Final

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La sonrisa armoniosa que se dibujó en el rostro de Jungkook para cuando Taehyung apareció en su campo de visión, fue incomparable.

Para ser honesto, sintió que en cualquier momento iba a soltar el llanto. Había soñado por tanto tiempo con su reencuentro, que ahora el corazón se le quería salir del pecho.

Igual no era para tanto, igual estaba reuniéndose nuevamente con su mejor amigo, pero el simple hecho de haberlo recuperado, era más que suficiente para agudizarle los sentidos y hacerlo volar hasta las nubes.

A Taehyung le pasaba lo mismo. La contracción que ocurría dentro de sus pulmones no era para nada habitual: con cada paso que daba y con cada metro que avanzaba, sentía como su nariz dejaba de ser útil ante el oxígeno que planeaba consumir y eso le provocaba replantearse si, al llegar hasta el azabache, lo recibiría la muerte en vez del amor.

O quizá... solo iba a morir de amor por Jeon Jungkook.

—Hola —el nerviosismo fue evidente y una sonrisa tímida se le salió para cuando estuvo de frente al muchacho que no pudo apartar la mirada de su precioso osito soñador.

—Hola —un balbuceo fue la respuesta y las mejillas de ambos se volvieron rojizas al instante: Jungkook por sonar tan tonto y Taehyung por admirar lo tierno que podía llegar a ser el ajeno.

—¿Entramos? —soltó, mientras apretaba las correas de la mochila que colgaba de sus hombros.

Venía llegando de la universidad, sus clases se extendieron más de lo debido: fue un día horrible y repleto de información, pero su humor cambió completamente cuando recordó los planes que construyó para esa tarde.

Mentira: no dejó de pensar en su reunión con Jungkook en ningún momento, desde que se atrevió a proponer tal cosa. Estaba feliz, muy nervioso, pero muy feliz y nada en la vida iba a hacerlo sentir diferente.

El recinto era cómodo, los colores rosados y tonos derivados formaban parte del divertido papel tapiz del sitio, haciendo lucir el ambiente tan perfecto como una mañana de primavera adornada con algodones de azúcar.

Elegir la mesa donde iban a convivir fue un poco más tardado que ordenar sus respectivos postres, y no porque hubiera mucha gente, en realidad, estaba casi vacío: más bien, el problema era su falta de comunicación y el nerviosismo latente.

De todos modos era bueno enfocarse en lo positivo, la tarde les tenía destinado un momento agradable y sin tanto bullicio.

—Entonces —después de mucho tiempo, Jungkook se atrevió a romper el silencio, mientras ambos observaban lo deliciosas que se veían sus donas con toda esa fruta, nieve y cereales encima—, ¿Cómo ha ido la vida? —la presencia del bonito muchacho castaño lo intimidaba, no obstante, no iba a permitir que las cosas fueran en otra dirección a causa de sus inseguridades y nervios mal arribados.

—Uff, ¿Siguiente pregunta? —Taehyung contestó, tratando de sonar divertido y soltando un suspiro corto con la esperanza de poder relajarse. Jungkook no era un desconocido, sin embargo, lo que provocaba en su mente, cuerpo y corazón, no era sencillo de controlar.

—Vamos, no puede ser tan malo, ¿Qué tal la carrera?, ¿Es lo que esperabas?

—Es interesante, debo decir —comenzó contando—. Al principio, me sentía muy fuera de lugar, a diario me cuestionaba si lo que había elegido como profesión era correcto y se adecuaba a mí, pero, aunque aún no conozco la respuesta a esa gran incógnita, lo que he aprendido en este semestre ha sido genial y me ha motivado a seguir por este camino. Después de todo, nada es definitivo en la vida ¿No?, Y somos muy jóvenes como para estancarnos. Si no me va bien, intentaré con otra cosa. Nunca es tarde para cambiar el destino.

