━ one: padfoot's past plan

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CHAPTER ONE
PADFOOT'S PAST PLAN

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BRIAR LUPIN PODÍA soñar, predecir, prevenir la muerte más veces de lo que quería admitir. Si ella recordara todas las veces que aquello había ocurrido.

Según sus padres, Bebé Briar a menudo tenía pesadillas, y una vez que Bebé Briar se convirtió en Párvula Briar y aprendió a hablar, cuando ella se despertaba a causa de sus sueños mojaba la almohada con sus lágrimas, a menudo entre sollozos por lo que había visto. Su madre solía decir que Párvula Briar había predicho la muerte de Lily y James una semana antes de que ocurriera. Pero en ese momento, las pesadillas de Párvula Briar aún debían ser tituladas en virtud de ser una vidente, ya que eso aún estaba por realizarse. En ese momento, Laurel Crouch y Remus Lupin pensaron que la falta de sueños pacíficos de su hija fue a causa de la guerra que rodeaba su infancia.

A lo largo de su infancia, había un cuaderno que estaba asentado en su habitación. Cada vez que ella se despertaba y tenía un mal presentimiento después, cogía el objeto de escritura más cercano y escribía partes del sueño. Con el tiempo, las páginas del cuaderno se habían llenado, y la parte de atrás de su armario almacenaba volúmenes de predicciones que había tenido.

Desde entonces, las visiones se iban calmando. Cómo alguien derramando un poco de colorante en una jarra de agua; poco a poco, pero sin pausa, el color caía hasta el fondo, y cuando más se añadía, el agua pasaba a tener más colores. En un primer momento, las visiones eran pesadillas —la caída inicial del colorante. A continuación, se convirtieron en sueños, junto a referencias accidentales en los acontecimientos futuros, como bromas o dibujos— que fue cuando tocó el fondo de la jarra, consumiendo el color el agua.

Por sus quince, las habilidades de Vidente en su sangre habían aumentado considerablemente. Se mostraban a través de sus predicciones, los malos sentimientos, adivinanzas que eran correctas. Soñando con el futuro, ya fuera en la vida real, en un futuro libro o película. Tenía que quedarse sin clases porque su visión se manchaba y su mente revelaba el futuro, mientras que trataba de contener el vómito sobre el suelo del pasillo, o aplastar su cráneo con un agarre muy fuerte, desesperada por tratar de ejercer presión sobre la migraña —cómo el dolor, a pesar de que fuera imposible. Renunció a los cuadernos, porque la pluma era una voz adicional de su Ojo Interior, y su Ojo pensaba que había sido invitada para ver y predecir tantas cosas que sería el límite estar enferma algunos días. La idea sonaba agridulce.

Su naturaleza profética había añadido una razón extra hacia su desarrollo a lo largo de los años. Obviamente, su aspecto había cambiado. Ella había crecido, al igual que todos los demás en este condenado mundo. Sin embargo, también había aprendido muy rápidamente que el mundo era injusto y la gente podía ser horrible. Era mucho mejor en ocultar los sentimientos por alguien, sin importar la edad.

Su hermano, Livvy, había cambiado también, sólo por razones que no debieron ocurrir ya que él estaba viendo el futuro. Sus madres biológicas eran mortífagas responsables de las muertes de muchos muggles. Y la gente lo sabía. Era un poco marginado hacia el inicio del colegio porque sus padres no habían cambiado su nombre durante la adopción.

Livvy había recibido un sinfín de comentarios cuando empezó en Hogwarts, el mismo año que Harry Potter. Había una razón por la que estaba en Slytherin, cómo sus madres estaban locas y cómo era su madre adoptiva, la forma en la que debería estar agradecido de que sus madres murieran antes de que lo influenciaran. En sus primeros meses, se había escondido de las observaciones de Briar. Pero, con Briar siendo la mejor amiga de Fred y George Weasley —quién pasó a tener una gran habilidad especial para buscar cosas, sobre todo lo que la gente decía sobre sí mismos— no pasó mucho tiempo hasta que fue informado.

No hacía falta siquiera decir, que Briar había golpeado a la primera persona que hizo una broma sobre las madres de Livvy.

(Y, no había ni que decir, que eso pasó con Draco Malfoy.)

(Pero, por extraño que parezca, el viaje a la enfermería para reparar la fractura de nariz —y una visita de un furioso Lucius Malfoy, que fue fácilmente contrarrestado por Laurel y amenazado con ser enviado a Azkaban de nuevo, porque si nada podía hacerlo, Laurel genial Crouch lo haría— dio lugar a que Draco y Livius se hicieran amigos.)

