19; BODA VALYRIA

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BODA VALYRIA

Para Viserys la celebración iba medianamente bien, tras la entrada de Alicent disfruto ver a su hija menor bailar con su prometido y poco después a su hija mayor bailando con el hijo de algún lord. Aunque, cuando Daemon se levantó de la mesa tuvo que contener la respiración, esperaba que su hermano cometiera alguna atrocidad en medio de la gente que bailaba alegremente. Sin embargo, lo que vio le dio dolor de cabeza. Daemon estaba bailando con Laena Velaryon y Cerys se había acercado al hijo de Lyonel Strong para bailar con él. El rey le dio una mirada al hombre y lo encontró con la mirada fija en su hijo, por un segundo la idea de un matrimonio con la casa Strong no sonó mal para Viserys. Claro que dos minutos después sintió como toda la sangre dejaba su rostro, su hija y Daemon estaban cerca, demasiado cerca para su gusto. Una cosa era que tuviesen hijos, pero estar en esa posición, frente a todos. Viserys sentía que podría desmayarse en cualquier segundo. Y para empeorarlo todo Criston Cole tuvo que matar a uno de los invitados de la casa Velaryon en medio de la pista de baile.

Nada había estado bien en la celebración.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero Cerys aún estaba de rodillas en medio del salón sosteniendo a Laenor bajo las miradas de sus familiares. Laena también se había acercado a ellos en busca de consolar a su hermano, las dos mujeres se miraron y en sus ojos solo había dolor. Dolor que compartían con Laenor. Pero, en el interior de Cerys el enojo comenzaba a burbujear, todo dirigido a la persona que le causó dolor a su primo.

Lo haré pagar—susurró Cerys a su primo—, esto no se quedará así.

Esa misma noche Rhaenyra y Laenor fueron casados, los dos llorando y Cerys se sintió la mujer más miserable del mundo. Durante la ceremonia Daemon sostuvo la mano de su sobrina buscando darle apoyo, lo único que le hizo soltar su mano fue el rey desvaneciéndose frente a ellos.

—¡Padre!—Cerys fue la primera en reaccionar soltando la mano de Daemon.

Todos se movieron al escuchar su gritó tratando de ayudar al rey. Entre Daemon y algunos caballeros de la guardia real pudieron llevar al hombre a su habitación donde los maesters lo atendieron dejando a la familia del rey tras las puertas cerradas. Cerys estaba impaciente, caminando de un lado a otro frente a las puertas, sus manos juntas a la altura de su abdomen moviéndose con nerviosismo. Cuando estaba por dar su milésima ronda frente a las puertas una mano tomando las suyas la detuvo. Corlys Velaryon la estaba mirando con simpatía.

—El rey estará bien—le aseguro.

Ella le sonrió forzadamente y, para alivio de su hermana, dejó de moverse. Daemon estaba dándole la espalda a las puertas con la mirada puesta en el cielo oscuro, Alicent no estaba muy lejos de ellos viéndolos con ojos atentos, pero nadie se molestó en prestarle atención. En medio del silencio que cayó sobre ellos se escucharon pasos apresurados y la voz de un niño gritando.

—¡Abuelo!—todos se giraron para mirar al final del pasillo, justo a tiempo para ver a un niño de cabellos blanco aparecer—¡No!

El niño comenzó a patalear cuando sir Erryk por fin lo alcanzó y lo levantó en el aire, el hombre estaba sudando, seguramente por haber estado persiguiendo al niño y Haizea apareció detrás de ellos con la respiración agitada.

—Mi princesa—la mujer realizó una reverencia cuando notó a las personas en el pasillo.

Dragón—la voz de Daemon resonó en el pasillo y el niño dejó de moverse—, ¿No deberías estar durmiendo?

—¡Papá!—el niño gritó.

Sir Erryk se agachó enseguida dejando al niño en el suelo.

—¿Por qué está fuera de la cama?—Cerys preguntó viendo como el niño corría hasta su padre.

—Una doncella fue a avisarnos lo que había sucedido y el príncipe escuchó sobre el desmayo del rey—Haizea mantuvo la cabeza baja—, no pudimos detenerlo cuando salió corriendo.

