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━━ FALLEN TRUTH ᕯ CH 001.

Durante su corta vida, Nelly nunca había pasado ni un solo día de las vacciones lejos de su familia; no estaba acostumbrada a distanciarse de ellos durante su tiempo libre. Sin embargo, cuando su mejor amiga, Padma Patil, la invitó a la Final del Mundial de Quidditch, no pudo rechazar la propuesta. Era una oportunidad única en la vida.

Para su sorpresa, sus padres no se opusieron a su asistencia. No es que fueran malos padres, por supuesto, pero siempre habían sido sobreprotectores, especialmente cuando se trataba de la seguridad de sus hijas, Nelly y Jamie. Ellas eran lo más importante en sus vidas, y mantenerlas a salvo era una responsabilidad que jamás tomaban a la ligera.

Nelly intentaba comprenderlos. Después de todo, gran parte de sus juventudes transcurrió en un ambiente marcado por la guerra, donde sobrevivir era más difícil que en la actualidad, y el miedo se respiraba en cada rincón del Mundo Mágico. Sus padres habían sufrido mucho, y aunque no solían hablar de aquella época, ella lo sabía bien.

Sentía una pena especial por su padre. Nunca le contaron los detalles, pero sabía que ambos habían sido testigos de una masacre. Su madre fue secuestrada y su padre fue el único superviviente de la misión de rescate. Cinco aurores murieron a manos de una mortífaga, y aunque Henry logró escapar con Pearl, dejó algo atrás: sus recuerdos. Los sanadores de San Mungo hicieron todo lo posible, pero nunca lograron recuperar por completo los años en blanco de su memoria. Era probable que esos recuerdos perdidos nunca regresaran y era algo que, aunque no lo dijera abiertamente, lo atormentaba todos los días.

Por eso, Nelly no tenía contacto con el resto de su familia, no sabía si tenía abuelos, tíos o primos, aunque tampoco le interesaba. Pearl y Henry eran unos padres maravillosos, y Jamie siempre encontraba la manera de hacerla reír. Nelly no necesitaba nada más.

—¿Crees que podrías esconderme en tu mochila? Aunque pensándolo bien, quizás una maleta sería mejor. Estaría más cómoda... ¡y nadie se daría cuenta!

Nelly, que acababa de guardar dinero en la mochila, volteó a ver a su hermana menor, Jamie, quien la miraba con esos ojos grandes y azules como los de su padre. Su cabello rubio claro, casi dorado, caía sobre su rostro, marcando la expresión de inocencia que mantenía. Se encontraban en la habitación de Nelly; la mayor se encargaba de empacar lo necesario para estar dos días fuera de casa, mientras Jamie jugaba en el suelo con una escoba miniatura que zumbaba a su alrededor.

—Ya te lo dije Jamie, Padma solo tiene una entrada extra, y te aseguro que habrá muchísima seguridad —Nelly se acercó y, con una sonrisa, revolvió el cabello de su hermana—. Lo siento, de verdad. Sabes que me encantaría llevarte conmigo, pero solo estaré fuera dos días. Cuando vuelva, haremos algo juntas, te lo prometo.

—¡Dos días es una eternidad! —se quejó Jamie, cruzando los brazos con un puchero—. Le diré a mamá y papá que compren entradas ahora mismo para ir todos juntos.

—Buena suerte con eso. —dijo Nelly entre risas, observando a Jamie salir corriendo de la habitación mientras llamaba a sus padres.

Nelly finalmente cerró la cremallera de su mochila con un suspiro, asegurándose de que todo lo necesario para el viaje estaba en su lugar. Se tomó un momento para revisar mentalmente su lista: ropa para dos días, su varita bien guardada, algunos galeones y knuts para gastar en el estadio, y una chaqueta por si el clima cambiaba. Satisfecha, observó a su alrededor.

Su mirada se detuvo en su escritorio, donde se encontraban apilados los nuevos libros para el próximo curso en Hogwarts. Las cubiertas aún brillaban debido al poco uso, y junto a ellos, tenía pergaminos, libretas nuevas, plumas de colores y frascos de tinta que habían comprado recientemente en el Callejón Diagon. Todo estaba dispuesto con poco orden, pero preparado para ser guardado en su baúl cuando faltaran pocos días para volver al colegio.

