende se daba media vuelta, con un temor creciente, pero no hacia él.

—Ahora, habla. ¿Qué haces aquí, y qué sucedió?

Pero entonces, la mirada de Magwit se perdió en la nada, su labio inferior comenzó a temblar, y sin poder articular la más mínima palabra, señaló con el dedo índice hacia arriba del mercenario. En otras circunstancias, Fett habría pensado que se trataba de un pobre intento estúpido por despistarlo, pero la mirada de terror del duende; aquel rostro envejecido, eran imposibles de simular, por lo que al instante giró el torso para observar hacia arriba, en donde logró ver pegado a la pared...

El xenomorfo estiró sus brazos en busca de aprisionar al cazarrecompensas, elevándolo del suelo en una especie gruñido silencioso, ante la mirada atónita del duende. Y una vez suspendido en el aire, cara a cara con el monstruo, este abrió sus fauces en busca de mostrarle su segunda mandíbula, como si fuera una tortura psicológica, que le presagiaba a su víctima el inevitable final. Pero cuando aquella segunda boca salió expulsada de la original, lo único que consiguió fue golpear el casco de Fett sin lograr atravesarlo, ni ocasionarle el más mínimo daño más allá de una pequeña queja. El monstruo lo intentó dos veces más, hasta que Boba Fett colocó la boca de su rifle en contra de su mentón, disparando y atravesando la cabeza del ser antes de caer al suelo con este encima, en donde apresurado lo empujó hacia un lado en busca de volverse a levantar.   

—Eso, ¡eso pasó! —gritó Magwit señalando a la criatura muerta. 

Entonces, al fondo, hacia donde se encontraba el sargento y el almirante, se comenzaron a escuchar disparos, y chillidos de algún tipo. 

—¡Que alguien me diga qué está pasando! —gritaba el sargento mientras veía a sus hombres retornar a su posición, disparando hacia la oscuridad de los pasillos, de donde se escuchaban chillidos perturbadores. 

—¡Estamos rodeados, señor! —gritó uno de los soldados sin cesar el fuego hacia los monstruos que indetenibles no dejaban de ganar terreno. 

—¿Pero qué son esas cosas? —se preguntó el sargento, preparando su bláster mientras por detrás de sí, Tarkin liberaba su DL-44, para una sola mano. 

Boba Fett llegó justo a tiempo, uniéndose a la lucha con su rifle en busca de diezmar a los xenomorfos. Pero la situación no pintaba bien aún con su presencia en la batalla. Aquellas criaturas no dejaban de aumentar en número, y el chillido que emanaban al ser asesinados aumentaba la tensión y el horror entre las tropas; sin contar que parecían aparecer de la nada, saliendo de las sombras y logrando atacar desde todos los flancos posibles. 

—¡¿De dónde están saliendo, maldición?! —gritó el sargento antes de darse media vuelta para disparar a la cabeza de un xenomorfo que pretendía sorprenderlo. 

Ante el grito de desesperación, Boba Fett recordó aquel primer encuentro con el monstruo, y de cómo este parecía descender de uno de los muros, cual insecto, además de aquella sensación incómoda de ser observado desde todos los lados. Ahora, con un presentimiento en mente, volvió a retraer la antena de su casco, liberando la luz que ahora fue apuntada hacia el techo, donde, como murciélagos durmientes, se mantenían colgados una cantidad incontable de xenomorfos. El sargento se percató de esto de igual forma, gritando entonces: 

—¡Disparen hacia el techo ahora! 

Al instante los stormtroopers alzaron sus bláster y abrieron fuego en contra de los seres que, sin perder el tiempo, abrieron sus mandíbulas y se dejaron caer en un ataque animal. Pronto el sargento se dio cuenta de que aquella orden había sido un error, pues ahora la cantidad de xenomorfos era casi imposible de combatir, teniendo que ser testigo de como sus soldados eran arrastrados entre gritos a los sin fines de la oscuridad, y aquellos con suerte, penetrados por las segundas mandíbulas o empalados por las colas afiladas que se encajaban desde la espalda hasta sobresalir fuera de su pecho, agregándole a la sinfonía de la batalla, gritos de terror y de dolor humanos.

