━ 𝐗𝐗𝐕: La calma después de la tormenta

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───── CAPÍTULO XXV────

LA CALMA DESPUÉS
DE LA TORMENTA

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── 「 𝐀𝐍 𝐒𝐎𝐂𝐀𝐈𝐑 𝐀̀𝐒 𝐃𝐄𝐈𝐃𝐇 𝐀𝐍 𝐒𝐓𝐎𝐈𝐑𝐌 」 ──

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        A SIRIANNE NUNCA LE HABÍAN GUSTADO LOS VESTIDOS. No porque no le parecieran bonitos, sino porque se le antojaban incómodos y poco prácticos. Estaba acostumbrada a las camisas anchas y a los pantalones elásticos, y no pensaba dejar de usarlos por nada del mundo. Sin embargo, aquella era una ocasión especial, de ahí que hubiese decidido hacer una excepción.

Luego de rescatar a Edmund Pevensie de las temibles garras de Jadis, sacándolo de una pieza del asentamiento enemigo, este al fin había podido reunirse con sus hermanos, quienes lo habían recibido con los brazos abiertos, protagonizando un reencuentro de lo más tierno y emotivo. De modo que, para celebrar aquella pequeña victoria frente a la Bruja Blanca, esa noche se había acordado celebrar un banquete al que todos los miembros del Campamento Rojo estaban invitados.

Las expresiones de felicidad y las palabras de agradecimiento que le habían dedicado los futuros reyes se habían quedado grabadas a fuego en su mente, al igual que en su corazón. Se había emocionado tanto cuando Lucy se había echado a los brazos de Edmund... Por todos los dioses, ambos habían protagonizado una estampa preciosa. Aunque Susan no se había quedado atrás, uniéndose a ellos en cuanto fue capaz de reaccionar. Peter se había mostrado algo más reacio al principio, pero no había tardado en dejar sus diferencias a un lado y abrazar a su hermano menor con una fuerza temblorosa.

Sonrió. Se alegraba de que todo hubiera salido bien.

Avanzó hacia el espejo que se erigía en una de las esquinas de la carpa y contempló con sumo detenimiento su reflejo, sorprendiéndose por lo bien que aquel hermoso vestido se ceñía a su figura. La tela que lo componía era muy fina y de un color verde pálido que hacía juego con sus ojos, los cuales había delineado con un poco de kohl*. Su larga melena rizada caía sobre su espalda como una cascada de fuego, con numerosos abalorios de hueso y marfil destellando a la luz de las lámparas de aceite.

Sus manos fueron a parar al corpiño, donde acarició los bordados que simulaban enredaderas y flores con la yema de los dedos. Debía reconocer que le gustaba lo que veía, y es que estaba deslumbrante.

Se le hacía extraño verse tan arreglada —y más después de esos tres últimos años en los que su aspecto físico había pasado a convertirse en la menor de sus preocupaciones—, pero, en cierto sentido, aquello le hacía recordar que cada vez estaban más cerca de recuperar la normalidad en sus vidas. Que cada vez estaban más próximos a acabar con la tiranía de Jadis.

Su atención se focalizó en los dos colgantes que reposaban sobre su pecho, justo antes de llegar al límite del escote: el collar que invocaba a los Fuegos Fatuos y el que le había regalado su tío, aquella réplica de Arionadh que representaba el liderazgo del pueblo arcano.

Desde que se los había puesto no se había quitado ninguno. Se habían convertido en sus mayores talismanes, de ahí que necesitara sentirlos junto a ella en todo momento. Especialmente ahora que había aprendido a manejar el primero y que poco a poco estaba logrando reunir la confianza suficiente para exhibir el segundo, asumiendo así su cargo como futura Dar-vin-dùin de las Cinco Aldeas.

Parpadeó varias veces seguidas cuando la voz de Neisha se coló en sus oídos, haciendo que saliera de su ensimismamiento. Rápidamente miró a su hermana a través de la desgastada pátina del espejo, encontrándola acomodada en una de las sillas mientras Hildreth le colocaba varias flores en el pelo.

Le resultó imposible no sonreír al verla: estaba preciosa.

Lástima que la propia Niss no lo creyera.

Desde que habían empezado a arreglarse para la fiesta, la menor de las tres no había dejado de mostrarse insegura sobre su aspecto. Más de lo habitual, claro está.

Sabía que Neisha siempre había tenido muy poca confianza en sí misma, que en ocasiones sus problemas de autoestima le jugaban muy malas pasadas, y le apenaba que se autocastigara de esa forma. Aunque también era consciente de que aquella necesidad por verse lo mejor posible estaba impulsada por algo más.

