Bulbasaur y la Luna

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Hola, mi nombre es William, o al menos así me llamaban mis amigos hace veinte años atrás, y hoy he venido a contarles mi historia, la historia de cómo llegué a esto...

Era una noche como otra cualquiera en la famosa ciudad de Kanto, mis amigos y yo estábamos involucrados en uno de los experimentos del profesor Oak. Este no era uno cualquiera, él se encontraba muy misterioso y solo nos había confiado su secreto a nosotros, 5 jóvenes entrenadores Pokémon de su confianza.

Nos había hecho hacer la promesa de que pasara lo que pasara no revelaríamos sus planes, pero hoy, ya no me importa nada, yo solo quiero volver a ser normal...

Aquella noche del diez de junio nunca se me olvidará, ese recuerdo lo llevo tan presente que es como si hubiese pasado hace a penas unos pocos segundos, aunque poseo algunas lagunas mentales de aquella noche.

Una Luna gigantesca se observaba en la bóveda celestial, brillaba tanto que parecía que la noche era el día. Por su tamaño parecía que estaba más cerca de lo normal. Fueron mis pensamiento al salir ese día de casa en dirección al laboratorio del profesor Oak.

Al llegar, ya el resto de mis compañeros estaban ahí, esperándome. Tras un breve saludo, Oak nos guía hasta el sótano, donde tenía su laboratorio. En el centro del mismo se encontraba una manta blanca como el pelaje de Absol. El profesor se acercó a ella y con la ayuda de dos de nosotros retiró la manta, dejando ver una enorme máquina...

Era un generador de protones. Lo había construido con el fin de hacer hablar a los Pokémons, de esa forma le sería muchísimo más fácil estudiarlos y descubrir todos sus maravillosos secretos.
Sin dudarlo un segundo el profesor encendió la máquina, la cual encendió a la perfección y parecía que todo saldría bien, que tantos meses de consagración darían sus frutos. Era tanto la alegría, que saltábamos de la emoción, cosa que sería nuestra perdición ...

Una mala pisada hizo que el profesor cayera sobre la palanca de aceleración y que esta quedará atascada con su bata. La máquina empezó a calentarse mucho debido a la aceleración. Las palabras, o las órdenes como prefieran llamarles, del profesor fueron más que claras: ¡Corran y salven sus vidas! Y eso fue exactamente lo que hice correr y correr sin voltear a ver lo que ocurría a mis espaldas.

Corrí tan rápido como alcanzaron mis pies, el piso del laboratorio temblaba, tal pareciera que estuviera ocurriendo un terremoto bajo mis pies. Tras tropezar varias veces con los estantes que caían delante de mí, logré salir del laboratorio, pero tropecé con una rama y saltó de mi bolsa una Pokebola y de ella salió mi Bulbasaur, era mi más reciente Pokémon, sin pensarlo dos veces lo cargué entre mis brazos. Lo confieso, me costó algo de trabajo por mi delgada figura; pero cuando la adrenalina recorre tus arterias logras hacer cosas inimaginables.

Lo cargué y comencé a correr, pero no fue suficiente, sentí una explosión a mis espaldas y luego de eso no recuerdo nada más...
Lo siguiente que recuerdo es que abrí mis ojos y lo veía todo desde un ángulo distinto, todo parecía gigantesco desde mi punto de vista, era como si todo lo que estaba acostumbrado a ver chico como las margaritas, hubiesen crecido tanto que estaban casi de mi tamaño, o de lo contrario como si yo me hubiese encogido.

Traté de levantarme pero no pude, mi cuerpo no respondía bien a mis señales, no podía pararme en dos piernas y traté de hablar, pero de mi boca salió un gruñido. Fue algo inesperado, mi primera hipótesis fue que mis cuerdas vocales debido a la explosión habían quedado afectadas. Intenté llevarme mis manos a la cara, pero extrañamente no llegaban y no sé por qué estaban apoyadas en el piso como si fueran mis pies.
Fue entonces cuando las observé por primera vez : eran verdes, gruesas y con tres uñas fuertes en cada una, quedé atónito con tal descubrimiento. Traté de buscar la fuente de la ciudad para poder observarme en su cristalina agua. Tuve que andar uno dos kilómetros para llegar a la ciudad, aunque andando en cuatro patas se andaba más rápido, y llegué rápido.