Jungkook sonrió, estaba conmovido. Escuchar la manera de pensar que Taehyung tenía siempre había sido un placer, pero el comentario tan maduro y soñador que dio solo afianzó la positiva opinión que tenía sobre su persona. Además, saber que el ajeno disfrutaba de su estadía en la facultad lo alegraba en gran medida.

—Lo harás genial, Taehyung, tienes una capacidad enorme para cualquier ámbito y siempre has sido, por excelencia, un tutor ejemplar, así que no dudo que serás el mejor pedagogo del mundo.

Los ojos de Taehyung brillaron inmensamente, esa había sido la observación más conmovedora que había escuchado en años. Por la manera en que Jungkook lograba expresarse de él, tenía muy claro que poseía el mejor amigo del universo. Ante tal pensamiento, su pecho se sintió calientito prontamente y una sonrisa pequeña se le salió.

—Gracias por decir eso.

—Solo digo la verdad, osito —pero fue muy tarde para cuando se dio cuenta del apodo que había vuelto a utilizar, pues los ojos de Taehyung se abrieron en grande y temió por haber arruinado su reencuentro con cursilerías que, probablemente, incomodaban al ajeno—. Comamos, ¿Quieres?

—Sí —casi a la brevedad, su mirada amielada fue directo a sus manos, pues, cuando intentó tomar su tenedor, pudo percatarse de un ligero temblor que lo recorría. Y luego fue mucho más difícil el siguiente acto, pues jamás esperó que consumir sus alimentos frente al chico que ahora se escudaba en su plato, sería tan vergonzoso. No entendía la razón, no obstante, le apenaba tanto comer frente a él, que los nervios comenzaron a traicionarlo—, ¿Y tú? —dijo, picando la fruta en su plato, para tratar de pasar desapercibido. ¿Desde cuándo era tan incómodo comer frente a su mejor amigo?, Es decir, todos comen siempre, ¿Qué tiene de raro o de especial esta ocasión?—... ¿Qué tal la universidad?, ¿Es divertido?

Jungkook masticó rápidamente, tratando de disminuir su propia tensión para poder contestar.

—Es cansado, programar no es sencillo. A veces me saturan de proyectos, incluso hay momentos donde tengo que entregar algo para todas las materias y dormir no es una opción, pero estoy rodeado de frikis iguales a mí, así que nos entendemos y hacemos de las clases más pesadas un completo caos. ¿Has hablado frente al espejo últimamente?, En ocasiones me siento así al estar con mis compañeros. Creo que, en efecto, es divertido por ellos.

—Me alegra mucho —la sonrisa que salió de Taehyung fue sincera, no obstante, poco a poco se desvaneció. Le hubiera encantado encontrar esa sinergia con su grupo universitario, pero, a diferencia de los frikis de programación, la personalidad de sus compañeros no empataba mucho con la suya.

—¿Qué ocurre? —Jungkook se percató al instante de la mueca desanimada en el ajeno, así que no perdió oportunidad para cuestionar sobre el asunto—, ¿En qué piensas? —conocerlo demasiado bien: ese era su superpoder.

—En nada.

—Oh, Taehyung, te conozco desde que naciste. Sé que algo pasa, cuéntame —pidió, tratando de sonar confiable para el otro. Volver a ser su lugar seguro, eso era lo que más quería.

—Sería genial si hubiera elegido estudiar Desarrollo... contigo... Sería muy divertido si pudiera seguir a tu lado.

—Oye...

—Te extraño —confesó, levantando sus amielados orbes hasta ver los grisáceos ajenos con toda la seriedad del mundo, como si con esa confesión se estuviera jugando la felicidad de su vida... y es que así era.

El corazón de Jungkook se achicó y agrandó en un solo milisegundo, pero, en efecto, tuvo muy claro lo que debía contestar—. Te extraño, también.

—Me haces mucha falta —prosiguió el castaño, tratando de contener su sentir. Sin embargo, procedió a expulsarlo de golpe, mientras hacía puños sus delgadas manos sobre la mesa.

