Capítulo 6

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Yael procuró que la mansión estuviera bien iluminada pese a los intentos absurdos de esta por permanecer a oscuras, ella siempre creyó que la propiedad tenía vida propia y que se reía por las noches de ver los tormentos que la asediaban. Yael no sufría por capricho, sufría por soledad y el verse aislada de lo poco que conocía le generaba ansiedad, insomnio y ganas de llorar.

Si su madre estuviera viva quizá ella podría aplacar sus turbios pensamientos, Yaerlyk estaba más convencida que nunca que el rey, su padre, hubiese preferido perderla a ella que a su mujer y tenía un buen motivo, pero duele, duele el no poder recordar el rostro de su madre y sufrir cada día la insensibilidad de su padre.

Cuando el finalmente la perdonó, Yael sintió eso como un suave suspiro de menta en su corazón, al menos esa noche no estaría sola como las tantas que ha tenido que sobrellevar. Después de un rápido baño con agua más fría que caliente y peinarse el cabello a medias dejando nudos sin disolver, se vistió con un vestido largo de un azul oscuro de cuello alto y colocándose por encima un abrigo del mismo color con bordados en color oro; odiaba usar eso, pero todo su closet estaba lleno de oro.

Un oro que estaba forjado con sudor, lágrimas y sangre. Nuevamente decidió que aprovecharía otra ocasión para hablar con su padre sobre el tema, pese a su contraria de hacerla participe de muchas tomas de decisiones.

Cuando bajó las escaleras, vio a una doncella barriendo el suelo y miró por todos lados buscando a Sam y se le hizo muy extraño el no verlo, la mansión era grande, pero el siempre se las arreglaba para llegar a tiempo dónde se le pedía.

—¿Y Sam? —preguntó a la doncella.

La doncella hizo una reverencia y la miró sin sonreír.

—El señor Sam salió con el rey —respondió y se marchó de ahí.

Era claro que todas las doncellas de la mansión actuaban extrañas, no las veías por ningún lado cuando las necesitaba. De momento sintió la inmensidad de la mansión y eso le asfixiaba tanto que salió corriendo al exterior a tomar grandes bocanas de aire.

No había nadie más en la mansión, considerando que las doncellas parecían ser fantasmas sin presencia.

Caminó, caminó y sus ojos se detuvieron en la enorme cantidad de árboles, y la neblina entre ellos, algo era claro para ella, Salamyel era más un bosque que cualquier otra cosa, era increíble que donde mirara, siempre habría árboles, en específico, pinos enormes que se mecían suavemente con la brisa del mar.

A lo lejos el sonido de un carruaje la tomó desprevenida, pero también hizo que su corazón latiera de emoción, eran sus amigas quienes cargaban su respectivo maletín.

—¡HAREMOS UNA FIESTA! —gritó Veel cuando vio que Yaerlyk corría hacía ellas sujetando su largo vestido.

Kyahel bajó con prisas del carruaje y abrazó con fuerza a Yaerlyk quien no dejaba de reír. Eran sus amigas sin lugar a dudas, en ese momento la soledad se hizo a un lado y dejó que el sentimiento de compañía le abrazara el alma.

—Oh, tienes una polilla en el brazo —dijo Kyahel sacudiéndola y observando como esta no se alejaba de ella.

—No sé de donde salen, supongo que es culpa de la mansión, cuando me de cuenta se habrán comido toda mi ropa —dijo Yael riéndose de la ocasión con Kyahel secundándola.

Cuando entraron, Maytheé era quien estaba más alerta y eso no le pasó desapercibido a Yael, era justo como había dicho su padre, todos le temen a este lugar, y aun así Yael insistió en que se apresuraran, que les enseñaría las habitaciones donde dormirían.

Kyahel decidió dormir junto con ella, su hermana se quejó porque la abandonaba, pero decidió que quedaría con Dimanthea, y a su vez, Maytheé dormiría con Veel.

—Hoy no vas a dormir, bebé —susurró Veel al oído de Maytheé.

—¡CÁLLATE! —gritó Maytheé con las mejillas rojísimas mientras tomaba de la mano a Dimanthea—. Dormiré con ella —sentenció haciendo un puchero en dirección a Veel.

—Pero yo voy a dormir con ella —Se quejó Georgine.

Veel empezó a reírse y le juró que no haría nada que no quisiera, razones de más para May de no dormir con ella, así que al final se instalaron por separado.