O mejor dicho alguien.

No le había pasado desapercibida la inmensa complicidad que había entre su hermana y el mayor de los Pevensie. Se notaba a la legua que habían estrechado lazos, que su relación había mejorado de manera considerable en esas dos últimas semanas. Solo había que fijarse en la forma en que se miraban, en cómo se sonreían... Conocía a Niss como la palma de su mano, por lo que no le había costado llegar a la conclusión de que si estaba así era por Peter. Porque quería verse bonita para él.

«Oh, mi dulce Neisha...»

No lo dudó: en cuanto su progenitora terminó de acicalar su exuberante cabello, se aproximó a la pitonisa y la tomó de las manos, instándola a levantarse y a acompañarla junto al espejo. Una vez allí, la agarró por los hombros y la situó delante del cristal, quedando ella detrás. Niss examinó su reflejo con gesto crítico.

—¿Qué es lo que ves? —preguntó Sirianne, luego de apoyar el mentón en el hombro izquierdo de la chiquilla. Sus brazos habían rodeado su estrecha cintura y sus manos se habían entrelazado sobre su vientre plano. La diferencia de altura entre ambas era considerable, de modo que tuvo que encorvarse un poco.

La más joven se encogió de hombros e hizo un mohín con la boca, para posteriormente clavar la vista en el suelo. Su vestido, al contrario que el de la arquera, era de un color violeta oscuro que contrastaba armónicamente con su tez pálida y sus iris celestes, y su larga melena pelirroja permanecía adornada con florecillas de diversos tamaños y tonalidades.

Debido al silencio de Neisha, Syrin retomó la palabra:

—¿Sabes lo que yo veo? —Sus orbes esmeralda no se apartaban de los zafiro de la pitonisa, que había vuelto a alzar la mirada—. Veo a uno de los seres más puros y hermosos del campamento, y me atrevería a decir que de toda Narnia. Estoy segura de que hasta la mismísima diosa Nàthair* te envidia, porque ella no es nadie en comparación —añadió en tanto se apartaba de ella y le acomodaba un par de mechones rebeldes detrás de la oreja.

Una sensación de absoluta felicidad invadió a Sirianne cuando vio que los ojos de Niss poco a poco iban recuperando su habitual brillo. Incluso el color parecía estar regresando a sus mejillas, antes pálidas. Le pasó un brazo por encima de los hombros y juntó sus cabezas, todo ello sin romper el contacto visual a través del espejo.

Tras ellas, Hildreth presenciaba la escena totalmente enternecida.

—Estoy convencida de que cierto rey se quedará prendado en cuanto te vea —le susurró Syrin al oído, empleando un tono lo suficientemente bajo para que solo la pitonisa pudiera escucharla. Le encantaban esos momentos con ella, no lo iba a negar.

Neisha volvió a apartar la mirada, ruborizada.

La sonrisa que había asomado a sus labios lo decía todo.

Aquella noche el Campamento de Aslan bullía de actividad y jolgorio. Los narnianos que lo conformaban habían dejado a un lado sus problemas y preocupaciones para poder disfrutar de aquella mágica velada en la que se habían servido los más exquisitos manjares, además de alcohol para animar un poco el ambiente. Se habían dispuesto infinidad de mesas a lo largo y ancho del asentamiento para mayor comodidad de los comensales y durante las dos primeras horas no dejaron de reponerse fuentes a rebosar de alimentos de todo tipo.

Ahora, ya alcanzada la medianoche, muchos habían abandonado las mesas para poder danzar alrededor de las hogueras o participar en diversas actividades. Las voces y las risas habían sido opacadas por una música alegre y vivaracha que no hacía más que mejorar el ánimo de los presentes, quienes pasaban el rato cantando, bailando, jugando o contando relatos triunfales e historias de una Narnia libre y pacífica.

Sirianne respiró hondo, permitiendo que sus pulmones se abastecieran de aquel aire tan puro y lleno de vida. El olor a carne asada e hidromiel, junto con el de la madera quemada, le picaba la nariz, pero debía reconocer que le encantaba. La retrotraía a las festividades típicas de su pueblo, a la Aldea Madre en pleno Solsticio de Verano.

—Esto me recuerda tanto a casa —comentó Lynae, que permanecía sentada a su lado. La pelirroja no pudo evitar sonreír; si no la conociera de toda la vida, diría que su mejor amiga era capaz de leer la mente—. Por todos los dioses, es como estar allí de nuevo... Si cierro los ojos, aún puedo escuchar al viejo Ator relatándoles los inicios de nuestra especie a los más jóvenes. —Syrin carcajeó, visualizando al hombrecillo rodeado de chiquillos fascinados con sus cuentos e historietas—. Echo de menos eso, ¿sabes? La cotidianeidad —apostilló en un tono mucho más serio—. Estoy harta de tener que dormir con un ojo abierto todas las noches. De esconderme.

