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CAPÍTULO SEIS
[¿AMIGOS?]















En sus sueños, o mejor dicho en sus pesadillas, Katherina aún se encontraba en la casa junto a Pekka, era una pequeña niña que recién conocía a Kaz y a Jordie Rietveld, los dos péquelos niños huérfanos que estaban en búsqueda de una mejor vida.

Una vida que jamás vieron, que jamás llegó a sus ojos, al contrario un ladrón apareció en su camino robándoles todo hasta las esperanzas y aún así ellos seguían con ganas de venganza por el ladrón.

Pero también recordaba a Kaz, aquel niño que jugaba con ella y sonreía. Aquel que le ayudaba a contar historias y pensar en un futuro hermoso, lleno de lujos y comida abundante.

Ser dos huérfanos como poder y prestigio.

Aquella carta que dejó junto a su moto rojo y una sonrisa de esperanza, recordaba ese día con claridad. El como lloro hasta quedarse dormida mientras escribía la carta.

Dejó un bonito sello que se pudiera lucir y notar ante la vista de los hermanos Rietveld. El como Pekka la sacó de casa casi arrastrando para que se dejara de tonterías.

Si alguien le hubiera dicho que ese día esa carta que tanto tardó en escribir jamás llegaría a sus destinatarios, se habría encargado de llevarla consigo misma para ser ella quien la entregara.

Pero él hubiera no existe, el pasado sólo es una hoja que se quedó detrás, que no podemos borrar, arrancar, podemos fingir que no existe, pero allí estará. Atormentandonos hasta el día de nuestra muerte.



































Cuando Katherina abrió sus ojos nuevamente, pensaba que estaría a manos de Pekka, pero no se esperaba estar en una mesa de piedra, en aquel cementerio.

Intentó levantarse, pero el dolor punzante en su costado le advirtió. Miró allá zona encontrando una venda.

Probablemente fue Nina quien la curó y si fue ella, esperaba ver una gran cicatriz en su cuerpo.

— Te ibas a desangrar.

La voz de Kaz Brekker asustó a Katherina, ella fingió que no se atemorizó, pero Kaz no era para nada tonto, se dio cuenta de que ella había brincado al escucharlo.

— No querías tu piso manchado — murmuró Katherina levantándose. — Y no estoy en condiciones de limpiarlo, capitán.

Kaz permanecía en una esquina de la habitación, lejos de ella. Lo veía gracias a la poca luz, pero no le importaba si estaba allí Brekker, siempre actuaba como si no estuvieran ninguno de los dos.

— Daría una señal del camino que hemos tomado, Katherina. Nos seguirían de inmediato.

— La opción más confiable habría sido dejarme tirada en alguna parte hasta que me desangrara — respondió ella evitando hacer una mueca al moverse. Intentaba quitar la venda de su cuerpo para ver la herida. — Pero soy demasiado testaruda como para morir pronto.

Kaz veía como ella se quejaba. Se acercó a ella para ayudarle con la herida en su cuerpo.

No eran los dos mejores amigos del mundo y tampoco es como si lo fueran a serlo algún día.

Kaz tomó un paño para ayudar a Katherina, se lo quitó de la mano con cuidado para ayudarle el mismo, fue difícil lo veía en su rostro.

Katherina notaba lo mucho que le pesaba y le costaba tan solo tocar una media herida en ella. Estaba segura que se debía a una secuela de la Viruela, lo vio, vio lo mucho que le costaba escuchar sobre el tema cuando Wylan lo mencionó.

Un pasado tormentoso como el de todos, como el de ambos.

— Se que viste la carta que tome del despacho — murmuro Katherina. Kaz la miró. — Era para ti, para Jordie, si existiera alguna forma de retroceder el tiempo créeme que tomaría esa carta y la entregaría yo misma, pero estamos seguros que de todos modos me odiarías. Esa carta la dejé antes de irme, Pekka me obligo, les di señales de ha donde iríamos, pero ustedes jamás aparecieron y cuando no llegaron, pensé que me odiaban por irme.

— Descubriste que esa carta jamás llegó a mis manos ni las de él — respondió Kaz mirándola. — Pekka mató a mi hermano.

Katherina asintió. — Lo sé, y nos vengaremos de eso.

Katherina le arrebató el trapo para limpiar la herida ella misma, quedaría una cicatriz, pero ya estaba repleta de ellas una más o una menos no le haría nada.

— Puedes leer la carta o no, la escribí hace mucho y no creo que leerla ahora ayude a que seamos amigos, jamás lo fuimos y menos ahora.

— Jamás seremos amigos, Katherina.

Ella asintió. Tomó sus cosas para irse y buscar información de con los niños, sabía donde se escondían y como llegar a ellos, nada pasaría.

— Katherina... — miró a Kaz antes de irse. — No dejes que te atrapen o te vean tan pronto.























Katherina encontró a uno de los niños que estaban bajo su protección escondido detrás de un carruaje.

— Katherina — se emocionó el pequeño.

— Ssh — señaló Katherina con su dedo para que no hablara. — Decir mi nombre en voz alta es una sentencia de muerte, querido.

El chico salió de su escondite para ir junto a Katherina a una pequeña tienda alejada, nadie se metía allí, o bueno nadie que tuviera buen sentido en comida.

— ¿Qué has escuchado nuevo? — preguntó Katherina.

— Los hombres del señor Pekka hablan — susurro el menor. — Dicen algo de un príncipe.

— ¿Pekka tiene un hijo?

El niño asintió. — Todos hablan de un príncipe.

Katherina hizo memoria de antes de que se desmayara, Kaz había enviado a Jesper y Wylan a buscar una fábrica a nombre de Pekka, no era una fábrica.

Sino una casa.

Una casa donde estaba escondido su hijo. Escondido de hombres como Kaz y mujeres como ella, sedientos de venganza y con el propósito de lastimarlo. 

Su hijo era su punto débil y ahora lo sabían.

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