Después de reírse a toneladas, Yael bajó nuevamente al comedor para saber si Nadín estaba ahí, pero lo único que vio fue los alimentos humeando en la gran mesa.

—¡Qué buen servicio! —elogió Georgine tomando asiento mientras abanicaba los aromas hacía ella.

—Se ve súper rico —expresó Kyahel mientras se sentaba a lado de su hermana.

Maytheé estaba de mal humor, Dimanthea bostezaba a cada rato y Veel le picaba las mejillas a Maytheé.

Yael fue a la cocina, habían ollas humeando y olía súper rico, podía oler la mantequilla derretida, fruta recién exprimida, café tostado y era obvio que Nadín estaba detrás de todo esto, el detalle era saber en dónde estaba ella, después de hablarle a gritos y no verla por ningún lado tras salir al patio trasero, volvió a entrar y se unió con las demás.

—¿No tenías doncellas? —preguntó Veel después de tres segundos de silencio.

—Sí, pero no me preguntes dónde están porque no tengo idea —dijo mientras se servía un poco de ensalada.

—Igual ser mayorcita y que pidas ayuda, no es muy maduro que digamos —expresó Maytheé mordiendo un pan y se metía una cucharada de sopa en la boca.

Todas guardaron silencio y Yael suspiró.

—Hace años dejé de necesitarlas, así que descuida, lo único que no hago es cocinar, soy pésima en eso.

Maytheé quiso disculparse y fue Veel quien le mostró cara de descontento, y es que ella era así, directa, sin tapujos, y tristemente no conocía de filtros emocionales, ella sabía por lo que pasaba Yaerlyk porque Kyahel fue directa con todas ellas pidiéndoles estrictamente que no fueran crueles con sus comentarios, no por lástima sino por comprensión.

Ellas crecían en una familia que pese a sus diferencias aún seguían juntos esforzándose día a día por sobrevivir, en cambio Yael sobrevivía sola, el ser princesa no le beneficiaba en nada porque eran fantasmas en un pueblo dónde nadie los mencionaba, eran la sombra del viejo Salamyel, aquí no salía el sol, pero en la costa sí, era como estar en dos mundos completamente diferentes.

Después de terminar de cenar, salieron envueltas en abrigos. Yael les prestó algunos a sus amigas y ellas jugueteaban con ser princesas y presumir sus dotes teatrales.

—Deberías ir un día al pueblo —dijo Georgine mirando a todas correr en el exterior—, hay un teatro donde presentan obras súper divertidas, seguro te ríes un montón.

—Espero poder visitarlo algún día, tantos años lejos de todo y me pregunto si me verán por lo que soy o quien soy —musitó Yael sonriendo débilmente.

Georgine guardó silencio súbitamente, no podía decirle que en el pueblo todos ignoraba su existencia, sabían de un rey y muy poca gente se sabía su nombre, creo que sólo podrían considerar a sus familias porque eran los que vivían de él, pero la realidad era muy diferente.

—Yo vine con una súper idea el día de hoy —dijo Veel y todas la miraron, era inevitable no acordarse de lo sucedido anteriormente—. Les juro que es algo más terapéutico, sólo tenemos que conectar con nuestro yo interno.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Dimanthea confundida.

—Ya saben que Madame Soully hace sesiones espiritistas cada diez días, así que decidí que hoy podríamos intentarlo nosotras, traje muchas cositas que nos ayudaría con eso.

—¿Quién es Madame Soully? —preguntó Yael a Kyahel.

—Es una señora del pueblo que vive estafando a la gente haciéndoles creer que puede hablar con los muertos o que puede invocar espíritus, cosas muy turbias para alguien que no puede ni mantener la vela encendida.

—Suena muy tétrico ¿no? —cuestionó Yaerlyk acomodándose el abrigo.

—Sí, pero es divertido verla fingir —Atinó a decir Georgine mientras sonreía—, igual no es mala idea, podríamos intentarlo, aunque igual no creo que funcione la verdad.

—¿Lo haríamos dentro de la mansión? —preguntó Kyahel—. No creo que sea buena idea considerando que hay gente aquí, escondida o encerrada, que podrían decirle todas nuestras ocurrencias al rey.

Todas se miraron y cayeron en conclusión de que debían hacerlo en otro lugar, pero el otro lugar más o menos próximo era justo dónde no debían ir y miraron a Yael buscando una sugerencia.