—Y tú a mí —Jungkook experimentó como el pecho se le contrajo y las ganas de envolver las suaves manos del ajeno fueron más grandes; pero se mantuvo firme, simplemente, expresando lo que día tras día se había guardado—, como no tienes idea.

—Perdón por hacerte todo tan difícil.

—Tú no tienes la culpa, fui yo quien se enamoró —un ligero alivio llegó a su cuerpo. ¿Cuánto tiempo tuvo que pasar para poder confesar sus sentimientos de esa manera tan simplista?, ¿A cuántas luchas se enfrentó en el proceso?, de todos modos, ya no había nada que pudiera perder.

—Pero yo lo provoqué.

—Por supuesto que no, tú naciste y ya eras perfecto —sí, ya no había nada que pudiera perder, el castañito ya no era parte de su vida: lo peor que podía pasar, ya había pasado.

Su mamá siempre tuvo razón, lo bueno de tocar fondo es que ahora solo le quedaba echarse a volar, cual mariposa que emerge por primera vez de su capullo.

Taehyung no supo que decir. ¿Qué significaba esa declaración?, ¿Era correcto sentir el alma salirse de su cuerpo?, Jungkook lo derretía en una sola pieza y hasta ese momento entendió que amaba infinitamente ser halagado por él, y solo por él.

Todo se experimentaba diferente si era con él.

De igual manera, un extraño pesar le aquejó el pecho, porque sí, seguía tratándose de su mejor amigo, de su otra mitad a la que nunca vio de esa manera tan irracional. Por un instante fue difícil pensar en él teniendo otro papel en su vida y asimilar los propios sentimientos que existían al respecto.

—Jungkook...

—No pretendo incomodarte ni hablar del tema, pero quiero disculparme por la distancia que establecí entre nosotros: después de pensarlo por mucho, no encontré otra opción. Era lo mejor para ambos.

—¿Por qué lo era? —se atrevió a preguntar.

—Porque tú no te merecías tanta mierda, Taehyung... y porque yo no soportaba verte con Hoseok —terminó admitiendo, sabiendo la catástrofe que podía causar su confesión, pero la mirada sorprendida que Taehyung no quitó, lo hizo replantearse sus opciones: cuestionar qué sucedía o salir corriendo del recinto.

—Él... ya no está —fue lo que dijo el castaño, cuando en realidad quería preguntar si podían volver a ser cercanos e insultarlo por ser el tonto que no dijo nada cuando todo lo sucedido se pudo haber evitado: porque, en definitiva, si él hubiera sabido sobre los sentimientos de su mejor amigo, hubiera descubierto más pronto los suyos y, al abrazarse por las noches, hubieran podido darse todos esos besos que solo estuvieron en su mente durante los últimos meses—. No funcionó —argumentó, cuando se percató de la mirada absorta y desconcertada en el rostro que adoraba—. Después de todo, él no es mi alma gemela.

Y dicho eso, sonrió levemente para escudar su sonrojo en el postre que empezó a devorar lo más educado y fino posible que pudo hacerlo, mientras sentía los ojos grisáceos del chico que entendió perfectamente su indirecta y se quedó sonriendo como un bobo por minutos, hasta que la nieve de su dona se comenzó a derretir.

Indiscutiblemente, ese era el mejor postre que había probado en su vida.

🦋

Después de su agradable degustación en el centro de la ciudad, ambos jóvenes salieron del local sin haber hablado mucho luego de sus mutuas confesiones. Cualquiera pensaría que tal hecho debió haber sido muy incómodo, pero, en realidad, no fue así. Los dos tuvieron el tiempo suficiente para pensar debidamente en los lepidópteros que revoloteaban en sus estómagos y la manera en que deseaban que su relación avanzara.

Iban a ir a casa. Jungkook tenía tarea y Taehyung no quería ser una distracción, pero contrario a la insistencia del chiquillo sobre que el colegio debía ser su prioridad ahora más que nunca, el azabache lo arrastró hacia ese centro de entretenimiento que visitaron tan solo una vez cuando eran niños.

