━ forty-six: the odd wound out

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CHAPTER FORTY-SIX
THE ODD WOUND OUT

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TEMPRANO EN LA MAÑANA, Briar se marchó de la habitación que compartía, planeando sentarse en la planta baja antes de que todo se agitara con los demás celebrando el día de Navidad. Briar tenía huellas de tela en su piel, desde donde se había quedado dormida llorando en el jersey de Fleur. Se había necesitado mucha agua tibia para eliminar las marcas, especialmente las de su mejilla. Pero, finalmente, había funcionado, y se sentó en silencio y leyó uno de los periódicos por un rato.

Briar había entrado silenciosamente en la cocina y dejado las tarjetas de Navidad que había hecho en el par de días que había estado con su madre y su hermano menor, cuando se enteró de que iban a pasar la Navidad en Estados Unidos y que su padre había estado pasando gran parte de su tiempo libre infiltrándose en grupos de hombres lobo de todo el país. Aparentemente, creían que Voldemort mejoraría las cosas para ellos. Tontos.

Se había obsesionado tanto con la preparación para los próximos trimestres como profesora que no había encontrado tiempo conseguirles regalos a todos. Se había obligado a abandonar la planificación de la clase para buscar algunos para su padre, los gemelos, sus hermanos y Fleur. Laurel le había dicho a Briar que no se preocupara por ella, así que había recibido un saludo y una tarjeta, y Briar había dejado el regalo de Teddy en el baúl que se llevaban.

Sin embargo, durante un tiempo, cuando aún era temprano y todos estaban demasiado cansados para bajar, Briar se sentó abajo. Se sentía mucho más cómoda en la casa, después de pasar horas y horas ayudando a Fleur y Molly con los preparativos. Se sentó a la mesa en silencio, con la pila de tarjetas de Navidad frente a ella. Todavía tenía que repartir los regalos pero eso se debía a que no podía buscarlos cuando se escabulló de la habitación, y no quería hacer ningún ruido y despertar a Ginny y Fleur.

Hubo pasos. Briar miró hacia arriba, frunció y suspiró cuando vio a Harry. Se veía igualmente sorprendido de que ella ya estuviera abajo y ella le sonrió.

—Feliz Navidad, Harry —felicitó Briar—. ¿Se han levantado los demás?

—No lo creo —dijo Harry—. Bajé las escaleras para beber agua y dejé que Ron reaccionara al regalo de Lavender en privado.

Briar enarcó una ceja.

—¿Es una película casera o algo así?

—Um, no —respondió. El ceño fruncido en su rostro hizo que Briar decidiera que él no sabía de qué estaba hablando. Qué inocente—. Le compró una cadena con las palabras Amor Mío.

Ella se rió.

—De la mejor manera posible, si me regalaran eso, lo devolvería.

—A Lavender le gustaría un regalo así por parte de él —dijo. Sonrió mientras hablaba, lo que hizo que Briar se sintiera más animada—. Ella está bien, pero la mayoría del tiempo se están besuqueando.

Briar añadió:

—No puedo comentar. Pero recuerdo que Ron estaba muy enfadado porque yo me besaba con su hermano en el colegio. Ah, cómo han cambiado las tornas...

—Hermione se lo está tomando de manera extraña —agregó Harry. Briar asintió, sus labios se torcieron ligeramente. Él fruncía mientras hablaba—. No sé por qué. Bueno, podría salir con McLaggen. No creo que a Ron le caiga bien.

—Eso me recuerda a algo —reflexionó Briar. Movió las cejas hacia Harry, y él frunció y ella puso los ojos en blanco—. A los gemelos les empezó a caer bien Cedric al darse cuenta de que no iba a salir con él. Con suerte, Ron no hará lo que hizo con Viktor, porque no tenía ningún derecho a enojarse ya que a Hermione no le gustaba de vuelta... —se quedó callada. Harry no parecía haber escuchado la última parte, afortunadamente. Briar sonrió nerviosamente—. Dime, ¿te gusta alguien?

Harry la miró, sus ojos más grandes de lo habitual.

Briar pensó por un segundo y miró alrededor de la cocina. Vio una bufanda que pertenecía a Ginny. Su mente hizo clic en un ¡eureka! Sus ojos se abrieron, y en voz baja, susurró:

—¡Te gusta Ginny!

—¿Cómo lo...?