Pero no era un sargento por caer rápidamente en pánico ante la presión, maquinando enseguida un plan que buscaría poner a salvo al almirante y a sus hombres. La puerta por la que entraron estaba bloqueada por esas cosas, pero un elevador más al fondo estaba libre, llevando entonces su mano al casco en busca de activar su comunicador. 

—¡Necesitamos la energía de vuelta ya! 

Al mismo tiempo, en el cuarto de máquinas, uno de los soldados se encontraba recostado en el suelo, con una especie de pulpo de colores café y morado pegado a la cabeza, el cual, a base de un ácido que expulsaba, había logrado partir el casco de su huésped en dos partes.   

—¡Cameron ha caído, Cameron ha caído! —informaba en pánico el trooper restante mientras corría entre los caminos del cuarto oscuro, disparando a las paredes de donde emergían de los huevos fusionados con personas, aquellos pulpos del tamaño perfecto para aferrarse a una cara, asesinando a más de uno que se retorcía en el suelo antes de morir y deshacerse. 

Pronto, iluminando los caminos gracias a la luz de su bláster, ubicó la palanca de emergencia, corriendo rápido hacia ella, pero entre medio, logró percibir de reojo a un pulpo saltando a sólo centímetros de su cara. Sin tiempo para disparar, sobrepuso su antebrazo, del cual el ser se aferró, y antes de que pudiera expulsar su ácido, lo remató con un disparo de su E-11. Mas para su desdicha, al estar muerto, el ser comenzó a descomponerse en segundos, liberando toda su sangre ácida en el proceso. Aquello llevo a un dolor indescriptible y al desprendimiento del brazo del soldado hacia el suelo, provocándole un grito como nunca antes en su vida. Pero sin rendirse y entre cogeos, siguió avanzando, disparando hacia las criaturas con un único brazo, y cuando se vio cerca de su objetivo, arrojó su bláster a un lado y acelerando el paso casi y brincó hacia la palanca, logrando tomarla y activarla justo a tiempo, pues apenas segundos después, uno de los pulpos lo alcanzaría. 

De vuelta con los demás soldados, una luz brillante comenzó a parpadear seguido de una alerta de aviso, que se representaba en una voz femenina: 

"Atención, la energía de emergencia será activada en 10 segundos. Por favor, utilizar la energía de respaldo para llevar a la SNARK hacia la estación de reparo más cercana, de lo contrario, la nave quedará inservible para su uso próximo".

—¡Rápido, formen el rombo alrededor del almirante Tarkin! —gritó en consecuente el sargento hacia sus cinco soldados restantes, que a prisa rodearon y cubrieron los flancos del hombre mayor, que aún no había hecho uso de su bláster. 

"Atención, la energía de emergencia será activada en 5 segundos. Por favor, utilizar la energía de respaldo para llevar a la SNARK hacia la estación de reparo más cercana, de lo contrario, la nave quedará inservible para su uso próximo"

—¡Muévanse, muévanse, muévanse!

Mientras el sargento gritaba para que sus soldados retrocedieran hacia el elevador más cercano, Boba Fett se quedaba entre medio de los xenomorfos, teniendo que usar tanto su rifle como su muñequera izquierda, que de igual forma, tenía integrada dos pequeños cañones para disparar rayos láser. 

—¡Mátalos, mátalos, Fett! —gritaba casi y abrazado a su pierna Magwit. 

—¡No tengo munición para siempre, mago! 

—¡Fuego! ¡Son vulnerables al fuego! 

Al escuchar eso último, Boba Fett alzó su rifle a por encima de su hombro, y apuntó sólo con su muñequera, escuchándose entonces como si algo comenzara cargarse; sonido que creció hasta volverse el rugido de un tigre, que presagiaba el nacimiento del lanzallamas. Los xenomorfos retrocedieron al instante, azotando sus manos contra el aire entre sus chillidos. 

"La energía de emergencia ha sido activada. Por favor, utilizar la energía de respaldo para llevar a la SNARK hacia la estación de reparo más cercana, de lo contrario, la nave quedará inservible para su uso próximo"

—¡Ahora! —gritó el sargento al frente del rombo, disparando hacia los venideros monstruos. 

