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Esa mañana tomó un desayuno temprano, incluso si no tenía que correr al trabajo. Pidió el día, lo cual le valió una mirada extrañada de su jefe y hermano:

—¿Te sientes bien? 

—Sí.

—Algo no cuela aquí, Joon.

Ante el modo en que lo llamó, Namjoon entendió que Seokjin estaba preguntando como familia y no con intereses laborales. Así que se relajó, compuso una sonrisa que no sintió y contestó:

—Estoy bien, no tienes de qué preocuparte. Solo necesito resolver un asunto, mañana volveré para que me esclavices.

Dicho esto, huyó de la enorme oficina directo al apartamentucho en el que vive desde que se divorció. De aquel matrimonio, apenas una hija le quedó y para él fue suficiente. No necesitaba nada más ni a nadie más. Aunque… tal vez exageró con esto último y la prueba estaba allí, aguardando en su minúscula sala comedor. 

La caja de madera ocupaba casi todo el espacio por lo que se decidió abrirla cuanto antes. Además, quería aprovechar el poco coraje que reunió tras su café y el par de tostadas que comió. Un nudo ácido le apretujó las tripas, pero quiso creer que era valentía y no temor. 

Tuvo ciertas dificultades al momento de desempacar el pedido. Su torpeza innata y la angustiante sensación de que estaba cometiendo un terrible error lograron que pierda unas buenas tres horas en ello. No obstante, una vez pudo desencastrar la madera superior, con la cual facilitó el retirar los tornillos de la pared lateral de la caja, tuvo su recompensa.

Leyó Stark Internacional, Innovaciones Stark. Garantía de dos años. Instrucciones de funcionamiento. Y buenos deseos. Gracias por su compra. Para el precio que pagó, consideró apropiado tal packaging. Fue detrás de mucho papel empaque, plástico de burbujas y telgopor que halló lo que buscaba. Aun así, cuando lo vio se echó atrás espantado. Nada ayudó que le dijeran lo siguiente:

—Buen día, ¿es usted mi nuevo propietario? Por favor, confirme con un sí en voz alta y diga su nombre tras el tono.

Ahí comenzó todo.

+

Luego de recuperarse de la impresión, Namjoon se encontró fascinado con su nueva adquisición. Un modelo humanoide tan realista que le alarmó estar cometiendo un delito de trata. Pero nada más lejano a esto. Se había informado sobre bioética y normas de conducta apropiadas y leyes concernientes a la compra y uso de robots Stark. Una legislación completa que concedió a los dueños de tales piezas una protección legal, así como paz al espíritu. 

Este robot, del cual solo sabía su número de ensamblado —T040522— y que aguardaba la configuración personalizada, era suyo para servicio doméstico, protección y —en esto no piensa engañarse— compañía. El discurso del que se apropió tras el divorcio, ese que le decía a todos con firmeza y convicción que estaba bien solo, era una mentira absurda. Nunca se llevó bien con la soledad. Pero no fue sino hasta tener junto a él a un robot de apariencia humana —de agraciada fisonomía, vale decir— que pudo aceptar que se equivocaba. 

Seokjin, como todo hermano mayor, bromeaba al respecto. Sin saber que era en parte quien impulsara su reflexión sobre la soledad. Y el que desencadenó, sin proponérselo, su última compra.

—Tienes que salir más, eres libre, Joon, ¿por qué no intentas conocer a otras personas? Lo sé. —Interrumpió alzando una mano, mientras con la otra sostenía una cerveza; ambos estaban en su apartamento tras una jornada laboral extenuante—. Hye fue especial, no habrá otra como ella, pero tú no la amas ya, no como cuando se casaron, ¿o me equivoco?

—No, yo ya no siento lo que sentía al principio. 

Claro que todavía la amaba, habían sido pareja toda la escuela y continuaron viéndose incluso cuando debieron distanciarse por sus respectivos estudios universitarios. Fue la llegada de su hija, Namhee, que determinó que era tiempo de casarse y no esperaron ni al segundo trimestre del embarazo para contraer matrimonio. Vivieron felices por ocho años hasta que… ya no estaban más enamorados uno del otro. 

Tras esta ruptura, de verdad que buscó a alguien para borrar esa soledad áspera que le raspa el corazón los domingos cuando despierta en un hogar silencioso. A veces, esa sensación incómoda lo fastidia durante las salidas del trabajo entre semana. Lo único que combate esta molestia es la presencia de su hija, quien viene a verlo durante las vacaciones y en Navidad. La extraña, pero entiende que no puede perturbar su rutina diaria y, de todos modos, la videollama cada noche para desearle dulces sueños.

Eso resumía su vida.

Los acostones ya hasta dejaron de funcionarle; los orgasmos son un deleite, pero todo se diluye cuando vuelve a vestirse y se despide de alguien del que apenas sabe su nombre y si es que no lo engañó al presentarse. Por eso, cuando vio el anuncio de los humanoides, una línea de robots inspirados en el héroe mundial Visión -aunque sin sus poderes-, pensó que sería una buena idea. Ahora, sin embargo, comienza a sospechar que quizá se apresuró. De igual manera, se oye decir:

—T040522, mi nombre es Kim Namjoon y soy tu… propietario.

El robot, al cual indicó que se sentara junto a él en el sofá, gira la cabeza con tal naturalidad que le parece un poco coqueto. Quizá es su percepción la que torna sensual el modo en que el cabello castaño de este cae hasta entornar su rostro con esos rizos sueltos. Un par de ojos cafés lo observan con atención, hay hasta un brillo en ellos que aportan cierto halo de picardía que lo hacen remover en su sitio. Pero es la boca de este, delgada y rosada, la que ofrece una sonrisa que lo estremece de pies a cabeza.

—Es un placer conocerte, Kim Namjoon. —Suena educado y curioso—. Me agrada tu nombre, ¿tienes pensado uno para mí?

No, pero le apenó hacerlo esperar así que buscó por el lugar inspiración. Entonces, bajó la vista a sus manos y vio el código de ensamblaje cuando se le ocurrió:

—Taehyung.

Y la sonrisa del robot volvió a iluminarse, logrando que su corazón salte en su pecho un compás alegre.

+

Los primeros días de convivencia fueron desastrosos. Namjoon olvidaba que el robot estaba allí y se sobresaltaba cuando este le anunciaba, por ejemplo, que era hora de cenar. No podía culparlo, él lo programó para que le dé recordatorios como ese, también de fechas importantes o de tareas pendientes. Su teléfono podría haber servido para lo mismo, pero no cuando tendía a perderlo a cada rato.

—Aquí, lo olvidaste en el baño —le dijo Taehyung, uniéndose a él en la cocina—. Eso huele delicioso, ¿qué es?

Taehyung, al no ser un robot convencional, sino un trabajo de Stark Internacional, Innovaciones Stark, no se asemejaba en nada a los que la ciencia ficción creó en el imaginario social. Este era sentipensante, es decir, tenía capacidad de raciocinio y niveles establecidos de empatía y sensibilidad con la cual la interacción social fuese lo más genuina posible. De hecho, podían funcionar de manera autónoma en sociedad. Aun así, había un ente regulatorio que limitó la libertad de los humanoides y los ofreció al servicio de mejorar la calidad de vida humana. Después de todo, no dejaban de ser un producto de fabricación. Cultura. Tecnología. Milagros, dirían algunos.