Desvió la mirada hacia la puerta de su armario, donde colgaba su uniforme de Gryffindor recién lavado y planchado por su madre. La túnica, con el escudo bordado en rojo y dorado, ondeaba ligeramente con la corriente de aire que entraba por la ventana. Aquel símbolo, que para muchos de sus compañeros era motivo de orgullo, para Nelly no significaba lo mismo. De inmediato, una mueca se formó en su rostro.

Como siempre ocurría cuando pensaba en su casa de Hogwarts, una sombra de tristeza se instalaba en su estómago. Un nudo en su garganta y un sentimiento que no era fácil de describir. Nunca había creído que pertenecía realmente a Gryffindor. Aunque había intentado encajar, esforzándose por demostrar la valentía que se esperaba de los miembros de aquella casa, en lo profundo de su ser, no podía evitar sentir que su lugar estaba en otro lado.

Miró el uniforme una vez más, luchando contra esa familiar sensación de desconexión.

—Es solo una túnica. —se dijo a sí misma en silencio, intentando convencerse de ello.

Pero el nudo en su estómago le recordaba que, para ella, era algo mucho más grande. Era un recordatorio constante de que, en un lugar donde todos parecían tener claro quiénes eran y dónde pertenecían, ella aún se encontraba buscando su lugar en Gryffindor.

Nelly seguía mirando su uniforme atrapada en sus pensamientos, cuando la puerta de la habitación se abrió suavemente. Su madre entró con su característico andar tranquilo, y observó a su hija en silencio por un momento, notando la expresión en su rostro.

—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Pearl con suavidad, acercándose hasta donde estaba Nelly.

Nelly parpadeó, sacudiéndose de sus pensamientos, y miró a su madre. Aquella mañana Pearl llevaba su cabello castaño suelto, con ondas suaves que caían hasta los hombros. La menor observó sus ojos grandes y de un color entre verde y avellana, que siempre le habían transmitido tranquilidad. Dudó un instante antes de hablar, pero finalmente suspiró y dejó salir lo que le estaba rondando en la cabeza.

—Es solo que... sigo teniendo dudas sobre mi casa en Hogwarts, mamá. Nunca me he sentido como una verdadera Gryffindor, yo… no sé si realmente pertenezco allí.

La preocupación se reflejó en el rostro de Pearl. Sabía que este tema había pesado en la mente de Nelly durante años, desde que entró a Hogwarts, y ver que su hija aún se sentía así le dolía.

—Oh, Nelly —dijo Pearl con ternura, sentándose en la cama junto a ella—. Sé que esto te ha inquietado desde el principio, y no sabes cuánto desearía que no lo hiciera. Es natural tener dudas, pero tú eres mucho más valiente de lo que crees.

Nelly bajó la mirada, sin estar completamente convencida. Pearl le tomó las manos, transmitiéndole una calidez que siempre lograba tranquilizarla.

—¿Recuerdas tu primer año en Hogwarts? —continuó Pearl—. Cuando te contagiaste de viruela de dragón y tuviste que pasar casi todo el año en San Mungo… —aquel recuerdo parecía dolerle.

Nelly asintió en silencio, recordando esos meses difíciles. Estar lejos de su familia, sintiéndose tan débil y aislada, había sido una de las experiencias más duras de su vida. Pensó que iba a morir.

—Te recuperaste —prosiguió su madre—. Y no solo eso, tuviste que repetir el año escolar, algo que muchos habrían encontrado abrumador. Pero tú lo hiciste, volviste a Hogwarts, enfrentaste todo con la cabeza en alto. Eso, mi amor, requiere de un valor increíble.

Nelly permaneció en silencio, procesando las palabras de su madre. Sabía que ella intentaba hacerla sentir mejor, pero esa sensación de desconexión seguía allí, aunque un poco más tenue.

—Puede que aún no lo veas —dijo Pearl apretando las manos de su hija—, pero si el Sombrero Seleccionador te puso en Gryffindor, es porque vio algo en ti. Tal vez te tomará tiempo descubrirlo, pero sé que perteneces allí. Tienes un corazón fuerte y valiente, Nelly. Nunca lo dudes.