Obedeciendo, el soldado más cercano a las puertas del elevador, prácticamente golpeó el botón para llamar al mismo, teniendo la suerte de que las puertas se abrieran de par en par al instante.  

—¡Adentro, adentro, adentro! 

—Pero, señor, ¿qué hay del cazarrecompensas? —preguntó entonces uno de los soldados, viendo y en secreto admirando el como Fett dirigía su lanzallamas hacia todos sus flancos. 

—El mercenario no es parte del equipo, soldado —respondió enseguida y sereno Tarkin—. Está aquí por un encargo individual. Tendrá que sobrevivir por su cuenta. 

El sargento sintió ante las órdenes de Tarkin un leve desprecio, pero no podía discutir, era su superior y tenía que ser ante todo, profesional. 

—¡Ya lo escucharon, troopers, adentro ya!

Una vez las puertas del elevador se cerraron, poniendo a salvo momentáneamente a las tropas Imperiales, Boba Fett se quedó completamente solo. 

—Tenemos que llegar al hangar —expresó al dejar el lanzallamas para volver a su rifle—. Si te quedas atrás, Magwit, no me importará.  

Con esta advertencia, el mercenario se abrió camino a base de disparos hacia la puerta derrumbada que daba hacia su libertad. Pero entonces, algo cayó al frente de la puerta, diferente a los demás xenomorfos, de una piel más similar a un crustáceo, que una vez se alzó de forma bípeda, alcanzó los casi tres metros de altura. Y si su tamaño no fuera ya intimidante, la criatura además hablaba, sí, hablaba dos lenguas desconocidas y muy posiblemente muertas al mismo tiempo, en una tonalidad de voz grave como profunda.

Y sobreponiéndose a la impresión inicial, Boba Fett alzó su muñequera izquierda en busca de liberar su lanzallamas, mas en otra diferencia con sus hermanos, este xenomorfo no fue afectado por el fuego, de hecho, su piel parecía adaptarse a las llamas endureciéndose, respondiendo así al mercenario en un movimiento similar a una bofetada, que mandó a volar a Fett metros de regreso al cuarto, hasta chocar con una pared, al parecer, la fuerza de la criatura también era exagerada. Magwit al ser testigo de los acontecimientos, corrió por debajo de las piernas del resto de xenomorfos, que se mantenían quietos ante la presencia del recién llegado, tomando del suelo un bláster perdido por algún soldado muerto. Al mismo tiempo, el droide astromecánico avanzó hasta la pierna derecha de la temible criatura, liberando de su pecho una especie de taser con la cual intentó electrocutarla. Esto no ocasionó más que la ira del xenomorfo rey, que en demostración de su poderío, tomó al droide con ambas manos para, al levantarlo, arrancarle la cabeza de un jalón mientras el mismo gritaba y lloraba, dejando expuestas todas sus partes antes de volverlo a tumbar contra el suelo.

—¡Fett, por aquí, rápido! —gritó entonces Magwit disparando a una rejilla que daba a los ductos de desechos, antes de saltar.

Boba Fett por su parte, miró fijo al xenomorfo rey, que parecía querer comunicarse, incluso podría jurar que le dio un leve dolor en la cabeza al intentar comprenderlo. Sin más, se alzó para sacar de por detrás de su cintura un objeto circular y metálico: una bomba. El xenomorfo pareció reconocerla, dando un rugido que provocó que el resto de xenomorfos volvieran al ataque. Pero siendo ya tarde, Fett la activó al presionar el botón de la misma con su pulgar, arrojándola antes de correr y saltar hacia el ducto de desechos, escuchando la explosión a sus espaldas...

"La nave Snark no es poseedora de un cargamento tan pobre e insulso, como unos estúpidos planos secretos, que son el culmine del conocimiento limitado de los seres sintientes, cuya mayor destrucción se reduce a uno, o varios insignificantes planetas. No, la SNARK ha sido elegida para transportar un cargamento mucho más puro, pues en sus pasillos danzan los heraldos de aquel que se mantiene inamovible, pero observante en el centro de la galaxia, cuya misión es llevar a cabo El Armageddon cósmico, preparando así su llegada...

Ya viene."

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