━ 𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈: Habéis sido muy valientes

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──── CAPÍTULO XVIII─────

HABÉIS SIDO MUY VALIENTES

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── 「 𝐓𝐇𝐔 𝐀𝐈𝐑 𝐀 𝐁𝐇𝐈𝐓𝐇 𝐆𝐔 𝐌𝐀𝐓𝐇 𝐆𝐀𝐈𝐒𝐆𝐄𝐈𝐋 」 ──

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        NEISHA VISLUMBRÓ A LOS HERMANOS PEVENSIE a unos metros de distancia, sentados en torno a una elegante mesa sobre la que había una gran variedad de comida, desde las más exóticas frutas hasta la carne más sabrosa. Por lo que, luego de atusarse el pelo y alisar la falda de su vestido, echó a andar hacia ellos.

Nada más reparar en su presencia, los humanos, quienes ese día habían optado por comer al aire libre, le dedicaron una cordial sonrisa que no tardó en ser correspondida por otra de parte de la pitonisa. Esta se detuvo frente a ellos, con las manos entrelazadas sobre su regazo y una expresión afable coloreando sus facciones, todavía aniñadas a causa de su corta edad.

—Niss, ¿nos acompañas? —pronunció Susan, tan educada como siempre—. Todo está delicioso —manifestó, justo antes de darle un trago a su zumo de bayas. Cerró los ojos para poder degustar mejor su sabor; jamás había probado uno igual. Los alimentos de aquel mundo de fantasía eran exquisitos, una auténtica maravilla.

A su lado, Lucy asintió, con los carrillos abultados y la boca llena de migas. Neisha tuvo que morderse el labio inferior para no carcajear.

—Claro.

La arcana tomó asiento delante de Peter, que no le había quitado el ojo de encima desde que había llegado. Y es que al chico le resultaba imposible no mirarla: había sustituido la camisa y los pantalones por un hermoso vestido de color lila, y se había soltado el pelo, que ahora caía en forma de cascada por su espalda.

Al ver que toda la atención de su hermano estaba focalizada en la pitonisa, Lucy le dio un toquecito en el brazo a Susan, provocando que esta también se diera cuenta y que, por ende, esbozase una sonrisilla pícara. Ambas se observaron con una mezcla de complicidad y diversión.

—Hoy Neisha está muy guapa, ¿a que sí, Peter? —soltó la menor de los Pevensie, haciendo acopio de la espontaneidad que tanto le caracterizaba.

Ante ese último comentario, el rubor se adueñó de las mejillas del muchacho. En un acto reflejo, apartó la mirada de la pelirroja y la clavó en la superficie de la mesa, maldiciéndose en su fuero interno por haber sido tan indiscreto y desconsiderado.

—Sí, supongo... —contestó, encogiéndose de hombros. Extendió el brazo y cogió del frutero una nectarina, para después darle un bocado en un intento desesperado por disimular su nerviosismo.

De manera inconsciente los orbes del rubio volvieron a posarse en Niss, quien, al percatarse de ello, le regaló una tímida sonrisa. Peter correspondió al gesto con cierta torpeza, no sin antes cerciorarse de que las cotillas de sus hermanas no lo estuvieran vigilando.

Y así fueron transcurriendo los minutos, entre bromas, risas y alguna que otra mirada furtiva. Neisha y los humanos comieron y charlaron, compartiendo sus primeras impresiones sobre el Campamento Rojo. La arcana también les habló de su gente, explicándoles el funcionamiento de su sociedad y algunas de sus costumbres más relevantes, como las Lágrimas de Khali, la Fiesta de la Cosecha o el gran vínculo que tenían con sus numerosos dioses.

Como cabía esperar, Susan no titubeó a la hora de bombardearla a preguntas, recibiendo alguna que otra reprimenda por parte de Peter, a quien le preocupaba que todas aquellas interpelaciones pudieran agobiar o hasta incluso incomodar a la pitonisa. Esta, sin embargo, no tuvo ningún problema en aclarar las dudas de la morena, que se veía incapaz de ocultar su fascinación.