Al asomarme a la fuente lo primero que me llamó la atención era la Luna, ahora se veía mucho más grande que antes cuando la observé camino a los laboratorios, y ahora logré notar una pequeña tonalidad rojiza, que en aquel momento no le encontraba sentido...hasta ahora.

Luego de observar a la reina del cielo en la noche durante unos segundos, observé mi rostro y me pegué un gran susto. Parecía una rana, tenía el rostro verde con algunas manchas, que aunque eran de color verde igual que mi rostro, su tonalidad era más intensa. Mis ojos eran algo saltones y mis pupilas eran rojas. Pasaron muchos pensamientos por mi cabeza en aquel instante. ¿En qué me he convertido? ¿Por qué me he transformado en esto?

Temeroso, con dudas y aún con la esperanza de que fuera solo una visión lo que había visto en el reflejo del agua, volví a asomarme y volví a ver mi rostro. Esta vez lo detallé mejor, mi cara, además de mi color hierba y mis ojos saltones, tenía unos orificios pequeños en el centro que hacían función de nariz; y una boca enorme, tan grande que al abrirla pensé que me voltearía al revés.

Fue entonces cuando reconocí mi rostro, era el rostro de un Bulbasaur, mis neuronas al instante hicieron sinapsis y deduje que por algún extraño motivo mi cuerpo se había fusionado con el de mi Bulbasaur tras la explosión, y ahora éramos uno solo.

Pensé en ir a mi casa, pero sabía que mi mamá le tenía fobia a esta especie de Pokémon y decidí emprender mi camino para buscar la forma de retomar mi cuerpo humano y volver a mi vida normal.

Había pasado una semana desde el incidente en los laboratorios y ya iba acostumbrándome a mi nueva forma física. Tomaba agua en las orillas de un río cuando fui atacado por sorpresa por un Machop salvaje, al parecer estaba en su territorio y quería echarme fuera del mismo. La pasé muy mal, no tenía habilidades de lucha ninguna, si bien era un buen entrenador Pokémon, pelear como uno era algo totalmente diferente. De no ser por el ataque vuelo de un Pigeotto hacia Machop no se que hubiera pasado conmigo. Estaba malherido y se paró frente a mí un joven que para sorpresa mía era Esteban, mi mejor amigo.
No hizo intento alguno por capturarme, tal vez por considerarme de un bajo nivel, pero sí me llevó a un centro Pokémon y curó mis heridas.

Luego de curarme intentó dejarme en libertad, pero no podía dejar que se fuera, debía de hacer algo para quedarme junto a él y con su ayuda poder recuperar mi forma humana.Así que saqué una liana del capullo de la flor a mis espaldas y lo levanté en peso por una pierna, con otra liana agarré una rama y escribí un mensaje en el suelo: "Soy William ".

Él dudó un segundo, pero luego le escribí en el suelo como habían sucedido las cosas y logré convencerlo. Y fue entonces como me hice de un entrenador y comenzamos una aventura juntos. Con el principal objetivo de recuperar mi forma humana.

Ya han pasado veinte años desde aquellos sucesos y he alcanzado un nivel cincuenta, decidí no evolucionar en el nivel dieciséis y ahora a pesar de que lo necesito no puedo hacerlo, o al menos eso pensaba hasta hace unos días.

Resulta que mi entrenador y yo hemos descubierto que los Bulbasaurs pueden evolucionar de dos formas, una al alcanzar el nivel dieciséis y otra mediante un ritual bajo la Luna Llena, un ritual dirigido por un Venusaur.

Este ritual ocurre cada 4 años en una fecha específica, cuando es Luna Llena y esta lleva una tonalidad rojiza que solo los Bulbasaurs pueden distinguirla. Cuando descubrí eso todo en mi mente se aclaró, y formulé una hipótesis de lo sucedido en aquella noche. Aquel día era día de el ritual y al parecer había algún Venusaur cerca del lugar de la explosión y por algún extraño motivo mi Bulbasaur en vez de evolucionar a un Ivysaur se fusionó conmigo y desde entonces somos uno solo.