La chica alzó la vista hacia su madre, viendo el cariño y la seguridad en sus ojos. Aunque no tenía una respuesta clara, no pudo evitar sentir un poco de alivio al saber que su madre creía en ella.

—Gracias, mamá. —murmuró, y Pearl le sonrió con ternura antes de abrazarla, envolviéndola en esa sensación de seguridad que solo su madre podía brindarle.

Pearl acarició suavemente el cabello de Nelly mientras la mantenía en su abrazo, y con voz suave pero firme, continuó hablándole:

—Recuerda que ser valiente no significa no tener miedo —prosiguió Pearl—. Significa seguir adelante a pesar de él, enfrentarlo con la cabeza en alto, incluso cuando no tienes todas las respuestas. Y eso es algo que tú has hecho una y otra vez.

La mujer se apartó un poco para poder mirarla a los ojos.

—Gryffindor no se trata solo ser audaz y temeraria; también es tener la fortaleza para ser tú misma, para seguir tu propio camino, incluso cuando es difícil.

La castaña sintió que un nudo en su garganta comenzaba a aflojarse, y aunque las dudas no desaparecieron por completo, se sintió un poco más segura.

—Y pase lo que pase —concluyó Pearl con una sonrisa—, recuerda que siempre estaremos aquí para ti. Tu padre, Jamie y yo. Estamos orgullosos de ti, no por la casa a la que perteneces, sino por la persona que eres.

Nelly asintió, sintiendo una mezcla de emociones, pero también una pequeña chispa de esperanza que comenzaba a encenderse.

—Gracias, mamá. Significa mucho para mí. —dijo Nelly, con su voz suave.

Su madre se separó suavemente de Nelly, acariciando su mejilla con una sonrisa tierna antes de hablar.

—Será mejor que nos levantemos y vayamos a desayunar antes de que se haga más tarde.

Ambas se levantaron y, juntas, salieron de la habitación. Al llegar a la cocina, se encontraron con Jamie ya sentada a la mesa, balanceando sus piernas mientras miraba ansiosa los platos dispuestos delante de ella. Su padre, Henry, estaba frente a la estufa, concentrado en los últimos toques de la comida. El aroma del desayuno —croissants rellenos de crema de mantequilla de calabaza, distintos tipos de fruta picada y té recién hecho— llenaba el aire, abriendo el apetito de Nelly.

—¡Buenos días! El desayuno está casi listo. —exclamó Jamie con una sonrisa.

—Buenos días, cariño. —respondió Pearl, caminando hacia la mesa para sentarse junto a ella.

Henry, al escuchar los pasos de su esposa e hija, se giró con una espátula en la mano y una sonrisa en el rostro. Tan pronto como vio a Nelly, dejó la espátula a un lado y, con rapidez, se acercó a ella. Sin decir una palabra, la envolvió en un abrazo efusivo y comenzó a llenarle la cabeza de besos ruidosos.

—¡Mi pequeña! —dijo entre risas mientras le dejaba más besos—. Voy a extrañarte tanto estos días... ¡pero tienes que traerme un recuerdo de Bulgaria, eh! Algo exótico.

Nelly rió, atrapada en el abrazo de su padre, y asintió mientras se liberaba suavemente.

—Prometido, papá. Te traeré algo increíble. —respondió, todavía riendo.

Henry se apartó, aunque no sin antes darle un último beso en la frente, y volvió a la estufa para terminar de preparar una salsa dulce para acompañar el desayuno.

—Muy bien, todos a sentarse —dijo Henry con energía, sirviendo los platos—. Tenemos que llenar bien los estómagos antes de que Nelly se vaya.

El desayuno fue alegre, con risas y charlas que se desvanecieron lentamente a medida que el tiempo pasaba. Una vez el reloj frente a ellos marcó las ocho, Nelly se vio obligada a levantarse. Agradeció a su padre por el desayuno, y se dirigió hacia su habitación para buscar su abrigo y la mochila, que colgó de inmediato en su espalda, lista para irse.