—¡Sirianne! —exclamó Lucy, interrumpiendo la perorata de su hermana, que había aprovechado la oportunidad para hablarle de su mundo a Neisha.

La niña empezó a hacer señas con el brazo, a fin de acaparar la atención de la susodicha, que no tardó en divisarlos en la lejanía. La arquera, cuyo aspecto había mejorado bastante desde la última vez que se habían visto —tras la audiencia con el Gran León—, se aproximó a ellos.

—¿Qué tal estás? —quiso saber Neisha, una vez que Sirianne se hubo detenido a su lado.

—Mejor —respondió la aludida, esbozando una cálida sonrisa—. Einar dice que la herida se está curando bien. —Entrelazó su mano con la de Niss y la estrechó con cariño.

La menor asintió, muchísimo más relajada.

—Nos alegra que estés bien —intervino Peter, que ya se había terminado la nectarina.

Syrin contempló con sumo detenimiento a los hermanos Pevensie, quienes habían sustituido sus extraños ropajes por una indumentaria mucho más adecuada y menos extravagante. No pudo evitar sonreír, enternecida por la preocupación que le profesaban, aun cuando su forma de ser para con ellos había sido fría y distante.

Tal y como habían hecho con Neisha, los futuros reyes invitaron a Sirianne a que tomara asiento junto a ellos y disfrutase de la suculenta comida que unos faunos habían tenido el detalle de prepararles. La cazadora accedió y se sentó al lado de Lucy, que le tendió un trozo de pastel de manzana, jurándole y perjurándole que era el más delicioso que había probado en su vida.

La mayor de las arcanas se dejó hacer, degustando todo aquello que la niña le ofrecía y riendo ante sus ocurrencias y comentarios.

Era extraño, pero, por primera vez en mucho tiempo, se sentía libre de nuevo.

Tras el almuerzo con los Pevensie y una conversación en privado con Neisha, en la que hablaron de la reaparición de su tío Kalen y de lo felices que se sentían por ello, Sirianne puso rumbo a la carpa de Aslan, puesto que un centauro de aspecto fiero e imponente le había comunicado que el Gran León quería verla.

La arquera caminaba sin prestar demasiada atención a su alrededor, pasando de largo infinidad de tiendas y dejando atrás a numerosos narnianos que faenaban sin descanso. Esa iba a ser la primera vez que departiese a solas con Aslan, de modo que no podía evitar sentirse algo intimidada.

Un tenue suspiro escapó de sus labios. Aún le costaba asimilar todo lo que había ocurrido, lo rápido que se habían sucedido los acontecimientos. Era como si su mente jamás hubiera abandonado aquella cueva del Bosque del Oeste, como si una parte de ella estuviese anclada en el pasado. Le resultaba sumamente complicado aceptar que las cosas les estuvieran yendo tan bien, y más teniendo en cuenta todas las desgracias que, desde que se habían visto en la obligación de huir de la Aldea Madre, habían recaído sobre ella y su familia.

Sin darse cuenta, pasó junto a un grupo de arcanos, entre los que se encontraba Declan. Este, luego de despedirse de sus compañeros, fue corriendo tras ella.

—Hey, hola —saludó el joven. Syrin lo miró de soslayo, todavía inmersa en sus cavilaciones—. Tienes buena cara, me alegra que estés mejor —prosiguió debido al silencio de la pelirroja.

—Gracias —contestó Sirianne sin mostrar el más mínimo interés en él.

Al ver que la muchacha no tenía la menor intención de hablar, Declan esbozó una sonrisa torcida, justo antes de adelantarse a ella y cortarle el paso, recibiendo una mirada hastiada de su parte.

—Me sentí realmente mal después de que... ya sabes, nos peleáramos. —El énfasis en esos dos últimos vocablos fue más que notorio—. Por mi culpa tu brazo volvió a resentirse —apostilló, señalando con un suave cabeceo la extremidad herida de Sirianne.