—Es una mala idea. No funcionó cuando éramos críos, no funcionará ahora —aterrado, Taehyung se excusó, aferrándose a la barra que fungía de contorno protector para la pista de patinaje.

—No seas negativo —Jungkook le pidió, riéndose mentalmente del castañito y posándose a su costado para observar el puchero tierno que había dibujado en su hermosa carita—, nada te sucederá.

—¡Claro que sí!, ¡Terminaré con el trasero dolorido!

—Te lo masajearé.

—¡Jungkook! —exclamó, enrojeciendo completamente y viéndose afectado por los ojos grises que se mofaron de la situación. Si siguieran en el pasado, ese comentario hubiera sacado una carcajada a ambos, no obstante, después de entender parcialmente lo que había entre los dos, ahora mismo, significaba algo muy diferente, emocional e íntimo.

—Anda, no seas llorón y suéltate.

—No puedo.

—Tete, exageras.

—Es que tú no me entiendes —Taehyung se quejó, sintiéndose ofendido.

—¿Cómo no voy a entenderte?, soy, literalmente, la única persona en el mundo que lo hace.

—Bobo —recriminó, encolerizándose levemente.

¿Cómo se atrevía a decirle eso?, ¡También su madre era muy buena escuchándole!

De no ser porque estaban cerca de unos pequeños niños que ya jugaban en la pista, le hubiera soltado un buen golpe en la mejilla.

—Vamos, bebé, estarás bien.

¿Bebé?

Sus ojos se abrieron en grande.

¿Jungkook lo había llamado bebé?

¿Cómo era eso posible?

Aún más importante, ¿Cómo no emocionarse por ello?, si lo que más quería en el mundo, en ese momento, era ser alguien especial para su corazón.

Y cuando menos lo esperó, Jungkook ya lo había ayudado a erguirse correctamente sobre su sitio, mientras se deleitaba con su bonita mueca sorprendida.

No se iba a arrepentir del apodo externado, ya no. Además, si Taehyung no lo reprendía al momento ni se notaba negativo ante el tema, eso quería decir que no le había disgustado o incomodado; así que iba mantenerse firme por primera vez.

—Si me caigo —balbuceó el más delgado, tomándose de los hombros del chico frente a él.

—Te levanto, osito.

No sonreír se estaba convirtiendo en una tarea imposible, Jungkook era una delicia de persona.

—Bien —y dicho eso, bajó una de sus manos, ofreciéndola al chico que la tomó de inmediato y lo comenzó a guiar, con tacto, alrededor de la pista de patinaje, siguiendo la ruta de las muchas personas que hasta el momento se divertían.

Prontamente, la tarea se complicó en cada paso y Taehyung estuvo a punto de declarar que no había nacido para los patines con ruedas, justo cuando un movimiento resbaladizo lo aquejó en peor medida que el anterior titubeo.

Sus manos se apretaron en las otras y Jungkook, por su parte, actuó rápidamente, cumpliendo su papel de alfa protector y estabilizando el fino cuerpo del otro al enredar, una de sus manos, en su pequeña cintura perfecta.

—Esto es horrible —comentó el castaño, totalmente desilusionado de sí mismo—, ¿Cómo puedo ser tan malo para algo tan simple?

—No eres malo, Tete, solo te falta práctica. Ningún bebé nace sabiendo caminar, ¿O sí? —Taehyung negó—. Esa es tu principal ventaja, tú eres un bebé que ya sabe caminar, ahora solo te falta confiar más en ti, deslizar un pie luego del otro mientras te mantienes erguido y disfrutar.

—Suena tan sencillo cuando lo dices.

—Es sencillo. Soltaré tu cintura, ¿De acuerdo? —avisó, tratando de que Taehyung no se tambaleara en ese pequeño instante, entretanto le daba la espalda y planeaba la siguiente instrucción—. Pon tus manos en mis hombros —el castaño titubeó, pero inmediatamente lo hizo—; avanzaré lento, copea mis movimientos.