—No se lo diré a nadie, amigo —dijo Briar. Sonrió con picardía—. Guardaré tu secreto. Aunque es posible que te crucifiquen por querer a Ginny. Literalmente, alguno de ellos. Pero, como tu hermana mayor honoraria, pelearé contra ellos. Ya peleé en un ataque de hombre lobo. Y Umbridge. Y Bellatrix...

Harry dijo:

—¿A dónde va esto?

—No mencionaré que te gusta Ginny —dijo Briar, sonriendo con picardía. Harry se veía algo nervioso por su expresión, lo que solo hizo que su sonrisa creciera—. ¿Te va bien el colegio? Livvy no ha estado actuando mal, ¿verdad?

Él la miró con extrañeza. Las palmas de Briar se pusieron un poco sudorosas. Finalmente, Harry frunció y le explicó:

—Livvy no me ha hablado mucho. Está más callado que de costumbre. No me he fijado mucho, en realidad, creo que está bien... Pero, mi libro de Pociones pertenece a alguien llamado el Príncipe Mestizo. ¿Sabes algo al respecto?

—Nunca lo he oído —informó Briar. Sus cejas se fruncieron—. ¿Has hablado con mi padre? Tal vez sea de su época en Hogwarts... Sé que Sirius llama a Laurel "Príncipe", pero mi madre es sangre pura —hizo una mueca—. Bueno, más sangre pura que no. Un abuelo era un Vidente y el otro metamorfomago, pero eso solo se hizo evidente en nuestra generación.

Harry preguntó:

—¿Podrías investigarlo? Mencionaste que trabajarás en el colegio al terminar Navidad, ¿verdad?

Briar asintió.

—Preguntaré —confirmó. Levantó su dedo meñique y Harry, frunciendo, unió el suyo con el de ella por un segundo, antes de que ella sonriera y regresara sus manos a su regazo—. Puede que no averigue nada, pero lo intentaré —Harry sonrió agradecido—. Bueno, los demás están a punto de bajar. Diez minutos, diría. ¿Volverás con Ron?

—Sí, tal vez —respondió Harry—. Pero, ¿dónde están los vasos?

En ese armario, donde siempre han estado.

—Oh, um, en el armario a la izquierda del fregadero —dijo Briar. Él asintió y Briar subió las escaleras, después de depositar las tarjetas con el resto del correo. Primero entró en el dormitorio de los gemelos, donde ellos ya estaban abriendo sus regalos.

Se detuvieron momentáneamente, antes de darse cuenta de que era ella, y volvieron a abrir regalos, discutir sobre ellos y hablar sobre su tienda. Briar hizo una mueca.

—Vaya, pues Feliz Navidad para vosotros —refunfuñó.

—Estamos bromeando —dijo Fred, levantándose y abrazándola. Briar negó. Notó que sus mejillas todavía estaban secas por las lágrimas de la noche anterior, pero se dio cuenta de que ya no se notaban al ver el reflejo más cercano—. ¡Feliz Navidad!

—¡Feliz Navidad! —exclamó George—. Tendríamos que haberte esperado para abrirlos todos juntos...

—Siempre está el próximo año —Fred asintió.

George agregó:

—Y el siguiente y el siguiente...

Briar asintió con los labios apretados. Se sentó en una de las camas. Posó, más bien. Las cajas cubrían las paredes y habían aumentado el grosor, pero había disminuido el ancho de la habitación. A ella le resultaba claustrofóbico, pero al parecer a ellos no. Briar no había crecido en una casa tan ruidosa y ocupada; sin mencionar que sí lo había hecho con su subconsciente casi siempre enfocado en el futuro.

No fue hasta hacerse mayor que comenzó a controlar mejor el momento actual. Pero, cuando era más pequeña, siempre estaba un poco distraída. Y, por eso, Briar siempre se quedaba para lugares abiertos y tranquilos. Su casa era ruidosa, claro, pero no tanto como la Madriguera; su casa solo tenía dos hijos, esta tenía siete.

Pasó un rato más con los gemelos. Cuando sonó el reloj, Fleur llegó al día, comenzando:

—Buenos días, feliz Navidad, ¿has visto a Briar? He estado migando por todas pagtes —antes de notar a Briar, sentada tranquila y quieta en la esquina—. ¡Oh, Briar! ¡No te vi!

