☪ ✙CAPÍTULO 3✙ ☪

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Sentado en el desgastado sofá color rojo oscuro, Jimin sacó de su escondite secreto el dinero que había logrado juntar durante la semana con sus tontas visiones falsas y sus lecturas de cartas.

Mordiendo su labio inferior, comenzó a contar el dinero que sería usado para pagar la renta de su asqueroso departamento que ni siquiera podía ser llamado eso.

Después de todo solo era una habitación donde estaba su cama, una pequeña cocina y una vieja Tv con un sofá individual, incluso el baño era compartido con los demás residentes.

—Así que... Tengo un techo sobre mi cabeza y vacío mi estómago o con mi estómago lleno pero sin un lugar donde quedarme —murmuro—. Opciones, opciones... —bufó, torciendo sus labios en una mueca desagradable.

Con derrota, se echó hacia atrás recargando su espalda en el respaldo del sofá. Observando el techo, pasó sus manos con algo de frustración por su largo cabello, jalando ligeramente de él.

Hizo una mueca de dolor cuando sus dedos quedaron atrapados y tuvo que tirar para sacarlos.

—Mierda —murmuró, pronto tendría que darle una visita a SeokJin para que arreglara su cabello.

Ante la falta de dinero, su mente rápidamente comenzó a trabajar para planear cómo iba a reunir el restante para pagar el departamento y así no ser lanzado a la calle con sus escasas pertenencias.

O tal vez para poner algo de comida en su delgado cuerpo era una mejor opción a quedarse sin un lugar seguro donde pasar la noche.

Cerrando sus ojos por un momento, su mente le llevó al único momento en su vida en el cual había sido alegre.

En este, estaba con su abuela, en la casa de esta, comiendo galletas mientras veía a su abuela hablar sola.

O eso era lo que creía la mayoría de las personas que les veían. Pero Jimin a pesar de su pequeña edad había sabido que no era así, después de todo... Él también escuchaba aquella plática de dos personas.

Así que su abuela no estaba loca como los demás aseguraban, y si lo estaba, entonces él también lo estaba.

"Ya es casi un año que estoy limpio, tal vez debería de intentarlo... " pensó con un suspiro.

Decidido, tocó la cadena con la media luna que le había regalado su abuela y lentamente, comenzó a quitar las barreras mentales que le había enseñado a crear para protegerse.

Primero, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, y se sintió desprotegido.

Después, sus oídos dolieron ligeramente mientras una especie de pitido apareció por unos segundos y pronto, los susurros comenzaron.

—¿Jennie? ¿Estás ahí? —llamó, pero como veces anteriores, no contestó.

Pronto, gritos de dolor, agonía, resentimiento y profundo sufrimiento comenzaron a invadir sus oídos junto a miles de personas gritando distorcionadamente al mismo tiempo. Todos luchando por llegar a él, por tocarlo y comunicarse, deseando ser escuchados.

Gritando de dolor, Jimin cerró sus ojos con fuerza y llevó sus manos cubriendo sus oídos. Lentamente, y de forma dolorosa, comenzó a subir nuevamente sus barreras mentales hasta que no quedó nada más que un leve murmullo que pronto, desapareció.

—Joder... —murmuró sintiendo como su cabeza latía en dolor.

Sí, ya podía recordar por qué prefería pasar más tiempo drogado y borracho que sobrio, antes de poder controlar bien el truco de las paredes mentales, esa había sido su forma de salir de aquello, de ignorar que era diferente a los demás.

Y tanto dolor para nada, Jennie no había ido a su encuentro nuevamente.

Sintiéndose extraño, Jimin relamió sus labios sintiéndolos secos y se enderezó con algo de esfuerzo. Subiendo su camiseta, abrió el pequeño bolso que rodeaba su cintura.

Observando la jeringa con la aguja y el pequeño frasquito, frunció sus labios indeciso.

Suspirando, y sabiendo que no era higiénico sacó ambas cosas de su bolso y destapó la jeringa que ya había usado anteriormente.

Sabiendo los movimientos de memoria, los realizó sin problemas y pronto, la aguja estuvo enterrada sobre su piel. Un pequeño suspiro salió de los rellenos labios poco después de que el líquido fuera inyectado.