—Sagyeposal, ¿quieres probar?

Extendió la cuchara, cuidando de no derramar en el suelo. Taehyung había hecho el aseo mientras él estaba trabajando.

—¡Claro!

Se le acercó, pero no aceptó la cuchara, sino que abrió la boca esperando que le sirviera directamente. Namjoon se distrajo con los labios rosados de Taehyung, pensando cuán detallistas eran los fabricantes que le dieron aquel bello lunar —uno de tantos que puede observar esparcidos por el rostro del robot. 

—¿Y? —carraspeó una vez se alejó, negándose a ver más de la cuenta el modo en que Taehyung se relamió. 

—Está increíble, hyung, ¡es mi favorito!

—Dices eso de cada platillo que has probado.  —Rodó los ojos, aunque encantado por el entusiasmo del otro.

—Es la verdad. —Se defendió Taehyung, moviéndose para poner la mesa—, eres bueno cocinando y estas son mis primeras veces, ¡nunca me has defraudado!

No quiso contradecirlo porque se lo veía tan feliz que, como entendió que era mejor, le siguió la corriente. 

Y su corazón, que danzaba contento cuando se ganaba una sonrisa del robot, le agradeció. 

+

Los sueños, aprendió, eran traicioneros. Le mostraban lo que él se ocupaba de ignorar despierto. Por esto, dormía mal. Incapaz de aceptar que tras relajar su mente esta lo conduciría a lugares en que no se sentía cómodo. 

—¿Pesadilla, hyung? 

La voz de Taehyung, un sonido oscuro e hipnótico, le llegó desde la puerta del cuarto. Sabía que el robot no precisaba dormir, pero aun así le ordenaba que pusiera en pausa sus mecanismos y procesadores hasta que sonara la alarma. Por eso le extrañó que acudiera, ¿quizá midió los valores de su cuerpo y advirtió que estaba despierto? Como sea, se enderezó y sonrió aun con los ojos pesados de sueño, en dirección a la puerta.

—Ya pasó, vuelve a dormir, Tae.

El rostro preocupado de Taehyung le apretujó el corazón, pero no quiso molestar al otro con algo tan tonto como un mal sueño. Mucho menos cuando este era el co-protagonista de su pesadilla. No quería imponer una distancia tal, sabiendo que si el robot descubría que estaba perturbándolo haría de su misión dejar de "molestar" y esto implicaría retraerse y dedicarse exclusivamente al mantenimiento del hogar y labores varias, que no involucraran interacción directa.

Lo descubrió por las malas, cuando siguió sobresaltándose al verlo andar por la casa. Taehyung empezó a moverse con sigilo, como una sombra, y cuando estaba con él o lo llamaba, respondía lo justo y necesario para no ser descortés. No le agradó para nada. En esos momentos compartidos, disfrutó del brillo en los ojos y en la sonrisa del robot, así como de la maravilla de este ante lo que descubría. Lo novedoso era un diario, algo constante que hacía que el propio Namjoon se encuentre redescubriendo detalles de su vida que daba por sentado o no prestaba siquiera atención para percibir cuan fascinantes resultaban.

—Puedo hacerte compañía hasta que te duermas, ¡o puedo contarte una historia!

—No soy un niño —renegó, aunque no imprimió enojo en su aclaración—. Pero gracias.

—Puedo sostener tu mano hasta que te relajes y vuelvas a dormir. Mañana tienes que trabajar y no es aconsejable ir sin descansar.

Lo pensó. La oferta era tentadora. Taehyung contaba con un mecanismo de relajación que facilitaba el sueño. Era parte de por qué muchos compraban robots cuando eran padres, estos con un toque podían inducir las más plácidas siestas o descansos profundos. Y si bien no entendía cómo funcionaba, de hecho, no sabía casi nada sobre Taehyung y los robots de Stark en general, le intrigó si realmente sería posible algo como eso. ¿Dormir sosteniéndole la mano? Bueno, podía con ello. Y si caía en un sueño profundo mejor aún, pues era probable que ni soñara.

—Ven, recuéstate junto a mí. No es justo que estés incómodo mientras yo estoy tan a gusto.

Taehyung rio y el sonido fue una caricia para el atolondrado corazón de Namjoon, quien se lamentaba por mucho de lo que su propietario no era capaz de reconocer aun. Cuando la mano del robot tomó la suya, un contacto seguro, un agarre firme, los latidos se dispararon alto hasta que lo aturdieron. Agradeció la penumbra del cuarto, apenas iluminado por la luz que provenía del balcón, que no se percibió el sonrojo furioso en su rostro y que pudo, a la vez, ver la sonrisa nimia de Taehyung y el guiño travieso de este cuando comenzó a relajarlo.

—Buenas noches, hyung —susurró Taehyung.

Y a Namjoon le hubiera gustado responderle, pero cerró los ojos y durmió hasta el toque de la alarma.

+

Había pospuesto esta rutina de personalización demasiado ya. Así que un día que salió temprano del trabajo se dedicó a ello. Tomó el manual del usuario y leyó el instructivo. Taehyung se movía con una configuración estándar, apenas dispuesta para sus horarios y tareas diarias. Pero podría, por ejemplo, adecuar el dispositivo de este para sus gustos. 

—¿En serio puedo cambiar el color de tus ojos? ¿Y el tono de voz?

—Sí, también puedes solicitar en la tienda online donde me adquiriste un set de cabelleras con diversos peinados de acuerdo a lo que prefieras.

Repasó al robot, no veía necesario cambio alguno, pero por probar dijo:

—Quiero verte de ojos azules. —Y a continuación, los párpados de Taehyung cayeron unos segundos para luego alzarse y revelar un par de ojos color cielo—. Wow, eres fascinante.

—Gracias, ¿deseas configurar este color de ojos como predeterminado?

La piel morena de Taehyung contrastó exquisitamente con ese color de ojos, pero no terminaba de convencerlo.

—Ojos verdes. —Y, de nuevo, el robot repitió acción, esta vez mostrando un par de ojos verde claro—. Verde oscuro. —Y así lo hizo.

Se le fueron varios minutos en ello. Probó hasta un que un arcoíris se pintó en los rasgados ojos de Taehyung. Mas desestimó estos cambios y pidió volver al color original.

—¿A ti qué color te gusta? 

Ya había superado la noción de autoconsciencia al verse hablando con un robot. El hecho de que Taehyung expresase sus gustos y disgustos con frecuencia y el entender que este podía, sin fingir, sentir, pues tornaba fácil las charlas como esta.

Taehyung pensó unos minutos, hasta que se mordió los labios con una risita juguetona.

—¿Puedo tenerlos de un color distinto cada día?

Quiso abrazar al muchacho, pero se abstuvo. Otro aspecto del robot del que debió acostumbrarse fue el que este lucía más joven que él. No tanto como para sentirse un predador, pero lo bastante para ordenarle que se dirija a él como hyung.

—Son tus ojos, puedes hacer con ellos lo que quieras.

Asintiendo, Taehyung probó un ojo de color dorado y otro rojo. No combinaban, si le preguntaban, pero viendo cuán contento se mostraba el otro por este cambio al verse en el espejo de mano, le impidió decir algo al respecto. 

—Veamos, ¿tu voz puede ser más aguda?