Alicent no dejaba de ver a Daemon con el niño, si bien el rey los había presentado como hijos de Cerys, nunca mencionó a su hermano como el padre de los mismos y la reina no pudo evitar sentirse molesta. Sus ojos fueron hasta Cerys que tampoco parecía dejar de ver la escena y cuando vio a los Velaryon sonriendo con cariño se dio cuenta que ellos sabían, todos lo sabían menos ella. La reina se excusó y desapareció por el pasillo bajo la atenta mirada de todos.

—Papá, el abuelo...—los ojos de Viserys se pusieron tristes.

—El abuelo estará bien, dragón—le aseguró Daemon.

Más tarde, después que el gran maester les asegurará que el rey se encontraba bien y que ahora solo estaba durmiendo todos se fueron a sus habitaciones. Todos menos las princesas, su tío, y sus primos. Los cinco se reunieron en la habitación que el rey había designado a sus nietos. El único sonido que reinó en la habitación por varios minutos fue la risa de los niños que estaban emocionados por reunirse con su padre. Laenor estaba sentado en el sofá más grande rodeado por Cerys, Laena y Rhaenyra, los cuatro unidos en un abrazo que Daemon encontraba de lo más incómodo desde donde estaba en el suelo con sus hijos.

—Deberíamos ir a Dragonstone—dijo de repente Rhaenyra—, deberían casarse.

Silencio.

—Al menos uno de nosotros debe ser feliz hoy—añadió Laenor.

Daemon y Cerys se miraron.

—Yo iré con ustedes—Laena se puso de pie—, siempre me excluyen de sus planes, no más.

Y así fue como los cinco se encontraron escabulléndose de la fortaleza roja con dos niños y Haizea. La doncella estaba más nerviosa que feliz por la princesa, el escape de King's Landing tendría que ser en dragón y ella nunca había volado en dragón a pesar de los años que vivió con Cerys. Fuera del pozo de dragones se separaron en dos grupos, Haizea iría con Cerys para ir por sus dragones mientras los demás intentaban liberar a los suyos sin causar un escándalo. Habían decidido que Laenor llevaría a Viserys, una sugerencia nacida del miedo de Laena y sus primas de que el heredero de Driftmark se lanzará a la muerte desde su dragón.

Cuando por fin lograron descender las colinas bajo el pozo Dhagara ya estaba despierta, en alerta, mirando en su dirección. Apenas identificó a su jinete la dragona dejó salir un sonido similar al ronroneo de un gato y se movió para acercarse a ella, despertando a Vhagar y Drakon en el proceso. Vhagar se sacudió levantándose para acercarse también, Drakon no muy detrás de ella. Cerys acarició a Dhagara y Haizea tuvo que dar un paso atrás cuando Vhagar estuvo cerca, la enorme dragona bajo su cabeza hasta su jinete en espera de alguna orden.

—Ven—llamó a Haizea—, debemos estar listas para cuando sea momento.

Con algo de duda la mujer se acercó y dejó que la princesa le ayudará a subirse en Dhagara, la dragona sacudiendo su cuerpo levemente, emocionada por poder ir a volar. Cuando estuvieron listas el chillido de Caraxes se escuchó sobre ellas haciéndolas mirar al cielo, la sombra de tres dragones pudo verse y tomando las riendas con fuerza Cerys miró hacia el frente.

—¡Vuela!

Los tres dragones dejaron salir un rugido unísono y se movieron hasta el precipicio donde se lanzaron, Haizea gritó ante las acciones de los dragones, pero Cerys solo se rio. Dhagara extendió sus alas y se elevó en el aire siguiendo a los tres dragones frente a ella. Seasmoke y Stormfyre rugieron ante la presencia de los tres dragones y los jinetes no pudieron evitar reír maniobrando a los dragones para que giraran en el aire. Por un segundo pudieron olvidar el caos de la boda y estar en paz.

Su llegada a Dragonstone fue sorpresiva para los habitantes del castillo, después de todo, ver a seis dragones aparecer en medio de la madrugada no era algo común. Apenas aterrizaron Daemon comenzó a lanzar órdenes para que prepararan todo lo necesario. Los niños fueron vestidos de gala y tanto Cerys como Daemon se vistieron con los trajes tradicionales que se usaban en los matrimonios de la antigua Valyria. Laenor, Laena, Rhaenyra y Haizea tuvieron que hacer milagros para arreglarse con lo poco que tenían. La boda se llevó a cabo cuando el sol comenzaba a salir en el horizonte.

