NOTA FINAL

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Siempre he creído que entre menos explique un autor sobre su obra, mejor. Esta tiene que hablar por sí sola, sobre todo al final. Aún así, en esta ocasión, quisiera decir algunas cosas. 

Comencé este libro más de dos años atrás. Nunca fue fácil escribirlo y debido a varios motivos. Al principio tenía miedo de que no ser capaz de darle un alma en particular, que como segunda parte de la saga, como continuación de El Club, se sintiera una mala copia de este. Tenía miedo de apelar demasiado a la nostalgia, sin entregar nada nuevo. Eso me bloqueó al principio, pero pronto entendí que era inútil resistirse a la influencia de su predecesora, pero que no por ello tenía que ser igual.  

Paso a paso, me fui enamorando de la historia, de los personajes (los conocidos y los nuevos) y para cuando había alcanzado cierto ritmo, ocurrió el Estallido Social. No me explayaré sobre eso; basta con decir que ver de pronto lo mismo que había estudiado sobre el periodo de la Dictadura Militar ocurriendo en las calles de mi país, me llenó de un miedo nuevo, de un dolor que ya no era solo heredado, sino presente y real. Quizás por eso surgió Mariana Duarte, como una forma de sacar de mí toda esa rabia acumulada, esa sed de lucha. 

Cuando superé eso y volví a escribir, vino lo más difícil, que fue enfrentarme a lo que esta novela trataba en su centro. Es difícil hablar sobre un tema tan complejo y horrible como el abuso sexual a menores. Investigar sobre ello, adentrarme o intentar adentrarme en la mente de las víctimas, y sobre todo tener que meterme en la cabeza de alguien como Salvador Mackena, es una de las cosas más terribles que he tenido que hacer como autora. Nunca quise que este libro significara algo más que una historia, una serie de hechos vividos por un grupo de personajes, pero a medida que escribía me daba cuenta que todo esto escapaba de mí y de ellos. Tal como todo lo relacionado a la Dictadura era un grito colectivo, a este dolor se sumó el eco de todas esas víctimas, las que creé, las que he conocido a lo largo de mi vida, las que salieron en las noticias durante estos años. Sé que Cadáver sin nombre no solucionará ninguno de los problemas que ocurren en el mundo, no curará ninguna herida, ni hará justicia por nadie. Pero esta es mi forma de hablar de esto. Escribí cada una de estas letras con el corazón en la mano, que es la única forma en que sé escribir. Y fue duro, muy duro, pero si seguí adelante era por ustedes y porque me prometí a mí misma que al final, al menos en parte, sería un final feliz. O la promesa de un final feliz. 

Imaginé hace mucho la última escena de Vicente y Ramiro. Me aferré a ella en cada capítulo, en cada llanto. Cada vez que perdían algo, cerraba los ojos y los veía en la laguna, juntos. Si llegué hasta acá, si estoy escribiendo esto ahora, es por esa esperanza. 

No volveré a escribir sobre ellos. Tal como dijo Frank, están fuera del Abismo. Son libres para ser todo lo felices que no fueron durante esta novela. y les quiero pedir a ustedes que los imaginen así: felices y juntos por siempre. 

El resto de personajes, tal vez, vuelvan. Ya se verá. De momento, solo quiero descansar aunque sea unos días, antes de que nos volvamos a leernos en La Biógrafa. 

Los quiero, 

Ktlean. 




PD: Como podrán imaginar ya, el juego en torno al final y un saludo de Harry Styles que tuve con Mica, Alexa y Didi fue algo así como una trampa. El final que les prometí como premio siempre fue el que iba a escribir, así que ellas se comieron un spoiler sin darse cuenta. De no haber sido así, nunca habría jugado para empezar. Yo no cambio los finales que tengo planeados y, sobre todo, NO NEGOCIO CON TERRORISTAS. 

PD: si ustedes gustan, podemos hacer un Preguntas y Respuestas a modo de cierre (por el duelo, sí) y también como preparación para el libro que viene. Si les place, dejen sus preguntas aquí. 

Y gracias, gracias, gracias por leer. 

:)

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