De esa manera, ambos comenzaron a moverse en la pista, Jungkook actuando con cuidado y Taehyung imitándolo tanto como le era posible. Los nervios lo traicionaban de pronto, pero podía mantenerse a flote gracias a que el otro servía como soporte. Por instantes, sus ojos se perdían apreciando los hombros tan anchos y fuertes del contrario, en conjunto con la parte trasera de su cuello y cabello; su espalda bien formada lucía tan atractiva, que le nublaba los sentidos, no obstante, a tiempo, recordaba que su único objetivo era aprender a patinar para dejar de ser una carga y poder tomar al chico de la mano en tanto hubiera diversión.

Por ello se esforzó y lo hizo tan correctamente que, en menos de diez minutos, se atrevió a soltar los hombros ajenos y a deslizarse por sí mismo. Jungkook se detuvo al instante y Taehyung le sonrió al avanzar frente a él, mostrándole que, aunque no lo hacía perfecto, sus intentos por hacerlo mejorar habían dado frutos.

El azabache sonrió complacido y comenzó a patinar tras el precioso niño que intentaba de todo para mantenerse erguido, pero jamás esperó que un adolescente hormonal, creyéndose Rayo McQueen, pasara justo a su costado y lo descontrolara al punto de hacerlo girar estrepitosamente en su lugar y casi caer de cara en el reluciente piso.

De no haber sido por él, lo habría hecho, pues, sin saber cómo, actuó tan rápidamente, que enredó entre sus brazos el cuerpo del castaño, quién también alcanzó a colgarse de su cuello, en un intento por no morir: ni de la humillación, ni del golpe.

Los sentidos de ambos se encontraron tensos, preocupados por lo que pudo haber pasado si Jungkook no hubiera reaccionado prontamente y observando con desdén al jovencito que ni siquiera se dio cuenta que había puesto en riesgo la vida de una persona inexperta en el arte del patinaje.

—¿Estás bien, Tete? —Jungkook preguntó, llamando la atención del chico que alzó la mirada hasta encontrarse con sus ojos grises.

De un instante a otro, el castaño se sintió incapaz de responder, su mente se centró en lo que le pareció importante y un escalofrío inmenso le recorrió la espina dorsal. Sí, ese burbujeo ya lo había sentido antes, esa atracción, esas ganas de ser todo para la persona que lo sostenía con fuerza... quizá, si solo probaba un poco de él, todo en su interior se acomodaría para siempre, incluso su estómago revuelto.

Y se atrevió. Alzándose, repentinamente pegó sus labios a los del contrario, cerrando sus ojos con ímpetu y sintiendo el suave contacto que al otro dejó pasmado. Jungkook no respiró más, al contrario de Taehyung, abrió los ojos como platos y sintió que el alma se le saldría del cuerpo, entretanto observaba la curiosa expresión que en el ajeno se dibujó.

Taehyung se coloreó, no solo sus mejillas se tiñeron de rojo, ahora todo su cuerpo se sentía caliente y, por esa razón, se separó de aquel pico que efectuó por medio segundo. Lo primero que vio fueron los orbes del azabache resplandeciendo desconcertados y se sintió tan pequeño que quiso huir lo más lejos posible de ahí; sin embargo, solo bajó su carita y la escondió por debajo del mentón del mencionado, esperando, ambiguamente, no ser alejado de su tacto abrazador, no sin antes haber regularizado sus sentidos alterados.

—Vámonos —pidió en un hilo de voz y volvió a cerrar los ojos, abrazándose impetuosamente del joven que, entendiendo el tacto aferrado a su cuerpo, no lo soltó en ningún momento.

—Sí.

—🦋—

Las manos de Taehyung se frotaban contra sus rodillas, tratando de secar el sudor de sus palmas con la tela de su pantalón. Jungkook estaba a su lado, sentado en ese autobús que tomaron para ir a casa y con la mirada al frente, clavada en cualquier otro espacio del lugar, menos en su mejor amigo.