—Me lo imaginé —musitó Briar. Fred y George rieron. Se levantó, saludó a los gemelos y se dirigió al dormitorio vacío más cercano.

Regresaron al de Ginny y Fleur mencionó que ya había saludado a todos los demás en la planta baja, incluido Bill. Luego, pasaron cinco minutos en la habitación, donde Fleur intentó preguntarle a Briar qué estaba pasando y ella se negó a explicar, lo que en general resultó en que Fleur la mirara, estupefacta y molesta, antes de declarar que iba a ir a algún lugar que ella quería.

Briar detuvo a Fleur antes de que pudiera abrir la puerta. Rápidamente explicó:

—Son sólo predicciones. Las repercusiones del año pasado con las plumas de sangre. Eso es todo.

Fleur asintió y salió. Briar la siguió un par de minutos más tarde. Bajó las escaleras para hablar con su padre, quien parecía cansado. Briar abrazó a Remus, su padre le devolvió el abrazo, y su espalda no pudo evitar picar la cicatriz que tenía grabada la predicción de su muerte.

✪ ✪ ✪ ✪

Llegó el almuerzo de Navidad y todos menos dos llevaban jerséis hechos por Molly. A Fleur no le habían dado uno, lo que Briar notó en el momento en que se sentó. Todavía se sentía parte del grupo de amigos en el que había estado durante el torneo, de los tres campeones "adecuados" y de ella misma. Se sentía como si estuviera traicionando a Fleur, usando uno cuando ella no. Entonces, abandonó rápidamente la mesa, se cambió a otra camisa, se sentó y cortésmente le dijo a Molly que no quería que Fleur se sintiera excluida.

(Fleur mencionaría más tarde que no estaba molesta, pero Briar sintió que perdería sus costumbres anarquistas hacia la edad adulta si no lo hubiera hecho.)

Molly estaba entusiasmada con el sombrero y el collar que Fred y George le habían regalado. Cuando Briar la estaba ayudando a poner las verduras en la mesa (discretamente más cerca de su asiento, siendo vegetariana), Molly mencionó los regalos, y Briar dijo algo (no podía recordarlo exactamente) acerca de que el sombrero parecía como una noche de cielo despejado. Molly lo había tomado como un gran cumplido, pero Briar lo dijo como una declaración. Sin embargo, cuando Molly le dio las gracias, Briar sonrió torpemente en respuesta.

—¡Regalos de Fred y George! —exclamó, luciendo llena de alegría—. ¿Verdad que son preciosos?

—Es que desde que nos lavamos nosotros los calcetines te valoramos más, mamá —dijo George. Briar le lanzó una mirada extraña. No era como si usaran un balde de agua para lavarse los calcetines. Por lo general, se aventuraban a entrar en una de las lavanderías muggle—. ¿Chirivías, Remus?

Briar sonrió. Miró a su padre, que estaba sentado a su lado, y parecía un poco más feliz que el minuto anterior. Era bueno que, después de años de asegurarles que podían, los gemelos finalmente lo llamaran Remus en lugar de Lupin.

—Tienes un gusano en el pelo, Harry —observó Ginny, justo cuando Briar iba a poner más patatas hervidas en su propio plato. Briar se hundió un poco en su silla cuando Ginny se inclinó para quitar el insecto del cabello de Harry. Captó su mirada. Ella sonrió con satisfacción; él tímidamente miró hacia abajo.

Fleur se estremeció.

—¡Qué hogog!

—Sí, ¿verdad? —corroboró Ron—. ¿Quieres salsa, Fleur?

En el proceso, derribó la salsera en el aire. Bill la detuvo antes de que aterrizara sobre alguien o algo. Fleur besó a Bill en agradecimiento. Luego le dijo a Ron:

—Egues peog que esa Tonks. Siempge lo tiga todo...

—Invité a nuestra querida Tonks a que hoy comiese con nosotros...

—¿Pero ella no...? —Briar fue interrumpida cuando Fred le tapó la boca con la mano. Lo fulminó con la mirada. Él le dio una de advertencia. Ella le hizo una mueca cuando él apartó la mano de su boca—. Eres horrible.

—Me amas, así que.

Briar frunció.

—Por ahora.

Fred miró a Briar. Briar sonrió.

—¿Has visto a Bill y a Fleur...?

—No la insultes...

—No, mira —Fred asintió más abajo en la mesa. Briar miró. Fleur y Bill se estaban dando de comer mutuamente con sus propios tenedores. Más alto que antes, dijo—: ¿Por qué no podemos ser así?