Alejando la jeringa, Jimin volvió a taparla y guardarla junto al frasquito dentro de su bolso. Pronto, tendría que ir a conseguir más.

Acomodándose en el sofá, el hermoso y cansado pelinegro cerró sus ojos permitiendo que el sueño invadiera su sistema.

Ya se preocuparía después de averiguar cómo conseguiría más dinero.

Siempre quedaba la opción de robar.

Saliendo de su departamento, Jimin se aseguró de cerrar bien la puerta antes de bajar por las escaleras.

En la entrada del edificio, la arrendataria esperaba ya con un cigarrillo entre sus rojos labios.

Cuando sus ojos captaron al hermoso joven pelinegro delgado, la lujuria se apoderó de ellos mientras contemplaba toda la altura de Jimin.

—Mi hermosa madam —sonrió Minnie utilizando todos sus encantos mientras se acercaba a la mujer.

—Mm... Cada vez más guapo, mi chico bonito —sonrió con lasciva, pasando su lengua por sus labios.

—Lo mismo para usted, madam —halago contemplando el apretado vestido violeta que apenas le cubría su delgada y esbelta figura, el gran escote en su pecho revelaba parte de sus senos y definitivamente no llamaba para nada la atención de Jimin.

Sí, era bonito de mirar pero ahí a provocar algo más... Jimin prefería un firme paquete entre las piernas. Un hermoso pene que se enterrara profundamente entre sus piernas.

Uhm... Tal vez debería de ir a algún bar para buscar una buena follada.

Pero eso no era algo que ella debía de saber. Su deseo por él la hacía actuar más amable, eso estaba muy bien.

Coquetear no mataba a nadie.

—¿Ya es fecha de pago que nos honras con tu encantadora presencia? —pregunto sorprendido—. Pensaba que era en una semana más.

La señora Lee rió intentando verse avergonzada mientras arrojaba su cigarrillo al suelo y colocaba uno de sus brazos bajo su pecho, logrando que sobresalieran más en aquel escote.

—Buen intento hermoso, pero sí, ya es día de pago —asintió y alzó su delicada y femenina mano llena de anillos entre los dos cuerpos—. Aunque... Podría darte una semana más sí me das uno de tus servicios —murmuró contemplando la entrepierna de Jimin con interés.

Tomando la mano que se había posado sobre su pecho, el joven pelinegro la alejó con cuidado.

A él en realidad no le habría importado aceptar sí con eso conseguía más tiempo para ganar más dinero, pero la señora Lee no sólo era realmente hermosa, sino que también peligrosa.

Ella estaba casada con una persona de no muy buena fama y todos sabían que al idiota que lograba llevarse a la cama, no volvía a aparecer nunca más por esos lados.

—Por muy tentado que me vea, temo que debo declinar —pronunció observándole con aquellos increíbles ojos azul-violeta—. Moriría por unas placenteras horas contigo, pero creo que aún no es mi tiempo —expresó entregándole el dinero finalmente.

—Bueno, es una lástima —comentó reacia a dejar el contacto de Jimin.

—Realmente —asintió despidiéndose con una sonrisa coqueta y un guiño antes de salir del viejo edificio.

Ahora, tendría que buscar otra víctima a la cual sacarle más dinero.

Ignorando los rugidos de su estómago que exigían algo de comida, el joven de cabello negro metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y camino por las calles en mal estado hasta que llegó a una zona un poco mejor a la que él vivía.

Con el sol comenzando a molestar sus sensibles ojos, Jimin se colocó sus lentes de sol y siguió su camino, deteniéndose únicamente cuando un conocido cuerpo desapareció en la esquina de un callejón.

Intrigado, Jimin no lo pensó ni dos veces antes de seguirlo.

Mientras se acercaba, sonrió al reconocer a su detective favorito junto al nuevo, quien parecía tener la misma edad que Jeon y... O ya se llevaban muy bien, o parecían conocerse desde antes a juzgar por la tensión que les rodeaba en la pequeña conversación aparentemente tranquila que estaban teniendo.

—Pero miren lo que trajo el aire —exclamó interrumpiendo de todas formas, sus ojos captando la carpeta en la mano del nuevo y el teléfono en Jungkook.