Ninguno decía nada, estaban tan nerviosos que sus respiraciones eran suficientes para exponerlo. No obstante, el castaño estaba a punto de desfallecer. Entendía que no era un buen momento, pero que Jungkook no dijera nada acerca de su atrevimiento le partía el corazón y, convertía, su pasaje por la vida en un completo calvario.

Era un estúpido. Un idiota sin ninguna pizca de autocontrol.

¿Por qué rebasó los límites?, ¿Cómo se atrevió a hacerlo?

Jungkook no se merecía tal cosa, debió haber pasado días terribles y recibir un ósculo de su parte no era la mejor forma de cerrar el ciclo.

¿Y si ya lo había cerrado?

Peor aún: ¿Y si ya había encontrado a alguien más?

Quiso chillar ante el dolor que lo aquejó. Jungkook, su Jungkook, estando con otra persona era impensable, ni siquiera existía la posibilidad.

Pero que no dijera nada y que evitara su mirada, solo confirmaba más sus miedos. Tal vez así era, tal vez su corazón ya no le pertenecía.

Enseguida, sus ojos se cristalizaron. Si lo pensaba bien, esa debió haber sido la manera en que se sintió, el joven de sus sueños, cuando estableció un vínculo inadvertido con Jung Hoseok. En todo caso, la venganza es un plato que se sirve frío.

¿Por qué, Jungkook, no decía nada?, ¿Por qué callaba lo que estaba pensando?, incluso, Taehyung concretó, estaba bien si le decía que había otra persona, solo quería escuchar algo: lo que fuera.

Le dolía mucho su silencio.

Y fue por ello que no lo soportó más. Con la frente en alto, se levantó, pasando por encima de las rodillas de su vecino y siendo detenido, al instante, por una mano que se aferró a su muñeca.

—¿Qué haces?, aún falta mucho para llegar a casa —un Jungkook que por fin lo miró, preguntó.

—No voy a casa —pero Taehyung respondió, manteniéndose firme y soltándose de la mano que lo dejó ir fácilmente, causándole una llaga a su corazón.

Sin embargo, se decidió a avanzar y bajó del autobús tan pronto como éste se detuvo, caminando, sin rumbo alguno, lo más rápido posible; tratando de huir de aquello que tanto le dolía, sin saber que Jungkook, al notar su llanto, descendió por su búsqueda unos metros más adelante en la avenida, asustado por haber perdido su inquieto rastro.

Taehyung tragó saliva mientras se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano y seguía caminando calle abajo, sin prestar real atención al gran problema en el que se metía. El mar se alzaba, prominente, al final de la calle, dando un precioso espectáculo para todo aquel que estuviera en sus cinco sentidos y gozara de ver la increíble puesta de Sol que ese día se presenciaría en la playa.

Pero él no era de esas personas que lo disfrutarían, mucho menos cuando soltó un sollozo dolido al escuchar la voz del pelinegro llamándolo a lo lejos y no tuvo otra opción más que apresurar su paso, para tratar de escapar hasta donde sus pies decidieran llevarlo.

Sin embargo, un suspiro roto y ofuscado le salió de la boca cuando el agua salada empapó sus zapatillas deportivas. El miedo se apoderó de su cuerpo y su mirada dio con la inmensa cantidad de agua azulada rodeándole por doquier. Una brisa enloquecida le golpeó el rostro y eso no hizo más que acelerar los latidos de su corazón.

—¡Tete! —Jungkook gritó y prontamente sus fuertes brazos se adhirieron a su esbelta cintura, protegiéndolo de eso que, sabía, había congelado su cuerpo—, ¿Qué crees que estás haciendo?, este lugar es peligroso para ti.

—¡¿Por qué lo es?! —no obstante, fue lo que se ganó ante su heroico acto. Taehyung, por su parte, sintió el cólera recorrerle por las venas al pensarse como el objeto de burla del ajeno—. ¡¿Por qué no puedo verlo como una salida, como un alivio?!... ¿Por qué no simplemente puedo... puedo... sumergirme como nuestros padres?