—Sí que puede. —Sonó tan diferente, bastante chillón como si hubiera aspirado helio que Namjoon tuvo que cubrirse el rostro para esconder su risa—. ¿Estás burlándote de mí? ¡Oye, eso es grosero!

—Lo siento, lo siento. —Levantó la mano, con la otra secándose el par de lágrimas que se derramaron por su risa—. Veamos otra voz, por favor.

Lo hizo, una y otra vez. Las voces eran tan diferentes y parecían no encajar en el robot. De hecho, este mismo dijo:

—Quiero la original, si no te importa —jugó con sus manos, tirando un hilillo que encontró suelto en su camisa—. Esta voz es la primera que oí en mi cabeza y quisiera conservarla, por favor.

—Claro, lo que desees —concedió y se vio a sí mismo extendiendo una mano para dar confort al chico robot—. ¿Cómo fue? Ya sabes… despertar. ¿Puedes recordarlo todo?

Taehyung miró sus manos, entrelazando los dedos y dándole un apretón suave. La intimidad del instante se plasmó en la mente de Namjoon como un cuadro que vería colgado en su sala. Ambos sentados en el sofá, de la mano. La luz que se cuela del balcón alcanzandolos apenas hasta los tobillos. De ahí el fresco en su rostro y el calor en sus pies. Aunque había más. De su vientre, trepando hasta su pecho, un tibio sentimiento que se nutría de los contactos, las miradas y las conversaciones con su compañero de apartamento. 

—Te has acercado a lo que sentí, fue como despertar. La única vez que sucederá, eso espero. Aun así, no puedo conjeturar lo que sienten los humanos cuando despiertan porque mi cerebro está encendido todo el tiempo. Y cuando no, solo… no hay nada. Y de esa nada, abrí los ojos y estuve aquí. Pero no fui nada, nadie —se corrigió antes de que Namjoon protestara—, hasta que te conocí.

Oh, cuán dulce se oía. Y cuánto lo repelió el comentario. No soportó quedarse allí y salió del sofá, soltándole la mano a Taehyung como si quemara. 

—Yo, eh, fue bueno conversar, ¿no? Pero debo ir a comprar tinta de cartucho.

Taehyung lo siguió con la mirada, nada ofendido por el modo en que se apartó.

—No es cierto, compraste ayer.

Ops. Había sido recordado por Taehyung de camino al trabajo, tras un abundante desayuno que el propio robot preparó para él al notar lo cansado que estaba. 

—Uh —se rascó la cabeza, buscando una excusa y no dando con una buena se rindió—. Tengo que salir, ¿okay? No me esperes a cenar.

Y huyó.

+

Cantaba. Taehyung cantaba. Lo hacía por las tardes, por las noches mientras ordena el comedor y preparan la cena. Seguro, apostaba Namjoon, también cantaba por las mañanas mientras él se lo pierde por estar trabajando. Y su voz era tan hermosa que lo hacía distraerse al punto de no ver mientras rebanaba tomate. La sangre alertó de la herida.

—¡Auch!

—¡Hyung! —Taehyung dejó de cantar y corrió hasta donde estaba. Lo sostuvo, arrugando las cejas al inspeccionar el corte—. Shh, no requerirá puntos, fue superficial. Ven conmigo.

Lo siguió hasta el baño, apenas logrando entrar uno detrás del otro. Allí, Taehyung lo soltó para buscar en el almacén detrás del espejo donde encontró con qué limpiar la herida. Ejecutó la limpieza necesaria antes de poner una bandita sobre el corte. Entonces, alzó la mirada, aun con un velo de miedo, y buscó sonreírle.

—Gracias, Tae.

—No es nada, pero por favor no vuelvas a cortarte. —Pidió, su voz que antes entonó canciones que versaban de romances y amores prohibidos, ahora se quebró ante la realidad de que, a diferencia suya, Namjoon era susceptible a peligros y daños—. Procuraré estar más atento, no volveré a descuidar tu bienestar.

—No fue tu culpa.

—Lo fue, ¿es porque te distraje? Si es así, dejaré de cantar y…

—¡No! —Se abalanzó sobre Taehyung, tomándolo de los brazos e impidiendo que se apartara—. No, oye, no es eso. No dejes de cantar por mí, ¿no eres feliz cuando cantas?

—Lo soy, es divertido y es una función que no fue programada. Tú lo impulsaste. —Señaló detrás de ellos—. Te oí en la ducha y quise intentarlo.

Ahora fue turno de Namjoon de apenarse, ¿en serio lo oyó cantar? Pues claro, la audición mejorada del robot pudo traspasar una puerta cerrada y el sonido de la regadera. Y de seguro lo que escuchó no fue digno de inspirar o motivar querer aprender canto. 

—Tal vez yo debería disculparme y dejar de cantar en la ducha, he debido torturarte.

La sonrisa de Taehyung fue genuina, estirándose hasta que sus ojos empequeñecieron y titilaron bajo la luz amarillenta del baño. Le contagió la alegría, pero no la picardía que tomó cuenta del robot cuando dio un par de pasos hasta que sus pechos se pegaron. Levantó una mano, estirando el dedo índice en un gesto de orden y por poco picándole la nariz dijo:

—Ni se te ocurra, esos conciertos son mis favoritos.

Y, con esa reprimenda que enterneció el confundido corazón de Namjoon, atrás quedó el accidentado episodio.

+

Seguía atormentado por su moral, la cual le dictaba que estaba siendo un carcelero más de un inocente robot. Sí, no veía cómo no lo sería cuando llevaba semanas con Taehyung preso en su apartamento. Aunque tampoco estaba seguro de cómo decirle a este que fuera a donde quisiera sin que lo malinterprete como que está cansado de su compañía.

—Que no, que solo es un comentario. Estoy muy contento de tenerte aquí, pero no dejo de preguntarme si es que acaso tú quieres visitar algún sitio. No tienes más que avisarme o dejar una nota. No estás, eh, obligado a permanecer aquí a menos que eso sea lo que tú quieras, pero sino, ya sabes, puedes… —Se tropezó con sus palabras, decidiendo callar al notar las cejas de Taehyung dispararse a lo alto—. ¿Entiendes a qué me refiero?

—Lo hago y me agrada que pienses en mí y en mis comodidades, pero no tengo a donde ir. Y el transporte público con estos —señaló sus ojos, uno morado y otro naranja—, llaman demasiado la atención. Un niño se me quedó viendo hasta que lo descubrí y entonces lloró a todo pulmón cuando le hice una mueca graciosa. Su madre se disculpó, pero me sentí mal por el regaño al pequeño. No fue mi intención asustarlo o causarle problemas.

—Me gustan tus ojos hoy. —Había dicho eso cada mañana al encontrarse a Taehyung para el desayuno, no era mentira ninguna de esas ocasiones—. Excéntricos, pero llamativos. Me gustan.

—¡Gracias, hyung! —Y lo abrazó, así, de improvisto.

Namjoon se congeló, no pudiendo procesar el abrazo hasta que sintió al otro alejarse. Su corazón fue quien le reclamó el ser maleducado de no corresponder el abrazo. Pero es que Taehyung lo traía desorientado, en un momento podía decirse que controlaba las reacciones que este le provocaba y al siguiente debía escapar de todo aquello que le producía en su aturullado corazón.