Briar frunció el ceño.

—¿Porque tu plato es principalmente carne y yo soy vegetariana?

—¡Comeré más verduras!

—Pero me darás las verduras de tu plato, y yo me esfuerzo mucho por elegir las mejores, ¡no las comerás cuando ni siquiera te gustan!

—Yo podría...

—Oh, sobre mi cadáver.

Su mente saltó hacia adelante. Las marcas de arañazos cubrían su rostro. La sangre manchaba sus dedos, especialmente la piel debajo de sus uñas. Más sangre salía de su lado derecho, junto a sus costillas. El segundo apellido en su espalda ardió. Le dolía la espalda desde que comenzó la pelea (¿qué pelea?). El escozor fue empeorando cada vez más, moviéndose más y más hacia abajo, un reloj de arena drenando el último grano de su vida...

—Briar, Briar...

Briar parpadeó. Remus tenía su mano sobre su hombro. Ella se balanceó levemente. Su padre la miró preocupado y dijo:

—Tomemos un poco de aire fresco, es lo mejor...

Ambos salieron al jardín. Briar se frotó los ojos sistemáticamente, con cuidado de no manchar el maquillaje. Remus todavía parecía nervioso.

—Lo siento, no sé qué ha pasado, por lo general recibo una advertencia —dijo Briar—. Estaba hablando y me quedé completamente distraída. No pasó nada malo, ¿verdad?

—Te quedaste extremadamente quieta. Por suerte, Fred, George y Fleur, recordaron cómo te quedabas hace un par de años, y los gemelos mantuvieron tus manos hacia abajo durante unos minutos antes de que regresaras —explicó. Briar asintió. Los destellos de sangre y su propia muerte volvieron, menos dolorosos que la primera vez. El dolor no se sintió tan real como antes—. ¿No viste nada malo?

—Yo, um...

Remus miró a Briar con complicidad.

—A mí tampoco me gusta hablar de lunas llenas —le dijo. La sonrisa de Briar era débil pero llena de gratitud—. Cuando estaba en Hogwarts, hacía cualquier cosa para ocultar los rasguños y magulladuras de las transformaciones. Aunque solo podía poner mis manos en jerséis de manga larga, no tenía maquillaje como tú.

—Es más seguro cubrirse con tela —dijo Briar—. Es más arriesgado con maquillaje, porque se puede quitar.

Remus asintió, como si estuviera de acuerdo.

—En verano era más difícil.

—La mayoría de mis visiones antiguas fueron en verano —dijo Briar—. Las del torneo también, pero todos las habían visto cuando me di cuenta de que podía cubrirlas.

—Livvy lo mencionó —dijo Remus—. Nos dijo que todos pensaban que eras una mujer lobo.

—No entiendo cómo lo ha manejado durante tanto tiempo. La gente puede ser muy mala con los hombres lobo; yo ni siquiera soy uno, solo tenía rasguños por visiones que se comportaban mal, e incluso entonces, la gente asumió que era un monstruo, cosa que no son los hombres lobo, no creo que sea así, tú eres literalmente mi patronus...

Remus sonrió.

—Sé lo que quieres decir.

Briar le devolvió la sonrisa.

En voz baja, dijo:

—Te voy a echar de menos.

—Cuando trabajas en Hogwarts, puedes abandonar fácilmente el colegio, siempre que regreses para las clases —le dijo. El estómago de Briar se hundió. Cuán ensombrecido estaba su padre, creyendo que ella estaba hablando de eso—. Yo tuve tiempo libre fácilmente debido a la luna llena, apuesto a que Dumbledore te dejaría saltarte una lección si tus visiones van mal.

Ella asintió. La respuesta fue para una declaración diferente a la que ella había dicho, pero la información aún era útil.

—Con suerte, no serán así —sus cejas se fruncieron—. Espero.

Se quedaron en silencio durante un par de minutos. Briar se meció sobre los tacones de sus zapatos, el suelo crujió levemente bajo sus suelas. Miró a su lado, justo cuando Remus decía: "Oh, esto podría salir bien o mal."

Rufus Scrimgeour, el nuevo ministro, caminaba junto a Percy. Briar contuvo el aliento. Su mente ya le estaba diciendo la respuesta al comentario de su padre. Intercambiaron una mirada. Briar, frunciendo casi tanto como él, abrió la puerta y volvió a entrar. La puerta se cerró detrás de Remus y ambos regresaron rápidamente a sus asientos.