—¿Qué? —el miedo que se desató en los recuerdos del pelinegro, le obligó a cargar, arrebatadamente, el cuerpo de Taehyung entre sus brazos, cual novios recién casados—. ¿En qué estás pensando?, nos iremos de aquí ya mismo.

—¡No! —exclamó el pequeño, moviéndose cual sanguijuela estresada—, ¡Suéltame, Jungkook! —exigió, metiendo sus brazos entre su cuerpo y el pecho del chico que no lo obedecía—, ¡Vete solo!, ¡Vete lejos! —y dicho eso, un par de golpes leves en sus hombros, en conjunto con el niño haciendo berrinche, provocaron que Jeon Jungkook perdiera el equilibrio e hiciera a ambos caer, Kim Taehyung quedando atrapado bajo su cuerpo y sintiendo las olas del mar mojar la parte trasera de las prendas que lo cubrían.

—¡Basta! —Jungkook ordenó, atrapando las manos que no dejaron de golpearle el pecho—, ¿Qué carajos te pasa?

—¡¿Cómo te atreves a preguntar eso?!... ¡Tú... tú...!

—¡¿Yo qué?!

—¡Te burlas de mí!... Si no tienes nada qué decir, al menos, deberías irte. Pero no, ¡Joder!, ¡Actúas como si nada hubiera pasado y luego me sigues como si te importara!, ¡Como si no supieras que tu presencia, de esta manera, me obliga a caer en un precipicio!

—¿Qué?, Taehyung, tienes que tranquili...

—¡Te amo, carajo! —confesó y los ojos de Jungkook se abrieron en grande, viendo la expresión exasperada que el castaño dibujó—... Te amo. No sé cómo pasó, pero he analizado tantas cosas que... Yo siento esto por ti... y te besé, pensando que nada había cambiado en tu pecho, porque hoy me has dado el mejor día del año, pero... ¡tú no dices nada, y eso me vuelve loco!

Sin embargo, lo único que recibió al confesar sus sentimientos fue un silencio abismal, un silencio que le carcomió el alma a mordidas enormes con cada segundo que transcurrió y que le confirmó que su confesión había quedado demás entre ambos.

Entonces, no pudo seguir viendo esos ojos grises llenos de un asombro inentendible, porque tal cosa le dolía demasiado. Así que giró su rostro de lado, mirando la lejanía de los colores cálidos que adornaban el cielo reflejado en el mar.

De un instante a otro, se perdió en el paisaje, se perdió en el sonido de las olas arribar a esa orilla donde ellos estaban derrumbados, en el del aire también. Se perdió en el horizonte y en la belleza que se encontraba en la distancia y no pudo evitar pensar en cómo algo tan divino puede llegar a ser, a la par, tan peligroso... igual que Jeon Jungkook.

» Si te quitas de encima, prometo que correré lejos del mar —dijo, dando tregua, cuando el nudo en la garganta, que se había desvanecido con sus gritos, ahora estaba de nuevo ahí—... y que también te dejaré tran...

Pero sus palabras fueron calladas porque Jungkook tomó su mandíbula y giró su rostro para volver a encontrar sus ojos.

—¿Cómo me amas?

—Jungkook...

—¿Cómo me amas, Taehyung?... ¿Qué tipo de amor sientes por mí?, ¿Es cómo amigos?, ¿Me amas cómo hermanos... cómo todo lo que fuimos mientras crecimos?

—¡No!, es decir, sí... te amo de esa manera, pero no se queda ahí, no se reduce a eso... Te amo... te amo románticamente. Te amo como para que seas mi pareja, como para que te cases conmigo, como para que me hagas el amor todas las noches y escuches como van mis días en nuestra habitación porque, ¡Dios!, sé que solo tengo dieciocho y que no he vivido nada, pero, te juro que, si me veo viviendo con alguien y llevando infantes al doctor, eres tú quien sostiene mi mano y paga todos los gastos —una risita tonta e ilusionada salió de sus labios al imaginar lo último, más volvió a enseriarse al notar que el ajeno siguió inexpresivo, aun sosteniendo su mandíbula—... Por favor, di algo, cualquier cosa... pero, de preferencia, di que no es demasiado tarde, que aún tengo oportunidad de darte mi vida.

