El eslabón más oscuro.

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"¡Bastian! ¡Bastian! Despierta", sonaba a lo lejos ese susurro como un eco penetrante.
"¡Bastian!"... y la luz lo cegó... el frío lo golpeó y solo pudo llenar sus pequeños pulmones con esa ríspida mezcla de gases llamada aire... irónico: en la oscuridad de algún paralelo lugar, de algún olvidado recoveco de este universo, la criatura se había acostumbrado a respirar sulfuros y fuego... pero esto nuevo que se llamaba "vida" era aún más horrible e insoportable de sobrellevar. Su madre no quiso verlo; la mujer que la había asistido en el parto lo cobijó como si fuese propio.
- ¿Y el padre del niño? - le preguntó la partera.
- No tiene padre. Nunca existió - dijo con voz gélida aquella muchacha que con el tiempo para el pequeño Bastian se convertiría en una figura informe y sin rostro, el mismísimo retrato del desamparo.
Los años fueron pasando acorde el tiempo presentaba inclemencias en la existencia del muchacho. De un plumazo su amada madre adoptiva se fue de este mundo dejándolo a su suerte. El cáncer la carcomió sin poder darle un nombre concreto, ella solo lo llamaba "mi dulce ángel cenizo"... él solo lo atribuía por el color de sus cabellos, particularmente grises.
En el orfanato que lo acogieron le dieron una identidad: Bastian... quizas justa para él, quizas no... quizas, quien sabe. Los demás huérfanos le huían por su especial aspecto: grisáceo desde el pelo hasta el alma.
Y su vida pasaba entre monotonías, desencantos y confusos sueños en donde, cada noche, un ser oscuro e inmenso lo abrazaba al punto de quitarle el oxígeno y llenarlo nuevamente con ese insufrible calor ígnico... extrañamente, Bastian sentía una leve calidez que cubría su corazón y que a la vez se transformaba en una aterradora negrura que congelaba cada palmo de su sangre.
Bastian jamás preguntó sus orígenes ni su condición; tampoco le interesó saber por qué tanto su cabellera como su piel se iban tornando cenicientas... y con eso su personalidad, su espiritu.
La adultez solo asentuó las sombras que, sin saber él, eran su herencia oscura. Solo encontraba a su alrededor miedos, violencia, indiferencia... hasta que la luz de unos ojos le prometieron, más no sean, unos segundos de redención en ese mundo atroz al que había sido arrojado desde sus inicios. Esa mirada cálida y repleta de compasión tenía un nombre: Erin, la de los ojos esmeralda, de ese verde que vestía su desesperación de esperanza y paz... hasta el fatídico día en que el amor de su atormentada existencia le soltó las palabras más mortales: "aquí está tu hijo, amor mío. Nos traerá la dicha que tanto perseguimos"... escuchó a Erin a lo lejos, como aquel susurro pidiéndole despertar a su infierno; mientras ella lo obligaba a tocar su vientre aún no tan abultado.
Después de ello, Bastian desapareció una mañana brumosa, confundiéndose con la gélida niebla y dejando una nevizca en el corazón de Erin.
- Mi Señor, el ente conocido como Bastian, ¿está en condiciones de ser traído nuevamente a su reino? - preguntó solemnemente el purgatus regente.
El rey sombrío abrió sus fulgurantes ojos y mirando con parsimonia al ángel encargado, soltó un suspiro diciéndo:
- ese ente es mi hijo. Es el dueño del purgatorio... demasiado hizo esa infame mujer con castigarme ocultándolo en ese mundo tan corrupto como lo es la Tierra
Ya es tiempo de que retorne - culminó alegando el rey de las tinieblas.
- Asi será su Excelencia. Lo traeremos y lo prepararemos para...
- ¡Para nada! - tronó la voz del arcángel negro - ¡él no debe saber su origen! ¡Será el regente que te reemplazará! Tu volverás a las filas de mi ejercito.
- ¡Pero, mi Señor! ¿Acaso quiere que su Hijo recuerde todo?
- Nació Nkrí... lo único que debemos matar es su atisbo de redención... mi hijo es digno de ser el Ángelous más despiadado con las almas rebeldes... por algo será el Señor de la desesperanza.
Sin mediar más, el purgatus regente desapareció del frente del señor oscuro para ir en busca del príncipe perdido.
Bastian había arrojado un halo de luz que su padre, el arcángel Azazel, identificó después de milenios de buscarlo... ese resplandor que se lo habi concedido Erin y su hijo no nacido y por los cuales el hombre estaba dispuesto a volver y lograr su misericordia... pero, nadie puede cumplir con lo planificado, ¿verdad?. A pasos de lograr su cometido, Bastian es arrastrado por un vendaval que lo sumerge en una nube de polvo gris y lo engulle hasta un hueco profundo e incierto... lo último que se llevó de Erin con él fue la imagen de ella mirando hacia la nada y acariciando su vientre ta redondo, donde se gestaba el guardián de la cadena... Bastian fue el segundo eslabón, el más oscuro.

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