Lynae se llevó su jarra de cerveza a los labios y dio un largo trago. Pese a tener una postura relajada, se podía percibir algo de tensión en su mandíbula y en la línea de sus hombros.

La cazadora se tomó unos instantes para poder observarla. Ella también estaba preciosa esa noche, aunque nunca había necesitado mucho para llamar la atención. Poseía un encanto único e inigualable, con su melena negra como el tizón y sus iris turquesa que nada tenían que envidiarles a las estrellas del firmamento. Cronológicamente contaba con muchos más años que Sirianne, pero biológicamente tenía veinticinco.

—Acabará pronto —le aseguró la más joven, sabiendo cómo se sentía. Ella también estaba cansada de huir, de tener que vigilar constantemente su espalda—. Estamos muy cerca, Lyn. Más que nunca. —Posó una mano en el antebrazo izquierdo de la susodicha y le dio un suave apretón, a fin de infundirle algo de confianza—. Jadis no sobrevivirá a esta guerra —sentenció con la convicción grabada a fuego en sus titilantes pupilas.

Lynae restableció el contacto visual con ella, para después esbozar una sonrisa esperanzada. Depositó su vaso en la superficie de la mesa en torno a la que estaban acomodadas y volvió a focalizar toda su atención en la pira que ardía frente a ellas y en torno a la que danzaban Neisha, Susan y Lucy. Peter y Edmund, en cambio, las miraban sonrientes desde otra mesa cercana a la fogata.

—Bueno, contamos con ellos, ¿no? —dijo a la par que señalaba a los humanos. Syrin contempló a los Pevensie con sumo detenimiento—. «Cuando los Hijos de Adán y las Hijas de Eva en carne y hueso en los tronos de Cair Paravel estén sentados, los malos tiempos habrán acabado» —recitó la profecía que señalaba el fin del reinado de la Bruja Blanca y el inicio de un periodo de paz y prosperidad.

La pelirroja asintió, corroborando sus palabras.

—Ahora que Edmund está a salvo, la profecía está un paso más cerca de cumplirse. —Sirianne cogió una uva de una fuente cercana y se la metió en la boca. Hasta la comida parecía saber mejor desde que se había acabado el eterno invierno—. Aslan no permitirá que les pase nada. Ahora están bajo su protección.

Lynae inspiró profundamente, justo antes de volver a beber.

—Lo que habría dado por ver la cara de esa bruja estirada cuando se percató de que nos estábamos llevando al humano —se mofó—. Apuesto a que eso no lo esperaba.

Sirianne se mordisqueó el interior del carrillo, soliviantada. A su mente acudieron diversas imágenes del rescate, aunque solo una consiguió arrancarle un estremecimiento: la de Jadis al otro lado de la línea de fuego. Aún podía sentir su gélida mirada clavada en ella, atravesándola como la más afilada de las dagas. Había sentido tantas cosas en aquellos momentos, tanta ira... De no haber sido por Declan, probablemente habría acabado haciendo una locura.

—La vi —bisbiseó tras unos segundos más de mutismo—. Antes de marcharnos vi a Jadis. —Su compañera no pudo por menos que girar sobre su eje para encararla. Su expresión alegre y jovial había sido sustituida por una mueca expectante—. Fue después de que sus acólitos dieran la voz de alarma... Pero ahí estaba, frente a mí —continuó relatando la menor. Hasta ese momento no lo había hablado con nadie, ni siquiera con su madre, su tío o su hermana—. En ese instante me invadió tanta rabia que lo único en lo que pude pensar fue en hacerle pagar por todo el daño que nos ha causado.

Esta vez fue el turno de Lynae de estrecharle el brazo con cariño; la tinta del tatuaje que exhibía en su mano dominante resaltaba a la luz del fuego. Se trataba de un vegvísir, un símbolo mágico de protección y unidad que todos los arcanos tenían grabado en alguna parte de su cuerpo. En el caso de Sirianne, este se encontraba en la parte superior de su espalda, justo entre ambos omóplatos.

—Pagará por ello, Syrin. De eso puedes estar segura.

La mencionada emitió un grácil suspiro. No había nada que deseara con más fervor que ver a esa maldita hechicera exhalar su último aliento.