Ni Cerys ni Daemon podían dejar de sonreír durante la ceremonia, ni cuando cortaron sus labios con dragonglass, sus manos estaban frías por el viento que soplaba a esa hora, pero ellos solo podían sentir el calor que recorría sus venas y buscaba salir a la luz de una forma u otra. Las palmas de sus manos también fueron cortadas con dragonglass, los dos dejando que su sangre cayera en un cáliz. Sus manos fueron unidas y mientras escuchaban las palabras del oficiante en el fondo Cerys tomó el cáliz bebiendo de el antes de pasarlo a Daemon que imitó sus acciones. Detrás de ellos su familia no dejaba de sonreír con lágrimas de felicidad brillando en sus ojos y la misma Cerys se permitió llorar cuando Daemon se inclinó para besarla.

Por fin se habían casado.

Daemon suspiró contra los labios de su sobrina y se alejó de su rostro para verla, para ver a su esposa.

Por fin puedo demostrarle a todos que eres mía—susurró sin dejar de mirarla—, esposa.

No creo que ese haya sido un secreto—susurró ella.

Después de la boda tuvieron un desayuno de celebración con los pocos invitados a la boda, todos los sirvientes que se encontraban en el castillo se les habían unido en la celebración felicitándolos y deseándoles mucha felicidad en su matrimonio. No fue hasta que Aiyana y Viserys cayeron rendidos por el sueño que los recién casados consumaron su matrimonio en la alcoba principal del castillo.

Rhaenyra, Laena y Laenor, por otro lado, se quedaron en el salón hablando de cualquier cosa que se les cruzara por la mente. Los tres estaban algo borrachos por lo que la conversación fue muy fluida y amena. Incluso habían hecho apuestas sobre cuánto tardarían Daemon y Cerys en tener más hijos, ninguno apostó por más de un año. Cuando el sol ya brillaba con fuerza sobre Dragonstone los tres ya se encontraban en sus habitaciones designadas tratando de descansar, pero en la alcoba principal Cerys y Daemon recién se estaban levantando.

La princesa estaba en el balcón de la habitación mirando más allá de la playa, sus ojos brillando con la luz del sol. Daemon, que recién había despertado, se levantó de la cama poniéndose sus pantalones antes de salir al balcón. Sus brazos rodearon la cintura de su, ahora, esposa y no dudo en enterrar su rostro en su suave cabello aspirando el olor a lavanda del mismo. Cerys sonrió poniendo sus manos sobre los brazos de su esposo cerrando los ojos para disfrutar de la cercanía.

—¿Qué haces aquí?—preguntó él dejando un beso en su cabeza. —Me hubiese gustado despertar a tu lado.

—Solo apreciaba la vista—ella suspiró recostándose a él—, es una vista hermosa, seguro que a los niños les gustará.

—Haremos de Dragonstone nuestro hogar—aseguró él mirando más allá de la playa—y nuestros hijos crecerán aquí.

La peliblanca se giró entre sus brazos para mirarlo.

—Es hora—fue todo lo que dijo Cerys y Daemon entendió.

Los dos regresaron al interior de la habitación y se vistieron con sus ropas de montar. Ambos se unieron a las personas que recorrían el castillo, los dos caminando con decisión hacia el exterior, afuera el sol brillaba en lo más alto del cielo y uno de los cuidadores de dragones que había en el lugar ya los estaba esperando con una antorcha encendida en la mano.

Buena suerte, princesa—el hombre le pasó la antorcha y se movió a un lado para dejarla pasar.

Cerys respiró profundo y continuó su camino dejando a Daemon atrás. Dragonmont se cernía frente a ella como un lugar de muerte, nunca había ido tan lejos en el nido de los dragones como encontrarse con algunos de los dragones salvajes que residían en el, pero sabía exactamente a donde ir. Sus pies la llevaron a la cueva más cercana, aunque le tomó un par de horas poder encontrarla. La cueva estaba oscura y el estómago de Cerys dio un vuelco, pero siguió avanzando sin dudar. El lugar estaba en silencio total, cosa que le ponía los pelos de punta, más no se dejó asustar por eso.