—Taehyung —Jungkook murmuró de una forma nostálgica, acercando su frente a la contraria y cerrando sus ojos a la par, dando a entender a Taehyung que, en efecto, había sucedido lo peor, que perdió la batalla sin antes haberla peleado.

Por eso, este último, también cerró los ojos: pero los apretó, tensándose por la leve impotencia que le llenó el alma al haber sido tan estúpido en los últimos meses, por haber herido al amor de su vida y... por haberlo perdido.

Más, su respiración se cortó cuando sus belfos fueron presionados suavemente, encontrándose con los delgados y cálidos de su mejor amigo, su hermano y su amor... Los maravillosos labios de Jeon Jungkook.

Abrió los ojos, perplejo, buscando una respuesta a ese ósculo inesperado; pero el pelinegro, que estaba por soltar el llanto, solo apretó más los suyos y se permitió entreabrir su boca para entrelazarla con la que le correspondió un par de segundos después, con más necesidad de la requerida.

El pecho de Taehyung explotó y sus brazos se colgaron del cuello de Jungkook, acercándolo más al presionar su nuca, como si quisiera devorarlo en un solo bocado. A pesar de la cercanía y la intensidad, el beso seguía siendo lento y profundo, debido a que ambos así lo deseaban sostener por y para la eternidad.

Sus movimientos sincronizados eran magníficos y cada vez que sus narices se rozaban, destellos de felicidad sacaban de sus capullos a las mil mariposas que tenían guardadas en sus vientres.

Ese era amor... amor correspondido. Así debía sentirse: como las flores naciendo en primavera, como la brisa tranquila de un pacífico día y como lo dulce de un rosado algodón de azúcar.

Jungkook no podía creerlo. Después de todo y después de tanto, no podía creer que Taehyung confesara sentir lo mismo, que lo deseara besar con esas ansias y ese anhelo, que compartiera su corazón y que lo amara también, tanto como él.

La culminación de la vida debía ser así de mágica.

El castaño sonrió un poco, sintiendo las caricias delicadas que el otro no dejaba de darle a su mentón, como si siempre hubiera querido sostenerlo de tal manera.

Sí, esos eran los labios que siempre debió haber besado. Eran para él. Estaban creados para encajar con los suyos y no había nada más que argumentar al respecto porque, un simple beso, no podría sentirse como estar conquistando el mundo, si no fueran justo esos bembos los que mimaban su boca.

—Te amo, Taehyung —Jungkook terminó por decir, al separarse del mejor ósculo de su vida, derritiéndose ante los ojos mieles que se abrieron para recibir, con amor, a los aguados suyos.

—Te amo, Jungkook —y declarado eso, el pelinegro se giró, dejando a Taehyung encima suyo y envolviéndolo entre sus brazos, sintiéndolo descansar en su pecho, ese que se había decidido por comenzar a sollozar de la felicidad—. No llores, Spidey.

—No lo puedo evitar.

—Eres un dramático —mencionó, levantándose un poco y sonriendo al limpiar los pómulos del otro con sus manos llenas de arena.

—¿Qué te puedo decir?, lo aprendí de mi osito precioso.

De esta manera, aunque la mariposa voló sobre un campo extenso lleno de hermosas flores, terminó encontrando el rumbo justo hasta la que necesitaba. Esa que era perfecta para sus ojos, olía delicioso y complementaría los latidos de su corazón para toda la vida.

Fin.

Agradezco, con mi corazón entero, que hayas llegado hasta aquí.

Epílogo en proceso de publicación.

Mucho amor para ti, persona preciosa. ❤

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