—Creo que me reconoció —manifestó poco después—. Sabía quién y qué era, pude leerlo en sus ojos. La forma en que me miraba era tan... extraña. —Un nuevo escalofrío la recorrió de pies a cabeza, haciendo que el vello de la cerviz se le erizara. Tenía una sensación rara, como una especie de presentimiento—. Dudo que se quede de brazos cruzados.

La mayor hizo un mohín con la boca.

—Mejor —dijo con simpleza—. Las serpientes enfadadas atacan. Eso hace más fácil aplastar sus cabezas —solventó mientras se encogía de hombros.

Sirianne volvió a suspirar. Estuvo a punto de decir algo más al respecto, de recalcar que debían estar preparados para una posible contraofensiva por parte de la Bruja Blanca, cuando una figura se situó tras ellas, carraspeando ligeramente. Las dos amigas se voltearon hacia el recién llegado, a quien reconocieron enseguida.

Era Einar, el sanador de la Aldea Sur.

La pelirroja sonrió nada más verle, dado que gracias a sus cuidados su brazo estaba curado. La herida ya estaba cicatrizada y cada vez le costaba menos realizar determinados movimientos. Aunque eso también se debía a sus entrenamientos con Declan, obviamente.

—Einar —lo saludó Syrin con voz afable—. ¿Nos acompañas?

Los labios del hombre hilvanaron una sonrisa torcida. Vestía unas ropas mucho más finas y elegantes que las que habituaba a usar todos los días, con su trenza rubia bien peinada y su barba perfectamente recortada.

—Me encantaría, pero... En realidad, venía por otro motivo. —Los orbes morados de Einar se apartaron de Sirianne para poder posarse en Lynae, que también lucía una sonrisilla pícara y divertida—. ¿Quieres bailar conmigo? —le propuso a la morena, extendiendo una mano hacia ella en un gesto galante.

Aquello pilló tan desprevenida a la arquera que no pudo hacer otra cosa que alzar las cejas con asombro. Lynae, por su parte, no titubeó a la hora de hacerse de rogar, lo que le arrancó una carcajada al curandero, aunque finalmente aceptó su invitación. Si ya de por sí los ojos de su amiga parecían brillar con luz propia, ahora mucho más.

Hey, ¿qué se había perdido?

Con su mano entrelazada con la de Einar, Lynae se puso en pie, no sin antes lanzarle una mirada cómplice a Syrin, cuya mente se había puesto a trabajar a toda velocidad. Los labios de la mayor se movieron de manera rápida y efectiva, articulando un mudo «luego te cuento» que solo sirvió para aumentar la curiosidad de la pelirroja.

Le sonrió una última vez a Sirianne y, sin más dilación, echó a andar junto al hombre hacia una de las hogueras.

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· ANOTACIONES ·

—El kohl es un cosmético usado principalmente por las mujeres (y en menor medida por los hombres) para oscurecer los párpados y como máscara de ojos. Puede ser negro o gris oscuro, dependiendo de las mezclas utilizadas.

—Dentro de la cultura arcana, Nàthair es la Diosa de la Primavera.

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N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Sé que ha pasado bastante tiempo desde la última vez que actualicé, pero las musas decidieron abandonarme y no han vuelto hasta hace poco. También sigo bastante desmotivada por el poco apoyo que recibe la historia últimamente y, bueno, podría decirse que se me ha juntado todo =/ Sin embargo, mi idea es acabarla sí o sí, ya que es uno de mis bebés consentidos. Tan solo faltan dos capítulos para terminar el segundo acto y ya os adelanto que el tercero será el más cortito de todos, así que estamos a punto de entrar en la recta final de Canción de Invierno <3

Respecto al cap. no tengo mucho que decir. Tenía muchísimas ganas de dedicar unas escenas a la interacción entre los diversos OC y este ha sido el resultado. Sé que es un capítulo de transición, pero también es importante que veáis más de la relación de hermanas y de la amistad de Sirianne y Lynae.

Que, por cierto, hablando de Lynae... ¿Qué os está pareciendo su personaje? Ya habéis visto que es una mujer de armas tomar y con bastante carácter, jeje. Me encanta la amistad que tiene con Syrin, no os voy a mentir n.n ¿Y qué me decís de Einar? Parece que entre el sassy curandero y la sassy instructora se está cociendo (o ya se ha cocido) algo (͡° ͜ʖ ͡°)

Id preparándoos, pequeños míos, porque los dos próximos capítulos van a tener bastante salseo. Serán las continuaciones de este y ya sabéis que en las fiestas siempre ocurren cosas (¬‿¬) Estoy segura de que os va a encantar lo que tengo preparado, jiji.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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