Pero no era algo que no esperase. Nunca fue bueno asumiendo lo que siente. Siempre intentando contradecirse, al punto de no oír su instinto ni su corazón. Quizá porque así lo educaron y prefirió no desafiar aquella institución que lo guió durante sus primeros años. Ya en su juventud la exploración se enfocó en su esposa, en la vida de casado, en la paternidad. Cuando perdió esta certidumbre de la vida cotidiana, temblaron los pilares de sus fundamentos y convicciones. Viró en cualquier dirección y en lo que creyó cierto hasta dar con que no obró bien al confiar ciegamente en que las cosas son de una sola manera.

Hasta podría asumir que eran diferentes Namjoon. El de su pasado, piensa mientras esconde un escalofrío ante la pérdida del contacto de Taehyung, habría empujado al muchacho lejos. El de ahora, solo se encogió en su sitio, paralizado. Indefenso, tal vez.

—¿Quieres dar un paseo? —Fue lo primero que se le ocurrió decir.

Taehyung, como era de esperarse, no lo defraudó con la sonrisa que le regaló tras una nueva aventura cotidiana.

+

Su vieja bicicleta traqueteó en el camino junto al complejo. Era la ruta directa al centro, donde podrían tomar una calle paralela e ir hasta el río. Un viaje de quince minutos, tal vez. Si es que contaban con que uno iría en bicicleta y otro a pie.

—¿Sabes cómo usarla?

Viendo el agarre inseguro de Taehyung, Namjoon no creyó errar al aventurar una respuesta negativa. Sin embargo, le otorgaba el beneficio de la duda.

—Sé qué es, su historia, su construcción, sus empleos y la teoría de funcionamiento. Pero no, hyung, no sé cómo montar bicicleta.

—Solucionaremos eso este día, verás que una vez domines el manejo y equilibrio el resto será pura intuición. —Se arrepintió en cuanto lo dijo, ¿los robots tenían algo así como intuición o corazonada? Se apresuró a decir—: Vamos, sube y toma el manubrio con firmeza. Así, correcto. Ahora, te sostendré durante los primeros metros y luego te dejaré solo. Intentarás controlar la bicicleta sin desviarte hacia un lado u otro, ¿sí?

Taehyung le guiñó un ojo.

—No tengo miedo, hyung, sé que cuidarás de mí. —Y, sin contar hasta tres siquiera, se lanzó a pedalear.

Namjoon corrió para alcanzarlo, agradeciendo que el robot no condujera con velocidad en sus primeros intentos. Pero cuando comprendió que no era necesaria su asistencia, se soltó. Se dedicó a verlo, asombrado de cómo Taehyung progresaba día a día en su vida. No creía de más recordarse que para el robot toda experiencia era nueva en cuanto a práctica. Sí, Taehyung sabía del té todo lo que Google y cualquier libro ofrecería de información, pero no había probado este hasta que él se lo preparó una mañana. E incluso si fue un fallido desayuno, pues quemó las tostadas y el té estaba algo frío, aun así Taehyung sumó una primera experiencia real.

¿Que si le enorgullecía ser parte de cada una de estas ocasiones? Por supuesto. Tal vez hasta exageraba con ello, pero poder introducir en la vida a alguien que parecía realmente maravillado por todo, hasta lo mundano, simplemente era refrescante. Quizá hasta egoísta, pues era una manera de disfrute personal que no le correspondía. Pero por esa misma razón se esmeraba en hacerlo bien para Taehyung. Compensar, eso es.

—¡¿Sabes dónde ir?! —preguntó aunque le daba lo mismo cualquier destino.

—¡Vamos por fruta al mercado!

Y, tras decir esto, marchó con un ritmo lento, pero firme hasta el mercado. Que el atardecer decidiera colorear el paisaje fue una suerte de bendición. Tornó extraordinario lo ordinario, pues el plus de ese instante compartido se iluminó como lo hacen los recuerdos más felices; las memorias que se construyen con cariño.

—¡Aguarda, ya te alcanzo!

Dejó de perderse en sus ensoñaciones y corrió otra vez para alcanzar a su compañero de vida.

+

Probaron de todo para averiguar cuál era su hobby y aunque resultó destacar en casi todo, Taehyung se decantó por la pintura. ¿Un ser con una vida semi artificial podría conjurar algo tan mágico como el arte? Pues no cabía dudas de que sí, viendo las obras que en sus horas a solas Taehyung creó. Namjoon pensaba que tal vez aquellos ingenieros de industrias Stark estaban siendo un poco reduccionistas al borrar de la ecuación de estos robots lo que compete al alma. El alma, habían dicho en sus primeras declaraciones, no existe. Es un consuelo humano para tener con qué justificar la vida. Sin embargo, ¿cómo podría un puñado de engranajes, otro tanto de material sintético, programadores avanzados y bibidi babidi bu científico explicar la risa de Taehyung?

Magia, tal vez. Se oyó a sí mismo pensando en una canción y no pudo sino comprender mejor aquello que pintó Taehyung en su primer lienzo.

Era él. Un retrato de trazos desprolijos, pero que componían un cuadro final perfecto de su rostro mientras sonreía. Y no era cualquier sonrisa, pues notaba en la mirada pintada el resplandor de su embeleso. Este que traía siempre que Taehyung descubría algo nuevo. Podría ser para otros un indicio claro de los sentimientos del robot -y de los suyos-, pero Namjoon era un negador compulsivo y desechó cualquier teoría en favor de valorar el talento.

—Me siento halagado, me haces lucir mejor de lo que soy en realidad. —Le picaron las manos, queriendo tomar a Taehyung y abrazarlo con fuerzas, pero también le temblaron las piernas, queriendo emprender huída—. ¿No piensas que estás listo para una muestra de arte?

El rostro bronceado de Taehyung —de tantos paseos en bicicleta ahora que consiguieron otra extra— estaba manchado de pintura y uno de sus rizos se torcía vertical por lo mismo. Era adorable de contemplar, con su overol y su corbata de cuadros —la cual consiguió de su armario, seguramente un regalo que Namjoon nunca consideró usar.

—Es suficiente con que tú creas que es bueno lo que hago, eres mi público favorito.

—Soy tu único público.

—Y no necesito más —afirmó, depositando el pincel en agua y yendo a prepararse para el paseo del día—. ¿Qué tal te fue en el trabajo hoy? Iré por las bicicletas. 

El cambio de tema le supuso un alivio. Aun era difícil aceptar los comentarios de Taehyung que le soltaba con tal liviandad cosas como:

—Eres mi vida, sin ti no sería más que un simple robot, en cambio ahora soy Taehyung, soy tuyo y esta vida que me diste es la más feliz que pude desear alguna vez.

Aquella vez se le quedó viendo como pasmado, parpadeado y boqueando sin tener idea de qué contestar a ello. No esperó que el obsequiar una bicicleta valiese tal demostración de afecto. Sin embargo, Taehyung era por demás expresivo hasta con lo más insignificante. Por lo tanto, cuando surgía una vía de escape como esta, se iba por ella sin dudar.

—Pues mi jefe es un esclavista, ya te digo.

Y así, conversaron de trivialidades en lo que pedalearon hasta el anochecer.