A medida que se adentraba más en la cueva comenzó a murmurar una canción en alto valyrio, una canción de cuna que había aprendido de su madre. La cueva finalmente se abrió en una habitación enorme, habían dos antorchas en la entrada que le dejaron ver la plataforma en medio del lugar, ella no dudó en avanzar bajando su antorcha hasta que se detuvo y se agachó dejándola en el suelo. La canción llegó a su fin seguida de un movimiento en medio de la oscuridad frente a ella.

—Vermithor—susurró.

Una ráfaga de fuego fue lanzada permitiendo que Cerys viera la cabeza del enorme dragón que creó un arco perfecto de fuego sobre ella. La peliblanca lo miró con admiración, cuando el fuego cesó el dragón bajó la cabeza rugiendo, la princesa tuvo que cerrar los ojos, pero no retrocedió.

¿Me recuerdas?—Cerys extendió su mano hacia él cuando movió la cabeza cerca de ella gruñendo. —Vermithor.

El dragón avanzó haciendo temblar el suelo y Cerys se vio obligada a dar un paso hacia atrás. La canción de cuna volvió a escucharse y el dragón gruñó otra vez moviéndose, pero esta vez la peliblanca no retrocedió.

¡Obedece!—exclamó cuando el dragón avanzó empujando con su cabeza y haciéndola caer al suelo.

Una vez en el suelo el dragón bajó su cabeza mirándola y Cerys volvió a extender su mano, otro rugido fue lanzado en su dirección haciendo que cerrara los ojos, pero entonces sintió escamas contra su mano. Al abrir los ojos se encontró los ojos de Vermithor aún sobre ella, pero el dragón ya no se mostraba hostil. Cerys sonrió acariciando las escamas del dragón que dejó salir un gruñido agachando su cuerpo y extendiendo sus alas, casi invitandola a treparse y ella no desaprovechó la oportunidad. Con pies temblorosos Cerys se puso de pie y avanzó hacia el costado del dragón sin dejar de acariciarlo, susurrando palabras de agradecimiento. Vermithor no tenía montura, pero por suerte tenía cuernos que sobresalen de su cuello de los cuales la princesa podría sostenerse.

Trepar sobre el dragón había sido fácil para ella que estaba acostumbrada a trepar en Vhagar sin una montura, una vez pudo sentarse en el lomo del dragón un sentimiento de felicidad se apoderó de ella y Vermithor se sacudió, seguramente tratando de acostumbrarse otra vez a tener a alguien sobre su lomo. El dragón no necesito de ninguna orden, comenzó a moverse por sí solo buscando la salida de la cueva, Cerys tuvo que agacharse hasta estar básicamente pegada a su cuerpo para evitar golpearse la cabeza con el techo de la cueva. Cuando lograron salir las nubes que avisaban de una tormenta estaban formándose en el cielo y la princesa respiró profundo antes de sostenerse con fuerza.

—¡Vuela, Vermithor!

El dragón rugió moviéndose hacia el frente antes de extender sus alas y sacudirlas hasta que su cuerpo fue elevado al aire. Cerys dejó salir un grito antes de comenzar a reír, Vermithor giró hacia la derecha en dirección al castillo y la peliblanca maldijo cuando casi suelta su agarre. Una caída y estaría muerta.

Vermithor voló sobre Dragonstone rugiendo, llamando la atención de los sirvientes y los dragones que descansaban en las colinas que rodeaban el castillo. En el suelo Dhagara regresó el rugido siendo seguida por Vhagar y Drakon, Cerys miró hacia abajo viendo a los tres dragones preparándose para volar y sonrió. Daemon, que estaba viendo todo desde la entrada del castillo sonrió con orgullo viendo a su esposa volar con sus dragones, detrás de él se escucharon pasos apresurados y sus tres cómplices aparecieron.

—¿Es Cerys?—preguntó Laenor apenas vio a los cuatro dragones en el aire.

—Reclamó a Vermithor—concluyó Rhaenyra con una sonrisa.

—La llegada a King's Landing será incómoda—añadió Laena.

Al cabo de unos minutos Cerys descendió en Vermithor hasta aterrizar en la playa, para entonces Daemon y los demás ya habían buscado a sus respectivos dragones para regresar a King's Landing.

—¡No creo poder llevar a nadie!—exclamó la princesa heredera sin bajar del lomo del dragón.

—Yo llevaré a Haizea—le gritó de regresó Laena.

—¡Estás brillando, mi sol!—Daemon le sonrío.

Los demás se miraron y pusieron una mueca de disgusto ante la muestra de afecto.

El regresó a King's Landing fue demasiado movido para Cerys, Vermithor parecía estar disfrutando de tener un nuevo jinete y se movía de un lado a otro haciéndola gritar. En la fortaleza había un espacio para que los dragones aterrizaran, era usado muy poco, nunca usado por Cerys hasta ese momento. Vhagar nunca hubiese sido capaz de aterrizar ahí, la dragona habría derribado la mitad de la fortaleza en el intento, pero Vermithor a pesar de ser casi tan grande como ella al menos no destruiría todo el lugar.

Puedes hacerlo, Vermithor—murmuró la princesa cerrando los ojos, pegándose al cuerpo del dragón cuando éste descendió.

Como era de esperarse apenas tocaron el suelo todo el lugar se estremeció y los gritos de las personas presentes no se hicieron esperar. Cerys se enderezo acariciando a Vermithor sin dejar de decirle lo bien que había aterrizado, sin haber destruido todo el lugar. Sobre ellos Vhagar tapó el sol dejándolos a oscuras cuando las puertas de la fortaleza se abrieron. Varios guardias aparecieron sacando sus espadas, movimiento estúpido, Vermithor se puso en alerta y rugió hacia ellos haciéndolos retroceder.

—¿Cerys?—la voz de su padre le hizo girar hacia las puertas—¿Qué...

—¡Padre!—exclamó ella deslizándose por el ala del dragón—¡Mira lo grande que está Vermithor!

Las personas que acompañaban a su padre miraban al enorme dragón con admiración, todos menos Alicent que lo miraba con horror.

—¿Estabas en Dragonstone?—el rey miró a su hija de pies a cabeza y entonces notó el corte en su labio y su mano envuelta en vendajes—¿Qué hiciste?

—¿Cuatro dragones?—dijo de repente Alicent sin dejar de ver a Vermithor—¿Está eso permitido?

Hubo un silencio que incómodo a todos, el entrecejo de Cerys se frunció y se giró para mirar a la reina.

Los dragones toman lo que quieran, no tienen que pedir permiso—le respondió la princesa.

Detrás de ella Vermithor volvió a rugir y sobre ellos los tres dragones hicieron eco del rugido alertando a todos que estaban ahí para defender a su jinete.

—Es tradición de la casa Targaryen—comenzó el rey—, una vez reclamas un dragón será tuyo por el resto de tu vida—el hombre miró a los dragones volando sobre ellos—. Mi hija logró reclamar a cuatro dragones. La domadora de dragones comenzaron a llamarla, si intentamos oponernos moriremos bajo el fuego de los dragones.

Cerys y Alicent se miraron y la tensión creció, pero por más que quisieran seguir con esa discusión la reina sabía que tenía todas las de perder. Sobre todo con los cuatro dragones que destruirían todo por la princesa.

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NOTA:

3141 palabras, estoy en shock.

Iba a dejar el capitulo hasta la boda, pero después dije "ya hasta cuando reclama a Vermithor", pero recordé que el siguiente es el salto de diez años así que debía terminar este arco de la historia. ¿Qué les pareció?

Y si, acabo de integrar a Laena al cuarteto, escribir su muerte me va a doler en el alma.

Por cierto, estuve pensando sobre el futuro de la historia y no sé que hacer cuando llegue a los acontecimientos del capitulo 10, la historia esta 100% basada en la serie y la segunda temporada sale en dos años. Una de mis soluciones fue escribir un libro aparte de lo que sucedió durante el salto de tiempo entre este capitulo y el que sigue, y también uno más extenso de los cuatro años de Cerys fuera de King's Landing (y otro sobre los años que pasan después de que Aemond pierda el ojo, y posiblemente uno de la infancia de Cerys), pero no sé.

También quisiera saber si alguien tiene un link o algo del libro en pdf, no importa si es en inglés o español.

Gracias por leer, lu.

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