Al bajar las escaleras, se encontró con su padre en la entrada, quien la esperaba mientras tarareaba una vieja canción. Pearl y Jamie también estaban en la puerta y se despidieron con fuertes abrazos.

—Cuídate mucho, ¿de acuerdo? —dijo Pearl con una sonrisa melancólica—. Diviértete con Padma, y no olvides entregar nuestros saludos y agradecimientos a sus padres.

—Lo haré, mamá. —prometió Nelly, abrazando a su madre con fuerza antes de soltarla.

Su padre la tomó del brazo, y juntos se dirigieron hacia la calle, saliendo de la casa y comenzando su caminata por el pintoresco barrio muggle en el que vivían.

Después de la guerra, Pearl y Henry habían decidido que lo mejor para sus hijas era criarlas en un ambiente muggle, permitiéndoles experimentar y apreciar lo mejor del mundo mágico y no mágico. Nelly sabía que había sido la mejor decisión. Crecer entre muggles le entregó una ventaja que pocos de sus compañeros tenían: conocer las costumbres muggles la llevó a comprender mejor el valor que ellos tenían, y tenía claro que los magos y brujas no eran necesariamente superiores por tener magia. Aquello no era más que un mito.

El sol había salido hacía aproximadamente una hora, bañando el vecindario en una luz dorada, pero el aire aún se sentía fresco. La brisa matutina soplaba suavemente, haciendo ondear la chaqueta de Nelly y acariciando su rostro mientras caminaban.

Durante el breve trayecto, saludaron a algunos vecinos que estaban comenzando su día. Henry, con su andar tranquilo, le hablaba sobre detalles del viaje y la organización del mundial; datos que había leído en el diario. Nelly estaba al tanto de que era un sueño para su padre asistir al Mundial, sin embargo, desde el término de la guerra evitaba mantenerse en contacto con el Mundo Mágico más del tiempo necesario. Prefería el mundo muggle. Ella creía que se escondía, se avergonzaba de sus lagunas mentales, pero no  había nada que ella pudiera hacer para ayudarlo.

Llegaron al final del vecindario y doblaron a la izquierda, entrando a un callejón que era poco habituado. Era un atajo que solían ocupar para dirigirse a la colina que se encontraba detrás de su casa.

Al llegar a la colina, el panorama que se extendía ante ellos era impresionante. Desde allí, podían ver los tejados de las casas del barrio muggle y, más allá, el horizonte que parecía desvanecerse en el cielo. Al adentrarse, Nelly y su padre encontraron a un grupo de familias reunidas cerca del traslador. Era una mezcla de magos y brujas, todos preparándose para partir hacia el Mundial de Quidditch. Aunque Nelly observó con curiosidad y atención, no reconoció a nadie de entre el grupo.

Esta vez, nadie se acercó a saludarlos o intentar mantener una conversación. Padre e hija se acercaron al traslador, un viejo diario muggle que había sido encantado para servir como un punto de transporte. El diario, con sus páginas amarillentas y un tanto desgastadas, parecía estar fuera de lugar posicionado sobre el césped.

—Buena suerte, Nelly —dijo Henry, colocándole una mano en el hombro con una sonrisa que intentaba ocultar su preocupación—. Disfruta del Mundial, ¿sí? No olvides cuidarte en todo momento.

—Lo haré, papá —Nelly le miró con una sonrisa tranquila—. Prometo estar bien.

Con una última mirada a su padre, que se quedó atrás en la colina, colocó un dedo sobre el diario permaneciendo de pie en un apretado círculo,

—Tres... —masculló uno de los hombres frente a ella, mirando su reloj en su muñeca—, dos... uno...

Ocurrió inmediatamente: la chica sintió como si un gancho, justo debajo del ombligo, tirara de su cuerpo hacia delante con una fuerza irresistible. Sus pies se habían despegado de la tierra e iban a una enorme velocidad en medio de un remolino de colores y de una ráfaga de viento que aullaba en sus oídos. Tenía el índice pegado al periodico, como por atracción magnética. Y entonces...

Tocó tierra con los pies. Sus piernas se tambalearon pero logró mantener el equilibrio.

—Desde la colina de los Costwolds a las nueve y dos. —anunció una voz.

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