La corta cadena del tiempo

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El tiempo pasa y no hay vuelta atrás. Eso es lo malo de ser humano. Y Nathan lo estaba experimentando de primera mano.
Ya habían pasado casi dos días de la semana que tenía para cumplir con la tarea irracional que le había dado el purgatus regens Bastian. Lo peor de todo es que cada jornada, el ángel regente se presentaba ante el muchacho, haciéndole recordar que el reloj corría sin control y la semana acabaría en un abrir y cerrar de ojos.
Nathan se sumergía en pensamientos largos y tortuosos, buscando la manera de dar vuelta la situación y que todo acabase de acuerdo a las expectativas que había abrigado... ¡Vaya por Dios! ¡Qué ilusos y mínimos son los humanos! Aferrarse a cosas imposibles; creer que todo se solucionará... que los milagros existen sin mover un dedo... Los milagros existen, pero el noventa y nueve por ciento del fenómeno lo aporta el sacrificio del doliente, y Nathan no había mostrado hasta entonces haber trabajado para merecer el uno por ciento de la gracia del Todopoderoso... entonces menos lo debía esperar de Bastian, o de algun ser por encima del regente.
Sumado a todo esto, Anya demostró ser una mujer muy complicada: algunos días bien, mandando todo al carajo y divirtiéndose con el muchacho, al punto de hacerle creer a éste que ya la tenía ganada, que estaba enrredada en las redes de su supuesto cariño; pero la mayor parte de las veces, la chiquilla se mostraba depresiva, sombría, al punto de gritarle a la cara "que él no era Roman. Que él no era el amor de su vida", que la dejase sola y desapareciera. Nathan quedaba desconcertado ante los cambios tan repentinos de Anya: esa mujer era una verdadera caja de sorpresas que, al destapar, te encontrabas con un huracán de emociones, sentimientos, acciones y sensaciones que ni siquiera ella podía manejar.
Nathan se desesperaba cada vez más. Veía demasiado lejos la posibilidad de revivir como él mismo, más bien, de poder volver a la Tierra con otra oportunidad para vivir y hacerlo bien.
Tampoco notaba que en su espalda había comenzado a extenderse una gran mancha gris, anunciando que el período asignado se estaba acabando y que, indefectiblemente, se convertiría en lo que más temía: en un Nkrí.
Sin embargo, había algo aún más hororroso para él: a pesar de que Anya era una criatura inesperada, se estaba colando en su corazón prestado. La chica se estaba ganando su cariño, quizás porque ambos sufrían y en medio de sus tormentas siempre encontraban la manera de estar en paz y reconocerse... quizas... solo quizas... allí estaba la redención para ambos o... o no... quizás solo el castigo continuaba en esa secuencia de eslabones, uno tras de otro... cuanto más larga la cadena... más profundo el dolor... menos posibilidades de salvación.

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