—Jimin... ¿Qué haces aquí? —pregunto el detective Jeon centrando su atención en él, ignorando al otro hombre.

—Vivo por aquí —se encogió de hombros.

—¿Por aquí? —repitió el hombre rubio arena interesado—. ¿Reconoces a algunos de estos jóvenes? —preguntó entregándole la carpeta.

—Taehyung —gruñó Jungkook quitándole la carpeta a Jimin—. No lo metas en esto —advirtió.

—¿Porque es un civil o...? —preguntó volviendo a posar sus azules ojos sobre el tranquilo pelinegro.

—No es de tu incumbencia —espetó con el ceño fruncido.

—Ustedes se conocían de antes, ¿no? —observó el lindo pelinegro, mirándoles sobre sus lentes de sol.

—No.

—Sí.

Respondieron ambos al mismo tiempo, luego ambos se observaron fijamente.

—Interesante pero no me llama la atención en este momento —expresó dando un paso y colocándose entre ellos, observando a Taehyung—. Por algo de dinero felizmente te diría sí he visto a alguien de esa carpeta, y sí tienes suerte, en dónde.

—No necesitas hacer eso —interrumpió Jungkook con frustración.

—Shh, hago tratos aquí, Kookie —callo sin quitarle los ojos al otro hombre.

Bufando, finalmente el detective Kim metió la mano en su bolsillo y sacó algo de dinero.

—Primero muéstrame que sabes algo más que solo estafar a la gente —ordenó sin entregarle el dinero.

Encogiéndose de hombros, Jimin tomó la carpeta nuevamente y la abrió, quitándose sus lentes, comenzó a observar las fotos.

Sentándose en el suelo, el hermoso chico pelinegro apartó cuatro foto de siete que variaban entre hombres y mujeres.

—Estos cuatro estuvieron por aquí, dos de ellos consumían drogas pero dejaron de aparecer hace un año y los otros tres los vi cerca del sector rojo, en los bares —anunció.

—Pensé que ya no ibas al sector rojo —pronunció Jungkook agachándose a su lado.

—De vez en cuando me voy a divertir —respondió estirando su mano hacia el otro detective.

—¿Cómo estás seguro de que esos dos consumían drogas? —preguntó Taehyung mientras le entregaba el dinero.

—Me las compraban a mí —respondió levantándose—. Gracias por el desayuno —anuncio agitando los billetes antes de salir del callejón, dejando a ambos detectives pensativos ante la información revelada.

—¿Podemos confiar en su palabra? —preguntó Taehyung mientras observaba las fotografías.

—Yo confío en él —respondió Jungkook.

—Admitió que vendía drogas.

—Y ya no lo hace —gruñó—. No debiste en molestarte en preguntar si después ibas a dudar de su palabra —espetó recogiendo las fotografías.

—¿Hasta cuando piensas tratarme con esta indiferencia? ¿Cómo si fuera un desconocido? —preguntó en un suspiro mientras lo seguía fuera del callejón.

—Tú fuiste el que se fue y se alejó, no yo —respondió volviendo a aparentar desinterés mientras observaba la pequeña figura de cierto pelinegro desaparecer en la vuelta de la esquina.

Ocultando así el dolor y la furia en sus ojos.

Apretando sus labios, Taehyung observó el lado por donde se había ido el molesto chico y luego miro hacia Jungkook.

El enojo y el dolor brillaron nuevamente en su interior al contemplar el obvio interés en el castaño por aquel chico.

Lo había notado el día anterior en la comisaría, cuando Jungkook había fingido muy bien no conocerle y durante el resto del día siguió así, ignorando sus intentos de hablar otra cosa que no se tratara de trabajo.

Pero esa mañana Taehyung no había permitido que se volviera a repetir y había presionado para conseguir una reacción, logrando que Jungkook le arrastrará al callejón para comenzar a discutir al respecto.

La cual inmediatamente había acabado con la presencia de Jimin.

Pero al menos ya había logrado que Jungkook tuviera alguna reacción a él, aunque fuera solo enojo.

—Vamos, tenemos que verificar la información de tu chico —anuncio el detective Kim volviendo a dirigirse hacia el auto.

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