Las observaciones se calmaron desde entonces. Briar estaba aún por entender por qué Livvy se llevaba bien con Draco, pero lo aceptaba, porque era asunto de ella, a menos que Draco fuera un perro con él. Y lo iba a ser. Porque, Briar estaba hecha del mismo azúcar y especias y cosas agradables cómo su madre —ella tenía un mal genio y nudillos huesudos y un vocabulario excesivo de insultos que no tenía miedo de usar.

Ella culpaba a sus padres de la última. Al igual que Livvy.

El pie de la vieja calle de la estación de tren estaba lleno de entretenimiento de la naturaleza para la vista; rosas y tulipanes florecieron en cajas de flores, los caminos de entrada de las casas estaban alicatados con todo tipo de mosaicos, la magia entrelazaba las hojas cuando la luz del sol era absorbida. La pequeña ciudad tenía una estación de tren que encajaba el resto de las casas. Era viejo, y parecía una recreación de un mágico Railway Children.

Livvy y Briar se desviaron ligeramente detrás de Remus, los dos estaban frunciendo.

Él murmuró a su hermana mayor:

—Tenemos que hacer algo. Quería ese perro desde que tenía cinco años.

Pasando una de las otras casas, y dando las gracias a su chaqueta para salir del jardín espinoso delantero, Briar sopló el pelo de su cara.

—Quiero decir, sí esto cuenta, que he estado viendo un perro negro desde hace semanas —dijo—. Tal vez sea una señal.

—¿Un perro negro no significa la muerte o algo así? —preguntó Livvy. Se metió las manos en los bolsillos de su chaqueta—. No me sorprende. Tú subconsciente psíquica realmente disfruta pensando en la muerte.

—Creo que le gusta el gore y las luces brillantes —dijo Briar, tocando la parte superior de su cabeza. Sonrió a su hermano pequeño y miró a su padre, quién todavía caminaba un poco por delante de ellos—. Está bien. Yo empezaré.

Livvy le levantó el pulgar.

—Me gusta el hecho de que tengas un trabajo que pueda enseñarnos todo lo que sabes —comenzó a decir ella, ambos aceleraron para caminar al lado de su padre—. Pero, en una escala del uno al diez, ¿qué probabilidades hay de que puedas tener un cachorro en tú nueva oficina?

Remus respondió al instante:

—Menos uno.

Briar murmuró entre dientes:

—Maldita sea.

—Tal vez, si compramos algunas de esas orejas de gato muggles para Halloween, podríamos hacer que es un gato —dijo Livvy. Briar hizo un sonido para estar de acuerdo, asintiendo—. Apuesto a que la mayoría de estudiantes pensarán que es un gran gato.

—Podría funcionar —dijo Remus—, sí toda la escuela estuviera ciega, sorda y supiera diferenciar un maullido de un ladrido.

Ellos se miraron.

Remus dijo:

—No vamos a hacer que nadie se quede ciego, sordo o lo suficientemente estúpido para no saber que ese gato es un perro.

Briar dejó escapar un suspiro.

—Pero, ¿has visto lo lindos que son los perritos?

—Cómo un gran hombre lobo, estoy ofendido.

Ella pensó por un momento, y encogió los hombros.

—No, eres un sarcástico perdedor que piensa que el chocolate puede resolverlo todo —dijo Briar. Livvy resopló—. No es que me importe el hecho del chocolate.

—¿Vas a repartir un sinfín de barras de chocolate a tus estudiantes, papá? —preguntó Livvy, los dos hermanos rieron cuando él rodó los ojos—. De nuevo. Una vez más estamos contentos de que no estarás sólo un día, y que mamá actualmente vive en la escuela, por lo que podremos hablar con vosotros...

Briar concluyó:

—¡Pero realmente queremos un perrito!

—Tal vez el próximo año.

Suspiraron, pero asintieron.

El tren de King's Cross, después de caminar hacia el andén nueve y tres cuartos, era un camino bordeado de unos minutos y copas llenas de bebidas calientes. Livvy estaba en el mismo año que el hermano menor de los dos mejores amigos de Briar, Fred y George. También estaba en Slytherin, y Briar sospechaba que su hermano tenía un crush con Blaise Zabini. Sin embargo, ella no quería preguntar, y él no lo mencionó, así que no pensaba ni hablar de ello. Sus sentimientos por lo general eran correctos, pero ella no pretendía molestar a alguien por su propia curiosidad.

No más de lo que solía hacer, de todos modos. Ella tenía la mala costumbre de arruinar accidentalmente las relaciones porque había un desliz y decía algo sobre el futuro. Ella era la razón principal por la que Fred tuvo mala suerte en sus citas.

