Visita de un amigo

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Miró la pared sin verla. Llevaba ya dos semanas sin salir de la casa, encerrado debido al castigo que le impusieron por intentar atacar al hermano de Karima. Al día siguiente del incidente, Baem se presentó en la casa y lo obligó a ir con Nalbrek a las casas de todos los niños repartiendo la carne y disculpándose con todos mientras recibía comentarios y miradas más o menos burlonas hasta que regresaron a casa, momento en el que Sarnat fue a darle una charla sobre su falta de autocontrol y todos los problemas que esta provocó, como si él fuese el único responsable.

Desde entonces no hacía sino pensar en las cosas que pasaron ese día, en las cosas que pasaron antes y que condujeron a aquella situación. Sabía que él no hizo nada malo, solo intentó proteger a los niños y es que no había error posible. Aquella manada estuvo allí. En lo demás, Baem y Sarnat tenían razón. Nunca debería haber perdido los nervios, mucho menos así, y por culpa de eso no solo acabó teniendo que darle carne a esos codiciosos, sino que acabó humillando a Nalbrek.

—Te traigo tu pago —anunció Hilmar entrando.

—No estoy de humor —le advirtió mientras este ponía un trozo de cuero en la mesa.

—Yo tampoco —asintió este dirigiéndose a la chimenea y echando un puñado de Eola antes de sentarse.

—Te he dicho que no estoy de humor —repitió.

—Y yo te he dicho que yo tampoco. ¿Nalbrek?

—Fuera —contestó—. Pasa mucho tiempo fuera ahora.

—Bueno, tiene un compañero idiota que ha conseguido que le deba carne a medio pueblo a pesar de la escasez, así que eso debe hacer que estés ocupado.

—Te recuerdo que eres mi amigo.

—Te recuerdo que la amistad no vuelve ciego o estúpido, o al menos no debería hacerlo. Has metido en muchos problemas a Nalbrek, y como un lobo con pareja, no puedo dejar de simpatizar con él.

—Lamento ser tan mala pareja —se disculpó sarcástico.

—Vamos, Dawi. Tú también eres un depredador y fuiste un intermedio, estoy seguro de que entiendes qué hiciste mal, cuál es el problema.

—Lo sé —admitió por fin.

Cuando regresó después de que Nalbrek lo mordiese para someterlo estaba molesto, muy molesto, tanto que pensó en atacarlo en cuanto se recuperase, pero antes de poder hacerlo, Nalbrek se marchó, como si necesitase tranquilizarse, algo que lo molestó aún más hasta que se dio cuenta del problema.

Aunque para ellos era normal estar desnudos en público, incluso de adultos no sentían ningún tipo de incomodidad, otra cosa era cuando estaban excitados. Aquello era algo que no mostraban en público bajo ninguna circunstancia, ni siquiera durante el celo lo hacían y aunque no faltaban los curiosos, sobre todo entre los más jóvenes, mostrarlo era algo fuera de toda discusión. De hecho, él había escuchado que una manera antigua de castigo era morder a la pareja en público y dejar que volviese a la casa en ese estado. Algo parecido para los humanos a desnudar a alguien en medio del pueblo y luego obligarlo a regresar de esa manera a la casa. En su caso, Nalbrek lo mordió haciendo que actuasen las feromonas que lo controlaron, pero en lugar de dejarlo allí, se lo llevó en su forma animal. Eso significaba que mientras su excitación estaba oculta, la de Nalbrek estaba visible, ya que sus hormonas lo estaban afectando y en su forma humana no era posible esconder algo así, mucho menos cuando llevabas un zorro en brazos.

—¿Y te has disculpado con Nalbrek?

—Desde luego que no —negó—. Entiendo que Nalbrek me detuvo con un alto coste, pero lo que ocurrió no fue culpa mía —se reafirmó molesto ya que, ¿acaso no eran pareja? Nalbrek, debería haberse puesto de su lado, si lo hubiese hecho, las cosas no habrían llegado a esa situación y no habría ocurrido nada, pero este decidió ser la parte razonable y no causar problemas, dejando que lo avasallasen. ¿Para eso se pasó la infancia y adolescencia diciéndole que eran pareja? ¿Para dejarlo solo cuando se presentaban problemas?

—Eres demasiado cabezota —murmuró Hilmar disgustado—. Si yo fuese Nalbrek, te habría pateado el trasero.

—No, no lo habrías hecho porque yo te hubiese mordido las bolas. Esas cositas pueden ser difíciles de encontrar, pero no imposible.

—No sé cómo Nalbrek soporta esa actitud.

—Porque no todos son tan inseguros que necesitan tener como pareja a alguien que tiembla con tan solo escuchar un gruñido.

—Y yo no sé cómo te soporto.

—Porque somos amigos desde niños y fui el que consiguió que recuperases tu forma de lobo tirándote desde lo alto de una piedra —le recordó cuando suspiró—. Lo siento, estoy de mal humor y lo estoy pagando contigo.

—No importa, estar encerrado tanto tiempo no debe ser fácil, pero la situación es complicada. Todos los días ocurren cosas entre los herbívoros y nosotros y Baem está cada vez más cerca de perder el control del pueblo.

—¿Tan mal está la situación? —le preguntó y Hilmar asintió.

—Creo que esa es una de las razones por las que no te dejan salir, porque todo el mundo sabe que eres un blanco fácil y Baem no quiere que te usen para causar más tensiones.

—Genial —murmuró—. ¿Tu humano?

—Hasta ahora acompañaba a los niños herbívoros y ayudaba a cuidarlos a pesar de mis advertencias, pero ayer hubo un accidente desagradable y hoy le he prohibido que vaya.

—¿Qué ocurrió?

—Nada de lo que debas preocuparte —negó Hilmar—. Ahora, lo que tienes que hacer es permanecer aquí. Sé que es difícil, pero es lo mejor.

—¿Te ha mandado Baem? —inquirió suspicaz.

—No hace falta que Baem me diga que te encuentras una situación complicada para saberlo, ni me hace falta que un oso me diga que me tengo que preocupar por mi amigo.

—Gracias.

—Para eso estoy, Dau el torpe y si necesitáis algo, solo dímelo. Soy mejor cazador que la pareja que has elegido.

—Eso no lo puedo negar —asintió divertido—. Pero te advierto que es mejor de lo que imaginaba y que, como te relajes demasiado, te superará.

—En ese caso, tendré que tener cuidado. Siento no haber venido por aquí antes.

—Tienes un humano inútil como pareja, no te disculpes —negó haciendo un gesto despectivo cuando notó algo extraño.

El incidente con Tabil aumentó la tensión aún más entre cazadores y herbívoros hasta el punto que Baem acabó dividiendo la zona de juego de los niños, los herbívoros en la zona del río, los cazadores en la montaña, ya que todos los días llegaba bien la madre de algún herbívoro acusando a los niños cazadores de perseguirlos, bien una madre cazadora acusando a los herbívoros de ir a provocar a los niños para que sus padres tuviesen una excusa y conseguir una compensación en forma de carne, aunque esta última parte no la decían por más que estuviese implícita. Pero aquella vez no eran solo acusaciones cruzadas sobre quién estaba donde no debía.

—Será mejor que vayamos —murmuró levantándose.

—Dawi, no puedes salir —le recordó Hilmar al verlo.

—No pienso quedarme aquí sin enterarme de lo que ocurre, aunque si tú prefieres esperarme, no me importa —añadió saliendo y dirigiéndose a donde escuchaba las voces cada vez más exaltadas.





Ha sido un capítulo corto, pero solo podía cortar aquí 👉👈

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