Si mi teoría es cierta tengo la esperanza de volver a retomar mi forma humana de nuevo. Al evolucionar podré dejar de ser un Pokémon y volveré a ser humano, o al menos eso es lo que esperamos Esteban y yo.

Es cierto, extrañaré esta forma, luchar en los duelos Pokémon siendo quien luche y no quien guíe, pero valdrá la pena, retomaré mi antigua vida, aunque para ser sincero no sé si me acuerde de cómo vivirla.

No puedo asegurar que a los demás Bulbasaurs les pase igual que a mí, pero cada vez que hay Luna Llena me siento lleno de energía y mis poderes son mayores. Siento que mi poder, así como mi vida, están estrechamente relacionados con esa señora elegantemente vanidosa de dos caras, que solo nos muestra una por ser la más hermosa. Que solo aparece en la noche aunque a veces está de día.

Hoy Esteban y yo hemos encontrado una pequeña manada salvaje de Bulbasaurs, los hemos seguido todo el día y nos han traído a este frondoso árbol. Los perseguimos porque hoy es día de Luna Llena, y siento como un enorme poder recorre mis arterias, estoy casi seguro de que hoy será el ritual.

Llevábamos casi tres horas escondidos en el oscuro bosque, al que nos habían guiado mis semejantes, el cielo se encontraba totalmente nublado. Amenazaba con llover. Pero justo a la medianoche apareció ante todos un gran Venusaur, parecía tener más de mil años por lo viejo y poderoso que se apreciaba.

A penas apareció, la gigantesca flor en su espalda comenzó a brillar y a desprender un olor muy fuerte, eran sus esporas, sus esporas son altamente venenosas, por eso le hice una señal a Esteban y él se alejó lo más rápido que pudo, para no morir.

Los capullos de todos los Bulbasaurs, incluido el mío, comenzaron a brillar. Sentí como mis huesos se estiraron y me sentía más poderoso de lo común.

Miré al cielo y me sorprendí al ver que las nubes habían desaparecido para dejar ver una majestuosa Luna rojiza ante mis ojos, de ella emanaba una claridad que iluminaba todo el bosque, que lo hacía parecer de día, como si fueran las luces de un estadio de la Liga Pokémon de Kanto.

Un rayo luminoso descendió de la perfecta e hipnotizante Luna, e hizo contacto con la enorme flor de Venusaur, el cual se reflejó en cada uno de los Bulbasaurs presentes e hizo que flotáramos en el aire; y nuevamente sentí que mis huesos se alargaban, sentía que mi cuerpo sufría grandes cambios.

No les mentiré, me llené de esperanzas de volver a mi forma humana, sentía que estaba cambiando para ello, e incluso me sentí humano otra vez. El rayo luminoso desapareció y con él, el milenario Venusaur. Con su desaparición caímos al suelo, y no sé qué habrán sentidos los demás Bulbasaurs, pero al menos yo estaba muy agotado, tanto que me quedé dormido...

A la mañana siguiente al abrir mis ojos lo primero que divisé fue el rostro frustrado de Esteban. Intenté hablar pero solo salió un chillido, entonces comprendí su rostro; mi teoría no se había realizado, seguía siendo un Pokémon, el único cambio que me había hecho "el ritual de la Luna ", como lo llamamos hoy , había sido evolucionarme a un Ivysaur. Pero lejos de sentirme triste me sentía feliz, tal vez porque no quería del todo volver a ser humano, quería disfrutar del poder que siento cada vez que hay Luna Llena, y poder seguir viviendo mis aventuras como un Pokémon.

Hasta hoy sentía que mi mayor deseo era volver a la forma humana, pero hoy estoy seguro de que mi mayor deseo es ser un Pokémon, tal vez por eso fue que no volví a mi forma humana, si bien sé que algún día volveré a ser humano, hasta que llegue el momento disfrutaré al máximo ser un Pokémon y sentirme lleno de energía al sentir sobre mi cuerpo la Luna Llena.

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