—Podríamos ingresar al sendero y ver si hay algo ahí, sé que hay un río, pero igual podríamos ir y ver si hay alguna casita o algo —dijo desconociendo completamente si tenía razón, pero aprovecharía la ocasión para adentrarse después de que Sam le negara el acceso.

Todas corrieron por sus cosas, Kyahel empacó comida, Veel traía una bolsa grande colgada del hombro que sonaba a cosas metálicas chocando entre sí en cada movimiento que hacía, Georgine se trajo consigo fósforos, Maytheé quería ayudar a Veel, pero era claro que había un problema entre ellas porque Veel le respondió que no necesitaba ayuda.

Cuando estuvieron listas se encaminaron al interior del bosque con lámparas en mano cada una de ellas para poder ver a través de la espesura.

—¿Todo bien? —susurró Yael a Maytheé quien negó con la cabeza.

—Pasa que no suelo tener cuidado al hablar —respondió y aceleró el paso dejándola atrás.

Apreciaba la amistad que podía obtener de May, pero por mucho esfuerzo que le pusiera, era bastante claro que había una gran brecha separándolas y no la culpaba, solamente el sentimiento de que ella no era muy confiable la abatió.

El cielo comenzó a oscurecerse a cada minuto y se detuvieron para encender las lámparas, siguieron el camino del rio cuesta arriba, Kyahel se resbaló y fue Georgine quien la ayudó a tiempo, Yael solo sentía que el bosque la ahogaba justo como la mansión e intentaban no hacer ruido para no llamar la atención de Nadín si es que andaba cerca.

La experiencia no sería un éxito si ninguna de ellas lograba controlar sus emociones. Finalmente llegaron a un claro y vieron una casita en pie, era de dos niveles y estaba cubierta por musgo, abrieron la gran puerta de hierro con sumo cuidado junto con frías ráfagas colándose en el lugar y hablándoles en el espacio hueco de su interior, cerraron la puerta detrás de ellas y caminaron en el interior del lugar.

Habían sillones cubiertos con manteles blancos, jarrones con flores marchitas en su interior, espejos cubiertos de polvo que distorsionaban su imagen, más adelante veían muchas mesitas cubiertas con manteles, parecía que alguien en su momento vivió en aquel lugar.

Las mujeres se rieron a carcajadas al saber que habían logrado su propósito, aquella noche de chicas se estaba convirtiendo en algo demasiado emocionante como para callárselo y no disfrutarlo.

Con lámpara en mano y bolsas en la otra, tuvieron cuidado de subir las escaleras que daban al segundo nivel del lugar, riéndose como niñas convirtieron el silencio en pura armonía cuando el lugar no se prestaba para cosas positivas.

—Por fin —dijo Dimanthea quien llevaba el cabello en una coleta y un vestido con mangas abiertas—. Venir con vestido fue un suicidio.

—Era eso o venir media desnuda y no me resulta algo divertido con este frío —dijo Veel deshaciéndose de su abrigo mientras sacaba grandes velas negras de su bolsa.

—Todas quejumbrosas —dijo Yael con diplomacia mientras se alejaba del grupo.

—La princesa ha hablado, señoritas —añadió Kyahel en son de burla mientras tomaba la tiza y el libro que Veel le había dado para empezar a dibujar símbolos de estrellas en el frío, y húmedo suelo.

Guardaron silencio mientras preparaban todo. Seis mujeres estaban en la oscuridad con apenas la luz proveniente de las velas negras que se adherían con desesperación en el suelo de aquel lugar con símbolos de ocultismo incluidos en él, con libros en manos y oraciones en un idioma que ninguna de ellas conocía y que por diversión decidieron recitar.

Cinco de ellas tomadas de las manos, temblando de excitación por querer experimentar la adrenalina de aquel momento sabiendo las leyendas de aquel lugar. Leyendas sobre la maldición de Salamyel

El ruido metálico de una copa sobre el suelo las tomó desprevenidas y lanzaron un alarido al unísono lleno de pánico.

—Lo siento —expresó Yaerlyk desde la oscuridad—. Es que no vi que estaba saliéndose de la bolsa.

Las otras comenzaron a gritarle y decirle que guardara silencio olvidándose a quien se referían. Ésta prefirió no decirles nada y observar como sus cinco amigas, casi hermanas, jugaban con cosas que no entendían.