Cuando volvieron a entrar en la habitación, Molly ya estaba exclamando:

—¡Arthur, viene... viene con el ministro!

La puerta trasera se abrió de nuevo. Solo que, en lugar de que Briar y Remus regresaran después de un breve interludio, era Percy, que volvía después de un intervalo de toda su familia.

Percy los miró fijamente y luego dijo:

—Feliz Navidad, madre.

Molly se arrojó sobre su hijo.

—¡Oh, Percy!

Briar miró al ministro con los ojos entrecerrados.

—Les ruego perdonen esta intrusión —dijo Scrimgeour—. Percy y yo estábamos trabajando aquí cerca, ya saben, y su hijo no ha podido resistir la tentación de pasar a verlos a todos.

Al lado de Briar, Fred y George estaban observando a Percy con la misma mirada desconfiada que una vez le dieron a Cedric, cuando él era solo el capitán del equipo que los había vencido. Y, un poco más abajo, Arthur le estaba dando exactamente la misma a Percy. Briar se preguntaba qué pasaría si le preguntaba al nuevo ministro sobre sus puntos de vista sobre las plumas de sangre, o Umbridge, o los hombres lobo, o los videntes, o los mortífagos...

—¡Pase y siéntese, por favor, señor ministro! —dijo Molly—. Coma un moco de pavo... ¡Ay, perdón! Quiero decir un poco de...

Scrimgeour negó.

—No, no, querida Molly —interrumpió. A Briar no le agradaba. Hacía que Fudge pareciera un santo, en todo caso—. No quiero molestar, no habría venido si Percy no hubiera insistido tanto en verlos...

Al borde de las lágrimas, Molly soltó:

—¡Oh, Perce!

—... Sólo tenemos cinco minutos, así que iré a dar un paseo por el jardín mientras ustedes charlan con Percy —continuó Scrimgeour. Sus oraciones fueron acompañadas con Molly dando diferentes respuestas a través de gestos y expresiones e intentos de hablar—. No, no, le repito que no quiero molestar. Bueno, si alguien tuviera la amabilidad de enseñarme su bonito jardín... ¡Ah, veo que ese joven ya ha terminado! ¿Por qué no me acompaña él a dar un paseo?

Briar vio la mirada de Scrimgeour posarse en Harry. Frunció. Fred, George y Ginny también tenían platos limpios. Obviamente, Percy no quería estar allí. Quería estar lo más lejos posible, pensaba Briar. Se entrometían porque Scrimgeour quería hablar con Harry.

—De acuerdo —asintió él.

—Espera —dijo Briar—. Harry, yo...

—No importa —respondió. Briar lo miró con nerviosismo. Remus también había comenzado a levantarse, a lo que Harry también dijo "no pasa nada." Arthur abrió la boca y Harry repitió "no pasa nada."

Briar se hundió en su asiento cuando Harry se fue con Scrimgeour. Percy continuó de pie junto a la mesa. Fleur y Briar intercambiaron una mirada. A su lado, vio a Fred, George y Ginny extendiendo la mano hacia el cuenco de puré de chirivías.

Con indiferencia, Briar se recostó en su asiento, dando a los dos junto a ella suficiente espacio para lanzar la verdura.

—Parecer hambriento, Perce...

Una gota de puré se pegó a una de las lentes de sus gafas.

—¿Y si pruebas uno de los platos de mamá?

Splat. Splat. Las tres gotas de puré se juntaron en sus gafas. Ofendido, Percy se las secó, mientras que los tres que habían arrojado las bolas se limpiaban las manos. Briar les pasó las servilletas de repuesto.

—Sabía que esto no era una buena idea... lo sabía, lo sabía...

—¡Ya sabes dónde está la salida!

—No... no, Percy, quédate, hay comida de sobra, tus hermanos bromean, te quieren, siéntate, te traeré una servilleta...

Percy salió furioso por la puerta por la que había entrado. Harry intervino segundos después de que él se fuera. Briar se puso de pie a su llegada, corriendo hacia él y diciendo:

—¿Qué quería ese capullo? ¿Quería saber sobre Dumbledore?