Al llegar al andén, Livvy fue arrastrado por Pansy Parkinson, dejando a Remus y Briar para que les enviaran sonrisas a Livvy con la boca abierta.

Briar bostezó, notó la manga de su chaqueta en sus labios. Esa mañana, y la noche anterior, Briar había pasado su tiempo con un viejo pedazo de pergamino, que había arrancado de la oficina de su casa mientras sus padres estaban abajo, decidiendo si hacer la cena o pedir una pizza cómo los muggles. Había sido el pasado martes cuando Briar visitó a los gemelos en su casa, y habían salido al jardín, y Fred le había dicho algo a Briar que le hizo pensar que le gustaba alguien. Tan pronto cómo George corrió hacia el interior para recuperar algo, Briar se había vuelto hacia Fred.

—Entonces, ¿quién te gusta?

—No te lo voy a decir.

—Así que, te gusta alguien.

—Mierda...

—¡Ajá! ¡Lo sabía!

—No te lo voy a decir.

—¡Angelina!

—¿Cómo lo...?

Se llevó una mano a la frente, sonrió.

Desde entonces, Briar le pidió a Livvy que le echara un ojo a sus padres para saber dónde estaban mientras que ella solucionaba los dos planes. Uno estaba viejo y deshilachado por los bordes, y había sido escrito por un supuesto asesino.

—Puedes sentarnos con nosotros en el tren papá, si quieres —dijo Briar—. A los gemelos no les importará, y Lee se quedará con nosotros, es muy agradable...

—No te preocupes, Briar —dijo Remus—. Me gustaría encontrar el compartimento en el que solía estar.

Ella levantó una ceja.

—¿Ese que tenía las iniciales talladas?

—Sí, está en la parte delantera del tren —respondió Remus.

Briar sonrió, apartando la vista y sujetando su baúl.

—Fuimos en ese el año pasado —dijo—. Fred y George se pusieron muy contentos cuando dijeron los apodos de los merodeadores.

Él le sonrió.

—Siempre es agradable conocer fans.

—Ellos todavía se tienen que dar cuenta cómo es que me sabía la contraseña del mapa —dijo Briar. Ella siguió sonriendo, una felicidad pícara apareció en su cara recordando la cara de su madre y su padre, en esos viejos cuadros del último año en Hogwarts—. Ellos no saben que eres Lunático. Me matarán cuando se den cuenta. Sí es que se dan cuenta.

—Sí es que se dan cuenta —él asintió. El enorme reloj del andén sonó; Briar se dio la vuelta para mirar la hora un segundo antes de que la aguja cambiara, y mientras lo hacía, la entrada del andén se abrió con los Weasley, Harry y Hermione cómo sus invitados—. Vale. Iré a buscar algún sitio para sentarme. Os veré luego a ti y a tu hermano, Briar.

Briar asintió. En una melodía monótona, dijo:

—¡Qué te diviertas~!

Él le sonrió, antes de dirigirse al tren. Briar se dio la vuelta, en el mismo momento en el que Fred y George se encontraron con ella, mirando hacia atrás para ver a los demás.

—Acabáis de perderos a mi padre.

—Qué vergüenza —dijo George—, mamá quería preguntarle acerca de la receta de la torta dulce de Laurel.

—No ha dejado de hablar de eso desde Navidad —aclaró Fred.

Briar sonrió, los tres subieron al tren en busca de un compartimento. Ella agarró las mangas de sus camisas para darse prisa, acelerando el ritmo.

—Sabéis que me encanta ver el futuro, pero me siento estúpida al saber en qué compartimento nos vamos a sentar.

—Si puedes ver el futuro, ¿puedes ver a nuestra madre y la tuya intercambiando recetas?

George dijo:

—De nuevo. Mamá no ha dejado de hablar de esas tortitas. Ella dijo que sería capaz de hacerle una visita sólo para preguntarle eso.

—No la culpo —dijo Briar—, he comido un montón de esas a la vez.

Detrás de ella, Fred susurró a George:

—A mamá le encantaría eso.

—Suena cómo a un buen regalo de Navidad, Fred —dijo George.

Briar dejó escapar una risa, entrando en uno de los compartimentos y tomando el asiento junto a la ventana. Al cruzar las piernas, los gemelos entraron.

—¿Has escuchado que Sirius Black ha escapado de Azkaban? —preguntó George.

