SECOS

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No había niños allí, fue algo que notamos rápidamente. Tampoco vimos a nadie mayor de cincuenta años. La incertidumbre y el miedo nos atraparon de golpe. Muchas preguntas inundaron nuestra mente, mientras una líder dominante, fuerte y violenta, resaltaba entre todos debido a su edad y altura. Esta mujer tomaba todas las decisiones y la tribu de inmediato obedecía. Aunque nos dejaban estar entre ellos, realmente no eran hospitalarios, ni ocultaban su incomodidad hacia nosotros. No nos apartaban la vista, sus ojos nos calaban la piel, y podíamos sentir que nos estaban mirando. Era tan incómodo que parecía que el cielo presionaba la tierra justo encima de nosotros.

Manejamos muchas teorías sobre esta gente durante todos los días que convivimos con ellos. Luego, el temor recorrió nuestra espalda como un insecto de hielo que caminaba por debajo de la piel, justo cuando encontramos un lugar escalofriante dentro de los predios de las cuevas. Hacia el este, había montones de huesos secos, apilados y procesados. No requerimos acercarnos para entender que aquellos huesos eran de humanos. Los que estaban calcinados eran una evidente denuncia de antropofagia, algo carente de lógica para un pueblo tan aislado. Nuestros científicos se volvieron exageradamente curiosos, porque no habíamos hallado ninguna tumba o cementerio entre ellos. Ahora, nos encontrábamos en un lugar lleno de restos óseos de humanos adultos. ¿Qué habrá pasado aquí? ¿Por qué no hay niños ni ancianos en este poblado? ¿De quién son todos estos huesos blancos?

A cada pregunta, conseguíamos más silencio y, solo nos respondía la rabia en los ojos de esa gente que parecía una fiera atrapada en sus pupilas, ansiosa por salir a devorar almas. Se nos escapaba el pasado de ese pueblo mientras más lo perseguíamos, como agua que se escurría veloz entre los dedos de nuestra mente. Fue entonces cuando encontramos las ruinas de una ciudad a pocos metros del complejo de cuevas. Todo lo que fue esta ciudad ahora estaba consumido por la naturaleza. No menos de medio siglo de maleza, más el trabajo del tiempo, se alimentaba de toda la evidencia que encontrábamos. Mientras, los miembros de la tribu nos espiaban desde todos lados, dejándonos claro que no querían que estuviéramos en las ruinas.

Intentamos aprender su lenguaje para descubrir que ellos hablaban el nuestro. No había duda de que hablaban un dialecto propio de nuestro idioma, sin embargo, su vocabulario era apenas un veinte por ciento del nuestro. La mayoría de las palabras que no conocíamos, parecían pertenecer a un vocabulario tan poco desarrollado que pudiera considerarse infantil, y esto sonará extraño, pero el sonido era como un balbuceo. Esto atormentaba al Dr. Domínguez, quién consideraba imposible una migración desde nuestro país hacia estas islas.

No lográbamos creer nuestras conclusiones, pero la evidencia era abrumadora. Las actitudes y los pensamientos de esta gente eran muy infantiles. Parecían primitivos, sucios, descuidados y carecían de ninguna madurez social. Era como ver a los niños que fueron y que quizás, aún en lo profundo, lo sigan siendo. ¿Será posible esto? Algunos miembros del equipo se adentraron entre ellos para indagar más sobre su pasado, pero ellos se negaron a compartir su historia.

Al final, nuestra presencia terminó alterándolos. Se palpaba en el aire que nos veían ya como una amenaza, no sé si por nuestras preguntas o porque se les notaba el hambre. Aunque mi teoría es que para seres tan libres de normas, moral y leyes, quizás nos convertimos en un recuerdo de todos aquellos de los que antaño se alimentaron. Nuestra erudición jugó contra nosotros y nuestro científico interior nos nubló el juicio. Subestimamos nuestras posibilidades de influir en una sociedad de adultos que odiaba a los adultos. Nos miraron amenazantes, luego se miraron entre ellos y no necesitaron más diálogo que el grito feroz del odio de sus pupilas. El líder hizo un gesto y las últimas palabras que le escuché, a pesar de no poder traducirlas, las tengo tatuadas en mi memoria para siempre.

- Sr. Ibáñez, aún hay mucho que comprobar de su historia. No comprendemos cómo perdimos todo el costoso equipamiento, ni hemos podido contactar con nadie más del equipo para corroborar su historia, ni terminamos de creer como usted se lanzó a nado al  mar para salir de la Isla.  Pero digamos que es cierto, entonces respóndame una pregunta más: ¿Cuál cree usted, fuera el mayor error de su grupo? - le cuestiona el hombre de traje, sentado del otro lado de la mesa.

Ahora que lo pienso bien, entiendo que nunca debimos ir allí, aunque tal vez fue que tomamos demasiado tarde la decisión de irnos. Bueno, esa es mi opinión. Pero si quieren, ustedes pueden preguntarles a los otros miembros de la expedición. Claro esta, si los encuentran...



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(Espero amados lectores, que este libro sea una experiencia agradable, sino espectacular, para ti. No se te olvide votarlo y comentarlo; tu apoyo me inspira a seguir y tus opiniones son invaluables para mi. Sería genial si compartieras con otros este viaje por el cuento corto)

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