Una fría brisa se coló por la ventana sin cristal de aquel lugar haciendo chispear la luz de las velas mientras ellas convertían las oraciones en canticos indescriptibles, ya sin un ápice de brisa presente las flamas ondeaban y tronaban reaccionado a algo en el aire.

En la oscuridad, susurros provenientes de sus elementos se hicieron presentes, susurros acallados por los grillos que se mostraban alterados regalándole a la noche fría un espectáculo que se cernía sobre un lugar con una leyenda maldita.

Hilillos de material espeso que fluctuaban en el aire junto con un humo oscuro y denso que se mezclaban con las hojas marchitas de un árbol, fango burbujeante que se levantaba como si una canción lejana le obligase a despertar de su largo sueño.

Las alas de un ave se desplegaron liberándose de su encierro dentro de aquel árbol, graznó en la oscuridad mientras aquellas mujeres escuchaban atentas en la oscuridad y en la lejanía.

—¿Qué fue eso? —preguntó Georgine obligando a todas a guardar silencio.

—Un cuervo —respondió Yaerlyk asomándose por la ventana que estaba a medio caer.

—¿Cuervo? Aquí no hay cuervos —dijo Dimanthea acercándose a la ventana intentando mirar algo en un oscuro exterior.

—Los hay, que no los vemos es distinto —replicó Yael de nuevo y un tanto molesta añadió: —Si ya terminaron creo que es hora de irnos.

—Ni hablar, hemos venido aquí buscando, aunque sea una mínima señal, por favor princesa —suplicó Kyahel.

—Ahora sí soy la princesa ¿no? —dijo Yaerlyk riéndose como si se tratara de un chiste.

Ninguna dijo nada. Pronto habían comprendido que su diversión traería castigos más severos, no les había bastado una vez, sino que lo habían vuelto a hacer, habían traído a la princesa junto con ellas por capricho y diversión, y si el rey se enteraba, esta vez no habría perdón para ninguna.

—Yael —dijo Veel y un fuerte viento apagó las velas y todas gritaron en medio de la oscuridad.

—¡MALDICIÓN, NO SÉ DONDE DEJÉ LA LÁMPARA! —gritó Maytheé.

De pronto todas guardaron silencio porque todas eran capaces de sentir aquella presencia. Y efectivamente estaba ahí.

Algo estaba ahí.

Podían escuchar esa exhalación en aquel manto de silencio y oscuridad, trataban de mantenerse calladas, pero el instinto de supervivencia les ordenaba correr, pero correr en aquel lugar iba a ser imposible y peligroso, se tomaron de las manos sabiendo lo cerca que estaban una de la otra, pero dos de ellas se habían alejado tratando de buscar una lámpara.

De pronto sintieron que aquella presencia parecía andar entre ellas, la temperatura del lugar cambió drásticamente haciéndolas tiritar y castañear los dientes, Georgine se llevó la mano a la boca para evitar hacer ruido alguno, pero su corazón hacía todo lo contrario.

Aquellos minutos se estaban convirtiendo en una especie de castigo. Madame Soully les había dicho que jugar con algo que no entendían solo traería desgracias, pero ellas creían firmemente que se trataban de falsedades.

Una de ellas con sumo cuidado rebuscó entre su bolsa y encontró la lámpara, rezando a sus mil dioses cerró los ojos mientras la encendía con un fósforo que a la primera encendió y chisporroteó.

Un grito atronador se escuchó en aquella torre.

—¡MALDITA SEA! —gritó Maytheé cuando fue iluminada directamente con la lámpara—. Vas a quemarme las pestañas —replicó.

—Perdón, es que... es que creí que vería algo —añadió Dimanthea con las manos temblorosas—. Creo que Yael tiene razón, deberíamos irnos ya.

Todas tomaron sus cosas y los abrigos mientras la piel se les erizaba por el frío aire.

—¡Vamos! —ordenó Dimanthea alejándose con la lámpara.

Yael quería moverse, pero le era imposible porque algo le imposibilitaba realizar movimiento alguno, miró a Kyahel intentando que leyese la angustia de su propio cuerpo sin éxito alguno. Esta al notar que no se movía la tomó del brazo y se desplomó al suelo.

—¡Kyahel! —gritó Yaerlyk al ver como su amiga convulsionaba en el suelo—. ¡REGRESEN! —gritó de nuevo al quedarse a oscuras—. ¿Kyahel, qué tienes? —no podía ver absolutamente nada y en su desespero hizo su mayor esfuerzo para librarse de aquella fuerza invisible que la oprimía.

Buscó a tientas la mano de Kyahel sin éxito alguno.

¿Cómo era posible si estaba cerca de ella? Tentó el frío suelo y no había nada, sintió que su corazón se saldría de su pecho y respiró hondo mientras exhalaba intentando serenarse y que su cerebro no la traicionara en ese momento.

—Kyahel, por favor —suplicó temerosa mientras se alejaba hacia la pared y gritaba una vez más, cuando Dimanthea regresó y apuntó la lámpara hacía el frente, lo que vio la dejó horrorizada.

Kyahel estaba suspendida en el aire justo en medio de aquel símbolo dibujado con la tiza.

—A-ayúdenme —suplicaba Kyahel con las lágrimas cayendo directo sobre el símbolo.

Yael esperaba diversión aquella noche menos presenciar una atrocidad, Maytheé, Veel y Georgine se fueron sin preocuparse en ver a quienes dejaban atrás. El aroma a humedad le llegó y era un claro indicio que la lluvia no tardaría en caer.

A última instancia, los miedos que Yael podía sentir se vieron minimizados al ver la desesperación de su amiga quien lloraba y suplicaba por ayuda. Caminó hacía Dimanthea quien temblaba de miedo y le pidió que bajara con las demás sin decirles nada.

Con lámpara en mano sólo serían Kyahel y ella quienes tendrían que lidiar con lo que no podían ver, pero sí sentir.

Sujetó la mano de Kyahel y el frío que sintió en aquel momento le hizo sentir las extremidades de hielo, pero la obligó a hacer más fuerza para sacar a Kyahel del circulo hasta que finalmente cayeron las dos fuera de este.

El llanto de Kyahel terminó por inundar todo el lugar junto con una serie de pasos que volvían de nuevo al lugar, la lluvia comenzó a caer mientras Yael miraba con fiereza aquel ente que permanecía sentado en la ventana de aquel lugar, desvaneciéndose entre aquel humo oscuro y no sin antes regalarle una sonrisa a quien había osado mirarle fijamente.

—¿Están bien? —preguntó Georgine al ver a su hermana llorando a quien envolvió en un abrazo y le ponía un abrigo encima.

—Tenemos que regresar a la mansión ahora mismo—ordenó Yael mientras ayudaba a una Kyahel quien se quejaba de que sus piernas no le respondían.

Y emprendieron su camino a marcha forzada entre los árboles, la lluvia y los truenos de aquella oscura noche.

Surcando el aire esperó que el lugar quedara completamente vacío, mientras veía a sus amigos arrastrarse o caminar casualmente entre los árboles mientras reían a carcajada suelta, era notable que las cosas habían cambiado en aquel reino, por ejemplo, había gente que podía ver a través del humo negro.

Cayó sobre sus dos pies justo donde aquellas mujeres estaban invocando al mismísimo Lucifer, un círculo perfectamente hecho, con sus respectivos símbolos, ¿Acaso sabían en lo que se estaban metiendo? Por lo visto no después de sentir la desesperación de aquella chica cuando decidió jugar con su alma.

—Aquí —musitó alguien desde las sombras—. Aquí se vertieron lágrimas.

—Sí, una mujer —respondió el chico de aspecto frágil y quien portaba con orgullo la figura de un cuervo en su pecho.

—Interesante —musitó quien se había percatado de las lágrimas mientras dejaba escapar un hilillo oscuro justo en donde se habían derramado estas teniendo como misión de encontrarse con su portadora e ingresar en su cuerpo.

—Vaine, no tienes ni cinco minutos en este reino y ya andas mandando a tus diablitos —se quejó el hombre fornido de cabello rubio, llamado Xerxes.

—Hombre, deja que lo saboree un poco ¿no? —se quejó Vaine mientras jugaba con las velas negras.

Todos miraron hacia la oscuridad y sintieron de ese lugar su nueva morada, pero su estancia era pasajera por órdenes de sus familiares, sólo tenían que husmear y volver de prisa, después de todo había una visita importante en su reino y los nuevos planes que se cocinaban tenían que salir perfectamente bien. Así fue como cada uno se dirigió a su propio destino, dejando a quien portaba el cuervo, mirar ahí donde se había ido su futuro postre.

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