━ forty-four: "guess who--?"

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

CHAPTER FORTY-FOUR
"GUESS WHO—?"

✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪

SEPTIEMBRE TERMINÓ CÓMO había comenzado: Briar se había quedado dormida a unos centímetros de una baraja de cartas del tarot, y se despertó y las guardó en silencio, el ruido de la tienda de abajo aún no había comenzado. Octubre habría sido su mes favorito si sus tíos honorarios no hubieran sido asesinados por el final. Así que, mientras los demás empezaron a prepararse y acicalarse para Halloween, Briar pensó en James y Lily. Especialmente el hecho de que se estaba acercando a su edad.

Pero nunca la alcanzaría, se recordó Briar. Nunca llegaría a los veinte. Sería una adolescente por la eternidad. Briar moriría a los diecinueve, mientras que Fred moriría a los veinte. Él lo haría con un número par. Briar estaba atrapado en el último año de adolescencia.

El nuevo trimestre significaba que la tienda estaba llena principalmente de adultos y niños squib que sus padres magos obligaron a unirse a la sociedad. Briar encontraba eso injusto. Ayudaba un poco en la tienda, ahora que no se arriesgaría a hablar con un cliente y ellos decirle: "¡Tú eres la que metió esos fuegos artificiales en los baños del colegio!"

Probablemente lo conseguiría en su obituario. Briar Lupin, Anarquista, Atacante de Brujas/Perras, La Que Metió Bombas Cereza en Los Baños de Hogwarts. Encantador.

Las cartas de Livvy llegaban semanalmente. Estaban compuestas por diferentes tipos de instrumentos de escritura (bolígrafos, plumas, estilográficas, lápices...), lo que hizo que Briar supusiera que las había escrito a lo largo de la semana. Él hablaba mucho sobre las clases de Adivinación y el nuevo profesor de Pociones, Slughorn. Aparentemente, Harry le agradaba y a Snape le gustaba su nuevo puesto.

Pero, con la excepción de las cartas y los viajes dos veces al día para ver a sus padres y a su hermano pequeño, Briar estaba aburrida. Los monitores se habían apagado. Nada más que ruido blanco se podía escuchar en cualquiera de los que estaban cerca de la magia oscura. El que tenía Trelawney era una posibilidad remota, y no funcionaba, lo que a Briar no le sorprendió. Pero ya no se sentían inútiles. Y ese maldito reloj de arena estaba empezando a cabrearla.

Briar le había regalado a Teddy una de las pelotas saltarinas que predecían falsos futuros de la tienda de Fred y George, y por lo tanto planeaba visitar su casa. La de ella, tal vez. No sabía si volvería a clasificarla como suya.

Ese día, su disfraz había sido algo más simple, solo una sudadera con capucha. Estaba lloviendo, así que no se veía extraño tener la capucha sobre su cabello y la de su abrigo encima de esa.

Había revisado en Borgin y Burkes, después de llegar y mentirle al hombre (Burkes, creía ella), diciéndole que buscaba bolas de cristal y otras formas de adivinación, solo para experimentar con nuevos objetos. Le había tomado un tiempo recorrer la tienda. Ya no estaba ninguno de los monitores. Su corazón comenzó a hundirse.

—Creo que aún tenemos objetos nuevos de Dublín: espejos especiales para la adivinación —explicó Burkes. Briar asintió. Estaba asombrada de que la estuvieran tratando bien. No se había molestado en el disfraz, simplemente porque en una de las tiendas habían mencionado que el Callejón Knockturn vendía grandes cosas para la adivinación avanzada. Y todos escucharon a la persona decirlo. Tenía una buena excusa—. Son excelentes añadidos para el hogar.

Briar torció los labios. Como si realmente lo estuviera contemplando.

—Sí, parecen bien... —se calló. Una voz en su cabeza comenzó a contar. Sintió pánico internamente—. Lo pensaré, investigaré sobre este prototipo y volveré. Pero se ven encantadores.

Una voz dijo: ¿adivinas quién está al final de la calle?

—Ah, no, creo que deberías comprarlo ahora. Se puede entregar a domicilio, si llevártelo a casa es demasiado complicado.

¿Adivinas quién tiene una misión procedente de él?

—Honestamente, estaré bien. Gracias por ayudar.

¿Adivinas quién quiere los latidos de tu corazón?

—Que tengas un buen día...

¿Adivinas...?

La puerta de la tienda sonó detrás de ella cuando se fue. Briar se subió las capuchas rápidamente, con los ojos en el callejón más cercano que conducía de nuevo al Callejón Diagon. Otra voz continuó la cuenta atrás. Briar sintió que los latidos de su corazón aumentaban.

—No te pareces a tu padre.