+

Como estaba tan acostumbrado a Taehyung y sus disparates, como el querer hacer un brindis a diario por cualquier descubrimiento que hiciera ese día. Y cuando no había nada nuevo en su itinerario, pues brindar por ellos, por su vida juntos que tanto le alegraba o porque halló otra corbata espantosa y quiso celebrarlo a lo grande. No vio nada que señalar en el vestuario de su compañero de apartamento. Sí, podía no ser bueno en lo de combinar colores, ¿y qué? Traía ojos de dos tonos flúor opuestos, un pantalón que no combinase con su camisa era lo de menos. 

Pero cuando Taehyung fue víctima de risillas durante sus paseos, decidió llevarlo de compras.

Nada cambió, para mal suyo que se enfadaba por ver cómo las personas —con distintos niveles de discreción— se burlaban de su compañero. Y es que Taehyung optó por un guardarropa de segunda mano, de ropas que probablemente las donó un abuelo cansado de vestir como en el siglo pasado. Pero el robot, que sí, que le explicó que sabía de modas y tendencias, no quiso oír razones cuando intentó persuadirlo a comprar algo diferente.

—¿Pero cómo voy a preferir esos pantalones ajustados a la comodidad de estos holgados? No estoy demente —dijo, y no le faltó razón por lo que desistió.

—¿No te importa que las personas se te queden viendo?

Miró alrededor, dando con que efectivamente muchos estaban centrados en él. Y que sus ojos destacasen de flúor rosa y flúor amarillo podría tener que ver, además del oufit escogido. Aun así, se desentendió de esos juiciosos ojos con un ligero encogimiento de hombros.

—¿No crees que sea porque soy guapo?

La pregunta fue hecha con tal seriedad que tuvo que responder en un tono semejante.

—Lo eres, de hecho, muy apuesto. —Entonces se le ocurrió—. ¿Sabes si tu rostro está, tal vez, inspirado en alguien?

Si era así, ¿acaso era autorizado el uso de su imagen? Pero Taehyung despejó su intriga enseguida.

—Mi rostro es un modelo único, sorteado por medio de un programa de creación de rasgos faciales. Si lees el contrato de adquisición, en la sección de aspectos legales, sección estética, párrafo cuatro, encontrarás un descargo de responsabilidades que libera de cualquier inconveniente a Stark Internacional, Innovaciones Stark por semejanzas y coincidencias en los aspectos físicos y estéticos de los productos.

—Oh, vaya, pues has sido bendecido —Alzó un pulgar—. Un afortunado, creeme.

—¿De verdad piensas eso? —Ante su asentimiento, Taehyung agregó—. Tú no necesitaste mi suerte, tus genes han sido generosos contigo. Me gustas mucho, hyung, estás dentro del promedio de atractivo masculino, pero creo que esa medida es obsoleta. Para mí estás hasta arriba en la lista de personas guapas.

Un carraspeo de la vendedora los devolvió a la realidad, allí donde el local era visitado por varias personas que no aprobaron el comportamiento burbujeante de Taehyung ni mucho menos su última declaración. Por lo tanto, Namjoon se dirigió a la caja registradora y pagó, sin preocuparse en esperar a Taehyung que debió cambiarse la ropa para llevar la que trajo desde casa y permitir que embolsen la compra.

Gracias a un conteo regresivo y unos ejercicios de respiración, logró dominar y devolver el sentido práctico a su corazón, que no hizo sino saltar y corretear por su pecho como un cachorro juguetón. 

+

Namjoon no podía dejar de pensar en las muchas alarmas que activó la presencia de Taehyung en su vida. Sobre todo, volviendo al detalle de que él encargó una fémina robótica. La facturación correspondiente estaba en orden por lo que dedujo que fue un problema del servicio de entrega. Esto pudo reportarlo el mismo día que recibió la caja de madera con su compañero de apartamento dentro, pero… no lo hizo. Y anduvo preocupado por si, quien de verdad encargó un acompañante masculino, viniera por Taehyung.

Fue por esto que no le permitió a Taehyung salir ni al balcón durante el primer mes. Sabía que si alguien requería resolver el malentendido lo haría durante las primeras semanas, por ende, cuando se cumplió un mes, luego dos y finalmente tres y cuatro, pudo dar por hecho que, al igual que él, quien sea que recibió su pedido congenió con el robot que le fue entregado. Aun así, Taehyung seguía siendo un secreto, pero no podría durar por siempre. Y esto lo supo cuando un viernes, tras fichar su salida, Seokjin se ofreció a llevarlo a casa. 

—No es necesario, hyung.

—Tkss, ¿cómo puedo dejarte ir en metro pudiendo ahorrarte el boleto?

No se tragó el gesto solidario, pero entendía que llevar la contraria no funcionaría. Su hermano era terco.

—¿Peleaste con Jieun, verdad?

—Está enloqueciendo. —Alzó las manos, espamentoso—. ¡Y yo con ella! 

—Ajá, ¿no tiene que ver con que te irás de conferencia el mes entrante y ella esté cerca del parto?

—Piensa que no llegaré a tiempo. —Desbloqueó el auto, subiendo rápidamente—. Pero lo haré. No me perdería por nada la llegada de Hyunjin. Además, es la primera semana de junio y la fecha de parto está programada para fin de mes. 

El viaje hasta el complejo de apartamentos fue rápido, demasiado para su gusto. Namjoon tuvo que entablar conversación con su hermano, sin sonar borde por responder escueto o con monosílabos. Pero es que no encontraba cómo explicarle la presencia de Taehyung.

—Gracias, hyung, nos vemos luego —dijo con demasiada simpatía, lo cual le valió una desconfiada mirada.

—¿No me invitas a pasar?

—Creo que sería mejor si arreglas tus broncas con Jieun, ¿no?

Entornando los ojos, Seokjin detuvo el coche. Se quitó el cinturón, aun sin despegar la mirada de su cara que seguro estaba roja de tanto que ardía por ser acorralado, y bajó primero. Lo esperó del otro lado, cruzando los brazos al verlo demorarse en descender del coche.

—Estás actuando raro, ¿qué pasa contigo?

Se mordió los labios y por rabillo de ojo vio que se encendían las luces del balcón. Esa era la señal de Taehyung de que había abierto la puerta al edificio para que ingrese sin tener que tocar timbre o buscar las llaves —que de seguro trae perdidas entre las millares de cosas que guarda en su bolso. Pero así como él vio aquello, su hermano también captó el balcón iluminado, pues era el único a esa hora de la tarde. No anochecía aún y sus vecinos no tuvieron necesidad de encender sus luces todavía.

—Promete que no enloquecerás.

Y, dejando caer sus hombros, cabeza gacha, lo condujo a su apartamento.

+

No imaginó que su hermano se comportara. De hecho, conociendo el humor de Seokjin, esperó que este bromeara sobre su nueva compra. Sin embargo, le sorprendió el modo en que este aceptó a Taehyung. No lo trató con condescendencia, sino como a cualquier otro… humano. Y esto, quiera o no admitirlo, le tranquilizó. No había notado cuánto dependía de la aceptación de su hermano hasta que lo tuvo conviviendo con su robot. 

—¿Puedo traerles más soju? 

—Gracias, Taehyung —dijo Seokjin, sonriendo y recibiendo una sonrisa de igual calidez de parte del robot.

Namjoon observó la interacción sin dejar de asombrarse de cuán fácil era omitir la información de que no era un humano y un robot conversando. Aunque, por esto mismo, estaba comenzando a inquietarse al pasar tiempo con Taehyung a solas. Fue la mediación de Seokjin la que le permitió ver en perspectiva su situación. Permitió que su cabeza juegue con el escenario de ser él quien visita a su hermano y se topa con que este vive con un robot masculino. De haber sucedido así, ¿hubiera reaccionado tan tranquilo como Seokjin? No lo creía, hasta antes de presionar comprar en aquella página web, la idea de tener un robot le parecía un tanto ridícula. 

¿Robots para reemplazar la compañía humana? Sonaba descabellado, tenebroso incluso. Si un mero dispositivo —si bien complejo— podía desplazar la interacción humana entonces ¿cuánto tardaría la sociedad en distanciarse al punto de no ser siquiera necesario tener relaciones convencionales, es decir, entre especímenes humanos? Pero no ocurrió, nadie consideró que un robot pudiera reemplazar a un humano y de esto se basó el tratado legislativo que los destinó al servicio del civil. Oh, y por si fuera poco, también estaban programados para acudir al llamado del ejército si así lo requería la nación. 

Namjoon, ante este panorama, no dejó de admirar y resignarse al modo en que el mundo se ajusta a los cambios. Y tuvo que replantearse si no era también necesario que él acepte estos tiempos de vida tan distintos a los que conocía para no quedarse atrás. Que estuviera solo favoreció en su decisión, por supuesto. Y que, además, pasara por una crisis en cuanto a su orientación sexual contribuyó a que se espante de la soledad y decida traer normalidad a su vida.

Normalidad que, hasta antes de Taehyung, comprendía con una fémina robótica. Es que, ¡diablos!, ¿cómo salir del armario a sus treinta y cinco años? Ya se sentía viejo para ligar, mucho más para tener que descubrir su sexualidad hasta entonces ajustada a la normatividad hetero. Esto era otro cambio que aceptar y que pretendía ocultar al tener a una mujer en su hogar día tras día. Lo que no sucedió, por supuesto.

—Ey, ¿quieres decirme algo?

Se sonrojó. Podía culpar al alcohol y al picante de la cena, pero no era tan estúpido de subestimar a Seokjin. Así que se bebió lo que restaba en su vaso y se preparó para soltarle la verdad. ¿Cuál era la verdad?

—Esto fue un error. Taehyung es un error.

No contaba, no obstante, con que Taehyung lo oyese. Ni que este reaccione tan mal. Fue el estallar de una botella contra el suelo lo que le dijo que había metido la pata.

+

Lo confundía. Era un tormentoso sentir. La respuesta de una pregunta que no se animó a hacer. No hasta que conoció a Min Yoongi, al menos. Hasta él, podría haberse creído que estaba a salvo. Que lo que sentía, que aquello que deseaba, no era sino curiosidad. Aburrimiento y búsqueda de entretención. Pero no pudo mentir más cuando conoció a aquel hombre.

—¿Quieres un trago? 

—¿Disculpa? 

Se le había acercado mientras él se ocupaba de teclear en su teléfono con prisas. Estaba al límite de conseguir las entradas para el recital de piano al que su hija quería asistir y aunque él sabía que se dormiría en los primeros quince minutos, no tuvo corazón para negarle ir. Por eso no vio cuando alguien llegó hasta su mesa, la más lejana a la puerta y desde donde podía oír la televisión. 

—Un trago, yo invito.

Debió transparentar el desconcierto, quizá lo manifestó con el modo en que se le quedó viendo al extraño. Ojos por poco saltándose de las cuencas y boquiabierto. El que su rostro ardiera delató también cómo se sonrojó. 

—Son apenas las once de la mañana.

Sin esperar ser invitado, el desconocido tomó asiento en su mesa. No aparentaba ser peligroso, ni un loco. De hecho, vestía traje y traía con él un maletín que dejó junto a su silla. Parecía, más bien, un oficinista más. Y lo era, descubriría luego. Pues esto se repitió cada día durante dos semanas hasta que por fin Min Yoongi le expresó, con un florido lenguaje que lo acaloró, que deseaba acostarse con él.

Sí, aceptó. Fue una aventura que no pensó vivir jamás. Min Yoongi era un hombre tan seductor, tan seguro, tan intrépido y, a la par, parecía un regio señor, de estos que no rompen las reglas y que su soberbia aplastaría cualquier instinto salvaje. Se enamoró. Ahora, tiempo después, supo que era. Que el par de años que compartieron apenas en citas de sexo escondieron sentimientos; el principal y poderoso: el amor.

—No sucederá, ¿verdad? —Le había preguntado Yoongi la última vez que se vieron.

Estaban en la cama de este, Namjoon resentía el divertido ejercicio que los ocupó hasta ese momento. Y es que la pasión era una constante, parecían incapaz de verse sin querer quitarse la ropa atropelladamente para jugar al placer hasta agotarse. Por lo tanto, no había conversación, sino hasta que, saciados, era tiempo de decir adiós.

—¿De qué estás hablando?

—De ti y de mí. —Yoongi le acarició el rostro, bordeando sus labios antes de besarlo con una ternura intrusa para un escenario tal—; te amo, Nam, pero eso no es suficiente para que nos elijas, ¿verdad?

—Lo siento —respondió esa vez.

Y le pareció insólito, de tragicomedia, que lo repitiera tanto tiempo después a alguien que despertó lo mismo, sino más, que aquel hombre que conoció años antes.

—No tienes que disculparte, hyung. —Taehyung era una estampa triste, pues el llanto llovía de sus ojos —uno azul y otro blanco— y la sonrisa que le enseñó fue endeble, mentirosa.

—Es que solo… no puedo, ¿sí? No es posible y no se trata solo de que seas un robot. —Otro golpe, adivinó, al ver cómo se contrajo el rostro de Taehyung por sus palabras—. Es que eres… y yo no soy gay, ¿okay? No puedo serlo. Lo mejor será que resolvamos esto para no empeorar las cosas.

—Te amo, Kim Namjoon. Y no tienes que sentir lo mismo, yo puedo vivir con este sentimiento y prometo no incomodarte ni presionarte. Solo quiero que sepas que te amo y que estoy agradecido de que seas tú, y no otra persona, quien me despertó y me ofreció una vida tan extraordinaria como la nuestra en este apartamento.

Negó, sus ojos nublados por las lágrimas, pero continuó negando aun cuando cada palabra de Taehyung caló hondo en su pecho. Se le partía el corazón al ver que infligía tal daño a su compañero de apartamento, pero no quería que esto trascendiera. Ya había sido descuidado al no aclararle a Taehyung que no estaba interesado en ese tipo de servicio que ofrecían los robots. No que no lo pensara, para desgracia suya y para tormento en sus pesadillas, pero solo lo dejó estar. Quizá halagado de que Taehyung se sintiera atraído por él, lo cual fue evidente hasta para él, que escondía su cabeza tan dentro del armario que pocas veces se permitía respirar aire fresco. No obstante, era esto mismo lo que le impedía aceptar los coqueteos de Taehyung, el creer que este vino programado para agradarle al punto de, si se lo pedía, acostarse con él. ¿Y qué pasaría luego? Se perdería en el sexo como un animal, aplacando pulsiones que reprime con fuerzas porque es un cobarde y entonces ¿qué? Sentirse pésimo por hacerle algo así a Taehyung, quien juega con cada cachorro que cruza en el camino como un chiquillo, o que brindó esa misma noche por Seokjin y su familia y por él mismo, contándolo a Namjoon como su familia. 

Era un monstruo si se aprovechaba de la disposición programada de su compañero de hogar, no se lo perdonaría. Por lo tanto, dijo lo que creyó que no pronunciaría jamás:

—Kim Namjoon, me dirigo a T040522. —Tragó el nudo amargo que acudió a asfixiarlo en su garganta—: Apagar.

—Hyung… —dijo el robot, pero no pudo protestar.

Cayó al suelo, de rodillas, mientras sus procesadores se restauraban para volverlo a poner en funcionamiento ni bien un nuevo dueño se hiciera de este. ¿Será que se formateaba su memoria y con ello perdía quien fue hasta ese momento? No lo sabía y le aterró la posibilidad.

—¿Qué has hecho, Joon?

Miró a Seokjin, notando la decepción de este, pero también la comprensión en los ojos conocedores de su hermano mayor. Se le acercó, queriendo escapar, pero Seokjin lo atrapó en un abrazo y por fin, desde que todo inició, se echó a llorar.

+

Al principio, la rutina fue difícil. Había pasado casi medio año conviviendo con Taehyung y de repente su ausencia gritaba alto en cada rincón del pequeño apartamento. El que lo rodearan sus pinturas, las corbatas que dejó en su armario o colgadas de una silla, los zapatos anticuados junto a los suyos a un lado de la puerta, o la bicicleta extra en el balcón… pues no le facilitó las cosas.

¿Cómo de rápido las personas invaden a otra? Porque así se sentía, invadido por la calidez de Taehyung, por su humor chispeante, por su personalidad compleja, pero alegre, y por sus hábitos. Como el ver el canal de dibujos animados o el de cine clásico que tanto le gustaba. Como brindar. 

Esa mañana alzó su taza con café y dijo:

—Por la soledad.

Y fue tan patético que, como venía haciendo desde hace una semana, lloró antes de irse al trabajo. 

+

El mundo no se detenía por nadie. Mucho menos por un hombre que prefirió esconderse de lo que sentía para preservar su corazón y algo de dignidad.

—¿Dignidad? —le preguntó Seokjin—. No hay dignidad en negarse al amor.

Pero Seokjin no era quién para decirlo. Jieun fue quien debió dar el primer paso porque su hermano estaba aterrado de ser rechazado y prefirió no declarar sus sentimientos. Además, estaba siendo injusto, ¿o acaso olvidaba que Taehyung era un robot?

»Él es más que eso y lo sabes. —Lo señaló con un dedo, apretando los labios como si se callase un regaño peor—. Y no me salgas con eso de que está programado, ¿no has visto esos casos de robots que escapan de sus compradores? Industrias Stark pensaron en todo. —Giró en su silla, buscando una pila de papeles detrás, en un estante bajo, para entregárselos—. Aquí están documentados los desertores, quienes sino volvieron a la fábrica, simplemente dieron aviso de que no estaban siendo tratados con respeto o eran abusados en sus hogares.

Miró con interés, sintiendo la esperanza patearle el pecho. Su corazón, que parecía en huelga, latiendo de pura cortesía, espabiló ante lo que descubría. Y es que Seokjin no estaba siendo gentil, queriendo encubrir la realidad para que él se sienta mejor consigo mismo. Era la verdad. Los robots, al ser sentipensantes, podían reconocer no solo el maltrato, sino lo ilegal o lo que podría para algunas culturas y creencias reconocerse como pecado. De esta forma, evitaban ser parte de red de drogas, prostitución, etcétera. Lo que hablaba bien no solo del avance tecnológico, sino de la ética laboral de los ingenieros Stark. Pudieron crear agentes perfectos del crimen y aun así, les dieron la capacidad de decidir ser parte o no de esto. Y, por lo que se veía, hasta el momento ningún robot Stark fue corrompido para viles propósitos. 

Quizá les valió de lección Ultron, pensó. 

—Yo no lo maltraté, ni lo obligué a servirme… inapropiadamente. —Se justificó, pero su hermano lo interrumpió.

—No es eso, ¿qué no ves? Estos robots no son sumisos al punto de ir en contra de lo que sienten o quieren. Tú mismo lo has comprobado, Taehyung hasta te lo dijo, él ganó vida cada día contigo, pero no para ti, para servirte, para él mismo. Es independiente y es libre, si hubiera querido marcharse o si no creyese en su corazón, no te habría dicho aquello. 

¿Sería acaso posible? ¿Estaba juzgando mal la situación de Taehyung? Pero no continuó reflexionado debido a que el teléfono de Seokjin sonó y supo que era Jieun por la lividez que acudió al rostro de su hermano. 

—Voy a ser padre —susurró este tras colgar. 

Y no hubo tiempo ya de conversar, sino que debieron correr al hospital a conocer al nuevo integrante de la familia.

+

Acompañó a Seokjin hasta las puertas del quirófano en que ingresaron a Jieun para su cesárea. Y aguardó las horas, que se le pasaron volando, en la sala de espera. La llegada de su sobrino lo distrajo lo suficiente para dejar que se asienten en su cabeza todo lo que traía mareándolo de tanta vuelta que daba. Por lo tanto, no fue extraño que se sobresaltara cuando alguien llamó su nombre.

—Namjoon hyung, ¿hola?

Era Taehyung.

Se levantó con una agilidad insólita, yendo a su encuentro. No podía creer que estaba aquí, ¿acaso se quedó dormido en la incómoda silla de la sala? Pero no, cuando lo tuvo cerca, el calor reconfortante del robot lo abrigó mejor que nada. El aire acondicionado del lugar lo había helado, quiso creer que por eso no se apartó, sino que dio un paso más hasta que eran pocos los centímetros que los separaban. 

—Estás bien, estás despierto —habló, y el nudo que había trepado a su garganta para luego desplazarse a su pecho, donde comprimió su corazón, pareció aflojarse tan solo de verlo allí—. ¿Cómo…?

—Lee Jieun es mi nueva propietaria —respondió, sonriendo—. Kim Seokjin le dijo que yo era su regalo, pero ella me despertó y me preguntó mi verdadero origen. Le conté de nosotros… bueno, omití algunos detalles, pero…

—Pero ella tejió una red de palabras y te hizo confesar. —El otro asintió—. Es una talentosa detective, lástima que se enamoró de Seokjin.

Rieron y por fin, tras muchos días, Namjoon sintió un peso quitársele de encima. Había estado pensado en lo injusto que fue quitarle la posibilidad a Taehyung de decidir irse. Y aunque Seokjin dijo que se haría cargo de devolverlo a fábrica, todavía consideró que obró mal con su compañero de apartamento. No le dio la oportunidad de decir adiós, pero entendió que fue su cobardía actuando ante una situación que lo superó. 

—Me gustan los dos, creo que lo hacen bien.

—Estoy agradecido porque te ofrecieron su hogar.

Estiró una mano, sin saber si le decepcionaría ser rechazado o lo aliviaría. Pero Taehyung lo sostuvo, quizá advirtiendo que estaba nervioso no solo por este reencuentro sino por su sobrino. El simple contacto valió para relajarlo, incluso si sabía que el otro no estaba haciendo nada más que sostenerlo. 

