━ 𝐗𝐕𝐈: Más arduo de lo que pensáis

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────── CAPÍTULO XVI────

MÁS ARDUO DE LO QUE
PENSÁIS

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── 「 𝐍𝐀𝐒 𝐃𝐔𝐈𝐋𝐆𝐇𝐄 𝐍𝐀 𝐓𝐇𝐔 𝐀 '𝐒𝐌𝐀𝐎𝐈𝐍𝐄𝐀𝐂𝐇𝐀𝐃𝐇 」 ──

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EL CAMPAMENTO DE ASLAN se alzaba impertérrito frente a ellos. Habían abandonado el bosque, saliendo a un enorme claro donde, además de millas y millas de vasta pradera, pudieron vislumbrar infinidad de carpas y estandartes. En ellos predominaban el rojo y el dorado, que contrastaban armónicamente con el verde del pasto y el azul claro del cielo.

Declan y Lynae encabezaban la marcha. De vez en cuando estos se giraban para comprobar que tanto las pelirrojas como los hermanos Pevensie y los castores iban tras ellos. No podían negar que el hecho de que los futuros reyes fueran unos simples críos les había pillado por sorpresa. Pero si de una cosa estaban seguros era que los dioses nunca hacían nada en vano.

Neisha caminaba junto a Susan y Lucy, quienes no podían dejar de sonreír ante la belleza de aquel lugar. Todo era tan puro y estaba tan... lleno de vida. Nada que ver con el paisaje invernal que hasta hacía unas horas había sumido al reino en un profundo letargo.

Entretanto, Peter y Sirianne ocupaban la retaguardia, cerciorándose de que nadie más los seguía. El rubio, pese a disfrutar también de las vistas, estaba más pendiente de que la arcana de ojos verdes no se desplomara a causa de la herida, la cual, desde que había aparecido en compañía de Declan y Lynae, no había parado de sangrar.

La arquera, lejos de preocuparse por su estado de salud, contemplaba con fascinación aquella aglomeración de tiendas que se erigía a unos metros de distancia. Desde que le había comentado a Niss que su madre las aguardaba en el Campamento Rojo, ambas ardían en deseos de reencontrarse con ella y estrecharla entre sus brazos. Pero lo que más las emocionaba, sin duda alguna, era que, por fin, después de tanto esfuerzo y sufrimiento, iban a poder ver con sus propios ojos al Gran León.

En ese preciso instante un imponente centauro, que permanecía encaramado a una roca, muy por encima de ellos, hizo sonar un cuerno, anunciando su llegada. Cuando los nueve irrumpieron en el asentamiento, los narnianos que había por las inmediaciones dejaron a un lado sus quehaceres y se acercaron a ellos entre continuos cuchicheos y exclamaciones de asombro.

Faunos, centauros, animales parlantes... Todos ellos observaban a los recién llegados con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Fue entonces cuando los orbes de Syrin distinguieron entre aquel tumulto de gente a varios arcanos, quienes también se habían aproximado a ellos.

Lo que sintió en ese momento fue indescriptible. Era como si algo dentro de ella hubiese renacido, como si el peso que había estado llevando a su espalda durante esos tres últimos años se hubiera desvanecido sin dejar rastro.

La reacción de Neisha fue similar, solo que ella dejó que un par de lágrimas descendieran por sus mejillas al ver que eran varios los miembros de su especie que, a fin de escapar de las garras de Jadis, se habían guarecido en aquel campamento.

—¡Phrionnsa! ¡Sùilean! —gritaban algunos arcanos, pletóricos.

Ante las aclamaciones de los suyos, las aludidas esbozaron una amplia sonrisa. Algunos incluso se acercaron a ellas para poder tocarlas y comprobar que, en efecto, su futura líder y su pitonisa estaban vivas.

Los hermanos Pevensie, por el contrario, parecían algo intimidados. Aquellas miradas tan dispares los escrutaban con intensidad, como si intentaran ver a través de ellos, aunque también había algo en ellas que, de manera inexplicable, les inspiraba confianza.

Los narnianos no tardaron en seguirlos en su recorrido por el asentamiento. Ya en su destino, los nueve se detuvieron frente a una ostentosa carpa, mucho más hermosa y exuberante que ninguna otra.