Molly, detrás de Briar, comenzó a llorar. Los ojos de Briar se agrandaron. El clan Weasley se agrupó en un intento por calmarla. Remus se alejó de la mesa y Fleur hizo lo mismo después de captar la mirada de Briar. Los cuatro intrusos del problema familiar entraron en la sala de estar.

Harry le explicó a Briar:

—Quería saber sobre Dumbledore, y no le dije nada —hizo una pausa cuando Briar asintió, algo complacida—. Pero luego dijo que encontraría otra manera.

—Bien —respondió Briar—. Si es secreto, no pasará nada, ¿no? A menos que consigan que Percy regrese... Ten cuidado. Sé que eres cuidadoso. Todos lo somos. Hemos aprendido a tener cuidado con lo qué decimos.

Frotó el vendaje que estaba sobre su herida más reciente, la herida extraña. Briar lo encontraba raro. Los hombres lobo eran marginados en la sociedad, y las marcas de garras que obtuvo de Greyback eran marginadas entre sus cicatrices causadas por las plumas de sangre.

✪ ✪ ✪ ✪

—No puedo tardar mucho, en teoría, debo llegar pronto al colegio —Briar tenía las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, el mismo tweed burdeos que había usado en la reunión de Hogsmeade del E.D. Caminó junto a Fred y George, quienes habían decidido que George debería visitar a la chica muggle de los quioscos.

George dijo:

—No te preocupes, solo necesito un poco de apoyo... Los muggles son diferentes a nosotros, no saben lo genial que soy.

—Porque los dos sois muy geniales —comentó Briar.

Fred asintió.

—¡Exacto!

—Merlín, era sarcasmo...

—Bueno, estamos juntos, así que...

George interrumpió:

—Cállate, me vas a arruinar esto.

—Sí, sí, lo que sea —Briar puso los ojos en blanco. Siguió a George al interior del quiosco, empujando la puerta para mantenerla abierta para Fred. La chica muggle en cuestión, Aubrey, o algo que Briar no recordaba, estaba de pie en el mostrador.

—Aprendes rápido los trucos con las cartas —dijo la chica. Aubrey. Quizás Audrey. O algo completamente ajeno, considerando que Briar estaba a la mitad de Roman Holiday cuando George le dijo el nombre. Su mirada se dirigió a Fred y Briar—. Oh, hola, um...

—Briar.

—Fred.

—Oh, sí, lo siento, soy mala con los nombres —dijo. Ella sonrió. Briar le devolvió la sonrisa. George estaba barajando unas cartas—. ¿Cómo haces los trucos? A mi prima pequeña, Imogen, le encanta la magia, está convencida de que es mágica, aparentemente conoció a una bruja el año pasado...

Los ojos de Briar se apartaron de las barritas de chocolate y se posaron en la chica.

—¿Imogen? —la chica asintió. Los ojos de Briar se agrandaron—. ¿Vive cerca de Great Missenden? Um, ¿cómo se llama el lugar? Eh, ¿uno de los padres vive en Bucks...?

—¡Sí! —la chica asintió—. Te pareces a la bruja de la que hablaba. Rubia y bonita —Briar sonrió feliz—. Supongo que la impresionaste con trucos de cartas, ¿eh?

—Uh, sí —respondió Briar—. ¿Cómo está?

—Creo que le va bien —respondió la chica—. No pude verla en Navidad, se fue a quedarse con su tía, la hermana de su padre, así que no la conozco bien... Pero no deja de hablar de toda esta magia. Es adorable.

Briar asintió.

—Me alegra oírlo. Mientras esté a salvo... Bueno, um, hay mucha gente aquí. Fred, esperemos afuera.

—¡Adiós!

George estaba colocando las cartas y la puerta se cerraba detrás de Fred cuando Briar se dio la vuelta.

—¡Espera, espera, espera! —George la miró con extrañeza. Briar sonrió a la chica, que parecía confundida—. Por favor, asegúrate de que Imogen esté bien. Y tú, incluso. Solo en los próximos años. Tened cuidado. Por ejemplo, no mencionéis cosas mágicas a nadie, por si acaso. Lo siento, George. Continúa. Yo me voy.

Briar salió disparado de la tienda. Se paró junto a Fred y suspiró.

—Espero que los mortífagos no apunten a los nacidos de muggles que aún no han llegado a las once —murmuró.

—Sí —respondió Fred—, pero conociéndolos, les harán algo horrible.