Briar se congeló de inmediato. Un hombre se paró frente a ella. Le tomó un segundo darse cuenta de que era Fenrir Greyback. El hombre que mató a las madres biológicas de Livvy. El que mordió a su padre. El que prefería morder a los niños.

—Ya, bueno, tu mordisco lo puso un poco gris antes de tiempo —dijo Briar. Sus oídos estaban llenos del sonido de los latidos de su propio corazón—. Gracias, por cierto. Estoy segura de que le encantó todo ese odio a sí mismo que causaste porque su padre dijo un par de estupideces en un pub.

Greyback se burló. Briar esperaba mantener alta la falsa confianza.

—Ahora, si me disculpas, tengo cosas más importantes...

Dio un paso justo delante de ella, bloqueándole el camino. Briar trataba de esperar el segundo adecuado para saltar hacia atrás, sacar su varita y atarlo. Pero el tiempo era clave, y su ojo interior estaba contando hacia atrás. Quince... catorce... trece... doce...

—Ya saliste del colegio, ¿verdad? —dijo Greyback. Briar frunció y asintió. Se parecía a un chucho sucio, de la misma manera que Peter se parecía a una rata. Él sonrió. Sus dientes eran amarillos. Briar se alegró de que la lluvia cubriera el hedor de la carne de los niños. Su corazón dio un vuelco y se retorció ante ese pensamiento—. Un poco mayor para mi gusto, pero a tu padre le gustaría tener a su primogénita siendo como él.

Once... diez... nueve... ocho...

—No lo creo —dijo Briar—. Y ahora, si quieres disculparme...

Siete... seis...

Greyback negó con la cabeza.

—Todavía no. Un pajarito me ha dicho que alguien ha estado espiando —Briar se puso rígida. Se preguntó si podría gritar lo suficientemente fuerte para que alguien la oyera y la ayudara. La parte de la audición sería fácil. La mayoría de la gente no quería ayudar a alguien que estaba con Fenrir Greyback—. ¿Lo has hecho? ¿Se lo has dicho a la Orden del Fénix?

Cinco...

—¿Qué te hace pensar que sé algo? —cuestionó ella. En todo caso, se estaba cabreando con él. Era el monstruo que les daba a los niños una maldición que no pidieron—. No soy parte de la Orden y no la ayudo.

Cuatro... tres...

—No te creo —dijo él con voz ronca. Sus dientes se podían ver de nuevo. Briar trató de no hacer una mueca—. Me pregunto cómo será una mujer lobo psíquica...

Dos...

Briar saltó hacia atrás, varita en mano.

✪ ✪ ✪ ✪

—En otras noticias, Liv está disfrutando el comienzo del año escolar —había estado diciendo Laurel, mientras sus manos revisaban los sobres dirigidos a ella y a su esposo. Los dos estaban sin trabajo, lo que era mejor de lo que parecía. Laurel lo disfrutaba. Se sentía extraña estar en un descanso constante, pero era agradable. Difería del resto de su vida. Jubilación anticipada, lo llamó.

Remus lo dijo como si fuera algo malo. Había disfrutado trabajando, ese año en que pudo. Laurel recordaba cuando eran jóvenes y él mencionaba que le encantaría enseñar. Lo había hecho, aunque fuera solo por un año. A menudo, Laurel pensaba que cambiaría felizmente sus propios años de enseñanza, para que los dos intercambiaran sus carreras. Probablemente habría encontrado a Aster por su cuenta si no hubiera estado tan ocupada buscando trabajo.

Pero era pacífico. Su casa aún no se había asfixiado con la paranoia que llenaba el resto del Mundo Mágico. La radio a menudo se apagaba cuando llegaban las noticias, sobre el puente Brockdale o algo relacionado con los mortífagos. No era ignorado, nunca lo ignoraban, pero bajaban levemente el volumen. Teddy estaba por ahí. Tanto Remus como Laurel pensaron que estaría mal que Teddy recordara sus primeros años como lo harían sus hermanos: sin saber qué pasaba, pero sabiendo que ocurría algo repleto de pesadillas.

O, en el caso de su hermana mayor, conocer cada asesinato y tortura pero no recordar la primera vez que habló, caminó o se rompió un hueso, demostrando a uno de los chicos Weasley que era tan buena como ellos en algo que no estuviera programado para parpadear desde el presente hacia el futuro.

Remus le dijo a Laurel:

—Briar nos dijo que estaba bien y que cuidaba a Sirius en una habitación oculta —Laurel resopló. Se sentó en la sala de estar. Teddy estaba en el suelo, jugando con los juguetes de Star Wars. Ella sonrió—. Livvy nos dijo que no pasaba nada con el Torneo, y la siguiente vez que estuvo en casa no podía acercarse al río al final de la calle porque le recordaba a la segunda prueba.