Declan y Lynae, luego de inclinar la cabeza en dirección a los humanos, se hicieron a un lado para dejarles espacio, integrándose en la multitud que se había conglomerado a su alrededor. Frente a ellos apareció un centauro que los examinó con sumo recelo, en busca de respuestas.

Casi de forma inmediata, Peter dio un paso al frente y, desenvainando su espada, dijo:

—Venimos a ver a Aslan. —Su voz, pese a la turbación del momento, no se quebró, lo que agradeció inmensamente.

El centauro asintió, para después dirigir la mirada hacia la tienda que, según las pelirrojas, debía pertenecer al Gran León. A continuación, todos los narnianos que había allí reunidos se arrodillaron, incluidos los arcanos, quienes eran fácilmente reconocibles, ya no solo por su aspecto físico, sino por el aura que desprendían. Los Pevensie fueron los únicos que se mantuvieron erguidos.

De pronto, un enorme y majestuoso león emergió de la carpa. Era tan bello y elegante que los humanos no pudieron evitar sonreír al verle. Su pelaje, del mismo color que el oro fundido, brillaba a la luz del sol y sus orbes ambarinos transmitían una sabiduría y elocuencia inefables, además de fuerza y determinación.

Los hermanos se postraron ante él en señal de respeto.

—Bienvenido Peter, Hijo de Adán. —El susodicho alzó la cabeza, aún con la rodilla hincada en el suelo—. Bienvenidas Susan y Lucy, Hijas de Eva —prosiguió Aslan, a lo que las chicas le dedicaron una tímida sonrisa—. Y bienvenidos arcanas y castores, os doy las gracias. —Estos últimos asintieron, justo antes de ponerse en pie, al igual que los futuros reyes—. Pero ¿dónde está el cuarto?

Aquella pregunta hizo que los recién llegados se miraran entre sí, nerviosos.

—A eso venimos, señor —pronunció Peter al tiempo que envainaba su espada—. Necesitamos su ayuda —añadió, sintiendo que el peso de todas las miradas recaía sobre él.

—Hemos tenido un problemilla por el camino... —secundó Susan—. La Bruja Blanca ha capturado a nuestro hermano—. A esa última alegación le sucedieron varios murmullos y algún que otro lamento.

—¿Capturado? ¿Cómo ha ocurrido? —quiso saber Aslan, horrorizado.

Peter clavó la vista en el suelo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. A su lado, Susan se mordisqueó el labio inferior, sin saber muy bien qué decir. Lo último que querían era que aquella gente se llevase una idea equivocada de Edmund.

—Al parecer... los ha traicionado, majestad —intervino Sirianne, generando más expectación entre los presentes.

—¡Entonces nos ha traicionado a todos! —exclamó el centauro que los había recibido.

—Calma, Oreius. Seguro que hay una explicación —dijo el felino, quien no quería sacar conclusiones precipitadas. Apenas un instante después, volvió a focalizar toda su atención en los Pevensie, las arcanas y los castores.

El rubio suspiró, abatido. Inconscientemente sus iris azules buscaron los celestes de Neisha, que le dedicó una sonrisa conciliadora, apaciguándole, indicándole que estuviera tranquilo y que se sincerase con el Gran León.

—La culpa es mía... —musitó Peter, provocando que tanto sus hermanas como las pelirrojas sintieran una dolorosa punzada en el pecho. Era evidente que aquel tema le afectaba bastante—. Fui duro con él —completó.

—Todos lo fuimos —terció Susan.

Aslan asintió, satisfecho con la franqueza de ambos.

—Señor, es nuestro hermano —manifestó Lucy, quien temía por la seguridad de Edmund, ya no solo en el castillo de la Bruja Blanca, sino en el propio Campamento Rojo. No había que ser muy inteligente (ni muy maduro) para darse cuenta de que a los narnianos les había molestado su alevosía.

Al oírlo, Sirianne sintió la imperiosa necesidad de estrecharla entre sus brazos y repetirle las veces que hiciera falta que todo iba a salir bien, que recuperarían a su hermano y lo traerían de vuelta sano y salvo. En su lugar, le acarició la cabeza en un gesto maternal.

—Lo sé, querida, pero eso solo empeora las cosas —repuso el Gran León, a lo que la chiquilla arrugó el entrecejo y frunció los labios en un puchero—. Quizá sea más arduo de lo que pensáis.

La audiencia con Aslan había llegado a su fin, de modo que, poco a poco, todos los narnianos que se habían congregado a su alrededor se fueron dispersando, ya fuese para reanudar sus tareas o para comentar lo que acababan de presenciar.

Tras despedirse de las arcanas y los castores, los hermanos Pevensie se fueron con un fauno, a quien el Gran León había encargado que les enseñara las tiendas donde, a partir de ahora, iban a dormir. El Señor y la Señora Castor también se marcharon, alegando que querían conocer más a fondo el campamento.

Sirianne y Neisha, en cambio, se quedaron en el mismo sitio donde Aslan los había recibido, saludando a los arcanos que, con gran felicidad, habían ido a darles la bienvenida y contestando a sus numerosas preguntas.

Entre ellos pudieron vislumbrar a Declan y Lynae, que las escuchaban con atención. No obstante, sus relatos se vieron interrumpidos por la aparición de una nueva figura que se abrió paso entre la multitud hasta detenerse frente a las muchachas.

—Mis pequeñas —habló Hildreth a la par que esbozaba una radiante sonrisa.

Niss fue la primera en reaccionar. Acortó la distancia que la separaba de su progenitora y la envolvió en un efusivo abrazo. Segundos después, ambas se separaron, aunque Hildreth no soltó las manos de la pitonisa hasta que Syrin se posicionó a su lado.

La mujer, ataviada con un elegante vestido de color rojo, se tomó unos instantes para contemplar a su primogénita, justo antes de abrazarla con una fuerza temblorosa. Sirianne dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo y escondió el rostro en su ondulado cabello, que olía a bosque e incienso.

—Estoy muy orgullosa de vosotras —señaló Hildreth, una vez que se hubo apartado de Sirianne—. Puede que no estemos todos, que muchos de nosotros ya estén reunidos con los dioses. —Alzó la voz para que los demás arcanos la oyeran—. Pero nuestra líder y nuestra pitonisa han regresado. Eso es lo único que debe importarnos ahora. —Todos estallaron en vítores y aplausos, de acuerdo con sus palabras.

Neisha no pudo evitar sonreír, mientras que Sirianne, lejos de sentirse halagada, se mordisqueó el interior del carrillo con cierto nerviosismo. El título de «líder» aún le venía demasiado grande. Ni siquiera sabía si era merecedora de él, no después de lo ocurrido en Fasgadh.

—Acompañadme. —Hildreth tomó a cada una de un brazo, dispuesta a llevárselas a su carpa, donde podrían hablar tranquilamente y ponerse al día—. Seguro que tenéis muchas cosas que contarme.

Hizo el amago de echar a andar, pero la pitonisa se lo impidió.

Màthair, Sirianne necesita que la vea un sanador —comunicó Neisha, a lo que Hildreth frunció el ceño, alarmada. La arquera, ante tanto dramatismo, chasqueó la lengua—. Un miembro de la Policía Secreta la hirió mientras intentaba protegernos.

—¿Es eso cierto? —inquirió la mujer sin poder disimular un timbre nervioso en la voz.

—No es tan grave como lo pinta Niss —rebatió Sirianne, encogiéndose de hombros.

Hildreth clavó la vista en el vendaje que cubría el brazo izquierdo de su primogénita, que estaba manchado de sangre. Sus facciones se crisparon en un rictus amargo, aunque enseguida se recompuso. Por suerte, allí tenían muy buenos curanderos.

—Lynae —llamó a la mujer de cabello azabache, que se aproximó a ellas de inmediato, dejando atrás al grupo de arcanos con el que había estado platicando—. Acompaña a Sirianne a la enfermería y no dejes que se vaya hasta que le hayan examinado esa herida —dictaminó al tiempo que señalaba con un suave cabeceo a la aludida, que tuvo que hacer un grandísimo esfuerzo para no carcajear.

Su madre la conocía demasiado bien.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Ay, que por fin han llegado al Campamento de Aslan *se pone a lanzar confeti y serpentinas de colores*. ¿Estáis tan emocionados como yo? A partir de ahora, van a cambiar muchas cosas. Es como si hubiéramos dado inicio a una nueva etapa, así que espero de todo corazón que os guste lo que tengo planeado <3

En lo referente al capítulo, no he quedado del todo satisfecha con el resultado >.< Creo que es bastante soso y aburrido, ya que casi todo está sacado de la película, pero prometo que el siguiente va a ser muuuucho más interesante.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Un besazo ^3^

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