✪ ✪ ✪ ✪

A Briar le gustaban las sorpresas. Hasta el suspense. Le gustaba sorprender a los demás, porque no podía sorprenderse a sí mismo. Incluso si no lo predijo, si se anunciaba algo "emocionante", pensaría, oh, vale, y no se sentiría realmente emocionada o sorprendida, porque estaba demasiado acostumbrada a no hacerlo.

No en el momento, al menos. Durante las predicciones, se sorprendía, pero esa era solo una sorpresa compartida con ella y nadie más. Nadie más la compartió por la próxima muerte abrupta de alguien, excepto su madre, esa vez. No le gustaba que la gente supiera sobre el horror y tener que dejar que sucediera, porque sabía lo tortuoso y traicionero que se sentía.

Así que, cuando regresó a Hogwarts, un par de días antes de que comenzara el trimestre, Briar se mantuvo oculta. No fue difícil, porque conocía los pasillos mejor que las cicatrices en su piel. Pasó los dos días renovando la antigua aula de Adivinación y el despacho adjunto. Atrás quedaron las telas que cubrían el techo inclinado y desaparecieron los pesados aromas del incienso. Se habían colocado amuletos en el techo para que mostrara el cielo e hiciera que la estancia se sintiera más brillante, más grande y más fácil para concentrarse.

Se veía genial, en opinión de Briar. Tenía el despacho encantado igual que el salón, solo que el despacho era como su dormitorio, donde el techo también estaba cubierto de flores falsas que habían sido encantadas para actuar como flores reales. Había sido recibida por todos sus antiguos profesores, y el nuevo de Pociones, un hombre llamado Slughorn, lo cual había sido extraño. Briar sintió como si hubiera cruzado al otro lado. Ya no era la estudiante profética anarquista. Era una de las profesoras, las que ponían deberes y arruinaban la vida de los adolescentes.

Briar apareció en el Gran Comedor el primer día de clases. Había pasado la noche anterior planeando cuidadosamente su atuendo, decidiéndose por uno de sus bonitos vestidos florales y botas de tacón después de sacar todas las prendas y tener un pequeño colapso porque no sabía qué ponerse. Pero, al final se veía bien, y los colores del vestido combinaban con el lazo rojo en su cabello.

Ella había estado sentada en la mesa de profesores durante aproximadamente un minuto antes de escuchar a la gente mirando los horarios y exclamando:

—¿Profesor B. Lupin? No, es Adivinación, no será el Lupin que enseñó Defensa... espera, ¿tal vez sea Briar Lupin...?

Los de primer año no se sorprendieron. Todavía no tenían la clase y no habían conocido a Briar cuando era estudiante. Simplemente levantaron la vista y dijeron:

—Oh, la nueva profesora de Adivinación parece joven. ¿Qué dijiste que era? ¿Una Vidente de verdad ? Espera, conocía a Cedric Diggory, ¿ella fue la que puso las bombas de cereza en los baños? ¡Wow! ¡Qué leyenda!

Cinco minutos después, Lavender Brown exclamó en voz alta:

—¡Ro-Ro, no me dijiste que la novia de tu hermano era la nueva profesora de Adivinación! —Briar arqueó una ceja mientras bebía su té. No tenía nada en contra de Lavender, no la conocía lo suficientemente bien como para que le cayera mal, pero ¿seguro que recordaba todo el asunto de Moony Junior?

En la mesa de Ravenclaw, uno de primer año se sentó junto a uno de quinto. Se parecían, y Briar pensó que eran hermanos. Disfrutaba de su nueva disposición de asientos. Podía escuchar todo.

—¿Recuerdas lo que te dije sobre Umbridge? Bueno, alguien la cabreó hasta y la mandó a un castigo, pero creo que las plumas de sangre le hicieron daño, y cuando mejoró, comenzaron a patear traseros y fue provocando el caos... Las bombas de cereza estaban en casi todos los baños, todo el colegio estaba cayendo a causa de ella. Llegó al punto en que fue casi perjudicada por Umbridge, pero salió corriendo del despacho y no apareció hasta que la despidieron. Ah, y también estaba en el Departamento de Misterios. Se metió en una desagradable pelea con Bellatrix Lestrange...

—¿Es ella?

—¡Sí! ¡Ahora es la profesora Lupin!

Otro Ravenclaw dijo:

—¿Y quién lo hubiera imaginado?

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