La cazadora entornó los ojos. Aquel chico la descolocaba muchísimo, ya que nunca sabía si hablaba en serio o si, por el contrario, tan solo le estaba tomando el pelo. La expresión socarrona de su rostro, así como el deje burlón que solía impregnar cada palabra que salía de su boca, le ponía de los nervios.

—Sobreviviré.

Hizo el amago de reanudar su camino, pero Declan se lo impidió.

—Me gustaría recompensarte de alguna manera —propuso el arcano a la par que cruzaba los brazos sobre su tonificado pecho. A la aludida no le pasaron inadvertidos los músculos que, pese a permanecer ocultos por la camisa que llevaba puesta, podían apreciarse gracias a la forma en que aquella tela oscura se adhería a su torso.

—Mira, no puedo hablar ahora, ¿de acuerdo? —Sirianne tuvo que hacer un grandísimo esfuerzo para no sonar demasiado soez—. He de reunirme con Aslan. —Dicho esto, echó de nuevo a andar, pasando airosamente por su lado.

No había avanzado ni dos metros cuando la voz de Declan volvió a retenerla:

—¿Vas a ver a Aslan? —preguntó el chico con una ceja arqueada.

Syrin giró sobre sus talones para poder encararle.

—Sí. ¿Algún problema?

Su respuesta, así como el tono huraño con el que la había articulado, hizo que una nueva sonrisa asomara al semblante de Declan, que alzó las manos en un gesto conciliador.

—No, qué va. —El muchacho se encogió de hombros, divertido—. Solo que por ahí no se va a su tienda. Es por allí —añadió al tiempo que señalaba con el dedo índice la dirección que debía tomar.

Al escucharlo, las mejillas de Sirianne adquirieron un tenue color carmesí que trató de disimular a toda costa.

Cuadró los hombros, irguió el mentón con soberbia y, tras dedicarle una última mirada a su interlocutor, que parecía estar pasándoselo en grande a su costa, se fue por donde este le había indicado, no sin antes chistar de mala gana.

Sirianne no dejaba de cambiar su peso de una pierna a otra.

El Gran León, que se hallaba frente a ella, sentado sobre sus patas traseras, la observaba con la cordialidad grabada a fuego en sus iris ambarinos, casi podría decirse que hasta con una connotación paternal. Aunque la intranquilidad que atenazaba a la pelirroja le impidió darse cuenta de ello, al igual que de otras muchas cosas.

—¿Queríais verme, majestad? —habló Syrin, apocada.

—Así es. —Aslan asintió—. ¿Cómo te encuentras?

La arcana esbozó una grácil sonrisa.

—Mejor, gracias —contestó—. La herida se está curando bien.

Sirianne se llevó una mano a la zona donde había recibido la dentellada. Era cierto que, gracias al ungüento y a las infusiones que le había preparado Einar, el dolor había disminuido de forma considerable, pero aún sentía cierta molestia, sobre todo cuando realizaba determinados movimientos.

Aslan volvió a afirmar con la cabeza, satisfecho con su respuesta.

—Einar ha hecho un buen trabajo entonces —comentó.

La sonrisa de Syrin se ensanchó.

—No tengo queja, la verdad.

El Gran León no tardó en secundar el gesto, para posteriormente retornar a una expresión neutral. Todavía apostado sobre sus patas traseras, comenzó a menear su larga y vertiginosa cola.

—He hablado con tu hermana —manifestó—. Me ha contado todo por lo que habéis tenido que pasar para poder llegar hasta aquí. —La arquera tragó saliva, rememorando a todos aquellos que habían perecido por el camino—. Habéis sido muy valientes —puntualizó.

Sirianne apretó los labios en una fina línea. Todas las inquietudes que se habían arremolinado en su interior se desvanecieron sin dejar rastro, dando paso a aquel inmenso vacío que ella tan bien conocía.

—Gracias, señor. No ha sido fácil —musitó, tratando por todos los medios de que no se le quebrase la voz a causa de la represión de emociones.

Aslan la miró con condescendencia.

—Neisha también me ha comentado que recibisteis la ayuda de alguien muy especial. —Los ojos del felino descendieron hacia el colgante que la pelirroja llevaba atado al cuello—. Por lo que tengo entendido, os hizo entrega de unos regalos muy peculiares —indicó, haciendo referencia a su encuentro con Santa Claus.

—Así es —respondió Sirianne.

—El collar que llevas puesto es un objeto de gran valor —explicó Aslan—. Puede que a simple vista no lo parezca, pero en él reside una magia muy poderosa.

—Lo sé, puedo percibirla. —Syrin tomó la gema entre sus largos y delgados dedos y la acarició como el bien preciado que era—. Pero aún no sé cómo utilizarla —confesó, cabizbaja.

El Gran León entrecerró los ojos.

—Estamos haciendo todo lo posible para recuperar a Edmund —prosiguió a la par que se erguía y acortaba la distancia que lo separaba de la joven—. Sin embargo, la Bruja Blanca está empleando su magia para que no podamos rastrearla. —Ante la mención del humano, quien debía estar sufriendo lo indecible a manos de esa maldita hechicera, el rostro de Syrin se ensombreció por completo—. Es muy probable que tú seas la única que pueda encontrarle.

Al oírlo, la fisonomía de Sirianne se crispó en un rictus turbado.

No podía estar hablando en serio.

—¿Qué? No... No lo entiendo —balbuceó, confundida.

—Ese colgante es la clave, Sirianne —esclareció Aslan bajo la atenta mirada de la susodicha, cuyas mejillas habían palidecido de golpe—. Ayuda a su portador a encontrar lo que busca, y sé que tú quieres ayudar a ese chico a regresar con su familia.

La arcana se mordisqueó el interior del carrillo, agobiada.

Aquello le venía demasiado grande.

—Ni siquiera sé cómo utilizarlo —farfulló mientras señalaba con el dedo índice aquella piedra puntiaguda y semitransparente—. Lo he intentado, pero...

—Estoy seguro que de acabarás descubriéndolo —la interrumpió Aslan—. Solo debes tener fe.

Debido al aura de misterio que lo envolvía, Sirianne supuso que el felino sabía lo que debía hacer para controlar la magia del collar. Pero, por lo visto, este no tenía la menor intención de revelárselo.

Inevitablemente, su retorcido subconsciente la hizo pensar en Peter, Susan y Lucy, y en lo mal que lo estaban pasando por culpa de la ambición de Jadis. De igual manera, se imaginó a ella misma en aquella tesitura, sufriendo por no poder hacer nada para recuperar a Neisha, y lo rabiosa que se sentiría si alguien con la capacidad de ayudarlas no lo hiciera.

Suspiró, consciente de que no podía darles la espalda a los Pevensie.

—De acuerdo, lo haré —accedió.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Ay, sé que ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que actualicé, pero las musas me abandonaron y no me sentía lo suficientemente inspirada para terminar de escribir el capítulo, así que mil perdones. Ya sabéis que esto va por rachas >.< Además, últimamente ando muy centrada en mi FanFic de Vikingos, por lo que casi todo el tiempo que tengo disponible lo invierto a escribir en esa historia. Espero que podáis perdonar mi irresponsabilidad xD

Vale, muchos me habéis pedido que haya más interacción amorosa entre Peter y Niss, así que, ea, ahí la tenéis jajajaja. He muerto amor escribiendo la primera escena, en serio. Se me ha caído la baba al imaginarme a Peter poniéndose nervioso por la presencia de Neisha x) Por no mencionar el encuentro entre Declan y Sirianne... ¿cómo van esos shippeos?

Y, por cierto, ¿qué os parece esta nueva faceta de Syrin? Como habéis podido comprobar, desde que están en el Campamento de Aslan nuestra sexy arquera está mucho más relajada. Mi bebé se merece un poco de felicidad, que ya lo ha pasado bastante mal en todo lo que llevamos de historia u.u

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

¡Besos!

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