—No les habrías dicho a tus padres lo mucho que dolía la luna llena, ¿verdad? —preguntó ella. Remus negó. Laurel levantó las manos en un ¿ves? La mayoría de sus argumentos no eran realmente argumentos, solo debates, solo dos personas inteligentes discutiendo ideas. Laurel se alegraba por eso. Al menos sus últimos años con él no los pasaría discutiendo como solían hacerlo sus padres.

—Buen punto —Remus asintió. Laurel asintió también. Cuando era más joven, cuando trataba de explicarles las cosas a sus parientes o amigos, la frase que buen punto hacía que su estómago se retorciera de placer presumido. Ahora, era solo una frase. Una señal de comprensión. Una señal de que Laurel ya no vivía en una casa donde se sentía una extraña—. Tal vez nosotros...

Se oyó un crack. Teddy dejó escapar un chillido emocionado. Años atrás, los dos habían encantado su casa, de modo que las únicas personas que podían aparecerse en ella eran las que vivían. Entonces, por lo general, el sonido significaba que la mayor había regresado. Lo cual, por supuesto, emocionó a Teddy como lo hizo el día de Navidad.

Teddy soltó un saludo con gárgaras. Laurel sabía que significaba ¡Briar! pero ella estaba acostumbrada a sus palabras en desarrollo, mientras que otros no. Se puso de pie, al igual que los otros dos, a punto de saludar a Briar en el pasillo. Pero, antes de que pudieran, Briar irrumpió en el salón, la parte trasera de la puerta se estrelló contra el costado de un sofá.

Había agarrado uno de los botiquines de primeros auxilios escondidos en la casa —Laurel tenía miedo de que alguien tuviera una herida y los vendajes estuvieran demasiado lejos, y la persona, por lo tanto, se desangrara hasta morir en el par de minutos que tomaría buscar los vendajes— y lo estaba abriendo con indiferencia mientras se sentaba.

—Buenos días, Ted —saludó Briar. Se sentó, se quitó el abrigo y lo dejó con cuidado.

Laurel miró a Remus. Remus miró a Laurel. Briar tenía la manga de su sudadera enrollada, revelando marcas de arañazos sangrantes. Incluso marcas de garras. Laurel pensó que parecían más animales que humanos.

Remus dijo:

—Briar, ¿qué ha pasado...?

Ellos se enteraron y me mandaron a Greyback —explicó Briar.

Tenía el botiquín cuidadosamente colocado en el brazo del sofá y lo usaba como si estuviera acostumbrada. Probablemente lo estaba, pensó Laurel. Su hija tenía cicatrices provocadas por las plumas de sangre del año anterior.

—Sabe que ayudo a la Orden —Briar dejó escapar un jadeo agudo, gotas de sangre aparecieron alrededor de uno de los rasguños que acababa de limpiar.

Laurel se había congelado, al igual que Remus. Teddy estaba confundido. Briar cerró el botiquín, la caja haciendo clic y eco en toda la sala. Se puso de pie, se sacudió la suciedad de los jeans y miró hacia arriba, pero no directamente a sus padres.

—Solo me hizo un rasguño, era humano, no debería ser mucho... —hizo una pausa, su respiración entrecortada. Sus ojos parecían vidriosos—. Pero habría costras de las últimas plumas de sangre porque se siente así de nuevo y... y... y...

Su llanto hizo que sus palabras fueran incoherentes. Teddy parecía angustiado y Laurel lo levantó y lo abrazó. Briar avanzó y abrazó a su padre antes de dar un paso atrás, acunando su brazo herido. Se sentó en el sofá y Sergeant corrió hacia ella. Laurel y Remus compartieron una mirada. Dieciocho años de crianza facilitaron la comunicación sin hablar.

Remus, el otro que había sido atacado por Greyback, se sentó junto a Briar y ella comenzó a explicarlo con más detalle. Laurel tomó la mano de Teddy y lo animó a sentarse en el otro sofá junto a ella. El cabello de su hijo menor estaba parpadeando a un rojo brillante, luego a un amarillo y todos los demás colores que se habían usado como señal de precaución.

—No estoy segura —señaló Briar—. Dijo que volvería si hacía algo más (voy a ayudar más, ¡claro que lo haría!) pero no quiero que vuelva, no quiero que vaya tras Teddy o un niño en la tienda de los gemelos o... o... —hizo una pausa y apretó los puños para intentar combatir el dolor más arriba del brazo.

—No duelen después de un tiempo, a menos que pinches la herida mientras sana —explicó Remus. Sergeant, en opinión de Laurel, parecía angustiado. Briar estaba medio abrazando a su perro, lo que parecía extraño. Por lo general, Briar lo abrazaba como si fuera la última vez que lo vería. Pero, dado que los rasguños estaban allí y la lastimaban, no podía.

Briar asintió. Se secó las lágrimas.