Sí, mamá lo celebró y papá le recordó lo que hizo, pensó. Y ese hubiera sido el caso. Laurel era muy leal y defensiva con Sirius Black, a pesar de que pasaron años desde la última vez que hablaron. Remus, por el contrario, creía que Sirius había traicionado a James y Lily. Cada vez que él decía eso, solía ser en la cena, haciendo que Laurel le pusiera cada vez menos. Por lo general, fueron los bordes de las tostadas. Otra veces, el puré o alguna fresa.

(Y, acto seguido, Remus le decía un quiero hacerlo a Laurel, y Laurel se lo devolvía diciendo un no puedes esperar, perdedor.)

(No fue hasta el verano en dónde Briar y Livvy se dieron cuenta de lo que decían, porque se tapaban la boca cuando lo hacían.)

—Sí, lo he visto en los periódicos —dijo Briar.

Fred habló:

—Papá piensa que escapó porque viene a por Harry, o a por ti, teniendo en cuenta que los dos sois sus ahijados —Briar, frente a él, sonrió, mirando con orgullo la declaración—. Nunca he conocido a alguien que esté tan emocionado por su muerte.

—Oh, no creo que pueda entrar en Hogwarts —dijo ella. Mientras hablaba, su sonrisa creció, pensando en el Mapa del Merodeador que amablemente se ofreció a cuidar durante el verano, por lo que Molly Weasley no lo podía ver, y posiblemente lo confiscaría si eso pasara. Al segundo de llegar a casa se lo había mostrado a sus padres, quienes parecían encantados con su llegada—. Quiero decir, no creo que haya escapado de Azkaban porque nadie...

George rodó los ojos.

—No te estás ayudando, amiga.

—Es probable que vaya a por Harry o a por ti —dijo Fred.

Ella se encogió de hombros. El tren comenzó a moverse después de un tiempo, y George anunció que quería encontrar a Lee, o cualquier persona de su año y casa, porque Fred y Briar tenían la idea de si tenían o no un trabajo de Pociones que debieron completar durante el verano. Tan pronto cómo se marchó, Briar sonrió a Fred y sacó el trozo de pergamino que había robado de la oficina de su casa.

—Te presento, la Tonta e Ingeniosa Guía para hacer que la encantadora Angelina Johnson y Fred Weasley se enamoren y me hagan la madrina de sus hijos —explicó Briar. Ella le mostró el pergamino, dónde Laurel Crouch había sido tachado para escribir Angelina Johnson en la parte superior, y Lunático había sido tachado tan fuertemente con mucha tinta, poniendo un Fred Weasley en la parte superior. También había tachado las menciones de los merodeadores, pero a excepción de su clara letra para hacer algunos ajustes, todo el plan en realidad había sido escrito por Sirius Black y James Potter para su madre—. Funciona. Confía en mí. Soy la prueba de ello.

Fred lo entendió y frunció el ceño.

—¿El padre de Harry también ayudó?

—Oh, sí —ella asintió. Briar miró por la ventana, dejando atrás Londres para entrar al campo—. Era el mejor amigo de mi padre. En un momento dado, cuando echaron a mi madre, se fue a vivir con los Potter. Eso era el porqué ella trató de adoptar a Harry cuando sus padres murieron, porque se lo debía a la familia.

Él frunció el ceño y señaló la recomendación de la primera etapa, la cuál había sido escrita por James Potter — cómo de preciosa es Lily Evans, cómo James Potter y Lily Evans harían hijos perfectos...

—Me olvidé de eso —murmuró—. Pero, quiero decir, que podrías hablar de Harry con Angelina. Tal vez no sea la mejor conversación, pero podría funcionar. ¿Quién sabe? Tal vez, en un minuto, estéis hablando de Harry y al siguiente se lo estarás proponiendo.

Fred habló:

—Es un plan ridículo, te odio.

—No, me quieres —dijo ella—. Soy tu mejor amiga. Y te estoy ayudando a conseguir a tu futura esposa. De nada.

—No te estoy dando las gracias —dijo él—. La última vez que hiciste algo cómo esto, el pelo de George se quedó azul durante una semana.

—Al menos la gente sabía diferenciaros —dijo Briar.

Él murmuró:

—Hilaroso.

—Lo intento —sonrió.

Fred le entregó el trozo de pergamino.

—Es un plan ridículo —repitió. Ella le lanzó una mirada y él rodó los ojos—. Sin ánimo de ofender, Briar, pero ese plan fue escrito por un asesino.

—Está bien, Freddie, lo dudo. Además, éste plan hizo que mis padres acabaran juntos. ¡Y, mírame! Soy la prueba de que esto funciona. Le estarás dando tus votos a Angelina de un momento a otro.

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