—Vamos, vamos a sentarnos, hyung.

Y sería dos horas después, que se gastaron en silencios o en consultas sobre cómo completar el crucigrama de la revista que alguien dejó olvidada, que nacería Kim Hyunjin. El primer sobrino de Namjoon… y de Taehyung, quien brindó con un café de máquina con sabor a óxido.

+

Conocieron al bebé en la salita de maternidad. Era tan pequeño y rosado que sería imposible aventurar parecidos. Pero no importaba. Era precioso tal como era. Y había nacido sin complicaciones. Sus padres ahora estaban descansando, Seokjin adorando a su esposa aun cuando ella lo amenazó con torturas que harían estremecer a cualquier espíritu débil. Solo habían hablado con ellos para informarles que nació con un peso de un kilo novecientos gramos y que Namjoon sería el padrino. 

—Te felicito, hyung —dijo Taehyung, codeandolo para llamar su atención.

—Gracias, Tae —respondió, desviando la mirada cuando sintió que lloraría—. Lo siento, es solo que estoy sensible.

—Conmigo no tienes que disculparte, y estás en tu derecho a conmoverte —agregó, siguiéndolo—. Según me instruí, la llegada de un bebé es un acontecimiento único y repleto de alegría, pero creo que solo ahora comprendo cuánto. Me llena de dicha ser parte de su vida y todo gracias a ti.

—No sigas, ¿sí? No puedo asumir mis culpas ahora. No quiero estropear el momento —pidió, desesperado. 

—¿Culpas? —Se extrañó Taehyung, una mueca confusa plantada en su rostro—. ¿De qué eres culpable?

Respiró hondo, dejando salir el aire lentamente para calmarse y ordenar lo que diría. No era todos los días que se encontraba frente a alguien que lo ama y que, entendió, amaba también.

—No debí apagarte, fue un acto total y absolutamente cruel. Si no podía corresponderte, entonces tenía que permitir que te marcharas. Pero pensar en que te fueras hizo que me retuerza y solo reaccioné como un idiota. Luego me carcomió la consciencia y dejé que Seokjin te lleve con él. Ibas a irte, Tae. —Estiró la mano, pero la retiró enseguida no sintiéndose con el derecho de abusar de la confianza del otro mucho más—. ¿Qué hubiera sucedido si Seokjin no fuera un descarado y te obsequiara a Jieun? La idea de no volver a verte me atormentó, me persiguió en sueños y despierto. No quise que te fueras, pero te dejé ir porque tampoco podía aceptarte en mi vida del modo que deseabas. 

—Yo… creo que lo entiendo.

—Espera, no es todo. También tuve que lidiar con mi consciencia y fue Seokjin quien me hizo entrar en razón. Tú no dijiste todo aquello porque estabas programado para sentir ese tipo de cosas por mí. Estabas… siendo tú. Pero no me lo creí, no imaginé que pudieras amarme. ¿Qué tenía de especial? ¿Qué podía ofrecerte? Tú eres el ser más peculiar que conozco y no concibo que pudieras albergar amor por alguien tan corriente como yo. Te mereces todo lo que alguien pudiera darte y más, pues hay tanto que tienes que descubrir aun y yo apenas salgo de esta ciudad, ¿cómo podría cortar así tu libertad? —Se detuvo, sintiendo que se le secaba la boca, pero buscando cómo continuar—. Y te amo, te amo, te amo tanto que no puedo hacerte esto. Quiero que tengas el mundo y si yo no puedo dártelo, pues te dejaré ir para que lo obtengas por ti mismo, o con alguien más. 

Taehyung se quedó en silencio, observándolo con un brillo acuoso en sus ojos —llevaba uno de color blanco y otro de color celeste—, hasta que terminó. La confesión, supo, fue oída debido a la contracción de una comisura de Taehyung mientras hablaba. Pero en lo demás, parecía imperturbable. 

—¿Me amas?

La voz cavernosa de Taehyung lo sacudió, lo enfrentó con sus miedos si ya no lo había hecho para ese instante. Pero sí que estuvo reflexionando sobre el amor. Como todo, concluyó, no había una única definición sino que esta variaba de acuerdo a quienes lo sentían. Para él había sido calma, confort, una familia y un hija; luego fue pasión, aceptación a pesar de que se alejó asustado y por fin, ahora, que ya no quiere huir, el amor es lo que lo obliga a dar un paso al frente, estirar la mano y esperar que el otro decida estar con él pese a sus inseguridades. El amor era desayunos compartidos, cocinar juntos, salir a pasear en bicicletas, encontrar corbatas colorinches por cualquier lado, ver los zapatos anticuados junto a los suyos en la entrada, el atril de pintura en el balcón, los lienzos copados de un arte que aprendió a apreciar gracias a su artista; el amor era también la compañía durante los insomnios, las manos juntas hasta que se queda dormido, las lágrimas tras haber contado un recuerdo que duele, la escucha atenta de lo que el otro tiene que decir. El amor era encontrar manchas de pintura en el suelo, en las paredes; era aceptar que se les queden viendo cuando van de compras, comparar precios y comprar dulces que se les antojan para el postre. 

El amor era esto y era suyo, personalizado, ajustado para él y para Taehyung. Amar era un brindis diario, una sonrisa cómplice, un querer estar para siempre juntos aun cuando saben que no es posible predecir que así suceda.

—Te amo, Taehyung.

Y, sin más, Taehyung, con un arrebato propio de él, se lanzó a sus brazos. Lo besó hasta que todo a su alrededor se borró y quedaron ellos, aferrados el uno al otro. Celebraron —con un brindis en sus bocas— que se encontraron por error, pero que decidieron estar juntos para aceptarse con todo lo que son y lo que no; aprendiendo los dos, descubriendo día a día, el mejor modo de amar al otro. 

Fin.



Regalo de Sim² para el regalo de Ya²♡



Nota:

Tras siglos perdida, rompí la racha de hiatus, ¡ja! Pero esto no se trata de mí, sino de Simurdiera2 a quien quiero expresarle todo mi amor y mis más sinceras disculpas. No olvidé tu cumple, y de hecho vi los mensajitos de WhatsApp, pero decidí terminar este Os antes de saludarte. No conté con que me tardaría tanto o que se me cruzarían un par de tareas en medio :(

Aun así: ¡¡¡¡Feli' cumple!!!! 🥳🥳🥳🥳🥳 Mejor tarde que nunca, you know? En serio, espero te guste esta historietita, batallé el bloqueo de escritor con todas mis fuerzas para darte un regalito chachi. Ojalá lo disfrutes, quiero que sepas que lo hice con mucho cariño para vos, porque te mereces solo cositas bellas

Estoy muy agradecida por tenerte en mi vida, Sim², lo digo en serio. Y aunque no soy buena expresándome, que sepas que te adooooooro a montones, te quiero fuerte y te amo sinceramente. Sos una genia en lo artístico y de tanto conversar de todo no puedo sino advertir que sos un ser hermoso más allá de tu lado más creativo.

Espero hayas pasado un lindo día, que hayas comido y bebido a gusto, ¡un brindis por vos! 🍻💜

Te ama, tu prometida más desastrosa, Ya².

Si no sos Sim² y estás por acá, holi, gracias por leer ve a conocer a la cumpleañera y cae ante sus encantos^^

:)

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