—Estaré bien —murmuró. Laurel a menudo olvidaba que todos los que la rodeaban tenían sentimientos y pensamientos tan complejos como los suyos y, sobre todo, olvidaba que sus hijos no eran solo "sus hijos."

La comprensión la golpeó de repente. No era nada malo. Era como cuando Briar y Livvy comenzaron a usar el nombre de pila de Remus y el de ella, así como mamá y papá. Laurel lo prefería. La hacía sentir como si no la hubieran obligado a subirse a un pedestal que decía que los padres lo sabían todo. No era así. El de ella no lo sabía.

—Dumbledore dijo que podría trabajar en el colegio, que necesitarían un nuevo profesor de Adivinación —dijo Briar. Se bajó la sudadera con capucha y cubrió los vendajes—. Trelawney ha estado perdiendo el hilo por un tiempo, y dudo que Dumbledore la deje vagar por el mundo por su cuenta. Él arreglaría con Firenze. Me siento mal, pero conocéis Dumbledore, sabéis que es una serpiente viscosa que se saldrá con la suya. Y seré honesta, quiero saber qué está haciendo la Orden, cómo está Liv, cómo está Harry.

Laurel y Remus compartieron otra mirada. Teddy comenzó a jugar con su figura de Han Solo. Briar reajustó la cinta roja que le ataba el pelo y Laurel pensó: no puedo creer que esté mirando a la misma chica que predijo su propia muerte en Nochebuena.

—¿Quieres trabajar en Hogwarts?

—Bueno, lo pensaré y resolveré todo, pero sí, lo haré. Hablaré con Dumbledore. Estaré a salvo. Al menos Liv ya no estará solo, estaba preocupada por eso...

—¿Estás segura?

—¿Por qué no? Solo se vive una vez.

—Oh, Dios mío.

✪ ✪ ✪ ✪

El día siguiente. Alrededor del mediodía.

—¿Has dicho que querías hablar sobre la oferta de trabajo?

—Sí, en realidad. Si aún me lo ofreces.

✪ ✪ ✪ ✪

Eran alrededor de las seis en punto. Las farolas colgaban de sus hombros, la única fuente de luz. Acunaba las compras después de haber comprado los pasteles más baratos en la panadería más cercana. Su ritmo era más rápido de lo habitual. Su paranoia estaba enmascarada. Su falsa confianza reinaba en la imagen que la gente tenía de ella.

—Te alegrará saber que las ventas están aumentando —declaró Fred a Briar mientras ella entraba a la tienda. La besó y ella sonrió—. A los pequeños y a los niños squib les encanta ver productos mágicos que pueden usar sin saber mucho sobre magia.

Briar le sonrió.

—Estoy orgullosa. ¡Adivina qué ha estado haciendo tu chica hoy!

—Si esa bolsa tiene la cabeza de Greyback, juro por la tumba de Godric que...

—Compré pasteles, en primer lugar. Suficientes en caso de que alguno de los empleados siga aquí —dijo Briar. Rodó los ojos—. Pero me encanta el hecho de que me vean como la caña. Además, ahí no fue donde me llevaron mis viajes.

George bajaba las escaleras mientras Briar dejaba los pasteles. Fred sacó a uno, al igual que George. Briar estaba radiante, con los brazos cruzados. El arañazo del hombre lobo la hizo estremecerse, pero ninguno se dio cuenta. Habían hecho un gran escándalo cuando ella regresó a la tienda y les había asegurado que no era nada, que había empeorado. En consecuencia, se refirió a ella como la caña.

—Pero, sí. Hablé con Dumbledore —Briar hizo una pausa para lograr un efecto dramático. Ninguno de los gemelos parecía interesado en su uso. Ella sacudió su cabeza—. Cuando pase Navidad, seré profesora de Adivinación.

George se atragantó con la rosquilla. Los ojos de Fred se agrandaron.

—¿Tú qué?

—¡Voy a volver!

—¿Por qué?

—Pensé que haría un mejor uso de mi tiempo —Briar se encogió de hombros. Una voz en el fondo de su cerebro pensó, y ellos van a necesitar gente buena en el personal el próximo año escolar.

—Estás loca.

—Los dos dejásteis la escuela.

—No puedes justificar tu locura con la nuestra.

—Estoy perfectamente cuerda. Es evidente que soy demasiado genial para vosotros.

—No, creo que es todo lo contrario.

—¿Eso crees? Pelea conmigo, pues.

—Otra vez no...

—No voy a pelear contigo, harás un desastre en la tienda y no voy a llamar a Verity para que lo limpie porque quieras demostrar que eres la caña.

—Vale, no pelearé contigo. Solo porque ganaré y quiero mantener tu masculinidad agradable y a salvo de la verdad.

—Oh, vete a la mierda.

(Una risa siguió.)

✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪ ✪

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro